- Novela de iniciación en forma del aprendizaje que el joven juez auxiliar extrae de su relación con Don Manole, noble local "apestado" y blanco de las habladurías de las "fuerzas vivas" del pueblo.
- Novela social a través de la crítica a personajillos como el alcalde, el cura, etc y las creencias / supersticiones de estos y de la contraposición entre sus ideas y opiniones y las de Don Manole (retornado de París, amante de la buena vida, el arte y los libros, etc)
- Drama lorquiano por esa historia que Don Manole narra al juez en la parte final de la novela y que marca un punto de inflexión en la vida de aquel. Esta es la parte que me ha traído a la mente a Grazia Deledda y su novela La hiedra, de temática más o menos cercana y con la que comparte protagonismo el paisaje que rodea a los personajes.
martes, 11 de noviembre de 2025
N.D. Cocea: El vino de larga vida
viernes, 3 de octubre de 2025
Mircea Cărtărescu: Dietarios 1990-2017. Una selección
Título original: Jurnal. 1990-2017
Traducción: Xavier Montoliu Pauli (traducción al catalán para Lleonard Muntaner). Sin traducción al castellano hasta la fecha.
Año de publicación: 2024
Valoración: imprescindible para fans
lunes, 15 de septiembre de 2025
Mircea Cărtărescu: Theodoros
Título original: Theodoros
Traducción: Marian Ochoa de Eribe
Año de publicación: 2024
Valoración: Recomendable
No se puede negar que Mircea Cărtărescu tiene muy buen cartel en este blog, bastantes libros reseñados, valoraciones casi siempre muy positivas y hasta creo que apostamos en una ocasión por darle nuestro Nobel particular. Mi conocimiento de su obra se reduce a algunos relatos breves, así que no tengo una base precisamente sólida, y las opiniones que busco en torno a este libro, como siempre una vez terminado, tampoco aportan mucho más que los parabienes habituales. Encima, es un librote de presencia algo intimidante, como algo llamado a ser la gran obra del autor rumano, quizá lo que le lleve definitivamente a la fama y a ese Nobel de verdad para el que siempre parece estar nominado. Así que, como me siento con poco apoyo exterior, no me queda otra que tirar de mi propia experiencia como lector de Theodoros.
Ciertamente estamos ante una gran historia, algo que linda con la epopeya dándole una vuelta al concepto de novela histórica, porque en efecto existió un emperador de Etiopía llamado Theodoros o Tewodros II, que llegó al poder, como casi todos, tras liquidar enemigos rebeldes por aquí y por allá. El trono etíope estaba también emparentado, o quería estarlo (también como casi todos), con líneas dinásticas que supuestamente se remontaban hasta el rey Salomón, nada menos, y mantenía, o lo aparentaba, cierta conexión con la religión dominante en la región (otro ídem), en este caso la Iglesia ortodoxa tewahedo.
Según explica Cărtărescu en una nota final, todo este relato histórico le atraía con fuerza, y siempre deseó escribir algo en torno a él, seguramente azuzado porque en algún momento a alguien se le ocurrió que el citado emperador podría ser un antiguo bandido valaco (rumano) con ambiciones de poder. Dicho y hecho, Cărtărescu se pone a elucubrar cómo ese posible compatriota, una especie de delincuente juvenil, después pirata, pudo llegar al trono de un país lejano.
Ahí cabe casi de todo. Se mezclan datos históricos con otros muchos ficticios, episodios propios de la novela de aventuras o el relato bélico, sueños y visiones surgidas del inconsciente o del consumo de sustancias, incursiones en los libros sagrados y en las tradiciones rumanas y griegas, intercambios de personalidad y, sobre todo, mucha sangre, violencia gratuita, empalamientos, cabezas que ruedan y extremidades cercenadas. Escenas bestiales que contrastan con las amorosas y tranquilizadoras cartas que Theodoros dirige a su madre, y con imágenes de enorme belleza como las miles de cometas sobrevolando la triste Bucarest, un collar extraído del tiempo, o la historia de Ingannamorte, el origen de todos los libros, el relato de un primer amor, o la muy borgiana visión infinita del Arca de la Alianza y sus réplicas.
Todo lo cual dice mucho de la calidad literaria que destila el autor, aunque en tantas páginas también hay sitio para cosas mucho menos atrayentes: el abuso de la enumeración, las repeticiones injustificadas y muy numerosas, la inserción de algunos relatos colaterales a veces gratuitos, a veces teñidos de un erotismo un poco pastelón, y una especie de fijación algo pueril por los órganos sexuales. A lo que habría que sumar un par de decisiones algo arriesgadas, como el uso de la prosa en segunda persona, algo que personalmente no me agrada casi nunca, y sobre todo, esa especie de deconstrucción de la historia que da lugar a que conozcamos su final prácticamente en la primera página y que el libro se construya a base de saltos temporales continuos. Sí, se consigue envolver al lector en una atmósfera confusa y algo inquietante, pero a cambio supone un obstáculo poco justificado para una lectura tan extensa y con tantos meandros.
