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Mostrando las entradas etiquetadas como charles baudelaire

La metamorfosis del vampiro.

La dama, entre tanto, de su labios de fresa estremeciéndose como una serpiente entre brasas y amasando sus senos sobre el duro corsé, decía estas palabras impregnadas de almizcle: Son húmedos mis labios y la ciencia conozco de perder en el fondo de un lecho la conciencia, seco todas las lágrimas en mis senos triunfales y hago sonreír a los viejos con infantiles risas. Soy para quien sepa contemplarme desvelada, la luna, y soy el sol, el cielo y las estrellas. Yo soy, mi amado sabio, tan docta en los deleites, cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos, o cuando a los mordiscos abandono mi busto, tímida y ligera y frágil y robusta, que en esos cobertores que de emoción se rinden, impotentes los ángeles se perdieran por mí. Cuando hubo succionado de mis huesos la médula y muy lánguidamente me volvía hacia ella a fin de devolverle un beso, sólo vi rebosante de pus, un cáliz pegajoso. Yo cerré los dos ojos con helado terror y cuando quise abrirlos a aquella claridad, a mi lado, en...

Los ojos de Berta.

¡ Bellos ojos de mi niña, por donde se filtra y huye yo no se qué de bueno, de suave como la noche ! ¡ Bellos ojos, volcad sobre mí vuestras deliciosas tinieblas ! ¡ Grandes ojos de mi niña, arcanos adorados, os parecéis mucho a esas grutas mágicas donde, detrás del montón de sombras letárgicas, centellean vagamente tesoros ignorados ! ¡ Mi niña tiene ojos oscuros, profundos y enormes, como tú, noche inmensa, iluminados como tú ! Los fuegos son estos pensamientos de amor, mezclados de fe, que chispean en el fondo, voluptuosos o castos.

Himno.

A la amadísima, a la muy hermosa que colma mi corazón de claridad, al ángel, al ídolo inmortal, ¡ salve en la inmortalidad !. Ella se derrama en mi vida como un soplo impregnado de sal, y en mi alma insaciable vierte el sabor de lo eterno. Sachet siempre fresco que perfuma la atmósfera de un caro refugio, incensario siempre lleno que humea en secreto a través de la noche, ¿ cómo, amor incorruptible, expresarte con veracidad ?. ¡ Grano de almizcle que yaces, invisible, en el fondo de mi eternidad !. A la buenísima a la muy hermosa, que me infunde alegría y salud, al ángel, al ídolo inmortal. ¡ Salve en la inmortalidad !

Las promesas de un rostro.

Yo amo, ¡oh, pálida beldad!, tus pestañas entornadas, de las que parecen derramarse las tinieblas, tus ojos, bien que renegridos, me inspiran ideas que no son del todo fúnebres. Tus ojos, que concuerdan con tus negros cabellos, con tu melena elástica, tus ojos, lánguidamente, me dicen: - Si tú quieres, amante de la musa plástica, seguir la esperanza que en ti hemos excitado, y todos los gustos que tú profesas, podrás comprobar nuestra veracidad desde el ombligo hasta las nalgas, encontrarás en la punta de ambos senos bien abundantes, dos grandes medallones de bronce, y bajo un vientre terso, suave como de terciopelo, bistre como en la piel de un bonzo, un abundante vellón que verdaderamente, es hermano de esta enorme cabellera, suave y rizada, y que te iguala en espesor. Noche sin estrellas ¡ Noche oscura !

Paisaje.

Deseo, para escribir castamente mis églogas, dormir cerca del cielo, cual suelen los astrólogos, y escuchar entre sueños, vecino a las campanas, sus cánticos solemnes que propalan los vientos. El mentón en las manos, tranquilo en mi buhardilla, observaré el taller que parlotea y canta; las chimeneas, las torres, esos urbanos mástiles, y los cielos que invitan a soñar con lo eterno. Es dulce ver surgir a través de las brumas la estrella en el azul, la luz en la ventana, alzarse al firmamento los ríos del carbón y derramar la luna su desvaído hechizo. Veré las primaveras, los estíos, los otoños, y al llegar el invierno de monótonas nieves, cerraré a cal y canto postigos y mamparas, para alzar en la noche mis feéricos palacios. Y entonces soñaré con zarcos horizontes, jardines, surtidores quejándose en el mármol, con besos y con pájaros que cantan noche y día, lo que el idilio alberga de puro y de infantil. El motín, golpeando sin éxito en los vidrios, no hará q...

Proyecto de epílogo.

