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07 mayo 2009

Arturo Pérez-Reverte

Cabo Trafalgar
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1. La balandra Incertain
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El teniente de navío Louis Quelennec, de la Marina Imperial francesa, está a punto de figurar en los libros de Historia y en este relato, pero no lo sabe. De lo contrario, sus primeras palabras al amanecer el 29 de vendimiario del año XIV, o sea, el 21 de octubre de 1805, habrían sido otras.
-Hijos de la gran puta.
La cubierta mojada de la Incertain se balancea bajo sus pies en la marejadilla, unas treinta millas al sudoeste de Cádiz. Poco más o menos. Comparada con la que va a caer de aquí a nada, la Incertain es una piltrafa náutica: una balandra de dieciséis cañones. Los ingleses la llaman cúter: cortador. Pero ya se sabe que los ingleses siempre fueron en exceso tajantes para sus cosas. Mejor balandra. Y encima, volviendo a lo de los cañones que artilla Quelennec, a su balandra, o cúter, o como se diga, la han aligerado de cuatro para que navegue más veloz. Aún así, la embarcación parece arrastrarse entre la niebla que gotea humedad por la jarcia y los puños de las velas. Cric, croc. Crujiendo al balancearse de banda a banda, como si gimieran sus cuadernas doloridas. Apenas hay viento, y sólo una brisa leve hincha a ratos las lonas que cuelgan como ropa sucia del palo y los estays, o agita la bandera mercante portuguesa izada en el pico de la cangreja. La pirula de la bandera es normal. En el mar todos juegan sucio y mienten como bellacos.
-Hijos de la gran puta - repite el comandante.
Lo repite en francés, naturalmente. Fils de la grande putain, o algo así, pero se le entiende. El timonel y el piloto, que están detrás, junto a la bitácora, se miran sin decir ni pío. El ayudante del piloto, que también está cerca, no se entera de nada porque es español. Como era de esperar se llama Manolo y es bajito, moreno, con una sola ceja negra. De Conil de la Frontera, por más señas. Provincia de Cádiz, o sea, de allí mismo. Por eso lo han embarcado de ayudante sin preguntarle lo que opina al respecto. Por la cara. Manuel Correjuevos Sánchez, patrón de pesca, contrabandista, padre de familia. Lo típico. Para los gabachos, Manoló Coguegüevos. Cada vez que oye a uno de éstos llamarlo por su apellido, al ayudante del piloto le sienta como una patada en los mismos.
-Llámeme Manolo, zi no le importa. Mezié.
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Comentario: Con su conocido estilo y rigor histórico Pérez-Reverte nos pone en medio de la batalla de Trafalgar para que suframos con los marinos que allí dejaron sus vidas, puestas en incompetentes manos.
En Trafalgar murieron muchos héroes, algunos recordados y otros olvidados. A todos ellos se rinde homenaje, junto a sus barcos. El libro tiene algunos diagramas sobre la situación de los barcos en diferentes horas y puntos de la batalla y una relación de los navíos aliados contra los ingleses (franceses y españoles) con el nombre de su capitán y la suerte que corrieron unos y otros.
El libro que más me ha gustado de éste autor, si exceptuamos " La sombra del águila".

14 abril 2009

Juan José Millás

El Mundo
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Páginas 1 y 2
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Mi padre tenía un taller de aparatos de electromedicina. Los reparaba, los inventaba, los deducía de publicaciones norteamericanas. No sabía inglés, pero era capaz de interpretar un esquema, un plano o un circuito con la facilidad con la que otros leen un síntoma. Por su taller pasaron aparatos de rayos X y pulmones de acero con los que mis hermanos y yo jugábamos, no siempre a los médicos. Entre los ingenios que más me impresionaron, recuerdo un aspirador de sangre perteneciente a la época anterior al bisturí eléctrico, cuando las heridas abiertas por el cirujano se inundaban, impidiendo la visión del órgano a operar. El aspirador dejaba la herida limpia en cuestión de segundos. La sangre se recogía en un recipiente de cristal de boca ancha, como los de las aceitunas a granel; probablemente fuera un frasco de aceitunas, pues en casa no se tiraba nada. Los tapones de los tubos de la pasta de dientes servían, por ejemplo, como mandos para los aparatos de radio. Más tarde, con la aparición del bisturí eléctrico, que cauterizaba la herida al tiempo de infligirla, los aspiradores, creo, pasaron a la historia.
Mi padre presumía de haber sido el primero en fabricar un bisturí eléctrico en España, aunque seguramente tomó la idea de una publicación extranjera. Recuerdo haberle visto inclinado sobre la mesa del taller, efectuando cortes en un filete de vaca, asombrado por la precisión y la limpieza del tajo. No olvidaré nunca el momento en el que se volvió hacia mí, que le observaba un poco asustado, para pronunciar aquella frase fundacional:
-Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento de producirla.
Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas.
Mamá no tardaría en prohibirle desperdiciar los filetes de carne en aquellos ensayos. Empezó a trabajar entonces sobre rodajas de patatas, pero se cansó enseguida. Nada como la textura de la carne, excepto, añado yo, la textura de la página.
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Comentario: La contraportada de esta novela es del mismo Millás y así cuenta como nació esta novela:
"Hay libros que forman parte de un plan y libros que, al modo del automóvil que se salta un semáforo, se cruzan violentamente en tu existencia. Éste es de los que se saltan el semáforo. Me habían encargado un reportaje sobre mí mismo, de modo que comencé a seguirme para estudiar mis hábitos. En ésas, un día me dije: "Mi padre tenía un taller de aparatos de electromedicina." Entonces se me apareció el taller, conmigo y con mi padre dentro. Él estaba probando un bisturí eléctrico sobre un filete de vaca. De súbito, me dijo: "Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento de producirla."
Comprendí que la escritura, como el bisturí de mi padre, cicatrizaba las heridas en el instante de abrirlas e intuí por qué era escritor. No fui capaz de hacer el reportaje: acababa de ser arrollado por una novela"
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Algo más de 200 páginas de puro disfrute, en un paseo de varias direcciones temporales en la vida (o no) de Millás. Redimió, al ganarlo, el premio Planeta 2007, y mereció el Premio Nacional de Narrativa 2008. Y para aquellos que, de vez en cuando, nos sentimos mordidos por la escritura, un estímulo maravilloso.

14 septiembre 2008

Elena Casero

Demasiado Tarde

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Cinco Minutos (pág. 185)
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¿Qué habría sido de mi vida si las cosas hubieran sucedido de otro modo? ¿Habría funcionado mejor mi matrimonio con Octavio? Todo en la vida está relacionado, nada es azaroso, aunque lo parezca.
Si ella hubiera sido de otra manera, si mi padre no se hubiera comportado como lo hizo, ¿hubiera sido yo más feliz? El destino se cruzó en la vida de ella y todos sufrimos las consecuencias, el rompecabezas se desfiguró y mi futuro quedó alterado incluso antes de ser presente. El mundo hubiera sido distinto, sin duda, si yo hubiera sido educada de distinta manera. A quién debo agradecer esta alteración, no lo sé, a ella, a él, a mi padre, al destino en sí, a un cruce de miradas que fusionó la materia, a la confabulación de los hados, todo está relacionado.
Si yo no hubiera salido ayer de casa tan puntual, si no hubiera habido humedad en la carretera, si él no me hubiera llamado, si yo no hubiera contestado creyendo que era mi jefe, hoy estaría viva y mi vida seguiría padeciendo de las mismas incertidumbres que ahora son ya una certeza. A esto nos conducen las decisiones: cada una de las que tomamos al cabo de la vida es una renuncia a lo que podríamos haber sido de haber decidido lo contrario.
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Comentario: Todos sabemos que nuestra vida es un permanente "si" condicional y que esa condicionalidad nos viene ya dada desde la cuna, o antes, como es el caso de la protagonista de esta novela estupenda de mi amiga Elena. Desde su lugar de espera, ya muerta pero aún no desaparecida, Tina tiene ocasión de saber mucho más de ella misma de lo que nunca supo cuando vivía. Y eso es porque ve a los demás desde dentro y ella misma, se ve desde fuera. Pero yo creo que lo que mejor comprende es, precisamente, que sean cuales sean los hilos que mueven nuestras vidas, acaban enredados en un mar de condicionales y que nunca estuvo en nuestras manos moverlos de otra manera.

