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sábado, 30 de agosto de 2025

Aristófanes: Las aves

Idioma original: griego clásico

Título originalὌρνιθες (Ornithes) 

Año de publicación (representación): 414 a.C.

Valoración: Se deja leer 


Creo que alguna vez he llegado a decir aquí que leer a los clásicos griegos no es en absoluto tan intimidante como la gente cree. De hecho, aunque algunos textos resulten a veces no muy digeribles, hay otros, en mi opinión la mayoría y sobre todo los de los grandes dramaturgos, llenos de vivacidad, relatos épicos, tragedias brutales, historias eternas y a veces cuajadas de humor, que pueden leerse sin la menor dificultad y resultan muy gratificantes. Esto es así muchas veces, pero llegados a este punto hay que reconocer que no siempre.

Aristófanes, autor sobre todo de comedias, propone en Las aves una cosa bastante loca: un par de personajes, Pistetero y Evélpides, consiguen entrar en contacto con Tereo, un rey que de alguna manera fue transformado en una abubilla y en su nueva condición parece que ejerce cierto ascendiente sobre el mundo de las aves. Los recién llegados huyen de Atenas, donde es posible que estuviesen envueltos en algún pleito, e intentan convencer a la abubilla para que las aves creen una ciudad en los cielos desde la cual gobiernen el mundo, desbancando a los dioses del Olimpo. Todo esto, claro está, entre un despliegue de retórica disparatada, disfraces y algunas situaciones más o menos cómicas.

Tras haber logrado estos individuos en parte su objetivo, se desarrollan las escenas más divertidas cuando una serie de personajes van apareciendo en escena intentando apuntarse a lo que consideran el nuevo poder emergente. Poetas, negociantes y matemáticos se arriman a lo que consideran caballo ganador, siendo despachados sin contemplaciones por los nuevos dirigentes. También se aproximarán varios dioses con intención de conocer la situación, e incluso de negociar. El nuevo orden, aunque todavía embrionario, tiene un buen número de personajes arrodillados para hacerse hueco, una estampa que igual nos es un poco familiar en los tiempos actuales.

La cosa es tan chusca que por momentos se siente uno sumergido en el ambiente de algunas obras teatrales deudoras del surrealismo o de la literatura del absurdo, de manera que si estuviéramos leyendo algo del siglo XX nos pondríamos quizá a buscarle significados, mensajes encriptados o estereotipos bajo el disfraz. En ese intento de análisis de fondo, seguramente el texto podría darnos claves interesantes en manos de algún entendido en la época: el reflejo del conservadurismo de Aristófanes, la crítica a la recientemente nacida democracia ateniense, ecos de la geopolítica del momento, cosas así que he podido ver por ahí y que sin duda aportarían datos para una lectura más rica.

Por mi parte, a lo sumo se me ocurre que eso de abogar por una ciudad edificada en el cielo y un mundo gobernado por las aves puede tener algo de metafórico, un punto de idealismo lanzado por quien reniega de alguna situación política o social, y un mensaje que se quiere hacer llegar, envuelto en el humor, a los espectadores que por su parte solo esperan reírse y pasar un buen rato. Pero, claro, todo esto leído a pelo veinticinco siglos después no funciona nada bien, a diferencia de esos otros autores a los que me refería al principio, clásicos, estos sí, en el más profundo sentido de quienes hablan sobre cosas más allá del momento y el lugar, que tocan al ser humano con carácter universal e intemporal. 

Por lo demás, digamos que el librito por sí mismo puede resultar a lo sumo entretenido y hasta provocarnos alguna sonrisa, nada mucho más allá, pero a fin de cuentas es otro título que llevarnos a la mochila, porque en definitiva en materia de lecturas (casi) todo suma.

Otras obras de Aristófanes reseñadas en ULADLisístrataPluto


sábado, 15 de febrero de 2025

Ferdia Lennon: Deus Ex

Idioma original: inglés

Título original: Glorious Exploits

Año de publicación: 2024

Traducción: Jon Bilbao

Valoración: recomendable

Año 412 A. C. Tras la derrota ateniense en su intento de conquistar Siracusa, en Sicilia, los siracusanos encierran a los soldados prisioneros en unas canteras e ir a visitar a aquellos atenienses muertos de hambre se convierte en un pasatiempo para los alfareros en paro Lampo y Gelón, más aún cuanto que éste último es un fan absoluto de la tragedia griega y trata de que los atenienses le reciten pasajes de las obras de Eurípides -su favorito y el señor de color carmín y ojos saltones que nos mira desde la cubierta del libro-, a cambio de algo de comida. Pero, no contento con esas migajas, un día decide montar con los prisioneros, allí en la cantera, una representación de Medea, nada menos, a la que luego se sumará Las Troyanas (de ahí los desorbitados ojos del señor de color carmín, supongo).

Aunque Gelón es el más motivado para llevar a cabo esta incierta aventura escénica, la historia nos la cuenta Lampo, un tipo más extrovertido y menos leído -de hecho, no sabe leer ni escribir -que ve en esta locura una manera de tener entretenido a su amigo, comprensiblemente deprimido desde la muerte de su hijo y el abandono de su esposa; él, por su parte, lo considera una manera de matar el tiempo entre visita y visita a la taberna, donde trabaja Lira, una esclava de la que se ha enamorado y también, por qué no, una fuente de ingresos cuando encuentran a un "productor", un extraño personaje de allende los mares llamado Tuireann. En todo caso, la obra tira para adelante por el tesón y la astucia de ambos directores de escena, la ayuda de unos chiquillos que juegan por los campos y gracias, sobre todo, a que entre los atenienses, pese a estar hambrientos, enfermos y hechos polvo, en general, encuentran algunos actores más o menos resultones que, convenientemente maqueados, puede que den el pego... o tal vez no.

Con un tono tragicómico -más cómico que trágico, gracias, sobre todo, al extrovertido y entrañable Lampo, aunque la tragedia, también está presente, pues la historia se desarrolla en tiempos de guerra- va avanzando esta novela, de forma bastante resultona; tampoco es de extrañar, pues las historias que cuentan cómo se monta una obra de teatro, casi un género en sí mismas (con el subgénero de las que están interpretadas por presos o prisioneros de guerra... A bote pronto, recuerdo, en novela, La semilla de la bruja de Margaret Atwood y en cine películas como la francesa El triunfo o Las vidas de Sing Sing, esta última estrenada recientemente), suelen resultar de lo más entretenidas y, por lo general, consiguen que el lector o espectador/a empatice con los esforzados personajes que tratan de representar la obra sorteando dificultades y contratiempos. Lo mismo ocurre aquí, claro, con el añadido de que la trama se desarrolla en la Magna Grecia de hace casi 2500 años y la ambientación, por tanto, supone también un requisito importante. Que parece, en todo caso, bastante bien lograda, aunque tengo la sospecha de que a los lectores de novela histórica más rigurosos quizás no les agrade el tono desenfadado y contemporáneo de los diálogos. Para el común del público lector, no obstante, representa un añadido que refuerza la comicidad de la novela, debido al contraste con la antigüedad del contexto.

Deus Ex -el título en inglés resulta más gracioso, pero, por una vez su traducción, aunque sea al latín (debería ser al griego), tiene cierto sentido- supone, en todo caso, un estupendo debut literario para su autor, el irlandés Ferdia Lennon. Esperemos que pronto nos ofrezca una nueva novela, al menos tan divertida como ésta.

jueves, 28 de noviembre de 2024

Jean-Paul Sartre: Los secuestrados de Altona

Idioma original: francés

Título original: Les séquestrés d´Altona

Traducción: Aurora Bernárdez

Año de publicación: 1959

Valoración: Está bien (Recomendable para devotos y completistas) 

Desde aquel infausto día en que me atreví a ponerle un Decepcionante a mi querido Antonio Machado, ahora ‘no hay quien me pare ya los pies’, como dice la canción. El gran Sartre podría ser el siguiente al que meterle las gomas.

El viejo filósofo y escritor, inspiración de generaciones enteras, se valía, entre otros formatos, del medio dramático para exponer ideas acerca del individuo, la sociedad o cuestiones políticas del momento, a veces de forma literal y otras recurriendo a la alegoría. Y como la mayor parte de su obra teatral se sitúa a mediados del siglo pasado, el peso de las experiencias del nazismo y la guerra está muy presente. En esta ocasión la atención converge en Frantz, que fue combatiente en el frente ruso aunque previamente había intentado ayudar a un polaco a escapar de un campo de concentración. El extraño episodio vivido en su juventud no se ha borrado de su memoria, aunque después se haya mostrado como un nazi ferviente.

Frantz lleva años voluntariamente aislado en una habitación en la propia casa familiar y podríamos decir que a estas alturas no parece mentalmente muy estable, a lo que contribuye con ganas su misteriosa hermana, que es su único interlocutor. A pesar de su reclusión, Frantz no puede verse libre de los problemas familiares que surgen cuando el padre, un rico empresario, anuncia que padece una enfermedad terminal.

