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jueves, 13 de noviembre de 2025

Garazi Albizua: Termita

Idioma: español

Año de publicación: 2024

Valoración: entre recomendable y está bien 

La protagonista de esta novela con título de bichito que se come la madera es una mujer que vive con su abuela en un caserón de las afueras de alguna localidad sin especificar, física y socialmente distanciadas del resto de la comunidad, que las evita, excepto para solicitarle favores a la abuela, que practica ciertas brujerías...

Sí, no me he equivocado de novela, amigos/as de este blog; este comienzo bien podría servir para otra novela ya reseñada magníficamente en este blog, (magníficamente por mis compañeros Santi y Oriol, quiero decir, que yo no di un palo al agua), de tal forma que cualquiera podría pensar que Garazi Albizua se ha inspirado, de forma consciente o no, en la de Layla Martínez... Bueno, pues hasta ahí, porque lo cierto es que, más allá de la primera premisa, ambas novelas no tienen mucho que ver la una con la otra. La que nos traemos hoy entre manos no nos propone una historia de carácter o con componentes sobrenaturales -aparte de las supuestas brujerías que he mencionado-, ni tampoco una reivindicación de los humillados por el pasado -bueno, un poco sí, pero de forma tangencial-; se trata, en cambio, de un conjunto de vivencias, pensamientos y recuerdos de la protagonista, una mujer ya madura con ciertos problemas de relación social, un trastorno de apetito desenfrenado y un vínculo  basado (aparentemente) en la dicotomía amor/odio con su abuela, a la que ella llama la Termita.

Es la figura de la abuela, precisamente, la que va tomando cada vez más importancia a lo largo de la novela, haciéndose un hueco en el espacio ocupado, casi en su totalidad, por la protagonista/narradora y sus cuitas; de hecho, hasta el final es difícil entender porqué la autora le ha puesto este título a la novela, pues en gran parte de ésta la abuela es un personaje de fondo, extraño y enigmático, si se quiere, pero no central. Extraño y enigmático para su nieta, claro, que si algo demuestra a lo largo de la novela es que es un ejemplo evidente de una narradora poco fiable, de forma que la percepción que tenemos de ella y de su entorno cambia a lo largo del libro; es evidente también que se trata de una persona con problemas psicológicos o con "disforia existencial", si se prefiere usar una expresión más ad hoc... aunque no errónea porque, de hecho, tiene algo de personaje de novela existencialista, como un Meursault femenino, gord... perdón, de tamaño diferente y que trabajara de teleoperadora. Bueno, también en apariencia, porque al final (y no pretendo hacer un spoiler, así que seguid leyendo bajo vuestra responsabilidad), la historia se revela más como un drama familiar lleno de buenos sentimientos que como una descarnada y escéptica novela sobre contra el mundo y contra la vida, que diría nuestro amigo Michel...

La cierta confusión para una lectura lineal de esta novela que nos puede inducir una protagonista-narradora de estas características -siento denominarla siempre así, pero es que en el libro no llegamos a conocer su nombre- resulta desconcertante en un principio pero, a la postre, se entiende su causa y, es más, refuerza la comprensión de la historia que, ya digo, resulta contarnos algo diferente de lo que parece en un principio.  Ayuda a que nos sumerjamos en la novela, en gran medida, la prosa de esta autora vasca, llena de brío y recursos, con un estilo fácil de emparentar con el de muchas escritoras contemporáneas, sobre todo (aunque no sólo latinoamericanas) que retratan a sus personajes femeninos y sus circunstancias vitales "sin pelos en la pluma", por así decir, sin obviar lo que de conflictivo, violento o , desagradable que tiene el mundo que las rodea, las urgencias del sexo sin remilgos o las esclavitudes y miserias del cuerpo. No hace falta que dé nombres, supongo, pero sí añadiré que, a diferencia de alguna que otra escritora, en el caso de Garazi Albizua esta identificación de su estilo con una posible tendencia literaria contemporánea femenina  (todo este rollo es para no poner el término "movimiento", puesto que no lo es) no resulta impostada ni manierista, sino perfectamente adecuada a lo que nos quiere contar.  Es cierto que el partir de una premisa similar al de esa otra novela que ha tenido gran éxito (al menos en España), si bien esto no es óbice para escribir una igualmente interesante (ni es algo insólito; no es el primer caso que me encuentro este año), sí que le puede haber restado a Termita algo de impacto y repercusión... Aunque también hay que decir que le han dado el premio Euskadi de Literatura en Castellano, que, mira, no está nada mal.

viernes, 10 de octubre de 2025

Roberto Moso: Puto boomer

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2024

Valoración: Se deja leer


Roberto Moso, periodista, es más conocido (a nivel País Vasco, fuera de ahí casi nada) por haber sido el creador y frontman del grupo Zarama, uno de los precursores del llamado Rock Radikal vasco, aunque su música en realidad apenas podría calificarse como power pop. Pero en su momento tuvieron un cierto tirón entre los jóvenes que valoraban sonidos de cierta potencia interpretados en lengua vernácula, porque a decir verdad en ese terreno tampoco había mucho donde elegir. Sobre aquella aventura ya escribió en su día Moso un libro (Flores en la basura, 2004), y ahora se descuelga con este Puto boomer en el que se supone que nos hablará también de su trayectoria desde aquellos tiempos heroicos, su experiencia posterior o su perspectiva de pureta que ya ha rebasado con generosidad los sesenta. 

Cuando algo se desplaza de lo que es una autobiografía hacia ese tipo de literatura nostálgica que quiere ser simpática, con un punto humorístico y otro tanto de melancólico, un poquito autoreivindicativa y con un barniz crítico pero condescendiente, cuando eso ocurre, digo, leer es como caminar sobre la arena ardiente hasta que consigues salir de la playa: te vas a quemar seguro. Quienes hemos tenido la pésima idea de leer Yo fui a E.G.B. sabemos a lo que uno se expone, recuerdos y más recuerdos con una lagrimilla asomando, que se intenta disimular (o hacer más patente, según) al envolverlos en una sonrisa complaciente. Las cenas de Navidad con los abuelos, marcas comerciales de la época, juegos en el descampado, el transistor con funda, y todo eso que nos puede venir a la cabeza.

En el caso de Roberto, dado el momento y el entorno, aparte del mundo edulcorado de la infancia tiene su espacio algo del clásico repertorio urbano (los bares y los colegas, la heroína solo un pelín) y del específicamente vasco (las manifas, policía irrumpiendo en conciertos, detenciones). Como el libro no lleva un desarrollo cronológico del todo lineal, estas cuestiones, aunque tratadas con el mismo tono amistoso, sirven al menos de asidero para mantener el libro abierto. Hay también algunos pasajes de cierto interés en el campo musical, tanto respecto de Zarama como de algunos otros grupos locales de la época (RIP y Eskorbuto, claro está), y en relación a algunos de los favoritos del autor (Ramones, Lou Reed…) 

Esto, junto con algún otro apartado con algo más de entidad (la mili y el suicidio de un recluta, lo más destacable), a duras penas consigue evitar la decepción total, porque se hace difícil mantener el tipo con el tono blandito y un poco bienqueda que utiliza Moso, aunque a veces diga follar, como pasando de puntillas o ignorando del todo los asuntos más espinosos (el azote de la droga, que seguramente conoció bien en su entorno, el fanatismo político que igualmente debió ver a su alrededor, el paro galopante, la desindustrialización y la falta de oportunidades)

Los equilibrios no son generalmente fáciles. Hay quien cuenta su vida y lo hace bien, y es interesante o puede llegar a serlo. Pero hay también quien vomita autobiografías para vengarse de otros, y hay quien lo hace solo para vender. En el mundo de la música el género está especialmente maltratado, tal vez porque no abunda el talento literario, o porque las intenciones son casi siempre espurias. No creo que Roberto Moso haya tenido malas intenciones, simplemente ha querido contar cosas que quizá le son muy queridas o le parecen interesantes, y ha buscado ese equilibrio entre lo informativo, lo trascendente y lo simpático. No creo que se pueda decir que lo ha encontrado, aunque como casi siempre algo podremos encontrar entre sus páginas… poquito.


miércoles, 1 de octubre de 2025

Reseña + Entrevista: Lo que una ama de Miren Billelabeitia

Idioma original: 
euskera
Título original: Norberak maite duena. Hitza gogoan, irakurketa biziz
Traductor: Ángel Erro 
Año de publicación: 2024
Valoración: Muy recomendable 
 
Lo que una ama es un libro sobre la lectura: no como acto individual y silencioso (que es el modo más habitual en el que concebimos la lectura), sino como lugar de encuentro y comunicación, como algo que se comparte y que se enriquece al compartirlo. Es un libro precioso sobre aquello que, también aquí en Un libro al día, más nos une: los libros, la literatura, no solo por los libros en sí mismos (que también), sino por todas las experiencias y vivencias compartidas que surgen de ellos. 
 