La autora: Saber más de ella es fácil; la encontraréis aquí, al ladito mismo :)

22 julio 2008

Eduardo Mendicutti

El Palomo Cojo
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Páginas 93 y 94
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A la Mary le chiflaban los reportajes de artistas de cine, pero tía Victoria sentía predilección por los ecos de sociedad, que así nos enseñó ella que se llamaban aquellas fotografías de fiestas donde todo el mundo salía elegantísimo. En aquellas fotos, tía Victoria señalaba de pronto a un señor con una pinta estupenda y decía éste es el príncipe fulano de nosequé, siempre unos nombres rebuscadísmos, y añadía, coquetona:
-Con él tuve yo un interludio.
Tía Victoria, por lo visto, había tenido montones de interludios, tantos que a mí me parecía imposible que los hubiera tenido uno detrás de otro, así que pensé que los había tenido de tres en tres o de de cuatro en cuatro, como la Mary, que cada noche tenía un interludio en la casapuerta con un novio diferente. Una tarde le pregunté a tía Victoria si todos aquellos príncipes con los que ella había tenido interludios tenían también un olor particular, un olor de familia, y de familia de postín -como aquel olor de los Calderón Lebert que tanto se notaba en el cuarto de tía Victoria- y ella me dijo que por supuesto, que de oler no se libra nadie. Lo que ocurre es que cuando se tiene un interludio el olor es siempre maravilloso, y cuando no se tiene, el olor es a veces un pestazo que no se puede aguantar. Eso me dijo.
Lo curioso de tía Victoría, conforme había ido cumpliendo añitos -siempre lo decía en diminutivo, como dando a entender que los años que ella cumplía eran más pequeños y envejecían menos que los que cumplía el resto de las señoras y gachises del mundo-, había ido eligiendo para sus interludios a señores más jóvenes y con menos empaque, pero con menos olor también, seguramente. La Mary me decía que no fuera panoli, que si tía Victoria los prefería cada vez más tiernos, no era porque oliesen menos, sino porque empujaban mejor. Yo no sabía que tenían que ver los empujones con una cosa tan fina como los interludios de tía Victoria, y además la Mary no decía empujar sino rempujar, que aún sonaba peor y más ordinario. Pero estaba clarísimo, de todos modos, que tía Victoria en los últimos años, había tenido interludios con muchachos que podrían haber sido, según la Mary, sus nietos. El que salía retratado con ella en la última revista -que era de diciembre del año anterior-, tenía la planta de un guardiamarina y la carita de un querubín, por lo menos eso fue lo que dijo tía Victoria cuando nos lo señaló, y también nos dijo que era muy educado y cariñoso y que tenía un talento natural para alternar en sociedad, porque no era un príncipe ni nada, ni siquiera de buena familia, sólo un muchacho de origen humilde que había salido guapo y con maneras de marqués, aunque al final lo tuvo que dejar porque ella le encontraba un defecto horroroso.
-¿Qué defecto, tía Victoria - le pregunté yo, muy excitado, pensando que tendría un ojo de cristal, o una pata de palo, o algo así.
Tia Victoria me dijo:
-Tenía opiniones.
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Comentario: Felipe tiene 10 años y una anemia de la que necesita recuperarse; lo trasladan a una ciudad costera gaditana, a la casona familiar donde conocerá, no sólo a muchos de sus parientes adultos, sino a un ejército de criados y a un palomo cojo que se paseará por los balcones de la casa obedeciendo sólo a su capricho. Al palomo no le importa ninguna de las cosas que les importan a los humanos y su defecto físico no le impide ser libre. Un contrapunto necesario en este libro donde los adultos están atados por sus tradiciones, sus costumbres, sus vicios o su servidumbre. Felipe flota entre la familia que le quiere y se despreocupa, y los criados que le cuidan, sin acabar de perder de vista que es el señorito. La soledad está servida.
Pero el libro está lleno de humor y ternura. Ningún personaje nos cae mal, al contrario. Llegamos a la conclusión de que así son las cosas, porque así las vemos en la mirada de ese niño que "sabe" que, en verdad, así son las cosas y por su inevitabilidad, no pueden ser juzgadas.
El autor: Eduardo Mendicutti nació en 1948 en Sanlúcar de Barrameda. Es periodista y escritor. Ha publicado una buena cantidad de novelas y recogido, por ellas, muchos premios. Cenizas, Una mala noche la tiene cualquiera, Los novios búlgaros, El beso del cosaco y Ganas de hablar, son algunas de ellas. No esconde su homosexualidad y sus obras componen una visión ética de ese mundo, aún marginal.

16 julio 2008

Eduardo Mendoza

Sin noticias de Gurb
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Fragmentos
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Las tribulaciones del ejecutivo: lectura y comprensión parcial de las cotizaciones de bolsa, mercado de divisas, mercado de futuros; café con leche (desnatada), biscotes con margarina, las pastillas; ducha, afeitado, violenta aplicación de aftershave. El ejecutivo se pone su impedimenta: Ermenegildo Zegna por aquí, Ermenegildo Zegna por allá. Los niños lavados, vestidos y peinados suben al coche del ejecutivo. Papá los llevará al cole. Anoche cenaron en casa de su madre, pero han dormido en casa de su padre. Esta noche cenarán en casa de su padre, pero dormirán en casa de su madre y mañana los llevará al cole su madre y los irá a buscar él para que cenen en su casa o en casa de su madre (telefoneará). Uno de los niños es suyo; al otro no lo ha visto en su vida, pero prefiere no preguntar. Desde que se separó de su mujer (amigablemente) prefiere no preguntar nada a nadie.
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Se me acerca una chica muy joven y atractiva. Con gran desenvoltura me pregunta si estudio o trabajo. Le respondo que, en realidad, no puede hacerse esta distinción, porque quien estudia aplicadamente, realiza el más importante de los trabajos (para el día de mañana), del mismo modo que, quien pone los cinco sentidos en su trabajo, algo nuevo aprende cada día. Sin duda satisfecha con mi respuesta, la chica de aleja a buen paso.
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Entra en la sala una señorita y nos hace formar en tres grupos: a) el de los que quieren comprar un piso para habitarlo, b) el de los que quieren comprar un piso para blanquear dinero negro y c) el de los que quieren comprar un piso en la Villa Olímpica. Una pareja con un lactante y yo formamos el grupo a.
Los integrantes del grupo a somos conducidos a un despacho sobrio. A la mesa se sienta un caballero de barba blanca, cuyo aspecto rezuma probidad. Nos explica que la coyuntura es difícil, que hay más demanda que oferta y viceversa, que no debemos hacernos ilusiones. Nos insta a renunciar al engañoso binomio calidad-precio. Nos recuerda que esta vida no es más que un valle de lágrimas de alto standing. A medio sermón se le desprende la barba postiza, que arroja a la papelera.
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Llego a una plaza formada por el derribo de varias manzanas. En el centro se yergue una palmera tiesa y peluda como un mal bicho. Numerosos ancianitos desecándose al sol, a la espera de que sus familiares vengan a buscarlos. Los pobres no saben que muchos de ellos nunca serán recogidos, pues sus familiares han partido de crucero a los fiordos noruegos. En algunos bancos todavía pueden verse los ancianitos abandonados el verano pasado, en avanzado estado de momificación, y los ancianitos abandonados hace quince días, en una fase de acomodación al medio menos golosa. Me siento junto a uno de estos últimos y leo el suplemento literario de un periódico de Madrid, que alguien, con idéntico criterio, ha dejado abandonado en el banco.
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Contraportada: Sin noticias de Gurb relata la historia de un extraterrestre que ha desaparecido, tras adoptar la apariencia de la vocalista Marta Sánchez, en la jungla urbana barcelonesa. Pero el protagonista de la narración no es Gurb, sino otro alinígena que sale en pos de él y cuyo diario constituye el esqueleto de la narración. La verdadera naturaleza del relato es de carácter paródico y satírico: cono en "El misterio de la cripta embrujada", la invención de E. Mendoza convierte a esta Barcelona, a un tiempo cotidiana y absurda en el escenario de una carnavalada que revela, tras las máscaras pintarrajeadas y grotescas, acaso el verdadero rostro del hombre urbano actual y, tras el chisporroteo del estilo, la acerada conciencia artística del escritor.
Comentario: En marzo de 1996, el libro iba por la 27ª edición, que es la que tengo. La primera se publicó en 1991, lo que nos da una idea del éxito del libro. Se podría haber situado en cualquier otra ciudad, apresurada y populosa del mundo occidental de la época, pero Mendoza prefiere Barcelona para sus sátiras. La novela se lee de un tirón (139 págs.) y no dejas de reírte de principio a fin. Aún cuando se explaye sobre asuntos tan serios como el último párrafo transcrito.
El autor: Mejor que yo...
Y también os recomiendo el libro que aparece en la portada de la web: "El asombroso viaje de Pomponio Flato" La diversión está garantizada.
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18 junio 2008

