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5.2.21

TORTOISE:
"Millions now living will never die"

De los cimientos del rock underground de Chicago nació en 1990 Tortoise, una banda radicalmente distinta a lo que dictaban las normas de la época. Su desafío iba a ser tan importante como poco reconocido por la industria, ya que desde su primer trabajo, "Tortoise" (en 1994), accedieron a un sistema distinto de ritmos y melodías prácticamente sin voces, un despliegue sonoro más propio de un submundo en el que se unían propuestas tan lejanas como el jazz, lo indie, el rock experimental y el minimalismo, básicamente el soundtrack de una película independiente con buenas críticas pero con poco público en las salas. Con discos como ese y canciones tan especiales como "Ry Cooder", no se sabe bien si acababa atrayendo más su atrevimiento o su ejecución (con un sorprendente despliegue de instrumentación en la que bajos, teclados y percusiones acaparaban el protagonismo), y lo que se puede afirmar sin duda es que se habían depositado muchas esperanzas en el siguiente trabajo de la banda, un "Millions now living will never die" que sólo tardó dos años en llegar, tras un extraño álbum de remezclas de su debut titulado "Rhythms, resolutions & clusters".  

John McEntire, Dan Bitney, John Herndon, Douglas McCombs y Bundy K.Brown fueron los encargados de presentar al mundo aquella ópera prima, especie de cuaderno de notas que condujo al definitivo "Millions now living will never die", para el cual abandonó el grupo Bundy Brown y entró David Pajo (aunque enseguida lo dejó por su banda Aerial-M). Publicado por la compañía independiente estadounidense Thrill Jockey en 1996, ya se trataba éste de un álbum sólido, una obra en la que perduraba la esencia atrevida, experimental, sobre la que traslucían las bases del rock y jazz, un material denso por momentos que enseguida fue acogido en el saco del conocido como post-rock. Afirman ellos que un corto retiro 'idílico' al norte del estado de Vermont posibilitó la inspiración para un disco cuyo título (algo así como 'Millones que ahora viven nunca morirán') no tiene ningún significado especial: "lo usaron los adventistas para una gran campaña en la que buscaban nuevos feligreses para su iglesia. Tiene que ver con todo el rollo del apocalipsis y tal, pero no tenemos nada que ver con los adventistas". En este cierto clima de confusión, conceptual y estilística, llegó este esperado álbum, en el que John McEntire ejerce de líder de la banda por su acreditación de grabador y mezclador del mismo, aunque no se especifica si la producción es individual o conjunta. Desde los primeros segundos se descubre a una banda fuera de lo normal, que busca caminos nuevos y hurga en sonidos poco dispuestos a la complacencia de las grandes emisoras. El rock y lo jazzy se funden en los primeros minutos del largo tema "Djed" (que ocupa toda la cara A del vinilo, otra circunstancia desafiante), corte poseedor de una efervescencia propia de un buen DJ, mediante el que el oyente entra en una experimentación accesible en la que lo electrónico es más que un recurso, es un camino que sabe tanto arrancar matices golosos (donde el drum and bass es una influencia admitida, pero también abruma el concepto minimalista de las marimbas) como exasperar en pasajes de sonoridad corrupta bien encauzada (sonidos que se cortan, se desintegran, se perturban), asomándose incluso a mundos más propios de mitos del krautrock. De este modo, explorando en paisajes distintos, esa primera composición del álbum se hace incluso corta. "'Djed' está formada por distintos segmentos unidos. Hicimos catorce mezclas distintas con ellos hasta configurar una pieza de 20 minutos, una especie de collage (...) Poner 'Djed' al principio del disco es una prueba para el oyente". La cara B presenta cinco intentos melódicos a tener en cuenta. "Glass museum" se decanta por la ligereza de unas guitarras soñadoras -un elemento ausente en su primer álbum- sobre las que vuelan líquidos vibráfonos asomado al balcón del jazz, con una contundente batería. "A survey" vuela libre a continuación, sin posible definición más allá de la vanguardia del post-rock jugando con varios bajos. "The taut and tame" encuentra su camino diferente, siempre elegante, en la conjunción de aparente improvisación entre cuerdas, percusiones y efectos, una experimentalidad electrónica que en "Dear grandma and grandpa" deriva hacia un sonido retro (con secuenciador analógico) envuelto en una atmósfera, por decirlo así, drogada. "Along the banks of rivers" es el final que todo lo une y que deja ganas de vislumbrar los siguientes pasos del conjunto. El 'todo vale' ha originado grandes momentos en la historia de la música rock desde el krautrock hasta ciertas propuestas electrónicas de digestión dura, o incluso algunos himnos punk. Tortoise es otra de esas sorpresas en cuya propuesta parece que no haya cortes ni límites, y aunque lo que se escuche sea difícil de catalogar, es fácil de escuchar y de disfrutar, es el suyo un sonido espontáneo y orgánico, que parece beber de una cierta improvisación más o menos tradicional, en la que se han añadido elementos electrónicos y un riesgo fuera de toda duda.
 