De manera que vienen a reunirse circunstancias diversas en torno al personaje, que van a conformar una trama en apariencia sencilla pero que esconde múltiples perspectivas: el turbulento pasado de Frantz, el futuro de la empresa familiar, los complejos y turbios sentimientos de los personajes. Sartre va introduciendo cuestiones esenciales sobre la vida, la culpa, la soledad, la fidelidad, y entonces un argumento que parecía centrarse en las secuelas del nazismo va rolando hacia el terreno del existencialismo. Las decisiones no tomadas, o las que se adoptaron para conducir a callejones sin salida terminan pesando de forma decisiva, incluso sobre los personajes que mejor parecían encarar las encrucijadas de la vida.

La obra no deja de tener interés, claro está, no por nada la escribe uno de los pensadores más brillantes del siglo. Puede uno detenerse en la psicología de los personajes, sus inclinaciones ocultas, sus debilidades. O en el tanto de culpa de la sociedad alemana en al ascenso del nazismo, en quienes prosperaron a su sombra e intentan progresar llegados los nuevos tiempos. Podemos bucear en la disyuntiva del excombatiente, entre una Alemania devastada por la guerra pero fiel a su supuesto espíritu nacional y un país renacido a costa de renunciar a sus esencias. Muchos puntos para un análisis detenido en el campo del existencialismo, tanto individual como colectivo.

Pero no olvidemos que esto es una obra de teatro, y en esa perspectiva es donde en mi opinión no resiste el análisis. Meter todos estos ingredientes en una ficción dialogada me parece casi temerario. Estamos en un formato pensado para que el espectador se mantenga hora y pico pendiente de unos personajes y, al margen de que en ese tiempo ese espectador experimente más o menos sensaciones, se le debiera ofrecer algo más que oscuras intervenciones bajo las cuales se esconden conflictos y reacciones nada fáciles de percibir sobre la marcha. Los diálogos de Sartre, largos, sinuosos y llenos de sobreentendidos, resultan casi siempre tediosos, con tanta y tan variada carga que generan más perplejidad que otra cosa, como no sea aburrimiento.

Quizá en este caso la obra sea más apropiada para ser leída que para verla representada. O a lo mejor para, en vez de seguir la noche teatral con una cena o unas copas, montar una tertulia para desentrañar, cada uno con sus percepciones, la gran cantidad de cosas que nos han querido contar. De cualquier forma creo que don Juan Pablo, que tantas cosas interesantes nos dejó, también en formato dramático, tuvo momentos mucho mejores.

Otras obras de Jean-Paul Sartre reseñadas en ULAD: La náuseaEl existencialismo es un humanismoLas manos suciasA puerta cerrada


jueves, 12 de septiembre de 2024

Henrik Ibsen: Espectros

Idioma original: noruego
Título original: Gengangere
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun (en castellano para Nórdica)
Año de publicación: 1881
Valoración: está bien


Siempre supone cierta dificultad reseñar obras de teatro en su formato literario, pues uno debe recrear mentalmente escenarios y espacios y gran parte del texto se centra en los diálogos entre personajes por lo que el lector debe estar dispuesto a casi formar parte de un imaginario elenco actoral y entrar mentalmente en el escenario. Y el éxito de tal empresa depende en gran parte de la propia historia narrada.

En esta obra, escrita a finales del siglo XIX, intervienen únicamente cinco personajes y se descompone en tres actos correspondientes a los habituales momentos narrativos (introducción, nudo y desenlace). La historia empieza con una escena entre Regina (la asistencia de la señora Alving) y su padre, quien pretende convencerla de que deje el hogar donde está realizando las tareas domésticas y marche a vivir con él para trabajar en una especie de mesón para marineros. La chica descarta la propuesta ya que no se fía del negocio que tienen pensado hacer su padre ni tampoco de él, pues es alguien de vida algo errática. En paralelo, vemos como Osvald, el hijo de la señora Alving, ha vuelto de un viaje al extranjero y se encuentra a su madre hablando con el reverendo del pueblo acerca de la construcción de un asilo financiado por ella. La aparición del hijo y los detalles de su vida en el extranjero alarman al reverendo, pues la mentalidad del joven ha cambiado desde que se fue, abandonando las costumbres más arcaicas y cerradas para ver la sociedad desde un punto de vista más abierto; así, Osvald defiende que las parejas puedan tener hijos sin casarse y convivir en un mismo hogar, ideas con las que su madre está de acuerdo pero que enervan al reverendo, quien le discute sus ideas y conceptos sobre la libertad afirmando que «en esta vida es pura rebeldía esperar la felicidad. ¿Qué derecho tenemos las personas a ser felices? No, señora, ¡lo que tenemos que hacer es cumplir con nuestro deber!». Unas ideas anticuadas que reafirma, hablando a la mujer de su difunto marido y la vida de excesos que llevaba, al decir que «una esposa no ha de erigirse en juez de su marido. Tenía usted la obligación de llevar con humildad la cruz que una voluntad superior había considerado oportuno concederle». A partir de esa puesta en escena y conflicto candente, se desarrolla la acción en un continuo contraste entre mentalidades e ideologías al que se añade situaciones del pasado de los implicados que provocan no pocas discusiones y revelaciones que ponen en riesgo el frágil equilibrio familiar y social de los personajes. 

Como ya ha demostrado es múltiples ocasiones, Ibsen sabe encontrar los conflictos sociales y morales de sus personajes y los somete a momentos de confrontación, mostrando de esta manera las costumbres de una sociedad que se va abriendo a nuevas ideas y visiones del mundo. No podemos olvidar que estamos a finales del siglo XIX, una época en que las ideas de Ibsen colisionaban de lleno en una sociedad donde el modelo de familia (con gran influencia de la religión) era poco menos que intocable por lo que su valentía y atrevimiento le otorgan aún más valor de lo que el propio texto merece. Por ello, a pesar de que no es una de sus mejores obras, Ibsen siempre debe tener un espacio destacado en nuestro bagaje lector, pues la influencia de su obra en la historia de la dramaturgia es incuestionable.

Tal y como dice una de las protagonistas en el texto, en plena confesión al reverendo, «he tenido la sensación de estar viendo espectros. Aunque yo diría que espectros somos todos (…) y no solo porque carguemos con la herencia de nuestros padres. Tenemos además muchas opiniones viejas y muertas». Y no le falta razón, pues la herencia de nuestro pasado sigue presente en nosotros, a veces con valores nobles y vigentes, pero también con mentalidades encerradas y arcaicas que conviene enterrar para que no asomen e impidan avanzar en derechos y libertades.

miércoles, 28 de agosto de 2024

José Sanz: Duelos patológicos

Idioma original: Español  
Año de publicación: 2024
Valoración: Está bien

Duelos patológicos es un volumen que recopila cinco textos de José Sanz. Aunque misceláneo en cuanto a formatos y registros (aglutina cuatro relatos y una obra de teatro en tres actos), guarda bastante coherencia tonal y temática. Al fin y al cabo, abunda en humor y explora cómo distintos personajes gestionan sus respectivos duelos (la muerte de alguien cercano, la agónica decadencia de su afición, una ruptura amorosa...).

En "El hombre más rico del país", aquel que da nombre al relato, que es también el ser humano más odiado del país, obliga a su gestor patrimonial a seguirle en una alucinante empresa. En "El gran reemplazo", un anciano se niega a aceptar que el fútbol ya no le interesa a nadie. En "Su indiferencia me da ganas de romper cosas" (la obra de teatro), un cura a tiempo parcial es llamado para efectuar un exorcismo. En "La vía diplomática", un ser humano divorciado interactúa con un pasillo cuyas paredes y techo tienen pelo. En "Líneas rojas", un autónomo que trabaja desde casa se obsesiona con un televisor que parece mostrarle a sí mismo con la que fue su ex.

De los textos de Duelos patológicos destacaría la excentricidad de sus premisas y, sobre todo, la eficacia de su antes mencionado sentido del humor. Y es que el humor de Sanz, aunque más cándido del que yo acostumbro a leer, nos saca una sonrisa de vez en cuando y tiene ocasionales destellos de genialidad. Donde brilla más es, a mi juicio, en "Su indiferencia me da ganas de romper cosas", cuya lógica absurda y diálogos estrafalarios recuerdan al Esperando a Godot de Samuel Beckett o al Otoño en Pekín de Boris Vian. 

Quizá esta pieza teatral se alargue más de la cuenta, por cierto, pero en general deja un buen sabor de boca. Aunque también me gustaría verla representada, me satisface haberla leído (¿de qué modo si no hubiera podido experimentar sus hilarantes acotaciones?).

A Duelos patológicos le achacaría dos pegas. 