Da quizá la impresión de apresuramiento, o de que el autor ha querido meter en un solo volumen lo que hubiera lucido mejor en relatos independientes, ámbito en el que por cierto Cărtărescu brilla especialmente. O puede que todo estuviese enfocado a evitar que el libro acabase siendo un mero culebrón o, peor aún, un tocho de ese tipo híbrido entre novela histórica y de intriga, que ustedes y yo sabemos de lo que estamos hablando.
Que no se le puede negar el aire grandioso ni un buen número de momentos deslumbrantes. Pero el conjunto me parece excesivamente irregular, como de algo a lo que le faltase una revisión profunda, pulir, recortar, encontrar equilibrios, reformular. Quién seré yo para enmendarle la plana a Cărtărescu, desde luego, pero personalmente Theodoros me ha dejado un poco a medias.
Bastantes obras de Mircea Cărtărescu reseñadas en ULAD: aquí
martes, 11 de marzo de 2025
VV.AA.: El coleccionista de las últimas palabras
- De "Para las manchas difíciles" y "Un hombre corriente" destacaría sus trasfondos emocionales. Me ha gustado cómo, pese a la sencillez de sus planteamientos, el autor se guarda un par de giros argumentales y permite al lector sacar sus propias conclusiones sobre ciertos acontecimientos.
- De "Moisés, el mendigo" y "Circle" he apreciado su sentido del humor, pero sobre todo resaltaría el retrato psicológico que hacen de sus tragicómicos protagonistas. Y es que el primero de los dos cuestiona obsesivamente su piedad, encadena pensamientos sobre la culpa, el pecado y la fe, y entabla un diálogo interior con Dios repleto de congoja y contradicciones. Por otra parte, el segundo, hastiado con su matrimonio, su mujer y su hijo, desciende a la locura después de que varias personas le ofrezcan un chicle, pues se imagina que su aliento huele mal.
- En "El domingo del señor Chichifoi", la metáfora de los conejos ayuda a articular la idea de que el protagonista es una especie de Dios todavía ahora que está jubilado, como ya lo fuera, en cierta manera, cuando era portero en un bloque de pisos para solteros.
- "Cinco, cinco y media" impacta por su forma de narrar cómo un amor platónico lleva a su protagonista a acosar a su amada, sabotear su carrera académica, distanciarse de su padre y falsificar documentos. Algunos de sus pasajes me han parecido magistrales, como por ejemplo este: «¡Tampoco ella sabe cuánto la amé! Ni mi madre, ni mi padre, ni Ciolovecu entero; y es posible que ni siquiera yo mismo sepa todo. El pobre papá no ha sabido nunca nada sobre mí. Quiso de corazón que yo me hiciera médico, que volviera al pueblo y cuidara hasta la vejez de sus varices y sus riñones (...). Fui (...) la decepeción de su vida. (...) Toda la vida me ayudó y yo, en cambio, toda la vida le mentí, quizá porque siempre sentí que no quería ayudarme a mí, sino a su propia vejez; que no era a mí a quien quería, sino que temía a sus enfermedades. Dios lo tenga en su gloria, porque fue un padre como los otros quince millones de padres en Rumanía.» (79)
- "Colecta de gargajos" muestra el durísimo proceso de maduración de un muchacho con una contundencia envidiable.
- Aunque por momentos cuesta entender lo que tan sutilmente se nos está narrando en "Jugando a la oscuridad", merece la pena zambullirse en el microcosmos oblicuo y enigmático de una niña, porque nuestros esfuerzos interpretativos serán generosamente correspondidos.
- "El mono" y "La lámpara con sombrero" saben plasmar la voz infantil y tienen diálogos chispeantes. Cuentan historias muy humanas con gran ternura y delicadeza, y aunque ponen el foco en las relaciones familiares, abordan también otros muchos temas complementarios.
