Mostrando entradas con la etiqueta Pierre Michon. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pierre Michon. Mostrar todas las entradas

lunes, 24 de enero de 2022

Las vidas de Pierre Michon

Pierre Michon





Adán Medellín
Redacción Tierra Adentro


Titulo: Vidas minúsculas

Autor: Pierre Michon

Traductor: Flora Botton-Burlá

Editorial: Seix Barral

Lugar y Año: México, 1999


Ocho vidas tangentes, sin estrella ni éxito ni fama, configuran la prehistoria y la historia de un autor que encuentra en su travesía de errores vitales y evocaciones de espectros los fundamentos de su propia voz narrativa. Páginas y presencias, fantasmas y voces del pasado que alcanzan a Pierre Michon (Cards, Francia, 1945), al narrador convertido en el personaje de sí mismo, en una confesión lírica y oscura que asombra al desocupado lector.

Pierre Michon / Pintor de vidas ajenas



Pierre Michon


Pierre Michon, 

pintor de vidas ajenas


Pedro B. Rey
30 de noviembre de 2019

 

Los malditos y raros son uno de los lugares comunes más arbitrarios e ilusorios de la literatura desde que Paul Verlaine utilizó el primer adjetivo para un libro de retratos (Los poetas malditos) y desde que en nuestro idioma Rubén Darío propusiera otras semblanzas (Los raros) que inventaban una segunda singularidad, más amable, elevada ya a categoría de sustantivo.

Pierre Michon / Violencia y traducciones

 


Pierre Michon

Violencia y traducciones

Traducir es un ejercicio delicado, oscuro, mal pagado y exige correr riesgos físicos


ENRIQUE VILA-MATAS

Traducir, decía Cyril Connolly, es el más delicado de los ejercicios intelectuales, pues “comparado con él, los otros acertijos, del bridge al crucigrama, parecen triviales y vulgares. Tomar un fragmento de griego y ponerlo en inglés sin derramar una gota, ¡qué agradable destreza!”

domingo, 23 de enero de 2022

Pierre Michon / La máscara

Pierre Michon

Pierre Michon
LA MÁSCARA
Por Daniel Dominguez
29 de octubre de 2009


Ayer quise destilar el poder del cine que Víctor Erice documenta en El espíritu de la colmena. Hoy quiero destilar el poder de la literatura que Pierre Michon prueba en Cuerpos del rey. Aunque a tal efecto podría servirme de cualquier libro suyo. Ya traje por aquíVidas minúsculas, el libro que me descubrió a Pierre Michon, y bien podría avecinar Señores y sirvientes, cualquiera da cuenta del poder de la escritura, del poder invocador del espíritu de las letras, de la voz de la literatura que habla a través del cuerpo de un escritor aunque tenga la boca cerrada.

Pierre Michon / Cuerpos del rey / Reseña



Pierre Michon

Cuerpos del rey


Jacinta Cremades

22 de junio de 2006


Desde su primer libro, Vidas minúsculas (1984), Pierre Michon (la Creuse, 1945) empezó su carrera como escritor en lo más alto del panorama literario francés. Inclasificable, sus pequeños relatos parten de personajes reales, santos, artistas, campesinos, hombres desconocidos, que Michon eleva al estado de héroes, con una prosa de absoluta precisión. Vidas que el autor recoge de otros libros, y que su obra parte y termina en la literatura. Así, en Cuerpos del rey, su último libro publicado en España, Michon se acerca a la imagen de célebres escritores.