Gustavo Martín Garzo

La Mano Quemada
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Cuento completo
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Querido Vincent:
Tu hermano Théo me ha dado la dirección del doctor Gachet, y es a él a quien dirijo esta carta para que te la entregue. También me ha dicho que el doctor te atiende como un padre y que desde que estás a su lado en Auvers-sur Oise, te encuentras mejor.
Te escribo para decirte que he leído el artículo que se ha publicado en “Le Mercure de France” sobre tu pintura. Siempre he sabido que antes o después tenía que suceder algo así, y que todos terminarían reconociendo tu trabajo. ¿No te acuerdas de que te reías de mí porque a todas las horas te estaba diciendo que terminarías por hacerte famoso? Ya lo ves, tu ignorante prima Kate, ha resultado ser más lista que todos los críticos de arte.
Théo me ha estado enseñando los cuadros que pintaste en el asilo y los dos terminamos llorando. ¿A ver si sabes lo que le he dicho? Que no te interesaba reproducir lo que tenías delante de los ojos, sino que te servías arbitrariamente del color para expresar con más fuerza lo que pasaba por tu alma.
¡Pobre Vincent! ¡Qué mal me porté contigo! Me asustaba tu violencia, tu forma extraña de mirar el mundo, como si fuera un lugar hermoso pero también aquel donde uno puede arruinarse, volverse loco, cometer crímenes.
Recuerdo cuando volviste a Teten, a la casa de tu padre, y todos los problemas que ocasionaste por aquella locura que te dio de perseguirme. Recuerdo mi huida a La Haya y aquella tarde terrible en que amenazaste con quemarte la mano si no te permitía verme. También la última vez que te vi. Te habías enamorado de aquella pobre prostituta Sien y llevabas meses viviendo con ella y sus hijos convencido de haber encontrado la felicidad. Conmovido por su miseria, pues siempre tuviste ese don terrible de la compasión, de hacer tuyo el dolor de los demás.
Luego supe de tus sucesivos cambios de residencia a través de Théo, al que visitaba a menudo. De tu período en Arlés y de tu ingreso, sobre todo, en el asilo de Saint-Remy, donde pintaste sin parar, como nunca lo habías hecho. Me bastó ver la luminosidad y alegría de aquellos cuadros, para parecerme que habías conseguido ese descanso, esa tranquilidad, que tan desesperadamente buscabas. Todos ven en tu pintura lo extraño, pero yo veo un bello mundo de esperanzas y de luz, aunque se escape inexorablemente de tus manos. Recuerdo nuestros paseos en Hete, cuanto amabas la naturaleza y tu capacidad para ver la belleza en las cosas sencillas. También aquello que solías decirme de que preferías pintar los árboles que veías desde tu ventana antes que visiones imaginarias.
Pero si hoy te escribo es para hablarte de uno de tus cuadros. Es un cuadro en el que se ve un jarrón con un ramo de lirios. Una de las ramas aparece caída. Es una rama alejada del agua que morirá pronto.

Théo me dijo que lo pintaste durante tu estancia en el asilo de Saint-Remy y yo supe al instante que esa rama eras tú. Me impresionó tanto que esa noche tuve un sueño en que me veía frente a unos lirios así. Veía la rama caída e intentaba colocarla en el agua, pero no podía porque tenía la mano quemada. Fíjate que extraño, esa mano que te quisiste quemar y que te habría impedido pintar era, en el sueño, la mía, y por más que quería recoger los lirios no podía hacerlo, aunque fuera entonces cuando estos se mostraran en toda su hermosura. Me desperté sobresaltada, comprendiendo que eso es tu pintura; una mano quemada tratando de volver al lugar de la vida.

Tu prima Kate.
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Comentario: Pocas veces veo a Martín Garzo ocupando los mostradores "de impacto" de las librerías. Y no será porque le falten méritos. No sé si la prima de quien se enamoró Van Gogh le escribió alguna vez pero puedo creer que sí. Y leyéndola, también puedo imaginar que, a la vuelta de muchos años, su tono hubiera sido ése; de serena comprensión y de melancolía por lo que, tal vez, hubiera podido ser de no impedirlo la locura de Van Gogh, tan extrema en sus reacciones personales. Esta forma de tratar los personajes me gusta mucho en Martín Garzo; los dota de una percepción de sí mismo y del otro que supera la acción y la comprende aunque ni siquiera esa acción, como tal, haya llegado a realizarse.
Os dejo dos enlaces aquí. Uno sobre Van Gogh y sus relaciones familiares, donde aparece el episodio con su prima Kate y la página personal de Gustavo Martín Garzo. En esta última hay dos frases que me gustan tanto que no puedo esperar a que las busquéis :)
"Siempre me ha gustado la gente estudiosa. Esas personas que se preguntan, que quieren saber, que no se conforman con lo que les dicen. Las personas que piensan. Que no solamente prestan atención a lo que tienen, sino que se preguntan por lo que las falta "
"Creo que no podría vivir sin libros, que no podría vivir sin leer. En ningún otro lugar de la tierra uno encuentra tantas cosas para admirar"
Los enlaces:
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09 mayo 2008

José Antonio Marina

La Selva del Lenguaje
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Páginas 63 y 64
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Caeré en la tentación de contarles algunas historias de palabras, para aliviar la andadura. Los deslizamientos, ya lo he dicho, son a veces externos, casuales, y otras en cambio pertenecen al propio desarrollo del análisis del objeto designado. Un caso de evolución externa lo proporciona la historia de la palabra francesa "timbre", que en la actualidad significa "sello de correos" pero que originariamente significaba "tripa". Es difícil adivinar los vericuetos que condujeron a la palabra de las manos del charcutero a las del cartero.
El caso es que las tripas pasaron a emplearse en los tambores, de donde salió "tímpano", como membrana sonora (también témpano). Los tambores se representaban en los escudos nobiliarios y "timbre" pasó a ser un término heráldico. Cuando el escudo figuró en los sellos conque se autentificaban los documentos pasó a significar "sello" (todavía en castellano se habla de "papel timbrado"), y cuando se estableció Correos, las estampillas heredaron la función que tenían los antiguos sellos nobiliarios.
Un caso distinto lo proporciona la palabra "melancolía", en cuya historia hay un cambio en el contenido, es decir, un deslizamiento interno. Etimológicamente designa la locura furiosa provocada por la bilis negra (melanós jolé), de la que habla el Corpus hipocrático. Se mantuvo así durante muchos siglos hasta que en el barroco la melancolía se puso de moda, deja de usarse como término médico y se convierte en una tristeza elegante. Con el romanticismo pasa a ser un dulce malestar. "Melancolía es la dicha de ser desdichado", escribió Víctor Hugo. Paralelamente aparece la palabra " spleen", que significa una tristeza dandy y poco trágica, y tiene también orígenes médicos. Procede de "esplenós" que significa "bazo".
A veces se toma una parte del significado como si fuera el todo, con lo que se producen divertidas contradicciones. En este momento se usa en castellano la expresión "en lo más álgido de la discusión", queriendo designar la situación más acalorada. Sin embargo, "álgido" significa "el momento más frío".
[...]
En Mexico, de tanto repetir "una cerveza fría", se ha simplificado a "déme una fría". Es decir, "fría" se ha convertido en sinónimo de cerveza, con lo que los bebedores que la prefieran del tiempo tienen que pedir "una fría del tiempo" o "una fría que no esté muy fría". El lenguaje no deja de producir sorpresas.
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Comentario: Este es uno de los libros que más me gustan de Marina. Se extiende sobre el lenguaje, sobre nuestro idilio con las palabras y sobre el porqué de nuestros soliloquios. El hombre es palabra, más que ninguna otra cosa y es importante aprender sobre ellas. El recorrido del libro es largo, con terminales para la medicina, la psicología, la comunicación, la comprensión y el habla creadora, entre otras cosas.
Para los que amamos las palabras, altamente recomendable :)