El origen de este ensayo (que ganó, por cierto, el Premio Euskadi de Ensayo en Euskera en 2023) surge de la experiencia de Miren Billelabeitia como profesora de literatura vasca y literatura universal en un instituto. Desde 2001-2002, organizó tertulias con sus estudiantes en los que, en euskera, comentaban y compartían una selección de obras literarias, desde Eurípides hasta Kafka, desde Homero hasta Kavafis. Estas tertulias, en las que los estudiantes seleccionaban y leían sus fragmentos favoritos, se creaba un espacio de libertad y sensibilidad, en la que los estudiantes aprendían a hablar y a comentar, a escuchar y a respetar, y en la que la literatura les ayudaba a aprender cosas sobre sí mismos, sobre sus compañeros/as y sobre el mundo.
 
Como se puede ver por la breve lista de autores que he mencionado en el párrafo anterior, las obras comentadas no siempre son fáciles, ni aquellas que usualmente se piensan para lectores adolescentes. Hay en esto, como explica Miren Billelabeitia en la entrevista que aparece al final de esta reseña, una decisión consciente: la de no caer en el facilitismo, en la condescendencia con los estudiantes, o en los prejuicios sobre lo que pueden o no leer o entender. De hecho, a partir de estos textos quizás inicialmente arduos, la autora narra cómo los jóvenes lectores consiguieron conectar con lecturas y experiencias propias, con interpretaciones quizás inesperadas pero siempre enriquecedoras.
 
A partir de esta iniciativa, loable en sí misma, Miren Billelabeitia ha escrito un libro que le añade un valor adicional, porque ha conseguido dar una forma literaria, sencilla y cautivadora, a su narración esta experiencia. Así, después de unos capítulos introductorios, en que se presentan las tertulias literarias, su contexto y origen, y las motivaciones que las originaron, el volumen se articula en torno a una doble (y poética) progresión: la de la historia de la literatura universal, y la de las estaciones del año (lectivo) que van marcando el paso de los meses y las lecturas. Algunos capítulos son (al menos para mí) particularmente memorables, como esa larga conversación entre profesora y alumna para intentar desentrañar el (los) significado(s) del poema "Esperando a los bárbaros" de Kavafis, pero son muchas las pequeñas joyas que se van encontrando por el camino.
 
Hay, por último, otro aspecto que creo que no debe ser invisibilizado: este es un libro que se escribió originalmente en euskera, y sobre una experiencia de lectura compartida que tuvo lugar en euskera. Si este tipo de iniciativas de promoción de la lectura son siempre valiosas, creo que tienen especial relevancia en el caso de una lengua, como el euskera, en situación de diglosia y de fragilidad histórica. Conseguir que un grupo de estudiantes, con orígenes y sensibilidades muy diferentes, se junten alrededor de una mesa para hablar en euskera sobre libros, pero también sobre sus vivencias, sus preocupaciones, sus emociones, es una gran forma de garantizar que esa lengua se mantiene viva...
 
Termino la reseña como terminé la entrevista que le hice a la autora hace unas semanas: recuperando la cita que da título al libro, y que aparece también como epígrafe de uno de los capítulos. Es un fragmento de un poema de Safo:
 
Dicen unos que una tropa de jinetes, otros la infantería
y otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra
oscura es lo más bello; mas yo digo
que es lo que una ama

 Entrevista con Miren Billelabeitia:

 

 

martes, 23 de septiembre de 2025

Iñaki Gil: Arde París

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2023

Valoración: Está bien


Es probable que ocurra en casi todos los países, al menos en Europa, pero pienso que en nuestro vecino del norte la encrucijada histórica y política se manifiesta ahora mismo con una crudeza especial. La alta tasa de inmigración y su concentración en lugares muy concretos, la desertización industrial de amplias regiones, y la tendencia creciente a apostar por los populismos han convertido Francia en un polvorín donde chocan cada vez con más fuerza antagonismos clásicos y modernos: grandeur y déclinisme, europeísmo y nacionalismo, extremismos mutantes, la tierra de asilo y el gran reemplazo, el laicismo republicano y los fanatismos más feroces.

El periodista Iñaki Gil, durante años corresponsal en París y por tanto se supone que buen conocedor de la realidad francesa, ofrece un repaso a las circunstancias sociales y políticas que conducido a la situación actual, lo que, con sesgo digno de clickbait, llama la Nueva Revolución francesa. Con un orden expositivo algo cuestionable, empieza centrándose en la inmigración, que ha ido creando ghettos en los extrarradios de las principales ciudades, y muy especialmente en París. Jóvenes de segunda y tercera generación, junto con los recién llegados, forman enormes colectivos con problemas obvios de identidad cultural, a veces seducidos por el integrismo islámico, y casi siempre sin ninguna perspectiva de futuro. De todo ello se siguen problemas graves de inseguridad y, claro está, la aparición de la extrema derecha lanzando la caña, asuntos todos ellos que más adelante se irán tocando parcialmente.

Al mismo tiempo (no soy capaz de decir si como causa, como consecuencia, o al margen) la desaparición/distorsión de las ideologías, fenómeno de alcance mundial, deja a los electores a merced de los populismos (demagogia, soluciones fáciles a problemas complejos), y a los partidos tradicionales prácticamente fuera de combate, o de alguna manera autoexcluidos, que también. En esta confusión surgen movimientos autónomos muy potentes, algo muy francés, como el de los chalecos amarillos, muestra clara de descontento social que derivó en episodios de violencia. 

Estas son algunas impresiones personales sobre el tema, solo en parte apoyadas en el texto. Porque, aunque en principio pudiera pensarse lo contrario, no hay que pretender buscar en el libro una elaboración teórica coherente sobre la situación social y política francesa. En realidad se trata más bien de apuntes sobre cuestiones más o menos inconexas, donde tienen cabida demasiados chascarrillos (las amantes de los últimos presidentes, las peculiaridades del matrimonio Macron, la familia Le Pen y sus ramificaciones), contado todo ello con un lenguaje muy periodístico, rápido y directo, que bordea a veces el amarillismo. Este estilo, que puede tener un pase en el ámbito de la prensa (depende de gustos), me parece que entona claramente peor en un libro, que en mi opinión pediría más reflexión y elaboración que acumulación de cifras, datos demoscópicos o detalles vistosos. Y claramente la falta profundidad y un mínimo de estructura expositiva.

Sin perder de vista estas carencias, y pasando un poco por alto informaciones irrelevantes, la verdad es que la lectura del libro aporta algunos datos con los que completar la idea que podamos tener sobre la situación política y social más allá de los Pirineos. Hablamos de un país complejo, uno de los pesos pesados de Europa, con algunos valores firmemente asentados aunque interpretados de formas muy divergentes, donde las pugnas fundamentales del siglo se están manifestando con mayor fuerza, y cuyo futuro, en un plazo no lejano, podría abrir a sus vecinos puertas que a lo mejor deberían permanecer cerradas.


domingo, 7 de septiembre de 2025

Madres de libro: Placenta de Alaine Agirre

Idioma original: 
euskera
Título original: Karena
Traductor. Xabier Mendiguren
Año de publicación: 2021
Valoración: entre está bien y recomendable 
 
Acabamos esta serie de libros sobre madres y maternidad, con un libro que no recomendaría a ninguna mujer que estuviese embarazada, o que acabase de ser madre, o que esté pensando siquiera lejanamente en ser madre. No porque el libro sea malo, sino porque habla sobre las dificultades, penas y dolores de la inseminación artificial, del parto, y de la muerte de un recién nacido con una crudeza que quita las ganas de acercarte siquiera a cien metros de un niño. Se une así a Tienes que mirar de Anna Starobinets, La hora violeta de Sergio del Molino, Mortal y rosa de Francisco Umbral o El nadador en el mar secreto de William Kotzwinkle en la galería de libros terribles sobre la pérdida de un hijo; lecturas muy recomendables en muchos casos pero que es mejor no leer si se está con el ánimo pocho. (Antes de que venga nadie a acusarme de hacer spoiler, en realidad es la propia novela la que lo hace por mí, porque comienza con la noticia de que el feto no es viable y va a tener que ser "extraído" del vientre de su madre...).
 
A partir de ese punto, la historia da un salto hacia el pasado, para presentarnos a Sara, la futura (no) madre, y a su novia Adri, y el largo y duro camino que deben recorrer para conseguir que Sara, que realmente quiere ser madre (no así Adri) se quede embarazada: inseminación artificial primero, fecundación in vitro después, varios intentos fallidos, hormonas, efectos secundarios... Por fin, Sara consigue quedarse embarazada, pero, como ya hemos visto, sus esperanzas se ven nuevamente truncadas por el infortunio. La parte final de la novela se centra en el duelo de Sara por su niño perdido, un proceso de sanación y memoria doloroso y solitario. 
 
En fin, la alegría de la huerta.
 