Pierre Michon / Vida de Claudette

 




Pierre Michon
VIDA DE CLAUDETTE


En París, adonde iba a mendigarle al cielo una segunda oportunidad en la que no creía, la ausencia de Marianne acabó de pudrir en mí. Pasé ahí dos años vociferantes, nulos, en sueños: imploraba auxilio en voz alta para tener la oportunidad de rechazarlo mejor; decuplicaba mi desamparo torturando a las pocas almas caritativas o débiles a las que habían conmovido mis excesivas llamadas. Me mudaba siguiendo a esas pobres chicas, en la indiferencia, en el furor: en la rué Vaneau, rompía puertas por la noche, y temblaba al día siguiente, frente a la conserje; en la rué du Dragón, reclutado por puntillosos desechos humanos de mi misma condición, fui promovido a la categoría de hashishín y dormía debajo de un fregadero; en Montrouge, quedé extraviado todo un invierno: la jovencita a la que martirizaba entonces recorría todo París, con los bolsillos llenos de recetas médicas falsificadas, y me traía barbitúricos a carretadas; sus ojos muy verdes y clementes me miraban, su mano de niña me alcanzaba dulcemente esa oscura provisión, todo se tambaleaba, mi velar era sueño; me temblaba tanto la mano que las innumerables páginas escritas en ese coma son misericordiosamente ilegibles: el Cielo hace bien lo que hace. Una vez, vi por la ventana una lila en flor, y era primavera. Ignoro el nombre del barrio elegante de donde, una noche de invierno, huí o me echaron de un estudio en el último piso de una casa art nouveau : había estucos con risitas socarronas entre la madera fría, faunos, fauces abiertas bajo la luna; insulté a alguien; mis manos rasguñadas buscaban rejas, heridas, salidas. Ni la caminata ni la helada me quitaron la borrachera: vuelvo a ver el agua de plomo del canal Saint-Martin, un siniestro cafetucho cerca de la Bastilla, y bajo las luces de neón a giorno la deserción de caras prometidas a la noche, ruinas de mi conciencia entonces devastada y del recuerdo que hoy se eclipsa. Los grandes trenes miserables sobre las viguetas temblorosas trajeron el alba; una población de espectros agotados y muy tranquilos llegaba de las afueras, con el día pisándole los talones: estaba en la estación de Austerlitz, no me marchaba.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Pierre Michon / Llega el rey cuando quiere

Pierre Michon


Llega el rey cuando quiere

Para Michon, “último escritor” de su generación, la literatura está siempre en otro lugar, habla del mundo que le es contemporáneo sin hablar de él

ENRIQUE VILA-MATAS
03 SEPT 2018 - 16:52 COT

De su generación, Pierre Michon parece reunir todas las condiciones para encarnar, como ningún otro, la utopía del “último escritor” que imaginó Maurice Blanchot. Es una sospecha que se abre paso a lo largo de Llega el rey cuando quiere, el libro de conversaciones con Michon que ha publicado la editorial gerundense WunderKammer (traducción de María Teresa Gallego Urrutia).

Pierre Michon / “Cuando escribo, me creo un cardenal”


Pierre Michon: “Cuando escribo, me creo un cardenal”

El gran escritor de culto francés Pierre Michon se refugia en su pueblo en la profunda Francia. El retratista del mundo rural publica en castellano ‘Llega el rey cuando quiere’


Marc Bassets
Les Cards, 29 de septiembre de 2018



El escritor francés Pierre Michon se enciende un cigarro en su casa de Les Cards, Francia.
El escritor francés Pierre Michon se enciende un cigarro en su casa de Les Cards, Francia. BRUNO ARBESÚ

Pierre Michon (Les Cards, 1945) se ha levantado hoy a las tres y media de la madrugada. Es la rutina en sus periodos de gracia, cuando no se siente deprimido ni intelectualmente comatoso, cuando la voz fluye como un torrente, cuando escribe “como un cardenal”, dice, usando una expresión con la que le describió otro raro, Peter Handke, con quien mantiene un aire de familia. Se despierta en el silencio y la oscuridad de la aldea donde nació y donde habita, en el fondo de Francia. Y compone estos textos poderosos como un alcohol fuerte, libros de apenas cien páginas en los que se mezcla el grand style del clasicismo francés con la solemnidad de un viejo patriarca bíblico, algo que parece a la vez muy moderno y muy arcaico.

