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martes, 11 de noviembre de 2025

N.D. Cocea: El vino de larga vida

Idioma original: Rumano
Título original: Vinul de viață lungă
Año de publicación: 1931
Traducción: Borja Mozo Martín
Valoración: Bastante recomendable

- A ver, listillos: Tirando de memoria, ¿cuántos escritores rumanos podéis nombrar? 
- Cartarescu.
- Sí, sí, muy bien, correcto.
- ¡Hertha Muller!
- Medio punto porque nació en Rumanía pero escribe en alemán.
- ¿Cioran?
- Lo mismo que a quien ha dicho Hertha Muller, pero en francés.
- Max Blecher.
- A ver, ¿quién cojones es el repelente que ha dicho Max Blecher?... Vamos, que las vacas sagradas y poquito más, eh!

Bueno, pues para demostrar una vez más lo "rarunos" que somos (y también por si pensáis ir a Pasapalabra y os preguntan "C: apellido del escritor rumano autor de la novela El vino de larga vida"), aquí os traemos una novela de 1931 de un autor rescatado hace escasas semanas por la editorial Muñeca Infinita. Hablamos de El vino de larga vida y de Nicolae (Ceaucescu. No, no, que nos cierran el blog) Dumitru Cocea.

Pese a su brevedad, apenas 120 páginas, la novela lleva en su interior 3 o 4 libros diferentes. Porque aunque digamos que el envoltorio general es el de un cuento moral (¿como los de Erich Rohmer? pregunta el ya mencionado repelente), la novela contiene partes que podrían ser leídas como novela de iniciación, como novela social o como drama lorquiano, con un punto que me recuerda a La hiedra de Grazia Deledda. Vayamos por partes:
  • Novela de iniciación en forma del aprendizaje que el joven juez auxiliar extrae de su relación con Don Manole, noble local "apestado" y blanco de las habladurías de las "fuerzas vivas" del pueblo.
  • Novela social a través de la crítica a personajillos como el alcalde, el cura, etc y las creencias / supersticiones de estos y de la contraposición entre sus ideas y opiniones y las de Don Manole (retornado de París, amante de la buena vida, el arte y los libros, etc)
  • Drama lorquiano por esa historia que Don Manole narra al juez en la parte final de la novela y que marca un punto de inflexión en la vida de aquel. Esta es la parte que me ha traído a la mente a Grazia Deledda y su novela La hiedra, de temática más o menos cercana y con la que comparte protagonismo el paisaje que rodea a los personajes.
Y aunque estos ingredientes por separado podrían dar lugar a un batiburrillo del carajo, Cocea los integra de forma coherente bajo la ya comentada forma de cuento moral, con el que nos invita a pensar en lo realmente importante, en si estamos prestando excesiva atención a estupideces, en qué demonios es la felicidad y cómo tratar de hallarla, en si estamos acertando o no con nuestra forma de los distintos aspectos de la vida.

Me queda, en el lado menos bueno, la sensación de que Cocea podría haber ahondado más en las relaciones de poder que se establecen entre los miembros de las fuerzas vivas del pueblo y que el cuento que se añade al final del texto, obra de Corina Sabau y que vendría a ser una especie de revisión / actualización de la novela de Cocea, no está a la altura de este.

Pero la impresión global es más que favorable, así que bienvenidas estas recuperaciones "medio rarunas" para gente "medio raruna" como nosotros. ¡Y que sean muchas más, oye!

viernes, 3 de octubre de 2025

Mircea Cărtărescu: Dietarios 1990-2017. Una selección

Idioma original: rumano
Título original: Jurnal. 1990-2017
Traducción: Xavier Montoliu Pauli (traducción al catalán para Lleonard Muntaner). Sin traducción al castellano hasta la fecha.
Año de publicación: 2024
Valoración: imprescindible para fans


Ardua empresa la que aquí se me presenta: reseñar un dietario ya es una tarea harto difícil, pues para conseguir algo de coherencia y sentido uno se debería meter en la piel (o la cabeza) del autor. Si ya esto, de por sí, supondría un reto ingente, hacerlo en el caso de mi admirado Mircea el desafío es colosal, pues si su obra es extremamente enrevesada y críptica, su cerebro (origen y manantial de su escritura) no lo es menos. Pero bueno, ya que aquí estamos, adentrémonos en el mundo onírico de Cărtărescu.

Afirma Sam Abrams en el prólogo que esta obra se trata de un ejemplar casi único pues su traducción al catalán es la única existente aparte de la traducción al sueco. Este dietario seleccionado y publicado consta de una recopilación (antología) de algunas de las entradas escritas entre 1990 y 2017. Así, Cărtărescu empezó este dietario el 17/9/73 cuando tenía diecisiete años y sigue escribiéndolo hoy en día de manera que ya tiene más de cincuenta años de recorrido y que solo finalizará con su muerte (o al menos esta es la intención). Ya el propio autor reconoce este dietario como su obra más importante, pues «se trata del punto de partida de todos mis escritos» y, por tanto, asevera que se trata de «mi obra más importante. Es extraordinariamente complicada. Es una auto entrevista hecha a lo largo de diecisiete años. Es el tronco de mi árbol. Mi obra son las ramas. Los diferentes libros son los frutos. Es fundamental para mi obra. Es el centro de mi escritura». Y, de hecho, una vez leído de forma íntegra constato que así es porque el eje central de su vida es su obra, pero más allá del proceso de escritura o de la temática: el centro nuclear del autor es cómo encara la creación, cómo toda su manera de vivir y pensar es plasmada posteriormente en sus libros. Así, sus delirios, sueños, ilusiones y episodios oníricos, sexuales, anatómicos y orgánicos son presentes también en sus propios sueños, en sus pensamientos, en su manera de ver y entender el mundo. Solo así, desde una mentalidad tan holística del mundo ilusorio se puede entender cómo un autor puede tejer una obra (en general) tan compleja y extensa, tan profunda e inquietante, pero a su vez tan rica y desbordante en calidad y en ambición.

Ya el autor confiesa y reconoce su talento y lo empareja con el deseo (casi necesidad) de trascender, pues ya en la primera entrada del diario, el 1 de enero de 1990, afirma que «el 1989 ha sido un fracaso en cuanto a lo que ha escrito (no me ha salido nada. Todo lo escrito está muerto)». En paralelo al análisis sobre sus textos, y de manera puntual y tangencial, Mircea también comenta a menudo la situación política y social del momento, como cuando afirma el 10/1/1990 que «ahora vemos que la destrucción del antiguo (aunque cercano en el tiempo) régimen ha sido la primera etapa, explosiva, de la revolución, y que ahora vivimos la Segunda, igual de peligrosa. La lucha tiene que ganarse por todos sitios y a todos los niveles, por gente honrada y competente».

El libro está repleto, como no puede ser de otra manera hablando de Cărtărescu, de frases ambiciosas, grandilocuentes, pero también derrotistas, pues su ambición y talento le exigen a menudo cotas muy elevadas de calidad literaria hasta el punto de abandonar trabajos ‘menores’ en aras de su proyecto vital, pues, tal y como asevera, «mi única razón de existir (y la única de ser feliz) es la escritura». Por ello, ya en 1990 el autor abandona su trabajo en una revista porque «mi objetivo no es la notoriedad ni tampoco la posición social, es la literatura. No tan solo sé de qué viviré. Alcanzaré a tocar de nuevo la pureza del artista verdadero, que evita el contacto con los otros, que se escucha y se comprende a sí mismo» siendo a su vez consciente de que el mercado literario rumano es limitado, conocido y ya explotado, así que marca claramente sus «dos objetivos con prioridad absoluta: 1. Escribir. 2. Publicar fuera. En el mundo literario de aquí ya no queda mucho por hacer».

Por todo ello, y a lo largo de sus casi quinientas páginas en letra pequeña, su lectura nos confirma que los dietarios de Cărtărescu son una lectura imprescindible para los amantes de la obra del autor rumano, pues en ellos uno se adentra en sus pensamientos más personales centrados a menudo sobre su creación (que comenta a medida que la va escribiendo compartiendo sus impresiones “en tiempo real”), pero especialmente para conocer lo que pasa por la mente de este genio, sus inquietudes, sus dudas como escritor y sobre su resultado, su gran ambición y la necesidad imperiosa de construir una obra inmensa, amplia y ambiciosa, que tropieza una y otra vez con una autoexigencia mayúscula que le impide avanzar, forzándole una y otra vez a demostrarse a sí mismo que es capaz de plasmar lo que su cerebro ve e imagina. Su colosal talento exuda en esta obra en la que se entrevé una personalidad crítica y autoexigente, pero de una capacidad literaria inusual y prodigiosa a la vez que compleja y de la que el autor es plenamente consciente cuando afirma, en pleno proceso de escritura de «Cegador» que «no hace ni tres años que estoy escribiendo esta locura y todavía no sé si es esquizofrenia hebefrenética, parafrenia o búsqueda de la belleza en la escritura», reconociendo a su vez que duda que alguien lea más allá del tercer volumen, por su complejidad y fragmentarismo o cuando, teniendo en la cabeza la idea de escribir un libro sobre Theodor desde los años noventa, tal es su obsesión y su ambición que le lleva treinta años ponerse a ello pero no cede en el empeño hasta publicarlo.