Para trabajar un tema tan duro, Alaine Agirre toma varias decisiones que me han parecido acertadas. Una de ellas es dividir la narración en capítulos relativamente breves: de una página los más cortos, tres o cuatro los más largos. De esta forma, la experiencia de Sara se nos presenta a través de retazos o escenas fragmentarias (lo que, como sabe cualquier persona que haya leído El edificio, es una de mis formas favoritas de narrar). Además, hay una alternancia creo que bastante pensada entre fragmentos focalizados en Sara, cargados de emoción y de dolor, y otros en que se adopta una perspectiva y un lenguaje más centrados en la exterioridad, recurriendo al léxico médico y a la descripción neutra. 
 
En otros sentidos, con todo, el libro se me ha hecho algo pesado, y no solo por la tristeza que rezuman casi todas sus páginas. Hay una cierta circularidad de algunas escenas y expresiones, y la decisión de contar desde el inicio el desenlace del embarazo, aunque puede servir para mitigar el impacto emocional que supondría presentarlo más tarde, al mismo tiempo tiñe de amargura todo el resto de las fases del proceso, de forma que no podemos implicarnos de la misma forma en las esperanzas de Sara, sus sucesivas tentativas de quedarse embarazada, los sufrimientos y maravillas del embarazo... Creo que algún contraste esperanzador o simplemente bonito habría ayudado a crear un contraste con la dureza de la historia principal...
 
En definitiva, se trata de un libro duro, difícil, bien escrito y estruturado; una interesante aportación a la narrativa vasca actual (en la que el tema de la maternidad había sido tratado, desde coordenadas muy diferentes, por Katixa Agirre en su Amek ez dute / Las madres no), aunque su lectura no sea precisamente plato para todos los gustos...
 
Otras obras de Alaine Agirre en Un Libro al Día 

martes, 12 de agosto de 2025

Unai Elorriaga: Nosotros no ahorcamos a nadie

Idioma original: 
euskera
Título original: Iturria
Traductor: Unai Elorriaga
Año de publicación: 2019 
Valoración: Muy recomendable
 
Unai Elorriaga es una curiosa excepción en el ámbito de la literatura vasca: forma parte, junto con Bernardo Atxaga y Kirmen Uribe, del reducido grupo de escritores en lengua vasca que han ganado el Premio Nacional de Narrativa, en su caso en el año 2002 por Un tranvía en SP. Sin embargo, mientras que a Atxaga y a Uribe el premio los confirmó como "gran esperanza blanca" de la literatura vasca, en cambio Unai Elorriaga siguió publicando sus novelas (siete hasta la fecha) con un perfil relativamente bajo y sin ser nunca aclamado por la crítica como sí lo fueron sus colegas. No me atrevo a hacer hipótesis sobre las causas de esta diferencia, que pueden ir desde lo personal (diferentes ambiciones o personalidades de los escritores), hasta lo puramente literario (la obra de Atxaga o Uribe puede que ofrezca una mayor originalidad que la de Elorriaga, sobre todo si consideramos sus obras maestras como Obabakoak o Bilbao-New York-Bilbao) o incluso lo político (la ausencia de referencias directas a la realidad social y política vasca puede no ser lo que se espera en un escritor vasco, ni dentro ni fuera de Euskal Herria); lo cierto es que esta diferencia de trato es evidente, y no se debe, sin duda, a que Unai Elorriaga sea un mal escritor...
 
Prueba de ello es esta novela, Nosotros no ahorcamos a nadie, autotraducción de la obra originalmente titulada Iturria. (Esto de las autotraducciones es muy habitual en lenguas minorizadas, pero al mismo tiempo el caso de Unai Elorriaga es particular, porque la mayoría de los autores dejan de autotraducirse cuando alcanzan cierto grado de reconocimiento y profesionalización, como es el caso de Atxaga, Katixa Agirre o Harkaitz Cano, entre otros, mientras que él lo sigue haciendo hasta el presente). Cabe destacar, por otra parte, que, en su versión castellana, esta novela se ha publicado en una serie que Edurne Portela coordina para la editorial Galaxia Gutenberg, en la que alterna obras de escritores vascos con otras de origen internacional.
 
En esta obra, Elorriaga recupera un género tan antiguo como la propia literatura, podríamos decir: el de la narración enmarcada, en la que un enredo narrativo principal sirve como engarce para un conjunto de relatos independientes. Un género que podríamos retrotraer hasta el Decameron o los Cuentos de Canterbury, o aún más atrás hasta las Mil y una noches. (Incluso Obabakoak, con su particular estructura excéntrica, podría incluirse en esta genealogía). Por supuesto, Elorriaga le da su particular giro al género, estableciendo una relación mucho más tensa e intensa entre los cuentos individuales y la narración principal.
 
¿Y de qué trata, en definitiva, Iturria/Nosotros no ahorcamos a nadie? Pues de dos señores ya ancianos (lo que inevitablemente recuerda a SPrako tranbia): Soro Barturen (excéntrico y adinerado, capaz de dejar 10.000€ de propina o pagar millares de euros por una traducción de un relato) y Erroman (que hace las veces de narrador testigo de las andanzas de Soro, como una mezcla de Sancho Panza y Doctor Watson), que recorren toda Centroeuropa persiguiendo al misterioso Pedro Iturria, a quien Soro Barturen conoció en su juventud, y que ahora se dedica a publicar dos relatos (nunca más) en diferentes revistas de determinado país, antes de mudarse para el siguiente. Lo que la novela nos ofrece, por lo tanto, es tanto la narración del viaje de Soro y Erroman, como los cuentos que Iturria va publicando, que se identifican por su título pero también por el país en el que aparecen. 

Lo más interesante de la obra, quizás, es que las secciones correspondientes a la narración-marco (o sea, al mundo "real" de la novela, por decirlo así) consisten, en buena parte, en una discusión de los propios relatos entre Soro, que es un afilado e inquisitivo (y también un poco impertinente) crítico literario y otros personajes, frecuentemente los traductores de los cuentos (puesto que estos no se escriben originalmente en la lengua en la que se publican, sino que son escritos en castellano, o en euskera, o quizás en inglés, y después traducidos, lo que sirve para plantear cuestiones muy interesantes sobre lengua, cultura y traducción). Es cierto que, con el paso de las páginas, este recurso acaba resultando un poco repetitivo, pero también ofrece momentos deslumbrantes y divertidísimos en el diálogo entre Soro Barturen y sus interlocutores (y frecuentemente, víctimas), con los apartes en dialecto vizcaíno (según nos informa una nota a pie de página) para que solo puedan ser comprendidos por su "compinche" Erroman.
 
Y en medio, claro, están los cuentos en sí, de los que no diré que todos son brillantes, sí ofrecen una muy interesante variedad y originalidad, con algunos relatos que se adentran en lo fantástico, en lo post (o pre) apocalíptico, o en lo borgiano-kafkiano, como en el cuento que da título al libro, y que personalmente me parece el mejor de todos. Se trata siempre de relatos con un cierto margen de ambigüedad o de misterio, lo que da pie para las posteriores divagaciones de Soro, pero también para que el propio lector participe activamente en ese juego de interpretación de los posibles significados del texto, realizando una especie de experiencia práctica de reader response theory, o sea, de las múltiples respuestas que un mismo texto puede provocar. 
 
Aunque mi impresión ha sido que, hasta cierto punto, el artefacto narrativo se desinfla un poco en la segunda mitad, por agotamiento del recurso, y porque las novedades que se van introduciendo no acaban de conseguir reflotarlo, es en cualquier caso una lectura original, sorprendente y provocadora, que alterna momentos de humor absurdo con otros mucho más graves. Una lectura muy recomendable, y que puede servir para reencontrarnos con este escritor, flamante (aunque modesto) ganador del Premio Nacional de Narrativa.

Más obras de Unai Elorriaga en Un libro al día

sábado, 9 de agosto de 2025

Ignacio Aldecoa: Con el viento solano

Idioma: español 

Año de publicación: 1956

Valoración: muy recomendable

El pasado día 24 de julio se cumplió el centenario del nacimiento del insigne escritor vasco Ignacio Aldecoa e Isasi (la vena literaria le venía por parte de madre, presumo). Como en este blog somos rebeldes,  independientes y hasta iconoclastas decidimos celebrarlo no cuando tocaba, sino unos cuantos días más tarde (bueno, vale, que se nos pasó... Es decir, que se me pasó a mí). Así pues, aquí va, en su honor, la reseña de una novela de Ignacio Aldecoa... Al que, increíblemente, aún no habíamos dedicado una entrada en el blog. Nunca es tarde para hacer lo correcto, empero.

