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martes, 18 de agosto de 2020

García Márquez y Josep Pla / Noticias y novelas: caso abierto




Noticias y novelas: caso abierto

Dos libros de Josep Pla y Gabriel García Márquez demuestran que el periodismo escrito es, fue y será un género de la literatura


JUAN LUIS CEBRIÁN
18 OCT 2018 - 03:15 COT

Fue Nélida Piñón quien durante un debate en Buenos Aires sobre la confusión entre ficción y realidad me confesara su interés por averiguar las implicaciones literarias de la posverdad. Las fronteras entre la novela y el reporterismo parecen muchas veces difusas, y al menos desde Dickens a nuestros días han sido dinamitadas en numerosas ocasiones. Desde ese punto de vista podría admitirse incluso que las posverdades que inundan ahora el medio ambiente contribuyen a la calidad de la literatura tanto o más que a la destrucción de la opinión pública en una democracia. Y haré enseguida la aclaración de que a mi ver no estamos hablando solo de noticias falsas, sino sobre todo de verdades subjetivas; es decir, mentiras en las que cree tanto el que las invoca como quienes las escuchan.

miércoles, 12 de agosto de 2020

La amistad de Pla y Delibes / Dos huraños con boina



Josep Pla y Miguel Delibes en Palafrugell, en 1969.
Josep Pla y Miguel Delibes en Palafrugell, en 1969. FUNDACIÓN M. DELIBES

La amistad de Pla y Delibes, dos huraños con boina

La sede cultural de la Generalitat en Madrid acoge una comparativa de los dos autores del XX más apegados a su tierra


Elisa Silió
Madrid, 20 de octubre de 2017

Al prosista catalán Josep Pla y al vallisoletano Miguel Delibes les distanciaron 827 kilómetros de carretera y 23 años. Pero les unieron muchas más cosas: compartieron un mismo editor y amigo, José Vergés; amonestaciones de los censores franquistas, un carácter huraño y artículos en la revista Destino. Y, ante todo, les ligó una literatura marcada por su enorme arraigo a Cataluña y Castilla. Por eso la Fundación Miguel Delibes y la Cátedra Josep Pla perfilaron durante tres años una comparativa de sus figuras en una jornada que se ha celebrado este viernes en Blanquerna, el espacio cultural de la Generalitat en Madrid. El ambiente fue muy cordial pero cargado de estupor, a escasos días de que se intervengan funciones de la Generalitat y cuando, tras el referéndum catalán, Ediciones Destino (Planeta), el sello de ambos, ha decidido cambiar su domicilio social a la capital.

lunes, 18 de mayo de 2020

Antonio Muñoz Molina / Diarios

Miguel Torga, poesía agreste
Miguel Torga
Antonio Muñoz Molina
DIARIOS

10 de febrero de 1994


A punto de morir de un cáncer, Miguel Torga publica el último volumen de su diario, en cuya página final ha escrito una elegía para sí mismo. Unos días antes de quitarse la vida, Cesare Pavese escribió la última anotación en el suyo, y luego se encerró en una habitación de hotel en la que tal vez echaría dé menos, mientras se aproximaba al suicidio, el hábito de escribir del que se había despedido al cerrar el diario: Ni una palabra más, había anotado, pero es seguro que su imaginación continué segregando palabras, y que se iría contando a sí mismo lo que hacía y lo que pensaba, escribiéndolo no en el papel, sino en la conciencia que estaba a punto de extinguirse y de la que ya no quedaría ningún testimonio final. Para ser fieles, las ediciones de ese diario, El oficio de vivir, deberían terminar con varias páginas en blanco.

domingo, 17 de mayo de 2020

25 diarios íntimos de los escritores más polémicos del siglo XX

La obsesión suicida de “la niña monstruo”: Alejandra Pizarnik ...
Alejandra Pizarnik


25 diarios íntimos de los escritores más polémicos del siglo XX




Los diarios íntimos tienen la obligación de contar la verdad porque, en un principio, el único lector es quien lo escribe. Sin embargo, hay ocasiones en que esos escritos traspasan ese pacto personal y se hacen públicos.

A continuación un listado con veinticinco autores que decidieron narrar los acontecimientos que les marcaron, ofreciéndonos así su visión más personal e íntima de su forma de entender la vida.


Franz Kafka | Diario
Manuscrito de Franz Kafka
1. Diarios, Alejandra Pizarnik. Desde que se suicidara en 1972, Alejandra Pizarnik ha ido adquiriendo poco a poco natrualeza de mito y perfil de leyenda. Autora de culto, venerada por varias generaciones de lectroes, Pizarnik se cuenta ya entre las escritoras latinoamericanas más importantes del siglo XX. Su poesía -íntegramente publicada por Lumen- ha cosechado numerosos adeptos incondicionales, ha creado escuela y la ha hecho mundialmente famosa. Ana Becciu, máxima especilista en la obra de la poeta argentina, ha llevado a cabo una selección de diarios originales a fin de publicar lo más esencial del pensamiento literario de la autora. En definitiva, estos Diarios constituyen una fascinante autobiografía, sin duda uno de los textos memorialísticos más importantes del pasado siglo.


