Mostrando entradas con la etiqueta Andy Warhol. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Andy Warhol. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Diarios y diaristas / La literatura de los escritores infelices



Patricia Highsmith


Diarios y diaristas: la literatura de los escritores infelices

Los diarios de Patricia Highsmith, que se publican el 31 de agosto en español, representan un ejemplo más de una regla que cumplen muchos textos autobiográficos: suelen ser depresivos


Santiago Gamboa
26 de agosto de 2022


La lectura de diarios plantea una curiosa paradoja y es que el lector conoce el desenlace de la historia que, en cambio, el autor aún ignora mientras escribe. Cuando el joven Kafka o el joven Thomas Mann tienen dudas sobre su vocación literaria y temen no contar con las fuerzas para llevarla a cabo, uno ya sabe que se convertirán en referencias de la literatura del siglo XX. Cuando Marguerite Duras se angustia por la vida de su marido, recién salido del campo de concentración, uno ya sabe que va a salvarse. Esta situación, claro, no incluye a la categoría de profesionales que publican sus diarios cada dos o tres años. Viven dos, publican dos. Este tipo de escritor, al margen de su talento, convierte el diario en una especie de red social a tiempo diferido.

domingo, 4 de agosto de 2019

Nueva York / Jazz, martinis y sombreros blancos


Dorothy Parker

Jazz, martinis y sombreros blancos

Nueva York es un género literario que se adapta al estado de ánimo del viajero, y que le acercan a Truman Capote, Dorothy Parker, Andy Warhol, Tom Wolfe y a Woody Allen


Manuel Vicent
18 de agosto de 2018








Marilyn Monroe y Truman Capote bailan en el Morocco de Nueva York en 1955.
Marilyn Monroe y Truman Capote bailan en el Morocco de Nueva York en 1955. CORDON PRESS

Nueva York fue el lugar donde a inicios del siglo XX se instalaron los nuevos dioses con sus modernos cacharros, el automóvil Ford T, la radio, el cinematógrafo y el aeroplano, los cuatro destinados a anular el tiempo y el espacio bajo la música de jazz y el fervor del Martini seco, el trago que agitaba el barman como unas maracas detrás de la barra. El alcohol prohibido por la Ley Seca era el espejo en el que los escritores hermosos y malditos se miraban. Scott Fitzgerald era entre todos el más guapo, el más borracho. Con los primeros dólares que le pagaron por uno de sus cuentos en una revista de modas se compró unos pantalones blancos de tres pliegues y un sombrero de ala blanda, dispuesto a comerse el mundo que no era sino la aceituna verde que flotaba en la copa cónica de ginebra con vermú y unas gotas de amargo de angostura. Scott Fitzgerald, sobrio o bebido, consiguió dotar de intensidad y consistencia a la pompa de jabón que se estableció en el Nueva York, París y la Costa Azul de entreguerras dentro de la cual bailaban y bebían criaturas vanas en fiestas que eran la cima de todos los sueños. Más allá no había nada, salvo la derrota.

viernes, 27 de noviembre de 2015

The Rolling Stones / Detrás de la cremallera de Sticky Fingers



The Rolling Stones

DETRÁS DE LA CREMALLERA 

DE STICKY FINGERS

El álbum “Sticky fingers”, publicado en 1971, supuso un punto de ruptura en la carrera de los Rolling Stones. Para empezar, era el primer disco de estudio grabado sin Brian Jones, que había muerto en su piscina en extrañas circunstancias en 1969 y, a su vez, era el primer disco de estudio en el que participaba totalmente su sustituto, el virtuoso Mick Taylor. Al mismo tiempo, este álbum era el primero editado por Rolling Stones Records, el sello discográfico propio de la banda después de que terminaran su relación con Decca. Un último primer acontecimiento relacionado con éste disco: en él apareció por primera vez el famoso logotipo de los labios y la lengua. 

viernes, 23 de octubre de 2015

Manuel Vicent / Genios e impostores / Andy Warhol, Truman Capote y Jean-Michel Basquiat

Andy Warhol

GENIOS E IMPOSTORES

La mierda de siempre, pero exquisita

Cuando Capote murió, en 1984, Basquiat era un colgado. Warhol se largó del planeta en 1987. Basquiat esperó unos pocos meses


Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat, en septiembre de 1985 en Nueva York. / RICHARD DREW (AP)
Hacia el año 1975, en una acera del Greenwich Village de Nueva York, un jovenzuelo se dedicaba a pintar camisetas en público para venderlas a los turistas. Cuando Andy Warhol pasaba por allí, a veces le compraba una por 10 dólares y cambiaba con el chaval algunas palabras. A simple vista era un golfo de la calle, uno de tantos chicos negros desarraigados que vivían en casas abandonadas. Un día, Warhol vio aquella esquina vacía. El tipo se había esfumado. Ahora tocaba el clarinete en algunos pubs con unos amigos.
Años después, un lunes de octubre de 1982, Warhol había quedado con el famoso galerista alemán Bruno Bischofberger, y este acudió a la cita acompañado por aquel chaval de las camisetas pintadas, que respondía con el nombre de Jean-Michel Basquiat. Aunque en la adolescencia había jugado a fugarse de casa, a ejercer de vagabundo y a coquetear con la droga, resulta que era un chico de clase media alta, nacido en Brooklyn, hijo de un haitiano y de una portorriqueña e incluso había ido a la escuela City-As-School para alumnos superdotados. Ahora vivía en un lujoso loft en Christie Street. El marchante alemán lo había descubierto como pintor, lo había rescatado de la calle y comenzaba a ser famoso.