  • Que su estilo, aunque funcional, podría depurarse. En "El hombre más rico del país", por ejemplo, hay un par de imágenes que la prosa de Sanz no plasma nítidamente, por lo que al lector le cuesta visualizarlas. Asmismo, en "La vía diplomática" encontramos varias oraciones cuya redacción y estructura resulta un tanto confusa: «Del Campamento como tal no recuerdo gran cosa de mi estancia» o «Echo de menos muchísimo eso», entre otras.
  • Que las ideas que sustentan sus textos podrían haberse exprimido más. El niño enfermo de "El gran reemplazo" cumple su función, no lo niego, pero se siente algo desaprovechado. Idéntica impresión me suscita el «Campamento» de "La vía diplomática".

Sea como fuere, Duelos patológicos es una antología disfrutable. Su heterogeneidad, sus modestas pretensiones, sus conceptos extravagantes y su logrado sentido del humor menguan sin duda sus posibles defectillos e imperfecciones.

jueves, 28 de marzo de 2024

Wajdi Mouawad: Madre

Idioma original: francès
Título original: Mère
Traducción: Coto Adánez en castellano para Ediciones La uÑa RoTa
Año de publicación: 2022
Valoración: está bien


Hay géneros literarios que, reconozcámoslo, tienen poco público y me atrevería a decir que el teatro es de los que menos seguidores tiene si dejamos de lado su representación teatral que, en el fondo, es para lo que está destinado. Por ello, la lectura de obras teatrales parece destinada casi exclusivamente a los acuden al teatro y/o se dedican a ello; para el resto, son obras difíciles de abarcar pues requiere cierta práctica o bagaje para poder ponerse en situación e imaginarse a menudo escenarios estáticos con elementos no siempre detallados en la obra. De todos modos, una vez uno se acostumbra a ello y especialmente cuando ha leído obras del mismo autor, la interpretación (en todos los sentidos) es algo más fácil.

Fiel a sus inquietudes y a su estilo, con este texto Mouawad vuelve a ambientarse en su cultura y orígenes para construir el relato, aunque en este caso no habla únicamente de su tierra y de los conflictos que sus ciudadanos arrastran desde hace tiempo sino de su propia vida. Así, más allá de la guerra continua que sufre su país, el libro trata también sobre su exilio de Beirut a París, siendo aún pequeño; un exilio que supuso cambios a nivel de identidad, pero también en el seno familiar, pues la guerra marca a los que se quedan, pero también a los que se van. Y el autor, consciente de la dificultad en encajar en una cultura ajena, se vuelca en el teatro, como es evidente a lo largo de su obra y como él mismo reconoce al afirmar que «estaba exiliado geográfica y lingüísticamente, ya que vivía lejos del Líbano, pero desde el punto de vista de la escritura y el teatro, en la sala de ensayos, estaba en mi casa. Yo estaba en mi lengua y en mi historia cuando los demás estaban en el exilio». 

Con este propósito autobiográfico empieza el libro y lo hace con una introducción a nivel personal, por parte del autor libanés, en la que explica qué supone para él el exilio y cómo encuentra el hogar en el teatro y en la escritura y, a diferencia de sus obras anteriores donde el conflicto se centraba en las hostilidades entre países o familiares («con los libaneses todo acaba al pie de una tumba»), en este caso el autor va un paso más allá y narra la relación de él mismo con su madre. Así, este relato es el recuerdo que tiene el joven Wajdi sobre su madre, fallecida el 17 de diciembre de 1987 en Montreal. 

Argumentalmente, esta pieza teatral la componen unos pocos personajes: la familia Mouawad (que se encuentra en su mayor parte exiliada en París) y un par de periodistas que sirven al autor para narrar lo que sucede en Beirut donde siguen residiendo el padre y la hermana de su madre. Conocemos a través de ellos la situación de conflicto en el Líbano entre sirios e israelíes y vemos como desde la distancia la familia sufre por el padre y por la hermana, pero también por los civiles atrapados en una guerra que les ha caído encima como uno de tantos obuses y bombas. La tensión narrativa es evidente especialmente en la madre, quien intenta conocer lo que está sucediendo en el Líbano mientras Wajdi y su hermana Nayla haciendo gala de la inocencia de los niños juegan a que siguen estando en Beirut confrontando así con su cándida mirada infantil la violenta realidad en la que vive su madre y la toma de consciencia de la dureza de una vida en el exilio, lejos de su tierra, lejos de parte de su familia. Una madre otrora inteligente, fuerte y formidable, pero a la que la situación hace mella en ella contagiando la tensión a sus hijos, porque tal y como espeta a su hija Nayla «aquí la única que tiene derecho a quejarse soy yo. Tu solo te preocupas por ti, yo en cambio me preocupo por ti, por tu hermano, por tu hermano y por tu padre y por el perro y por la cazuela, así que no vengas a reprocharme que no entiendo, no tengo tiempo para entender, no tengo tiempo». Estas situaciones cotidianas se ven interrumpidas de manera frecuente por el visionado de las noticias que sirven a Madre para conocer el estado de su país, y es en ellas donde el estilo del teatro de Mouawad se ve claramente, pues se establecen diálogos imaginarios entre la presentadora de las noticias y la madre en una especie de súplica o reproche por no dar más detalles sobre el conflicto; son diálogos que rompen la cuarta pared y en las que vemos el desespero de una madre al dirigirse a la presentadora pidiendo, casi suplicando y a ratos exigiendo, más detalles, más información, más esperanza. Estas conexiones puntuales con los informativos de la televisión ponen el contexto histórico y social: las tropas israelíes de Ariel Sharon han invadido el Líbano obligando «a las fuerzas palestinas a abandonar el suelo libanés y apoyar las fuerzas cristinas» en la «Operación Paz de Galilea». El contexto familiar, lo pone el propio autor intercalando en el texto dibujos y recetas de cocina de la cultura libanesa.

Con esta obra, Mouawad nos traslada la dificultad del exilio al dejar atrás seres queridos que libran batallas contra los enemigos y contra la muerte que asoma en forma de armas o de hambre. Cabe decir que consigue su propósito en cierta medida, aunque es, de largo, su obra más personal y quizá por ello menos trágica de lo que nos tiene acostumbrados. Ya el propio autor reconoce el porqué de esta obra pues, en cierto pasaje, admite que «en el teatro uno de puede inventar lo que quiera, así que he aprovechado y he escrito esta escena. Para hablar contigo. Los vivos no podemos evitar hablar a los muertos» y confiesa que «quizá mi deseo no era hablar contigo, sino hacer que existiera un momento contigo que nunca existió», un momento íntimo y de recriminación por no haber atendido sus necesidades afectivas cuando era pequeño y que evidencia en una escena que dirige a la madre ya difunta afirmando que «llevo sin verte treinta y cuatro años y no te echo de menos. ¿Por qué? Porque quien te echa de menos es él, que te ve todos los días. ¿Me oyes? Echa de menos a su madre, te echa de menos a ti. Le estás perdiendo».

De esta manera, el libro narra la dificultad de los exiliados en su integración en la sociedad, pero especialmente en recobrar sus vidas, más aún cuando parte de la familia y amigos quedan en el país de origen víctimas y testigos de guerras y revueltas. La vida de los exiliados, siempre pendientes de las noticas, siempre pendientes de los avances de los conflictos, una conexión emocional que les mantiene atados a su país de origen sacrificando, también ellos, sus propias vidas con la mirada siempre dividida entre un pasado juntos y un futuro incompleto. Y, con ello, la desesperación y la frustración, y la represalia hacia los demás por parte de un carácter agriado con el paso del tiempo y de los sucesos. 

Dice el autor que «en el teatro, el país siempre es la escritura». Esa es la belleza de este noble arte, su gran importancia. Aquello que escribimos, aquello que leemos, conforma nuestro país, nuestro territorio mientras estamos volcados en ello. Es nuestra vía de evasión, pero también el hogar en el que recogernos cuando el ruido y las atrocidades sobrevuelan nuestras vidas.

También de Mouawad en ULAD: ÁnimaLitoralIncendiosCielosTodos pájarosAssedegatsUn obús al cor, Bosques

miércoles, 6 de diciembre de 2023

NOVELAS PIRAÑA #3: El unicornio de Javier Tomeo

Idioma original: Español
Año de publicación: 1971
Valoración: Recomendable (aunque no para todo el mundo)

Menuda sorpresa, El unicornio. Porque esta novela experimental de Javier Tomeo es, además de interesantísima, una experiencia lectora exquisita. No me extraña que ganara el Premio Ciudad de Barbastro en 1971, dada su calidad y vanguardismo.

Creo sinceramente que roza la perfección. Si hubiera rebasado las 150 páginas, quizá resultaría pesada o reiterativa; si su apuesta innovadora no estuviera tan bien expuesta, habría podido caer en lo hermético. Afortunadamente, la obra es redonda, y sale airosa de cuanto se propone.

Podríamos considerarla una sátira del Poder. Sobre todo, una que arremete contra el totalitarismo y se mofa de los dictadores y sus secuaces, a quienes retrata como hombrecillos ridículos o conspiradores que solamente quieren medrar y salvar su propio pellejo.

