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viernes, 10 de diciembre de 2021

Richard Price / “Escribir novelas te recluye, hacerlo en series te devuelve la vida social”

 

Richard Price

Richard Price: “Escribir novelas te recluye, hacerlo en series te devuelve la vida social”

El novelista firma para HBO la adaptación de 'El visitante', novela de Stephen King


Andrea Aguilar
Madrid, 14 de enero de 2020

La frase rápida y directa es su sello inconfundible, y los bajos fondos un territorio de sobra conocido por Richard Price (Nueva York, 70 años). Criado en las calles del Bronx, el escritor ha mantenido una estrecha relación con el cine y la televisión desde sus comienzos. Con Spike Lee adaptó su novela Clockers, luego firmó El color del dinero y varios episodios de la legendaria serie The Wire, de David Simon, antes de publicar Vida fácil y de repetir con Simon en la serie The Deuce. Ahora, Price firma los 10 episodios de El visitante, producción que parte de la novela homónima de Stephen King, un thriller con elementos sobrenaturales, que HBO ha estrenado esta semana.


El visitante comienza con el brutal asesinato de un niño que parece bastante claro, hasta que empiezan a surgir cabos imposibles de atar. El detective que lleva el caso recurre a Holly Gibney, un personaje que aparece en varias novelas de King y que en esta versión es una mujer negra de Chicago. Price responde al teléfono en Nueva York


Pregunta. ¿Cuál ha sido el principal reto con El visitante?


Respuesta. Pues estirar la novela hasta las 10 horas. Esto requiere la introducción de nuevos personajes y relaciones, algunos asuntos clave tienen que ir más allá del libro, progresar, pero había que hacerlo manera que no se perdiese la tensión para mantener el suspense.


P. ¿Cuál es su novela favorita de Stephen King?


R. El resplandor, y la película también me gusta, aunque King la odió. [Stanley] Kubrick tomó el libro como materia prima, como el crudo para su película.


P. Su versión para televisión ha cambiado algunas cosas del libro. ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con King?


R. Él está en Maine y yo en Nueva York. Le gusta mi escritura y estaba de acuerdo en que yo adaptara la novela. No se ha metido y al ver el resultado final, los cambios no le han parecido mal.


P. Es la primera vez que escribe terror.


R. Sí, nunca había hecho nada en este género, pero siempre había querido probar. Me gusta el terror desde niño: Frankenstein y lo pulp; tengo debilidad por esas historias. Pero no sentía que mereciera una novela, sino más bien una serie de televisión y, de repente, llegó esto, un proyecto que implicaba adaptar el libro de King, pero también una buena dosis de escritura propia.


P. En novelas suyas como Los impunes y en otros guiones que ha escrito ¿hay algo terrorífico también aunque más real?


R. The Wire y casi todo lo que he escrito es una versión dramatizada de un realismo centrado en temas sociales. Ahí no me interesaba meter nada fantástico. Una vez me dijeron que a lo que en inglés se categoriza como película de horror es la del ¡buh!, del susto, mientras que el género de terror es algo más sutil: son esos gusanos que van horadando tu cabeza. Ese terror es lo que he tratado de crear en El visitante. Los personajes no son fantásticos, sino realistas, con debilidades humanas, y ellos guían la historia.


P. ¿Siente que esta serie y la novela en la que está basada conectan de alguna manera con la situación actual en EE UU?


R. Estos son tiempos peligrosos, pero cualquier tiempo lo es, piensa en los años treinta o en los sesenta. Entonces el mundo estaba en un momento pésimo, pero en la industria del entretenimiento se hicieron buenas cosas. La situación actual, con el mundo convertido en una bola de barro y Trump, pinta mal. Claro que uno trata de abordar de alguna manera el tema, pero hay que ser sutil; no se puede ser demasiado enfático, ni cargar las tintas. En cualquier caso, si de lo que se trata es de aterrorizar y de dar miedo, creo que nada supera a los titulares de los periódicos.