Pierre Michon / Minúsculas



Minúsculas

Se publica en España la antología de entrevistas realizadas en Francia entre 1989 y 2005 con el título 'Pierre Michon. Llega el rey cuando quiere'

Francisco Calvo Serraller
8 de octubre de 2018


Hace ya unos cuantos años, recuerdo el impacto que me produjo la lectura de Vidas minúsculas del escritor francés Pierre Michon (Cards, 1945) generando en mí una adicción que se mantiene viva hasta el presente. A cierta altura de la vida, esta apasionada afición por un autor es rara, y casi excepcional, cuando se trata de alguien contemporáneo. No es que te entretenga, te guste o simpatices con su obra, sino que se inserta en tu vida como una referencia esencial. El relato citado y algunos otros sucesivos de Michon se fueron traduciendo a nuestra lengua, no sé con qué éxito comercial o de crítica, pero sospecho que englobados en algo que no trasciende a la atención pública masiva. Vamos, con las trazas de lo exótico minoritario.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Dos obras maestras de Pierre Michon

Pierre Michon, 2009.DANIEL MORDZINSKI

Dos obras maestras de Pierre Michon


Jesús Ferrero
4 de diciembre de 2010

Hay que saludar la aparición en España de dos nuevos libros de Michon, que guardan con otros anteriormente editados en español una relación fraterna, pues si Abades parece emparentado con Mitologías de invierno y El último emperador de Occidente, la novela Los once está emparentada con Rimbaud, hijo.

Como en El último emperador de Occidente y otros relatos anteriores y posteriores, Michon aborda en Abades un tiempo fronterizo, si bien ya al final del mismo: el año 1000, cuando surgieron las primeras hermandades de benedictinos. En este asombroso relato configurado como una pequeña trilogía asistimos a la rehabilitación titánica de la isla de Saint-Michel y su monasterio y conocemos al sorprendente abad Èble, en el que se concentra todo el poder y todo el horror y todo el temblor de la Edad Media. No menos seductor es el personaje que reina en la segunda parte del relato: la amazona Emma, de vida heroica y estremecedora. En la tercera parte de Abades regresamos el monte Saint-Michel, tras haber hecho un recorrido por esa Edad Media tan peculiar de Michon, esmeradamente construida a partir de la herencia histórica, literaria y pictórica, con resultados siempre resplandecientes. En Abades abundan los momentos deslumbrantes que recuerdan los detalles no menos deslumbrantes de los libros de horas medievales, y como otros relatos de Michon, se trata de un acercamiento a la intimidad más clara y oscura de la naturaleza humana.

Los once / Els Onze

Pierre Michon

Traducción de María Teresa Gallego / David Ilig

Anagrama / Club Editor. Barcelona, 2010

144 / 120 páginas. 14,50 euros

Abades

Pierre Michon

Traducción de Nicolás Valencia

Alfabia. Barcelona, 2010

99 páginas. 16 euros

A pesar de los temas que trata y de lo cargados que están sus relatos de cultura literaria, no debemos colocar a Michon en el territorio explícito de la metaliteratura. Ni Abades ni Los once son propiamente metaliteratura, por la mucha vida que sintetizan en todo momento, y por lo mucho que se adentran en la injusticia, la maldad histórica, el azar como una forma de destino nunca igual a lo que deseábamos, a menudo ni siquiera remotamente parecido...

El recurso narrativo que emplea Michon en Los once es muy ondulante y lleno de reflejos, que se deslizan de una a otra situación como los reverberos de la luz sobre las crestas de las olas. Circunstancia que nos permite ver los problemas y las figuras desde diferentes ángulos y que convierte Los once en una pantalla transparente que cubre un amplio espectro de un momento capital de la historia de Francia, casi sin que nos demos cuenta, simplemente cambiando de perspectiva. El ángulo de visión altera el producto, viene a decir siempre Michon.