Divide la acción en tres planos, que empiezan nítidamente separados y progresivamente van fundiéndose en uno solo, ya sea porque interactúan en lo físico o porque dialogan temáticamente. Los tres planos son: 1) Una representación teatral ambientada en el reino de Vandalia, gobernado por el esperpéntico duque Tancredo IV. 2) Los nueve espectadores que la están observando (a los que fuerzas invisibles y un acomodador que sigue órdenes mantienen prisioneros en sus localidades). 3) Varias calles más abajo, un hombre y una mujer intentan amarse infructuosamente en un cuarto que pasa de «rojo» a «camaleón», «multicolor» y «de todos los colores del mundo».

Las únicas cosas que se le podría reprochar a El unicornio son que su argumento está, por momentos, algo desconyuntado, y que introduce demasiados personajes como para profundizar en todos ellos. No obstante, la osadía de su planteamiento, la eficacia de su atmósfera, lo certero de sus denuncias y sus aromas kafkianos hacen que las mentadas limitaciones apenas lastren al conjunto.

Así pues: una premisa sumamente original ejecutada con pasmosa solvencia, narraciones simultáneas, personajes extravagantes, diálogos delirantes, mucho simbolismo, paletadas de humor y audaz crítica social. Esto y más, mucho más, encontraréis en la joyita de Tomeo, la cual no será del gusto de todos los lectores pero hará las delicias a los amantes del absurdo que valoren el riesgo formal y la intencionalidad artística.
 

También de Javier Tomeo en ULAD: Aquí

martes, 26 de septiembre de 2023

Esquilo: La Orestíada

Idioma original: griego antiguo
Título original: Ορέστεια 
Traducción: Fernando Segundo Brieva
Año de publicación: 459 a. C.
Valoración: Recomendable (o no)

La sensación que uno siente ante una obra escrita hace 2500 años (¿2500 años? ¡2500 años!) es de un profundo respeto y, cómo no, distanciamiento. ¿Qué nos puede unir a dos humanos tan separados, autor y lector, por un abismo de tiempo – y distancia – difícilmente mesurable?

Analistas mucho más preparados y capaces que yo han estudiado la obra de Esquilo y – gracias desde aquí a todos ellos – la han traducido, editado, masticado, digerido y casi regurgitado para gozo y placer de todos nosotros, legos en la materia, pero curiosos y atrevidos lectores. Será este el perfil de mi reseña: cómo un lector actual y casual, más o menos omnívoro y obsesivo, puede disfrutar de una obra como esta;  no es mi intención abarcar más allá, no dispongo de tales capacidades.

Pues bien, lo primero que debo decir es que en mi bonita edición de las tragedias completas se nos informa de que La Orestíada es la obra que nos ha llegado más completa a nuestros días: en un principio, al parecer formada por cuatro partes diferenciadas (Agamenón, Las coéforas, Las euménides y Proteo, esta última perdida en el tiempo) y, esto es importante, autoconclusivas. Es esta la razón por la que me he limitado a reseñar La Orestíada y no las tragedias en conjunto; si ya es complicado dirimir aquí algo tan fundamental en la narrativa de nuestros días como introducción, nudo y desenlace, no digamos cuando faltan partes íntegras de la trilogía.

Historias que tratan de celos, venganza, asesinatos, dramas interfamiliares, dioses presentes y falibles como humanos, justicia conceptuada de una forma que hoy en día nos puede chocar, y redención (redención precristiana, entendida a la manera de los clásicos), no es sin embargo una lectura fácil ni ágil; para algo más ligero me permito recomendarles las comedias de Plauto o Aristófanes. En este tipo de lectura deberemos acostumbrarnos a interminables soliloquios, monólogos repletos de referencias mitológicas y geográficas (indispensable hacerse con una buena edición repletita de apuntes a pie de página), y, concretamente, a la participación protagonista del coro y a sus tremendas divagaciones.

La acción transcurrirá en su absoluta totalidad fuera del escenario, y habitualmente nos enteraremos de los hechos acaecidos a través de algún mensajero o heraldo que nos irá informando de las novedades.

En un esquema repetitivo, los personajes suelen ser protagonista y antagonista, coro y corifeo, y el anteriormente mencionado mensajero, que será el que dé inicio propiamente a la trama introduciendo la información necesaria. Tradicionalmente, el héroe impondrá su voluntad con la fuerza de los dioses y el coro acabará cantando sus alabanzas.

Bien, pues, ¿cómo enfrontarnos a la valoración? ¿es esta una lectura que valga la pena para alguien sin pretensiones, con afán de pasar un rato agradable de lectura? 

Me temo que no. Sin lugar a dudas, es una obra maestra de la literatura y ejemplo de las cotas más altas que pudo alcanzar la humanidad en un pasado ya remoto (y muchísimas cosas más que no voy a listar aquí) pero no lo puedo recomendar sin más para cualquiera.

Aquellos cuya curiosidad lectora sea grande acabarán por leerlo igual; quedan avisados de que no será entretenido. Aquellos otros que solo buscan un rato agradable de lectura harán bien en buscar algo más actual y con lo que puedan sentirse más identificados o empatizar mejor.

Para finalizar, las obras de Esquilo nos hablan de un mundo pasado ya desaparecido y no es buena idea adentrarse en esas espesuras sin guías; una vez más, si uno se va a atrever con estas lecturas, recomiendo encarecidamente una buena edición anotada. Sin ella correremos el riesgo de no enterarnos de absolutamente nada.


También de Esquilo en ULAD: Prometeo  encadenado

miércoles, 26 de julio de 2023

Bertolt Brecht: La ópera de cuatro cuartos

Idioma original: alemán

Título original: Die Dreigroschenoper

Año de publicación: 1928

Valoración: Se deja leer


Tengo que reconocer algo, una cosa que me avergüenza un poco, pero no voy a ocultar: no me gusta demasiado el teatro de Bertolt Brecht. No he leído sus poemas más allá de alguno suelto, tampoco la famosa Madre Coraje, reconozco claro está su compromiso político-social, asumo su aportación a las artes dramáticas, su capacidad para romper moldes e innovar en la relación con el público, alterar las formas de conectar con el espectador y provocar su reacción. No recuerdo si he llegado a ver representada alguna de sus obras, seguramente sí, pero en las varias que he leído esa famosa técnica del distanciamiento no ha conseguido más que justamente eso, distanciarme. Sé que Brecht rehúye utilizar la subjetividad, el elemento emotivo, para llegar al espectador, buscando precisamente que no se involucre en la trama para moverle a pensar y captar el mensaje de forma racional. Pero a la hora de leer o asistir a la representación, personalmente me quedo en esa distancia, y ni disfruto ni me empapo del todo, al menos como a mí me gustaría, del subtexto que fluye por la obra.

Lo intento una vez más con La ópera de cuatro cuartos, que es en realidad un libreto para la música de su amigo Kurt Weill, con lo que es muy probable que luzca más en el formato para el que fue concebida, y no en la fría lectura en un sofá. Por lo visto la obra tuvo un éxito resonante hasta que los nazis la prohibieron, y ostenta múltiples traducciones y representaciones de todo tipo. 

La cosa tiene un tono de ópera bufa tras la que se oculta, a veces más y a veces menos, el esperable trasfondo de crítica social. Los antagonistas son el maleante Mackie Messer (Mackie Navaja, nombre que parece haber triunfado a lo largo de las décadas), ladrón clásico y sin escrúpulos, putero de vocación y con buenos contactos en la Policía; y un tal Peachum, una especie de proxeneta de mendigos, a los que recluta para formar toda una gran empresa, en realidad un monopolio mafioso de la mendicidad, léase esclavitud. Algunos enredos sentimentales/sexuales de Mackie acabarán enfrentando a los dos tipos, en lo que se adivina una manifestación metafórica de la lucha de clases.

Ya lo vemos, el ‘empresario’ respetable frente al delincuente común, seguramente de origen humilde. Pero no solo eso. Tenemos un ejemplo nítido de corrupción policial, con raíces en la vida militar, otra derivación con tintes críticos. O muestras de manipulación de la opinión pública, y de paso, de la volubilidad de esa misma opinión pública, encantada con la fiesta de coronación de la reina, o rey, no sé, algo que será decisivo para el desenlace. De paso, una curiosa dualidad entre los amores profesados por la hija del burgués, que no duda en pasarse al ‘otro lado’ para demostrar sus sentimientos, y la prostituta a la que le falta tiempo para traicionar a su amado.

Todo esto, que parece tan didáctico, se presenta sin embargo tan sumergido en la caricatura, tan envuelto en el tono general de sainete, que el mensaje queda en mi opinión arrinconado, diluido entre risas y sorpresas, poco menos que reducido a algo inofensivo. Aunque creo que Brecht lo utilizó en alguna ocasión más, puede que el formato operístico no sea el más adecuado, o que simplemente esa técnica del distanciamiento que el autor propone con tanta frecuencia no funcione bien con mis esquemas mentales. Ha habido otros muchos autores que se han servido del humor para lanzar críticas corrosivas y en mi opinión el resultado ha sido mucho más eficaz. O es posible que simplemente ciertos recursos generen conexiones con unos espectadores y no con otros. Se puede probar, pero por mi parte me temo que, una vez más, voy ser de los escépticos.