P. ¿Cuánto ha tardado en escribir esta serie?


R. No ha llegado al año. Realmente, estaba siempre con tres episodios entre manos: el que había sido revisado por los estudios añadiendo las sugerencias de cambios que proponían; el nuevo que estaba escribiendo, y el siguiente que aún no tenía del todo esbozado, porque el departamento de arte necesitaba saber lo que tenían que ir preparando. Luego, cada episodio se rodaba en 10 días, así que constantemente hay cambios que hacer porque, por ejemplo, no hay tiempo para ese accidente con un autobús que pusiste en el guion. Escribes como si estuvieras en una cinta de correr.


P. ¿Ese ritmo frenético hace que crear novelas se vuelva algo tedioso y no tan atractivo?


R. Soy novelista y tengo algunas cosas a medio hacer sobre las que volveré. Pero el atractivo de escribir series, además del dinero, es poder interactuar con otra gente. La escritura normalmente es un trabajo muy solitario que te recluye, pero con la televisión vuelves a tener vida social mientras trabajas. Se vuelve adictivo; es como el crack.


P. Ese mismo enganche sienten muchos espectadores con algunas series. ¿Ve televisión?


R. Veo series en streaming. Últimamente, Succession que es un gran y sucio culebrón; Peaky Blinders, que me encanta; y Ozark. Nunca las veo solo, siempre con mi mujer. Y así, aunque la serie no sea muy buena, nuestra conversación en torno a ella siempre lo es.




Andrea Aguilar

Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.


EL PAÍS




Richard Price / Por un puñado de dólares

 

Richard Price

Richard Price: por un puñado de dólares

'Los impunes' es una obra maestra escrita casi sin querer, cuando el autor buscaba el rendimiento económico de una obra menor

Enrique de Hériz
2 de febrero de 2016


En 2008, Richard Price cambió de pareja, cambió de casa y de barrio para instalarse en Harlem, cambió de agente y firmó un contrato con su editorial de siempre para una novela nueva, una radiografía novelada de la vida en Harlem, como había hecho con el Lower East Side en su entonces recién publicada 'La vida fácil'. En una cena con su nueva agente, se quejó de que lo único que no cambiaba era la molesta necesidad de escribir guiones para ganarse la vida. Desde 'El color del dinero' hasta seis capítulos de 'The Wire'Price ha firmado una treintena de guiones: ideas propias, adaptaciones de sus novelas, versiones de obras ajenas. Ha hecho incluso de productor ejecutivo e incluso ha asomado su rostro peculiar en una decena de cameos. Y sin embargo, reniega del cine con un argumento sencillo: lo que le gusta es escribir novelas. Tiene derecho a quejarse. Cualquiera de sus cuatro obras principales -'The Wanderers', 'Clockers', 'Freedomland', 'La vida fácil'- justificaría por sí misma un lugar prominente en la literatura contemporánea.

Su agente nueva le propuso una solución: como en sus labores de documentación callejera había acumulado centenares de sucesos y anécdotas policiales, tenía que escribir una novela de género que se dejara de sutilezas literarias y se centrara tan solo en el argumento. Dedicaría cuatro meses a escribirla y la publicaría con pseudónimo. Ella le conseguiría un buen contrato en otra editorial y gracias a ese dinero podría dedicar el tiempo necesario a su nueva novela literaria sobre Harlem. Se negoció con todas las partes y se acordó que la 'novelita' aparecería al año siguiente, firmada con el pseudónimo Harry Brandt. El invento se fastidió, en palabras del propio Price, "en cuanto puse a hablar a uno de los personajes". Cinco años después, cuando por fin terminó 'Los impunes', no tuvo reparos en afirmar: "Acepté ese engargo para ganar dinero y luego tuve que coger otros trabajos para ganar un dinero que me permitiera terminar el encargo que había aceptado para ganar dinero".