Con el viento solano es una de las pocas pero intensas novelas que escribió, la crónica de una huida, una road-novel que se desarrolla en los años 50, por los campos toledanos, las ferias de los pueblos, el laberinto urbano que es Madrid... Sebastián es un gitano de Talavera que, a resultas de una trifulca de borrachos, se escapa de la Guardia Civil, con trágico resultado. Busca ayuda en los amigos y la familia, pero la recibe, sobre todo, de los extraños que va encontrando por el camino, un camino que precede al de Kerouac y que va transformando al protagonista, en principio un holgazán y pendenciero, en un personaje trágico, casi existencialista, un extranjero en el mundo que le rodea, como un personaje de Camus. Las historia, no obstante, tiene sobre todo trazas de novela negra un tanto inusual, de noir ibérico que transcurre por los bordes de una sociedad que apenas salía de la miseria, de una época triste y cutre, por más que ahora se empeñen en glorificar algunos que no la vivieron. La España de los bares de mala muerte y las prostitutas, de los pueblos medio derruido, anclados en el tiempo y de los trotamundos que los recorren tratando de malabares la vida. De los perdedores, marginales y desesperados. O resignados... Novela, por cierto, que es, más que la segunda parte, el reverso, incluso, en su estructura, en cierto modo, de la anterior de este escritor, El fulgor y la sangre, en la que las esposas de unos guardias civiles reciben la noticia de la muerte de uno de sus maridos.

El autor echa mano para ello de un léxico que hoy nos puede parecer periclitado o incluso exótico de tan caduco, pero que hace setenta años  (y menos) sin duda aún seguía en uso: el lenguaje cervantino  del campo castellano, el propio de oficios ya desaparecido, las formas de cortesía o, simplemente, las mañas para medirse entre hombres en una época sin redes sociales, con menos prisa y más sociabilidad aunque también desconfianza ante el forastero. Un léxico que, sobre todo el referente a los animales, a los campos, puede no sonar tan natural en Aldecoa (hijo de una familia burguesa de Vitoria, después de todo) como en Delibes, por ejemplo, pero tampoco resulta extemporáneo, pues, como ya digo, aún continuaba siendo el lenguaje de su tiempo; esta novela no es ni un pastiche ni una reconstrucción filológica. No es Intemperie, para entendernos (dicho con todo el respeto por mi parte). Parecido ocurre con los diálogos en los que se hace más presente el argot callejero y noctámbulo, casi agermanado (aunque sospecho que esto lo conocía Aldecoa más de primera mano); ha cambiado tanto que hoy nos resulta casi ininteligible a los que hablamos el castellano de España (no digamos de otras latitudes), pero, sin duda, corresponde a ese momento y a esa realidad concreta. Curiosamente, el léxico que se entiende mejor, en ocasiones, es el de los términos procedentes del caló y que ya han permeado hacia el acervo común del idioma... En todo caso, aparte del recurso a una terminología específica, ya sea rural o maleva, destaca en la novela la precisión con la que está escrita, sobre todo en lo referente a las descripciones, donde cada palabra está en el lugar que le corresponde y no podría cambiarse por otra, en las que el autor hace gala, además de una cierta audacia narrativa, aquí y allá, que contrasta con el estilo general, mucho más seco, aun sin llegar a lo austero, que encontramos a lo largo de toda  la novela.

Una novela que, de haber sido escrita en inglés, por ejemplo, y ambientada en el profundo Sur o en el Medio Oeste norteamericano, sería sin duda un clásico del género negro, ambientada en la España mesetaria de los 50, no deja de ser una curiosidad con tintes de novela social de un autor interesado por los ambientes singulares que se daban en la sociedad de su época -el boxeo, los toros, la pesca- y, más que nada, en las gentes que se movían a ellos -también, por cierto, resulta insólito para la época que pusiera como protagonista a un hombre de etnia gitana  y que incluso le dote de un aura de antihéroe trágico, más allá de crimen que haya cometido-; una novela, en todo caso, de una intensidad, una casta y un respeto hacia el desamparo, hacia quien ya no le queda nada, que merece la pena descubrir y reivindicar. Hay que leer a Aldecoa, hacedme caso, aunque hasta ahora no nos hayamos acordado de él en el blog... Pero os prometo que volverá.

Nota final: esa misma semana de julio (que, curiosamente, es la misma en la que se desarrolla la trama de Con el viento solano) también se cumplió el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado. Como a este poeta, sin duda uno de los mejores en lengua castellana, si que le hemos dedicado más de una reseña, no hace falta insistir en ello, pero, al menos, que quede constancia aquí.

martes, 10 de junio de 2025

Ander Izagirre: Cansasuelos. Seis días a pie por los Apeninos

Idioma: español

Año de publicación: 2015

Valoración: entre recomendable y está bien

Pequeño y simpático libro de viajes, en este caso sobre un trayecto a pie que realizó su autor entre la plaza mayor de Bolonia y la catedral de Florencia; seis días para atravesar los Apeninos por el llamado "Vía de los Dioses" -a cuenta de los topónimos relacionados con el panteón clásico-, transitado ya por los antiguos etruscos y, por supuesto, por los romanos, escenario de cruentas batallas tanto en la antigüedad como en la II Guerra Mundial; última morada de miles de soldados alemanes, tierra de leyendas y de castillos y, sobre todo, de la suculenta gastronomía emiliana y toscana (de la que dan buena cuenta el autor y su acompañante). Todo ello para llegar al fin a Florencia, ciudad turistizada hasta el extremo, ciertamente, pero también tan repleta de belleza que ni la desdeñosa ironía contemporánea puede sentirse indiferente a ella. Una recompensa inefable para seis días de esfuerzo (hasta cierto punto) y aventura (ídem).

El librito, ya digo, resulta entretenido y simpático, aunque, por ponerle alguna pega, quizás hace demasiado caso a detalles triviales, lo que le costó subir la cuesta de este monte y luego arriba se comió un bocadillo o si se cruzaron con un señor que paseaba con su perro. cosas así... Cierto que estos detallitos son el aglutinante que une la sustancia de las crónicas de viajes, no todo van a ser descripciones sublimes, referencias históricas y encuentros transcendentales, pero en un libro tan breve como éste; tampoco es que importe mucho, porque el tono general es tan grato y su lectura tan fácil, además de rápida, que para cuando la reiteración de estas menudencias resulte cargante.

Así las cosas, vuelvo a insistir en que el libro se lee con facilidad y resulta suficientemente satisfactorio; un tentempié ligero antes de acometer caminatas más largas, libros que pueden exigir de nosotros/as mayor concentración y, en ocasiones, también una mayor capacidad de sacrificio lector...

Más libros (y una entrevista) de Ander Izagirre en este insuperable blog: Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de bueyPotosí, ALTAÏR magazine. Contar(nos) el mundo (VV.AA.)

viernes, 14 de marzo de 2025

Juan Bas: Alacranes en su tinta

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2002

Valoración: Recomendable


No sé si puede ser una necesidad psicológica inconsciente o, lo más probable, simple casualidad, pero últimamente llevo varias lecturas de corte humorístico, lo cual es bastante inhabitual. Pero la verdad es que estoy teniendo bastante suerte, o mi olfato está funcionando sorprendentemente bien. A Juan Bas solo le conocía por algún artículo y pequeños flashes que publica regularmente en prensa, ese tipo de aforismos que ya he dicho alguna vez que no me gustan casi nada, y tenía curiosidad por lo que podía dar de sí este autor puesto a escribir algo de más empaque. Y la verdad es que tiene publicada una obra más extensa de lo que creía, en la que Alacranes en su tinta es la primera de una especie de trilogía cuyos dos relatos posteriores están ya publicados en ULAD (ver enlaces abajo).

Miedo me daba, tengo que confesarlo, enfrentarme a este libro después de haber leído aquellas dos reseñas. Me esperaba algo muy pasado de vueltas, porque no parece Bas alguien que se muerda precisamente la lengua. Como quizá alguien también sepa ya, no me apetecen demasiado los excesos en un libro, y efectivamente los hay, pero vamos por partes.

La verdad es que tampoco puede decirse que se trate del todo de un relato de corte humorístico. Hay humor, claro, humor ácido, corrosivo, sal gorda en abundancia, sarcasmo hiriente y desacomplejado. Casi todo puesto en boca de Pacho Murga, un pijo de manual, confundido porque su padre, ya hasta el moño de todo, le ha dejado con una asignación modestita que apenas le llega para la racioncita de ostras y los whiskazos de Glenmorangie. Se diría que con frecuencia Juan Bas descarga por la boca de Pacho la mala baba que en buena parte es seguramente la del propio autor. Dardos que casi con frecuencia se hincan sobre los iconos populares del nacionalismo vasco, como Olentzero* (‘carbonero borrachón’ o ‘aldeano autista rescatado de la mitología de un valle perdido de la Guipúzcoa profunda, valga el pleonasmo’) o Marijaia** (‘espantapájaros travestido que oficia de tótem de la espantosa semana grande de fiestas de Bilbao’), pero también sobre el propio Franco, en esta genial descripción: ‘un viejo antipático, un pequeñajo con cara de tortuga para sopa y una voz ridícula, de capado’.

Franco, en efecto, tiene su papel en el relato, como objetivo de un rocambolesco intento para envenenarle, urdido por un grupo de protoetarras. Este episodio, montado en un formato de relato enmarcado, desencadena una segunda parte de la narración, que se podría definir como novela negra, repleta de planes para asesinar y rencores profundos que no se disipan con los años. El humor, sin dejar de estar presente, pasa a un segundo plano, y Bas disfruta inventando locas aventuras para materializar una venganza innegociable.

