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sábado, 5 de mayo de 2012

Gonzalo Rojas / Perdí mi juventud en los burdeles

Pablo Picasso
Las señoritas de Avignon
Les demoiselles d'Avignon
París, junio-julio de 1907
Nueva York, The Museum of Modern Art
Gonzalo Rojas
BIOGRAFÍA

PERDÍ MI JUVENTUD EN LOS BURDELES

Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.
Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.
Pasábamos por ti como las olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.
Perdí mi juventud en los burdeles,
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.
Allí, bella entre todas,
reinabas para mí sobre las nubes
de la miseria.
A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo,
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.
Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.
Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
copiaban en vano tu hermosura.
Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste
desnuda para mí, todo era olor
a muerte.
No he podido saciarme nunca en nadie,
porque yo iba subiendo, devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente,
y te perdí, y no pude
nacer de ti otra vez, y ya no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.

viernes, 4 de mayo de 2012

Gonzalo Rojas / Qedeshim Qedeshoth

El beso
Pablo Picasso
Gonzalo Rojas
BIOGRAFÍA

Qedeshim Qedeshoth*

Mala suerte acostarse con fenicias, yo me acosté
con una en Cádiz bellísima
y no supe de mi horóscopo hasta
mucho después cuando el Mediterráneo me empezó a exigir
más y más oleaje; remando
hacia atrás llegué casi exhausto a la
duodécima centuria: todo era blanco, las aves,
el océano, el amanecer era blanco.

Pertenezco al Templo, me dijo: soy Templo. No hay
puta, pensé, que no diga palabras
del tamaño de esa complacencia. 50 dólares
por ir al otro Mundo, le contesté riendo; o nada.
50, o nada. Lloró
convulsa contra el espejo, pintó
encima con rouge y lágrimas un pez: -Pez,
acuérdate del pez.

Dijo alumbrándome con sus grandes ojos líquidos de
turquesa, y ahí mismo empezó a bailar en la alfombra el
rito completo; primero puso en el aire un disco de Babilonia y
le dio cuerda al catre, apagó las velas: el catre
sin duda era un gramófono milenario
por el esplendor de la música; palomas, de
repente aparecieron palomas.

Todo eso por cierto en la desnudez más desnuda con
su pelo rojizo y esos zapatos verdes, altos, que la
esculpían marmórea y sacra como
cuando la rifaron en Tiro entre las otras lobas
del puerto, o en Cartago
donde fue bailarina con derecho a sábana a los
quince; todo eso.

Pero ahora, ay, hablando en prosa se
entenderá que tanto
espectáculo angélico hizo de golpe crisis en mi
espinazo, y lascivo y
seminal la violé en su éxtasis como
si eso no fuera un templo sino un prostíbulo, la
besé áspero, la
lastimé y ella igual me
besó en un exceso de pétalos, nos
manchamos gozosos, ardimos a grandes llamaradas
Cádiz adentro en la noche ronca en un
aceite de hombre y de mujer que no está escrito
en alfabeto púnico alguno, si la imaginación de la
imaginación me alcanza.

Qedeshím qedeshóth*, personaja, teóloga
loca, bronce, aullido
de bronce, ni Agustín
de Hipona que también fue liviano y
pecador en Africa hubiera
hurtado por una noche el cuerpo a la
diáfana fenicia. Yo
pecador me confieso a Dios.
* En fenicio: cortesana del templo

jueves, 3 de mayo de 2012

Gonzalo Rojas / Carta del suicida

Fotografía de Mariano Vargas
Gonzalo Rojas
BIOGRAFÍA

CARTA DEL SUICIDA

Carta del suicida, en la voz de su autor

Juro que esta mujer me ha partido los sesos.
Porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.


miércoles, 2 de mayo de 2012

Gonzalo Rojas / Las hermosas

Las Gracias
Fotografía de Mariano Vargas

Gonzalo Rojas
BIOGRAFÍA

LAS HERMOSAS

Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente  que pasa de la piel a los vestidos,
turgentes, desafiantes, rápida la marea,
pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte con sus finos tacones
y germinan, germinan como plantas silvestres en la calle,
y echan su aroma duro verdemente.

Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni rosas
ni arcángeles: muchachas del país, adivinas
del hombre, y algo más que el calor centelleante,
algo más, algo más que estas ramas flexibles
que saben lo que saben como sabe la tierra.

Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería
de ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile
de las calles veloces. Hembras, hembras
en el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco sentidos
para sacar apenas el beso de la espuma.

martes, 1 de mayo de 2012

Gonzalo Rojas / Fornicio

Pompas de jabón
Fotografía de Mariano Vargas
Gonzalo Rojas
BIOGRAFÍA

EL FORNICIO

Te besaré en la punta de las pestañas y en los pezones,
te turbulentamente besara,
mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tacara esos pies
para otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera española
mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espuma
de la diáspora del Génesis... ¿Qué más
te dijera por dentro?
                                 ¿griega,
mi egipcia, romana
por el mármol?
                       ¿fenicia,
cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
                                               tensa
la cítara de Dios, en la danza
del fornicio?

Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadara
en la inmensidad
insaciable de la lascivia,
                                      riera
frenético el frenesí con tus dientes, me
arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar las esferas
estallantes como Pitágoras,
                                          te lamiera,
te olfateara como el león
a su leona,
                para el sol,
fálicamente mía,
                          ¡te amara!

domingo, 29 de abril de 2012

Juan Manuel Roca / El último adiós a Gonzalo Rojas


Juan Manuel Roca

EL ÚLTIMO ADIÓS A GONZALO ROJAS

BIOGRAFÍA


El poeta colombiano Juan Manuel Roca fue invitado por los hijos del poeta chileno a las exequias de su padre.




"Los días van tan rápidos", solía decir.
           Y bien, a partir de ayer, se nos escondió la figura de Gonzalo Rojas Pizarro, como en uno de los juegos de su niñez, pero se nos aparecerá a cada tanto, cuando nos tropecemos ocasionalmente con un hombre libre y callejero, con la dureza de un rostro de minero, con un caballo montado por un fantasma, con la mirada socarrona de Quevedo, con una tarde fugaz y sonora como un relámpago, esa palabra que iluminaba sus sentidos con solo escucharla.
            El recinto de Bellas Artes donde lo velamos es imponente, casi contrastante con su lenguaje, solo le quita solemnidad la gorra de marinero o de ferroviario, ustedes dirán, que al final del acto ha puesto momentáneamente sobre el féretro su hijo Gonzalo Rojas May.
           Antes de llevarse su cuerpo hacia la morada final en Chillán, ese cuerpo que anduvo el mundo entero a sus anchas, el cuarteto Andrés Bello tocó una dulce pieza musical, el poeta Jaime Quezada proyectó unas palabras sentidas y profundas en nombre de los escritores chilenos, el también poeta y amigo de Rojas Óscar Hann leyó el bello poema Carbón, homenaje al padre que viene de la mina tras la lluvia, con "olor a caballo mojado", y el poeta mapuche Jaime Huenún convocó el poema Sebastián Acevedo, uno de esos libertarios poemas muy suyos, que a veces son como palabras inmoladas.
         A partir de hoy, buscaremos en vano la figura de Gonzalo, su rotundo paso sin pausa por las letras. Pero muchos de sus paisanos no olvidarán los encuentros que propició en la década de los setenta en Concepción, donde trabajó febrilmente trayendo a escritores como Carpentier, Cortázar, Fuentes, Sábato, a dialogar con Neruda,Teitelboim y Parra, entre otros escritores chilenos.
           Otros lo recuerdan como al poeta de un erotismo frutal, como el actor desprevenido del documental Al fondo de todo esto duerme un caballo, realizado por Soledad Cortés, o como el acumulador de premios, el de su colega de Lepanto entre ellos, o como amigo y partícipe del legendario grupo Mandrágora, surrealismo en ristre, o "como el más amigo de nuestros maestros", al decir de Floridor Pérez, uno de los poetas encarcelados por el tiranosaurio Pinochet, que ahora mismo lee otro poema de Gonzalo.
           Cruzan frente a su féretro académicos, escolares, poetas, pintores, músicos, arquitectos, todos amigos de Gonzalo o de su poesía, que es otra forma de la amistad. Todo un pueblo numeroso y conmovido acude al recinto de Bellas Artes.
           A partir de hoy se nos esconderá la figura de Gonzalo Rojas. Se esconderá en el parque de los Artistas, donde mora Claudio Arrau, luego del responso de rigor. Se esconderá él, de puro caprichoso que es, pero no su palabra, esa palabra que asaltó un buen discurso escrito y leído por el ex presidente Ricardo Lagos, de estirpe gonzaliana, y otro que escribió el actual presidente, Sebastián Piñera, que, antes que mandatario, ha sido un reconocido editor.
           Otro de los legados de Rojas, aparte de su lección de humanismo y vitalidad, de su poesía y su terquedad de piedra, reposa por un breve tiempo en los anaqueles de su vivienda, veinte mil libros que la familia Rojas May, con tino y sobriedad entregará por deseo expreso de su padre, para que, como toda biblioteca, salga a la calle, sea "un organismo vivo" en varios lugares, para que sus páginas den su vuelta al mundo en algo más que ochenta días. Algunos, incunables; otros, acunados y acuñados de vieja data, testigos de 93 años de ejercer la libertad y el humor, el amor y el rigor, a un mismo tiempo.
         Me resulta emotivo y honroso que sus hijos hayan querido que viniera desde Colombia a decir unas palabras en su velación, tal vez por el afecto que nos unió, pero sobre todo por venir de un país que siempre lo consideró un compatriota en el mapa de la poesía, uno de los más grandes renovadores de la lírica hispanoamericana. Este fue mi puñado de palabras, antes de su viaje de regreso a Chillán:

