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domingo, 29 de marzo de 2009

Pablo Moro en el Cotton Club de Bilbao, 28 de marzo del 2009



Ayer, como el buen asesino que siempre vuelve a la escena del crimen, Pablo Moro volvió a visitar Bilbao pocos mese después de la última ocasión en que lo hizo, esta vez para abrir el concierto del argentino Sergio Makaroff. No se deben llevar bien los dueños del Cotton Club con los vecinos de arriba, así que a una hora un tanto inusual (las ocho de la tarde), todo estaba previsto para que el asturiano comenzara su pequeño set. Yo, que me sabía la lección de la última vez, estaba en el garito un cuarto de hora antes, y si bien no encontré un maldito taburete, hice mía una pequeña escalera y la convertí en silla improvisada. Solo, sí, pero cómodo al fin y al cabo, mereció la pena el posterior dolor de posaderas. Mientras el local se iba llenando, fui dándome cuenta de que era un intruso en el concierto, la mayoría del público (la mayoría, que no se me enfade nadie) rondaba o superaba los cuarenta, y estaba claro que, al contrario que yo, ellos al que querían ver era a Sergio Makaroff. Puntual como el té, Pablo subió al escenario a la hora pactada, acompañado únicamente por su guitarra, consciente de que tenía un rato por delante en el que ganarse el oído de un público ajeno. Quiza fuera por ésta razón, que la mayor gran parte del público era de Sergio, por la que a la gente le costó darse cuenta de que había empezado el concierto, y que el tío con la guitarra que cantaba no era un muñeco, si no un músico al que se le debe un respeto. Empezó Pablo con Smoking Point, tema que dio nombre a su segundo disco, y yo, intentando mantenerme ajeno al murmullo que no cesó hasta la segunda canción, me preparé para disfrutar de algo que sabía iba a ser breve e intenso. Tenía ganas de ver a Pablo defendiendo sus historias con una sola guitarra (la anterior vez vino con una segunda guitarra y percusión), y no pude quedar más satisfecho. En un tono más suave y relajado que de costumbre, Pablo demostró que sus canciones son como las mujeres de verdad, y ganan cuando se desnudan. Dándole un nuevo mordisco a un set list que parecía haber sido organizado por mí, las agujas de mi reloj se pararon para dejar paso al Tic tac de Pablo, una canción que me pareció perfecta la primera vez que escuché y, paradójicamente, cada día me gusta un poco más. El público pareció dejar de arreglar el mundo por momentos en cuanto Pablo llenó la sala con éste precioso tema, y es que, más que callarse, fue la canción quien los calló, atrapados súbitamente por la belleza de estos desconocidos (para ellos) versos.

Smoking Point



Tic tac



Con apenas dos canciones ya habíamos llegado al ecuador del concierto, y Pablo decidió cantar un tema inédito que yo jamás había escuchado y que, hasta que alguien me diga su nombre real yo he bautizado Desnudos y desprevenidos. Una canción al más puro estilo del asturiano, con una letra preciosa y de una intensidad contenida estremecedora. Habrá que ver cómo queda en estudio, si es que decide incluírla en su esperadísimo nuevo disco, pero la canción, siguiendo con el símil entre las canciones y las mujeres, tiene un cuerpazo de la ostia. Acto seguido, Empate a cero, otra de mis favoritas. Creo que todo el que haya jugado a fútbol y, como la inmensa mayoría, no ha sido una estrella, se sentiría identificado con esta canción. Yo, que he chupado barro y he comido tacos como el que más, no puedo evitar asentir con la cabeza cada una de las frases y tópicos que, por simples que resulten, guardan todo el sentido del mundo. Finalmente, antes de despedirse para dejar paso a Makaroff, bailamos de nuevo El último vals con Pablo, y, ya sabeis , me faltan las palabras para hablar de ésta canción que ayer, si cabe, creció un poco más. Entre aplausos y cuchicheos tipo ¿cómo se llamaba?, Me ha gustado mucho y es un cantautor joven de Bilbao (lo juro), Pablo se despidió, espero que hasta muy pronto. Media hora exacta de concierto, cinco canciones como cinco soles. Breve, sí, pero estoy seguro que por más que lo buscase no encontraría nada que hacer mejor que ver un concierto del bueno de Pablo, algo que todos os que podais deberíais hacer.

Desnudos y desprevenidos



Empate a cero



El último vals









Sergio Makaroff

Sin apenas tiempo para pestañear, Sergio Makaroff subió al escenario ante mi expectante mirada, y es que no se puede decir que lo hubiera escuchado mucho antes de ayer. Durante la semana lo estuve haciendo un poco, pero la música no se deja agarrar si la escuchas con prisa, así que me sentía como el estudiante que se presenta al examen habiéndose leído el temario una sola vez, justo antes de entrar en el aula. Desde el primer momento ví que, por lo menos, me lo iba a pasar bien, y es que subió al escenario bromeando y no dejó de hacerlo hasta el mismo momento en que lo abandonó. A Sergio Makaroff se le ven las tablas a la legua, el saber estar encima de un escenario, y es que tiene su edad, pero bien es cierto que hay artistas que no consegurían esa soltura y capacidad para conectar con el público ni viviendo tres vidas. No os puedo detallar qué canciones tocó porque aún no las conozco, pero el público gozó cantando cada una de ellas. Sergio se maneja a las mil maravillas con la guitarra, tiene un gran voz que cambia drásticamente de registro a su antojo, y unas canciones que, pese a tener tono de broma, tienen fondo, y mucho más sentido de lo que a primera vista pueden aparentar. La verdad es que disfruté del concierto, y además me reí, así que cuando a la hora y media más de empezar se despidió tras un bis, la sensación de satisfacción era la que me dominaba. Después, un abrazo y unas palabras con Pablo, felicitándole un vez más y deseándonos un próximo encuentro, espero que con nuevo disco bajo el brazo...

La estrella del rock




sábado, 28 de marzo de 2009

"La estrella del rock", Sergio Makaroff

Hoy, por fín, es día de concierto. En un principio iba a ser día de conciertos, en plural, pero creo que al final no voy a ir al de Antonio Vega (por cierto, no viene Manolo Tarancón a abrirlo), así que podré disfrutar del de Pablo Moro y Sergio Makaroff sin prisas. Aunque el concierto es doble, Pablo es el invitado del argentino, así que supongo que no tocará muchos temas, dejándole la mayor parte del tiempo a Makaroff. No os voy a mentir, apenas había ecuchado alguna canción suelta del compositor bonaerense hasta esta misma semana, pero como me gusta ir a los conciertos sabiendo qué me voy a encontrar, en los últimos días he estado intentando empaparme algo con su música. La primera impresión que me he llevado ha sido bastante positiva, lo que no tengo claro es si ha sido porque por eso de los prejuicios siempre había pensado que no me gustaría, porque lo voy a ver esta misma tarde o porque, simple y llanamente, sus canciones son buenas de verdad. Hoy, a partir de las ocho, lo comprobaré, y os lo contaré, claro.
De momento os dejo con ésta simpática canción, La estrella del rock, una de las que más me han gustado de lo poco que he tenido tiempo de escuchar. El tema suena genial, más aún teniendo en cuenta quiénes le acompañan en el escenario; Ariel Rot y Candy Caramelo, ahí es nada...

Todo plan es perfecto
si sale apedir de boca;
todo plan es perfecto
si nadie se equivoca,
pro la estrella de rock
se estrelló contra una roca...