Ya para terminar, y tal y como afirma el autor: «no podemos descifrarnos a nosotros mismos, igual que un jeroglífico no puede leerse a sí mismo. Estamos hechos para ser leídos por alguien otro». Y justo ahí es donde entramos nosotros al tener en manos esta pequeña joya: la abertura a una de las mentes más prodigiosas del mundo literario a través de sus propias palabras y pensamientos. Una lectura que, no sé si conseguirá que descifremos su enigmática mente, pero sí que nos acercará como lectores a un ser que, como gran parte de su obra, parece de otro mundo.

Otras obras de Cărtărescu en ULAD AQUÍ

lunes, 15 de septiembre de 2025

Mircea Cărtărescu: Theodoros

Idioma original: rumano

Título original: Theodoros

Traducción: Marian Ochoa de Eribe

Año de publicación: 2024

Valoración: Recomendable


No se puede negar que Mircea Cărtărescu tiene muy buen cartel en este blog, bastantes libros reseñados, valoraciones casi siempre muy positivas y hasta creo que apostamos en una ocasión por darle nuestro Nobel particular. Mi conocimiento de su obra se reduce a algunos relatos breves, así que no tengo una base precisamente sólida, y las opiniones que busco en torno a este libro, como siempre una vez terminado, tampoco aportan mucho más que los parabienes habituales. Encima, es un librote de presencia algo intimidante, como algo llamado a ser la gran obra del autor rumano, quizá lo que le lleve definitivamente a la fama y a ese Nobel de verdad para el que siempre parece estar nominado. Así que, como me siento con poco apoyo exterior, no me queda otra que tirar de mi propia experiencia como lector de Theodoros.

Ciertamente estamos ante una gran historia, algo que linda con la epopeya dándole una vuelta al concepto de novela histórica, porque en efecto existió un emperador de Etiopía llamado Theodoros o Tewodros II, que llegó al poder, como casi todos, tras liquidar enemigos rebeldes por aquí y por allá. El trono etíope estaba también emparentado, o quería estarlo (también como casi todos), con líneas dinásticas que supuestamente se remontaban hasta el rey Salomón, nada menos, y mantenía, o lo aparentaba, cierta conexión con la religión dominante en la región (otro ídem), en este caso la Iglesia ortodoxa tewahedo. 

Según explica Cărtărescu en una nota final, todo este relato histórico le atraía con fuerza, y siempre deseó escribir algo en torno a él, seguramente azuzado porque en algún momento a alguien se le ocurrió que el citado emperador podría ser un antiguo bandido valaco (rumano) con ambiciones de poder. Dicho y hecho, Cărtărescu se pone a elucubrar cómo ese posible compatriota, una especie de delincuente juvenil, después pirata, pudo llegar al trono de un país lejano.

Ahí cabe casi de todo. Se mezclan datos históricos con otros muchos ficticios, episodios propios de la novela de aventuras o el relato bélico, sueños y visiones surgidas del inconsciente o del consumo de sustancias, incursiones en los libros sagrados y en las tradiciones rumanas y griegas, intercambios de personalidad y, sobre todo, mucha sangre, violencia gratuita, empalamientos, cabezas que ruedan y extremidades cercenadas. Escenas bestiales que contrastan con las amorosas y tranquilizadoras cartas que Theodoros dirige a su madre, y con imágenes de enorme belleza como las miles de cometas sobrevolando la triste Bucarest, un collar extraído del tiempo, o la historia de Ingannamorte, el origen de todos los libros, el relato de un primer amor, o la muy borgiana visión infinita del Arca de la Alianza y sus réplicas.

Todo lo cual dice mucho de la calidad literaria que destila el autor, aunque en tantas páginas también hay sitio para cosas mucho menos atrayentes: el abuso de la enumeración, las repeticiones injustificadas y muy numerosas, la inserción de algunos relatos colaterales a veces gratuitos, a veces teñidos de un erotismo un poco pastelón, y una especie de fijación algo pueril por los órganos sexuales. A lo que habría que sumar un par de decisiones algo arriesgadas, como el uso de la prosa en segunda persona, algo que personalmente no me agrada casi nunca, y sobre todo, esa especie de deconstrucción de la historia que da lugar a que conozcamos su final prácticamente en la primera página y que el libro se construya a base de saltos temporales continuos. Sí, se consigue envolver al lector en una atmósfera confusa y algo inquietante, pero a cambio supone un obstáculo poco justificado para una lectura tan extensa y con tantos meandros.

Da quizá la impresión de apresuramiento, o de que el autor ha querido meter en un solo volumen lo que hubiera lucido mejor en relatos independientes, ámbito en el que por cierto Cărtărescu brilla especialmente. O puede que todo estuviese enfocado a evitar que el libro acabase siendo un mero culebrón o, peor aún, un tocho de ese tipo híbrido entre novela histórica y de intriga, que ustedes y yo sabemos de lo que estamos hablando.

Que no se le puede negar el aire grandioso ni un buen número de momentos deslumbrantes. Pero el conjunto me parece excesivamente irregular, como de algo a lo que le faltase una revisión profunda, pulir, recortar, encontrar equilibrios, reformular. Quién seré yo para enmendarle la plana a Cărtărescu, desde luego, pero personalmente Theodoros me ha dejado un poco a medias.

Bastantes obras de Mircea Cărtărescu reseñadas en ULADaquí


martes, 11 de marzo de 2025

VV.AA.: El coleccionista de las últimas palabras

Idioma original: Rumano
Traducción: Rafael Pisot
Año de publicación del volumen (originalmente en Italia): 2008
Valoración: Recomendable

El coleccionista de las últimas palabras agrupa once relatos de tres escritores rumanos contemporáneos celebrados tanto en su país como en el extranjero. La antología, pues, resulta una buena puerta de acceso a la narrativa breve que se hace en Rumanía actualmente. También funciona por sí misma, pues la calidad intrínseca de las piezas que componen este volumen es notable.

Los cuatro relatos inaugurales pertenecen a Lucian Dan Teodorivici:

  • De "Para las manchas difíciles" y "Un hombre corriente" destacaría sus trasfondos emocionales. Me ha gustado cómo, pese a la sencillez de sus planteamientos, el autor se guarda un par de giros argumentales y permite al lector sacar sus propias conclusiones sobre ciertos acontecimientos. 
  • De "Moisés, el mendigo" y "Circle" he apreciado su sentido del humor, pero sobre todo resaltaría el retrato psicológico que hacen de sus tragicómicos protagonistas. Y es que el primero de los dos cuestiona obsesivamente su piedad, encadena pensamientos sobre la culpa, el pecado y la fe, y entabla un diálogo interior con Dios repleto de congoja y contradicciones. Por otra parte, el segundo, hastiado con su matrimonio, su mujer y su hijo, desciende a la locura después de que varias personas le ofrezcan un chicle, pues se imagina que su aliento huele mal.

Seguimos con cuatro relatos de Dan Lungu:

  • En "El domingo del señor Chichifoi", la metáfora de los conejos ayuda a articular la idea de que el protagonista es una especie de Dios todavía ahora que está jubilado, como ya lo fuera, en cierta manera, cuando era portero en un bloque de pisos para solteros.
  • "Cinco, cinco y media" impacta por su forma de narrar cómo un amor platónico lleva a su protagonista a acosar a su amada, sabotear su carrera académica, distanciarse de su padre y falsificar documentos. Algunos de sus pasajes me han parecido magistrales, como por ejemplo este: «¡Tampoco ella sabe cuánto la amé! Ni mi madre, ni mi padre, ni Ciolovecu entero; y es posible que ni siquiera yo mismo sepa todo. El pobre papá no ha sabido nunca nada sobre mí. Quiso de corazón que yo me hiciera médico, que volviera al pueblo y cuidara hasta la vejez de sus varices y sus riñones (...). Fui (...) la decepeción de su vida. (...) Toda la vida me ayudó y yo, en cambio, toda la vida le mentí, quizá porque siempre sentí que no quería ayudarme a mí, sino a su propia vejez; que no era a mí a quien quería, sino que temía a sus enfermedades. Dios lo tenga en su gloria, porque fue un padre como los otros quince millones de padres en Rumanía.» (79)
  • "Colecta de gargajos" muestra el durísimo proceso de maduración de un muchacho con una contundencia envidiable.
  • Aunque por momentos cuesta entender lo que tan sutilmente se nos está narrando en "Jugando a la oscuridad", merece la pena zambullirse en el microcosmos oblicuo y enigmático de una niña, porque nuestros esfuerzos interpretativos serán generosamente correspondidos.

Cierran la antología tres relatos de Florin Lăzărescu:
 
  • "El mono" y "La lámpara con sombrero" saben plasmar la voz infantil y tienen diálogos chispeantes. Cuentan historias muy humanas con gran ternura y delicadeza, y aunque ponen el foco en las relaciones familiares, abordan también otros muchos temas complementarios.
  • "El tío Mihai y Dios, el camarada" es el relato del conjunto que alude de forma más directa al comunismo (tema, al igual que la religión cristiana, menor pero recurrente en este volumen), al rol que el individuo juega en él y al papel del Estado al invertir en proyectos sociales.

