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martes, 11 de febrero de 2025

Imane Khelif, campeona olímpica en París, no podrá participar en el mundial de boxeo femenino celebrado en Serbia


Imane Khelif mundial boxeo
Imane Khelif, de Argelia, golpea a Liu Yang, de la República Popular China, durante el combate final de boxeo femenino en la categoría de 66 kg, en agosto en los Juegos Olímpicos de París 2024.RICHARD PELHAM (GETTY IMAGES)

BOXEO FEMENINO

Imane Khelif, campeona olímpica en París, no podrá participar en el mundial de boxeo femenino celebrado en Serbia

La Asociación Internacional de Boxeo (IBA) ha vuelto a excluir a la argelina por “no cumplir los criterios de elegibilidad de género”

La Asociación Internacional de Boxeo interpone una denuncia contra el COI

 


Asociación Internacional de Boxeo denuncia COI
Imane Khelif, tras conquistar la medalla de oro en los Juegos, en la categoría -66kg.ROBERT HRADIL (RVSMEDIA VIA GETTY IMAGES)


La Asociación Internacional de Boxeo interpone una denuncia contra el COI

El estamento dirigido por el ruso Umar Kremlev denuncia la inclusión de Imane Khelif y Lin Yu-ting en la categoría femenina de los Juegos Olímpicos de París 2024

martes, 5 de marzo de 2024

La saga de los escritores boxeadores

 

Ernest Hemingway


La saga de los escritores boxeadores


La literatura es boxeo. En la teoría de José Luis Alvite, literatura y boxeo solo son dos maneras distintas de escupir. No se trata, en el fondo, más que de un combate en situaciones adversas, en el que intentas mandar a la lona a tu rival y este te devuelve los golpes. Nunca reculas, boxeas con la cara. Porque la cara, o tu estilo, siempre revelan lo que eres. Esta es una verdad que no necesita demostración. La certidumbre de que la literatura es boxeo se impone con tanta fuerza que no solo ha permitido convertir el boxeo en un material literario de primera, con el que han experimentado los autores más grandes, sino que ha dado pie a la saga de los escritores boxeadores. No se trata de una tribu menor. Podría competir con cualquier otra saga, si exceptuamos tal vez la de los escritores suicidas y la de los alcohólicos. Probablemente, nadie lo vio tan claro como Budd Schulberg, que advirtió desde joven que escribir es proyectar golpes en la oscuridad que vienen de vuelta. Si acaso Rocky Marciano, que en los años en que su carrera ya declinaba, le propuso a Schulberg crear la organización «Fighthers and Writers». Nunca se materializó, pero la idea evidenciaba la afinidad entre púgiles y literatos.

miércoles, 23 de junio de 2021

Jake LaMotta / Galería

 

Vikki y Jake LaMotta


Jake LaMotta

GALERÍA


Jack LaMotta

Robert De Niro y Jack LaMotta


Jack LaMotta y Robert De Niro



Robert De Niro y Jack La Motta



Jack LaMotta

Jack LaMotta

Jack LaMotta

Robert De Niro y Jack LaMotta

Jack LaMotta

Jack LaMotta

Jack LaMotta

Jack LaMotta,Vikki e hijo

Jack LaMotta

Vikki y Jack LaMotta

Jack LaMotta

Jack LaMotta

Vikki y Jack LaMotta

Jack LaMotta





Jake LaMotta / Del Bronx, toro y salvaje

 


Del Bronx, toro y salvaje

Nunca me has derribado, Ray! ¡Nunca me has derribado!» Ensangrentado de cabeza a rodillas, Jake LaMotta gritaba al mundo su fe de vida. Tras un brutal decimotercer asalto en el que el neoyorquino había estado a punto de hincar la rodilla, el árbitro paró el combate. Victoria para Sugar Ray Robinson; leyenda para Jake: digno en la derrota, destruido pero en pie.

El combate, bautizado como ‘La Matanza de San Valentín’ (se disputó en el Chicago Stadium a muy pocos kilómetros del lugar donde Al Capone acabó con la banda de Bug Moran en 1929), es un fiel resumen de la vida de Jake LaMotta, fallecido a los 95 años a causa de una neumonía en un hospital de Miami.

Una vida inmortalizada para siempre en Raging Bull’, una de las obras maestras de Martin Scorsese, quizá la mejor película de deporte, no sólo de boxeo, jamás filmada. Atrapado por la lectura del libro homónimo, Robert de NIro convenció a un reticente ‘Marty’ para llevarlo a la gran pantalla. Con guion de Paul Schrader, la cinta fue nominada a ocho Oscar y se llevó dos: el de mejor actor para el propio De Niro y el de montaje de Thelma Schoonmakker.

