Se acabó el suplicio, ahora solo falta que salgan las notas.
He cambiado esto:
Por esto:
He ganado en el cambio, no?Se acabó el suplicio, ahora solo falta que salgan las notas.
He cambiado esto:
Por esto:
He ganado en el cambio, no?Esta mañana he ido a cantarle mis temas al tribunal, con la suerte de ser la penúltima, y tener que estar cinco horas esperando entre histéricos, así que estoy muertita.
Los últimos quince días de septiembre los pasamos en casa de unos amigos que se fueron de viaje y nos dejaron al cuidado de sus besti@s. Yo no he hecho nada más que estudiar, pero era un gusto tener este paisaje al alcance de los ojos.
De las dos bestias que teníamos que cuidar una era gata. Tardó como una semana en acercarse a nosotros –Blanco y ella no se llevan nada bien- y entonces empezó el imperio del terror gatuno.
No hemos tenido nunca gato, y eso de que un bicho que araña y muerde se suba a tu cama en plena oscuridad nos tenía bastante inquietos –por no decir acojonaos-. Ella se ha aprovechado y ha hecho lo que le ha dado la gana con nosotros, porque con sacar un poco las zarpas sus deseos eran órdenes.
Entre otras cosas, Conchita decidía cuando tenía que estudiar y cuando no.
Al final ha resultado ser muy mimosa, aunque con carácter, y la he echado mucho de menos.
Yo ya sabía a que iba –a estudiar y estudiar día y noche-, pero por lo menos al final se lo han pasado todos muy bien, sino mirad la cara de demonio que lleva Blanquito.
A la vuelta a casa me esperaba la llegada de un importante alijo, así que después estar una temporadita sin coger una aguja ahora tengo para vengarme, ja, ja.Para compensar estoy maquinando que me voy a regalar a cambio de tanto estudio, ósea que me he impuesto una zanahoria para motivarme. Al principio la condición era “si apruebo…”, pero la he rebajado a “si me presento…” que me hace más feliz. Al fin y al cabo las condiciones las pongo yo, no?
Aún con zanahoria a la vista, me resulta muy pesado estudiar, y echo de menos mi rinconcito con los hilos y demás.
Continuamente tengo que reconcentrarme en la zanahoria, como los burros, para no desviarme del camino y perderme.