     

      Manojo de silencios
      Para Gonzalo Rojas

         
          Si hay algo a lo que siempre se opuso Gonzalo Rojas Pizarro fue a convertirse, como tantos otros peregrinos de la poesía, en un novio de la muerte. Para ello, no se blindó con la coraza del miedo, sino con la razón de quien sabe sacar del socavón de los días, como lo hacía su padre minero, trozos de luz para ayudarnos a habitar, por un tiempo más, el oscuro laberinto.   
          Creo que Gonzalo sigue ejerciendo su carácter libertario, ese que lo llevaba a festejar la infancia del relámpago, su fugacidad atronadora. "Los días van tan rápidos", solía decir, devorado por un hambre de lejanía y una sed de mañanas.         
          Volvemos a su poesía como se vuelve a un pozo de amor y libertad. Ahora mismo esconde, tras su sonora risa, un par de alas, la voz de quien oficia la religión sin feligreses, que es la verdad, una verdad pulsada y diseminada sin otro beneficio que agitarla, una verdad inventada a riesgo de ser declarado reo ausente de la más mísera realidad.         
          Por esa vocación de habitar y ser habitado por la verdad y por los otros es por lo que pudo expresar con llaneza su "Paul Celan soy yo", como poniéndose en la piel de uno de los amenazados por las manos sucias y necrosadas del nazismo. Por esa misma vocación, siempre sostuvo un pulso con los que se abrogan el derecho a matar o a desaparecer, decisiones que toman mientras miran con impaciencia su necrómetro.        
          Nunca, antes de que me tropezara con Gonzalo Rojas, me encontré con alguien tan indiviso entre decir y hacer, entre el hablar y la escritura, entre el pecho bien habitado y el ademán fraterno y generoso que tenía para sus congéneres poetas.         
           En uno de sus tantos espléndidos poemas, Cuerdas inmóviles, nos conmina ante el ausente a no llorar: "¿qué sacan con llorar?, / con ser, qué sacan?, el resurrecto es otra cosa/ y ahí va remando despacito". ¿Por qué no pensar que Gonzalo rema, ahora, despacito, como un barquero de sí mismo? Yo lo veo al remo de sus versos, de esa gran barca de imágenes espléndidas con las que nos dotó para el camino.           
           Gonzalo, aunque usted nunca entendió la poesía como un ejercicio de mesianismo, bueno es decirle que más que como una prótesis, que más que como un remedio de un viejo terapeuta de los caminos, su palabra y sus sonoros silencios viven en nosotros, hasta nueva orden.


http://m.eltiempo.com/gente/exequias-del-poeta-gonzalo-rojas/9230891



jueves, 14 de octubre de 2010

Gonzalo Rojas / Tacto y error

Autorretrato, 1972
Pablo Picasso

Gonzalo Rojas
BIOGRAFÍA

TACTO Y ERROR

Por mucho que la mano se me llene de ti
para escribirte, para acariciarte
como cuando te quise
arrancar esos pechos que fueron mi obsesión en la terraza
donde no había nadie sino tú con tu cuerpo,
tú con tu corazón y tu hermosura,
y con tu sangre adentro que te salía blanca,
reseca, por el polvo del deseo,

oh, por mucho que tú hayas sido mi perdición
hasta volverme lengua de tu boca,
ya todo es imposible.
                                 Hubo una vez
un hombre, una vez hubo
una mujer vestida con la U de tu cuerpo
que palpitaba adentro de todas mis palabras,
los vellos, los destellos;
                                    de lo que hubo aquello
no quedas sino tú sin labios y sin ojos,
para mí ya no quedas sino como la forma
de una cama que vuela por el mundo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Gonzalo Rojas / Enigma de la deseosa

