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miércoles, 10 de abril de 2019

Los 100 mejores discos de la edad de oro del jazz, en un libro


Los 100 mejores discos de la edad de oro del jazz, en un libro

El volumen incluye textos de Diego Manrique, Jordi Soley e Iker Seisdedos


Jacinto Antón
Barcelona, 9 de abril de 2019






Wayne Shorter.
Wayne Shorter.

“Digámoslo fríamente: este criollo de Nueva Orleans era más temido que querido entre sus colegas. Bechet tenía mal beber, solía olvidar sus compromisos, recurría a la violencia y se comportaba de forma execrable con las mujeres. Sin embargo, nadie dudará de sus dones musicales”. Este suculento comentario de Diego Manrique aparece en la entrada correspondiente a Sidney Bechet plays Sidney Bechet, uno de los discos que figuran en un libro que recoge los 100 mejores de la edad de oro del jazz. La lista que propone Los 100 mejores discos, una introducción al jazz moderno 1953-1962 (Elemental Music Records, 2019) no se limita a la ficha y la información de cada obra, sino que incluye los muy diversos comentarios del propio Manrique, Iker Seisdedos y Jordi Soley, periodistas de acreditados conocimientos musicales los dos primeros, y productor discográfico y antiguo propietario de la tienda barcelonesa Jazz Collectors el tercero.

Billie Holiday / Una vida de abusos, malos tratos y drogas


DE DONDE SON LOS CANTANTES

Billie Holiday

Una vida de abusos, malos tratos y drogas

Antes de morir, la cantante dejó una autobiografía en la que detalla lo duro que fue crecer como una mujer negra


ROCÍO AYUSO
Los Angeles, 2 de diciembre de 2018

La voz de Billie Holiday es inolvidable. Lo mismo ocurre con la vida de Lady Jazz. La cantante falleció en 1959 a los 44 años, víctima de una vida rota y adicta a las drogas. Pero tres años antes de su muerte dejó escrito uno de sus legados más poderosos, una autobiografía que titulaba Lady Sings the Blues. A través de este escrito, la intérprete detalla con sus propias palabras los abusos y vejaciones sufridas, sus problemas con la heroína y lo duro que fue crecer como mujer negra en un Estados Unidos racista y segregada. Como la dama del jazz dice en el libro: “Nadie entona la palabra hambre como yo o canta como yo la palabra amor”.

martes, 9 de abril de 2019

Cuatro canciones imprescindibles para recordar a Billie Holiday




Billie Holiday cantante jazz
FOTO: GETTY

Cuatro canciones imprescindibles para recordar a Billie Holiday

Hoy se cumple un siglo del nacimiento de la mejor cantante de jazz de todos los tiempos. Homenajes y eventos se suceden en todo el mundo.

RITA ABUNDANCIA 
07 ABR 2015 17:33

La música y la literatura rendirán su especial tributo a la maravillosa cantante de vida tortuosa. Para empezar, se espera la publicación de una nueva biografía, firmada por John Szwed y titulada Billie Holiday: The Musician and the Myth.
La cantante de jazz Cassandra Wilson saca este año un álbum titulado Coming Forth by Day, realizado con la colaboración del guitarrista Kevin Breit. En él, revisa algunas de las canciones más populares de Holiday, aunque las coloca en un plano musical algo distinto, con arreglos cercanos al rock. Cassandra actuará también este viernes en el teatro Apollo de Nueva York, en un concierto que tiene por título A Celebration of Billie Holiday; mientras Cécile McLorin Slavant ofrecerá, un día después, otro recital con la música de Holiday, en el Lincon Center neoyorquino.

jueves, 14 de abril de 2016

Las siete vidas de Gato Barbieri

Las siete vidas de Gato Barbieri

A los 83 años, el más cosmopolita de los saxofonistas argentinos habla
de los shows en el Blue Note que le hacen olvidar sus achaques
y del Grammy honorífico.