Como he dicho antes, recomiendo El coleccionista de las últimas palabras para catar la literatura breve rumana contemporánea, pues nos permite iniciarnos con tres de sus más reivindicados cultivadores. 

Pero también insisto en que el volumen funciona por sí solo en tanto que compendio de relatos de una calidad nada desdeñable. Relatos todos ellos que tienen un registro eminentemente costumbrista (aunque un par se inclinen en su clímax hacia una deriva mística) y hablan de gente sencilla (tirando en muchos casos a marginal).

A título personal prefiero los relatos de Dan Lungu (sobre todo "Cinco, cinco y media", "Colecta de gargajos" y "Jugando a la oscuridad", cuya crudeza, sordidez y oscuridad encajan perfectamente con mi mi visión del mundo y mi gusto estético). Sin embargo, resulta innegable que tanto los de Lucian Dan Teodorivici como los de Florin Lăzărescu son igualmente competentes en lo estilísitco y sugerentes en lo temático.

domingo, 5 de enero de 2025

Colaboración: De umbral en umbral, de Paul Celan

Idioma original: Alemán

Título original: Von Schwelle zu Schwelle

Año de publicación: 1955

Traducción: Jesús Munárriz

Valoración: Muy recomendable / Imprescindible


No es fácil que un libro de poemas te alcance y te deslumbre; más si lo lees traducido; y más aún si el original se escribe en una lengua tan distinta al castellano como el alemán. Los que, con alguna frecuencia, leemos Poesía conocemos esa sensación, ese interno convencimiento de saber que la sugerencia, el misterio es inescindible del idioma; que, en fin, hay ahí dentro algo que no captas, que se escapa por cuidadoso que sea el trabajo de traducción. En nuestro caso, según consta en las Notas a los poemas, la traducción “ha sido depurada, corregida y revisada a fondo, en busca de esa fidelidad al original que, si nunca es posible en poesía, en el caso de Celan es especialmente imposible.” No sé cuánto ha respetado Munárriz la dicción original ni cuánto ha sacrificado en pos del ritmo, pero el resultado del texto sorprende gratamente.   

La vida de Paul Celan (anagrama de Antschel – Ancel, su apellido real) transcurre entre 1920, año en que nace en una familia judía de habla alemana en Czernowitz – Rumamía (hoy Chernivsti, Ucrania) y París, ciudad que ve acabar su vida antes de cumplidos los 50, cuando se arrojar al Sena desde el puente Mirabeau, el mismo al que dedicara un famoso poema Gillaume Apollinaire. 

De umbral en umbral es la segunda obra del autor y está, simplemente, plagada de belleza. Los versos son armónicos, aunque parecen venir preñados de asechanzas: “En el azul / pronuncia una palabra arbórea promisora de sombra / y el nombre de tu amor / sus sílabas añade.” No hay poemas largos. Cada texto es un pespunte de armonía elevado a una cima: “Esta es una palabra que caminó junto a las palabras / una palabra a imagen del silencio, / enramada de hierbaluisa y pena.” 

La tragedia marcó –a la postre, seguramente de forma irremisible- la juventud del autor, obligado a abandonar sus estudios universitarios y que pierde a sus padres en campos de concentración alemanes. En París también pierde un hijo al poco de nacer. 

Sin embargo, el libro no presenta –al menos en apariencia- poemas desesperados, ni trasluce la intranquilidad sonora o el desequilibrio visible que los hitos de un pasado desdichado pudieran sugerir. Los versos de Celan, aun no exentos de tensión controlada, son primeramente bellos, y las imágenes se suceden en un conjunto ordenado y sensible, si bien no ajeno al dolor. El poeta busca, más allá de cualquier cosa, crear belleza, y vaya si lo consigue.  

Algunos versos rozan la perfección y adveran que Celan es parada obligatoria en el itinerario del lector de Poesía moderna: “En el nombre del primero de los tres, / que gritó / cuando hubo que vivir allí donde antes que él ya estuvo su palabra, / en el nombre del segundo, que miró y lloró, / en el nombre del tercero, que blancas / piedras apiló en el centro / te absuelvo / del amén que nos aturde (…) / ¡Tú sigues siendo, sigues siendo / la hija de una muerta / consagrada al no de mi añoranza…!”

¿Qué añadir tras estos versos, que no los emborronen? Paul Celan: no se lo pierdan. 

Firmado: Francisco Marín


jueves, 29 de agosto de 2024

Cătălin Partenie: La madriguera dorada

Idioma original: inglés

Título original: The Golden Burrow

Traducción: Laura Fernández

Año de publicación: 2020

Valoración: Recomendable


En diciembre de 1989, poco después de la caída del muro de Berlín, Nicolae Ceaușescu fue detenido tras una rocambolesca operación, juzgado a toda velocidad y ajusticiado. Considerado durante años un rebelde en el bloque soviético, su gobierno derivó hacia la megalomanía y el culto a la personalidad, elemento este último que, tengo que confesar, me resulta especialmente repugnante, mucho cuando es estimulado desde el círculo del poder, aún más cuando es asumido por la ciudadanía, o parte de ella.

En aquellos estertores del régimen, algunos jóvenes rumanos, como en cualquier parte del mundo, se ven atraídos por la música. No hay muchas opciones, la censura solo permite música no contaminada por las modas occidentales, y apenas puede oírse a unos pocos grupos locales considerados inofensivos, e intuyo que muy malos. Los chavales consiguen hacerse en el mercado negro con algunos discos europeos o norteamericanos y compran baterías o guitarras cutres con las que aprender a tocar o, a lo sumo, actuar en algún hotel para turistas gracias a algún cómplice discreto. Se diría que estos jóvenes se sitúan por completo al margen de la realidad política y social, se encierran en su burbuja, solo atentos a copiar riffs de Deep Purple o a improvisar compases con las baquetas. Juventud no comprometida, aislada en su madriguera dorada con sus sueños musicales y sus pequeñas aventuras sexuales, ajena a la escasez de alimentos y a los vientos de la Historia. 

Así se va construyendo el modesto y amable relato de Cătălin Partenie, una narración ligera y simpática que dibuja ese mundo juvenil apenas importunado por las patéticos remilgos del poder establecido, asumidos como obstáculos naturales a los que hay que plegarse, o saltarse cuando se pueda, como si se tratase de prohibiciones parentales.

Pero ese entorno gris y relativamente asfixiante va poco a poco permeando en la vida de los jóvenes, y la narración se va llenando de sombras. La gradación resulta casi imperceptible y es uno de los valores destacables del libro: el carácter castrante de ese régimen ensimismado cala en primer lugar en los chicos de más edad, que empiezan a tomar decisiones arriesgadas. La opción no es luchar, ni siquiera mostrar desacuerdo, sino huir buscando las fronteras más próximas donde las restricciones se supone que no existen. La idea es simplemente escapar a donde se pueda escuchar y tocar la música que gusta, tan sencillo como eso aunque detrás haya mucho más contenido de lo que ellos mismos creen.

En ese proceso, visto desde la óptica todavía ingenua de un adolescente, se van abriendo paso los acontecimientos históricos, y de esta forma el pequeño relato de los jóvenes idealistas centrados en la música se convierte en una crónica indirecta del momento. Con lo que parece un componente autobiográfico importante, el libro gana peso sin desprenderse de la subjetividad del narrador, lo que da lugar a un contrapunto muy bien equilibrado que podría ser lo que mejor define al texto. El joven cuenta siempre lo que siente y observa pero, aunque ni siquiera sea consciente de ello, su campo de visión es cada vez más amplio y lo que le importa poco a poco se traslada desde sí mismo y su entorno más inmediato a la realidad social del momento histórico. Un dibujo convincente de cómo inevitablemente la ingenuidad de lo sueños juveniles termina por verse sacudida por el paso del tiempo.


sábado, 26 de agosto de 2023

Ion Minulescu: La casa de las ventanas de color naranja

Idioma original: Rumano
Traducción: Joaquín Garrigós
Año de publicación del volumen: 2022
Valoración: Recomendable

La casa de las ventanas de color naranja compila siete de los mejores relatos fantásticos del rumano Ion Minulescu, originalmente publicados entre 1908 y 1930. 

Aunque todos me han parecido sumamente eficaces, hay algunos, como "La corbata blanca" o "El hombre del corazón de oro", bastante formulaicos. El primero es un cuento de fantasmas canónico; el segundo, una historia tan conmovedora como previsible sobre un condenado a la inmortalidad.

Más originales y heterodoxas son, a mi juicio, la ficción que da nombre a la recopilación, "En el jardín de mi amigo", "La confesión de un desarraigado" o "De charla con el Maligno".

"La casa de las ventanas de color naranja" va de un presunto inglés que se muda a un barrio rumano. Me han encantado su toque gótico, los temas barajados (el miedo al cambio, la desconfianza a lo extranjero, las jerarquías vecinales...) y la lograda imagen de esas «hojas rojizas que se incrustaban en la tierra plateada como manchas de sangre coagulada...» (16)

"En el jardín de mi amigo" trata sobre un hombre que conoce a otro sumamente excéntrico. No desvelaré el final, pero sabed que me ha maravillado, al igual que los diálogos que mantienen los personajes o ciertas reflexiones en torno a la relación entre rareza y locura.