El sueño
Pablo Picasso
Boisgeloup, 24 de enero de 1932
Nueva York, colección Mrs. Victor W. Ganz
Gonzalo Rojas
BIOGRAFÍA
ENIGMA DE LA DESEOSA

Muchacha imperfecta busca hombre imperfecto
de 32, exige lectura
de Ovidio, ofrece: a) dos pechos de paloma,
b) toda su piel liviana
para los besos, c) mirada
verde para desafiar el infortunio
de las tormentas;
                           no va a las casas
ni tiene teléfono, acepta
imantación por pensamiento. No es Venus;
tiene la voracidad de Venus.


martes, 12 de octubre de 2010

Gonzalo Rojas / Qué se ama cuando se ama


Fotografía de Mapplethorpe

Gonzalo Rojas
¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?


Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, que se halla, qué
es eso : amor? ¿ Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?


¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?


Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.




lunes, 11 de octubre de 2010

María Ángeles Pérez López / La respiración poética de Gonzalo Rojas


María Ángeles Pérez López

El pneuma y lo inhablable en la respiración poética de Gonzalo Rojas




El aliento poético de Gonzalo Rojas es entrecortado. Se distiende por el insistente empleo del versículo, especialmente al comienzo de poema («Culebra o mordedura», «Qué bueno ir lejos en el cuerpo de las mujeres hermosas», «Trotando a Blake», «Desocupado lector»), mientras que en otros poemas se contrae dando lugar a formas versales y estróficas breves, como ocurre en «Vocales para Hilda», «Éxtasis del zapato», «Olfato» o «Asma es amor». En este poema, «Más que por la A de amor estoy por la A/ de asma, y me ahogo/ de tu no aire», dice Rojas. La a que enlaza con la ansiedad y la angustia, con el Angst alemán, conecta además con la propia biografía del chileno y con las nociones clásicas de rhythmus y de numerus.


               De un lado, ha recordado Rojas: «Yo era tartamudo de pequeñito. Me costaba un mundo sacar los vocablos con fonemas duros, la pe, la te, la ka, qué horror, en lugar de leerlos, me inventaba otra palabra suave y hacía jugar mi imaginación. Ése es el taller interno de un poeta». De otro, la noción de numerus es capital en quien ha estructurado su obra en tres, cinco o siete partes a partir de tres vertientes que se corresponden con el Numen, el Eros y lo contingente (ya Oscuro lo organizó en tres partes tituladas «Entre el sentido y el sonido», «Qué se ama cuando se ama» y «Los días van tan rápidos»), lo que implica la búsqueda de una cifra poética a través del pneuma como soplo vital. Éste es de carácter sacro y está emparentado estrechamente con el numen como presencia y esencia inefable de lo sagrado, ante el que sólo queda el temblor personal. Así pneuma y numen cruzan sus territorios y establecen una zona fecunda para el chileno: poemas como «La palabra placer», «En cuanto a la imaginación de las piedras», «No haya corrupción», «Conjuro», «A quien pueda importar», «Las hermosas» o «El fornicio» comienzan a partir de versículos memorables —«Te besara en la punta de las pestañas y en los pezones, te turbulentamente besara» («El fornicio»)— que luego dejan paso a formas mucho más contenidas, y la tensión que surge de esa respiración anisosilábica se refuerza porque las pausas versales rompen la unidad sintáctica de nuestra lengua: leemos en «La palabra placer», «De él somos, del/ mísero dos partido/ en dos somos, del/ báratro, corrupción/ y lozanía y/ clítoris y éxtasis, ángeles/ y muslos convulsos».
              El hálito entrecortado convierte en constante la referencia al aire en la obra rojiana («Me levanto a las 4 a ver si todavía hay aire, si hay/ piedra con aire», de «Me levanto a las 4»; «Del aire soy, del aire, como todo mortal» en «Mortal» o su Antología de aire de 1991) y le lleva a afirmar que su ritmo lo ganó «desde la asfixia» («Ejercicio respiratorio», «Aroma», «Caída y fascinación de la historia», «Y nacer aquí es una fiesta innombrable»). Tal como confesaba a Juan Andrés Piña: «Si tú examinas mi palabra poética, te encuentras que a lo largo de ella existe esa trepidación un poco diastólica y sistólica de quien se paraliza y asfixia un poco, y después se desvía».
             El poema «Asma es amor» remite precisamente a una de las características de la obra de Rojas: la percepción del «resuello» o balbuceo del poeta que no puede alcanzar el pneuma, el espíritu que aspira a la unidad. Y ese balbuceo o tartamudeo nos lleva de un lado al movimiento angustiado del asmático en su espiración e inspiración, su apertura y su cierre, mientras que por otro se enraiza en la gran tradición de la poesía mística española, tanto teresiana como sanjuanista y reclama el concepto de inefable, aquello que excede los límites que el lenguaje se esfuerza en derrotar, aunque él prefiera el término «inhablable» porque el primero está cargado de peso retórico y se encuentra ya categorizado, a diferencia del habla, siempre viva. Desde ella se mueve el poeta porque se considera a sí mismo hijo de la oralidad (también por su condición americana), lo que le lleva a buscar al oyente en lugar del lector (así tituló su discurso de recepción del Premio Cervantes 2003: «No al lector: al oyente», declarándose «un defensor de la palabra que se oye y de la comunicación que zumba de los juegos de las vocales, del sentido y significado y del intrasentido vocálico y silábico»), y porque ha articulado una intensa reflexión metapoética acerca de la relación de su obra con el aire. No en vano propuso el poema «La palabra» como «Un aire, un aire, un aire,/ un aire,/ un aire nuevo:/ no para respirarlo/ sino para vivirlo». Decía en «Saludos a Tzara» que «lo que no es aire/ en poesía, ni rotación y traslación, son míseros libros/ oliscos a inmortalidad, pura impostura».



