Al eterno señora.
Ideal maniquí, comodín del señuelo, ¡ eterno femenino !... plancha tus pañoletas: Siéntate en mis rodillas cuando lo ordene y dime qué artimañas usáis, ángeles degradados. Sé perversa y alégranos la hora desdichada, piafa con pie ligero los senderos abruptos. ¡Arde, ídolo puro! ¡y ríe! ¡y canta! ¡y llora, Querida! ¡Y de amor muere!... en los ratos perdidos. ¡Ninfa de mármol! ¡vamos! sé soñadora ¡y frívola! amante, ¡carne mía! hazte virgen, lasciva… feroz y santa y torpe, buscando un corazón… Sé la hembra del hombre, mujer, sirve de Musa Cuando el poeta brama ¡en Alma, Espada y Llama! Y después -cuando ronque- ¡besa a tu Vencedor!