Por Humphrey Inzillo
LA NACION
DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE DE 2015



"¡Uy! ¡Qué puntual que llamaste, che! ¿No podrías darme diez minutos? Acabo de volver del parque y estoy un poco cansado", pide Leandro "Gato" Barbieri del otro lado de la línea telefónica. Son las dos y media de la tarde en Nueva York, y el músico más importante en la historia del jazz argentino, que a fines de este mes cumplirá 83 años, acaba de regresar a su departamento luego de una caminata por el Central Park. Diez minutos después, el Gato atiende el teléfono y explica: "Antes, yo hacía cualquier cosa. Incluso, jugaba al fútbol. Pero ahora tuve un pequeño ataque cerebral. Como se me paralizaron las piernas, tengo que salir a hacer un poco de ejercicio. Camino, pero no demasiado bien". También se lamenta: "El problema es que mi memoria se fue abajo, no me acuerdo de ningún teléfono. Antes yo podía llamar a todos mis amigos sin problemas. Estoy un poco triste, porque esto va a ser así para siempre. Lo único bueno es que un par de veces al mes voy a tocar al Blue Note".

Gato Barbieri / Un sonido inolvidable, un tango para la eternidad





Gato Barbieri

Gato Barbieri


Un sonido inolvidable, un tango para la eternidad

El músico argentino Gato Barbieri creó sensaciones memorables con su saxo, tocando como los dioses



Sería complicado, fatigoso o impúdico para cualquier melómano explicarles a los demás las razones por las que determinados discos ocupan un lugar a perpetuidad en sus fibras más íntimas desde la primera vez que los escucharon. Después de miles de audiciones (de acuerdo que los LP se rayaban, o expulsaban después de colocarlos 10 veces en el plato aquel ruidito que ahora recuerdas como algo más entrañable que molesto, y que los CD tampoco garantizan eterna duración, algo al parecer eliminado en las audiciones a través del prodigioso Internet, pero los trogloditas siempre identificaremos la música con los discos de vinilo) les siguen emocionando, giran en su cabeza y en su corazón, se han convertido en la banda sonora de lo que han vivido, querido y sufrido. Y tal vez ese amor, obsesión, complicidad, no la protagonicen incuestionables obras maestras de la música, esa condición con atributos intocables llamada clasicismo, sino que esos sonidos o esas voces que alborotan permanentemente el alma obedecen a motivos que solo conocen ellos, aunque haya otras persnas, muchas o pocas, que compartan ese amor.

El grito de fuego de Gato Barbieri






Gato Barbieri

El grito de fuego de Gato Barbieri


El saxofonista, fallecido a los 83 años, luchó por su idea de una música panamericana




CARLOS GALILEA
4 ABR 2016 - 03:34 COT


El sonido de su saxo tenor sobre las imágenes de Marlon Brando y María Schneider en El último tango en París quedó grabado en la memoria de toda una generación. Era 1972 y la película de Bernardo Bertolucci, con el que Barbieri ya había trabajado en Prima della Rivoluzione, desató pasiones.

El músico argentino acaba de fallecer a los 83 años, a causa de una neumonía, en Nueva York, la ciudad que eligió para vivir -un piso frente a Central Park- hace más de cuarenta años. Leandro Gato Barbieri había nacido en Rosario, el 28 de noviembre de 1932, hijo de un carpintero que tocaba el violín de oído. Su madre, a la que llamaban China, y a la que dedicó su disco The shadow of the cat, le apoyó en sus sueños musicales y su hermano mayor, Rubén, trompetista, le ayudó a dar sus primeros pasos. Con doce años estaba en Buenos Aires estudiando clarinete cuando escuchó a Charlie Parker y se pasó al saxo alto. Poco después, tras ver a Coltrane en un concierto del quinteto de Miles Davis, y formando ya parte de la orquesta de Lalo Schifrin, se decantaría por el tenor. En los años sesenta se instala con su mujer Michelle en Roma, donde acompaña a músicos como Jim Hall, y durante una estancia en París conoce a Don Cherry con el que viaja a Nueva York.

domingo, 12 de julio de 2015

Melody Gardot / Worrisome Heart


WORRISOME HEART 
by Melody Gardot

I need a hand with my worrisome heart
I need a hand with my worrisome heart
I would be lucky to find me a man
Who could love me the way that I am
With this here worrisome heart

I need a break from my troublin ways
I need a break from my troublin ways
I would be lucky to find me a man
Who could love me the way that I am
With all my troublin ways

I need a man who got no baggage to claim
I need a man who got no baggage to claim
I would be lucky to find me a man
Who could love me the way that I am

A worrisome, troublin, baggage free
Modern day dame
Worrisome, troublin, baggage free
Modern day dame
Ain't nobody the same.