Por el camino descubrimos el talento para montar una narración descabellada pero coherente, y también los tics característicos del autor bilbaíno. El bilbainismo es una de sus notas definitorias, con sus pros y sus contras: hará disfrutar viendo moverse a los personajes en calles y bares conocidos, en los ambientes que nos son familiares, aunque a los foráneos les costará más identificar su verdadero carácter. La sátira es despiadada y podríamos decir universal, porque nadie queda a salvo. Pero Bas es también bastante bestia, se regodea en lo sórdido buscando los contrastes más brutales, y hay que reconocer que a veces se pasa de frenada, revolcándose en la fealdad y en ramalazos de sexo que apenas cabrían en el concepto de realismo sucio. Pero también hay que decir que, al menos en lo que a este libro se refiere, las incursiones en esos submundos no son abusivas, y funcionan bien en ese híbrido de thriller, iconoclastia y desparrame cómico, generalmente bien equilibrado.

* Olentzero es una especie de Papa Noel vasco, un carbonero que trae regalos por Navidad

** Marijaia es una figura femenina que encarna el espíritu festivo de la Aste Nagusia de Bilbao


También de Juan Bas reseñado en ULADVoracidadOstras para Dimitri


miércoles, 5 de febrero de 2025

Sergio S. Pando: La isla de los gatos

Idioma original: Español

Año de publicación: 2024

Valoración: Entre está bien y recomendable 

La isla de los gatos es la primera novela del bilbaíno afincado en Madrid Sergio S. Pando y la verdad es que, con sus virtudes y sus defectos, constituye un apreciable ejercicio de ambición literaria.

Con un alto contenido autobiográfico, podemos decir que la novela es una historia de perdedores que no pierden la esperanza, un texto construido a partir de dos tramas separadas en el tiempo que sirven para recorrer la Historia de este país en los últimos 100 años. Y aunque está cantado que, de una forma u otra, esas tramas acabarán convergiendo, lo importante es cómo llegamos a ese punto. Y ahí el autor sale bien parado.

Resumiendo mucho, La isla de los gatos es la historia de Julio, exiliado tras la Guerra Civil en Nueva York, y de Diego, joven que vive en el Bilbao de los 80 (tan denostado en estos tiempos de Guggenheim, gentrificación y franquicias). Son los años de plomo, de la reconversión industrial, de la heroína y los chavales tirados en el parque (esto lo han visto estos ojitos, si) y Diego pasa sus días entre discos, libros, pelis, petas y asignaturas de Geografía e Historia. ¡Para que luego cuatro putos pijos de Pozuelo de Alarcón nos vinieran a hablar de "juventud sin futuro"! En fin.

No me enrollo y paso a comentar las principales virtudes y defectos de la novela.

Entre sus aspectos más destacables, en lo positivo, están:

  • Ambición. No hablo de ambición "formal" ya que en ese sentido en una novela más o menos convencional, si exceptuamos el capítulo 15 de la primera parte, que es el más arriesgado en lo formal (un camino prometedor y diferente que me habría gustado seguir). Me refiero, sobre todo, a ese atrevimiento a meter todo en la novela, a no cortarse, a tocar varios palos. Podrá salir bien, mal o regular (y creo que, en general, sale bien), pero me gusta que el autor asuma el riesgo.
  • Ambientación. Hablamos en escenarios familiares para mí y creo que esos escenarios están bien reflejados en la novela. Atmósfera, contexto, sensación de vacío se dejan ver por toda la parte bilbaína de la novela. 
  • Voces. Parece una gilipollez pero no lo es. ¿Cuántas novelas no se caen porque los personajes hablan todos de la misma forma? Dos personajes tan alejados entre sí, pese a evidentes paralelismos, como Diego y Julio no pueden hablar igual, sería absurdo, y me gusta como ha trabajado el autor con el lenguaje literario, con el habla de los personajes y con los diferentes registros que estos manejan. 
  • Personajes principales. Bien construidos, con sus pasados y sus contextos, con sus contradicciones a cuestas.
En lo no tan positivo cabe mencionar:
  • Intromisión de lo personal. El autor es Licenciado en Geografía e Historia y eso se ve muy a las claras en la novela. De por sí no sería un problema, pero me da la impresión de que hay momentos en los que penetra de forma demasiado evidente (e incluso innecesaria) en el texto.
  • Ligado en parte a lo anterior, en ocasiones lo discursivo / didáctico se entromete en lo puramente novelístico. Sé que ofrece contexto a la acción, pero a veces hay que dejar que sea el lector el que se busque la vida.
  • Reiteraciones, especialmente en la parte neoyorquina de la novela y a la altura de la página 250. Es curioso porque es cuando los años pasan más rápido cuando la novela pierde algo del buen ritmo que tiene.

Pese a todo, me quedo con lo bueno y con la sensación de que, puliendo algunos defectillos, aquí hay madera (y no de la del cuartel de la Salve)

jueves, 30 de enero de 2025

Reseña + Entrevista: Un lugar mejor de Pedro Ugarte

Idioma original: Español

Año de publicación: 2024

Valoración: Está muy bien

Que Pedro Ugarte es uno de los mejores cuentistas españoles de los últimos veinticinco años es algo que debería estar fuera de toda duda. Con Un lugar mejor corrobora esa afirmación y, además, demuestra que se encuentra en plena forma. 

Quienes ya conozcan la obra de bilbaíno encontrarán en esta colección de relatos algunas de las constantes que recorren su trayectoria: su predilección por personajes corrientes (tantos Jorges) e historias cotidianas, su humor tirando a negro, su esperanza desesperanzada o desesperanzada esperanza, su forma de ver la vida, las relaciones amorosas o las relaciones personales, el mundo laboral, etc. Pero lo que lo distingue de su obra anterior (o, al menos, de lo que yo he leído de ella) es que Un lugar mejor es un libro más oscuro. De hecho, diría que es el más houellebecquiano de sus libros, algo así como su particular Aniquilación.

Un par de ejemplos de lo anterior serían estas dos citas:

"Mi esperanza se reducía ahora a pasar un tarde íntima y recogida"

"El tiempo pulveriza la memoria, apenas deja de ella unas inútiles migajas"

Agrupado en cuatro bloques temáticos, aunque todos ellos conformando una unidad, los textos de Un lugar mejor hablan de cómo se construyen y deshacen los afectos, de soledades que tratan de romperse a través de efímeras esperanzas, de últimas oportunidades, de imposturas y cinismos, de familias y amores, etc.  Y para hablarnos de todo ello, Ugarte opta, como lo ha hecho a lo largo de su carrera literaria, por la cotidianeidad (si no me equivoco, creo que en reseñas anteriores lo definí como cronista de lo cotidiano). No encontraremos en este volumen golpes de efectos, finales sorpresa o trucos de ilusionista. Solo la vida y sus realidades patéticas y extrañas pasando.

Cuatro son los relatos que me gustaría destacar:

  1. Éramos tan felices: Un comienzo muy Tolstoiano (del Tolstoi de Anna Karenina) da paso a un texto, al mismo tiempo, cruel y melancólico sobre los materiales de los que está hecha la felicidad. Un tratado sobre el tiempo (bares que cambian de nombre, talleres que cierren para siempre...) que sirve de puerta de entrada a un volumen del que es una muestra representativa
  2. Balada de Rowena Trevanion: Es quizá el relato más houellebecquiano, con una despiadada visión del mundo del trabajo, si bien no exento de cierta poética. Cinismo y soledad en estado puro, entre miedos y tedios.
  3. Un lugar mejor: Un magnífíco punto de partida (¡qué importante es una buena primera frase que te agarre del pescuezo!) da paso a un texto sobre vidas malgastadas y esperanzas que duran lo que dura el trayecto entre dos estaciones de metro que deja al lector con una sonrisa "tonta".
  4. Dientes, caricias, agosto: Mi relato favorito, quizá por ser el más metafórico y el de más abierto final. Afectos, responsabilidades, familia... con una niña de 13 años y un lindo gatito de por medio. 
No me enrollo más. Mejor que sea el propio Pedro quien os hable de su Un lugar mejor y del resto de su obra. Aquí la charla que hemos mantenido con él.




martes, 31 de diciembre de 2024

Miren Agur Meabe: La puerta del mar

Idioma original: euskera

Título original: Itsasoaren atea

Traducción: Miren Agur Meabe

Año de publicación: 2001

Valoración: Recomendable para su público


Pues para cerrar el año tenemos literatura juvenil, un género o subgénero que no tengo muy claro que me sienta capacitado para valorar correctamente. Como en cualquier otro caso, entiendo que tiene sus propios códigos, que deben contemplarse en función del público al que se dirigen. En el caso de este libro, y tirando de un criterio meramente doméstico, creo que ese segmento podría fijarse entre los doce y los catorce años. ¿Qué se debe ofrecer a un chaval de esas edades? En mi opinión, aventura, ciertas dosis de misterio y algo de miedo, un lenguaje que vaya un poco más allá de lo sencillo, valores que se deben subrayar, una atmósfera que invite a sumergirse en el relato, cosas así. En definitiva, entretenimiento sí, pero también un reclamo para saber más, pensar y avanzar. Pero claro, todo esto lo sabe mucho mejor que yo Miren Agur Meabe, que para eso tiene un buen montón de publicaciones de este tipo y numerosos premios.