Abordando el tema desde una exquisita erudición histórica que le permite, como a Borges, toda clase de ironías, Michon inventa en Los once un pintor, sus antepasados, su familia, y un cuadro memorable pintado por ese pintor que lleva el título de Los once y que se halla presuntamente en el Louvre. El cuadro muestra a los once "reyes" de la baraja del terror y del periodo más atroz de la Revolución Francesa, entre ellos Saint-Just y Robespierre. Curiosamente todos menos uno eran escritores y todos menos uno habían hecho obras de ficción, si bien sin demasiada fortuna. Asombran las realidades que vemos a través de ese cuadro inventado de un pintor inventado, la vida y la muerte que se deslizan tras él, la vida y la muerte configuradas y centradas en el universo de las diferencias, en el abismo que ha separado y separa las clases sociales, y en la conciencia "de lo injustamente repartidas que están las decencias fundamentales al nacer", como decía el narrador de El gran Gatsby. El que olvide este aspecto en la obra de Michon habrá olvidado uno de sus leitmotivs y uno de los elementos que más contribuyen a hacer de las narraciones de Michon mosaicos llenos de facetas. El mejor ejemplo de ese proceder es el materializado en Los once: con cada nueva perspectiva, la narración gana en variedad e intensidad, y a pesar de tratarse de una novela que no llega a las 140 páginas, la impresión del lector al acabarla es la de que ha leído una obra más larga, donde la densidad queda aligerada por un sabio efecto de ondulación.

Nos hallamos pues ante dos narraciones profundas, intensas y apasionantes, para leer con placer y sin prisas, disfrutando de cada frase, de cada secuencia, de cada idea, hijas de una escritura tan tensa como serena, y tan decididamente rara en nuestra época.


EL PAÍS





sábado, 12 de enero de 2008

Pierre Michon / Decirlo todo

 



Pierre Michon

Decirlo todo


Javier Marías / Arthur Rimbaud contra el arte


ENRIQUE VILA-MATAS

1 - "Cuando Rimbaud ponía el puño encima de la mesa" (Pierre Michon).


2 - Siempre que he hablado con Pierre Michon -las dos veces de noche y en la surrealista Nantes- ha terminado por decirme, con voz cavernosa y melancólica, que hay tres tipos de escritores: el bárbaro, del que Céline es un ejemplo indiscutible; el intelectual a lo Beckett, y un tercero en el que se combina lo mejor de ambos, Faulkner, por ejemplo. "Faulkner o Bolaño", ha precisado en las dos ocasiones. Para él, este último fue también una admirable combinación entre el bárbaro y el intelectual. Ni que decir tiene que el propio Michon pertenece a ese tercer tipo de escritor, al mundo de los detectives entre palmeras salvajes, al mundo del intelectual de puño encima de la mesa.


Michon es alguien que halló ya en la madurez su propio estilo -agazapado, invisible durante años- mientras escribía Vidas minúsculas, y con el estilo le llegó también el tono y el ritmo, un ritmo que con asombro observó que le era íntimamente natural. Ese ritmo lo mantuvo en obras maestras como Rimbaud el hijo, donde -como afirma Menéndez Salmón en una reciente entrevista- el gran Michon nos explicó qué demonios es la poesía. Ahora sabemos que la poesía estaba en la mirada que el futuro poeta Rimbaud dirigió a su horizonte mientras esperaba que Carjat le fotografiara. Porque ahora sabemos con Michon que esa mirada de quien se disponía a ser la poesía misma apuntaba al vigor futuro, la capitulación por venir, la temporada en el infierno y Abisinia, la sierra sobre la pierna en Marsella. Y porque pensamos que el joven Rimbaud, con el semblante iluminado del que un día iba a decirlo todo, estaba ya ahí en esa fotografía hoy tan célebre, estaba ahí ya apuntando hacia la poesía, aunque sólo veamos su cuerpo, el pelo revuelto, la corbata torcida para la eternidad. Y en los versos -termina preguntándose Michon-, ¿se ve acaso el alma? Pasan el viento, el mundo y la poesía como si fueran iluminaciones y quemaran carbono.


