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lunes, 21 de octubre de 2019

Drogas, celos y lujo / La extraña muerte de Natalie Wood

Natalie Wood

Drogas, celos y lujo: la extraña muerte de Natalie Wood


Lorena López
19 de noviembre de 2018


«Aquí el Splendour, necesitamos ayuda». Con estas palabras comenzó una de las tragedias más intrigantes y misteriosas que sigue sobrecogiendo a Hollywood cada vez que se menciona, uno que intentará esclarecer Dkiss en el especial que emite este domingo, dentro del serial sobre asesinatos presentado por Marta Robles. Han pasado casi cuarenta años de la prematura muerte de Natalie Wood. Era un 28 de noviembre de 1981. La actriz había estado disfrutando de unos días de vacaciones a bordo de su yate Splendour, que estaba atracado cerca de la costa de Santa Catalina Island, en California. Hasta que una noche desapareció de forma inexplicable. La siguiente vez que se supo de ella fue escasas horas después cuando a la mañana siguiente apareció flotando en el agua a una milla del barco (unos 1.600 metros).Estaba muerta. ¿Qué había podido ocurrir para que la desaparición de una de las estrellas de Hollywood del momento terminase así? Natalie Wood vestía un camisón de franela y un abrigo rojo cuando la encontraron. Desde ese momento, los rumores y la especulación en torno al fallecimiento de la actriz nominada a tres premios de la Academia se dispararon. El escenario era digno de una novela negra clásica: en el lujoso yate, además del capitán Dennis Davern, se encontraban tres superestrellas, el matrimonio formado por Robert Wagner y Natalie Wood y el carismático y ganador de un Oscar Christopher Walken, quien acaba de rodar con la actriz «Proyecto Brainstorm».

Incógnitas y certezas de la muerte de Natalie Wood



Incógnitas y certezas de la muerte de Natalie Wood

El misterio rodea 40 años después el fallecimiento de la actriz, con su esposo Robert Wagner hoy en el punto de mira


Pablo Ximenez de Sandoval
Los Angeles, 10 de febrero de 2018

“Más que amor”. Estas tres palabras forman el epitafio en la lápida de Natalie Wood Wagner (1938-1981). Es una modesta lápida en el exclusivo cementerio de Westwood, a los pies de Beverly Hills, donde los turistas pasean para ver el lugar donde descansan, a pocos metros, Marilyn Monroe, Truman Capote, Burt Lancaster o Billy Wilder. “Querida hija, hermana, esposa, madre y amiga”, dice la tumba, que tiene una cruz bizantina ortodoxa, deteriorada por el sol californiano después de 37 años. Esta semana no había flores, pero alguien dejó dos monedas, siguiendo la tradición ortodoxa.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Carlos Boyero / El último concierto

Un tono, unos actores, algo

Protagonizada por actores eminentes como Philip Seymour Hoffman y Christopher Walken, este filme supone un agradecible respiro



De izquierda a derecha, Mark Ivanir, Philip Seymour Hoffman, Christopher Walken y Catherine Keener, en 'El último concierto'.



Foto El último concierto 3

Después de una temporada sofocante viendo películas tan aparatosas como vanas, que a pesar de la refrigeración de la sala consiguen aumentarme la pegajosa temperatura corporal y machacarme los oídos, pobladas por muertos vivientes empeñados en tomar las indestructibles murallas de Jericó (¿es inocuo imaginar que los simbolistas, metafóricos y concienciados guionistas estaban pensando en la gloriosa Israel asediada por las deshumanizadas turbas palestinas), heroicos guerreros terrícolas manejando gigantescos robots y enfrentándose a los monstruos que salieron del mar, a los parias de la tierra del siglo XXII hacinados en el vertedero terrenal y soñando con acceder aunque sea un minuto al incontaminado y maravilloso planeta en el que viven los ricos (más o menos como ahora, como siempre), ver una película pausada e intimista como El último concierto, en la que suenan múltiples interpretaciones del Opus 131 de Beethoven, en la que la cámara casi no se mueve, con planos que duran más de 30 segundos, ambientada en el invierno de Nueva York, sintiendo el frío y la hermosura de Central Park nevado, protagonizada por intérpretes eminentes que desprenden clase, supone un agradecible respiro, una moderada tabla de náufrago.
 En la hoja promocional que recojo en el pase de prensa se han olvidado de ofrecer ni un solo dato sobre la personalidad del hombre que la ha dirigido. Solo informan de que se llama Yaron Zilberman. No recuerdo haber visto nada que lleve su firma. Su trabajo en El último concierto me parece sensible y sutil, una historia triste contada con sobriedad y sin empalago.