En esta ocasión nos lleva a un escenario de corte romántico, mediados del siglo XIX en una isla atlántica quizá cercana a la costa de Bretaña. Una chica, huérfana de madre, es enviada a vivir con su abuela, y enseguida entrará en contacto con diversos personajes del lugar, por lo que irá conociendo viejas historias de sagas familiares, y descubriendo caserones con pasadizos secretos, diarios polvorientos, confusos relatos de desapariciones y amores prohibidos.

Como supongo que exige el género, la niña trasciende su edad y se convierte en protagonista de una aventura, disfruta ante emociones nuevas y no se arredra ante los misterios, se sobrepone a los peligros y ayuda a quien lo necesita a su alrededor. Una buena combinación para atraer al lector joven y mantener su atención en esas edades en que, supongo, siente la necesidad de experimentar, adentrarse en el mundo adulto y cobrar conciencia de que puede intervenir en él como un actor importante.

Me gusta el escenario, tenue pero bien construido, suficientemente oscuro y con la sensación de lejanía y vulnerabilidad que transmite la isla como confinamiento en el que la única opción es integrarse en aquel mundo y valerse de la bondad, el valor y la astucia para sobrevivir a los peligros y conseguir que triunfe la verdad. Hay también cosas que me convencen menos, como esos chispazos, entiendo que no siempre justificados, de elementos sobrenaturales que imagino que buscan más que nada seducir al lector, o una nómina de personajes que me parece algo excesiva, y que en mi opinión dispersan el foco sin necesidad.

Pero reconozco que quizá estas pequeñas objeciones están hechas desde un punto de vista de lector adulto, y manejando las claves de un relato juvenil se debieran valorar de otra forma. En conjunto, y con todas las cautelas que vengo indicando, el libro me parece bastante adecuado para esas edades, entiendo que tiene el punto justo de una prosa bien calibrada y seguramente gustará al público al que va dirigido. Se preguntarán cosas los jóvenes lectores, seguramente disfrutarán de la mayoría de los pasajes, y deberán detenerse a pensar en algunos detalles. Y eso siempre está bien.


También de Miren Agur Meabe reseñado en ULADUn año en el faro

sábado, 14 de diciembre de 2024

Abel Amutxategi: El puente de los perros suicidas

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2023

Valoración: Recomendable alto


Por lo general no suelo leer libros de esos que se exhiben en la sección ‘Humor’. Aunque entiendo que haya quien busque un libro con la única intención de reírse y pasar un rato divertido, yo lo veo de otra forma, creo que el humor tiene que estar presente en un relato cuando debe, solo en ciertos momentos y en alguna proporción, que será mayor o menor según los casos, pero nunca todo el tiempo. No me parece razonable que uno tenga por delante doscientas páginas, por poner el caso, en las que cada línea y cada párrafo tengan que llevar dentro un chiste, una ocurrencia o una ironía. Eso tiene que cansar mucho. O no.

El puente de los perros suicidas es la nueva novela que John Kennedy Toole escribe cuando reaparece en Nueva Orleans, medio siglo después de haberse suicidado inhalando los gases del tubo de escape de su coche. En realidad parece que ha pasado todo ese tiempo atrapado en el Guinee, lo que llamaríamos el Purgatorio, una especie de estación intermedia hacia la muerte, de la que por alguna razón ha regresado (o de donde ha sido expulsado). Ken despierta, relativamente perplejo, entre cubos de basura, habiéndose mimetizado de alguna manera con el famoso Ignatius Reilly, el protagonista de su novela La conjura de los necios. Aunque pronto es consciente de que su libro finalmente se publicó, además con gran éxito, no será fácil que alguien le reconozca como el verdadero autor redivivo. Las peripecias más o menos cómicas o absurdas en las que se ve envuelto constituyen el grueso del relato, implicando a personajes caricaturescos, como la dueña de un restaurante para turistas donde tiene como pinche a un licenciado de Harvard, el Club de Adoradores de John Kennedy Toole, disimulado en la trastienda de un taller, la bibliotecaria que secretamente escribe novelas, o la sargento Mancuso, hija del patrullero que tan mala vida llevó en la popular novela de Toole.

El humor, efectivamente, está presente en cada página, pero no de manera gratuita sino replicando de forma bastante asombrosa el estilo de aquel viejo best-seller, su prosa, el tipo de gags, la naturalidad y brusquedad infantil de su protagonista, hasta la forma de conectar las secuencias, o el papel indirecto pero relevante de la ciudad de Nueva Orleans como un personaje más, sus barrios, sus bandas de metal, la santería o los aromas. Amutxategi recrea todo ello con aparente facilidad y, lo que es más importante, sin altibajos, manteniendo el tono y el ritmo desde la primera a la última página. Algo difícil de conseguir, una narración siempre centrada en lo que quiere ser, una parodia tan bien construida que se puede ver como una recreación.

Igual que en La conjura… también aquí el relato presenta bajo el envoltorio humorístico otras capas interesantes, en especial la terrible sátira dirigida hacia el mundo editorial. Como es sabido, Toole se suicidó sin que ninguna editorial hubiese querido publicar su libro (quizá porque ‘no creían que hubiese suficientes lectores interesados en lo que tenía que ofrecer’), y solo después de su muerte su madre consiguió que viera la luz. Tomando esto como punto de partida, y puede que también alguna experiencia más personal, Amutxategi vuelve a colocar al autor norteamericano en una situación similar, y aprovecha para repartir cera contra las editoriales que desprecian todo lo que no sea rentabilidad inmediata o despachan manuscritos sin leerlos, o contra los promotores de autoedición que exprimen al pobre autor, que hace lo que sea para ver su nombre en algo con forma de libro. Aunque un poco de pasada, se toca también el viejo dilema de la propiedad del texto, hasta dónde sigue siendo del autor o dónde empieza a pertenecer al lector, como individuo o como colectivo. No se ahorra sarcasmo, pero siempre pertinente y medido, sin dejar que se le descontrole o se le deforme la narración.

Todo parece perfectamente combinado y ajustado, sin baches ni vacíos, un hilo narrativo equilibrado que en ocasiones hace reír, sin perder el paso, quedando la sensación de que su autor es muy consciente de lo que quiere conseguir y cómo hacerlo para que todo, la historia, los chistes, la crítica, y lo que tiene de homenaje, que también, funcionen como un mecanismo idóneo para este fin. 

Si John Kennedy Toole volviera efectivamente a levantar la cabeza, casi seguro escribiría algo muy parecido a El puente de los perros suicidas, fantaseando sobre su propia resurrección y su nueva novela, y así sucesivamente.


lunes, 30 de septiembre de 2024

Martín de Ugalde: Hablando con Chillida

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1975

Valoración: recomendable para interesados


Supongo que casi todo el mundo sabe quién es Eduardo Chillida, escultor vasco cuya obra, con frecuencia de grandes dimensiones, está esparcida por medio mundo, buen parte de ella en espacios públicos. Por su parte, con muy pocas excepciones, Martín de Ugalde les resultará un nombre completamente desconocido. Es un escritor que pasó buena parte de su vida en el exilio, retornando a Euskadi tras el fin del franquismo, cuando adquirió cierta notoriedad como autor de libros de temática vasca, entre ellos alguno de entrevistas con personajes del país, entre los que se inscribe este texto con el testimonio directo del artista.

La vida de Chillida también transcurrió parcialmente en el extranjero, aunque por motivos profesionales y no políticos. Su figura, ampliamente reconocida sobre todo a partir de los años 70 del siglo pasado, fue sin embargo importante desde mucho antes, cuando formó parte de Gaur, un grupo de artistas vascos (Oteiza, Zumeta, Mendiburu…) que impulsaron una profunda renovación de las artes plásticas, trascendiendo el ámbito local y nacional. En la larga charla el escultor cuenta algunos episodios familiares y anécdotas acerca de sus obras, pero sobre todo habla del proceso creativo, la forma de sentir y trabajar los distintos materiales, la búsqueda del espacio vacío que rodea y se inserta en el objeto, o la intención de crear cosas que se integren en el entorno y pasen a ser de dominio público. Naturalmente, muchas cosas para llenar unas 170 páginas, aunque se echan de menos algunos asuntos.