 

Pese a colaborar estrechamente con De Niro para preparar el personaje –cuenta la leyenda que llegaron a disputar más de 1.000 asaltos para perfeccionarlo-, al bribón de Jake no le agradó mucho la imagen que se daba de él en la película, aunque terminara reconociéndose en ella.

Nacido en 1921 el East Side, criado en el Bronx cuando era el Bronx, hijo de un emigrante siciliano que maltrataba a toda su familia, Giacobbe, su verdadero nombre, vivió a golpes desde niño. Primero en casa, luego como pandillero en la calle y más tarde en el reformatorio.

Allí encauzó su rabia hacia el boxeo y los técnicos descubrieron un filón. Pegaba mucho aunque no muy fuerte, pero su capacidad para encajar resultaba sobrecogedora. Los cronistas de la época describieron su estilo como el de una persona que «creía que no merecía vivir». Disputó 106 combates en una cerrera que se prolongó durante 13 años. Ganó 83 y perdió 19, pero sólo dos veces cayó a la lona.

Ninguna de ellas frente a Sugar Ray Robinson, su némesis, con el que inmortalizó una serie de combates para la historia del boxeo. Sólo ganó uno de seis –la primera derrota de Ray después de 130 victorias-, pero no cayó en ninguno de los otros cinco, pese a las siderales diferencias entre ambos.

 

Campeón del mundo del peso medio en 1949, título del que hizo tres defensas, se retiró en 1954, confesó en Congreso sus flirteos con la mafia y el amaño de al menos un combate, y dio rienda suelta a su ya de por sí caótica vida personal.

Coleccionó matrimonios, hasta siete, abrió un club en Florida donde, pasado de alcohol y de todo, contaba chistes a una variopinta clientela, ganó y se fundió todo el dinero que pudo, conoció la cárcel que esquivó con el boxeo y vivió la tragedia de la muerte de dos de sus hijos.

Del Bronx, toro y salvaje, visualizó su vida como una obra y la materializó en un libro, ‘Raging Bull. My Story’, el viaje de un perdedor con aristas que enamoró a De Niro y convenció a Scorsese. «Yo era un hijo de puta. No soy así ahora, no lo soy, pero entonces sí, entonces era un hijo de la gran puta».

A LA CONTRA


domingo, 5 de julio de 2020

Tigre de Mike Tyson fue vendido por arrancar el brazo a un hombre


Tigre de Mike Tyson fue vendido por arrancar el brazo a un hombre
Mike Tyson y su tigre

Tigre de Mike Tyson fue vendido por arrancar el brazo a un hombre


7 de noviembre de 2019


En la película The Hangover se conoció que el exboxeador profesional Mike Tyson, campeón del mundo en la década de los ochenta, tenía de mascota a un tigre blanco, que compró cuando cumplía una sentencia de seis años de prisión por violación en 1992. 

Mike Tyson / "Era un animal con dinero"

El día en que Mike Tyson estuvo cerca de golpear a Michael Jordan ...
Mike Tyson en sus tiempos de gloria

Mike Tyson

"Era un animal con dinero"


Mike Tyson ha vuelto a sincerarse delante de todos sus seguidores y de nuevo ha hablado sobre su oscuro pasado en el programa de YouTube 'Hotboxin' with Mike Tyson'. Lleva semanas relatando todos los demonios que le persiguieron durante su exitosa carrera pugilística.

Mike Tyson / Estaba drogado cuando le arranqué parte de una oreja a Evander Holyfield

Mike Tyson: Estaba drogado cuando le arranqué parte de una oreja a Evander HolyfieldMike Tyson

Estaba drogado cuando le arranqué parte de una oreja a Evander Holyfield


14 de mayo de 2020

El 28 de junio de 1997, en el cuadrilátero del MGM de Las Vegas, Mike Tyson fue protagonista de uno de los hechos más repudiados en la historia del box. Durante la pelea con Evander Holyfield le arrancó parte de la oreja de un mordisco.