16 marzo 2008

Alfred Bosch

El Atlas furtivo
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Jafudá
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Cuentan las malas lenguas que mi nacimiento llegó rodeado de malos augurios y sucesos prodigiosos. Por razones obvias, soy incapaz de recordar lo que sucedió. Las crónicas escritas de aquel año glosan únicamente, como es natural, las gestas de los grandes monarcas: el alumbramiento de un triste vasallo, por interesante que fuera, no merece una palabra. Lo que puedo contar lo sé por boca de mis padres y de las habladurías populares. Y si bien de la memoria familiar me puedo fiar, tanto como guiarme puedo por los recuerdos de cualquier mortal honesto, no puedo dar crédito, ni remotamente, a las fantasías del vecindario.
Sí puedo afirmar sin temor a equivocarme, porque es algo de todos conocido, que nacer judío en Ciudad de Mallorca, el año cristiano de mil trescientos sesenta, no era ningún privilegio. Los aires enrarecidos del momento no acompañaban. La protección de reyes y nobles a los judíos empezaba a flaquear ante las prédicas de algunos frailes y la simpleza de los gentiles, sobre todo del pueblo llano. Bien es verdad que nuestro Rey había prometido seguridad a las juderías del reino. Sin embargo, algunos años antes de que yo naciera, llegó el hambre, que se cobró muchas vidas, y a continuación la gran peste. En la Península, los pueblos perdieron a la mitad de sus pobladores. Los cuerpos eran lanzados a los ríos o yacían por los caminos. Los carros llenos de muertos a rebosar, enfilaban día y noche el camino de las fosas comunes.
Por algún motivo, a la gente de la Judería se la convirtió en culpable de tanta penuria. Hasta aquella época, mis antepasados habían soportado burlas y desprecios. Pero, a partir de la muerte negra, empezaron a ser maltratados y perseguidos sin medida. Se rumoreaba que los rabinos habían envenenado los pozos para contaminar a los gentiles. Ayudados por los leprosos, recogían las escamas de los bubones y embadurnaban los muros y las puertas de los cristianos. Los hijos de Israel, culpados de la muerte de Jesucristo, eran acusados de servir a Satanás y de cometer crímenes rituales como crucificar a los recién nacidos. Los payeses, furiosos, aseguraban que los judíos escondían un rabo, sudaban sangre y desprendían el hedor de los ajos con que habían restregado el cadáver de Jesús.
En Francia, Inglaterra, Bohemia y Germania, los reyes habían abandonado a su suerte a los judíos. Sus barrios se habían vaciado y las familias huyeron hacia la Berbería o nuestras costas. El desastre se acercaba. no cabía duda. Sin embargo, en Mallorca, todo lo que ocurría más allá de la Dragonera parecía una fantasía de otro mundo. Mis mayores creían que, uan vez pasada la peste, volverían los años de bonanza y grandes aventuras: nuestra tierra sería de nuevo la de siempre. Mientras aguardaban, los Maestros de la Ley se entretenían con alambicados juicios sobre la Cábala y recitados dela Torá.
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Comentario: Por esta novela, Alfred Bosch, recibió el premio Sant Jordi, en 1998. Y luego ha ganado otros, como el "Prudenci Bertrana" y el "Ramón Llull". Y sin embargo, hay que encargar sus obras si deseas leerlas. No es nada fácil encontrarlas acercándose a los estantes de las librerías. Resulta contradictorio que, en el momento actual de auge "a los cielos" de las novelas de tema histórico, las mejor escritas, las mejor documentadas, las que mejor y más profundamente te introducen en los sucesos reales en que se desarrolla la ficción que presentan, sean las que no le "suenan" a casi nadie. Incluir unas cuantas fechas o nombres archiconocidos en un texto, no basta para dar solidez a unas circunstancias dentro de una época, y mucho menos sirven para dar credibilidad a las situaciones que viven los personajes. La Historia parece, en muchos casos, estar "descolgada" del argumento. O al revés; como queráis. Aprecio mucho los trabajos como este en que historia y ficción quedan tan perfectamente imbricados, que no podrías quitar una página sin que el libro perdiera su cohesión. Opinión personal, claro.
El autor: Mejor que yo:http://es.wikipedia.org/wiki/Alfred_Bosch, aunque podéis encontar más información con una búsqueda en catalán. No lo leemos pero hablamos de él en la red.
Algo es algo :)

29 agosto 2007

Francisco Umbral

Los Helechos Arborescentes
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Capítulo I. Fragmento
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Inmensos bosques de coníferas
y helechos arborescentes cubrían los
continentes, purificando la atmósfera
de anhídrido carbónico.
(Introducción a la Prehistoria.
De mi Enciclopedia infantil)

Inmensos bosques de coníferas y helechos arborescentes cubrían los continentes, purificando la atmósfera de anhídrido carbónico, y el lechero de la caída de la tarde pasaba en su carro de fuego y el jaleo de la leche sonando fresco, dentro de los cántaros, y yo me quedaba en suspenso, mirando quieto a la nada de la calle, a la calle de nada, en un resol tardío, que era cuando pasaba el moro de Franco, el moro de la guerra, el moro Muza, con sus grandes bragas hasta las rodillas (los chicos de la banda decían que hacía sus necesidades dentro de las bragas caqui, y que lo llevaba todo allí, oloroso a letrina y heroísmo), y con su turbante de moro Muza, que tenía prendido un escudo de España, una sangrienta luna y el retrato de carnet de una valenciana que le había querido mucho.
-¿Españolito decirme a mí casas de las niñas?
Y españolito decirle a él las casas de las niñas o de putas, pero eso fue la primera vez, y cuando me dejó una moneda de cobre, una perrona de diez céntimos, del color de su mano, oscura en la palma más clara, la perrona, y luego se repitió la escena y la pregunta, porque el moro no veía que el españolito era el mismo, el que estaba allí, sentado en el poyo de la esquina, a la luz de dos calles, dubitativo como después toda la vida, entre dos iluminaciones, hasta que por fin empezó a conocerme y reconocerme y ya se limitaba a dejarme una perrona y una sonrisa, sin preguntarme nada, porque había aprendido el camino (clara sonrisa oscura de otra raza, que me estremeció como en el cine).
Por fin, una tarde me tomó de la mano, vestido de monaguillo como yo estaba, y no me dejó en el borde revuelto y maldito del barrio de las putas, sino que me adentró con él en el laberinto, y decía que si yo estaba así vestido porque era alguna fiesta cristiana, yo también soy cristiano, mira, nos bautizó Franco a bordo, y me mostraba un escapulario con el Sagrado Corazón de Jesús, abarquillado, que se sacaba del pecho como si se sacase su propio corazón.
-No, no es fiesta, bueno, sí, es un poco de fiesta, o sea en la parroquia, la novena de San Miguel.
-¿Dónde San Miguel?
Y el moro se adentraba en el barrio de las putas, con su turbante prendido de mil cosas, en el que se posaba algún vencejo sucio y enfermo de última hora, con su mirada entre borracha y perspicaz de moro Muza, con sus bragas enormes, crujientes, olorosas y quién sabe si cagadas, o en todo caso orinadas, y conmigo de la mano, vestido yo de monaguillo de lujo, ropones y hopalandas que don Luis, el coadjutor, había sacado para mí de los arcones más antiguos de la sacristía.
Pero yo llevaba el pelo pelado al cero, por el piojo verde, y me hubiera gustado completar mi hábito de monaguillo cristiano con un turbante sarraceno y la sangrienta luna que ponía púrpura en el blanco vendaje del moro Muza que, según decían ya las putas, era causa de su baja en el frente, su estancia en la ciudad y su ocio oriental que había provisto de huríes de Salamanca, de Burgos, de Valladolid, de Herrera de Pisuerga, de Mansilla de las Mulas, provincia de León, y de Medina del Campo, que era de donde venían las putas más finas, sentimentales y medievales a la capital, arrojadas de la merindad por Isabel la Católica y doña Pilar Primo de Rivera, que llegaron una tarde en un camión de la maquila requisado por los falangistas.
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Comentario personal: Francisco Pérez Martínez, pero para siempre Francisco Umbral, ha muerto. Fue Miguel Delibes quien primero se fijó en él y le dio la oportunidad de introducirse en el periodismo y la literatura. Con una instrucción de un solo año de colegio y una voluntad y vocación a prueba de inconvenientes, Umbral ha llegado a ser una figura literaria internacionalmente reconocida. El fragmento que os dejo es del primer libro suyo que leí. Había ojeado algún otro y le conocía, mínimamente, por alguna entrevista en los medios. Este libro-novela-biografía-esperpento-histórico, me gustó muchísimo. Y otros, como "Mortal y Rosa" y "Travesía de Madrid". "Las Ninfas" con el que ganó un Premio Nadal, no recuerdo que año, aún está aquí, pendiente de lectura. Para Umbral, como para otros muchos escritores, hay que tener el ánimo dispuesto antes de adentrarte en sus páginas.
El autor: Mejor, que yo, un enlace que os lo cuenta.