Para empezar, aunque el libro se reedita varias veces, la entrevista deduzco (porque Ugalde no lo dice) que tuvo lugar en 1975. Para entonces, por poner un ejemplo, el famoso Peine del Viento de Donostia-San Sebastián todavía no estaba en pie, ni imaginado siquiera el polémico vaciado de la montaña de Tindaya, y faltaba aún mucho para el conocido rifirrafe con Oteiza. Es decir, que la etapa digamos de mayor visibilidad pública del artista, y por tanto quizá la más atractiva para el profano, queda fuera del texto, que se centra así en un periodo y una temática más íntimos, con informaciones interesantes aunque algo más árido.

Por otra parte, aunque supongo que Martín de Ugalde se habrá trabajado previamente la entrevista, no puede ocultar que sus conocimientos de arte son bastante limitados. De manera que la mayor parte del tiempo se limita a dar continuidad a las reflexiones de Chillida, cuando no a insistir, de forma un poco obsesiva, en asuntos identitarios que en mi opinión solo tienen un peso relativo en la obra del escultor. Cuando toca hablar propiamente de arte, Ugalde se pierde bastante o sale del paso recurriendo a razonamientos intencionadamente abstractos que ni el entrevistado llega a entender. Al no conducir correctamente la conversación, nos perdemos algunos datos interesantes sobre esa etapa inicial en la que Chillida avanza en su proceso de maduración.

No obstante estas carencias, encontramos desde luego ideas de gran interés, como la insistencia en separar la creatividad de la técnica, desaprender lo que se domina para poder explorar nuevos caminos, la relación del artista con los materiales que utiliza, o el entronque con su entorno cultural. Porque, aunque haya quien siga pensando lo contrario, para ser un creador reconocido en todo el mundo durante décadas no basta con inventarse un hierro retorcido o una mole de piedra colgada de un cable: hay muchas horas de reflexión y trabajo, mucha creatividad intentando buscar el camino entre bocetos, materiales y descartes. Pensémoslo un poco cuando veamos obras que a lo mejor no entendemos o no nos dicen nada. Leyendo a un tipo inteligente y sensato como Chillida podemos verlo más claro.


sábado, 20 de julio de 2024

Bernardo Atxaga: El hijo del acordeonista

Idioma original: euskera

Título original: Soinujolearen semea

Traducción: Asun Garikano y Bernardo Atxaga

Año de publicación: 2003

Valoración: Recomendable


'La gran novela vasca', es uno de los ditirambos que, como es habitual, lucen en la solapa del libro. Eso de la gran novela quiere tener un aura definitiva, la gran obra que representa a un país, una lengua, que debe ser un texto de extensión generosa, con guiños a la identidad de la cultura en cuestión, y que recorre una parte significativa de su historia a través de unos personajes o de una saga. A todos estos parámetros se ajusta en líneas generales la que creo que es la novela más extensa de Bernardo Atxaga, de manera que, al menos conceptualmente, podría entrar en esa supuesta categoría.

La acción se sitúa en la localización imaginaria clásica del autor, Obaba, una pequeña población, paradigma de la Euskadi rural, que Atxaga fundó en su obra más conocida. Allá por los años sesenta del siglo pasado, el protagonismo lo adquiere un grupo de jóvenes del pueblo, algunos más abiertos a lo urbano, otros incrustados en las tradiciones más rústicas de las pequeñas aldeas montaraces. Esta podría ser, con sus divergencias y conexiones, la primera de varias segmentaciones de aquella primera generación nacida después de la Guerra civil. Porque precisamente otra de las grietas, en principio poco visibles, serán sus antecedentes familiares, en unos casos muertos o represaliados, en otros adictos al bando franquista en distintos grados, simpatizantes, colaboradores o directamente asesinos. Algunos saben y callan, porque la guerra terminó hace mucho, por miedo, espíritu de supervivencia o por simple amistad. Lo que en principio parece ajeno a la vida despreocupada de los jóvenes, va asomando poco a poco, fruto de la casualidad o de la curiosidad, hasta empezar a marcar su propia vida.

Las heridas de la guerra, mal cicatrizadas y ocultas quizá por la voluntad de olvidar para poder seguir adelante, se reproducen sin embargo en estos jóvenes que no la vivieron, y que conviven sin embargo con algunos de sus responsables, ahora bien colocados por el régimen. Los chicos asimilan el pasado, lo entienden a su manera, muchas veces diferente a la de sus mayores, y en poco tiempo se embarcan en una lucha voluntarista, a veces bajo una ideología muy marcada, otras impulsada por la simple necesidad de ‘hacer algo’. Encontrándonos en Euskadi, en un pequeño pueblo donde se conservan bien las esencias, en esa decisiva década de los sesenta, no es difícil adivinar que estamos ante el germen de ETA, una pequeña parte de cuyo desarrollo veremos también.

Atxaga tiene un estilo bien reconocible, sosegado, se podría decir que amable y, si convenimos que la vida no es tan trepidante como a veces nos la quieren presentar, se puede decir que su cadencia se ajusta muy bien a la realidad. Es decir, que acompasa el relato a un ritmo más bien lento que, hay que reconocerlo, puede hacerse algo pesado cuando la narración, como es el caso, tiene un crescendo de fondo bastante evidente. Otra cosa es que voluntariamente haya querido retirar el foco de lo que parecía más importante, el inicio de la violencia política, para reducirlo a consecuencia, inevitable aunque indeseable, del descubrimiento de un pasado que opera también como elemento de maduración. De esta forma, aquellos jóvenes de Obaba, entre los problemas cotidianos de su mundo más o menos idílico, van descubriendo, y el lector con ellos, las sombras de lo que se suponía oculto bajo una trampilla o tras un silencio hosco, y llega así la ruptura con una vida anterior que parece lejana aunque solo hayan pasado unos meses. 

Encontramos también algunos otros aspectos significativos de la prosa del autor de Asteasu, su capacidad para levantar personajes y diferenciarlos con sutileza, la afición por la diversidad de localizaciones, a veces quizá algo forzada (de California a Japón, nada menos) o la necesidad de subrayar el protagonismo de la lengua, la ‘vieja lengua’ que en el relato parece sucumbir más por la diáspora, una globalización avant la lettre, que por la represión o la colonización cultural (Y aquí tengo que reiterar, detalle menor desde luego, que siempre me resulta algo enojoso el empleo de una especie de traducción simultánea, no solo del euskera, que podría haberse resuelto mucho mejor mediante notas al pie, por ejemplo).

Tal vez sea mucho considerarla la gran novela vasca, aunque por argumento, localización y momento histórico, incluso por extensión, pudiera cumplir los supuestos requisitos. Pero es desde luego un libro muy estimable, que puede leerse igualmente como obra narrativa en sí, o como retrato de una época y unas circunstancias, si es que nos interesa esta otra vertiente.

Otras obras de Bernardo Atxaga reseñadas en ULADDesde el otro ladoObabakoakEsos cielosSiete casas en FranciaEl hombre solo


martes, 9 de abril de 2024

Leyre Arrue: El regreso de Saturno

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2023

Valoración: Recomendable

Quince relatos de un longitud que oscila entre las cinco y las quince páginas componen el primer libro de relatos de la donostiarra Leyre Arrue, publicado por irundarra editorial Alberdania, con más de veinte años a sus espaldas y un catálogo en el que conviven nuevas y no tan nuevas voces de la narrativa vasca con textos traducidos al euskera de autores internacionales ya consagrados.

Me dejo de rollos y me centro en el apreciable debut de Arrue. Los quince relatos que componen El regreso de Saturno están protagonizados por mujeres más o menos jóvenes a las que la autora sitúa en diversas situaciones de la vida cotidiana (relaciones familiares y de pareja, mudanzas, fallecimientos, etc)  y son narrados, también en su mayoría, en primera persona.

De ahí que sorprenda ese "Instrucciones para morir" inicial, un chocante comienzo en forma de posible biografía construida a base de imperativos. ¿Acaso se reduce a esto una vida? Pues puede ser, oigan. En cualquier caso, semejante nivel de riesgo o atrevimiento solo aparecerá, creo yo, más hacia el final del libro, en "Carnívoras" (hay un punto de ruptura en el relato que hace que el realismo salte por los aires dejándolo todo "perdido"), en "Cinco maneras de peinarse", especie de microensayo sobre el pelo en la mujer, o en "Se alquilan barcas", historia de amistades y de puentes que volar.

Por lo tanto, predomina lo que podríamos calificar con un realismo melancólico con algunos toques de humor woodyalleniano. Buen ejemplo de esto último son "Un muro o un flan de huevo", relato sobre el amor y sus elecciones, sobre acordes y desacuerdos, o "Gestión de aguas residuales" (uno de mis favoritos), en el que la autora habla de una suerte de depresión poscoito con esperanzado y poético final.

Otros de mis textos favoritos vendrían a ser "Tandem", acerca de pequeños grandes cambios, "Cuadro abstracto", sobre diferentes formas de duelo, o el muy muy donostiarra (alguno por ahí dirá que ñoñostiarra) "El regreso de Saturno", que navega entre la evasión y el recuerdo, entre la evasión y la realidad y que resulta tan melancólico y evocador, por tono y ambientación, como una canción de Family o de Le Mans.