DE OTROS MUNDOS



Melody Gardot / Una diva con conciencia

Melody Gardot 

Una diva con conciencia

Melody Gardot escribe sus propias canciones y posee una voz carnosa y emocionante. De ella se ha dicho: “Gardot es jazz, sin serlo, aun siéndolo”

Su esperado nuevo disco, 'Currency of Man' recorre los escenarios de la violencia racial en Estados Unidos


    La cantante Melody Gardot. / FRANCO PAOLO TETTAMANTI
    Se ha cansado de la palabra “yo”. Melody Gardot no habla ahora en sus canciones de asuntos personales. Los protagonistas de su nuevo disco, Currency of Man (Decca/Universal), son personas a las que no suele prestarse atención, anónimas pero hermosas, que viven tiempos difíciles y luchan por superarlos. “Historias para recordar lo que pasa aunque tú estés tan ocupado en tu propio mundo que lo has olvidado”, explica. “Amo a la humanidad, aunque no estoy segura de cuánto amo a los seres humanos. Están ocurriendo cosas inquietantes. Me encontraba en Florida cuando sucedió lo de Baltimore y después viajé a Nueva York y Filadelfia. Allí, y en muchos otros lugares, había marchas de protesta. Creo que ahora el sentimiento general, y no importa dónde vivas, es el de querer ayudarnos unos a otros cuando nos enfrentamos a un desastre, sea natural o causado por seres humanos, como en el caso de Charlie Hebdo. Se está despertando una conciencia. Como nunca antes, reconocemos la existencia del otro, formamos parte de algo común. Todos estamos conectados”.
    El título de Currency of Man es “por el precio que ponemos a la humanidad. La forma en que definimos el valor de una persona. Hubo un tiempo en el que el dinero se usaba para comprar hombres. Y en esta sociedad en la que hablamos de igualdad, independencia, libertad, me extraña que aún nos definamos a nosotros mismos como exitosos o no en función de ese trozo de papel”.

    domingo, 18 de agosto de 2013

    Melody Gardot / La diosa del jazz

    foton
    Melody Gardot
    Foto de Fabrizio Ferri

    Melody Gardot

    LA DIOSA DEL JAZZ

    La cantante estadounidense reina en los festivales de verano con su jazz melancólico. Su brillante carrera empezó tras un accidente

    CARLOS GALILEA 16 JUL 2013 - 18:18 CET

    Melody Gardot

    Melody Gardot está en París. En un hotel de cinco estrellas al lado de los Campos Elíseos. La joven estadounidense tiene un concierto privado: canta en un pabellón de acero y vidrio instalado en el Jardín de las Tullerías, para los más de 300 invitados de la marca suiza de joyas y relojes de lujo que la ha elegido como embajadora. Circula un vídeo con su interpretación de "La vida en rose" y, en los últimos meses, ha llenado seis veces el Olympia, la mítica sala que vio triunfar a Edith Piaf, Jacques Brel o Amália Rodrigues. “Amo París. Es el primer sitio que sentí que era mi hogar. Me gusta el estilo de vida. El aprecio de la gente por la poesía, la música y las artes. Vivo en Filadelfia, una de las ciudades más antiguas de Estados Unidos, y hay una calle diseñada por el hombre que proyectó los Campos Elíseos así que tiene cierto aire parisino. Yo solía caminar por ella desde niña imaginando que estaba aquí”.
    Hoy toca pelo negro, las uñas de las manos de color azul y labios rojo sangre, un vestido corto morado, medias de rejilla y zapatos de tacón de aguja, sombrero negro de ala y esas gafas oscuras que probablemente sólo se quita a la hora de dormir. ¿Poses de diva? Nada más lejos de la realidad. Melody Gardot –la ‘t’ final no se pronuncia- se muestra amable y cálida. En cuanto desaparece del cuarto de hotel la cámara de TV de su anterior entrevista pide permiso al periodista para quedarse descalza y, apoyándose levemente en su bastón, se acerca a la ventana abierta a un gran patio para fumarse un cigarrillo. Con el sonido de fondo de las campanas de una iglesia cercana, habla sobre las diferencias entre el idioma portugués en Portugal y en Brasil, o el castellano de España y el de América –explica que le cuesta mucho menos entender los acentos del hemisferio sur-, y se interesa por saber las razones de las distintas pronunciaciones de la ‘c’ y la ‘z’ en español. Su novio entra en la habitación y le entrega una bolsa de plástico de la que ella saca varios grandes botes de suplementos vitamínicos naturales: C, B12… Se sienta ante una mesita, desenrosca uno de los tapones y se traga dos pastillas sorbiendo con una pajilla agua mineral de una pequeña botella. “A algunos músicos les gusta tomar drogas, lo mío son las vitaminas”, dice riendo.
    Hace diez años –ella tenía 19- pedaleaba por las calles de Filadelfia cuando se le cayó el mundo encima. Un todoterreno se saltó un semáforo en rojo y la arrolló. Quedó en el suelo con la pelvis fracturada y múltiples traumatismos. “¿Si empezó una nueva vida? Yo creo en el viaje del alma. Hay muchas historias de personas que han tenido experiencias próximas a la muerte y de cómo les ha cambiado la vida. Absolutamente todo cambia dentro de uno. Y fuera de nosotros, a nuestro alrededor. Para mejor. No me puedo imaginar más agradecida al despertar y por ser lo que soy ahora. Es un milagro –pronuncia la palabra en español-”. Hasta entonces pintaba y soñaba con trabajar en el mundo de la moda o el diseño. Y, desde los 16, y para sus gastos, tocaba el piano en bares los fines de semana: de Duke Ellington a Radiohead.