Un grupo de agentes mantiene durante veinte años la amistad forjada en una iniciación intensa en la vida policial y criminal, cuando se hacían llamar los Gansos Salvajes. El destino les ha dado salidas distintas, pero cada uno de ellos conserva la obsesión por un criminal particular que se le escapó en esos inicios. Eso son 'los impunes', en creativa traducción del original 'whites', una blancura que, en un guiño casi explícito a Moby Dick, nos trae el colosal tema de la novela: las relaciones entre la obsesión persecutoria y la culpa.

Con una trama paralela que afecta a la vida familiar del protagonista central, Billy Graves, Price se maneja con la misma soltura en el terreno del 'thriller', en las profundidades del perfil psicológico y, por supuesto, en la descripción literaria. Pocos autores consiguen con tanta eficacia como él que lo relatado adquiera una visibilidad casi tridimensional: un enfrentamiento pandillero con bombillas rotas a modo de armas blancas se resuelve con "una esquirla de cristal clavada en una córnea como una vela en miniatura". La respuesta de lectores, críticos y colegas ha sido unánime: a Harry Brandt le ha salido un Richard Price extraordinario.


OCIO Y CULTURA



Richard Price / Los impunes / Reseña

 


Un lío de impunes

El sardónico autor de novela criminal del Bronx vuelve con un libro de redención y venganza que firmó con alias


Kiko Amat

26 de octubre de 2016


Dicho lo dicho,
 Los impunes solo naufraga en eso, lo de la firma encapuchada. En todo lo demás es puro Richard Price después de 1992, la época en que el autor decidió dejar de escribir sobre sí mismo y —con Clockers— zambullirse en lo que Nelson Algren pudo haber definido como “periodismo emocional”. Drama callejero realista inmerso en una trama criminal. Esto es una novela de Richard Price (The Bronx, 1949), pero estuvo a punto de no serlo: el autor anhelaba escribir una obra “comercial” con seudónimo (Harry Brandt), solo que el proceso se asemejó, en sus palabras, a “sacar un conejo de un sombrero de cristal”. La autoría cantaba como una almeja; eso es lo que el hombre intenta decir. Price —que ha publicado nueve novelas, ha recibido premios por The Wireha sido nominado al Oscar por un guion (El color del dinero, 1986) e incluso escribió el vídeo Bad de Michael Jackson— aprendió en sus veteranas nalgas que la mayoría de autores meritorios escriben con un estilo que no dictan la voluntad o el mercado, y que es tan inmutable como la trayectoria de la órbita terrestre. Al final Price claudicó, resignado, y terminó firmando con su nombre real. Un hombre debe escoger sus batallas, y lo de disimular su voz estaba condenado al fracaso.


Richard Price


Los impunes, hay que decir también, no es un libro perfecto. El número de bajas mortales de la novela es más alto que en Predator II, y en sus 411 páginas condensa más nombres imposibles de memorizar que el libro del Génesis (al final, uno tiene que abandonar el control freak que lleva dentro y seguir avanzando sin corroborar identidades; de otro modo, no terminaríamos nunca). Pero esas son sus dos únicas pegas.


La trama es tridimensional, sin clichés, adictivísima y tiene fondo de sobras para que quepan en ella reflexiones hondas. Hablamos de Billy Graves, un detective maduro que patrulla el turno de noche en Manhattan, y su obsesión creciente por uno de sus casos no cerrados, cierto homicida que se fue de rositas. A esa hebra se entrelazan los incólumes de cada uno de sus colegas (todos tienen un indemne), y cómo de repente alguien les está dando sistemático matarile. Aparece también un piernas intrigante, Milton Ramos, el policía que se la tiene jurada a Graves. Ramos, de hecho, es el típico secundario que acapara los mejores diálogos y roba el plano. Un villano en relieve, como el Kingpin del nuevo Daredevil o el Tommy Shelby de Peaky Blinders: malos con métodos cuestionables pero bagajes que fomentan la empatía. En eso Price es el rey: la elaboración de personajes creíbles y humanos, estén del lado de la ley o del desorden.