Christopher Walken y Catherine Keener


EL ÚLTIMO CONCIERTO
Dirección: Yaron Zilberman.
Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Christopher Walken, Catherine Keener, Mark Ivanir.
Género: drama. EE UU, 2012.
Duración: 105 minutos.
Es la de un cuarteto de cuerda que llevan 25 años tocando juntos. Ofrecen imagen de armonía, parecen complementarse, cada uno asume responsablemente su papel en la exquisita creación común. La demoledora noticia de que la enfermedad de Parkinson ha comenzado a cebarse en la persona que dirige este cuarteto sacará a la luz miserias y frustraciones ocultas en un grupo que parecía inquebrantable, gente con la sagrada misión de transmitir la belleza y el sentimiento de la música. Yaron Zilberman nos muestra que los magistrales intérpretes de una música divina, los pobladores de un ambiente tan civilizado como culto, también son transparentemente humanos. Que existen los secretos, las envidias, las pasiones subterráneas, la incomunicación, la amenaza de que algo construido a lo largo del tiempo con tanta profesionalidad, esfuerzo, solidaridad y talento se quiebre definitivamente.

Foto Philip Seymour Hoffman en El último concierto
Philip Seymour Hoffman

Yaron Zilberman ha elegido para dar vida a la crisis de estos virtuosos de la música de cámara a un grupo muy atractivo de actores y actrices. Ese señor bajito y gordo, dotado de una voz inconfundible y prodigiosa, llamado Philip Seymour Hoffman, lleva demostrando desde hace más de veinte años un inmenso poder de credibilidad en todo tipo de personajes. También posee un instinto privilegiado para trabajar en películas que tienen algo que contar. Y cuando estas no funcionan, su presencia siempre consigue salvarse del naufragio. Ver y escuchar a este actor, en papeles protagonistas o en segunda fila, siempre me provoca admiración y placer. Su físico tal vez le niegue el estrellato. No le hace falta. No conozco ningún actor mejor que él. Christopher Walken siempre ha poseído un aura inquietante, desprende turbiedad, tiene estilo. Aquí le ofrecen un personaje digno y conmovedor. Y lo borda. Catherine Keener es una actriz sutil y una mujer elegante. Paso un rato agradable en compañía de interpretes tan dotados.
El último concierto no es redonda, tiene bajones, me sobra el personaje de la hija traumada de ese matrimonio de músicos, pero posee un tono que se agradece especialmente en épocas de sequía, de ese apocalíptico cine de verano protagonizado cansinamente por los efectos especiales.


El último concierto

8ANDREA G. BERMEJO 23.08.2013
Un prestigioso cuarteto de cuerda prepara un concierto para celebrar su 25 aniversario justo cuando a uno de sus integrantes le diagnostican la enfermedad de Parkinson.
El último concierto
“¿Recuerdas cuando empezamos y cada ensayo era un descubrimiento? Lo extraño”, le dice Philip Seymour Hoffman a Catherine Keener, su mujer y compañera de cuarteto en El último concierto. La revelación, honesta y terrible, como un exabrupto en un taxi que recorre las calles gélidas de un Nueva York nevado, en un quítame allá esas pajas que sólo se permitiría una pareja con la confianza de un cuarto de siglo mirándose las caras, sostiene toda la carga metafórica –¿están hablando de música o de su matrimonio?– que recorre la segunda película de Yaron Zilberman.
El último concierto arranca con la triste noticia para el cuarteto La Fuga de que uno de sus miembros, el chelista (Christopher Walken), tiene la enfermedad de Parkinson y deberá abandonar el conjunto. Hasta aquí, el grupo lleva 25 años tocando en perfecta armonía y aceptando cada cual su rol dentro de la singular familia: el primer violín –implacable Mark Ivanir, el más desconocido de un elenco impagable– va siempre el primero; el segundo –qué decir de Seymour Hoffman– ha de conformarse con ir después; luego va la violista, a expensas de los otros tres. Pero el anuncio de la marcha del chelista, como un padre para el resto, llama a las primeras notas disonantes. ¿Serán capaces de tocar los siete movimientos del Opus 131 en Do sostenido menor –que Beethoven obligaba a tocar attaca, es decir, sin parar– sin desafinar?
Tan sesuda como un literato ruso, una de esas películas a las que deberías ir con bloc de notas, a Zilberman podríamos echarle en cara la ausencia de un estilo –los cuartetos, cuando tienen los mejores intérpretes, se dirigen solos– o la insistencia en el drama –¡que es sólo un cuarteto de cuerda, caray!–. Pero, lo cierto es que, intrincada en los diálogos, la metáfora que construye es tan bella y atinada que te costará sacártela de la cabeza. Porque siete movimientos –o 25 años, o una vida– son muchos, y es inevitable que después de tanto tiempo, los instrumentos no desafinen. Y no importa lo que los afinemos, nunca volverán a sonar tan bien como en los primeros ensayos.