P.S: El título de la obra y sus traducciones genera una muy curiosa diversidad. El original, como se ve arriba, habla de tres groschen, que debían ser monedas sin apenas valor, que es el sentido que hay que dar a la expresión. En castellano la traducción más usada es la de cuatro cuartos, pero en francés se ha titulado como cuatro sous, o en inglés tres peniques, todo con la misma intención de subrayar su carácter aparentemente liviano o de opereta.

Otras obras de Bertolt Brecht reseñadas en ULADPoemas y cancionesMadre Coraje y sus hijos

jueves, 13 de julio de 2023

Alejandro Casona: La sirena varada – Los árboles duermen de pie

Idioma original: español
Año de publicación: 1949
Valoración: Muy recomendable

Alejandro Casona es uno de mis dramaturgos favoritos, y como este libro ya lo he leído en varias ocasiones, aprovecho una relectura reciente para realizar una crítica en ULAD. Ya les advierto de que quizá sea generoso de más.

En su momento constaté con sorpresa que la crítica se cebaba con Casona en un asunto muy particular: abuso de la fantasía, unas obras carentes de contenido social y una visión evasiva de la realidad; correcto, pero es que ese precisamente es el punto fuerte de estas obras. Desde mi punto de vista, el carácter fantasioso y el confrontamiento con la realidad, este doble plano, es donde reside la magia de Casona y el punto distintivo que le hacen un creador tan particular.

Este libro está compuesto por dos obras distintas, con varios años de separación entre su redacción, y con algunas similitudes llamativas.

La primera de ellas, La sirena varada (una bonita canción de Héroes del Silencio, por cierto), trata sobre un excéntrico joven adinerado llamado Ricardo que quiere crear una academia “dónde nadie sepa geometría”, en clara alusión a la academia de Platón: esto significa que quiere rodearse, en su mansión, de hombres y mujeres con una concepción dadaísta de la vida; me explico, alguno de sus miembros son un fantasma jardinero que se cree Napoleón, otro es Daniel, un pintor que se ha vendado los ojos para inventar colores nuevos. No me digan que esto no es precioso.

En contraste con Ricardo y sus acólitos, está don Florín, que representa la cordura y el sentido común. El trío protagonista se cierra con la llegada de la sirena, que agitará las vidas de los dos hombres y les hará replantear a cada uno sus certezas internas, además de – justo lo que la crítica omitía – enfrentarse cara a cara con la realidad.

La segunda obra, Los árboles mueren de pie, es la más famosa del dramaturgo asturiano.

En esta ocasión acompañamos al señor Balboa y una misteriosa joven a unas oficinas donde ocurren cosas de lo más extrañísimas, mezclando también la realidad y la fantasía.

Allí, nuestros protagonistas creen haber entrado en un manicomio, pero lo que se encuentran les cambiará la vida...

Es una obra ostensiblemente más larga que la anterior, lo que permite “más hueco” para el desarrollo de los personajes; Casona incluye incluso una trama secundaria, resultando esta un poco previsible desde el primer momento, pero dado el argumento es inevitable que sucedan así las cosas.

Cuando todo parecía acabado, con un final de cuento de los de comer perdices, aparece un nuevo personaje que le aporta un giro curioso a la trama; es en esta aparición donde se produce ese enfrentamiento entre realidad y fantasía que tan característico resulta de la obra de Casona. 

Por cierto, me parece magnífico el final, o mejor dicho la parte de la obra que iría más allá del final, donde se da la situación de que unos se engañan a otros sabiendo que los demás saben que lo saben... ya me entienden.

En ambas obras, sin destripar nada del argumento, se puede percibir claramente a lo que se refiere a la crítica con “evasión de la realidad”; pero no es menos cierto que el culmen de ambas se alcanza cuando un personaje se da cuenta de la fantasía en la que ha estado viviendo y mira detrás del telón; al despojar a la realidad de velos y fantasías es cuando cada uno debe enfrentar los hechos tal y como son y resignarse a su destino. La forma en que cada personaje acepta su sino es la moraleja que nos aporta Casona.

En La sirena varada, personajes como Daniel, la sirena, y sobre todo Ricardo, son los que han decidido vivir en un mundo de fantasía, pero, tarde o temprano, tendrán que enfrentarse con la cruda realidad; exactamente lo mismo que Mauricio y la abuela en Los árboles mueren de pie

Si tuviera que hacer una síntesis del estilo de Casona, diría que la fantasía es donde brilla la hermosura y la belleza de su obra, y la realidad y el enfrentamiento con la verdad donde radica el mensaje.

miércoles, 5 de julio de 2023

Esquilo: Prometeo encadenado

Idioma original:
 Griego
Título original: Προμηθεὺς Δεσμώτης
Traducción: Marcelino Menéndez y Pelayo
Año de publicación: Siglo V a.C.
Valoración: ¿Está bien?

Prometeo encadenado es una tragedia griega atribuida al dramaturgo clásico Esquilo. Se especula que podría formar parte de una trilogía teatral cuyas entregas restantes no se han conservado. 

Supongo que todos sabéis, más o menos, de qué trata; a fin de cuentas, se basa en un mito archiconocido. Aun así, resumámosla por si hay despistados en la sala: 

Prometeo da el fuego a los hombres, gracias a lo cual los mortales consiguen desarrollar sus artes y ciencias. Pero a los dioses (en especial a Zeus) les ofende su acción, y deciden castigarlo severamente, haciendo que Hefesto, pariente del titán, lo encadene a una roca. Cada día, un ave de rapiña devorará las entrañas de nuestro héroe, y estas se regenerarán después para que su martirio se repita.
 
Varios personajes aconsejan a Prometeo que se disculpe con Zeus, muestre sumisión y suplique clemencia, sin querer considerar que el castigo puede ser desproporcionado e incluso injusto. No obstante, el titán se niega en rotundo a claudicar; en parte, porque sabe que eso no le garantizará el perdón, y en parte porque sabe que en realidad no ha cometido ninguna falta.

En este sentido, Prometeo recuerda al orgulloso (que no necesariamente arrogante) Satanás de John Milton. A los lectores se nos impele a simpatizar con él. ¿Acaso no demostraba su desafío a los dioses un afán desinteresado y democratizador? De igual modo, Zeus remite al Dios bíblico del Paraíso perdido, en el sentido que es igual de despótico y vengativo, aunque todavía más arbitrario.

En definitiva, Prometeo encadenado es una obra que, como todas las tragedias griegas, habla tanto de dioses como del ser humano. Habla de la soberbia, del rencor, de la venganza, del dolor y de la injusticia. Habla del Poder, de sus abusos y excesos, amén de la dignidad irreductible de aquel que se sabe justo y está dispuesto a aceptar cualquier castigo que se le imponga a cambio de no tener que bajar la cabeza ante el déspota de turno. 

A su manera es bastante amena (especialmente si se lee en una versión cuyo lenguaje ha sido modernizado), pero tiene rasgos que pueden alejarla del público contemporáneo. Por ejemplo, su formato teatral, carente de acotaciones y repleto de diálogos redundantes o llenos de exposición. O su pertenencia a una narrativa más amplia (la de la mitología griega), lo cual presupone que el lector conoce a previamente un contexto panorámico y un elenco de personajes (Hefesto, Océano, Ío, etc...) que se introducen sin presentación alguna. 

En mi opinión, suscita reflexiones valiosas, pero como clásico ha envejecido bastante mal por culpa de su formato y tema, y en tanto que texto de ficción deja mucho que desear porque no ubica ninguno de los elementos que presenta.


También de Esquilo en ULAD: La Orestíada

jueves, 23 de marzo de 2023

Arthur Miller: El crisol (o Las brujas de Salem)

Idioma original: inglés
Título original: The Crucible
Traducción: Ramón Espejo Romero
Año de publicación: 1953
Valoración: Recomendable

Será una deriva de lo más natural que tras leer una obra que reflexiona sobre un hecho histórico, empiece una a querer leer todo lo relativo a ese mismo hecho hasta conformarse lo más parecido a una idea propia. En ese sentido, quizá lo «natural» no hubiera sido empezar con la magnífica novela gráfica con perspectiva de género, si no por esta archiconocida y archiversionada pieza teatral de Arthur Miller. Una obra tan universalizada que, sospecho, ha suplantado los verdaderos acontecimientos en el imaginario del gran público.