Los de Chicago son una de esas bandas fetiche en el saco del post rock, una denominación de la que no huyen pero que tampoco parecen aceptar sin matices en su trayectoria ("las etiquetas no funcionan con nosotros -decían-, supongo que somos un grupo de fusión, una mezcla absoluta, pero lo nuestro no es la fusión virtuosa"). La ausencia de letras ha impedido a este conjunto alcanzar altos niveles de conocimiento entre ese público perezoso que no buscaba sino que esperaba a que la radio o la televisión le dijeran lo que tenía que escuchar o comprar. Tal vez por eso no sean más conocidos, aunque posiblemente no necesiten serlo. Algunas ediciones japonesas de "Millions now living will never die" incluían varios cortes adicionales, "Gamera", "Goriri", "Restless waters" y "A grape dope", donde seguir disfrutando de su emocional fusión de rock, jazz, dub, ambient y minimalismo, un refrescante cóctel que no se acaba -el grupo sigue en activo- y que continuó en 1998 con su siguiente álbum, "TNT", que es también de los más aclamados por la crítica. 







25.8.20

CLOGS:
"The creatures in the garden of Lady Walton"

William Walton fue un compositor inglés que vivió durante el siglo XX, moviéndose en el terreno clásico, operístico y la composición esporádica de música para películas. Cuando abandonó Gran Bretaña, se instaló en la isla italiana de Ischia con su esposa, Lady Susana Walton (Susana Gil Passo de soltera), una argentina de clase alta que, en Ischia (frente a la bahía de Nápoles, con la inspiración del Mediterráneo), creó desde 1956 (y abiertos al público desde 1991) los 'jardines de La Mortella' junto al arquitecto paisajista Russell Page. Su frondosidad está integrada con las extrañas formaciones volcánicas de la isla abarcando dos hectáreas en las que se pueden admirar numerosas plantas exóticas en sus dos zonas, un jardín inferior en el valle y un jardín superior en la colina, creado posteriormente, tras la muerte de su esposo. Varios ciclos de música de cámara y sinfónica se celebran cada año en su interior, aunque una de las inspiraciones más auténticas se puede admirar desde la propia y espectacular portada del álbum "The creatures in the garden of Lady Walton", del grupo Clogs, que recrea algún rincón del jardín inferior, combinándolo con una visión naif, exótica y romántica, cercana a la obra del pintor francés Henri Rousseau (en su obra más conocida, 'El sueño', por ejemplo). Clogs podrían haber titulado a su obra simplemente 'Los jardines de Lady Walton' o 'La Mortella', pero consiguen añadir en ese título un componente misterioso, incluso poético y, por supuesto, tan exótico como esos grandiosos y coloristas jardines.

