“Lo extraño, pensé, es que alguien necesitara imaginar un ángel o cualquier cosa sobrenatural, si la realidad lo llena todo.
Si cada cosa está donde está, y cada cosa es lo que parece ser.
El mar, pensé, es el mar. Y el sol es el sol. Y Yo soy Yo.
Ese es el milagro y no hay nada más que agregar.”
Sabina Berman. La mujer que buceó en el corazón del mundo. Ed. Destino (Barcelona, 2010)
Solemos empeñarnos en pedir milagros cuando suele bastar con lo que tenemos alrededor. Cuesta aceptar que todo está en su sitio cuando nuestros deseos nos piden otro orden de cosas. La realidad acude al auxilio y ni nos enteramos. Solemos necesitar señales, explicaciones o argumentos irracionales, para asumir lo más sencillo. No comprendemos el inmenso golpe de suerte que es que, a veces, no se cumplan nuestros anhelos. Ni que cada uno ocupa su lugar natural en este inmenso puzle de siete mil millones de piezas. Que solo podemos ser quienes somos. Y que no es casualidad. Que esto es lo que hace funcionar al mundo.¿ No es más mágico que si fuera magia?