- "El tío Mihai y Dios, el camarada" es el relato del conjunto que alude de forma más directa al comunismo (tema, al igual que la religión cristiana, menor pero recurrente en este volumen), al rol que el individuo juega en él y al papel del Estado al invertir en proyectos sociales.
domingo, 5 de enero de 2025
Colaboración: De umbral en umbral, de Paul Celan
Título original: Von Schwelle zu Schwelle
Año de publicación: 1955
Traducción: Jesús Munárriz
Valoración: Muy recomendable / Imprescindible
No es fácil que un libro de poemas te alcance y te deslumbre; más si lo lees traducido; y más aún si el original se escribe en una lengua tan distinta al castellano como el alemán. Los que, con alguna frecuencia, leemos Poesía conocemos esa sensación, ese interno convencimiento de saber que la sugerencia, el misterio es inescindible del idioma; que, en fin, hay ahí dentro algo que no captas, que se escapa por cuidadoso que sea el trabajo de traducción. En nuestro caso, según consta en las Notas a los poemas, la traducción “ha sido depurada, corregida y revisada a fondo, en busca de esa fidelidad al original que, si nunca es posible en poesía, en el caso de Celan es especialmente imposible.” No sé cuánto ha respetado Munárriz la dicción original ni cuánto ha sacrificado en pos del ritmo, pero el resultado del texto sorprende gratamente.
La vida de Paul Celan (anagrama de Antschel – Ancel, su apellido real) transcurre entre 1920, año en que nace en una familia judía de habla alemana en Czernowitz – Rumamía (hoy Chernivsti, Ucrania) y París, ciudad que ve acabar su vida antes de cumplidos los 50, cuando se arrojar al Sena desde el puente Mirabeau, el mismo al que dedicara un famoso poema Gillaume Apollinaire.
De umbral en umbral es la segunda obra del autor y está, simplemente, plagada de belleza. Los versos son armónicos, aunque parecen venir preñados de asechanzas: “En el azul / pronuncia una palabra arbórea promisora de sombra / y el nombre de tu amor / sus sílabas añade.” No hay poemas largos. Cada texto es un pespunte de armonía elevado a una cima: “Esta es una palabra que caminó junto a las palabras / una palabra a imagen del silencio, / enramada de hierbaluisa y pena.”
La tragedia marcó –a la postre, seguramente de forma irremisible- la juventud del autor, obligado a abandonar sus estudios universitarios y que pierde a sus padres en campos de concentración alemanes. En París también pierde un hijo al poco de nacer.
Sin embargo, el libro no presenta –al menos en apariencia- poemas desesperados, ni trasluce la intranquilidad sonora o el desequilibrio visible que los hitos de un pasado desdichado pudieran sugerir. Los versos de Celan, aun no exentos de tensión controlada, son primeramente bellos, y las imágenes se suceden en un conjunto ordenado y sensible, si bien no ajeno al dolor. El poeta busca, más allá de cualquier cosa, crear belleza, y vaya si lo consigue.
Algunos versos rozan la perfección y adveran que Celan es parada obligatoria en el itinerario del lector de Poesía moderna: “En el nombre del primero de los tres, / que gritó / cuando hubo que vivir allí donde antes que él ya estuvo su palabra, / en el nombre del segundo, que miró y lloró, / en el nombre del tercero, que blancas / piedras apiló en el centro / te absuelvo / del amén que nos aturde (…) / ¡Tú sigues siendo, sigues siendo / la hija de una muerta / consagrada al no de mi añoranza…!”
¿Qué añadir tras estos versos, que no los emborronen? Paul Celan: no se lo pierdan.
Firmado: Francisco Marín
jueves, 29 de agosto de 2024
Cătălin Partenie: La madriguera dorada
Título original: The Golden Burrow
Traducción: Laura Fernández
Año de publicación: 2020
Valoración: Recomendable
En diciembre de 1989, poco después de la caída del muro de Berlín, Nicolae Ceaușescu fue detenido tras una rocambolesca operación, juzgado a toda velocidad y ajusticiado. Considerado durante años un rebelde en el bloque soviético, su gobierno derivó hacia la megalomanía y el culto a la personalidad, elemento este último que, tengo que confesar, me resulta especialmente repugnante, mucho cuando es estimulado desde el círculo del poder, aún más cuando es asumido por la ciudadanía, o parte de ella.
En aquellos estertores del régimen, algunos jóvenes rumanos, como en cualquier parte del mundo, se ven atraídos por la música. No hay muchas opciones, la censura solo permite música no contaminada por las modas occidentales, y apenas puede oírse a unos pocos grupos locales considerados inofensivos, e intuyo que muy malos. Los chavales consiguen hacerse en el mercado negro con algunos discos europeos o norteamericanos y compran baterías o guitarras cutres con las que aprender a tocar o, a lo sumo, actuar en algún hotel para turistas gracias a algún cómplice discreto. Se diría que estos jóvenes se sitúan por completo al margen de la realidad política y social, se encierran en su burbuja, solo atentos a copiar riffs de Deep Purple o a improvisar compases con las baquetas. Juventud no comprometida, aislada en su madriguera dorada con sus sueños musicales y sus pequeñas aventuras sexuales, ajena a la escasez de alimentos y a los vientos de la Historia.