"La confesión de un desarraigado" reúne a dos viejos amigos cuyos caminos se bifurcaron en la infancia. Uno de ellos manifiesta que desearía suicidarse, y la atmósfera y tensión que ello provoca se espesa paulatinamente.

"De charla con el Maligno" sigue a un par de escritores y sus charlas con un misterioso contrabandista. Subvierte magistralmente ese subgénero costituido por apariciones y pactos con figuras mefistofélicas; a eso hay que añadir que su ambientación histórica, la antesala de la Primera Guerra Mundial, se exprime al máximo.

Por otra parte, también quiero reivindicar "Máscaras de bronce y farolillos de porcelana", un interesante aunque irregular retrato psicológico abordado desde el manuscrito encontrado. Presenta a un protagonista cuya caracterización es magnética, amén de pasajes introspectivos geniales. Como muestra de esto último, dejad que os copie un párrafo: «El cementerio parecía en verdad triste. Es cierto que no lo había visto nunca antes, pero en aquella ocasión me parecía más triste que de costumbre. El alma de la tarde (...) penetraba en lo más hondo de mi fatigado cuerpo como algo extraño, suave y perezoso, como la poesía de la tristeza sin motivo o como el estribillo lejano de una felicidad olvidada ante la cual el recuerdo aún se inclina, de vez en cuando, con la reverencia de un cortesano desprovisto de amor propio. Por un momento, olvidé incluso dónde me hallaba y me fui con el pensamiento lejos, muy lejos, hasta el profundo Oriente, a esos maravillosos países de los cuentos y sueños azules, a esos países embalsamados con el perfume de las flores y plantas aromáticas, a esos países que son los primeros en ver salir el sol...» (61)

A la mentada originalidad y heterodoxia de estos relatos hay que sumar dos virtudes adicionales. Primero, la erudición que desprenden, reflejada en su gusto por el simbolismo, en declamaciones de versos, en citaciones de Baudelaire, Mirbeau y otros decadentes franceses, o en la admiración de Minulescu por Gaspar de la Nuit

Segundo, la incuestionable sensibilidad de la pluma del autor, cuyas descripciones exhiben una plasticidad extraordinaria. Como muestra, un botón: «La neblina borrosa de la madrugada tiembla como una gota de leche que cae a un vaso de agua. En lontananza, las luces de los otros barcos anclados en la rada se apagan una tras otra. Comienza a distinguirse el color del mar y los rumores confusos de quienes se despiertan bullen como oraciones mañaneras en el oído de los que no se han acostado todavía.» (107)

Resumiendo: La casa de las ventanas de color naranja es una antología muy recomendable, especialmente para los amantes de la literatura fantástica. Además, sirve como puerta de acceso a la fascinante narrativa de Minulescu. Así que, si os llama la atención, haceos con ella; y no hagáis caso al autor cuando sugiere que para que os guste debéis leerla de noche, porque estas historias maravillan o estremecen, según se tercie, incluso a plena luz del día.

martes, 8 de marzo de 2022

Reseña a cuatro manos. Día de la Mujer. La revuelta de las putas, de Amelia Tiganus

Idioma original: español

Año de publicación: 2021

Valoración: Muy recomendable



De víctima a activista es el subtítulo de este ensayo tan necesario en los tiempos que vivimos. Ya desde la portada se muestra claramente el enfoque que la autora ha querido dar a su trabajo: la frase califica desde el principio la realidad de una situación, conocida de primera mano por ella, contradiciendo a todas esas voces –interesadas o culpablemente ingenuas– que consideran la prostitución un trabajo como cualquier otro. Además, el término activista señala la actual ocupación de la autora, que podría resultar ambiguo si no conociésemos previamente su seriedad y dedicación a ese compromiso autoimpuesto. En tercer lugar, el diseño, tan particular, abundando en esa actitud combativa, pretende ser un toque de atención, que volvamos la cabeza al pasar por la librería y asumamos de un vistazo el gran drama en el que están inmersas las mujeres más vulnerables del planeta. Ellas y, en consecuencia, todas las mujeres, ya que la prostitución a gran escala es una estrategia más del dominio que ejerce un sexo sobre el otro. Si esto les parece una exageración sigan leyendo, o mejor, lean a Tiganus, y no les quedará ninguna duda.

Coincidimos por completo con el prólogo de Rosa Cobo Bedia. Efectivamente, gran parte del valor de este texto radica en que quien lo ha escrito conoce de primera mano el medio que describe, pero también, y sobre todo, en el tono empleado, ya que no se recrea en situaciones amargas sino que las esboza y pasa de largo adoptando una actitud constructiva. “Son palabras de quien ha logrado sobrevivir al infierno, pero también de quien un día abrazó el feminismo porque encontró en él las palabras y los conceptos que transformaron su experiencia individual en un hecho político”. Nada mejor que estas palabras para calificar un texto cuya escritura no ha debido resultar nada fácil.

Esperábamos mucho de esta obra, sabíamos que nos conduciría a lugares donde no hemos estado nunca y aclararía las zonas oscuras, las contradicciones de lo que leemos y escuchamos sobre un asunto tan controvertido. Y aun así la estábamos subestimando. Porque no se trata de un mero testimonio. De hecho, tal como explica la prologuista, pasa casi de puntillas por los hechos, enumerándolos pero sin recrearse en detalles, extrayendo de todo ello consecuencias y modos de actuación que sorprenden por una claridad y un rigor conceptual no demasiado frecuentes. Por eso, haciendo nuestras una vez más las palabras de Cobo: “Agradezco a  Amelia que no se haya recreado en las experiencias dolorosas y haya utilizado las elipsis para dar paso a una interpretación política de su propia experiencia”.

Para que no haya confusión, hay que aclarar que la delicadeza presente en los fragmentos autobiográficos no disfraza nada, no es ambigua ni amiga de medias tintas, llama a cada cosa por su nombre y lo hace para que algo cambie, para que el abolicionismo deje de ser una reivindicación y se convierta en hecho consumado. Porque ella ya salió pero muchas siguen dentro, es más, el sistema se renueva constantemente exportando carne fresca desde países deprimidos, o no tanto. Es algo que también ocurre en España y puede afectar a cualquier clase social, pues chicas desorientadas o decepcionadas con la vida las hay en todas partes. Si la mujer es el segundo sexo o dicho de otra forma, la otra, las mujeres prostituidas son la otra de la otra, es decir, sin abolición de las circunstancias que perpetúan un sistema claramente injusto nunca desaparecerán las categorías que oprimen a la mitad de nuestra especie. La estrategia es sencilla: en la mayor parte de los casos se priva de recursos intelectuales y económicos así como de los derechos más elementales a esas niñas que están creciendo, así, sin formación ni medios de subsistencia se convierten en carne de cañón de los desaprensivos. Son vulnerables en todos los sentidos, no tienen experiencia, se lo creen todo, en muchos casos han perdido la autoestima debido, entre otros motivos, a violaciones repetidas. Así, inermes ante un mundo despiadado, se les promete el paraíso y aceptan. ¿Es esto consentimiento? Por supuesto que no, es engaño, chantaje y hurto descarado del futuro de las mujeres para lucrarse con toda desvergüenza. 

"Quien es capaz de ver que no puede haber libertad de vender órganos porque eso supone alimentar la desigualdad cultural entre pobres y ricos, y no es capaz de ver que no puede haber libertad de vender el cuerpo porque eso alimenta la desigualdad estructural entre mujeres y hombres y entre las mujeres pobres y ricas, solo demuestra que tiene absolutamente integrado el machismo clasista"

Las redes de la prostitución son amplísimas y muy bien organizadas como corresponde a un negocio multimillonario. Esto es lo que la ensayista narra en primera persona y lo que viven miles de niñas y adolescentes de todo el mundo. Pero el proxenetismo nos engaña –más bien nos narcotiza– con el cuento de la libertad individual, y nos tragamos el argumento porque es más cómodo no enfrentarse a una realidad tan cruel.

Una vez se ha conseguido recluir a las víctimas en lo que Tiganus denomina campos de concentración, el argumento para mantenerlas sometidas sin necesidad de vigilancia no deja de ser ingenioso: “sé lista”, aprovéchate de ellos, gana todo el dinero que puedas en el menor tiempo posible y pronto tendrás medios para vivir sin problemas económicos. Pero este argumentario es, desde luego, una trampa ya que ellas tienen que pagar todos los gastos que genera su actividad además de cancelar una supuesta deuda que no se agota nunca. Así se les incluye en una cadena perversa de la que necesariamente forman parte. Debilitadas por el alcohol y las drogas se convierten en el último eslabón, en cómplices del proxeneta que las convierte en aliadas para que rivalicen entre ellas en lugar de apoyarse. No obstante, el abuso se disfraza con la ficción de la profesionalidad: hay que vestirse y arreglarse para gustar, hablar y moverse suavemente, sonreír, en una palabra, complacer al putero a costa de olvidarse de sí mismas. Pero este tipo de consumidor no está determinado genéticamente, lo fabrica la pornografía apoyada por el aplauso social. Tiganus los divide en tres tipos: putero "majo", (insoportable), putero macho (antipático) y putero misógino (peligroso). Por cierto, su número aumenta y cada vez son más jóvenes. Y todo esto con la complicidad del Estado, sin ella España no se habría convertido –como tristemente se repite una y otra vez en prensa y este ensayo lo ratifica– en el prostíbulo del continente europeo.