martes, 9 de marzo de 2010

Natalie Wood y el misterio de morir bajo el mar en camisón

Natalie Wood

Natalie Wood y el misterio de morir bajo el mar en camisón

29 años después de la muerte de la actriz, su hermana y el capitán del barco donde viajaba cuando se ahogó piden reabrir el caso e inculpan a su marido, el actor Robert Wagner


Cecilia Hertrampf
9 de marzo de 2010

Uno de los misterios más famosos de Hollywood lo constituye la muerte de la actriz Natalie Wood en 1981 durante un viaje en barco con su marido, el actor Robert Wagner, y su compañero de reparto de ese momento Christopher Walken. La versión oficial dice que la protagonista de Rebelde sin causa y Esplendor en la hierba se cayó por accidente del yate en el que viajaban y se ahogó, pero, 29 años más tarde, su hermana ha pedido que se reabra la investigación, segura de que Wagner tuvo que ver con esa supuesta caída.
Según cuenta la CNN, el caso está más que cerrado. Sin embargo, Lana Wood y el capitán del barco que un fin de semana de noviembre del 81 llevó a bordo a los a los tres amigos, Dennis Davern, están convencidos de que Wagner pudo haber empujado a Wood durante una pelea de la que Davern fue testigo, pero que ocultó durante la investigación a petición del propio actor. De hecho, Davern ha reconocido en una entrevista con la cadena estadounidense que se arrepiente de no haber colaborado en aquel momento, por lo que se ha sumado a la petición de la hermana de la actriz al departamento de justicia del condado de Los Ángeles de que el caso se vuelva a investigar.
Wood asegura que sólo desea que se sepa la verdad. Y es que los celos que Wagner sentía por Walken, que viajaba con ellos, han sido incluso reconocidos por el actor en un libro que publicó el pasado septiembre, en el que afirma su versión de la muerte de su esposa. Según el actor, ambos discutieron la noche del supuesto accidente y él incluso llegó a quebrar una botella de vino delante de su invitado y de su mujer. Tras ello, el matrimonio siguió su pelea en el dormitorio, mientras Walken se fue a su camarote. Wagner afirma que después de la disputa con su mujer, ésta se quedó arreglando la habitación mientras él se dirigió donde su amigo para pedirle disculpas por el mal rato. Cuando el actor volvió a su habitación, Wood había desaparecido.
Como el bote salvavidas del yate tampoco estaba, Wagner asumió que su mujer había decidido volver a la costa tras la discusión. Así se lo avisó al capitán Davern, cuya versión dista mucho de la del actor. Según él, y así lo cuenta en su libro Goodbye Natalie, Goodbye Splendour, tras la fuerte pelea que el matrimonio mantuvo en su camarote, siguieron discutiendo en la cubierta y tras esa discusión, el actor le informó de la desaparición de su mujer. Ambos, entonces, se dieron cuenta de que tampoco estaba el salvavidas.
Wood fue encontrada al día siguiente, a más de un kilómetro del barco y con el camisón puesto. La versión oficial es que la actriz se dio cuenta de que el bote estaba suelto y, al agacharse para volver a atarlo al barco, se resbaló y cayó. En el momento de la investigación pesaron poco los relatos de los protagonistas de aquella noche, pero cuando el guardacostas de Los Ángeles le preguntó a Wagner por qué esperó hasta las cinco de la mañana para avisar de la desaparición de su esposa si no la encontraba desde medianoche, él dijo: "Porque probablemente estaba de fiesta en algún otro barco. Esa es la clase de mujer que es... Y yo no quiero que eso se haga público".