Así se va construyendo el modesto y amable relato de Cătălin Partenie, una narración ligera y simpática que dibuja ese mundo juvenil apenas importunado por las patéticos remilgos del poder establecido, asumidos como obstáculos naturales a los que hay que plegarse, o saltarse cuando se pueda, como si se tratase de prohibiciones parentales.
Pero ese entorno gris y relativamente asfixiante va poco a poco permeando en la vida de los jóvenes, y la narración se va llenando de sombras. La gradación resulta casi imperceptible y es uno de los valores destacables del libro: el carácter castrante de ese régimen ensimismado cala en primer lugar en los chicos de más edad, que empiezan a tomar decisiones arriesgadas. La opción no es luchar, ni siquiera mostrar desacuerdo, sino huir buscando las fronteras más próximas donde las restricciones se supone que no existen. La idea es simplemente escapar a donde se pueda escuchar y tocar la música que gusta, tan sencillo como eso aunque detrás haya mucho más contenido de lo que ellos mismos creen.
En ese proceso, visto desde la óptica todavía ingenua de un adolescente, se van abriendo paso los acontecimientos históricos, y de esta forma el pequeño relato de los jóvenes idealistas centrados en la música se convierte en una crónica indirecta del momento. Con lo que parece un componente autobiográfico importante, el libro gana peso sin desprenderse de la subjetividad del narrador, lo que da lugar a un contrapunto muy bien equilibrado que podría ser lo que mejor define al texto. El joven cuenta siempre lo que siente y observa pero, aunque ni siquiera sea consciente de ello, su campo de visión es cada vez más amplio y lo que le importa poco a poco se traslada desde sí mismo y su entorno más inmediato a la realidad social del momento histórico. Un dibujo convincente de cómo inevitablemente la ingenuidad de lo sueños juveniles termina por verse sacudida por el paso del tiempo.
sábado, 26 de agosto de 2023
Ion Minulescu: La casa de las ventanas de color naranja
martes, 8 de marzo de 2022
Reseña a cuatro manos. Día de la Mujer. La revuelta de las putas, de Amelia Tiganus
Año de publicación: 2021
Valoración: Muy recomendable
De víctima a activista es el subtítulo de este ensayo tan necesario en los
tiempos que vivimos. Ya desde la portada se muestra claramente el enfoque que
la autora ha querido dar a su trabajo: la frase califica desde el principio la
realidad de una situación, conocida de primera mano por ella, contradiciendo a
todas esas voces –interesadas o culpablemente ingenuas– que consideran la
prostitución un trabajo como cualquier otro. Además, el término activista señala la actual ocupación de
la autora, que podría resultar ambiguo si no conociésemos previamente su
seriedad y dedicación a ese compromiso autoimpuesto. En tercer lugar, el diseño,
tan particular, abundando en esa actitud combativa, pretende ser un toque de
atención, que volvamos la cabeza al pasar por la librería y asumamos de un
vistazo el gran drama en el que están inmersas las mujeres más vulnerables del
planeta. Ellas y, en consecuencia, todas las mujeres, ya que la prostitución a
gran escala es una estrategia más del dominio que ejerce un sexo sobre el otro.
Si esto les parece una exageración sigan leyendo, o mejor, lean a Tiganus, y no
les quedará ninguna duda.
Coincidimos por completo con el prólogo de Rosa Cobo Bedia.
Efectivamente, gran parte del valor de este texto radica en que quien lo ha
escrito conoce de primera mano el medio que describe, pero también, y sobre
todo, en el tono empleado, ya que no se recrea en situaciones amargas sino que
las esboza y pasa de largo adoptando una actitud constructiva. “Son palabras de quien ha logrado sobrevivir
al infierno, pero también de quien un día abrazó el feminismo porque encontró
en él las palabras y los conceptos que transformaron su experiencia individual
en un hecho político”. Nada mejor que estas palabras para calificar un texto
cuya escritura no ha debido resultar nada fácil.
Esperábamos mucho de esta obra, sabíamos que nos conduciría a
lugares donde no hemos estado nunca y aclararía las zonas oscuras, las
contradicciones de lo que leemos y escuchamos sobre un asunto tan
controvertido. Y aun así la estábamos subestimando. Porque no se trata de un mero testimonio. De hecho, tal como explica la prologuista,
pasa casi de puntillas por los hechos, enumerándolos pero sin recrearse en detalles,
extrayendo de todo ello consecuencias y modos de actuación que sorprenden por
una claridad y un rigor conceptual no demasiado frecuentes. Por eso, haciendo
nuestras una vez más las palabras de Cobo: “Agradezco
a Amelia que no se haya recreado en las
experiencias dolorosas y haya utilizado las elipsis para dar paso a una
interpretación política de su propia experiencia”.