             Quien busca en la oscuridad el enigma (y Oscuro es el título de su tercer libro, que lo dio a conocer a los lectores de nuestra lengua en 1977) es el alumbrado (su libro de 1986), el que persigue una armonía heterodoxa en la que caben tanto Eros y su potencia liberadora como las condiciones, a menudo dolientes, del testigo de la vida inmediata. Para dar cuenta de esa totalidad con su clara vocación de absoluto, en esa apetencia de integración que nombró José Olivio Jiménez, el poeta respira asmáticamente. Esa respiración entrecortada, que es plenamente consciente de su largo parentesco con la tradición poética anterior (la respiración enfática y libérrima de Pablo de Rokha, la lúdica de Vicente Huidobro, la material de Neruda o la despojada de Vallejo), está presente en el conjunto de su obra ya desde su primer libro (el «respiro-asfixia» que Rojas advierte en La miseria del hombre) y pretende un objetivo teleológico: derrotar a la muerte (Contra la muerte es el título de su segundo libro, de 1964). Para ello, la contracción violenta del asmático encontrará su metaforización en la figura del relámpago, una de las más transitadas por el chileno (Del relámpago —1981, 1985—, pues como ha escrito, busca «la realidad detrás de la realidad, pero desde el relámpago», desde «el portento tetrasilábico del relámpago que sigue siendo mi éxtasis»). Del mismo modo que el relámpago recorta su luz brusca y brevemente contra la tormenta, así el versículo que da paso al verso breve, en su trajín angustiado por el pecho, constituye el momento de fulgor que persigue el poeta: fusión de palabra y silencio, de luz y oscuridad, de continuidad y del instante. Rojas, que conoce muy bien la estructura rítmica del idioma, sin embargo opta por el desgarro, la asintonía, la fractura que se establece en el seno del poema, consciente de que la armonía es posible pero pertenece al territorio de lo inhablable, lo que no se puede y no se sabe decir, porque se tiene la certeza de «no alcanzar a decir lo que quiero decir». Y por tanto, que se juega en lo oscuro, ese encuentro con el numen del que hablaba antes y cuya raíz es poética y sacral («La poesía se me da en la órbita de lo sagrado...», ha dicho el poeta).
              Pneuma y numen, soplo inarmónico y tenso de las palabras en el aire para ir al encuentro de lo sacro, de modo que el poema sea el aire que alumbra, como el relámpago, el misterio de la vida en su totalidad, y, claro está, no para respirarlo sino para vivirlo.


http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/rojas/acerca/perez_lopez.htm