“El tiempo se detiene, la mente se separa, el alma se esfuma y tu cuerpo solo intenta sobrevivir”

Pero el asunto es mucho más complejo de lo que imaginamos si nos fijamos únicamente en esta frase o nos dejamos llevar por los prejuicios. La autora nos recuerda que el sometimiento de las mujeres es general, que unas tienen un único dueño (o dueños sucesivos) y otras, las prostituidas, son propiedad de todos. ¿Y qué pasa con las solteras? Pues que el reconocimiento social es mucho menor, y aunque hoy día nadie se atreva a confesarlo sigue siendo así. En definitiva, el orgullo de la puta existe porque se les educa para que lo sientan: “somos sumisas y soberbias a la vez”, se llegan a sentir privilegiadas en comparación con las decentes pues ellas saben aprovechar su poder femenino, sus encantos. Una distorsión que extraña menos si analizamos todo el proceso de reclutamiento y lavado de cerebro al que se las somete y que desde fuera no se entiende, pero todos estamos sometidos a distorsiones: por época, sexo, edad etc. que vistas con perspectiva resultan igual de incongruentes. Por ejemplo, quienes sufren violencia de género experimentan algo muy parecido. Por eso insiste en la necesidad de un diálogo entre mujeres sin prejuicios ni condescendencias, solo así se entendería que la subordinación afecta a todas.

“Dentro de la enajenación, a las mujeres privadas “les pone” limpiar, cuidar, cocinar, criar y servir a su familia. No es que lo disfruten per se, sino que es la única forma de ser vistas y valoradas, aunque siempre infravaloradas. Un falso poder. (…) Dentro de la enajenación, a las mujeres públicas “les pone” ofrecerse, insinuarse, follar y servir sexualmente a los hombres. No es que lo disfruten per se, sino que es la única forma de ser vistas y valoradas, aunque siempre infravaloradas. Un falso poder.”

Un razonamiento que sorprenderá a algunos porque no se puede entender más que desde una perspectiva feminista, es decir, situándose en un estricto punto medio donde nadie lleve la batuta. Y aquí llega la parte luminosa de un discurso en el que nadie se libra, ni los que se lucran del negocio ni las propias mujeres prostituidas ni ningún sector de la sociedad, aunque en cada caso las responsabilidades sean muy distintas. La conciencia feminista liberó definitivamente a Amelia, su activismo le proporcionó un objetivo más allá de la vida cotidiana y le ayudó a clarificar ideas. Así conectamos con el título, porque este ensayo nos interpela directamente: no habrá triunfo feminista si no hay colaboración entre mujeres, pues “será la revuelta de las putas la que propicie el fin del patriarcado.


También sobre esta obra: Entrevista con Amelia Tiganus

lunes, 20 de septiembre de 2021

Baudoin: Travesti, de Mircea Cărtărescu

Idioma original: francés

Título original: Travesti

Traducción: Lorenzo F. Díaz

Año de publicación: 2007

Valoración: Muy recomendable


Si les ha parecido turbadora esa imagen la cubierta (feto gestado o deglutido por una enorme araña negra) no les cuento lo que viene después... pero sí, porque para eso estamos aquí, se supone. En esta novela gráfica el ilustrador Edmond Baudoin pone imágenes, y tal vez reinterpreta, la novela que en España se tituló Lulu (Travesti en el original) de Mircea Cărtărescu. Como ni he leído el original ni he querido ver comentarios sobre él hasta terminar el libro, me siento en libertad total para valorarlo sin prejuicios. Pero lo que está claro es que no ha de ser una lectura amable, ni siquiera pacífica.

Victor es un adolescente diríamos rarito: le gusta leer (tiene unos poemas de Rilke, y por ahí asoman Kafka y Cioran, así que ya ven que amenaza tormenta), está convencido, como otros tantos a su edad, de que en un cierto plazo escribirá el libro definitivo, alcanzando quizá profundidades desconocidas de la mente humana, y naturalmente huye de la ordinariez de sus compañeros, rechaza su diversión vacía, rehúye (hasta cierto punto, y hasta un punto quizás poco sano) el flirteo con las chicas, intenta disfrutar el silencio y la soledad… todo ello en un campamento de verano donde, claro está, todas esas vulgaridades alcanzan proporciones colosales. El chico se aferra a sus obsesiones y alimenta un mundo propio en el que se funden con recuerdos y pesadillas que no acierta a definir como reales o soñadas. Acecha la locura, y la perspectiva de escribir no está claro si es liberadora o da nueva energía a los monstruos.

Menudo panorama. Pero esto no ha hecho más que empezar, porque nuestro amigo Baudoin parece haber entendido muy bien el horror que se cuece en el cerebro de Victor, y lo interpreta con fidelidad escalofriante. Nada mejor que un dibujo expresionista brutal, en riguroso blanco y negro, para ilustrar las amenazas, la oscuridad, el frío de la soledad llenando imágenes pobladas de insectos, de sombras, figuras grotescas (se diría que traídas de la serie negra de Goya), muñecas inquietantes, cráneos y espectros, una hermosa estatua que parece contener un soplo de vida de algún tipo. He leído que este dibujante emplea con frecuencia el pincel, y se aproxima entonces a la pintura más que al cómic para presentar con más crudeza la devastación que vive el protagonista.  Pero es también capaz de reflejar la serenidad en dibujos de línea fina, muy básicos, sobre un blanco virginal, algo que deja caer en muy contadas ocasiones como para mostrar el contraste con un mundo posible, si no luminoso, sí al menos claro y estático.

Ese entorno furioso (quizá simplemente la duda y los temores de la adolescencia multiplicados por una sensibilidad extrema) termina de implosionar con la aparición de Lulu, un muchacho vital y excesivo con quien Victor entra en contacto en la fiesta final del campamento. Es una experiencia muy breve, puede que ni siquiera realmente sexual, pero que se incrusta como una lanza en la mente del protagonista. O cataliza ese torrente de miedo y demencia que el muchacho siente sobre sí. Porque ahí se mezclan muchas cosas, y todas ellas perturbadoras, tanto para el chico como para el lector: el sexo, claro, pero también algo parecido a un desdoblamiento de personalidad en el que confluyen el propio Victor (o un Victor doble,  adolescente y adulto) y la imagen de una niña no identificada (o sí). Lulu, que seguramente no es sino otro simple adolescente más o menos descerebrado, enciende la mecha con aquel incidente, encarna de alguna manera los horrores que Victor siente sobre sí, y despierta recuerdos quizá enterrados en el subconsciente. 

Muchas interpretaciones posibles, todas ellas desasosegantes, que se nos enredan como los hilos de la araña que preside el panorama. Como también podemos poner el foco en los sueños del artista adolescente que se siente distinto a los demás, creador, capaz de hundirse en mundos que los demás ni siquiera imaginan y que, pasados los años, comprueba con la desolación prevista cómo sus compañeros se sumergen en la vida burguesa, abandonando las utopías que quizá soñaron, sumándose al carril de la sociedad del que Victor siempre sintió la necesidad de escapar.

En esa desesperación, además de machacar al lector con las terribles imágenes a las que me refería antes, no sé hasta qué punto Baudoin entra y sale del texto original del Cărtărescu, quizá fundiendo las experiencias de Victor con las suyas propias. Es, como se puede deducir, un relato duro, sin concesiones y sin tregua, en el que no estoy seguro de si esas imágenes refuerzan la crudeza de la historia o si, por macabras que sean, terminan por distraer del argumento y por tanto, paradójicamente, diluirlo. Para tenerlo claro tendría que leerme el Lulu del autor rumano, que veo que tantas alabanzas suscita, pero la huella que ha dejado este Travesti me parece suficientemente profunda como para hurgar todavía un poco más. Por ahora.

La reseña sobre el original de CărtărescuLulu

jueves, 2 de abril de 2020

Mircea Cărtărescu: El cuerpo. Cegador, II

Idioma original: Rumano
Título original: Orbitor, Corpul
Año de publicación: 2002
Traducción: Marian Ochoa de Eribe
Valoración: Muy recomendable

Decíamos en la reseña de El ala izquierda, primera parte de la trilogía Cegador, que “el pasado lo es todo, el futuro no es nada". No existe otro sentido del tiempo”. Tiempo, memoria, recuerdos y sueños son también el centro de El cuerpo, ligados (cómo no!) al cambio, ya sea individual o colectivo, y representados por la omnipresente mariposa, clara metáfora del mismo.