Para que no haya confusión, hay que aclarar que la delicadeza presente en los fragmentos autobiográficos no disfraza nada, no es ambigua ni amiga de medias tintas, llama a cada cosa por su nombre y lo hace para que algo cambie, para que el abolicionismo deje de ser una reivindicación y se convierta en hecho consumado. Porque ella ya salió pero muchas siguen dentro, es más, el sistema se renueva constantemente exportando carne fresca desde países deprimidos, o no tanto. Es algo que también ocurre en España y puede afectar a cualquier clase social, pues chicas desorientadas o decepcionadas con la vida las hay en todas partes. Si la mujer es el segundo sexo o dicho de otra forma, la otra, las mujeres prostituidas son la otra de la otra, es decir, sin abolición de las circunstancias que perpetúan un sistema claramente injusto nunca desaparecerán las categorías que oprimen a la mitad de nuestra especie. La estrategia es sencilla: en la mayor parte de los casos se priva de recursos intelectuales y económicos así como de los derechos más elementales a esas niñas que están creciendo, así, sin formación ni medios de subsistencia se convierten en carne de cañón de los desaprensivos. Son vulnerables en todos los sentidos, no tienen experiencia, se lo creen todo, en muchos casos han perdido la autoestima debido, entre otros motivos, a violaciones repetidas. Así, inermes ante un mundo despiadado, se les promete el paraíso y aceptan. ¿Es esto consentimiento? Por supuesto que no, es engaño, chantaje y hurto descarado del futuro de las mujeres para lucrarse con toda desvergüenza.
"Quien es capaz de ver que no puede haber libertad de vender órganos porque eso supone alimentar la desigualdad cultural entre pobres y ricos, y no es capaz de ver que no puede haber libertad de vender el cuerpo porque eso alimenta la desigualdad estructural entre mujeres y hombres y entre las mujeres pobres y ricas, solo demuestra que tiene absolutamente integrado el machismo clasista"
Las redes de la prostitución son
amplísimas y muy bien organizadas como corresponde a un negocio multimillonario.
Esto es lo que la ensayista narra en primera persona y lo que viven miles de niñas
y adolescentes de todo el mundo. Pero el proxenetismo nos engaña –más bien nos
narcotiza– con el cuento de la libertad
individual, y nos tragamos el argumento porque es más cómodo no enfrentarse
a una realidad tan cruel.
Una vez se ha conseguido recluir a las víctimas en lo que
Tiganus denomina campos de concentración,
el argumento para mantenerlas sometidas sin necesidad de vigilancia no deja de ser
ingenioso: “sé lista”, aprovéchate de
ellos, gana todo el dinero que puedas en el menor tiempo posible y pronto
tendrás medios para vivir sin problemas económicos. Pero este argumentario es,
desde luego, una trampa ya que ellas tienen que pagar todos los gastos que
genera su actividad además de cancelar una supuesta deuda que no se agota
nunca. Así se les incluye en una cadena perversa de la que necesariamente
forman parte. Debilitadas por el alcohol y las drogas se convierten en el
último eslabón, en cómplices del proxeneta que las convierte en aliadas para
que rivalicen entre ellas en lugar de apoyarse. No obstante, el abuso se
disfraza con la ficción de la profesionalidad: hay que vestirse y arreglarse
para gustar, hablar y moverse suavemente, sonreír, en una palabra, complacer al
putero a costa de olvidarse de sí mismas. Pero este tipo de consumidor no está
determinado genéticamente, lo fabrica la pornografía apoyada por el aplauso
social. Tiganus los divide en tres tipos: putero "majo", (insoportable), putero macho (antipático) y putero misógino (peligroso). Por cierto, su número aumenta y cada
vez son más jóvenes. Y todo esto con la complicidad del Estado, sin ella España
no se habría convertido –como tristemente se repite una y otra vez en prensa y
este ensayo lo ratifica– en el prostíbulo del continente europeo.
“El tiempo se detiene, la mente se separa, el alma se esfuma y tu cuerpo solo intenta sobrevivir”
Pero el asunto es mucho más complejo de lo que imaginamos
si nos fijamos únicamente en esta frase o nos dejamos llevar por los prejuicios.
La autora nos recuerda que el sometimiento de las mujeres es general, que unas
tienen un único dueño (o dueños sucesivos) y otras, las prostituidas, son
propiedad de todos. ¿Y qué pasa con las solteras? Pues que el reconocimiento
social es mucho menor, y aunque hoy día nadie se atreva a confesarlo sigue
siendo así. En definitiva, el orgullo de la puta existe porque se les educa
para que lo sientan: “somos sumisas y
soberbias a la vez”, se llegan a sentir privilegiadas en comparación con las decentes pues ellas saben aprovechar
su poder femenino, sus encantos. Una
distorsión que extraña menos si analizamos todo el proceso de reclutamiento y
lavado de cerebro al que se las somete y que desde fuera no se entiende, pero
todos estamos sometidos a distorsiones: por época, sexo, edad etc. que vistas
con perspectiva resultan igual de incongruentes. Por ejemplo, quienes sufren
violencia de género experimentan algo muy parecido. Por eso insiste en la
necesidad de un diálogo entre mujeres sin prejuicios ni condescendencias, solo
así se entendería que la subordinación afecta a todas.