29 julio 2007

Francisco de Quevedo

Historia de la vida del buscón, llamado Don Pablos
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Capítulo I (fragmento)
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Cuenta quién es y de dónde.


Yo soy, señor, natural de Segovia. Mi padre se llamó Clemente Pablo (Dios le tenga en el cielo). Fue el tal como todos dicen; su oficio fue de barbero; aunque eran tan altos sus pensamientos, que se corría que le llamasen así, diciendo que él era tundidor de mejillas y sastre de barbas. Dicen que era de muy buena cepa; y, según él bebió, puédese muy bien creer.
Estuvo casado con Aldonza de San Pedro, hija de Diego de San Juan y nieta de Andrés de San cristóbal. Sospechábase en el pueblo que no era cristiana vieja, aunque ella, por los nombres y sobrenombres de sus pasados, quiso probar que era descendiente de la letanía. Tuvo muy buen parecer, y fue tan celebrada, que en el tiempo que ella vivió, casi todos los copleros de España hacían cosas sobre ella. padeció grandes trabajos recién casada, y aún después, porque malas lenguas daban en decir que mi padre metía el dos de bastos para sacar el dos de oros. Probósele que a todos los que hacía la barba a navaja, mientras les daba con el agua, levantándoles als caras para el lavatorio, un mi hermanico de siete años les sacaba, muy a su salvo, los tuétanos de las faltriqueras. Murió el angelito de unos azotes que le dieron dentro de la cárcel. Sintólo mucho mi padre (buen siglo haya), por ser tal, que robaba todas las voluntades.
Por estas y otras niñerías estuvo preso; aunque, según a mí me han dicho, salió de la cárcel con tanta honra, que le acompañaron doscientos cardenales, sino que a ninguno llamaban eminencia. Las damas diz que salían por verle a las ventanas, que siempre pareció mi padre muy bien a pie y a caballo. No lo digo por vanagloria, que bien saben todos cuán ajeno soy della.
Mi madre, pues, no tuvo calamidades. Un día alabándomela una vieja que me crió, decía que era tal su agrado, que hechizaba a cuantos la trataban; sólo diz que se dijo no se qué de un cabrón y volar, lo cual la puso cerca de que la diesen plumas con que lo hiciese público. Hubo fama de que reedificaba doncellas, resucitaba cabellos y encubría canas. Unos la llamaban zurcidora de gustos; otros algebrista de voluntades desconcertadas, y por mal nombre la llamaban alcahueta, para unos era tercera y prima para todos, y flux para los dineros de todos. Ver, pues, con la boca de risa que ella oía esto de todos, era para dar mil gracias a Dios.

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Comentario personal: Leer a Quevedo, o a cualquier otro escritor de su tiempo, tal vez requiera tener un diccionario cerca, pero sólo al principio. Pronto te das cuenta de que entiendes perfectamente las frases, a pesar de que puedes ignorar el significado de alguna palabra, ya en desuso. Ahora estoy acabando este libro, de nuevo, porque ya lo he leído unas cuantas veces y siempre me maravilla la facilidad de Quevedo para introducirte en la vida de estos personajes tan alejados de nosotros en tiempo y forma. Consigue que te sean cercanos, familiares; y acabas cogiéndoles cariño, por más pícaros que sean y por más que merezcan ejemplar castigo.
El autor: Una vida muy interesante la de este madrileño, contemporáneo de todos nuestros genios literarios de los siglos XVI y XVII, extraordinaria época para nuestras letras. Os dejo el enlace, indispensable aquí, ya que una vida como la de Francisco Gómez de Quevedo, no puedo resumirla en cuatro líneas. Ni en ocho.
Que lo disfrutéis...!

26 junio 2007

Miguel Delibes

Diario de un emigrante
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Fragmento del capítulo I
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24 enero, lunes
Hay panolis que se piensan que esto de escribir para uno es como el hablar a solas, cosa de chalados. Eso son ganas de enredar las cosas, porque uno no siempre dice lo que quiere y hay pensamientos que andan por dentro de uno y uno, por vueltas que le dé, no acierta a expresarlos, o a lo mejor, no le da la real gana de hacerlo. Uno es de una manera y, como uno es, no lo sabe ni su madre y, sin necesidad de ir a lo zorro, uno nunca se confía del todo a los demás y si quiere recordarse de algo, no hay como comerlo a palo seco, sin el recelo de que otro venga a cachondearse de lo que dice. Esta es la fetén y el que diga lo contrario miente.
Cuando murió la madre, sin ir más lejos, si yo me pongo a parlar no hubiera dicho más que boberías y, sin embargo, las ideas que me rondaban dentro no podían ser más serias y respetables. Y equilicual cuando la boda y los amiguetes me salían con que "todavía estaba a tiempo" y yo respondía que me iba a suicidar, como Melecio y como don Basilio y como el cagueta de Serafín, mi cuñado, y como cada quisque, porque desde que el mundo es mundo, todos tropezamos en la misma piedra y todos somos unos gilís. Pero dentro andaba la procesión y yo me sabía que no era un gilí por eso y que lo mío con la Anita no era un suicidio. Y yo digo que esto de escribir para uno es tal y como mirarse al espejo, con la diferencia de que uno no se ve aquí el semblante, sino los entresijos. Uno, al fin y al cabo, no es un zoquete y algo se pega de andar todo el día de Dios entre gente de libros.
Yo sé que ahora la vida mía va a pegar un quiebro y una cosa así no ocurre todos los días y si no me lo repito por escrito y hasta dos docenas de veces parece como que todo eso de largarme a América y despedirme de todas las cosas no fuese más que una coña. Llevo unos días como aliquebrado, dándole vueltas al asunto y ni la caza me lo quita del pensamiento.
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Comentario personal: No puedo comprender cómo este genio literario no tiene ya el Nobel. Este año, vuelve a estar propuesto para recibirlo, si no me equivoco, junto a Sábato y algún otro en lengua española, que lamento no recordar. Tengo tres o cuatro obras de Cela, pero todas, todas, las de Delibes que, a diferencia del anterior, nunca me ha decepcionado como escritor.
Incluso le perdoné, ya hace años, que fuera tan cazador :)
No os diré nada del autor, porque no necesita ni media palabra para reconocerle y apreciarle. Y que el Nobel se materialice en sus manos de una buena vez, que no son méritos los que le faltan.

