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martes, 23 de septiembre de 2025

Iñaki Gil: Arde París

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2023

Valoración: Está bien


Es probable que ocurra en casi todos los países, al menos en Europa, pero pienso que en nuestro vecino del norte la encrucijada histórica y política se manifiesta ahora mismo con una crudeza especial. La alta tasa de inmigración y su concentración en lugares muy concretos, la desertización industrial de amplias regiones, y la tendencia creciente a apostar por los populismos han convertido Francia en un polvorín donde chocan cada vez con más fuerza antagonismos clásicos y modernos: grandeur y déclinisme, europeísmo y nacionalismo, extremismos mutantes, la tierra de asilo y el gran reemplazo, el laicismo republicano y los fanatismos más feroces.

El periodista Iñaki Gil, durante años corresponsal en París y por tanto se supone que buen conocedor de la realidad francesa, ofrece un repaso a las circunstancias sociales y políticas que conducido a la situación actual, lo que, con sesgo digno de clickbait, llama la Nueva Revolución francesa. Con un orden expositivo algo cuestionable, empieza centrándose en la inmigración, que ha ido creando ghettos en los extrarradios de las principales ciudades, y muy especialmente en París. Jóvenes de segunda y tercera generación, junto con los recién llegados, forman enormes colectivos con problemas obvios de identidad cultural, a veces seducidos por el integrismo islámico, y casi siempre sin ninguna perspectiva de futuro. De todo ello se siguen problemas graves de inseguridad y, claro está, la aparición de la extrema derecha lanzando la caña, asuntos todos ellos que más adelante se irán tocando parcialmente.

Al mismo tiempo (no soy capaz de decir si como causa, como consecuencia, o al margen) la desaparición/distorsión de las ideologías, fenómeno de alcance mundial, deja a los electores a merced de los populismos (demagogia, soluciones fáciles a problemas complejos), y a los partidos tradicionales prácticamente fuera de combate, o de alguna manera autoexcluidos, que también. En esta confusión surgen movimientos autónomos muy potentes, algo muy francés, como el de los chalecos amarillos, muestra clara de descontento social que derivó en episodios de violencia. 

Estas son algunas impresiones personales sobre el tema, solo en parte apoyadas en el texto. Porque, aunque en principio pudiera pensarse lo contrario, no hay que pretender buscar en el libro una elaboración teórica coherente sobre la situación social y política francesa. En realidad se trata más bien de apuntes sobre cuestiones más o menos inconexas, donde tienen cabida demasiados chascarrillos (las amantes de los últimos presidentes, las peculiaridades del matrimonio Macron, la familia Le Pen y sus ramificaciones), contado todo ello con un lenguaje muy periodístico, rápido y directo, que bordea a veces el amarillismo. Este estilo, que puede tener un pase en el ámbito de la prensa (depende de gustos), me parece que entona claramente peor en un libro, que en mi opinión pediría más reflexión y elaboración que acumulación de cifras, datos demoscópicos o detalles vistosos. Y claramente la falta profundidad y un mínimo de estructura expositiva.

Sin perder de vista estas carencias, y pasando un poco por alto informaciones irrelevantes, la verdad es que la lectura del libro aporta algunos datos con los que completar la idea que podamos tener sobre la situación política y social más allá de los Pirineos. Hablamos de un país complejo, uno de los pesos pesados de Europa, con algunos valores firmemente asentados aunque interpretados de formas muy divergentes, donde las pugnas fundamentales del siglo se están manifestando con mayor fuerza, y cuyo futuro, en un plazo no lejano, podría abrir a sus vecinos puertas que a lo mejor deberían permanecer cerradas.


domingo, 14 de abril de 2024

Manuel Azaña: La velada en Benicarló

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1939

Valoración: Muy recomendable


Apenas unos meses después del levantamiento del 18 de julio, y ante la proximidad de los sublevados a Madrid, Manuel Azaña, presidente de la República, fija su residencia entre Valencia y Barcelona. Precisamente allí, en Barcelona, escribe La velada en Benicarló, reflexionando sobre la guerra que, aunque todavía duraría dos años más, empezaba a tener una perspectiva bien oscura para la República. La reflexión se hace extensiva a aspectos más amplios hasta constituir una especie de testamento político en el que Azaña expone sus convicciones sobre cómo debe funcionar un régimen democrático, el valor de la cultura y la necesidad de reconciliación. Hay un fondo de estupor y desesperación que recuerda a algunos pensadores del 98, y que también, claro está, entronca con el liberalismo jacobino que siempre profesó.

El texto tiene el formato de una charla entre diversos personajes, entre los que podemos distinguir al propio Azaña, junto a profesionales de diferentes tendencias dentro del arco político republicano. Podríamos ponerles nombres, en los que seguramente estaba pensado el autor, pero es lo menos importante. Aunque aparenta ser una dialéctica abierta, está claro que Azaña quiere transmitir, por encima de todo, su visión del momento.

Como fácilmente se deduce del hecho de estar escribiendo sus reflexiones al mismo tiempo que no lejos suenan las bombas, Azaña es, más que un político, un intelectual, lo cual siempre presenta el peligro de desconectar de la realidad social. Uno de sus personajes critica abiertamente que sueñe con ‘una República de gentes finas, sin muchedumbres, una República para la Academia de Ciencias Morales y Políticas’, republicanos de cátedra que hablan bajito y sorben tazas de té. Es consciente del reproche y no se defiende, probablemente porque es verdad. Por eso no entiende, o no puede sufrir, la salvajada, el descontrol, la ofuscación de los agresores pero también de algunos sectores rojos que defienden esa su República ideal, pero también otros objetivos que finalmente supondrían su propia negación.