Creada por el estudio danés de diseño Hvass&Hannibal durante un largo año, la bella portada da paso a un interior fascinante. Publicado por Brassland Records en marzo de 2010, "The creatures in the garden of Lady Walton" recrea ese abrumador espacio natural a través de la experiencia del miembro principal de Clogs, Padma Newsome, cuando visitó los jardines. La sorpresa es un fenómeno inherente a esta ecléctica banda de orígenes tanto australianos como norteamericanos, y lo fue más cuando, tras una serie de trabajos instrumentales (el último de ellos, en 2006, el aconsejable "Lantern"), Padma y los suyos decidieron incluir voces en el grupo, especialmente las de la espléndida cantante de Arkansas Shara Worden (actualmente Shara Nova, recuperando su apellido de soltera), de registro operístico. "Cocodrillo" es un comienzo original y sorpresivo, la banda usa la voz de Shara Worden como elemento novedoso y vanguardista, y no sólo aciertan de pleno en su juego a cappella sino que parecen divertirse de una manera que ya quisieran para sí muchos grupos vocales. "I used to do" es la vuelta al estilo que conocíamos de esta inspirada banda en un tema vistoso basado en su apabullante conjunción de instrumentación acústica con algo de jazz y un apasionante concepto minimalista. Es necesario mencionar aquí el listado de instrumentos y músicos: Padma Newsome (violín, viola, mandola, celeste, voz), Bryce Dessner (guitarra, mandola, ukelele), Rachael Elliott (fagot) y Thomas Kozumplik (percusión) son los miembros principales, y en este disco se unieron al proyecto Aaron Dessner (guitarra, bajo), Sue Newsome (clarinete), Michael Atkinson (trompa), Kyle Resnick (trompeta), las voces de Shara Worden, Matt Berninger y Sufjan Stevens, y el Osso String Quartet con su violonchelo, viola da gamba y guitarra barroca. Continuando con el disco, de nuevo otro ejemplo vocal atrevido en el panorama post-rock es "On the edge", con una espectacular interpretación bien arropada en forma de canción semioperística. Las delicadas cuerdas ayudan a que el conjunto suene a fantasía. "Red seas" es una pieza completa, con la voz en esta ocasión de Padma Newsome en una gran canción de tintes entre poperos y hawaianos, con un sorprendente desarrollo intermedio basado especialmente en los metales, más acorde con las ideas de compositores como Michael Nyman. "The owl of love" es otra composición singular de un trabajo que no tiene bajones en su minutaje, unos compases de reminiscencias medievales abren esta especial muestra de música antigua hecha en la actualidad, una interpretación sin complejos (Shara continúa con su llamativa garganta, pero los músicos también abruman) digna de ser escuchada de manera abierta. "Adages of Cleansing" es la pieza más extraña del álbum, en la que todo suena raro. "Last song" fue el sencillo elegido para lanzar un EP en agosto de 2020 con otras dos canciones nuevas ("No bridge" en un elevado tono folk, y "Love song" como nuevo ejemplo instrumental). La guitarra asoma en esta ocasión algo más folclórica, y al asomo de los vientos acude también la voz, que en esta ocasión porta la gravedad de Matt Berninger (de la banda norteamericana de indie The National), lo que tal vez la haga más asequible en el entorno del post-rock. En el tramo final del álbum, "To Hugo" es otra hermosa tonada instrumental fuera de cualquier categoría y dentro de muchas, ya mencionadas, "Raise the flag" es una lenta pieza camerística, conducida por sosegadas cuerdas y con una especie de coro, y "We were here", hermosa nana final cantada por Sufjan Stevens y Shara Worden. No es difícil imaginarse a los cantantes caminando por esos maravillosos espacios naturales mientras interpretan algunas de estos memorables y casi indefinibles trabajos de inspiración botánica. Así, "The creatures in the garden of Lady Walton" es un soberano entretenimiento que circula entre lo extraño (experimental), lo clásico (incluso operístico) y lo folclórico, con una pizca de recogimiento espiritual. La vanguardia tan aclamada de la Penguin Cafe Orchestra (y de su heredera, la Penguin Cafe) tiene en Clogs a una digna banda sucesora y un origen, como aquella, en un sueño (aquel era de Simon Jeffes, éste de Padma Newsome): "En 1999, tuve un sueño acerca de una banda llamada 'Loose fitting clogs' -los zuecos holgados-, un zapato musical con un montón de espacio para los pies. Yo estaba buscando a gente con una formación clásica, es decir, la capacidad de reproducir casi cualquier cosa que ponga enfrente de ellos, con un sentido clásico pero también improvisadores".

Este trabajo tenía un prólogo (ellos mismos lo denominaban así) en la discografía de Clogs, un EP con nueve temas titulado "Veil waltz", publicado también por Brassland Records en enero de ese mismo año 2010, en el que las escenas instrumentales se adueñaban del espacio, ofreciendo poesías sonoras que de nuevo oscilaban entre el folk y la música de cámara, preferiblemente para una escucha tranquila. Bien podía haberse unido este EP con el propio álbum posterior, pero la banda prefirió aislar las características vocales de "The creatures in the garden of Lady Walton" en un único elemento, unas intenciones comprensibles visto su desarrollo posterior, y es que siguiendo a este trabajo, "The Vanity of trees" (2020, NewAmsterdam Records) prosigue en esas mismas intenciones de experimentación sonora de música de cámara con voz inusual (a destacar la hermosa canción "Trees to meet you"), características definitorias de los nuevos caminos de una banda diferente, fronteriza y exclusiva para paladares selectos, un conjunto digno de visitar de vez en cuando y relajarse con su frescura como si contempláramos los igualmente aconsejables 'jardines de La Mortella', la obra de la señorita Walton que inspiró este proyecto singular.

