Año de publicación: 2025, a partir de un fanzine de 2014, de VV. AA.
Valoración: no puedo valorar tal maravilla... Me embarga la emoción
Año de publicación: 2025, a partir de un fanzine de 2014, de VV. AA.
Valoración: no puedo valorar tal maravilla... Me embarga la emoción
Título original: From Hell
Publicación: a partir de 1991, por capítulos; 1999, como obra completa
Traducción: Jaime Rodríguez, asistido por Beatriz Barba
Valoración: imprescindible
En el muy improble caso (aunque a saber, que estos suecos, cuando se ponen, están muy locos)de que se concediera el premio Nobel de literatura a un creador del mundo del cómic, me parece que hay pocas dudas de que uno los principales candidatos, si no el primero, sería el guionista Alan Moore, por muchas razones, entre las que se cuentan los guiones de novelas gráficas tan destacadas como Watchmen, V de Vendetta o la que ocupa la reseña de hoy, otra obra magna de este arte (ya no recuerdo si era el octavo o noveno.): From Hell, una recreación/elucubración de la figura y los asesinatos del célebre Jack el Destripador. Como véis, amigues, el espíritu navideño aún no ha abandonado ULAD...
No me andaré con rodeos por miedo a destri... perdón estropearle la lectura a alguien, puesto que en el libro a la autoría de los crímenes se desvela o atribuye casi desde el comienzo y, de hecho, buena parte de la novela consiste en acompañar al asesino mientras los comete. Siguiendo la hipótesis del autor Stephen Knight, que en 1976 publicó Jack the Ripper: The Final Solution, el Destripador habría sido Sir William Gull, primer médico real y destacado masón, que habría matado a sus víctimas para tapar el escándalo de cierto desliz cometido por un joven y alocado miembro de la casa real. Por ellos, en el complot estarían desde la mismísima reina Victoria hasta miembros prominentes de Scotland Yard, así como simples agentes, etc. Aunque en su momento tuvieron bastante éxito -incluso se realizó una película basada en el libro, con Sherlock Holmes persiguiendo al famoso serial killer-, parece que las tesis de Knight han sido refutadas desde entonces y no gozan, hoy día, de demasiado crédito.
Debo empezar diciendo que me acerqué a esta obra que no conocía simplemente por ser de Umberto Eco; por no saber, ni siquiera conocía de su existencia. Sin embargo, había leído con anterioridad El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault y, por decirlo de una manera ilustrativa, eso me había convencido para leer todo lo que pusiera Umberto Eco en el dorso, así fueran 50 libros.
Baudolino no llega a la altura de estos dos gigantes, pero sería una injusticia compararlos; basta cualquiera las otras dos obras maestras anteriormente citados para que nuestro semiólogo italiano favorito pasara a la historia. Pero ojo, eso no significa que este no sea un buen libro; como digo, simplemente no llega a la altura de las anteriores citadas.
En Baudolino, Eco nos cuenta la historia del personaje del mismo nombre, mentiroso por excelencia, pero tanto, tanto, que en ocasiones da la vuelta entera a la realidad y lo que inventa acaba por volverse real.
Empieza Baudolino contando este su historia y sus intrépidas aventuras al bizantino Nicetas Coniates, al cual utiliza como ellos mismos dicen como pergamino para contar su biografía. Esta parte comprende casi todo el título, salvo los capítulos finales en los que, Baudolino, al terminar de relatar su historia, se da cuenta de la importancia que han tenido ciertos momentos decisivos en su vida, hace propósito de enmienda, y, como dice el capítulo final, Baudolino se va.
Ambientada a principios del S. XIII, Baudolino cuenta a Nicetas (nos cuenta a nosotros, lectores) cómo pasó de ser hijo de campesinos a ser adoptado por el mismo Federico I; este procura darle la mejor educación posible, así que lo envía a París, donde se hace Baudolino rodear de una pandilla de sabios y tunantes (impagables) que le acompañarán durante largos años.
Es grande el cariño que siente Baudolino por su padre adoptivo, y trata de hacer siempre lo mejor para él y para el reino; sucede que a veces, maquillando un poco la verdad, se consiguen mejores resultados que dejándolo todo tal y como es en realidad. Huelga decir que ni Baudolino ni sus compinches tienen un mínimo de mesura y acaban por hacer temblar los cimientos más sólidos y sagrados de la cristiandad con sus mentiras. Pero eso sí, siempre con buenos fines, sin atisbo de ironía; no buscan lo mejor para ellos, sino para el emperador.
Una parte importante de la novela es la búsqueda del Preste Juan por parte de Baudolino y sus amigos, que, creyéndolo rey y sacerdote, imaginan como el apoyo perfecto para mantener a Federico I en el trono. Es la parte más aventurera de la obra, en la que nuestros amigos corren mil aventuras y se cruzan con todo tipo de gentes y criaturas.
¿Y el tono general de la obra? Pues Eco hace gala de sus amplios – amplísimos – conocimientos en la materia para sumergirnos en un mundo mágico y absurdo del que nunca sabemos hasta qué punto es real, y hasta qué punto es obra del fecundo magín del gran mentiroso.
Se nota que Eco disfrutó escribiendo el libro: maneja totalmente el mundo en el que se desarrolla la novela, tanto mezclando personajes inventados como utilizando personajes históricos para sus protagonistas. A la vez, utiliza leyendas existentes, así como hacer inventar a sus personajes nuevas leyendas que se han colado en nuestro mundo; se cruzan con todo tipo de personajes mitológicos semihumanos y mantienen también todo tipo de relación con ellos...
¿A quién no le va a gustar un baptisterio romano del siglo I una novela en la que unos poetas se convierten en estrategas de un ejército formado por esciápodos, sátiros, blemias y panocios? Además de otras criaturas más pacíficas como Hipatias, o más irracionales, como basiliscos o quimeras. No falta de nada, oiga.
Pero como suele pasar, este tipo de libros con tantísimas referencias se disfruta más cuánto más se sepa de la historia de la época y es posible pasar por alto los numerosos chistes internos en los que gusta prodigarse Eco. A mí me ha pasado, Wikipedia me ha ayudado mucho a “completar” la lectura.
Como nota final, y haciendo referencia también a esto último, la traductora se reserva unas páginas para explicarnos algunas de las dificultades con las que se tuvo que enfrentar, y, créanme, no parece un trabajo fácil. Me da la sensación de que la forma de jugar que tiene Eco con el lenguaje, mezclando el piamontés y distintos dialectos, no es nada fácil de traducir a ningún idioma.
Resumiendo: Como dije al principio, ¿recomendable? Mucho. ¿A la altura de otras obras de Eco? No, pero, como dije, no sería justo pedirle que mantuviera ese nivel.
Todo lo de Umberto Eco reseñado en la ULAD aquí.