En resumen, el interesante debut de una autora que, si bien emparenta en preocupaciones y temas con otras autoras de su generación, opta por una mirada, un enfoque y un tono, por lo general, alejados de la crudeza que caracteriza a esta nueva ola.

martes, 2 de abril de 2024

Fernando Savater: Ética para Amador

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1991

Valoración: Está bien


Libros sobre ética hay un montón, desde clasicazos de la filosofía hasta basurillas de diversas tendencias, porque a fin de cuentas es una disciplina que analiza la conducta humana e intenta definir lo que está bien y mal, en definitiva una reflexión de tales dimensiones que muy bien podría terminar siendo una página en blanco que cada uno, desde sus convicciones, va llenando de contenido. En todo caso, como es lógico, es algo que siempre ha preocupado a los pensadores y filósofos, que han intentado en cada momento encontrar las respuestas correctas.

Savater, que fue o es profesor precisamente de Ética, seguramente no podía evitar escribir un libro sobre la materia, uno (no sé si hay más) entre la imponente producción ensayística y literaria del filósofo donostiarra. Lo enfoca el autor, como bien indica el título, como un libro dirigido a su hijo Amador cuando este tiene quince o dieciséis años, y por extensión a los adolescentes y jóvenes en general. La decisión es arriesgada, porque semejante enfoque parece implicar el uso de un tono ligero, salpicado de humor y ejemplos accesibles a ese tipo de público, y esto es un poco andar sobre el alambre. Personalmente, no me gustan este tipo de textos (estoy pensando en cierto título de moda hace unos años, también de materia filosófica, absolutamente infumable), porque el esfuerzo de un adulto por acercarse al lenguaje y la perspectiva de un adolescente no solo me parece abocado sin remedio al fracaso, sino de resultado bastante patético. Pero bueno, es la apuesta de Savater, que al parecer le granjeó cierto éxito, supongo que por el tirón que puede tener un libro sobre asuntos muy serios formulado de forma llana y accesible.

En algún momento viene a decir el autor que tampoco es un texto sobre Ética ni contiene reglas para conducirse por la vida. Entiendo que lo que pretende es más bien mostrar esa página en blanco y subrayar la importancia de vivir conforme a unos principios que cada cual debe ir elaborando. La clave de todo esto es la libertad, máxima expresión del ser humano que le diferencia de otras especies, el margen para decidir en base al raciocinio y a los valores que uno vaya asumiendo como propios. La libertad, claro está, no es plena, o no lo es siempre, está mediatizada por las órdenes, las costumbres, y a veces sometida al capricho o confundida con él. La libertad, entonces, no deja de estar sometida a cierta tensión, generalmente procedente del entorno, aunque a veces también mediatizada por las circunstancias propias del individuo.

La oferta de Savater consiste en tener claro este espacio y disponer de él para construir una vida plena, en la que la satisfacción radica en haber optado por el camino correcto, solo eso, o nada menos que eso. Aunque no encontraremos apenas recetas para identificar ese camino, la más importante tendría que ver con el acercamiento a otros seres humanos, la conciencia de que todos formamos parte de un colectivo donde lo que le ocurre a uno repercute en todos, para bien o para mal, algo que podríamos llamar empatía, y que tiene un parentesco muy claro con lo que exponía Nuccio Ordine en este libro que trajimos aquí hace poco. Se plantean dilemas, algunos ya clásicos, en los que uno debe decidir entre varias opciones, incógnitas que hay que resolver, encrucijadas ante las que uno mismo decide en base a sus valores. Humanidad o sentido de la justicia serían conceptos que vendrían a contribuir a la elección correcta, pero conviene analizar todas las opciones y sopesar las consecuencias, porque el ejercicio de la libertad implica también responsabilidad.

En este aspecto creo que encontramos lo más valioso del libro: al carecer de un listado de normas a seguir, la decisión es de cada uno, en base a esa libertad y a un criterio propio, que es justamente lo que se pretende poner en primer plano. Lo dice ya en el prólogo: 'el objetivo no es fabricar ciudadanos bienpensantes, sino estimular el desarrollo de librepensadores'. Algo tan viejo, de lo que muchos otros hablaron antes, pero tan difícil de conseguir, y tan necesario ahora mismo, no sé si más o tanto como en otras épocas.


domingo, 18 de febrero de 2024

Santi Pérez Isasi: El edificio

Idioma: español

Año de publicación: 2023

Valoración: fatal Más que recomendable 

Vayamos por partes...

Qué no es El edificio:

-El edificio no es un ensayo de Robert Venturi sobre arquitectura postmoderna.

-El edificio no es un informe técnico más memoria de calidades presentada para la construcción de la Torre Willis (antes Sears) de Chicago, durante un tiempo el rascacielos más alto del mundo.

-El edificio no es un capítulo del libro Territorios improbables, de Pedro Torrijos (aunque bien podría serlo).

-El edificio no es un recopilatorio de las mejores historietas de 13, Rue del Percebe (aunque también podría serlo).

-El edificio no es el guión de un capítulo de Aquí no hay quien viva o La que se avecina.

-El edificio no es una parte del Génesis en la que Yahvé se carga (otra vez) a un montón de gente por medio de un diluvio y por sus cojones morenos.

-El edificio no es un plagio de La residencia de los dioses, pero ambientado en Babilonia o el Antiguo Egipto, en vez de en la Galia dominada (o casi) por los romanos.

-El edificio no es un análisis semiótico-literario de La vida instrucciones de uso, de Georges Perec.

-El edificio no es una fábula distópica que sirva de respuesta a alguna pregunta que nos podamos hacer (o quizá sí).

-El edificio no es una fábula distópica que nos plantee alguna pregunta que podamos responder (o quizás también).

Qué sí es El edificio:

-Así pues, El edificio es una distopía que, si bien no plantea preguntas ni proporciona respuestas, resulta estremecedoramente plausible y hasta probable.

-El edificio es una colección de microrrelatos que, ¡oh, sorpresa!, todos juntos conforman un macrorrelato al que incluso podemos llamar novela... (Venga, sí, llamémoslo novela)

-No sólo novela: El edificio es además una novela de ciencia-ficción. Más de ficción  que de ciencia, tampoco os voy a engañar... Pero de la buena.

-El edificio es una metáfora del capitalismo, de la sociedad occidental metida en su (nuestra) torre de marfil, de cualquier civilización que en el mundo ha sido o será y que está condenada a la entropía hasta su desaparición.

(Claro que el capítulo 27 explica: "El edificio tampoco es un símbolo ni una metáfora; reducirlo a un símbolo o una metáfora sería como decir que no existe , y el edificio, si algo hace, es existir"... Pero eso es algo que, después de todo, dice el autor y qué va a saber él de este libro).

-El edificio es, por tanto, un drama apocalíptico que representa y resume toda la entropía a la que está abocada nuestra época.

-El edificio es, también, una comedia apocalíptica que representa y resume toda la entropía a la que está abocada nuestra época.

-El edificio es una novela condenadamente divertida, a pesar de haber sido escrita por todo un Excelentísimo e Ilustrísimo señor profesor de Literatura de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa (si en castellano suena serio e importante, imaginaos en portugués).

-El edificio es un libro muy bien escrito porque, bueno, en algo se tiene que notar que su autor es todo un Excelentísimo e Ilustrísimo etc., además de traductor al español de José Luís Peixoto y Hélia Correia y padre fundador, amén de reseñista master & commander del mejor blog de reseñas literarias que existe, ha existido o existirá jamás. Amén.

-El edificio es un libro delgadito (150 capítulos a una página por capítulo) que se lee en un santiamén; es decir, que por una inversión mínima en tiempo y dinero, no sólo pasaréis un rato estupendo, sino que podréis darles en tós los morros a esos amigos hipsters gafapastas y culturetas que siempre andan presumiendo de leer a escritores ex-yugoslavos raros o argentinos conocidos en su casa a la hora de comer. Pues con El edificio lo van a flipar...

-El edificio es el libro en el que se va a comentar la fama y el prestigio como escritor de Santi Pérez Isasi y que, sin duda, en un futuro quizá no muy lejano le llevar a ganar el Premio Nobel de Literatura, arrebatándoselo a veteranos farsantes como el Murakami malo o el nefasto Houellebecq, en su última oportunidad de conseguirlo. Aprovechad para leerlo ahora y partipad desde el principio en su leyenda.

Sobre la valoración: os puedo prometer y prometo (qué viejuno suena eso) que no se debe a que el autor del libro sea el padre fundador de este blog, pagador de nuestros suculentos emolumentos y un tirano que nos azota con su cinturón si no cumplimos cada uno de sus absurdos caprichos muñidor de nuestros sueños y esperanzas, además de ser un tío bien majete... es que el libro está muy bien, de verdad.


Otros libros de Santi Pérez Isasi reseñados (magníficamente, que todo hay que decirlo) en Un Libro Al Día: Ilustre Ruritania Ilustrada, Imposibles impensables