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30.6.20

SIGUR RÓS:
"Ágaetis byrjun"

Jón Þór Birgisson es un cantante peculiar. Es ciego del ojo derecho, es abiertamente homosexual, toca la guitarra eléctrica con un arco de violonchelo, y su voz en falsete es un elemento característico de su banda, los ilustres islandeses Sigur Rós. Además, su hermana menor se llama Sigurrós, y de ahí proviene el nombre del grupo, que se puede traducir como 'rosa de victoria'. Su primer disco, "Von", resultaba extraño, confuso, con ambientes inframundanos, y aunque su presencia es insoslayable en la historia de la banda, su autentico primer éxito llegó con su segundo álbum, "Ágaetis byrjun" (traducido como 'Un buen comienzo'), publicado en 1999 por la compañía islandesa Smekkleysa (y reeditado en otras como FatCat Records para el mercado anglosajón, o en el sello de la banda, Krúnk), llegado a considerar por la crítica como uno de los mejores trabajos europeos de ese año, y posiblemente más allá en esos difíciles tiempos de cambio de siglo y de maneras de consumir la música. Definir su estilo es navegar por un mar que lo mismo se encrespa como que se calma, oscilando como el oleaje entre un reconocido post-rock, el minimalismo y lo folclórico. 

No es de extrañar la denominación post-rock, porque esta banda no encaja con las fórmulas habituales ni con las denominaciones más normales en la música moderna. Un sonido atrevido y novedoso como éste tenía que provenir de la fértil -musicalmente hablando- Islandia, tierra de búsquedas y hallazgos como pocas. No exento de una cierta extrañeza, es el de Sigur Rós un discurso original y profundo, una producción bien trabajada del británico Ken Thomas, que ya había mezclado años atrás el primer disco de los Sugarcubes, la banda de Bjök. El ambiente general es soñador, atmósferas mágicas, fantasiosas, en las que deslumbran y sorprenden las voces y atrapa los sentidos el concepto islandés tan melancólico de música contemporánea, que se une al folclorismo reinante para resultar un plato de presentación innovadora y sabor delicioso, como si Björk le pusiera letra a los ambientes electrónicos de Jóhann Jóhannsson y todo se adaptara a una manera folk. Lo simple y lo complejo conviven en este trabajo, muchas ideas originales y bien encauzadas, con audaces tratamientos vocales y ritmos que podrían tener cabida, tratados convenientemente (afortunadamente eso no sucede), en listas de éxitos poperos. Poco importa que canten en islandés o en ese lenguaje inventado por ellos llamado Hopelandic, vamos a entender lo mismo, la importancia de este "Ágaetis byrjun" radica en la belleza de unas armonías y ambientes fascinantes. Con una refulgente tristeza, Sigur Rós fusionan pasajes ruidosos con otros límpidos, combinando sensaciones. Por ejemplo en "Svefn-g-englar", con sus notas luminosas y voces deliciosas entre ambientes que en solitario podrían parecer algo disonantes. Esta composición posee un desarrollo magistral, algo minimalista, de esos que si duraran 10 o 20 minutos más seguiríamos escuchando embelesados, y fue el primer sencillo del álbum. En "Starálfur" hay un natural vitalismo, y un fondo fantasioso que nos conduce por un mundo de folk, rock, clásica, incluso jazz, delicioso e inclasificable. "Flugufrelsarinn" es puro post rock, depresivo pero bello. En "Ný batterí" la voz se debate entre una nueva distopia y acaba emergiendo para llenar el tema de personalidad, reforzada por la poderosa entrada de la percusión. Lo que empieza siendo un tema más, acaba convirtiéndose en un clímax absorbente, que se convirtió en el segundo sencillo del trabajo. La instrumentación es adecuada a su mundo de fantasía, así como la búsqueda de soluciones en cada una de las canciones, por ejemplo el trabajadísimo caos sinfónico de la exquisita "Hjartað hamast (Bamm Bamm Bamm)", donde las voces juegan papeles más importantes que en una simple canción, presentando además una base rítmica que permite entrever destellos de trip hop. El envoltorio neoclásico luce también en piezas de enorme capacidad instrumental como "Viðrar vel til loftárása", donde no aparece la voz hasta la mitad de la larga suite, fruto tanto de un atrevimiento sin par como de importantes enseñanzas musicales dignas de elogio. Pero lejos de esconder o encasillar estas propuestas, son aclamadas y lanzadas al mundo con evidente orgullo y éxito. Es esta una gran pieza, larga pero deliciosa y exuberante, con un hermoso pasaje de piano complementado con cuerdas y un aire postminimalista, con la voz como la pieza que faltaba en el puzzle, esa voz que en "Olsen Olsen" presenta intenciones distintas, más cercano a lo folclórico, tratamiento incrementado por la presencia de una flauta y un final animado muy popular. Para ir concluyendo la escucha, "Ágaetis byrjun" es una sencilla canción, sin altibajos, la primera que se grabó y que le dio el título al disco al ver que era un 'buen comienzo', y "Avalon" son como los títulos finales de una buena banda sonora. En esta obra, Jón Þór Birgisson toca la guitarra (con arco) y voces, Georg Hólm el bajo, Ágúst Ævar Gunnarsson la batería, y acertaron plenamente con la incorporación de Kjartan Sveinsson a los teclados. La presentación del disco se produjo el 12 de junio de 1999 en la Opera House de Reykjavík, un concierto que, junto a demos y otras versiones, se puede escuchar en la reedición del álbum por su vigésimo aniversario en 2019. 