Tiempo, memoria, recuerdos y sueños que nos unen a otros seres (conocidos o desconocidos), a otros lugares (Nueva Orleans, Amsterdam, Tántava…), a otros tiempos (cien años atrás, quince años atrás, ayer, hoy…) y que forman, de manera a veces incomprensible para nuestro entendimiento, las sucesivas capas de nácar que nos componen a través de sueños ya soñados, de vidas ya vividas.

Así como en El ala izquierda el viaje nos trasladaba (en términos generales, eso sí) a la prehistoria de Mircea, autor de este libro ilegible (o, en palabras del narrador, un embrión engendrado en el útero triste de mi cráneo y de mi habitación y de mi mundo), y se centraba en la figura materna, en Cegador el viaje nos traslada principalmente a la infancia de Mircisor, a finales de la década de los 50 y principios de los 60 (aunque también con un pie en los años 80) en Bucarest, la ciudad más triste del mundo.

Pese a que en la primera de las tres partes de este El cuerpo reconocemos a Vasile Badislav, protagonista de la semibíblica huida de El ala izquierda o a Maria, también miembro de la tribu “primigenia” y protagonista de una bella y feérica historia, el núcleo central de El cuerpo reside en un Bucarest gris, absurdo y brutal, que es al mismo tiempo la puerta hacia otros posibles mundos, reales o imaginarios. Jugaremos aquí con la imagen de las alfombras tejidas por Maria, madre de Mircea, cuya capacidad de penetración le llevarán a un incidente descabellado con la Securitate. Y es que El cuerpo es una de esas alfombras capaces de contener todos los mundos y todos los cuentos y de ser para quien las teje una vía de escape de una realidad gris y deprimente. Encontramos en el una serie de historias, costumbristas y/o oníricas, y de personajes unidos por hilos tan tenues como los de las telarañas que pueblan las páginas del libro. Historias a medio camino entre lo costumbrista y lo onírico como la del fascinante e incongruente Herman, vecino vagabundo y clarividente de Mircea, o la de la artista de circo rusa llamada Katarina; historias puramente oníricas como la de Soile, niña delicada y carente de voluntad que nació con una tarántula por corazón, o la del también circense Vanaprashta Sannyasa; historias costumbristas, y por ello a medio camino entre el absurdo, la tristeza y el deslumbramiento / descubrimiento, como la de la Maria tejedora de alfombras, la del Mircisor pionero o la del securista Stanila.

Se cierra El Cuerpo con la que será una historia clave para la comprensión de El ala izquierda y El cuerpo (y supongo que para El ala derecha), una historia en la que vuelven a unirse lo costumbrista y lo onírico (con mayor peso de esto último). No doy más pistas.

Dicho todo esto, creo que quien no consiguiera entrar en su momento por el aro de Solenoide o de El ala izquierda tampoco lo hará con El cuerpo. Se trata de un libro con muchísimos elementos comunes a los dos anteriores, con buena parte de sus virtudes y con alguno de sus posibles “defectos” acentuados.

En cuanto a las virtudes, destacaría por encima de todos las siguientes:
  • El ritmo. Pese a la densidad de la escritura de Cartarescu, la narración fluye a un ritmo vertiginoso. Creo que Cartarescu es un magnífico contador de historias. Pero el mérito también ha de recaer, al menos en parte, en Marian Ochoa de Eribe, traductora habitual del bucarestino .
  • La parte “costumbrista”, historias magníficamente narradas que reflejan de forma al mismo nostálgica y desmitificadora el mundo perdido de la infancia.
  • La parte “filosófica”, esa en la que Cartarescu indaga sobre lo humano y lo divino
Y en cuanto a sus defectos, esta vez me ha dado la impresión de que alguna de las historias puramente oníricas estaban demasiado estiradas, que pecaban en cierto modo de reiterativas y que no aportaban demasiado al conjunto. Quizá esto último sea producto de la situación en la que nos encontramos, que le impide a uno concentrarse como es debido; quizá sea que he cometido la temeridad de releer antes El ala izquierda y casi 1000 páginas de Cartarescu “del tirón” sean “demasiado”. No lo sé, pero quizá no le hubiera sentado mal una pequeña poda a esa parte.

Pese a esto, las virtudes superan con creces a los posibles defectos y El cuerpo no decepcionará a los seguidores de Mircea, quien para mi es el mejor escritor vivo del mundo. He dicho.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Premiados con el NOVEL de ULAD, primer puesto: Mircea Cartarescu: Nimic

Idioma original: rumano
Idioma de la edición: Edición bilingüe rumano/catalán.
Título original: Nimic. Poeme
Traducción: Xavier Montoliu Pauli
Año de publicación: 2010
Valoración: muy recomendable

En esta recopilación de poesías del autor rumano, ganador del premio Novel de ULAD 2018 según votación de lectores y reseñistas, Cărtărescu destaca por hacer poesía de las pequeñas cosas, buscando el encanto de la cotidianidad, la belleza en esos pequeños detalles que abundan en la vida de cada uno, si se tienen los ojos preparados y receptivos para verlos. De igual manera que Williams Carlos Williams (por poner un ejemplo conocido, más aun después de la película Paterson), el autor rumano se centra en lo particular, en lo aparentemente común, para destacarlo y darle su justo valor, siempre bajo su mirada, interpretando y observando la vida bajo el prisma de su experiencia, sus miedos y sus deseos, realzando la realidad cotidiana con un estilo accesible para todos los lectores, aunque sin apartarse ni un milímetro de la alta calidad propia del autor.

Así, con esta intención, la poesía de Cărtărescu no está adornada en exceso de florituras, incluso diría que, a pesar de ser poesía, su estilo es incluso más accesible que su prosa, menos arriesgada, más sencilla en apariencia; tal es así, que encontramos a menudo referencias a marcas de ropa, de coches, o incluso centra un poema en torno a un amor imposible hacia Natalie Wood; también aparecen frecuentes referencias a la música, muy presente en la obra cuando menciona a The Beatles o a The Dire Straits, incluyendo en partes de sus poemas fragmentos de canciones, nutriéndolos de sus letras directamente en inglés. Así, acercando la poesía también al lector no acostumbrado a este estilo literario, el autor sabe crear el ambiente para sorprender con su poesía libre, trazando un esbozo de realidades escondidas tras los hábitos de la cotidianidad. Por eso su poesía es bella, pues no requiere de un esfuerzo para entenderla; en ella nos podemos sentir identificados y nos llega de manera natural, casi sin pretenderlo.

Además de lo expuesto, y ya entrando en profundidad y si se conoce la obra del autor, este libro se disfruta también a otro nivel, pues además de la belleza de sus poemas, uno goza enormemente viendo en él los rasgos del Cărtărescu que vendría después, pues ya asoman en sus poemas las tendencias hacia lo onírico y su interés por la anatomía, aspectos muy propios del autor. Así, vemos esos rasgos en algunos versos de sus poemas al decir «sol de invierno, aire limpio, nubes sin sistema nervioso» (siempre esas notas de anatomía, como canal a través del cual penetrar en los sentidos, como un camino que nos conduce a nuestro interior), en un fragmento que podemos encontrar en el poema «Sol de invierno». También aparecen los habituales insectos, como cuando dice «bajo el radiador, un gran escarabajo negro mueve la pata y una antena, como yace de espaldas, medio liquidado» (en «Me parece que vivo la vida») o también en «todo es romper el capullo, convirtiéndose en mariposa» en «Hacia el Mihai Viteazul», en una cita a Thomas Mann.

Viniendo del autor rumano, y como no puede ser de otro modo en él, las poesías giran, a menudo, en torno al amor y al desamor, y el autor nos las narra desde esos pequeños espacios en los que vive, y a los que nos tiene acostumbrados tras la lectura de Solenoide o Cegador. La tristeza que destila el estilo de Cărtărescu asoma en sus poemas, afirmando «Triste (porque ya no creo más en el amor, en la poesía…)» en «Hacia el Mihai Viteazul» o cuando afirma «enloquezco de tristeza, no hay nadie en mi vida» en «Hojas verdes, luces de tránsito»; y la habitual soledad que transmite la literatura del autor, al escribir «tanta soledad feliz me has dado, Dios mío», en el poema «Cuando nieva, cuando nieva y nieva...»), esa soledad que transmite encerrado en su diminuto hogar y, siempre, dirigiendo su poética mirada hacia las ventanas de su piso, esas ventanas a un mundo del que intenta atisbar su significado, buscando una salida, afirmando que «por la ventana veo otros bloques encogidos y mojados» (en «Estoy tan triste») o también «En la cortina de la ventana un rectángulo dorado — nada más que el sol al crepúsculo. Miro hacia fuera: el sol quema por encima de unos bloques…» (en «Impresión») o «he pegado la frente al cristal, como en la adolescencia, he mirado todo lo que podía ver desde aquí» (en «De repente el otoño»).

Así, desde esas ventanas, con sus vistas a Bucarest, entre la nostalgia y la esperanza, y cierta añoranza a una ciudad que le antoja triste, decadente, abatida, afirmando que «estoy desproveído del amor, de enamoramiento en las espléndida suciedad de la ciudad» (en «Tristeza idimenticable»), pero nunca olvidando su amada Bucarest, siempre presente en su obra, en una clara declaración de nostalgia al mencionar «agosto sobre Bucarest como la mantequilla sobre el pan, como el hombre encima de la mujer», en «Tristeza idimenticable».