“Dentro de la enajenación, a las mujeres privadas “les pone” limpiar, cuidar, cocinar, criar y servir a su familia. No es que lo disfruten per se, sino que es la única forma de ser vistas y valoradas, aunque siempre infravaloradas. Un falso poder. (…) Dentro de la enajenación, a las mujeres públicas “les pone” ofrecerse, insinuarse, follar y servir sexualmente a los hombres. No es que lo disfruten per se, sino que es la única forma de ser vistas y valoradas, aunque siempre infravaloradas. Un falso poder.”
Un razonamiento que sorprenderá a algunos porque no se puede entender más que desde una perspectiva feminista, es decir, situándose en un estricto punto medio donde nadie lleve la batuta. Y aquí llega la parte luminosa de un discurso en el que nadie se libra, ni los que se lucran del negocio ni las propias mujeres prostituidas ni ningún sector de la sociedad, aunque en cada caso las responsabilidades sean muy distintas. La conciencia feminista liberó definitivamente a Amelia, su activismo le proporcionó un objetivo más allá de la vida cotidiana y le ayudó a clarificar ideas. Así conectamos con el título, porque este ensayo nos interpela directamente: no habrá triunfo feminista si no hay colaboración entre mujeres, pues “será la revuelta de las putas la que propicie el fin del patriarcado.”
También sobre esta obra: Entrevista con Amelia Tiganus
lunes, 20 de septiembre de 2021
Baudoin: Travesti, de Mircea Cărtărescu
Título original: Travesti
Traducción: Lorenzo F. Díaz
Año de publicación: 2007
Valoración: Muy recomendable
Si les ha parecido turbadora esa imagen la cubierta (feto gestado o deglutido por una enorme araña negra) no les cuento lo que viene después... pero sí, porque para eso estamos aquí, se supone. En esta novela gráfica el ilustrador Edmond Baudoin pone imágenes, y tal vez reinterpreta, la novela que en España se tituló Lulu (Travesti en el original) de Mircea Cărtărescu. Como ni he leído el original ni he querido ver comentarios sobre él hasta terminar el libro, me siento en libertad total para valorarlo sin prejuicios. Pero lo que está claro es que no ha de ser una lectura amable, ni siquiera pacífica.
Victor es un adolescente diríamos rarito: le gusta leer (tiene unos poemas de Rilke, y por ahí asoman Kafka y Cioran, así que ya ven que amenaza tormenta), está convencido, como otros tantos a su edad, de que en un cierto plazo escribirá el libro definitivo, alcanzando quizá profundidades desconocidas de la mente humana, y naturalmente huye de la ordinariez de sus compañeros, rechaza su diversión vacía, rehúye (hasta cierto punto, y hasta un punto quizás poco sano) el flirteo con las chicas, intenta disfrutar el silencio y la soledad… todo ello en un campamento de verano donde, claro está, todas esas vulgaridades alcanzan proporciones colosales. El chico se aferra a sus obsesiones y alimenta un mundo propio en el que se funden con recuerdos y pesadillas que no acierta a definir como reales o soñadas. Acecha la locura, y la perspectiva de escribir no está claro si es liberadora o da nueva energía a los monstruos.