Con 400.000 copias vendidas en Europa, y surgido -según ellos mismos- de la nada, este álbum sorprendió y encandiló a partes iguales, la banda se expresaba sin tapujos y, posiblemente desde esa inocencia, cocieron un producto fresco y mayúsculo, un álbum recordado cuya llama han intentado mantener viva con el paso de los años y los discos. Su publico es variado (rock, indie, folk, contemporánea), pero no es una banda al uso, pueden sonar anticomerciales en ocasiones, y son capaces de dejar un disco sin titulo. "Ágaetis byrjun", algunas de cuyas composiciones han sido utilizadas en series y películas conocidas (como 'Vanilla sky', donde sonaba "Svenf-g-englar", o "Starálfur" en 'The life aquatic'), es una amena experiencia auditiva y un encuentro obligado del buscador de aventuras musicales fuera de las radiofórmulas pero manteniendo una cierta estructura del mundo del pop-rock.













18.6.13

CLOGS:
"Lantern"

A pesar de su juventud, Simon Reynolds es un reputado crítico londinense de música electrónica que, en 1994, utilizó por primera vez el término post-rock para referirse a un tipo de música en su mayoría sin el uso de voces, que utiliza la instrumentación más típica de una banda de rock para desarrollar una música alejada de los convencionalismos del mismo. El jazz, el folk o la música clásica son algunos de los elementos que se suelen combinar en este estilo controvertido por lo ambiguo de su definición, ya que instrumentos de viento o cuerda poco usuales en las radiofórmulas acaban siendo tan protagonistas en sus propuestas como guitarra, teclados o batería. Aún así, nombres como Sigur Rós, Mogwai, Tortoise o Raichel's se adhieren perfectamente al mismo, así como una banda de orígenes australianos y estadounidenses que ha acaparado grandes críticas en su próspera evolución desde su creación a finales de los 90 en la Yale School of Music. Padma Newsome (una especie de líder natural, por su mayor edad y variada experiencia -rock de cámara, música india, corales y orquestas sinfónicas-), Bryce Dessner (proveniente del mundo del rock), Rachael Elliott (del jazz) y Thomas Kozumplik (de la fusión) son las cuatro caras de Clogs, una de las grandes sensaciones sonoras del comienzo de centuria por su generoso eclecticismo y una espontaneidad que crece evitando realmente cualquier tipo de clasificación o encasillamiento.