11 mayo 2007

Ángeles de Irisarri

Las Damas del Fin del Mundo
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(frag. Cap. I)
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Doña Uzea, señora de Finisterre o del Fin del Mundo, como la llamaban en la tierra de Galicia, y aún en Astorga, León y Carrión, andaba trastornada. Llevaba el día en un llanto, en un hipo, en un quejido. Tras vagar por la torre del faro y por el castillo todo, tras negarse a hablar con los hombres y mujeres que fueron suyos, pues los había comprado como esclavos, aunque los manumitiera la pasada Navidad para que hoy la abandonaran, subió a la torre alta, a la de la mar de dentro, para ver cómo la dejaban sus gentes, sus criadas y sus hombres de confianza: el caballerizo, el leñador, el porquero, sus doncellas, la cocinera... todos. Para ver cómo se alejaba la comitiva camino de Corcubión, del interior, a galope, y sin volver la vista atrás.
Diríase que aquella gente huía. Y sí, huía aterrorizada de un pequeño sol o luna que, después de revolotear lo indecible, de hacer piruetas y cabriolas durante un largo y terrorífico mes de octubre, se había quedado fijo en el cielo del cabo de Finisterre, encima del castillo, en vertical. Fijo, sin precipitarse desde la altura, sin cansarse, sin bajar a tomar tierra, sin ser un ave ni una piedra -pues que hubiera caído al suelo-, y brillando, brillando siempre, ya fuera día, ya fuera noche oscura, siendo cosa del diablo, tal vez, o cuando menos de otro mundo.
Y naturalmente que toda la servidumbre de la dama del Fin del Mundo escapaba. Se ausentaba a la carrera, se alejaba de aquel ser o cosa resplandeciente, pues bastante dura era la vida en aquellas tierras despobladas, sujetas al azote del frío, del viento y de la mar, como para vivir bajo el influjo de un monstruo o bicho maldito que producía a la población adulta vómitos y calenturas, y a los niños mal de aire. En vano habían intentado convencer a la señora de que se fuera con ellos a las heredades de Dumbría o de Buxantes o incluso a la casa de Lugo, en vano, pese a que adujeron muy buenas razones.
Argumentaron que ya había sido necedad que doña Uzea dejara la corte de su padre el rey Bermudo, el segundo, y que cambiara las pompas y vanidades del mundo por la tierra yerma de Finisterre, porque morar en aquellos lugares era como vivir fuera del siglo. Se había ido doña Uzea, tan niña ella, cuando el señor rey entregó a doña Teresa, su otra hija, al hachib de Córdoba como esposa, que era lo mismo que como concubina, pues tenía muchas.
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Comentario personal. Me encantó este libro "encantado" por su estructura y sus fantásticos personajes tragicómicos, que transcurre en el año 1016 y en la tierra más mágica de España. Todo es posible e imposible a un tiempo; todo sucede, o tal vez no sucede, o sucede con tanta intensidad que parece imposible que suceda :)
Contraportada. Cuando el rey Bermudo entregue a su hija Teresa a Almanzor como esposa, doña Uzea, su hermana, no sólo le avergonzará con una contundente frase de protesta: "Más valdría que los hombres solucionaran sus problemas hablando o callando a tiempo que mercadeando con sus mujeres", sino que decidirá abandonar la corte de León y partir hacia Finisterre.
... en octubre de 1016, un extraño acontecimiento... un pequeño sol o luna se ha quedado fijo en el cielo... parece cosa del diablo, pero cuando el astro se estrelle contra el suelo, no llegará el Apocalipsis sino que algunas de las criaturas más peculiares que jamás hayan pisado la faz de la tierra, empezarán a llamar a su puerta.
La autora. Nació en Zaragoza en 1947. Licenciada en Filosofía y Letras, su primera novela fue "Toda, reina de Navarra", publicada en 1991. Al reeditarse cambiaría el título a "El viaje de una reina".
También ha publicado "Ermessenda, condesa de Barcelona", "El estrellero de San Juan de la Peña", "La reina Urraca", "Historias de brujas medievales" y varias obras más. Ha recibido el Premio Lumen, el Baltasar Gracián y algunos otros. "Las Damas del Fin del Mundo" se publicó en 1999.

29 abril 2007

Alvaro Pombo

Aparición del eterno femenino
contada por S.M. el Rey
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(frag. página 50 y siguientes)
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Como dice doña Blanca. Elke traería cola. Desde el primer día ya la trajo. Y más que nada por ser chica. Eso se vio desde un principio. Diga el Chino lo que diga, Elke traería cola más por chica que por nada. El caso fue que tía Lola dejó pasar el viernes para no dar la impresión de tener prisa y dejó pasar también el sábado, y el domingo a las diez de la mañana llaman al timbre, Belinda dice quién será a estas horas y yo y el Chino seguimos como si tal desayunando, es decir, inamovibles, cada cual con su tebeo. Y vuelve a entrar Belinda y en la puerta va y se para y dice, poniendo la boquita de piñón de querer hacerse la misteriosa "¿A que no sabéis quién ha venido?" Y los dos decimos sin movérsenos ni un pelo: "No. ¿Quién?" Y Belinda dice: "¡Si os volveríais lo sabríais!" ¡Lo que es éstos con tal de no moverse dan dinero...!" Yo me volví entonces para ver con quién hablaba. Y era Elke la que acababa de llegar. "Hola", dije, y me volví a sentar a acabar el desayuno. Pero ya estaba todo mal. Acabé las sopas de mi taza y miré al techo, a ver qué hacía. Y luego miré al Chino a ver qué hacía. Y no hacía nada. Sólo hacía que mirarla fijamente. Así que a mis espaldas ellas dos delante, de perfil, el Chino, sin mover pie ni patada. Y yo callado. Hasta que se oyó por fin el trueno y el relámpago a la vez de un silencio corrosivo que no presagiaba nada bueno. Entonces yo dije: "Pues muy bien", por decir algo, y Belinda dijo: "Elke va a quedarse aquí a jugar. Doña Lola me lo ha dicho por teléfono, que la invitasteis a subir." "¿Que la invitamos? ¿Quién?", esto lo pregunté yo más que nada por saberlo. Y Belinda volvió a poner boquita de piñón y a retorcerla como cuando le habla a don Rodolfo, igual: "Vosotros." Y Elke dijo -que yo sepa hasta entonces es la vez que más habló-: "Tía Lola kreeer invitado de vosotrras." El chapurreo aquel lo que es yo no lo entendía. Y el Chino no digamos. "Perro ir, bajar. Ist egal. Auf fidersen." "Un momento", dije yo, empezando a cabrearme ya bastante, "todos quietos. De aquí no sale nadie hasta que yo lo diga. Esto lo primero hay que aclararlo. Voy a preguntar uno por uno." Y le pregunté al Chino, que era el único que había: "Chino, ¿tú a la huérfana la has dicho que subiese o qué?" Y el Chino, que es todo un caballero, mintió como un bellaco por salvar el honor de la extranjera. "Sí. La dije que subiese yo ayer tarde. ¿Pasa algo?." "No, nada", dije yo todo lo secamente que podía. Y como el Chino después no decía nada, tuve yo que decirlo por él todo. Así que hablé a la intérprete Belinda, que lo tradujese si quería: "Pues que pase y se siente, o pregúntala si ha desayunado." Y Belinda: "Que te pregunta que si quieres tomar algo." Y Elke dijo: "Ij fersteen nijt." Acabamos los tres en la terraza. Sin hablar nada ninguno. El Chino no paraba de mirarla y Elke no paraba de mirarme a mí. ¡Así que me hice cargo de los mandos yo, si no a ver! "Creo que tú eres alemana, ¿no? Pues entonces bienvenida a bordo de este buque insignia que navega rumbo a El Cairo a bombardear la retaguardia del mierda de Montgómeri y llevar de paso combustible a Rómel." Ya más claro, agua, yo pensé. Pero Elke no decía ni sí, ni no, ni se cuadraba, ni me saludaba, ni dejaba de mirarme. ¡Cómo sean así todas las huérfanas de guerra -pensé yo- se van a divertir los alemanes! Pero sólo dije: "Vamos a ver, tú al mariscal Rómel le conoces ¿sí o no?" "Nain", dijo Elke contra todos los pronósticos. Tanto me chocó que un minuto entero me quedé sin habla. Lo que aquello olía era bastante a chamusquina.
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Comentario personal. Cuando te encuentras cara a cara con Ceporro, sabes que has encontrado una maravilla de personaje. "Yo lo cuento...: lo gordo, lo primero. Y luego, los adornos que se quieran"
Desde la primera página, la conversación que Ceporro mantiene consigo mismo, mientras entronca los pequeños sucesos cotidianos con las aventuras leídas e interpreta, a su manera, las conversaciones y actitudes de los adultos que le rodean, te atrapa y no te suelta hasta la última frase.
Contraportada. Dos niños, dos primos inseparables de unos doce años, el Ceporro y el Chino, viven en el gran piso de su abuela, después de la Guerra Civil. Don Rodolfo, que fue nada menos que sparring de Uzcudun, les da clases de gimnasia y boxeo. Juegos viriles en la terraza donde se desploman los vencejos; al fondo, ecos de la Segunda Guerra Mundial, el mariscal Rommel y el imperio Nipón.
De repente aparece una niña alemana, huérfana, refugiada, que irrumpe en el cerrado mundo infantil de los dos primos y lenta y decisivamente todo cambia.
El autor. A. Pombo tiene una considerable obra literaria, que ha merecido numeroso premios.
Destacan "El héroe de las mansardas de Mansard" , "Los delitos insignificantes" y "El metro de platino iridiado".