    "Me siento más cómoda escribiendo un blues porque entiendo
    el sufrimiento"
    “Tenía tal cantidad de morfina en el cuerpo que alguien podría haberme dicho que me iban a implantar un pene y le hubiera contestado ‘bien, estupendo, sólo quiero que me enseñes a usarlo’ (se ríe). Yo estaba en cama y veía unas sombras blancas que eran los médicos. Como en una película de vampiros. Tenían gráficos en las manos y con su diagnóstico me condenaban a cadena perpetua. Una curiosa manera de jugar a ser Dios”, recuerda. “He visto tantas cosas hermosas que los médicos no consiguen explicar. Si tú quieres, si trabajas contra la muerte, te puedes quedar aquí un poquito más. Creo que una muerte emocional se produce de igual modo”.

    MELODY GARDOT

    Tardó meses en hablar de nuevo –su cerebro funcionaba, pero las palabras no lograban salir de su boca- y más aún en volver a caminar. Un neurólogo la animó a utilizar la música como terapia. Recostada en la cama intentaba canturrear ayudándose de una guitarra. Así surgió, en 2005, el material de un EP de seis canciones que acabó llamándose ‘Some lessons’. Las había ido grabando en un ocho pistas que tenía en su habitación. Al principio lo hacía simplemente porque le fallaba la memoria a corto plazo: era incapaz de recordar qué había hecho un rato antes. “Cuando regresé a casa había un par de zapatos de tacón de aguja al pie de la cama y no dejaba de mirarlos pensando ‘algún día me los voy a poner’. Conocí a una osteópata, una persona muy especial a la que le importaba un comino el negocio de las aseguradoras médicas o el número de pacientes que se suponía debía de atender diariamente, y le pregunté ‘¿crees que podré volver a caminar algún día?’. Y ella me contestó: ‘Nena, yo te voy a ver bailando” (se emociona al contarlo).

    Melody Gardot
    Hoy sigue siendo hipersensible al sonido y la luz –de ahí sus gafas oscuras- y camina con un bastón. Uno de los doctores que la cuidaron comentó que no es posible separar su música del daño que sufrió. Se queda un rato en silencio. “¿Ray Charles era ciego, Ray Charles era un músico o Ray Charles era un músico ciego? Creo que una puerta conduce a otra puerta. Estoy dónde estoy porque vengo de dónde vengo. Así que lo acepto de la mejor manera. Es como el vino y el viñedo. No puedes cambiar la tierra de la que nace la uva, pero cada año cobra un sabor distinto”, comenta quien practica el budismo y sigue una dieta macrobiótica. Melody Gardot financia un programa de terapia musical en el hospital de Nueva Jersey donde fue atendida. Y en su página de Internet dejó escrita una reflexión sobre la discapacidad: “¿Esa palabra no debería aplicarse a todo el mundo? Piensa en cuanta gente que tú conoces no dibuja bien. Todas esas personas que no saben dibujar ¿no están discapacitadas para la pintura? Yo soy capaz de realizar determinadas tareas e incapaz de hacer otras. Eso es todo".