2. Diarios, Fernando Pessoa. Estos diarios, de los que varias partes fueron escritas originalmente en inglés, proporcionan al lector una visión única de las inquietudes personales de Pessoa y de su forma de vida cotidiana en distintas etapas, de sus estrecheces materiales, de su formación humanística, filosófica y literaria, de sus intenciones vitales, y de la enorme madurez que demostraba desde muy temprana edad. De su recurrente sensación de aislamiento frente a familia, amigos y mujeres, retazos de sus comienzos como periodista, como poeta, y también como traductor en despachos mercantiles, de su método de trabajo literario, su apreciación sobre autores como Antero de Quental o Sá-Carneiro… Algunos de estos textos pertenecen a heterónimos menos conocidos como Charles-Robert Anon, Alexander Search o Fray Mauricio. Todo ello convive con páginas magistrales, textos a veces casi aforísticos, joyas que merecen figurar junto al resto de su obra y que sin duda harán las delicias de los admiradores de Pessoa.


Diarios (1910-1923) | Librotea
3. Diarios (1910-1923), Franz Kafka. Franz Kafka, hijo de una acomodada familia de comerciantes, pertenecientes a la minoría judía de lengua alemana, nació en Praga, el 3 de julio de 1883, y murió, tuberculosos, el 3 de junio de 1924, en el sanatorio de kierling, cerca de Viena. Tras obtener, a los veintitrés años, el título de doctor en Derecho, ejerció hasta su muerte el monótono oficio de empleado de varias compañías de seguros. Aunque contrajo tres compromisos matrimoniales, no se casó nunca, y aunque de dicó su vida entera a la literatura, sólo consiguió publicar en vida unos pocos cuentos, dejando al morir una copiosa producción inédita. Gracias a su amigo y ejecutor testamentario Max Brod, que se negó a cumplir su última voluntad, -según la cual todos sus manuscritos debían ser destruidos-,se nos han conservado ocho volúmenes de novelas, cuentos y escritos autobiográficos, entre los que figuran obras tan excepcionales como El castillo, El proceso y Carta al padre.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Josep Pla / La vida lenta / El náufrago de Llofriu



El náufrago de Llofriu

Josep Pla encerrado y escribiendo en su masía del Ampurdán es una de las estampas fundamentales de la literatura


Antonio Muñoz Molina
19 de diciembre de 2014







El escritor Josep Pla fotografiado en su mirador predilecto el Pedró de Pals.
El escritor Josep Pla fotografiado en su mirador predilecto el Pedró de Pals.

En enero de 1956, en lo más hondo del invierno y de la posguerra, Josep Pla, sin levantarse de la cama en todo el día para resistir el frío, envuelto en mantas, con la boina calada, lee un ejemplar de The New Yorker. La guerra había terminado hacía 17 años, pero la posguerra no cesaba: el invierno sin consuelo, la escasez, las restricciones de electricidad, la censura.
Josep Pla encerrado y escribiendo en su masía del Ampurdán es una de las estampas fundamentales de la literatura, de una plasticidad semejante a la de Montaigne en su torre circular cerca de Burdeos, a la de Proust en su cama y su dormitorio de paredes forradas de corcho. En un gran libro dedicado a él, El hombre del abrigo, Valentí Puig lo invoca así: "Josep Pla, escribiendo en la masía, solo, a altas horas de la noche, uno de los últimos hombres de Europa".
En mitad de la dictadura y del frío del invierno, en un país silenciado, en una Europa cubierta de ruinas, Josep Pla escribe a mano páginas incesantes que son siempre páginas de diario, aunque adquieran la forma transitoria de artículos de periódico, y cuando no hay luz eléctrica escribe a la luz de un quinqué o a la de una vela, y cuando no está en la cama escribe muy arrimado al fuego de la chimenea, porque en el interior de la masía hace aún más frío que a la intemperie, y porque las puertas y las ventanas que cierran mal favorecen las corrientes de aire ártico. Algunas veces, si hay electricidad, Pla busca en Radio París noticias no censuradas sobre lo que pasa en España. Amigos que vienen de viaje le traen periódicos extranjeros atrasados: Le Monde, Le Figaro Littéraire, el Journal de GenèveThe New York Times. Y en su biblioteca encuentra el alimento saludable de los viejos maestros librepensadores franceses, los que le enseñaron a mirar y a escribir: Montaigne, el Stendhal de los diarios y los libros de viajes, La Bruyère, Chamfort, Pascal, y se entusiasma con el Ulises de Joyce traducido al francés.