Esta historia de “revancha indirecta”, obcecación autodestructiva a lo Moby Dick y culmen con lavado-de-pecados (tres temas predilectos de Price; y míos también) sube de ritmo según pasan las páginas, y a partir de la 250 agarra una aceleración feroz. Eh: quieres saber. Necesitas saber. Vas a saber, desoyendo los gemidos famélicos de tus hijos en la habitación contigua y las llamadas conyugales a levantarte de la chaise longue, lavar tus pústulas y hacer algo de provecho con tu vida. Y lo harás, algún día lo harás, pero no hasta que hayas terminado Los impunes. Un libro de polis y cacos que trasciende su género, causa síndrome de abstinencia y se lee como una serie de televisión especialmente trepidante.


Los impunes. Richard Price. Traducción de Óscar Palmer Yáñez. Literatura Random House. Barcelona, 2016. 411 páginas. 22,90 euros


EL PAÍS




Richard Price / «He nacido con un don para escribir diálogos»

 

Richard Price

Richard Price: «He nacido con un don para escribir diálogos»


Manuel de la Fuente
16 de febrero de 2010

Tiene el don, y es él mismo quien lo dice, de crear unos diálogos vibrantes, exactos, que en tres preguntas y tres respuestas levantan en la cabeza y la imaginación del lector toda la arquitectura de un personaje. El ritmo de su prosa es vertiginoso, casi como las peripecias de los coches patrulla por las calles de la ciudad de Nueva York, rebosantes de vida, sangre, sudor y lágrimas.
Richard Price es un guionista de éxito (en el cine con títulos como «El color del dinero», de Scorsese; en la televisión con series como «The wire») y uno de los novelistas más directos y exigentes de la narrativa norteamericana actual. «La vida fácil» (Random House Mondadori) es su nueva obra, recibida con entusiasmo por la crítica y el público norteamericanos. Price ha pasado por Madrid, invitado por CaixaFórum para participar en la conferencia «La nueva narrativa de las series de televisión».
Price, no obstante, no se considera un típico «escritor del género de novela de detectives», sino que utiliza el estilo («efectivamente, en esta novela hay un crimen y una investigación») «porque me convenía esa estructura para introducirme de una forma directa en un mundo muy complejo, como es la vida en una zona muy concreta de Nueva York, el Lower East Side».
Un conjunto de pequeños pueblos
¿Es la Gran Manzana un plato apetecible, fácil de hincarle el diente por parte del novelista? «Nueva York es un conjunto de pequeñas aldeas, de pueblos, algunos como el que yo describo extremadamente complicados, con multiplicidad de culturas, de grupos étnicos, de subculturas, como si distintas partes del mundo hubiesen decidido trasladarse a vivir y habitar los mismos y escasos metros cuadrados».
Metros cuadrados en los que los personajes de Price hablan y dialogan a toda pastilla, pero sus palabras no se las lleva el viento, sino que van poniendo los cimientos de sus personalidades, de sus fobias, de sus filias, sus sueños, sus pesadillas. Diálogos que son como la vida misma. «No soy muy consciente de cómo lo consigo, no pienso mucho en ello -asegura el escritor-. Es como la gente que nace sabiendo cantar, y yo, pues sé hacer eso, es como un don, y cuando se tiene un don, uno lo practica y va por el mundo con él».
Price ha metido su bisturí narrativo tanto en estos microcosmos raciales y culturales, como en las idas y venidas de la Policía de Nueva York, reflejo igualmente de ese crisol de culturas. «No es fácil acceder a la Policía neoyorquina, saber cómo trabajan internamente. Me ha costado bastante, porque son muy autoprotectores. Digamos que los escritores no somos sus personas preferidas, si dices que eres novelista de primeras no se te van a abrir muchas puertas, pero hay que conseguirlo. Llega un momento en que sucede, y una vez que entras, pues entras».
Aunque novelas como «La vida fácil« se «ven» además de leerse, Price comenta que «no, no pienso en términos de imagen, o en términos cinematográficos. Escribir una novela absorbe toda mi energía como para además poder pensar en otro medio de expresión». Tras reconocer que de vez en cuando toma notas para no perderse con los diálogos, Price explica su método de trabajo con un símil deportivo. «Una novela es como un campo de fútbol. Yo tengo una idea más o menos general y conozco y sé cómo actúan 5 o 6 de mis personajes principales, pero no soy capaz de ver el campo en toda su perspectiva, de manera que tengo que ir encontrando el camino, algo en lo que juega un papel fundamental la intuición».
ABC ANDALUCÍA