Menudo panorama. Pero esto no ha hecho más que empezar, porque nuestro amigo Baudoin parece haber entendido muy bien el horror que se cuece en el cerebro de Victor, y lo interpreta con fidelidad escalofriante. Nada mejor que un dibujo expresionista brutal, en riguroso blanco y negro, para ilustrar las amenazas, la oscuridad, el frío de la soledad llenando imágenes pobladas de insectos, de sombras, figuras grotescas (se diría que traídas de la serie negra de Goya), muñecas inquietantes, cráneos y espectros, una hermosa estatua que parece contener un soplo de vida de algún tipo. He leído que este dibujante emplea con frecuencia el pincel, y se aproxima entonces a la pintura más que al cómic para presentar con más crudeza la devastación que vive el protagonista. Pero es también capaz de reflejar la serenidad en dibujos de línea fina, muy básicos, sobre un blanco virginal, algo que deja caer en muy contadas ocasiones como para mostrar el contraste con un mundo posible, si no luminoso, sí al menos claro y estático.Ese entorno furioso (quizá simplemente la duda y los temores de la adolescencia multiplicados por una sensibilidad extrema) termina de implosionar con la aparición de Lulu, un muchacho vital y excesivo con quien Victor entra en contacto en la fiesta final del campamento. Es una experiencia muy breve, puede que ni siquiera realmente sexual, pero que se incrusta como una lanza en la mente del protagonista. O cataliza ese torrente de miedo y demencia que el muchacho siente sobre sí. Porque ahí se mezclan muchas cosas, y todas ellas perturbadoras, tanto para el chico como para el lector: el sexo, claro, pero también algo parecido a un desdoblamiento de personalidad en el que confluyen el propio Victor (o un Victor doble, adolescente y adulto) y la imagen de una niña no identificada (o sí). Lulu, que seguramente no es sino otro simple adolescente más o menos descerebrado, enciende la mecha con aquel incidente, encarna de alguna manera los horrores que Victor siente sobre sí, y despierta recuerdos quizá enterrados en el subconsciente.Muchas interpretaciones posibles, todas ellas desasosegantes, que se nos enredan como los hilos de la araña que preside el panorama. Como también podemos poner el foco en los sueños del artista adolescente que se siente distinto a los demás, creador, capaz de hundirse en mundos que los demás ni siquiera imaginan y que, pasados los años, comprueba con la desolación prevista cómo sus compañeros se sumergen en la vida burguesa, abandonando las utopías que quizá soñaron, sumándose al carril de la sociedad del que Victor siempre sintió la necesidad de escapar.
En esa desesperación, además de machacar al lector con las terribles imágenes a las que me refería antes, no sé hasta qué punto Baudoin entra y sale del texto original del Cărtărescu, quizá fundiendo las experiencias de Victor con las suyas propias. Es, como se puede deducir, un relato duro, sin concesiones y sin tregua, en el que no estoy seguro de si esas imágenes refuerzan la crudeza de la historia o si, por macabras que sean, terminan por distraer del argumento y por tanto, paradójicamente, diluirlo. Para tenerlo claro tendría que leerme el Lulu del autor rumano, que veo que tantas alabanzas suscita, pero la huella que ha dejado este Travesti me parece suficientemente profunda como para hurgar todavía un poco más. Por ahora.
jueves, 2 de abril de 2020
Mircea Cărtărescu: El cuerpo. Cegador, II
Título original: Orbitor, Corpul
Año de publicación: 2002
Traducción: Marian Ochoa de Eribe
Valoración: Muy recomendable
- El ritmo. Pese a la densidad de la escritura de Cartarescu, la narración fluye a un ritmo vertiginoso. Creo que Cartarescu es un magnífico contador de historias. Pero el mérito también ha de recaer, al menos en parte, en Marian Ochoa de Eribe, traductora habitual del bucarestino .
- La parte “costumbrista”, historias magníficamente narradas que reflejan de forma al mismo nostálgica y desmitificadora el mundo perdido de la infancia.
- La parte “filosófica”, esa en la que Cartarescu indaga sobre lo humano y lo divino
Pese a esto, las virtudes superan con creces a los posibles defectos y El cuerpo no decepcionará a los seguidores de Mircea, quien para mi es el mejor escritor vivo del mundo. He dicho.
viernes, 16 de noviembre de 2018
Premiados con el NOVEL de ULAD, primer puesto: Mircea Cartarescu: Nimic
Idioma de la edición: Edición bilingüe rumano/catalán.
Título original: Nimic. Poeme
Traducción: Xavier Montoliu Pauli
Año de publicación: 2010
Valoración: muy recomendable
Así, con esta intención, la poesía de Cărtărescu no está adornada en exceso de florituras, incluso diría que, a pesar de ser poesía, su estilo es incluso más accesible que su prosa, menos arriesgada, más sencilla en apariencia; tal es así, que encontramos a menudo referencias a marcas de ropa, de coches, o incluso centra un poema en torno a un amor imposible hacia Natalie Wood; también aparecen frecuentes referencias a la música, muy presente en la obra cuando menciona a The Beatles o a The Dire Straits, incluyendo en partes de sus poemas fragmentos de canciones, nutriéndolos de sus letras directamente en inglés. Así, acercando la poesía también al lector no acostumbrado a este estilo literario, el autor sabe crear el ambiente para sorprender con su poesía libre, trazando un esbozo de realidades escondidas tras los hábitos de la cotidianidad. Por eso su poesía es bella, pues no requiere de un esfuerzo para entenderla; en ella nos podemos sentir identificados y nos llega de manera natural, casi sin pretenderlo.