    Cuando se acerca al micro, deja
    el bastón y empieza a cantar a capellaacompañándose de los chasquidos de los dedos, no hay quien se le resista
    En 2008 grabó "Worrisome heart" y, al año siguiente, producción de Larry Klein y arreglos de Vince Mendoza, "My one and only thrill", del que ha vendido cientos de miles de ejemplares. Cuando se acerca al micro, deja apoyado el bastón y empieza a cantar ‘a capella’ acompañándose apenas de los chasquidos de sus dedos, el tintineo de una pulsera o su tacón golpeando el suelo, no hay quien se le resista. Afinación, swing, y una coloratura de voz carnosa que le permite transmitir emoción sin necesidad de forzar registros: al servicio de la melodía, de la letra de cada canción. En sus conciertos suele incluir algún que otro clásico: ‘Over the rainbow’ –homenaje a su abuela-, ‘Ain´t no sunshine’ de Bill Withers o ‘Sodade’, que cantaba Cesaria Evora. Aunque, básicamente, interpreta sus propias composiciones. Algunas parecen sacadas del mejor cancionero estadounidense de los cuarenta y cincuenta. “Me siento más cómoda escribiendo un blues porque entiendo el sufrimiento. Me gustan las historias, leerlas, oirlas y, de vez en cuando, incluso escribirlas”. Carla Bruni compara sus letras con la poesía de Emily Dickinson: “Carla es un encanto”.

    Melody Gardot

    Si uno la escucha por primera vez, sin tener la más mínima referencia previa, su voz no parece la de una mujer de veintitantos años. “Todo el mundo piensa que soy mayor. Y lo soy”, asegura. “Yo diría que tengo dos millones de años porque me interesa mucho más el alma que cuantas décadas lleva acumuladas mi cuerpo”. Vive prácticamente en una maleta. “Soy como un genio, todo lo que tienes que hacer es frotarla tres veces y aparezco”, dice riendo. Al pasar la mayor parte del tiempo viajando se vio obligada a desprenderse de su gato Maestro. “Oh, Maestro, Maestro”, exclama como lo haría una niña. “Cuando empecé a viajar no podía hacer planes de nada. Me avisaban de pronto de que tenía que estar dentro de un avión en tres días y pasar una semana fuera de casa. Y luego volvía a casa y vuelta a empezar. Al vivir sola tuve que encontrarle un nuevo hogar a mi gato. Era increíble porque yo estaba tocando el piano en mi apartamento y si le gustaba, saltaba de la cama, venía a sentarse conmigo en el taburete, y se quedaba allí moviendo su cola al compás”.
    “Un día me desperté y decidí ir a Lisboa. Mucha gente hace planes, yo reacciono a mis sentimientos. Quería estar despierta de noche y muchas ciudades echan el cierre, pero en Lisboa puede escucharse música desde las diez de la noche hasta las tres de la madrugada. Y puedo ir a cualquier parte caminando lo cual es muy importante para mí porque no quiero volver a conducir”. Conoció a la viuda del compositor y guitarrista Carlos Paredes, Luisa Amaro, que ha sido su profesora y con la que mantiene contacto. “Yo lloraba al escucharla tocar. ¿Has visto sus manos? Para tocar la guitarra portuguesa necesitas tener dedos muy fuertes”. El gran Carlos Paredes había grabado en 1990, en París, "Diálogues", a dúo con el contrabajista de jazz Charlie Haden, que hace tres años invitó a Melody Gardot –también a Diana Krall, Norah Jones y Cassandra Wilson- a participar en su ‘Sophisticated ladies’.
    The absence’, título del último disco, tiene que ver con la palabra portuguesa ‘saudade’ y juega con la idea de la ausencia y la presencia. Está dedicado a todas las madres, en particular a la suya, que pasó penurias para poderla sacar adelante. También lo dedica a sus ex y sus amantes: “Cualquiera que se comprometa con un músico necesita comprender que hay un adulterio. Tienes que perseguir a la musa, y ésta puede llegar en cualquier momento”. En "The absence" hay una canción llamada "Amalia": "Unos niños bajaban por unas escaleras de Lisboa cantando una canción de Amália Rodrigues cuando me encontré una paloma con un ala rota. Parecía una escena de una película de Fellini. La tomé en mis manos y llamamos a un veterinario, un memo que la dejó caer al suelo y me dijo “se va a morir, olvídate”. Para no alargar la historia, se encuentra bien y ya puede volar, pero ella resulta que es él. Pensaba que era una hembra y es Amalio”.