En resumidas cuentas, un libro más que recomendable para los numerosos seguidores del autor rumano, pues en él verán muchos rasgos característicos de la obra del autor que potenciaría y sobre los que profundizaría en sus novelas posteriores; no en vano, fue después de los poemas incluidos en esta recopilación que el autor se volcaría definitivamente a la novela y a la prosa, con la publicación de Nostalgia en 1993, manteniendo en sus relatos prosísticos el tono poético que siempre le ha acompañado. Pero no se trata únicamente de un libro para los numerosos fans de Cărtărescu, sino también para aquellos que desconozcan la obra del autor, pues el libro también es recomendable por la calidad propia de su literatura, por la búsqueda y exploración de la proximidad de lo narrado, por la cercanía emocional que despiertan sus versos, y por la profundidad escondida bajo un manto de aparente sencillez. Un acierto de la pequeña editorial Lleonard Muntaner Editor que espero que tenga traducción al castellano algún día, pues los fans de Cărtărescu, y la literatura en general, se lo merecen.

También de Mircea Cărtărescu en ULADEl ojo castaño de nuestro amorSolenoideEl LevanteLas bellas extranjeras¿Por qué nos gustan las mujeres?LuluNostalgiaEl ruletista, El ala izquierda. Cegador I

jueves, 11 de octubre de 2018

Ioan T. Morar: Negro y rojo

Idioma original: rumano
Título original: Negru și Roșu
Año de publicación: 2013
Traducción: Joaquín Garrigós
Valoración: recomendable

A riesgo de que la literatura sobre la Segunda Guerra Mundial se considere a todos los efectos como un tema oficialmente agotado, he de decir que Negro y rojo me parece un libro relativamente original en su planteamiento sobre el tema. Entendámonos: no se trata de nada aparatoso,  no hay cambios de perspectiva ni experimentos proclives a herir susceptibilidades, pero sí hay un elemento que (y esto no tiene ningún deje recriminatorio) no siempre ha disfrutado del plano que merece, que es que el holocausto tuvo también a la etnia gitana como objetivo cruel e implacable, que su planificación y ejecución no contó con la repercusión merecida, y que sus circunstancias tienen entidad por sí mismas y no deberían considerarse únicamente como un “apéndice” o un “complemento” que añade cifras espeluznantes a otras que ya lo son.  
Negro y rojo novela la vida de un militar, Georgian Nicolau, que llega a cambiar su nombre para borrar su rastro de raza gitana. Lo hace porque el color de su piel y de sus ojos ayudan a que su raza no se manifieste y lo hace porque manifestar la verdad planteará un obstáculo insalvable al desarrollo de su carrera militar. Esa decisión pasará de ser un acto estímulo de cierta ambición a un acto producto del instinto de supervivencia, pero Georgian no solo efectúa un giro en ese sentido. Como si se tratara de un progresivo desencanto, Georgian lo pondrá todo en duda y esa duda se consolidarà de forma implacable. La primera y la tercera parte de la novela se llaman igual: La traición. Georgian se dará cuenta de que una cosa es pretender progresar en la sociedad y otra muy diferente, camino que  no tomarà, que ese progreso pase por encima de la desgracia y los cadáveres de sus semejantes más cercanos.
Telón de fondo, el obvio. La colaboración del gobierno rumano con los nazis, la masacre de Odessa, la deportación a Transnistria, todos los hechos reales los sitúa perfectamente el autor y coloca ahí a Nicolau, en esa difícil situación, nudo de la novela, de ser un represor y un cómplice en la represión y el exterminio de sus semejantes. Situación que derivará, cuestión muy visible desde las primeras páginas, en un conflicto moral que Nicolau habrá de resolver, rodeado de amigos que son enemigos y entorno que puede acabar siendo delator.
Puede que esta novela acuse cierto tono folletinesco y que ese personaje de ética y rectitud puesta en tela de juicio por propia voluntad resulte excesivamente estereotipado en ese equívoco saco del servidor incondicional a la sociedad y a la autoridad, hasta que se da cuenta que ésta se ha carcomido y ha dado la espalda a la justicia y a la propia condición humana. En este sentido, Negro y rojo puede resultar excesivamente tópica. Pero a veces el contenido de las  novelas ha de prevalecer. Más repercusión y más sensación de deja vu tuvo “La luz que no puedes  ver” y Morar no ha tenido ni el Booker ni la promoción propia: al contrario, esta novela es traducida (con cierto aire algo anacrónico) y publicada por una pequeña editorial lejos del ruido mediático del mundo indie literario, con lo que, dentro de los parámetros del género y consciente de la enorme sombra que Cartarescu proyecta sobre la literatura rumana, no puedo dejar de recomendar echarle un vistazo.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Mircea Cărtărescu: El ala izquierda. Cegador, I

Idioma original: Rumano
Título original: Orbitor. Aripa stângă
Año de publicación: 1996 (Rumanía) - 2018 (edición de esta reseña)
Traducción: Marian Ochoa de Eribe
Valoración: Imprescindible


La imagen de un adolescente enfermizo y ojeroso contemplando, "como un sarcopto que excava canales en su piel de luz antigua", su propio reflejo y la ciudad de Bucarest desde la ventana de su habitación abre este primer volumen de la monumental trilogía “Cegador” y da una idea general de lo que en el encontraremos.

Porque “El ala izquierda” es un libro que parte del extrañamiento de uno mismo, una especie de autobiografía mítica, una profunda indagación en la propia identidad en la que memoria, recuerdo y nostalgia juegan un papel fundamental. Es, además, un paseo por un laberinto de espejos en un continuo realidad-alucinación-sueño separadas por membranas permeables, un libro tremendamente metafórico, plagado de imágenes y símbolos, de miedos atávicos y ritos ancestrales.

También podríamos definir “El ala izquierda” como el intento desesperado de responder a una pregunta tan sencilla y tantas veces planteada como “¿qué demonios sucede?”. Para averiguar qué sucede, quiénes somos o cómo hemos llegado hasta aquí, se hace necesario excavar en el pasado porque “el pasado lo es todo, el futuro no es nada. No existe otro sentido del tiempo”.

En esta excavación (utilizo excavación porque me recuerda a esos insectos tan recurrentes en la narrativa de Cărtărescu), el autor se remonta a los orígenes familiares casi míticos, con la huida (con tintes bíblicos) de sus antepasados desde Bulgaria a Rumanía.

Esta crónica familiar se detiene, en la segunda parte del volumen, en la figura materna. Esta parte de la narración es, digamos, la más convencional. Estamos en la sombría Bucarest de la Segunda Guerra Mundial y de posguerra y podría leerse como una novela de formación en la que asistimos a episodios clave de la juventud de la madre; episodios marcados por la guerra (bombardeos), la muerte, la devastación y el sexo. No obstante, también esta parte tiene sus momentos oníricos, como la historia del negro Cedric en Nueva Orleans o el turbador encuentro con una mujer encerrada durante años en una cabina de ascensor (y hasta aquí puedo leer).

La tercera y última parte de “El ala izquierda” parte de un recorrido por la Bucarest de los años 80, un Bucarest que se asemeja por momentos a míticos territorios literarios, y se centra en la figura del solitario y melancólico Cărtărescu, quien vuelve a sus recuerdos de infancia y adolescencia, recuerdos marcados por el descubrimiento del sexo y de mundos ocultos y desconocidos, como el de la azotea de la casa de Stefan cel Mare, en permanente metamorfosis. 

Estamos, en resumen, ante un libro crepuscular, grotesco y fascinante como el universo y como la mente humana, a medio camino entre la lucidez y la perversidad, con terribles analogías entre lo individual y lo total. Como decía al comienzo de la reseña, se trata de un libro muy metafórico (mucho),  que deja abiertas multitud de preguntas, multitud de dudas, y que, pese a todo, se lee con "relativa" facilidad. Porque si algo caracteriza la prosa de Cartarescu, además de su capacidad para reflejar los miedos y deseos más profundos e inconfesables del ser humano de cualquier época y lugar (y aquí vienen a la mente nombres como el de Kafka, Borges o Proust), es el ritmo. Creo que Cartarescu es un autor muy marcado por el fondo de sus textos y se nos olvida valorar que, pese a la complejidad de los mismos, su escritura resulta terriblemente absorbente y ágil.

Un único pero: ¡tenemos que esperar un año y medio para la segunda parte de "Cegador"!

P.S.: Lo dije en la reseña de "Solenoide" y lo vuelvo a decir: es algo totalmente subjetivo, pero el trabajo de Marian Ochoa de Eribe me parece complicadísimo e impecable.

sábado, 16 de junio de 2018

Emil Cioran: Breviario de podredumbre

Idioma original: francés
Título original: Précis de décomposition
Traducción: Fernando Savater
Año de publicación: 1949
Valoración: Inclasificable


Veamos. Emil Cioran, rumano, hijo de un sacerdote ortodoxo, nacido en un pequeño pueblo de Transilvania. En una época simpatiza con el nazismo, aunque tampoco está muy claro, y posteriormente parece que se arrepiente. Insomne perdido y seguidor lejano de Nietzsche, se le ve deambular solo, con una vieja gabardina y aspecto desgarbado, por el Barrio Latino de París. De joven tiene el aspecto (uuuhhh, ya estamos) de un peligroso fanático, aunque no es fácil determinar de qué tipo y, ya más entrado en años, adquiere rasgos soviéticos como de ideólogo del Gulag. Es autor de obras con títulos como En las cimas de la desesperación, Silogismos de la amargura, o Del inconveniente de haber nacido, además de este Breviario de podredumbre que intentaré comentar. Qué, ¿nos atrevemos? 

