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martes, 13 de noviembre de 2012

ARQUETIPO


Ella veía la película desde la fila tres, hundida en el asiento, abrazada a su bolso, los ojos como platos. El hombre del traje a medida, de pronto, detuvo su carrera. Alargó la mano y la metió en su llaga. Luego alzó la ceja, sonrió apenas, y siguió adelante, pistola en mano. Ella, sin aliento, comprobó la sangre que brotaba de la herida.
Con los títulos de crédito paseando por su cuerpo, enfiló la salida. Todavía sangraba. Conocía esa herida, por eso no se asustó. Ni siquiera cuando al llegar al portal de su casa le vio allí, en pie, con su gorro de lana. ¿Cuántos años habían pasado? Ninguno, sonrió. Él nunca fue a esperarla. Solo en su fantasía. Lo miró y decidió que nadaría. El beso fue eterno, de carne y labio, húmedo de lenguas, sin cuidado ni oxígeno. Eterno como el deseo, como todo lo que fue, lo que nunca será, lo imaginado. El amor, el amor. Lo amado. Volvió a mirar sus ojos que nunca estuvieron, que nunca se marcharon. Comprendió que no valía de nada resistirse. Se cogieron las manos, entraron en el piso. Tropezaron mil veces con las mismas sábanas. Y ya no era él, era todos los otros y era el mismo. El de hoy, el que se fue ayer, el que siempre regresa. Porque el amor es, y punto. El dinosaurio, Werther, Einstein descubriendo los dobleces del tiempo. El genio encerrado en una botella.
El hombre del traje a medida separa las piernas, se planta en la proa de un barco para mirar el puerto que se acerca. La brisa en su rostro, eternamente. Ella abrazó el bolso con más fuerza, para que contuviera la hemorragia.

domingo, 24 de abril de 2011

DÍAS DE AMOR PERFECTO


Me he quedado en casa esta semana santa para poder dedicarme en cuerpo y alma al feliz acto de engendrar mi cuarto hijo. Así que estos días se han materializado en amor y en hogar. En paseos, reflexión, conversaciones, largas horas de lectura y de sueño. Y muchas, muchas anotaciones.

Yo escribo con mapa (Javier Marías dixit). Y ahora estoy en ello: en cartografiar los incipientes relieves de la historia que, recién fecundada, como loca, se gesta en mi cuerpo. Una masa de células, de letras, un tumor maravilloso al que pronto comenzará a latirle el corazón.

La nueva criatura parece querer tener más argumento que sus hermanas. Aunque no sé si debo celebrarlo mucho, pues no las tengo todas conmigo, dudo que ese argumento gane la batalla, sobreviva, cuando el embrión desarrolle su sistema nervioso. Es muy posible que para entonces toda esa trama de acciones se haya adelgazado hasta darse la vuelta, como un calcetín, y quede volcada en la dimensión en la que me siento más cómoda como narradora. El turismo de interior. La intimidad.

Es curiosa la manera que tienen las historias de abrirse camino a través de la maraña de pensamientos, sueños, temores, amores. Todo ese lío que conforma la existencia virtual. Esta nueva idea surgió a partir de una entrada que quería publicar en el blog. Cuando mis acostumbradas doscientas o trescientas palabras se habían convertido en tres páginas fui consciente de que un gameto había quebrado de nuevo la membrana. Aquí los síntomas son automáticos, no hay espera. La náusea es inminente. Los antojos. La sensibilidad aumenta. Ciertos olores y sonidos se hacen insufribles. El cuerpo, en su afán de cadena de montaje, trabaja a destajo produciendo células y vida, ideas, así que la sensación de cansancio es constante y solo es vencida por la somnolencia. Asusta un poco, la verdad: crece tan deprisa que tengo miedo de que resulte ser un monstruo.