Resumen resumido: Nueva Inglaterra, 1692. Un grupo de niñas, lideradas por la joven Abigail Williams, son sorprendidas de noche en el bosque, en medio de unas danzas y ritos extraños. Ante el terror de ser castigadas, se hacen pasar por víctimas de algún tipo de maleficio y acusan de brujería a varias conciudadanas. Lo que empieza como una descabellada huida hacia adelante acaba convirtiéndose en una gran bola de nieve que muchos tratan de dirigir para satisfacer sus propias venganzas y anhelos. Abigail Williams, por su parte, acusará de brujería a la esposa de John Proctor, con el que está obsesionada desde que tuvieron un encuentro carnal clandestino.

La obra de Arthur Miller no pretende ser una crónica ficcionada de los verdaderos acontecidos. El interés del autor al poner el foco en este episodio histórico tiene mucho que ver con otro episodio de «caza de brujas» perpetrada durante los años 40 por McCarthy, que arrasó con el panorama artístico e intelectual de los EEUU en busca de supuestos comunistas a sueldo del gigante rojo. Incluso a día de hoy seguimos empleando la expresión «caza de brujas» para referirnos a una vulneración sistemática del principio de presunción de inocencia. La batería de juicios y la convulsión social que generaron son un denominador común en ambos momentos históricos y que la obra recoge perfectamente. Miller sufrió la «caza de brujas» en sus propias carnes sin que ello llegara a truncar su carrera definitivamente, como sí les sucedió a otros amigos y compañeros. Y ese hecho biográfico sumado a la vis política que siempre imprime en todas sus obras, fue un claro detonante a la hora de abordar la escritura de este texto. Eso en cuanto al marco y al tema de la obra.

En cuanto al conflicto (la redención de la culpa personal a través de la autoinmolación universal) y al héroe (John Proctor) también existe un vínculo biográfico muy potente: Arthur Miller le había sido infiel a su esposa con la estrella del momento, Marilyn Monroe, y la culpa lo estaba reconcomiendo. Sin ir más lejos, «El crisol» está dedicado a su esposa Mary. Este hecho se filtra en la trama del matrimonio Proctor y le otorga a su conflicto una profundidad emocional arrolladora. Y aunque la deriva de la obra acabe por separarlos, su momento de reencuentro y perdón mutuo en el ojo del huracán de la tragedia, es muy verosímil y de una belleza que pone los pelos de punta. (*)

El texto de la obra resulta natural y verosímil, los personajes se interrumpen, se solapan, tal como sucede en la vida real. Todos los personajes principales tienen un recorrido coherente y dramático, el ritmo en el que se van sucediendo los hechos hasta llegar al despropósito judicial con el mezquino juez Danforth a la cabeza, funciona muy bien. No se puede añadir mucho más, quizá me han sorprendido especialmente algunas acotaciones excesivamente largas, como las explicaciones de un narrador editor que desea intervenir demasiado en las sensaciones que deben llegarle al lector (o al director y a los actores).

Sobre el título, la definición de «crisol» es cavidad en la parte inferior de un alto horno donde se recoge el metal fundido. Me gusta pensar que Arthur Miller eligió ese término para referirse al resultado de ejercer la opresión y persecución en el seno de una comunidad: una masa caliente y peligrosa contenida en una pequeña cavidad. Pero seguro que hay estudios rigurosos que se extienden páginas y páginas a este respecto.

De todos los subproductos (léase en el buen sentido) derivados de la obra teatral, destacaré la película de 1996, cuyo guion fue escrito por el propio Arthur Miller, lo que se hace patente por la cantidad de frases y diálogos extraídos directamente del texto original. Y funcionan. Las variaciones para adaptar la historia a la gran pantalla son mínimas aunque haya que sumarle los peajes para el cine mainstream. No hay más que mirar el cartel. En mi opinión personal, a Daniel-Day Lewis la intensidad de Proctor le viene al dedo, Joan Allen está excelsa como su esposa Elizabeth y Winona Ryder interpreta una Abigail un poco pasada de vueltas. Eran los 90 y a toda película le venía bien una «Lolita» ni que fuera con cofia.

Y hablando de subproductos en el buen sentido, y en este caso basados en los hechos reales, no en la obra de Miller, el compañero Juan reseñó esta curiosidad sobre Tituba, primera señalada, esclava del reverendo Parris (tío de Abigail y colaborador necesario en el esperpento de lo acontecido).

Así que Muy recomendable y especialmente esta edición de Cátedra, que tiene un prólogo muy interesante y completo, escrito por el que también es el traductor, Ramón Espejo Romero, y que profundiza (con rigor y sin aburrir) en las cuestiones técnicas de la obra, así como en el marco histórico.

(*) Y por cosas como esta, Arthur Miller es un genio, por ser capaz de trasladar emociones y conflictos reales y muy complejos al papel, a las tablas o a la pantalla. Por otra parte, podemos deducir que o bien su sentimiento de culpa o bien la paciencia de Mary no eran tan grandes, y Arthur Miller acabó casándose con Marilyn Monroe. También podemos saber (si recurrimos a la extensa bibliografía sobre la vida de Marilyn Monroe) que Arthur Miller se portó con ella como lo que viene siendo un jabalí doméstico.

sábado, 24 de diciembre de 2022

Colaboración: Pluto, de Aristófanes

Idioma original: griego antiguo
Título original: Πλοῦτος
Traducción: Luis M. Macía Aparicio
Año de publicación: 380 a. C.
Valoración: Recomendable

Está claro, no es la última novedad editorial en salir al mercado, pero es lo bueno de los tiempos modernos: podemos recuperar y acceder a todo aquello que la erosión y los vaivenes de la historia no se han llevado consigo. Quedaría por saber si solo lo bueno es lo que permanece o también hay otros productos literarios de menor calidad que, por la razón que sea, han conseguido superar el paso de los años y llegar a nuestros días.

Y es que no podía estar más avisado: ya desde el prólogo nos avisa el traductor de que no es esta una de las mejores obras de Aristófanes; que sus mejores años han pasado ya y que no hay aquí nada que refleje la brillantez del genio de antaño. Opinión esta secundada por la mayoría de la crítica, por lo que he podido leer rápidamente en diagonal en diversos volúmenes sobre literatura griega. Al parecer es un punto común entre distintos especialistas.

Bueno, pues, ¿quién soy yo para rebatir algo como esto? Ni muchísimo menos lo pretendo, pero déjenme al menos admitir que a mí me ha gustado; reconozco que me ha dolido en el amor propio que chistes que me han hecho reír a día de hoy ya habían sido calificados en su momento como antiguos (hace más de 2000 años...), pero bueno, qué se le va a hacer. Cada uno es como es y tiene los gustos que tiene. Y entre los míos encaja sin duda esta divertídisima obra de teatro, moralizante y con mensaje, pero el cual aún no tengo claro. 

Desde luego, alguien a quién se consideraría una persona buena y honesta en estos días (¿existe?) no es la misma que en aquella época, en aquellos parajes. Hay unas diferencias muy claras entre ambas mentalidades y eso nos lleva a dudar en ocasiones de si uno es “bueno” o “malo”, de si un acto es egoísta y debe ser castigado o si simplemente ese comportamiento es algo natural y que debe ser visto con normalidad; han pasado muchos años desde la época de Aristófanes y muchas cosas han cambiado. Personalmente soy de los que piensan que no se debe juzgar el pasado con los ojos del presente y que para entenderlo mejor se debe contextualizar, pero ese es un debate demasiado grande y abierto como para plantearlo aquí.

Sin embargo, hay cosas que nunca cambiarán y que nos demuestran que seguimos siendo los mismos de siempre: El argumento consiste, brevemente, en un hombre que va a a pedir guía en un templo para saber cómo le podría ir bien a su hijo en la vida: siguiendo un camino recto y honesto o comportándose como un sinvergüenza sin escrúpulos, que es lo que ha visto, revisto y comprobado el bueno de Crémilo (que es así como se llama nuestro hombre) a lo largo de toda su vida. Diversas personificaciones de dioses, entidades mitológicas y demás personajes salen a la palestra para, entre otras cosas, darnos una explicación sorprendentemente moderna sobre la inflación (¡!), con un final un tanto abrupto y que deja algunos cabos sueltos.

A pesar de todo, como he dicho antes, me ha gustado y he disfrutado mucho leyéndola. Como obra de teatro se lee en dos patadas y el lenguaje moderno/actual por parte del traductor (tío, chavala, jodidos...) la hace muy ligera y fácilmente comprensible; desde luego, si esta es de las peores obras de Aristófanes, sin duda voy a intentar hacerme con el resto de su catálogo y poder juzgar por mí mismo.

Recomiendo, eso sí, una buena edición con apuntes y notas aclaratorias que nos guíen por aquellos comentarios y referencias más confusas de los antiguos griegos, o correremos el riesgo de enterarnos de la mitad.