Mike Tyson / Podcasts, marihuana y amistad con el hombre al que arrancó la oreja







Mike Tyson, la leyenda del boxeo hoy reconvertido en empresario, padre de familia y exitoso 'podcaster', lleva cazadora Dolce & Gabbana.
Mike Tyson, la leyenda del boxeo hoy reconvertido en empresario, padre de familia y exitoso 'podcaster', lleva cazadora Dolce & Gabbana. Charlie Gray

Podcasts, marihuana y amistad con el hombre al que arrancó la oreja: la nueva vida del “malo” Mike Tyson

Es uno de los personajes más polémicos de las últimas décadas. Tan capaz de morder una oreja en pleno combate a un rival como de leer a Dostoievski en prisión, hoy comanda un negocio de marihuana en California y prepara su vuelta al cuadrilátero, mientras graba ‘podcasts’ y estudia la mitología griega

Cezar Greiff
Los Angeles, 4 de julio de 2020

La vida de Mike Tyson (Nueva York, 1966) no tiene sentido. Es, en todas sus facetas, extraordinaria. Creció pobre en un barrio violento. Se preparó con el legendario entrenador de boxeo Cus D’Amato. A los 20 años se convirtió en el campeón más joven de la historia de los pesos pesados. Después pasó tres años en prisión por violación, cargo del que se declara inocente. Describe su reclusión como una experiencia maravillosa en la que tuvo tiempo para leer (Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, por ejemplo) sin que le molestaran.

sábado, 23 de febrero de 2013

Fernando Araujo / Matar o morir en un ring



Joyce Carol Oates

Fernando Araújo Vélez
MATAR O MORIR EN EL RING
El Espectador, 23 de febrero de 2013
Hombres condenados a jugarse la vida sobre un cuadrilátero, como Jack Dempsey, uno de los pesos completos más queridos por la afición al boxeo, y quien obtuvo el título del mundo 95 años atrás. En su último libro, Del boxeo, Joyce Carol Oates escribe sobre él y sobre el mundo del boxeo.
Y mataron y murieron y se humillaron y se prestaron a las más bajas tretas con tal de surgir, en la vida o en el ring, y si era posible, en ambos. Su moral, su ética, provenían de los códigos del barrio bajo, marginal: si me tocas te mato, si te distraes te robo, si me desafías pagarás tu osadía, si me mientes te clavo una puñalada.“¿Y Paret? Paret murió de pie”, se preguntaba y respondía Norman Mailer en su libro Diez mil palabras por minuto, e intentaba comprender por qué había muerto Benny Kid Paret, en 1962, a manos de Emile Griffith, en un combate por el título mundial de los wélter en el Madison Square Garden de Nueva York. Paret, dijeron, dirían, había provocado a Griffith en las sesiones de pesaje con un hiriente “maricón”.
“Paret murió de pie. Mientras recibía aquellos 18 puñetazos algo le sucedió a todos cuantos se hallaban al alcance psíquico del acontecimiento. Una parte de su muerte se cernió sobre nosotros. Se sintió flotar en el aire. Él estaba aún de pie contra las cuerdas, acorralado igual que antes, esbozó una media sonrisa de lástima, como si estuviera diciendo: ‘No sabía que fuera a morir tan pronto’, y entonces, con la cabeza inclinada hacia atrás pero aún erguida, la muerte vino a echarle el aliento. Comenzó a perder el sentido. Fue bajando con una lentitud nunca vista en otro boxeador, bajó como un gran barco que, en picado, se desliza segundo a segundo hacia su fosa. A medida que se hundía, el sonido de los golpes de Griffith hacía eco en la mente, como un hacha pesada que a lo lejos hiende un tronco mojado”.