3 - Pierre Michon es, en el buen sentido, extraño. También lo es, con talento evidente, el asturiano Ricardo Menéndez Salmón, que en la entrevista en la que habla de su admiración por Michon dice que le gustaría saber por qué, año tras año, tenemos que soportar a falsos escritores. Ahí el autor de La ofensa y de Gritar se muestra intransigente: "¿Por qué tan intolerante? Porque me niego, como diría Michon, a convertir el milagro en profesión, el talento en carrera literaria. La literatura no es un oficio, es una enfermedad; uno no escribe para ganar dinero o caer bien a la gente, sino porque intenta curarse, porque está infectado, porque lo ha ganado la tristeza".


En una de la historias de Gritar -alta literatura en este conjunto de relatos recién publicado- aparece precisamente esa enfermedad que el autor opone a la idea de la escritura vista sólo como un oficio. Es un cuento memorable en el que la enfermedad, el dolor oculto, aparece con el nombre de mal de los constructores. Es el mal de los que quieren decirlo todo, el mal de los que tan alejados están de los falsos escritores. Es el mal que, según nos dice, anida, por ejemplo, en la casa de la familia Kafka, donde Franz nos cuenta la historia del mal como si hubiera leído a Rimbaud y Michon de golpe: "La compulsión de familias enteras que transmitían de padres a hijos el afán desmesurado por la perfección y acabamiento de las cosas terrenales; cosas que, como es notorio desde Platón, son de por sí inconclusas, imperfectas e hijas del azar".


Es el mal de los que buscan la perfección, un mal no muy conocido en España, por cierto. Es la obsesión por aproximarse a una meta que jamás se alcanza, pero que se intenta con valeroso esfuerzo que fracasa. Sin duda es una metáfora de la alta literatura que cultivan todavía algunos héroes o severos chiflados, esos tipos de los que parece hablarnos Michon, "hombres de pura cepa que luchan por el bien que creen sentir dentro de sí" y cuyo inmenso fracaso es también un inmenso logro que nos recuerda aquello que Onetti dijera de Faulkner: "Lo que admiro en él es su estilo, esa obsesión por decirlo todo, aunque sea imposible". Decirlo todo es, a fin de cuentas, el propósito que guió la obra de Kafka, el héroe de las familias que padecen el mal de los constructores. Recuerdo que en Descripción de una lucha le hace decir Kafka a un personaje: "Ya no quiero oír fragmentos. Cuéntemelo todo del principio al fin. Menos no pienso escuchar".


En otra de las historias de Gritar, en la titulada La vida en llamas, Menéndez Salmón parte de unos agudos contrastes de vida y muerte para reflexionar sobre el dolor oculto que existe en cada vida que nos rodea y contarnos cómo un acontecimiento feliz para alguien puede convivir en un mismo espacio de tiempo y lugar con la desgracia de otro. Una vez más vuelve a mi memoria Musée des Beaux Arts, de Auden: "Sobre el dolor nunca se equivocaron / los Viejos Maestros: qué bien entendieron / su posición humana; cómo surge mientras algún otro come o abre una ventana o sencillamente pasea aburrido".


Sólo que el dolor oculto del extraño Rimbaud es más bien una variante extrema del mal de los constructores. La vida de Rimbaud fue un viaje a la libertad que desembocó en una huida a África para huir también de la poesía y allí terminar con su dolor íntimo más oculto: el de no querer convertirse en hijo de sus obras. En Rimbaud el hijo, Michon corteja como nadie la angustia de ese dolor, lo que probablemente convierte su libro en el mejor que se ha escrito jamás sobre este poeta. Cargar con Rimbaud el hijo debe ser ahora el mal oculto de Michon, enfermo a la sombra de las palmeras salvajes y del oro de la buena literatura, el puño sobre la mesa.