31 marzo 2007

Paloma Díaz-Mas

Como un libro cerrado
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Parábola del sembrador (frag)
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Muchos años antes de que yo leyera los Evangelios, me los contaron.
Es asombroso que algunos de mis colegas, profesores de universidad, sean incapaces de entender cómo funciona la transmisión oral de la literatura, cuando nosotros mismos hemos conocido tantos textos literarios no por haberlos leído, sino por haberlos oído.
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Con las parábolas evangélicas, la narración oral cerraba un círculo: las parábolas fueron, en su origen, cuentecillos o apólogos que sirvieron para ilustrar con ejemplos una predicación exclusivamente oral.
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De las parábolas, la que más me gustaba era la del sembrador: "Salió el sembrador a sembrar. Y sucedió que, según iba sembrando, una parte de la simiente cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron; y otra parte cayó en el pedregal, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida, pero cuando salió el sol se quemó y se secó por no tener raíz; y otra cayó en los espinos, pero crecieron los espinos y la ahogaron, y no dio fruto; y otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto que se multiplicaba, y producía un grano treinta, otro sesenta y otro ciento".
Me gustaba no sólo porque eran tan accesible, tan fácil de entender, sino porque vagamente yo comprendía que aquello no sólo explicaba cómo era ese hipotético y abstracto Reino de los Cielos, sino cómo era la vida misma: uno puede hacer lo que sea, pero en definitiva es el azar el que determina cuál será el resultado. Y así la Palabra evangélica iba inculcándonos, sin que lo sintiéramos, un poquito de escepticismo y otro poco de fatalismo.
Uno nunca sabe qué semilla está cayendo en tierra buena. Y si eso es verdad en el mundo en general, es más verdad todavía en la enseñanza. Un niño o un adolescente son un universo imprevisible; y así el profesor puede estar desviviéndose por enseñar y transmitir unas cosas, pero a lo mejor es una frase dicha al desgaire, un detalle que a él le parecía insignificante, una cosa secundaria y trivial, lo que deja en su alumno una huella que dura toda la vida. Si tuviera que echar cuentas de la cantidad de frases triviales y de detalles irrelevantes que han determinado mi vida, no acabaría nunca de contar: son las semillas echadas a voleo que cayeron en tiera fértil; pero otras, que el sembrador se afanó en sembrar con cuidado, aquellas para las que escogió el lugar y el momento y en las que puso su ilusión y su esfuerzo, ésas no germinaron jamás. Por eso es mejor enseñar con fe y con fatalismo: allá va lo mejor que puedo daros; y, de este esfuerzo algo saldrá, aunque sea lo más imprevisible.

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Cuando leí este libro, creí estar leyendo la historia de mi propia infancia y primera adolescencia. No podía creer que alguien supiera más de mi que yo misma, pero así fue. Volví al colegio de su mano y a las lecturas de Historia Sagrada y a los juguetes que mi padre hacía para mi y a la necesidad de hacer, y hacerme, preguntas cuyas respuestas no entendía y provocaban más preguntas.
Es un libro autobiográfico que acaba con dos acontecimientos de esos que marcan la vida de una persona. P. Díaz-Mas tiene 19 años y su primer libro ya está en prensa cuando su padre fallece repentinamente. Así, una alegría inmensa se convierte en un duelo, inmenso también, que le hace acabar este libro con unas palabras aleccionadoras.
"No conviene poner un exceso de ilusiones en un vaso tan frágil como es la vida. La emoción y la pasión, si acaso, están en el momento de escribir"


09 marzo 2007

José Antonio Marina

Elogio y Refutación del Ingenio
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(fragmento de la página 27 y 28)
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El ingenio es la rebelión de la inteligencia, que quiere dejar de ser seria, para huir de sus multiplicadas servidumbres. Es esclava de la lógica, el sentido común, el principio de realidad. Ha estado sometida al ser, a la verdad, a la belleza y a la bondad, es decir, a los cuatro trascendentales metafísicos. Por eso al sublevarse busca con denuedo la intrascendencia. "Monólogo significa: el mono que habla", dice Gómez de la Serna. Por supuesto que es mentira, ésa es la gracia. "Cuando sentimos un pie frío y otro caliente sospechamos que uno de los dos no es nuestro." El ingenio parece disparatar sensatamente y descubrir un sesgo original del mundo, del que no se puede decir que sea verdadero ni falso, porque pertenece a un nivel ontológico diferente, como veremos al estudiar la metafísica del juguete. Tenía razón Marcuse: jugar con la verdad no es lo mismo que mentir o equivocarse. Es aprovechar el "juego", la holgura que la inteligencia ingeniosa produce en la realidad, como en estos ejemplos: "El que en la ventanilla del telégrafo cuenta las palabras del telegrama parece el representante de la Academia que cuida el estilo y nos pone una multa según las faltas observadas". "No comprenderán nunca las mujeres que, cuando con la cara mojada pedimos una toalla, la pedimos en urgente naufragio." Quedamos con la duda de si hemos leído descripciones ingeniosas de la realidad real o descripciones realistas de una realidad ingeniosa.
En este contraluz pretende afincarse para siempre la inteligencia.

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Con éste libro, saltó a la popularidad J.A.Marina. En 1992, ganó el Premio Anagrama de Ensayo, y desde entonces el éxito le ha acompañado. Personalmente, creo que sus últimas obras están bastante alejadas de la originalidad y la "chispa", por decirlo de algún modo, que tenían sus primeros libros.
Teoría de la Inteligencia Creadora, Ética para Naúfragos, La Selva del Lenguaje y El Misterio de la Voluntad Perdida. Tengo otros tres suyos, el último del año 2006, pero "mi" Marina, ya no está en ellos. Ley de evolución o ley de beneficios, no lo sé. Lo espero de vuelta, eso sí.

10 febrero 2007

Luis Landero

Caballeros de Fortuna
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(fragmento de la página 154 y siguientes. Edit. Tusquets. Col. Fábula)
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-Y ahora, vamos a ver, ¿cuánto hace al año 400 pesetas por día?
Manuel cerró los ojos y se puso a bisbisear.
-Yo te lo diré también: 150.000 pesetas. ¿Y cuántas veces 150.000 pesetas son 200 millones de pesetas?
Manuel hizo un gesto de indefensión.
-Pues también te lo diré. A casi siete años el millón, unos mil cuatrocientos años. ¿Es o no es?
Sí, pero...
-Pues ése es el tiempo que tardaré yo en ser millonario.
-Vaya por Dios - dijo Leonor, y siguió revolviendo en el canasto.
La luz del carburo desquiciaba en las paredes el vuelo de las moscas.
-Esos números están mal hechos - dijo al final Manuel.
-¿Mal hechos? ¿Y eso cómo puede ser? - gritó Esteban.
-Porque hay cosas que los números no pueden medir. Lo dicen los sabios y es una gran verdad.
Alcanzó de una repisa el libro de las frases célebres, se puso los lentes de oro, se mojó un dedo y empezó a pasar las hojas.
-Vosotros buscad, que acabaréis encontrando la desgracia - dijo Leonor mientras desenredaba un ovillo.
-Aquí sólo hay palabras - contestó distraído Manuel - y las desgracias vienen de la vida, no de los libros.
-Las desgracias vienen de donde uno las busque.
Manuel se ajustó los lentes:
-Aquí está: "Salen errados nuestros cálculos cuando entran en ellos el temor y la esperanza. Molière"
Se hizo un gran silencio de ranas y grillos.
-Y eso ¿qué tiene que ver con los millones y los años? - preguntó Esteban.
-Este sabio quiere decir con esta frase célebre que en las cuentas intervienen dos números invisibles, que son el temor y la esperanza. Es muy difícil de explicar pero es así.
-Y según ese libro - dijo Esteban - ¿qué cosa hay que hacer para ser rico?
-Este libro enseña a ser sabio, no rico. Pero hay otra frase, no me acuerdo ahora de quién, que dice que el hombre más rico no es el que más tiene sino el que menos desea. Me parece que lo dijo un sabio que vivía dentro de un tonel.