Jean-Michel Basquiat era un chico de clase media, de Brooklyn
Aquel día, Bischofberger, Basquiat y Warhol almorzaron juntos en un restaurante vegetariano del Soho y Andy se enteró de que aquel joven era el que había iniciado con su colega Al Diaz la moda de llenar los vagones del metro y las tapias de los suburbios de Nueva York con graffitis de aerosol. ¿De modo que eras tú —le dijo Warhol— ese ser misterioso que firmaba como SAMO en las paredes? SAMO era un acrónimo formado con las palabrassame old shit, que significa “la misma mierda de siempre”. Los pasajeros del metro estaban lejos de imaginar que viajaban rodeados de obras de arte. Esos garabatos esquizofrénicos, protestas airadas contra el consumo, habrían alcanzado precios fabulosos si años después se hubieran vendido en Christie’s, pero a esa hora los vagones habían sido lavados con detergente, el metro transcurría impoluto por orden de la autoridad municipal y Basquiat ya pintaba cuadros al óleo que exponía en las mejores galerías.
Durante aquel almuerzo Basquiat quiso devolverle los 40 dólares que Andy, tiempo atrás, había gastado en sus camisetas. En este primer encuentro, Andy le hizo un retrato con la Polaroid y a cambio Basquiat le regaló un cuadro de los dos, que pintó esa misma tarde en una hora. A partir de ese día, Basquiat entró a formar parte de la tropa enloquecida de La Factoría, pero la aventura común duró muy poco. Basquiat falleció el 12 de agosto de 1988, a los 27 años, por una sobredosis de heroína en su apartamento de la calle Great Jones. En la última subasta por uno de sus cuadros se han pagado más de 50 millones de dólares.

Warhol sintió por él la misma fascinación que por Truman Capote
Andy Warhol sintió por Basquiat la misma fascinación repentina que había experimentado con Truman Capote después de ver su foto en la solapa de su primera novela, Otras voces, otros ámbitos, en la que parecía un puto angelical. Desde aquel día, Warhol no cesó de acosarle, de escribirle cartas, de esperarle en la puerta de su casa hasta conseguir su propósito. Se hizo su amigo y lo fotografió, lo pintó y lo sacó en portada deInterview, la revista emblema de La Factoría, y desde ese momento ambos se exhibían juntos en los grandes saraos de Nueva York. La primera vez fue en 1966 en la inauguración del espectáculo lanzado por Warhol, su The Exploding Plastic Inevitable, con el grupo Velvet Underground y la cantante Nico interpretando canciones sobre la heroína, los transexuales y el sadomasoquismo, a la que siguió la legendaria fiesta de etiqueta, en blanco y negro, que organizó Capote ese mismo año en el hotel Plaza para celebrar el éxito de A sangre fría, repleta de divos, joyas y estrellas: Sinatra, Mia Farrow, Sammy Davis Jr., Norman Mailer, Harper Lee, Katherine Graham, entre otras celebridades fastuosas. Fue aquí, en el Plaza, donde una admiradora se acercó a Warhol, le arrebató el peluquín y salió corriendo. Al parecer este peluquín plateado se subastó en Sotheby’s y un coleccionista pagó 10.000 dólares.
Tanto aquel chaval de las camisetas pintadas como este puto angelical de la solapa se fueron degradando junto a Warhol como si se tratara de un elemento corrosivo. En su retrato de 1979, Capote empezaba a reflejar los efectos del alcohol y las drogas a las que permanecería enganchado. Atrás quedaban los años de fama y sus grandes éxitos, las noches de borrachera en la legendaria discoteca Studio 54, rodeado por sus amigos Warhol, Bianca Jagger, Elizabeth Taylor y otros canes dorados con collar de diamantes de Tiffany’s.
Aquel puto angelical acabó pareciéndose a un bulldog. Así lo describía Warhol: “Truman se sienta ahí y se frota los ojos como si estuviera amasando algo, luego aparta las manos y los tiene totalmente rojos, el blanco está rojo, los párpados también, y se parece realmente a su perro con las orejas bajas”. Capote zascandileaba todos los días por La Factoría tratando de escandalizar a aquella tropa de colgados con sus hazañas de sexo. Presumía, según Warhol, de habérsela chupado a John Huston más de cuatro veces. Truman hablaba también de Humphrey Bogart. Decía que una noche se lo había llevado a la cama y le había arropado. “Tendrías que dejarte que te lo hiciera”, le dijo Truman, y Bogart, muy nervioso, le contestó: “Bueno, pero no te la metas en la boca”. Cuando Capote murió, en 1984, Basquiat ya era un colgado. Warhol se largó de este planeta en 1987. Basquiat solo esperó unos pocos meses para unirse a ellos en el cosmos.
Según su secretaria, Pat Hackett, “a Andy Warhol le impresionaba la fama, vieja, nueva o decrépita. La belleza. El talento innovador. Cualquiera que fuera el primero en hacer algo. El descaro extravagante. El dinero, sobre todo las grandes, antiguas y sólidas fortunas”. O sea, la misma mierda de siempre, pero exquisita.