Además de lo expuesto, y ya entrando en profundidad y si se conoce la obra del autor, este libro se disfruta también a otro nivel, pues además de la belleza de sus poemas, uno goza enormemente viendo en él los rasgos del Cărtărescu que vendría después, pues ya asoman en sus poemas las tendencias hacia lo onírico y su interés por la anatomía, aspectos muy propios del autor. Así, vemos esos rasgos en algunos versos de sus poemas al decir «sol de invierno, aire limpio, nubes sin sistema nervioso» (siempre esas notas de anatomía, como canal a través del cual penetrar en los sentidos, como un camino que nos conduce a nuestro interior), en un fragmento que podemos encontrar en el poema «Sol de invierno». También aparecen los habituales insectos, como cuando dice «bajo el radiador, un gran escarabajo negro mueve la pata y una antena, como yace de espaldas, medio liquidado» (en «Me parece que vivo la vida») o también en «todo es romper el capullo, convirtiéndose en mariposa» en «Hacia el Mihai Viteazul», en una cita a Thomas Mann.
Viniendo del autor rumano, y como no puede ser de otro modo en él, las poesías giran, a menudo, en torno al amor y al desamor, y el autor nos las narra desde esos pequeños espacios en los que vive, y a los que nos tiene acostumbrados tras la lectura de Solenoide o Cegador. La tristeza que destila el estilo de Cărtărescu asoma en sus poemas, afirmando «Triste (porque ya no creo más en el amor, en la poesía…)» en «Hacia el Mihai Viteazul» o cuando afirma «enloquezco de tristeza, no hay nadie en mi vida» en «Hojas verdes, luces de tránsito»; y la habitual soledad que transmite la literatura del autor, al escribir «tanta soledad feliz me has dado, Dios mío», en el poema «Cuando nieva, cuando nieva y nieva...»), esa soledad que transmite encerrado en su diminuto hogar y, siempre, dirigiendo su poética mirada hacia las ventanas de su piso, esas ventanas a un mundo del que intenta atisbar su significado, buscando una salida, afirmando que «por la ventana veo otros bloques encogidos y mojados» (en «Estoy tan triste») o también «En la cortina de la ventana un rectángulo dorado — nada más que el sol al crepúsculo. Miro hacia fuera: el sol quema por encima de unos bloques…» (en «Impresión») o «he pegado la frente al cristal, como en la adolescencia, he mirado todo lo que podía ver desde aquí» (en «De repente el otoño»).
Así, desde esas ventanas, con sus vistas a Bucarest, entre la nostalgia y la esperanza, y cierta añoranza a una ciudad que le antoja triste, decadente, abatida, afirmando que «estoy desproveído del amor, de enamoramiento en las espléndida suciedad de la ciudad» (en «Tristeza idimenticable»), pero nunca olvidando su amada Bucarest, siempre presente en su obra, en una clara declaración de nostalgia al mencionar «agosto sobre Bucarest como la mantequilla sobre el pan, como el hombre encima de la mujer», en «Tristeza idimenticable».
En resumidas cuentas, un libro más que recomendable para los numerosos seguidores del autor rumano, pues en él verán muchos rasgos característicos de la obra del autor que potenciaría y sobre los que profundizaría en sus novelas posteriores; no en vano, fue después de los poemas incluidos en esta recopilación que el autor se volcaría definitivamente a la novela y a la prosa, con la publicación de Nostalgia en 1993, manteniendo en sus relatos prosísticos el tono poético que siempre le ha acompañado. Pero no se trata únicamente de un libro para los numerosos fans de Cărtărescu, sino también para aquellos que desconozcan la obra del autor, pues el libro también es recomendable por la calidad propia de su literatura, por la búsqueda y exploración de la proximidad de lo narrado, por la cercanía emocional que despiertan sus versos, y por la profundidad escondida bajo un manto de aparente sencillez. Un acierto de la pequeña editorial Lleonard Muntaner Editor que espero que tenga traducción al castellano algún día, pues los fans de Cărtărescu, y la literatura en general, se lo merecen.
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jueves, 11 de octubre de 2018
Ioan T. Morar: Negro y rojo
Título original: Negru și Roșu
Año de publicación: 2013
Traducción: Joaquín Garrigós
Valoración: recomendable
lunes, 17 de septiembre de 2018
Mircea Cărtărescu: El ala izquierda. Cegador, I
Año de publicación: 1996 (Rumanía) - 2018 (edición de esta reseña)
Traducción: Marian Ochoa de Eribe
Valoración: Imprescindible
sábado, 16 de junio de 2018
Emil Cioran: Breviario de podredumbre
viernes, 9 de marzo de 2018
Mircea Cărtărescu: El ojo castaño de nuestro amor
"He madurado entre ruinas, he estudiado entre ruinas, he amado entre ruinas, soy un constructor de ruinas"
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