Desde el primer momento tuve claro que iba a ser muy difícil valorar este libro, ni tan siquiera situarlo correctamente. A lo que más se parece es a un libro de filosofía, pero carece de una estructura lógica y no se puede decir que defienda exactamente una hipótesis. Es decir, no es un ensayo en el que se quiera demostrar nada, sino una colección de aforismos, reflexiones que no pretenden constituir una argumento y, más que en torno a una idea, parecen girar sobre una especie de corriente formada por elementos tan reconfortantes como escepticismo, hastío, desesperanza, pereza, asco, cinismo, soledad, pesimismo, vacío, sufrimiento. Un buen cóctel. Pero, aunque Emil no parece tener intención alguna de formular ese pensamiento lineal y coherente, a efectos informativos intentaré extraer algunas de las ideas que expone.

Vaya, las ideas son justo el primer blanco hacia el que este peculiarísimo autor dirige sus flechas. No nos dejemos engañar por el epígrafe que abre el libro ‘Contra el fanatismo’: aunque parece que viene un alegato por la tolerancia y la democracia, Cioran juega en otra liga. El fanatismo es execrable porque (y quizá solo porque) las ideas lo son en sí, y especialmente si se formulan como una certeza. Toda idea es aborrecible, como lo son el pensamiento y la acción. La existencia resulta intolerable, partiendo del hecho mismo de haber nacido: ‘No avergonzarse de respirar es una canallada’, así de claro. Por tanto todo aquello que suponga una reafirmación de la existencia resulta tanto más repulsivo cuanto más intenso sea. De ahí el rechazo a todo lo que no sea la insignificancia, la duda, la enfermedad, dejar el planeta como estaba al llegar. Más o menos que lo que hacía el propio Emil: nada. Salvo escribir, claro.

Si con todo ello concluimos que la vida no tiene sentido, podemos sentirnos cerca de cierto existencialismo, pero Cioran van bastante más allá. Una de sus peculiaridades es que no ofrece ninguna salida, todo lo que no sea vegetar es en sí mismo rechazable, incluida la poesía o por supuesto la religión. De ahí que haya quien sostiene que Cioran fue promocionado para desactivar a los levantiscos de mayo del 68 (realmente, estuvo de moda en los 70 y parte de los 80). Vamos, me atrevo a asegurar que quien no haya leído a este señor no sabe lo que es de verdad el nihilismo.

Y cabe también preguntarse, si la existencia resulta así de insoportable, por qué este hombre se fue al otro barrio de muerte natural a los 84 años. ¿Y el suicidio? Pues resulta que es realmente el único consuelo, pero no su ejecución, sino la posibilidad de llevarlo a cabo. Mantener ese grado de libertad suprema para disponer de sí mismo en cualquier momento y de cualquier forma es el único y gran tesoro de que disponemos, lo que nos sostiene en medio de ese marasmo de corrupción y vergüenza.

Es bastante agotador ¿no? A lo largo de ese discurso en general bastante caótico, empapado en buenas dosis de erudición pero prácticamente sin apoyo en ninguna argumentación lógica, y cayendo en algunas notables contradicciones, a veces se desliza Cioran hacia un lenguaje ligeramente poético. Y en torno a la poesía aparece justamente una de esas contradicciones, porque a veces pondera su pureza frente a lo que es obra del pensamiento, es decir, la filosofía, de la que él mismo procede. Con lo cual se podría concluir que buena parte de sus reflexiones son una rebelión furiosa contra sus propios orígenes, o tal vez hacia ese mundo de la filosofía que nunca le aceptó de buen grado.

Ya bastante avanzado el libro, creo que es en la última de las seis partes en que se divide cuando el autor rumano parece abrirnos un poco el corazón, introduce sensaciones muy personales y llega, como sin pretenderlo, a un punto importante: el insomnio. Aquí muestra una especie de desesperación porque sus horas de vigilia parecen infinitas, y quiere enfatizar la profundidad de la noche como origen de muchas de sus reflexiones. Y uno –que en eso del insomnio tiene también cierta experiencia- se pregunta si toda la devastación que nos es presentada, repetida y reinterpretada no será sino la consecuencia de esas horas interminables que, sin quererlo y aun rechazándolo, se llenan de ideas casi siempre arrebatadas y muchas veces destructivas.  Y, en lo que parece la culminación de algún tipo de delirio, termina Cioran por decir algo bastante terrible: ‘Por haber querido ser un sabio como nunca hubo otro, sólo he sido un loco entre otros locos’. Ostras, hasta un poco de pena da el hombre ¿no hubiera sido mejor relajarse con unos somníferos? 

Con su explosividad y su desorden, el libro, aunque tiene pasajes más asequibles, resulta extremadamente denso. Al lector de a pie –categoría en la que por supuesto me incluyo- le llevaría horas incontables intentar desentrañar con mucho más detalle la mayoría de las afirmaciones de Cioran, y eso que el libro es bastante breve. Podría ser un interesante ejercicio intelectual pero, como lector, tampoco me atrevería a decir que merezca la pena.

viernes, 9 de marzo de 2018

Mircea Cărtărescu: El ojo castaño de nuestro amor

Idioma original: Rumano
Título original: Ochiul căprui al dragostei noastre
Traducción: Marian Ochoa de Eribe
Año de publicación: 2015
Valoración: Bastante recomendable

Leo en una web científica que en el cerebro humano hay más de cien mil millones de neuronas, que todas están conectadas entre sí a través de una compleja red de procesos nerviosos, que el mensaje de una neurona a otra es transmitido a través de diferentes transmisores químicos y que la entrega de mensajes tiene lugar en puntos de contacto especiales entre neuronas, llamados sinapsis.

No sé, pero esto me trae a la cabeza la obra de Mircea Cărtărescu. Me resulta, después de haber leído ya unos cuantos libros del rumano, una imagen muy acertada para definirla. Y es que su obra, o buena parte de ella, podría ser un conjunto de neuronas interconectadas, con páginas o capítulos que vendrían a ser "sinapsis literarias". Me ocurrió cuando leí "Solenoide" y "Nostalgia", cuando leí "Lulu" y "Nostalgia" y lo mismo después de leer "El ojo castaño de nuestro amor", que vendría a ofrecer llaves de acceso a un mayor "uso y disfrute" de toda la obra cartaresquiana. 

Se trata éste de un libro en el que Cărtărescu reúne una veintena de textos, a medio camino entre el diario, el ensayo o el relato puro y duro, que muestran algunas de las claves o de los orígenes de las ya citadas obras.

Abre el libro "Ada-Kaleh", especie de paraíso perdido, que constituye uno de los más hermosos textos del volumen y uno de los más puramente "relatísticos". Pero, a medida que avanzamos en los textos, el tono de estos cambia, pasa a ser más "ensayístico", y Cărtărescu disecciona, entre otros temas, la literatura, la cultura o el pueblo rumano y la influencia que estos han ejercido sobre su tarea de escritor.
"He madurado entre ruinas, he estudiado entre ruinas, he amado entre ruinas, soy un constructor de ruinas"
Dentro de estas reflexiones acerca de la cultura rumana, llama especialmente la atención la desmitificación del desierto cultural de la Rumanía comunista, pese a dibujar una Rumanía lastrada por una violencia y una tristeza sin límites en los años 70 y 80. Nos cuenta Cărtărescu que la literatura de esa Rumanía que a él le tocó vivir estaba impregnada de todas las modernidades de su tiempo, influenciadas por la gran tradición europea, lo cual se puede apreciar en la obra del bueno de Mircea. Interesantes son también, en esta vertiente ensayística, las aportaciones del autor a la idea de Europa y el repaso que da al arte en general y a la literatura en particular.

En la parte más "personal" del libro, Cărtărescu vuelve sobre sus obsesiones personales, sobre los sueños que tanto le han marcado (buena muestra de ello son "Nostalgia" o "Solenoide"), nos recuerda sus inicios en la literatura, sus influencias (Proust, Kafka, Nabokov...), etc. Pero sobre todo, vuelve a mostrarnos potentes imágenes que poblarán toda su obra, con mención especial a esa primera infancia marcada por la relación con su madre y hermano (ay, ese situs inversus especular!).

Por todo lo anterior, creo que se trata de un libro que disfrutarán en mayor medida quienes ya se hayan acercado a la obra del rumano, lo que no quita que sea también una buena opción para quien quiera entrar en el universo de Cărtărescu, ya que este "El ojo castaño de nuestro amor" puede y ha de ser leído tanto como una pequeña mitología personal como un mapa de un tesoro aún por descubrir.

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