Tranquilo como un sabio, manso como un maldito, dije: te amo, oh mi beldad, oh encantadora mía... cuántas veces... tus orgías sin sed, tus amores sin alma, tu gusto de infinito que en todo, hasta en el mal, se proclama, tus bombas, tus puñales, tus victorias, tus fiestas, tus barrios melancólicos, tus suntuosos hoteles, tus jardines colmados de intrigas y suspiros, tus templos vomitando musicales plegarias, tus pueriles rabietas, tus juegos de vieja loca, tus desalientos; tus fuegos de artificio, erupciones de gozo, que hacen reír al cielo, tenebroso y callado. Tu venerable vicio, que en la seda se ostenta, y tu virtud risible, de mirada infeliz y dulce, extasiándose en el lujo que muestra...  tus principios salvados, tus vulnerables leyes, tus altos monumentos donde la bruma pende, tus torres de metal que el sol hace brillar, tus reinas de teatro de encantadoras voces, tus toques de rebato, tu cañón que ensordece, tus empedrados mágicos que alzan las for...

Los ciegos.

¡Contémplalos, alma mía, son realmente horrendos! parecidos a maniquíes, vagamente ridículos, terribles, singulares como los sonámbulos, asestando, no se sabe dónde, sus globos tenebrosos. Sus ojos, de donde la divina chispa ha partido. Como si miraran a lo lejos, permanecen elevados hacia el cielo, no se les ve jamás hacia los suelos, inclinar soñadores su cabeza abrumada. Atraviesan así el negror ilimitado, este hermano del silencio eterno. ¡Oh, ciudad! mientras que alrededor nuestro, tú cantas, ríes y bramas, prendada del placer hasta la atrocidad, ¡mira! ¡yo me arrastro también! pero, más que ellos, ofuscado, pregunto: ¿Qué buscan en el cielo, todos estos ciegos?

Epígrafe para un libro condenado.

Lector apacible y bucólico, ingenuo y sobrio hombre de bien, tira este libro saturniano, melancólico y orgiástico. Si no cursaste tu retórica con Satán, el decano astuto, ¡Tíralo! nada entenderás o me juzgarás histérico. Mas si de hechizos a salvo, tu mirar tienta el abismo, léeme y sabrás amarme; Alma curiosa que padeces y en pos vas de tu paraíso, ¡Compadéceme!... ¡O te maldigo!

El sol.

Por la vieja barriada, donde, de las casuchas las persianas ocultan las lujurias secretas cuando el astro cruel furiosamente hiere la ciudad y los campos, los techos y sembrados, quisiera ejercitarme en mi esgrima fantástica husmeando en los rincones azares de la rima, tropezando en las sílabas, como en el empedrado, acaso hallando versos que hace tiempo soñé. Ese padre nutricio, que huye de las clorosis, en los campos despierta los versos y las rosas; logra que se evaporen hacia el éter las penas saturando de miel cerebros y colmenas. Es el quien borra años al que lleva muletas y le torna festivo como las bellas mozas, y a las mieses ordena madurar y crecer en la inmortal entraña que desea florecer. Cuando, como un poeta, desciende a las ciudades, ennoblece la suerte de las cosas mas viles, y penetra cual rey, sin séquito ni pompa, tanto en las casas regias como en los hospitales.

El Tasso en prisión.

En su celda, el poeta, harapiento y enfermo, teniendo un manuscrito bajo su pie convulso, contempla con mirada inundada de pánico la escalera de vértigo donde su alma se abisma. Las risas enervantes que pueblan la prisión, arrastran su razón a lo absurdo y lo extraño; la duda lo rodea y el ridículo miedo, odioso y multiforme, circula en torno de él. Este genio encerrado en un antro malsano, esas muecas y gritos, espectros cuyo enjambre amotinado gira detrás de sus oídos, El soñador a quien el horror despertara, tal es tu emblema, alma de tenebrosos sueños, que ahoga la realidad entre sus cuatro muros.

Conversación.

¡Eres un bello cielo de otoño, claro y rosa! pero en mí, la tristeza asciende como el mar, y en su reflujo deja en mis cansados labios, el punzante recuerdo de sus limos amargos. -Se desliza tu mano por mi agotado pecho; lo que ella en vano busca, es un hueco asolado por las feroces garras que esconde la mujer. Mi corazón no busques, fue pasto de las fieras. Ahora es como un palacio saqueado por las turbas, donde beben, se matan, se arrancan los cabellos. -Flota un perfume en torno de tu desnudo cuello!... ¡Tú lo quieres, belleza, flagelo de las almas! Con tus ojos de fuego, como fiestas lujosas, ¡Calcina esos despojos que evitaron las fieras!

El enemigo.

Mi juventud no fue sino oscura tormenta que rara vez el sol cortó con luz brillante, trueno y lluvia ejercieron tan repetida afrenta que en mi jardín no existen los frutos incitantes. Yo que toqué el otoño del pensamiento azadas tendré que usar, rastrillos y palas poderosas, para juntar de nuevo las tierras inundadas donde los agujeros son grandes como fosas.  Quién sabe si las nuevas flores que yo he soñado encontrarán en este territorio lavado el místico alimento que las vaya elevando!  Oh dolor de dolor! Corre el tiempo, la vida, y el oscuro enemigo que nos va desangrando crece y se fortifica con la sangre perdida!