EL PAÍS




viernes, 12 de mayo de 2006

Las metonimias de Pierre Michon

 



Las metonimias de Pierre Michon


Rafael Conte
12 de mayo de 2006

La editorial Anagrama parece estar convencida de la importancia de Pierre Michon, el "gran patrón" clandestino de las letras francesas en la actualidad, del que publica un cuarto título ya, de los que sólo el primero, su obra maestra Vidas minúsculas, procede de otra editorial. Su autor tardó 37 años en publicarlo y casi otros 15 más en llegar hasta nosotros. Los otros tres vienen traducidos magistralmente por María Teresa Gallego Urrutia, Rimbaud el hijo, Señores y sirvientes y este Cuerpos del rey. En el fondo, sólo el primero es un libro propiamente dicho. Pues los otros dos son una recopilación de otros libros anteriores, de dos o tres, formado por breves textos aparecidos originalmente en las Editions Verdier en diversas fechas. De hecho Cuerpos del rey, de 2002 (el que da el título al libro), se junta ahora con Tres autores, de 1997. En el fondo, los nueve o diez libros de Michon son más bien "folletos", una reunión de textos dispersos que han renovado por completo la prosa narrativa francesa, pero que no son novelas propiamente dichas por mucho que sean narraciones.

CUERPOS DEL REY

Pierre Michon

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

Anagrama. Barcelona, 2006

158 páginas. 10 euros

No parece, pues, que Pierre Michon sea un novelista puro, sino un narrador sólo, pero por encima de todo, original, supremo y fabuloso, que mezcla la literatura con todo lo demás, con la pintura, con la escritura, con la cultura en general, multiplicando así lo que más aprecia, la literatura propiamente dicha, en una serie de tropos, de metáforas, de cascadas de imágenes que la reflejan y espejean de manera deslumbrante. Y a este respecto, voy a dar un detalle significativo, que no es un reproche a la impecable traducción: el cambio en el título de este libro, al suprimir la "l" del título -del "de" original al "el" traducido- convierte la metonimia original en una metáfora, lo que descubre el procedimiento del autor, que prefiere suprimir el pronombre en el tropo rey del anonimato material -la metonimia- pues la literatura multiplicada ya está repleta de todos los nombres propios del mundo entero. De ahí el título que he colocado a este artículo, que me parece lo más adecuado, y sobre todo revelador de los procedimientos de este magistral escritor.


En esta ocasión, Michon ha reunido cinco textos primero, basados en otras tantas imágenes -que también se llaman tropos, en literatura- de escritores, que le fascinan, sobre todo basados en otras tantas fotografías de escritores, introducidos por una de Samuel Beckett, en la que descubre el "cuerpo de rey", la metonimia que todo gran creador integra entre la soberanía del que reina y la miserable realidad humana de la verdad. Beckett es el Rey y a la vez los clochards del Godot que le han hecho triunfar, sin aparentar serlo jamás de verdad. La fotografía de Beckett es fascinante y el rey lo será para siempre de ahí que su imagen le proporcione la metonimia que le llevará al paseo que le permitirá este encadenamiento de las mismas que multiplicará la literatura en una serie de espejos indefinidos, infinitos y contundentes. El procedimiento no se agotará jamás, salvo uno del que no existe imagen, un tratadista egipcio en aves del siglo XIV, pero ahí está el texto para contárnoslo o sustituirlo. Otra agradable sorpresa de este libro es, junto a las reivindicaciones de Beckett, Flaubert, Faulkner, Villon, Victor Hugo o Balzac, la del poco conocido escritor suizo Charles-Albert Cingria, escritor de posturas de bailarinas -obras completas en 17 tomos en L'Age d'Homme, de Lausana- al que describe como de "una alegría cadente" (no "cadenciosa", lo que no sería una metonimia permanente, sino una metáfora transitoria). Y Faulkner por dos veces, pues es allí donde la literatura habla desde dentro, por sí sola, en su propio nombre, e incluso en nombre del diablo, que fue quien primero puso en marcha el motor de las metonimias de Pierre Michon, que se multiplican creando un nuevo "cuerpo de rey", reflejo multiplicador de todos los demás que nos permite redescubrir todos los demás, y hay que ir dándole las gracias por hacerlo tan bien, por revelarnos la historia de la literatura de manera tan original como deslumbrante.


EL PAÍS