Firmado: EPS


Otras obras de Aristófanes en ULAD: Lisístrata

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Colaboración: Madrugada / Aventura en lo gris, de Antonio Buero Vallejo

Idioma original: Español 
Año de publicación (Estreno): 1953 / 1949 (1963) 
Valoración: Muy recomendable 

Vaya por delante que soy fan incondicional de Buero Vallejo y que, desde mi punto de vista, es uno de los grandes infravalorados no solo del teatro español sino de la literatura hispana en general. Es uno de los pocos autores que releo habitualmente, y no porque no haya escritores geniales, sino porque hay tanto para leer y tan poco tiempo para vivir... 

Me consta que en épocas más oscuras de nuestro tiempo fue de los autores más representados y que durante años La fundación fue lectura obligatoria en Bachiller, pero no acabo de entender el “olvido” al que se le ha visto sometido en los últimos años. Quiero pensar que estas reseñas y este traer a colación de vez en cuando sirven para ayudar en cierto modo a que no se nos vayan olvidando en el fondo del cajón tesoros perdidos que después nos podrían costar mucho recuperar. 

Comparto la opinión de que Buero Vallejo es un escritor más para ser leído que representado (ojo, una cosa no quita la otra), y digo esto como virtud: la lectura, como acto personal e intransferible, nos permite digerir y respirar líneas de diálogo y situaciones que en una representación nos pueden pasar por alto, o bien no llegar a poder disfrutarlas en profundidad sin correr el riesgo de perder el hilo de la obra – o mismamente, perdernos la siguiente genialidad del guión -. Y es que hay mucho, muchísimo de esto en Buero Vallejo; tanto como carece de lo superficial. No hay nada, o casi nada, en sus obras que no sea necesario y cumpla un papel bien definido en la construcción del relato. No me culpen, ya he empezando la reseña avisando de mi imparcialidad. 

Madrugada consiste en tu tema tan moderno como atemporal: La joven esposa de un anciano adinerado reúne a sus familiares y parientes más cercanos para la lectura del testamento. Sin embargo, no todo es lo que parece: no será tan fácil adjudicar roles de antemano a nuestros personajes. La acción transcurre en una sola noche, de ahí el título. Es esta una obra de carácter más social y no tan crítico como la siguiente del libro, mi favorita de las dos, Aventura en lo gris: Con el estreno de esta obra al parecer sí hubo más problemas por la posible similitud entre el argumento y la huida de Mussolinni de Italia, por lo que tuvo que estrenarse varios años más tarde de su creación y solo duró diez días en cartel. 

A pesar de las dichas similitudes -más que verosímiles- no es esta una obra esencialmente política, no al menos en su fondo: Varios personajes huyendo de una cruenta guerra en su país se reúnen en una vieja casona, apareciendo asesinada una de ellas a la mañana siguiente. Es una obra maravillosa, y Buero Vallejo aquí alcanza (siempre desde mi punto de vista) una profundidad psicológica de sus personajes y un manejo de los tiempos y la tensión muy raramente posible de ver en otras novelas de autores más reputados. Es magistral. 

No puedo acabar sin insistir en la recomendación de que lo lean, les aseguro de que no les defraudará: soy consciente de haber puesto las expectativas demasiado altas, pero estoy seguro de que Buero Vallejo las cumple de sobra.

Firmado: E.P.G.


sábado, 5 de noviembre de 2022

Aleksánder Pushkin: Borís Godunov

Idioma original: ruso

Título original: Борис Годунов 

Traducción: Rocío Martínez Torres 

Año de publicación: 1831

Valoración: Recomendable


Aleksánder Pushkin es algo así como el poeta nacional ruso, una especie de Shakespeare o Cervantes que reina en las letras de aquella cultura, tal vez por encima de esos otros autores que a todos se nos ocurren, mucho más conocidos en Occidente. Es algo digno de analizarse, por qué alguien con méritos literarios internacionalmente menos celebrados parece representar mejor el espíritu de la literatura de un país. Quizá porque encarna valores que en otros lugares nos resultan ajenos, por algún tipo de hito fundacional, o porque quien escribe en verso a lo mejor entronca con su idioma de una forma tan especial que se nos escapa a los profanos. Porque efectivamente Pushkin escribe en verso, aunque sus obras más conocidas, entre ellas la que traemos hoy aquí, se nos sirven afortunadamente prosificadas.

Allá por finales del siglo XVI o principios del XVII, con la desaparición de Iván IV el Terrible, la corona debe recaer en su hijo Dimitri, un niño de corta edad, y a la extraña muerte de éste es elegido zar el regente Borís Godunov, ajeno a la dinastía reinante. Hay sospechas de que Godunov tuvo que ver con el fallecimiento del heredero, pero aun así buena parte del pueblo y la nobleza (los boyardos) apoya su ascensión, como hombre con autoridad para gobernar en tiempos complicados. Sin embargo, años después aparece un individuo que pretender ser el Dimitri que en realidad había sobrevivido, y con ayuda de los polaco-lituanos y parte de los nobles se dispone a arrebatar el poder a Godunov.

Vaya, todo un drama shakespeariano incrustado en la historia medieval rusa. Aunque parece ser que no se ajusta del todo a los hechos históricos, Pushkin deja abierta la sospecha sobre el acceso al trono del zar, quien a su vez se ve amenazado por lo que parece un nuevo engaño. Todo apunta a que es la corrupción, en sus distintas formas, la que pone y quita gobernantes, pero ¿en qué se apoyan esos vaivenes del poder? Pues en elementos tan poco edificantes como la conspiración, el error, los intereses o los caprichos (o la manipulación) de la opinión pública. Godunov es aupado por la necesidad de un gobierno fuerte en un entorno de inestabilidad por la ausencia de heredero. La nobleza local apoya su ascenso buscando los favores de un gobernante sólido, y el pueblo asiente con el silencio típico de una sociedad postrada. A su vez, el nuevo pretendiente se ve respaldado por los poco amistosos vecinos (intereses políticos, territoriales, incluso religiosos), por los nobles, cansados de autoritarismo y atisbando un mejor caballo al que subirse y, finalmente, por aquel mismo pueblo, en el que seguramente pesa el deseo de recuperar la dinastía que creían perdida, en definitiva la tradición.

Entre toda esta confusión, Pushkin hace un excelente dibujo de los dos personajes antagonistas. Godunov se siente fuerte en apariencia, busca legitimidad en el estamento religioso y apoyo entre sus fieles, y planea la continuidad de la saga familiar. Curiosamente, aparece más bien poco en la obra, pero lo suficiente para mostrarse sutilmente consciente de cargar con un pasado dudoso que en cualquier momento puede hacerle caer. Por su parte, el supuesto Dimitri (que el autor presenta desde el inicio como Impostor, así que no hay spoiler) es un personaje sorprendente, en apariencia carente de ambición y de convicciones sólidas, dispuesto a dejarlo todo por amor (ella, princesa polaca, no parece en absoluto de acuerdo), pero que sin embargo continúa con su empresa como arrastrado por una corriente cada vez más irresistible. Toda una situación si se quiere absurda, en la que confluye la culpa de ambos personajes con la conjunción de elementos, a veces aleatorios, que desembocan en cambios decisivos y situaciones dramáticas.

Leemos que Pushkin revoluciona con esta obra el teatro y la literatura rusa, que mantiene elementos del romanticismo originario pero incorpora una corriente realista que rompe con los cánones de la época y el país, que materializa los valores esenciales de la historia rusa como nadie lo consiguió antes. Muchas cuestiones digamos técnicas que se nos escapan pero que explica con sencillez y eficacia el prólogo que firma la traductora Rocío Martínez Torres, de lectura imprescindible antes de sumergirnos en el texto. Y, una vez instruidos sobre algunos aspectos esenciales, disfrutemos de una historia llena de potencia, una tragedia histórica que encierra más claves de las que en principio pueden parecer.

Otras obras de Aleksánder Pushkin en ULADEugenio Oneguin

miércoles, 24 de agosto de 2022

Wajdi Mouawad: Assedegats y Un obús al cor

Idioma original: francés
Título original: Assoiffés / Un obus dans le coeur
Traducción: Ramon Vila al catalán para Comanegra. Sin traducción al castellano hasta la fecha.
Año de publicación: 2007
Valoración: recomendable


Se ha hablado en algunas ocasiones en ULAD sobre la dificultad de leer obras de teatro, pues a menudo estas se centran en los diálogos y dejan la escenografía o la descripción de ambientes en manos del dramaturgo que se encargue de su puesta en escena. Por ello, a veces es difícil ubicarse mentalmente en el escenario que se plantea cuando este está tan abierto que su recreación debemos llevarla a cabo mentalmente sin apenas elementos que nos ayuden. Afortunadamente, hay obras que no necesitan una gran escenografía, pues se mueven en pocos ambientes y estos son prácticamente irrelevantes, pues el peso de la obra recae en los diálogos y las reflexiones en voz alta. Este es el caso que nos ocupa y Mouawad consigue su propósito.
 