Benny Kid Paret falleció 10 días después de aquella pelea. El revuelo de su muerte devolvió viejas películas, historias inacabadas, agrias, tristes, y encendió la polémica sobre prohibir o no prohibir el boxeo. Los detractores recordaron que Jack Dempsey, uno de los púgiles pesados más amados por los fanáticos a través de la historia, había sido el noveno hijo de once que tuvo su padre, en palabras de Joyce Carol Oates en su libro Del boxeo, “un desesperado mormón, cosechero y trabajador ambulante de ferrocarriles en Colorado”. Dempsey se fue antes de llegar a la adolescencia, trabajó en campamentos mineros y obtuvo sus primeros dólares en peleas callejeras. “Se dice —escribe Oates—, en temeroso elogio, que sus parejas de entrenamiento corrían el riesgo de ser gravemente lesionadas: a Dempsey no le gustaba compartir el ring con nadie”.
Dempsey era crudo, indolente, temerario. Golpeaba a sus rivales incluso cuando intentaban levantarse. Los masacraba, sin importarle demasiado si a él le pegaban. Así venció a Luis Ángel Firpo, el 14 de septiembre de 1923, luego de que Firpo lo hubiera enviado fuera del tinglado. Así vapuleó a Jess Williard, a comienzos de 1919, y obtuvo el título del mundo de los pesos completos. Quienes escribieron sobre él descubrieron que era la encarnación del “instinto asesino”. Dempsey era el hambre, la rabia, el odio, la voluntad de romper, siempre romper a sus rivales, masacrarlos. Después de su retiro, en 1927, su apoderado, un hombre de apellido Kearns, confesó que durante años y años había “cargado” los guantes de su patrón, untándoles polvo y otras sustancias para que con la humedad se volvieran cemento. Sus puños eran de cemento. Su mirada. Su ira. Su instinto asesino.
Matar, morir, vengarse de uno o de todos, del mundo que los maltrató, de la sociedad que les escupió. Jake La Motta, quien fue interpretado por Robert de Niro en Toro Salvaje, solía comentar que a él no le importaba morir sobre un ring. No tenía nada que perder. Peleaba sin que la vida estuviera en juego, en parte porque un día, de alguna confusa manera, uno de sus sparrings le recordó que tiempo atrás, a finales de los 30, en un atraco, él, La Motta, había matado a su agresor. La Motta le creyó, y anduvo por la vida arrastrando su culpa y su consecuente remordimiento durante más de 11 años. Si era “todo o nada”, si iba por el mundo seguro de que la vida no valía un céntimo, si confesaba que restarle toda la relevancia posible a que lo golpearan lo había hecho el hombre más agresivo del mundo, era por sus culpas.
“Estaba tan acostumbrado a recibir golpes de la vida que luego, en el ring, no sabía reaccionar en frío. Por eso necesitaba que el rival me ‘calentara’ primero para responder luego con rabia contenida”. La Motta esperaba en los primeros rounds, a veces, incluso, con la guardia baja. Necesitaba sentir el odio de la venganza. Cuando le aclararon que aquel muchacho de aquel viejo suceso del atraco no había muerto, Jake La Motta murió. “Su gusto por el boxeo se desvaneció —sentencia Oates—, y fue entonces cuando su trayectoria inició su abrupta pendiente de descenso”. En ese descenso, “cuesta abajo en su rodada”, como decía el tango de Gardel y Le Pera, La Motta se aferró a lo que le ofrecieran con tal de ganarse unos dólares. Incluso, perdió a propósito un combate, “pero con tan irónico desdén que la comisión de boxeo le retira la licencia”, escribe Oates.
Muchos años más tarde, en los tiempos en los que les relataba a De Niro y a Martin Scorsese su vida mientras recorría las calles del Bronx, admitía que sus únicas escuelas en la vida habían sido el reformatorio y el ring, las mismas escuelas de casi todos los boxeadores. Sonny Liston cayó en una penitenciaria nueve veces; Joe Frazier, otras tantas. Y Mike Tyson, y Larry Holmes, y Carlos Monzón. Matar o morir. Mataron y vivieron con la muerte acechándolos, y esa muerte los volvió fríos. “La primera vez que matas a alguien vomitas, te sientes como un perro… La segunda no sientes nada”, repetía sin pudor Don Jordan, campeón mundial de los wélter entre 1958 y 1960. “Según su propio testimonio —recuerda Joyce Carol Oates—, Jordan mató o ayudó a matar a más de treinta hombres en la República Dominicana, sin ser aprehendido. (De hecho, parece ser que lo hizo al servicio del gobierno)”.
A los 14 años, ya en California, Jordan fue recluido en un reformatorio por haber asesinado a un hombre por “razones personales”. “Quemé a un hombre como si fuera un animal… Lo clavé al suelo. Le até las manos y los brazos y lo envolví en papel y lo quemé como a un animal”. Luego aprendió a boxear, y encima de un ring vomitó su crueldad. Matar o morir. Matar y morir.
El instinto asesino
La muerte de Paret
En 1962, Benny ‘Kid’ Paret se enfrentó a Emile Griffith por el título mundial del wélter. Debido a los golpes que recibió, pereció 10 días más tarde. La leyenda dice que durante las sesiones de pesaje, había insultado a Griffith.
Guantes de cemento
Jack Dempsey, uno de los pesos pesados más idolatrados de la historia del boxeo, reinó durante los años 20, en tiempos en los que las reglas eran mucho menos estrictas que las de hoy. Luego de su retiro, su apoderado, confesó que “envenenaba” sus guantes para que se volvieran de cemento.
Invicto
Rocky Marciano ha sido el único campeón del mundo de los pesos pesados que se retiró invicto, después de 49 combates. Marciano jamás se daba por vencido y se decía que la sangre, una constante en sus peleas, era una de sus mayores motivaciones.
La mirada de hielo
“Es duro ser negro. ¿Has sido negro alguna vez? Yo fui negro una vez… cuando era pobre”. Joe Louis fue uno de los más importantes boxeadores de la historia. Su mirada, fría, sin vida, destrozaba anímicamente a sus rivales, a quienes vencía después a fuerza de golpes.