    Melody Gardot


    “Sentí que había una línea que fue hasta Portugal y España desde África y de allí a Cuba y América del Sur. Una gran conexión musical”
    Con ‘The absence’, que se grabó tras meses pasados en Buenos Aires, Marrakech, Río de Janeiro…, parte hacia nuevos destinos. Más solares, coloridos y probablemente felices porque en las sesiones de ‘My one and only thrill’, en los estudios Capitol de Los Ángeles, el arreglista Vince Mendoza llegó a bromear con ella: “Si no empiezas a escribir melodías más alegres no harás carrera”. “Sentí que había una línea que fue hasta Portugal y España desde el norte de África y de allí a Cuba y América del Sur. Una gran conexión musical”, explica. Para esta aventura contó con la producción del brasileño Heitor Pereira, ex guitarrista del grupo Simply Red y compositor de música para cine: “Normalmente yo entraba en el estudio, grababa las canciones, les añadíamos cuerdas, y luego me iba a casa. Con él fue un ‘vamos a volvernos locos’. Ahora, cuando estoy en un escenario, es siempre distinto”. Descubrió la música de Brasil, mientras se recuperaba del accidente, con el disco de Stan Getz y João Gilberto: “En realidad me gusta la voz de Astrud Gilberto, que todo sea tan sencillo, que no haya que hacer nada más. Es el tipo de chica que imagino feliz por juntarse con los chicos para tomarse una copa en un bar y luego cantar algo como si no le importara lo más mínimo. Luego me enamoré de Elis Regina. Elis me mata. Y a veces quiero que la música me mate”.
    “Gardot es jazz, sin serlo, aún siéndolo”, opina el crítico de jazz de Le Monde. A ella no le preocupan las posibles deserciones ante su metamorfosis: “Ve a un concierto y verás. El jazz es libertad. Yo lo veo como si tuviera un restaurante y preparara siempre el mismo plato. Tengo un estilo, pero he descubierto cosas en mis viajes y añado otros ingredientes para probar. La gente anda dividida al cincuenta por ciento. La reacción que más me satisface es la de quienes al escuchar el disco por primera vez lo detestaron, y luego les ha encantado. Si te fijas en tipos como Miles [Davis] ves que nunca hizo la misma cosa dos veces. Mientras vivimos, estamos siempre en movimiento”.
    The absence’ y ‘My one and only thrill’ están editados por Universal Music. http://melodygardot.co.uk



    domingo, 7 de marzo de 2010

    David Simon / Tremé / Nueva Orleans, entre el moho y el jazz



    Nueva Orleans, entre el moho y el jazz

    David Simon reconstruye la vida después del huracán Katrina en la serie 'Tremé'


    En Tremé, Simon se ha vuelto a rodear de un potente equipo de escritores -Eric Overmyer, David Mills, George Pelecanos, Tom Piazza-, así como por personajes ilustres de Nueva Orleans, como Susan Spicer, una de las mejores chefs de la ciudad, o el trompetista Kermit Ruffins. También hay cameos de foráneos, como el cocinero más crápula de Nueva York, Anthony Bourdain, o los músicos Elvis Costello, Patty Griffin y Steve Earle.

    CARMEN PÉREZ-LANZAC
    Nueva Orleans 7 MAR 2010

    Tras la tromba de agua que el 29 de agosto de 2005 anegó Nueva Orleans llegó el calor abrasador. Y con los días, todas esas casas cerradas a cal y canto se llenaron del maldito moho. Los títulos de crédito de Tremé, la nueva serie de David Simon -el talento de la pequeña pantalla más admirado del momento- muestra una sucesión de imágenes abstractas de esa peste que tras el desastre del Katrina lo invadió todo.

    La nueva serie del creador de The wire y Generation kill nos sitúa en noviembre de 2005, tres meses después de la rotura de los diques que mató a 1.300 personas en la ciudad. Los efectos del desastre, marcado por una pésima gestión gubernamental, son evidentes en el ánimo y en las calles. Algunos de los residentes de los barrios más pobres, los más afectados por la inundación, se atreven a volver a sus casas, que están destrozadas. La gente intenta rehacer sus vidas. Músicos como Antoine Batiste (Wendell Pierce), cocineros como Janette Desautel (Kim Dickens), profesores como Creighton Bernette (John Goodman).... "¿Cómo está tu casa?", se preguntan. "Dios, no me preguntes por mi puta casa".