Este corto libro incluye dos pequeñas obras de teatro (de unas setenta páginas la primera y solo treinta la segunda) que son plenamente identificables con el estilo del autor. Un estilo que, como indica el dramaturgo Oriol Broggi en el prólogo, «desde la primera palabra consigue atraparte de tal manera que nos arranca con violencia de allí donde estamos y nos arrastra a un lugar diferente. ¿Qué es lo que nos seduce? ¿Qué nos revuelve nuestra vida y nos transporta hasta estrellarnos contra los arrecifes de nuestro propio dolor?». Porque así es el estilo de Mouawad, contundente y poético a la vez que descarnado porque indaga en nuestras emociones hasta llegar donde nos pueda infligir dolor y tormento.

En «Assedegats» («Sedientos», en castellano), la primera de las dos obras que componen el libro y la más extensa, el autor el relato arranca con un monólogo vivo y desatado en el que su protagonista Murdoch denuncia la sociedad a la que nos vemos sometidos y se rebela contra ello afirmando que «no me rebajaré a aplaudir vuestras debilidades globalistas. ¡Tengo mis opiniones! ¡Vivís como si fuerais de un club de devoradores en red!». Un sistema que «os esclaviza, os consumatiza, os ikeatiza, os caprabotomiza, os carrefouriza». Y, en paralelo, el relato nos presenta a Norvège, una joven encerrada desde hace tres días en su habitación y con quien sus padres no consiguen comunicarse, pues no quiere que sus padres entren en su habitación y se resiste a ello. Solo pide, a través de un papel que deja en el pasillo delante de la puerta, hablar con el señor Boltansky. 

Como es habitual en sus obras, Mouawad alterna dos líneas temporales para desarrollar la historia. Así, nos sitúa en un presente con Norvège y Boon, mientras que el pasado viene de la mano de el joven enigmático y desencadenadamente verborreico Murdoch, alguien que lo ve todo mal y que lo expone sin tapujos ni cortapisas a la vez que profesa su incomodidad y malestar en un mundo que apenas reconoce al preguntarse «¿qué puedo hacer para tener la sensación de que estoy vivo y no soy una máquina?». El nexo entre Norvège, Boon y Murdoch será el hilo conductor que, de manera circular y enigmática, utilizará el autor para desarrollar la historia porque, a partir de ahí, Mouawad introduce un elemento de misterio y desarrolla lo que domina completamente: la tensión emocional, las dudas, los enigmas del pasado, las conexiones no siempre evidentes entre las personas y sus sentimientos.

En su segunda obra, «Un obús al cor» («Un obús en el corazón», en castellano) el autor despierta nuevamente el misterio en sus primera líneas, afirmando ya en las primeras frases, a modo de confesión, que uno nunca sabe cuándo empieza una historia, porque «cuando empieza una historia y esta te pasa a ti, no sabes cuándo empieza, que comienza (…) y después, cuando finalmente te das cuenta que estás embarcado en una historia, no sabes cómo terminará todo». En esta obra, el autor nos presenta a Abdelwahab de diecinueve años y quien narra en primera persona una historia que empieza en el momento en que, mientras duerme, recibe una llamada diciéndole «ven enseguida». Es Navidad y sabemos que su madre está a punto de morir. En el viaje hacia el hospital para verla por última vez, mientras recuerda su pasado nos confiesa que él se ahoga «en al fondo del autobús, estrangulado por la obligación que tengo de amar a mi madre, porque se muere». En el trayecto nos recuerda episodios de su pasado y qué pasó entre ellos porque la cercanía de la muerte de su madre le lleva a recordar un pasado casi olvidado, recordando su soledad y la necesidad de buscar una huida a través de la pintura que coloree unos espacios por los que escapar de una realidad que se le antoja difícil, inexplicable y llena de miedos y recelos así como de antipatía hacia su familia: su padre, sus tíos y tías, sus hermanos, de quién afirma sin tapujos que «los odio a todos. No sé por qué, pero los ametrallaría sin remordimientos». 

Como es habitual en el autor libanés, Mouawad envuelve a sus personajes de tragedias personales, de miedos y pasados revisitados en los que encontrar el origen de sus propias historias, de sus propias vidas. En esta obra corta, el estado de su madre, en sus últimos días, le brinda la oportunidad de echar una última mirada atrás y buscar en ella los trazos maltrechos e incomprensibles de su propia experiencia.

Dice Mouawad en un fragmento del libro que «la belleza está al alcance de todos. Pero, si esta belleza no se alimenta, se transforma en una cosa horrible y esta cosa horrible nos roe por dentro. Entendí que, cuanto más intentamos vivir sin belleza, la belleza que está en nosotros se vuelve más fea». Busquemos por tanto la belleza, en las pequeñas cosas o en los grandes sucesos, pero busquémosla y alimentémosla porque, de lo contrario, acabaremos carcomidos en un mundo feo, hostil y sin esperanza.

También de Wajdi Mouawad en ULAD: LitoralIncendiosBosquesCielos

viernes, 1 de julio de 2022

Agota Kristof: ¿Dónde estás, Mathias?

Idioma original: francés
Título original: Où Es tu Mathias?
Traducción: Rubén Martín Giráldez, para Alpha Decay
Año de publicación: 2005 (textos de 1978 y principios años 90)
Valoración: muy recomendable


Hay autores que marcan de manera evidente la vida de un lector, y hay autores marcados de manera trágica por su propia vida. Agota Kristof, a quien considero una de las escritoras que mejor saben transmitir la tragedia vital, es un claro ejemplo de ello pues la huida de su país natal siendo niña (y que la autora describe y narra en su propia autobiografía «La analfabeta») marcó su vida pero también su estilo literario, un estilo marcado por la nostalgia, la ausencia y una terrible tristeza. 

En esta cortísima obra de apenas cincuenta páginas que incluye un relato corto («¿Dónde estás, Mathias?») y una pequeña pieza teatral («Line, el tiempo»), la autora muestra toda su calidad y los aspectos nucleares de su obra, pues es en ese hastío, en esa tristeza donde uno encuentra el estilo de Kristof, quien transmite de manera clara su visión nihilista en el siguiente diálogo de «¿Dónde estás, Mathias?», hablando de alguien que se hizo mayor que:

«tiene que atravesar la vida.
—¿La vida? ¿Por qué? Yo la atravesé y no encontré nada.
—Pero es que no hay nada que encontrar»

Así, en este relato que abre el libro, la autora nos presenta a Sandor, un niño triste y prácticamente abandonado, que ansía tener a alguien a su lado, incluso aunque sea alguien que no lo quiera porque «le habría encantado ser un niño mártir. Pero no lo era. Su padre nunca le pegaba (…) Le habría gustado que le dieran una bofetada. Para chillar. Para armar escándalo». Porque se encuentra solo, porque su mundo es un gran vacío en el que «los gallos siempre cantan demasiado temprano», donde los días son el infinito viviendo en una eterna repetición, aburrida e insulsa, que se constata al leer que «Sandor se sentó en la cama, bostezó. Y de repente recordó que su madre estaba muerta”. De esta manera, en las apenas veinte páginas del relato encontramos Kristof en su plenitud: protagonizado por un niño, pesimista, alicaído, en cierta manera cruel. La devastación y soledad emocional inunda un relato donde la crudeza toma forma de sueño y realidad, donde el abandono físico y emocional cobran fuerza y nos dirigen a un vacío en el que los encontramos solos y perdidos y únicamente nuestros sueños nos parecen acompañar en la caída al abismo irremediable que supone nuestra vida, una vida a la que hay que atravesar aun sabiendo que lo habrá nada al otro lado y puede que incluso tampoco en el camino.

El segundo relato del libro («Line, el tiempo») consta de una pequeña pieza teatral donde Kristof incide en la infancia, una infancia tremendamente madura y pesimista, de espíritu nihilista y devastadora. A ojos de Kristof, los niños que transitan por sus obras son terriblemente maduros, una madurez que les hace percibir una realidad de la que únicamente por la edad que tienen les es ajena, pero a la que observan con tristeza y pesar sabiendo que llegará un día en que será su presente, y la desolación ocupará sus trágicas vidas sin alicientes ni anhelos. Hay una nostalgia infinita en sus cortas vidas, mirando un futuro con aspecto de pasado que la autora, de manera clara y certera afirma en boca de su protagonista que «no has vuelto por mí. Has vuelto para encontrar la atmósfera de antaño, tu juventud, tus sueños, tus ilusiones».

Por todo ello, a pesar de su corta extensión, este libro es altamente recomendable, pues aporta al lector los principales elementos de la obra de Kristof y su inconfundible estilo marcado por una biografía que impregna sus relatos de tristeza, nostalgia, la búsqueda de un hogar que parece huir de sus protagonistas, empeñado en hallar un lugar en el que reposar sus almas cansadas, desgastadas y apesadumbradas. La desilusión y el pesar envuelve su obra a la vez que nos muestra que el camino vital nos lleva, una y otra vez, a un lugar donde nuestra mirada parece perderse en busca de un horizonte sin percatarnos que, por muy lejos que llegue la mirada, seguimos estando en el mismo sitio.