Richard Price /«Me gusta que el lugar sea el tercer personaje»




Richard Price: «Me gusta que el lugar sea el tercer personaje»

Conversará hoy en el CaixaFòrum de Barcelona sobre las nuevas formas de narrar en la era de la imagen.

Mercedes Jansa
17 de febrero de 2010


–Su nueva novela, La vida fácil

–No creo que sea así. Uno escribe sobre lo que reconoce. He nacido en el Bronx y ahora vivo en Harlem, procedo de una familia de clase trabajadora y eso forma parte de mí, no puedo negarlo. Pero esta historia la localizo en el Lower East Side, un barrio de Manhattan. Me gusta que en lo que escribo el lugar sea como el tercer personaje. Además, no hay solo una Nueva York, hay miles. ¿De qué ciudad estamos hablando, de la de Woody Allen, la de Don DeLillo o de la de Spike Lee?

–Multicultural.

–No me gusta esa palabra.

–¿Por qué?

–Porque es políticamente correcta. Prefiero hablar de multigente, de un mosaico o simplemente de culturas y personas variadas y diversas.


–El libro se abre con una asesinato y se cierra con una detención. Entremedias desfilan multitud de personajes. ¿Por qué ha preferido un reparto coral?

–Quería abarcar un mundo en su totalidad, en un barrio que ha cambiado mucho en los últimos años y he tratado de dar a cada personaje su momento estelar porque es un barrio muy diverso.

–Son personajes a la vez despiadados y buenos.

–Siempre me han atraído los elementos más duros de la supervivencia porque ya hay demasiados escritores importantes que nunca han abandonado el terreno de los ricos. Todos tenemos una doble cara. Alguien me ha dicho, aunque no soy consciente de ello, que en ese choque hay una cierta carga de castigo y de sentimiento de culpabilidad.

–El género de intriga, ¿se adapta mejor a sus intenciones?

–Para mí, el crimen es secundario. Los delitos y los detectives me permiten hablar de los personajes y del entorno. Ni siquiera me gusta la novela negra.

–¿Se considera un escritor del realismo social?

–No, aunque reconozco mi empatía por los que menos tienen. Ese mundo es el telón de fondo emocional con el que he decidido escribir. Mi punto de vista político es humanista de izquierdas, a la manera tradicional, por definirlo de alguna manera. Si tuviera que escribir sobre la crisis económica, por ejemplo, me centraría en una familia que la sufre, no en lo que hace Obama.

–Una de las características de su escritura es que es muy visual.

–Si pudiera meterme una cámara en la cabeza, no escribiría una sola palabra. En las novelas me gusta contar las historias como un periodista, como si fuera un testigo con una cámara.

–¿Tiene una manera de trabajar distinta se trate de una novela o de un guión de televisión o de cine?

–No, pero me responsabilizo íntegramente de mis novelas, no así de los guiones. Estos los entrego a los productores y a los directores, que se encargan de destrozarlos. Estoy a su merced porque tengo que pagar las facturas. En resumen, soy padre de mis novelas y huérfano de mis guiones. Las novelas son mi vida.


–Creo que alguna vez ha acompañado a las patrullas nocturnas de la policía de Nueva York. ¿Cómo ha sido la experiencia?

–Llena de emociones y muy excitante. Me absorbe tanto la experiencia, tan metido estoy en lo que veo, que no tengo ni miedo. Mi curiosidad es inagotable. Me interesan las conversaciones y las relaciones entre la policía y los delincuentes.