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martes, 9 de enero de 2024

Tommaso Landolfi / Un pecho de mujer


Tommaso Landolfi
Un pecho de mujer

(“Un petto di donna”)



      Seguía con la mirada a la muchacha, que se movía insegura por el borde de la acera y que parecía disponerse a cruzar la calle. Era una soberbia muchacha, elegante, no tanto por su modo de vestir como por su cuerpo: largas piernas esbeltas pero del grosor justo, pelvis estrecha, hombros delicados y encima de todo una hermosa cabeza de cabellos negros, a la que correspondía una carita menuda, tierna, ambarina. La seguía (con la mirada), sobre todo, a causa de su pecho, que no parecía oprimido por el clásico y mortificante indumento, sino que saltaba libre al compás de su paso. Alrededor, gorjeos, pitidos y aromas de primavera. Y yo miraba a la muchacha y sólo pensaba: “¡Ese pecho!”, y no sabía ni me atrevía a añadir nada más a mis pensamientos. Pero seguí mi camino, que me llevaba a pasar a su lado.

Tommaso Landolfi / Milán no existe




Tommaso Landolfi 

MILÁN NO EXISTE

(“Milano non esiste”)



      Milán estaba a oscuras a causa del racionamiento bélico. Yo lo estaba por ningún motivo particular, porque siempre lo estuve y, tal vez, no podría no estarlo: no se necesitan guerras para oscurecer mi alma. En efecto, en el tren me decía: Mi-la-no, qué bella y suave palabra. Pero, ¿responderá de verdad a algo? ¿Existirá de verdad la gloriosa ciudad de Milán o no será, en cambio, más que humo? ¿Y qué significa esta maciza estación, que parecería aludir a intercambios, a concretos propósitos, a vida acogida, es más, convencida? Y, en todo caso, ¿qué hago yo aquí? Y sobre todo, ¿a título de qué, en virtud de qué pretexto o razón no estoy solo? Esta que está a mi lado, ¿quién es? ¿La conozco? Mirándola bien, no me lo parece: nunca me gustaron las mujeres rubias, mortecinas, de ojos azules. Y encima ella parece aceptar la realidad, toda la realidad por mínima que sea y se presente como se presente (hasta tal punto una mujer semejante me es ajena e incomprensible). Se diría que para ella no tienen vuelta de hoja esta inmensa bóveda de hierro, estas luces sofocadas y borrachas, estos fantasmagóricos ferroviarios, estos viajeros catarrosos a la espera de no se sabe qué partida hacia no se sabe dónde… ¡Qué estúpida! Se diría que para ella todo es verdad. Pero bueno, ¿qué quiere, qué espera, y no hablo sólo de mí?

Tommaso Landolfi / Un homicidio


Tommaso Landolfi     

UN HOMICIDIO
(“Un omicidio”)



      Habría bastado con nada, habría bastado con que el hombre, cuando él lo tenía agarrado por las solapas de la chaqueta retorciéndoselas alrededor del cuello, hubiera respondido de otro modo para que el asunto se hubiera resuelto, tal vez, de otra manera. Aquel balbuceo suyo, atemorizado y, por descontado, digno, en cambio parecía hecho adrede para excitarlo (el individuo en cuestión); y ni siquiera excitarlo, sino para helarle definitivamente la sangre y, en conclusión, para impulsarlo a llegar al final. Llegado a ese punto, nada se lo impedía. El hombre no había sabido decir nada. ¿O es que no había entendido la pregunta ni lo que la misma sobreentendía ni nada? Bueno, pues en ese caso era más que justo que muriera.