Extravagantes, deliciosamente extraños, paladear la música de este grupo es como comer con los ojos cerrados sin saber qué es lo que nos van a ofrecer en el menú, si vamos a degustar dulzura o salazón, delicia o amargura. Su propuesta pasa del clasicismo a la experimentación en cuestión de minutos, pero posee además parte de esa característica irónica que caracterizaba, sin ir más lejos, a la excelsa e idolatrada Penguin Cafe Orchestra. Aun sin el genio de Simon Jeffes, Clogs también merecen la consideración y revisión de una obra de cierta dificultad pero reconfortante alegría, ya sea con un mayor espíritu improvisatorio ("Thom's Night Out"), afán experimental ("Lullaby for Sue") o tendiendo hacia un minimalismo muy melódico ("Sticks Music"), tres álbumes de aprendizaje que acabaron por dar paso a la primera demostración auténtica del grupo, un disco de título "Lantern" publicado por el sello neoyorquino Brassland en 2006 en el que confluye lo mejor de sus ideas anteriores, una combinación de ritmo y ambiente con toques folclóricos y un suave jazz, más centrado en la melodía, en la búsqueda de formas concretas, sin olvidar el contexto neoclásico del que han salido sus miembros, que componen en su mayoría en sesiones de improvisación en los ensayos. Padma (viola, violín, melódica, piano, voz), Bryce (guitarra, ukelele), Rachael (oboe, melódica) y Thomas (percusión) conforman un cuarteto plenamente conjuntado que no recurre a la electrónica, no necesitan captar la atención con parafernalias artificiales, sólo matizan sus partituras con una visión más lejana de lo que impone el papel, vistiéndolas de viajes, de colores, de guiños populares, de juegos con el oyente, de puertas abiertas a otros tiempos. Por ejemplo, el propio comienzo de sones populares, "Kapsburger", se remonta al siglo XVII, concretamente al compositor alemán Johann Hieronymus Kapsberger que, interpretado por la colaboración de Luca Tarantino a la guitarra barroca, avanza el tono vanguardista del disco y comienza a evocar claramente a la Penguin Cafe Orchestra (también en la ironía del juego de palabras con el apellido del músico en el título), que vuelve a ser gratamente recordada con el ukelele de "Tides of Washington Bridge". "Canon" presenta una cadencia serena de espíritu académico y el sonido ambiental de la melódica (parecido al de un acordeón) en una pieza ambigua, extraña y a la vez familiar, cercana. Atrayente y en cierto modo hipnótica, su percusión evidente supone mejorar puntualmente el papel de Thomas Kozumplik en el conjunto de la banda, con ella la música fluye con una mayor normalidad, sin tener realmente este disco nada de normal. En uno de los cortes más destacados, "5/4", melodías rápidas de violín otorgan un toque de ritmo muy popular y verdaderamente cálido, cercano a un jazz suave y asequible, mientras que "Death and the Maiden" presenta las dos caras en la misma pieza, un comienzo calmado, como una nana dominada por las cuerdas, que torna rápido, incluso caótico, a la mitad. "2/3/5" es más ambiental, algo experimental en el desborde de instrumentación, teclados, viento y cuerdas que se pacifican y conviven en este cruce de caminos inexplicable entre cámara, pop, jazz o folclore que se evidencia en "The Song of the Cricket" o "Fiddlegree". También el oboe destaca con una audaz interpretación en "Voisins", ritmo folclórico bastante acertado que conduce hasta "Tides (piano)", un final ya escuchado antes a las cuerdas, que suena a hasta pronto. Es sin embargo "Lantern" la mayor expresión de este estilo casi imposible de describir, por su melodía adormecida con voz, una canción distinta, encantadora, muy vanguardista, cuyo video-clip está rodado por Vincent Moon, director francés de videos musicales: "Light me a lantern, in your lighthouse, my keeper".

"Lantern" presenta la dosis exacta de atrevimiento y posmodernidad como para hacer interesante para casi cualquier público esta 'música de cámara onírica' y hacer creíbles las historias contadas, que merced a movimientos vivos y ritmos mundanos, nos llevan a lugares dificilmente visitables por grupos orquestales sin la ayuda de mayor instrumentación o bizarras intenciones. Es en definitiva un trabajo más formal y centrado en un atisbo de comercialidad de un conjunto cuya música parece estar hecha para oyentes especiales pero de un abanico muy amplio, de aquí y de allá, desde el indie al minimalismo. Con gran importancia de la improvisación en sus directos, el acierto de esta inquieta banda consiste en la acertada conjunción de los estilos naturales de cada uno de los cuatro miembros, para conformar una música sin espacio definido pero en la que todo parece estar presente, sólo hay que escuchar "Lantern" para entenderlo y para querer descubrir nuevos trabajos ("The Creatures in the Garden of Lady Walton", por ejemplo, es otra muestra colosal) de este meritorio cuarteto bastante desconocido pero que nunca pasa desapercibido.