03 enero 2007

Almudena Grandes

Estaciones de Paso
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Demostración de la existencia de Dios
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(fragmento del primero de los cinco cuentos que componen el libro)
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Mira, Dios, ésta es tu última oportunidad, te lo digo en serio, y te lo digo ahora cuando está sonando el himno, y luego viene el rollo de las fotos, y eso... Después, cuando empiece el partido, ya no hay trato. Quiero decir que ya no se puede cambiar, o sea, que lo que tengas que decidir, que lo decidas ahora, bueno, yo me entiendo, y tú también, ¿no...? Se supone que tú lo entiendes todo, por lo menos eso dice el plasta del calvo ese que me da la vara todos los jueves por la mañana en el instituto, porque ya sabrás que después de lo de Ramón, mamá me ha apuntado a Religión, que es lo que dice el Rana, joder con los padres progres, tanto largar, tanto largar, o sea, que si han corrido delante de los grises, que si hacían asambleas de esto y de lo otro, mucha foto con barbas y melenas, y hasta levantando el puño delante de la Casa Blanca, que esa foto de mi viejo sí que es guapa, la verdad, pero luego, ¡toma!, a Religión, con lo bien que estaba yo dando Ética, no te jode... Claro que entre las abuelas y el facha del tutor les tenían locos, y no estaba el horno para bollos, porque menuda putada, tío, que ahí sí que te pasaste, pero tres pueblos te pasaste, cabrón... Vale que ésta no es la mejor manera de empezar, pero total, como tú ya lo sabes todo, ¿no?, pues eso... Y luego lo que dice el calvo, que hasta viene en la Biblia, por lo visto, o sea, que en el cielo hacéis una fiesta mucho más grande cuando se convierte un enemigo, como quien dice, que cuando llega uno de los vuestros ¿no? Más o menos, así que tú verás lo que te conviene si tienes ganas de juerga, tío, porque yo, desde luego, de los vuestros no soy, ya lo sabes... Desde lo de Vallecas, Porque yo al de la camisa blanca, ese que salió por la tele, el que iba andando entre los restos del autobús justo después del atentado, pues a ese le conozco, ¿sabes?, o sea, yo exactamente no, pero mi viejo sí, de toda la vida, porque mi viejo es vallecano, con c, como dice él, que lo de la k es de anteayer, y eso que a mí lo de la k me mola un huevo, pero bueno como yo soy de la Latina, pues me callo... Pero ahí fue cuando dije, os vais a tomar por culo todos, pero todos, ¿eh? ¡Hala!, a rezar, largo de aquí, que sois todos lo mismo, igual de hijos de puta, porque a mi viejo se le saltaron las lágrimas de rabia, y a mí eso me impresionó mucho, que quieres que te diga, yo no podía saber que ahora iba a estar harto de ver llorar a mi padre...
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Este es el que más me gusta de los relatos que contiene el libro. Cómo hay otros cuatro, no lo estropeo, si os digo que el adolescente que le da voz, le pide explicaciones a Dios acerca de aquello que le supera, catalizado en la muerte de su hermano a causa de una leucemia. Un soliloquio que transcurre entre la multitud y la fiebre de un encuentro de futból, que su equipo también perderá.

25 diciembre 2006

Ramón Barce

Siala
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(fragmento del cuento)
A Elena
*
El hombrecito se apoyó en la baranda hasta hacerse daño en el pecho y agitó las manos en el aire para que le salpicase la espuma de las olas. Parecía un muñeco derrengado, con los brazos caídos y los ojos cerrados. El aire salino le daba en la cara y le producía una deliciosa molestia. El hombrecito se abandonó en su dolorosa postura sientiendo bajo sus pies el cabeceo rítmico del trasatlántico. Le parecía que su peso -cincuenta y nueve kilos - hacía bascular la nave, y por eso apretaba los pies y el busto alternativamente, para que el barco no dejase de moverse.
Abría la boca para tragar brisa marina y luego creía sentir en el paladar un sabor salado que le hacía sonreír de felicidad. Pensó con tristeza , de pronto, que aquel viaje feliz, aquel único viaje de placer de su vida era tardío y modesto. Treinta y seis años trabajando en la misma empresa era el lastre de su vida. Treinta y seis años perdidos: toda su juventud y la madurez. Diversiones baratas y racionadas: el cine, los cigarrillos, el café, alguna excursión. Las horas del domingo, llenas de una libertad que nunca había sabido usar. Y el lunes por la mañana otra vez a la oficina, aquella oficina blanca, de ventanales luminosos con bastidores de aluminio y luz de neón, donde todo era nuevo, reluciente, mecánico, de colores suaves y neutros.
Así los meses y los años. Algunos jóvenes -chicos y chicas - pasaban en automóviles descapotados color cereza, con ropas ligeras y deportivas, riendo y agitando sus brazos a los transeúntes. Eran, sin duda, los que se divertían, los que no necesitaban ahorrar para hacer una excursión o comprarse un traje. Él los miraba con envidia, tratando de buscar compensaciones.
(Son tontos, cabezas huecas, yo soy más inteligente, están perdiendo el tiempo y luego los suspenderán en sus carreras). Pero la envidia no cedía terreno (Y a esa velocidad, son unos irresponsables, es muy fácil que esta noche los traigan destrozados al hospital, las carreteras son peligrosas). Lucía el sol alegre (No es extraño que haya tantos accidentes, con esos locos al volante), y el viento hacía revolar los pañuelos en las cabezas rubias de las muchachas (Hoy va a llover, es una tontería salir con esas nubes, se van a poner como una sopa).
Así los meses y los años.
_________________________
Ramón Barce, es Premio Nacional de Música y Académico de Bellas Artes en la Real de San Fernando, por su trabajo como compositor, pero ha dedicado parte de su actividad a la creación literaria y algunos de sus escritos, han servido de soporte o hilo argumental para sus composiciones musicales, como en éste cuento, del que os dejo una pequeña muestra. Y aquí un enlace, donde lo explica algo mejor.
*
Las fotografías que ilustran este libro, son de Elena Martín, su esposa. Médico de profesión, también es una excelente fotográfa que ha merecido repetidos premios por su trabajo en esa modalidad de arte.
Elena es mi prima hermana, así que me permitiréis que esté muy orgullosa de los dos :)

09 diciembre 2006

Manuel Rivas

La lengua de las Mariposas
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Incluido en su libro de cuentos "¿Qué me quieres, amor?"
*
(fragmento)
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"¿Qué hay, Pardal? Espero que por fin este año podamos ver la lengua de las mariposas"
El maestro aguardaba desde hacía tiempo que les enviasen un microscopio a los de la Instrucción Pública. Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus palabras entusiastas tuviesen el efecto de poderosas lentes.
"La lengua de las mariposas es una trompa enroscada como un muelle de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cuando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar, ¿a que sentís ya el dulce en la boca como si la yema fuese la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa"
Y entonces todos teníamos envidia de las mariposas. Qué maravilla. ir por el mundo volando, con esos trajes de fiesta, y parar en flores como tabernas con barriles llenos de almíbar.
Yo quería mucho a aquel maestro. Al principio, mis padres no podían creerlo. Quiero decir que no podían entender cómo yo quería a mi maestro. Cuando era un pequeñajo, la escuela era una amenaza terrible. Una palabra que se blandía en el aire como una vara de mimbre.
"¡Ya verás cuando vayas a la escuela!"
Dos de mis tíos, como muchos oros jóvenes, habían emigrado a América para no ir de quintos a la guerra de Marruecos. Pues bien, yo también soñaba con ir a América para no ir a la escuela. De hecho, había historias de niños que huían al monte para evitar aquel suplicio. Aparecían a los dos o tres días, ateridos y sin habla, como desertores del Barranco del Lobo.

27 noviembre 2006

Juan Perucho

Botánica Oculta
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La "dulce amiga"
(fragmento)
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La "Dulce Amiga" es una planta antropomorfa, oriunda de Arabia, que puede adoptar, indistintamente, la forma de hombre o de mujer -aunque lo más corriente es que se presente ostentando los encantos femeninos -, estando especialmente dotada para el espionaje y la aventura de altos vuelos.
Le han gustado siempre los vestidos caros, las sedas y las joyas y su perfume favorito es una sabia combinación de la civeta y la esencia concentrada de las rosas de Chiraz. Fue amante del califa Harún-Al-Raschild, a quien fue cedida por su antiguo propietario, el joven y atolondrado Alí-Nur. Cuenta esta historia la famosa Scherezada en las "Alf Lailah Oua Lailah" ("Las mil y una noches"), añadiendo respecto de "Dulce Amiga" que "su boca era una flor, su saliva jarabe y sus labios nuez moscada y su cuerpo fino y flexible como una tierna rama de sauce".
En palacio, "Dulce Amiga" se aficionó a las intrigas de toda clase, y circulaba por los pasillos en busca de noticias que luego contaba a su señor. Habiendo sospechado la traición en el gran visir Giafar-Al-Barmaki, un día cambió de sexo y adoptó la figura de Ibrahim, el barbero del visir, después de haberlo atado y amordazado en las pestilentes letrinas del harén.
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Como todas las plantas mágicas "Dulce Amiga desapareció sin dejar rastro, pero reapareciendo más tarde en la figura del caballero d´Eon, en pleno siglo XVIII.