Uno se pregunta cuántos ejemplares de 'The New Yorker' llegarían en 1956 a España, a lugares
tan aislados como Palafrugell

Uno se pregunta cuántos ejemplares de The New Yorker llegarían en 1956 a España, a lugares tan aislados como Palafrugell; cómo sería, en el frío y el desaliento de aquel invierno de grandes heladas, rozar entre las manos esas páginas satinadas, dejar que los ojos se recrearan en la belleza de la tipografía, adentrarse en uno de esos reportajes de muchas páginas escritos con una prosa siempre transparente y precisa. En la España menesterosa y autárquica, en la mediocridad de un periodismo infectado de palabrería rancia y vacuidades serviles, Josep Pla lee The New Yorker y alimenta su escritura limpia, su capacidad de observación de lo concreto, su irreverencia escéptica y muy cautelosa, porque sabe que bastará una palabra de más para que la censura le prohíba un artículo y vuelva inútil su esfuerzo.
En su desagrado visceral por el régimen quizás hay una parte no confesada de remordimiento: Josep Pla procede de ese catalanismo moderado que abrazó el golpe militar de Franco por miedo a la República y a las amenazas de la revolución social. En la Cataluña fronteriza, Pla y sus amigos ayudaban a los fugitivos de la ocupación nazi de Francia y eran vigilados por la Guardia Civil, pero tan solo unos años antes él no había tenido escrúpulos en colaborar en el espionaje al servicio de los militares sublevados contra la España republicana, y por tanto contra la Cataluña autónoma.
En cualquier caso, en 1956, lo que queda es la penuria y el asco, la falta de expectativas, el aislamiento que solo puede vencerse escuchando la radio o leyendo con avidez periódicos extranjeros atrasados. También la obligación fatigosa de escribir un artículo tras otro para ganarse la vida y el vicio de escribir porque sí, a deshoras, de anotar velozmente en un cuaderno los actos del día, la comida, el paseo, las rutinas, las tertulias con amigos, el desánimo, el frío, el abuso del alcohol. Josep Pla se construyó un personaje de payés del Ampurdán tan cuidadosamente como Faulkner quiso hacerse pasar por hacendado del Sur. Los dos, desde luego, no eran otra cosa que escritores, y costearon con el esfuerzo de la literatura sus dos ficciones de propietarios rurales, de hombres huraños, apegados a la tierra, ajenos al mundo de las capitales y de los escritores.

Construyó un personaje de payés del Ampurdán tan cuidadosamente como Faulkner quiso hacerse pasar por hacendado del Sur

En 1956, en 1957, en 1964, Josep Pla mantuvo dietarios secretos en los que consignaba taquigráficamente el resumen de su vida cotidiana. Son tan lacónicos a veces como listas de tareas, como apuntes utilitarios de agenda. Pero quizá no le servían para nada más que para satisfacer su vicio, uno de ellos, el vicio supremo de contar al instante lo visto y lo vivido, tan continuo y tan inevitable como los otros, como el vicio de leer o el de fumar o el de seguir bebiendo en el calor de las tertulias nocturnas hasta que le costaba no caerse en el camino hacia la masía, como el vicio de consolarse en solitario de sus añoranzas eróticas de una mujer que es una inicial y un fantasma, "A.", que vive lejísimos, en Buenos Aires, que unas veces escribe cartas y otras no. En la masía de Llofriu, en los inviernos de los años cincuenta, Josep Pla se acuerda de su antigua amante, Aurora Perea, y en su obsesión por ella vive, como dice Quevedo, amancebado con su mano, como un adolescente, un hombre que va a cumplir 60 años y se siente muy viejo, que se adapta con dificultad a la dentadura postiza.
Un hombre que fue tan cuidadoso con su propio trabajo, que convirtió en proceso creativo soberano la reescritura de sus cuadernos de juventud, probablemente no habría aprobado este volumen que acaba de publicar Destino, La vida lenta,editado y prologado por Xavier Pla, traducido con mucha belleza por Concha Cardeñoso Sáenz de Miera. Yo lo leo tan absorto que no puedo apartarme de él. Pla reducido al mínimo, despojado de cualquier propósito literario, sigue siendo Pla. No puede dejar de serlo. En la línea más breve del boceto más apresurado se nota la caligrafía visual de un gran pintor: en las anotaciones de Pla, una frase sin verbo puede relucir como una instantánea definitiva; en una seca sucesión está el pulso del tiempo: "Leer me fatiga. Oigo el reloj de la sala. Va pasando la noche". En línea y media se resume un paisaje: "El Rosellón es una maravilla. Las lechugas al pie de los naranjos".
Pla ama sobre todo la soledad y la lectura, pero disfruta igualmente de la compañía fervorosa y beoda de los amigos. Quiere salir al mundo y quiere quedarse en su pueblo. Se deja ahogar por depresiones tan sombrías como largas resacas y está siempre atento a los placeres de la comida, a los colores y a los frutos del campo, a los indicios de las estaciones. Es un misántropo y un juerguista, un solterón atribulado por el deseo de las mujeres, un reaccionario apasionado por la libertad de pensamiento. En las páginas telegráficas de La vida lenta se escucha su voz, crepita intacta la calidad de su escritura.
La vida lenta. Notas para tres diarios (1956, 1957, 1964). Josep Pla. Prólogo de Xavier Pla. Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera. Destino. Barcelona, 2014. 432 páginas. 21 euros.