    El creador de 'The wire' retrata las raíces de la cultura de EE UU
    Hacen cameos Elvis Costello, Steve Earle o el 'chef' Anthony Bourdain

    Estamos en Nueva Orleans, en la sureña Luisiana, y el clima está muy revuelto. Tras un día abrasador, el lunes 1 de marzo el frío cala y el cielo plomizo augura un diluvio que llegará en unas horas. Son las 12.30. Dos coches de policía cortan los extremos de la calle Tremé, a una manzana del barrio francés, el corazón turístico de la ciudad. En el número 1212 se está rodando una secuencia de interior. A pocas calles, una vieja iglesia masónica sin calefacción hace de comedor del equipo de rodaje. Como es habitual en Simon, muchos de ellos son personas reales, vecinos de la ciudad reclutados para la ocasión. ¿Será aquella mujer negra con el pelo lleno de rulos una vecina del barrio de Tremé? ¿Y aquel tipo alto y vitalista que irradia buen rollo?
    David Simon

    Este último es Davis McAlary y es un tipo real. Un músico de la ciudad al que Simon ha fichado para que participe en el desarrollo de las tramas y supervise que los guiones son fieles a la realidad. Uno de los personajes de Tremé se inspira directamente en él. Davis, 41 años, daba clases de música en un colegio cuando Simon le llamó. "Me pasó lo que nunca pasa: hice un buen disco, alguien escribió una buena crítica y alguien importante lo leyó y me contactó. La vida es rara y maravillosa", sonríe. ¿Y qué tal están retratando a la auténtica Nueva Orleans? "No es perfecto, porque no hacen todo lo que les digo, pero le doy un 90 sobre 100. Teniendo en cuenta que a la mayoría de las películas sobre esta ciudad les doy un 25, no está nada mal".
    Además de por su estilo, crudo como la vida misma, Simon destaca por saber elegir a sus colaboradores. Escribió las cinco temporadas de The wire junto al ex comisario Ed Burns, una de sus fuentes durante los años en que fue el redactor de sucesos del Baltimore Sun. En Tremé, Simon se ha vuelto a rodear de un potente equipo de escritores -Eric Overmyer, David Mills, George Pelecanos, Tom Piazza-, así como por personajes ilustres de Nueva Orleans, como Susan Spicer, una de las mejores chefs de la ciudad, o el trompetista Kermit Ruffins. También hay cameos de foráneos, como el cocinero más crápula de Nueva York, Anthony Bourdain, o los músicos Elvis Costello, Patty Griffin y Steve Earle. Como no podía ser de otra manera, la música es uno de los ejes de la serie (HBO planea vender los temas por iTunes), así como los coloridos funerales de la ciudad, que marcarán el ritmo de una serie que en EE UU se estrena el 11 de abril y en España en mayo (en TNT, dial 24 y 45 de Digital +). De momento están confirmados los 10 episodios de la primera temporada, de una hora cada uno. Está por ver qué opina la audiencia. Si gusta, Simon espera rodar cuatro temporadas más.
    A quien espere la crudeza de The wire, ese retrato directo al estómago de las capas de la corrupción, Simon le avisa: esto es otra cosa. "The wire iba sobre cómo el poder y el dinero pervierten la ciudad", dice ya al caer la tarde desde la cafetería de un céntrico hotel, a resguardo del diluvio que truena fuera. "Tremé,sin embargo, trata sobre la cultura. Es el retrato de una ciudad y de la gente corriente que la forma. Muchos se preguntaban qué sería de Nueva Orleans tras el Katrina porque esta ciudad y su identidad musical es lo más real que hemos logrado en todo Estados Unidos".
    Y su entusiasmo es contagioso. El actor Clarke Peters, con el que ya trabajó en The wire y que en Tremé interpreta a Albert Lambreaux, un líder comunal que en las primeras escenas de la serie regresa a su casa, invadida por el moho, es ya un enamorado de esta carismática ciudad. "Tremé reivindica el valor de la cultura de Nueva Orleans", dice. "Sus raíces son de África, Francia, España... Es como un gumbo, el guiso criollo típico de aquí. Y eso es lo bonito de esta ciudad".
    * Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de marzo de 2010