Ante el panorama sombrío que se presenta, identifica los motivos por los que se puede perder la guerra: 

“La política franco-inglesa [de no intervención]; la intervención armada de Italia y Alemania; los desmanes, la indisciplina y los fines subalternos que han menoscabado la reputación de la República y la autoridad del Gobierno; por último, las fuerzas propias de los rebeldes”

La tercera de estas razones parece sumir a Azaña en el desencanto y la amargura: admite, admira y agradece el levantamiento popular contra los golpistas, pero la desorganización y la imposición de intereses partidarios han dado al traste, al menos en el momento en que escribe, con la capacidad de mando de los militares profesionales, quienes debían liderar una estrategia sólida como única forma de enfrentar la situación. Las milicias, los sindicatos y los comisarios políticos imponen sus criterios y a veces se boicotean o se enfrentan entre ellos. Cada uno hace, nunca mejor dicho, la guerra por su cuenta, y los momentos heroicos se quedan en episodios puntuales y poco relevantes para la defensa de la República. El pesimismo y tal vez la falta de energía del presidente alimentan, y quizá exageran, esa visión frustrante del momento.

Que nadie piense en equidistancias, Azaña es un ferviente republicano ya desde antes de la dictadura de Primo de Rivera, alguien que cree en un Estado moderno y en la posibilidad de la convivencia aunque en ese momento resulte algo ilusorio. Cometió errores graves y quizá anduvo escaso de capacidad para maniobrar en momentos difíciles, bien sea por sus propias limitaciones, o por lo explosivo de la situación. Pero es ante todo un demócrata que para detener la sangría y salvaguardar las libertades está dispuesto a casi todo. Como algunas otras (pocas) voces de la época, intenta mantener el conocido lema de “Paz, piedad y perdón”, con muy poco éxito desde luego. Una proclama tal vez demasiado ingenua, o un llamamiento desesperado por frenar el derrumbe.

Con su prosa algo decimonónica y un modo de razonar en abstracto tan lejano a nuestra política de hoy en día, el libro ofrece un punto de vista diferente, en buena parte ignorado al verse sepultado por las circunstancias, pero que merece mucho la pena conocerse. Y de paso deja otra reflexión que parece pensada a propósito para los tiempos actuales:

“A muchos españoles no les basta con profesar y creer lo que quieran: se ofenden, se escandalizan, se sublevan si la misma libertad se otorga a quien piensa de otra manera”


miércoles, 8 de noviembre de 2023

Hélène Carrère D'Encausse: Alexandra Kolontai

Idioma original: Francés

Título original: Alexandra Kollontai. La Walkyrie de la Révolution

Traducción: Lara Cortés

Año de publicación: 2021

Valoración: Muy recomendable

Pese a haber sido, entre otras cosas, Gran Cruz de la Legión de Honor, miembro de la Academia Francesa desde 1991, Secretaria Perpetua del susodicha academia desde 1999 o Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, Hélène Carrèrre D'Encausse es más conocida por estos lares por ser la madre de Emmanuel Carrère que por su propios méritos. Cosas de "la vida", ya sabéis.

El caso es que por fin nos estrenamos en esto de reseñar a Carrèrre D'Encausse y lo hacemos con esta magnífica biografía de Alexandra Kolontai, quien fuera la Comisaria de Pueblo de Asuntos Sociales (aka Ministra de Asuntos Sociales) allá por 1917-18 y la primera Embajadora de la historia.

Se inicial el libro con una breve introducción sobre la evolución de la situación política de Rusia en el siglo XX (decembristas, abolición de la servidumbre, Tkachov, Bakunin, Pugachow, crecimiento de la industria, conflictividad laboral y social, etc) que sirven para situar a Kolontai en su contexto histórico.

Tras esa introducción, Carrèrre D'Encausse entra en materia y nos cuenta la vida y obra de un personaje fascinante y contradictorio situado en un contexto histórico tan terrible, convulso y atrayente como la Rusia/URSS de 1905-1945. En esa narración se intercalan la vertiente íntima de la vida de Kolontai y su vertiente pública, en la que destaca su permanente implicación en políticas en favor de la mujer y su labor diplomática en Escandinavia a finales de los años 20 y en los años 30.

Tres son los aspectos que me gustaría destacar en lado más "genérico" del texto:

  • su ritmo (ya sabemos de dónde lo ha heredado Emmanuel). Si es que hay partes de libro que puedes ser leídas casi como un "thriller político"!!!
  • su carácter preminentemente divulgativo. No son necesarios grandes conocimientos a nivel "teórico" para seguir el texto. Un conocimiento e interés previo mínimo, sí, pero no ser un especialista en marxismo-leninismo, vaya.
  • su espíritu desmitificador aun sin dejar de reconocer los méritos de cada uno: Lenin no fue un santo (también había ahí un macho-alfa tirando a sanguinario), Kolontai no fue solo una ferviente feminista (en el fondo hay un ser contradictorio, con sus sombras, dudas y cuestionamientos (y ahora lo desarrollo más)), etc. 
Entrando algo más al detalle, me quedo con los capítulos que abarcan el período 1917-1939. Me parece que la autora dibuja muy bien el ambiente de esperanza, terror y paranoia que caracteriza la época y creo especialmente relevantes y reveladores cómo son y cómo van evolucionando las posiciones políticas e ideológicas (menchevique, bolchevique, oposición de izquierdas, stalinismo, etc) y su relación con el poder y sus máximos exponentes (Lenin, Stalin, Bujarin, Zinoviev, etc). Nos queda la duda de saber si Kolontai fue, en el fondo, un animal adaptativo, una revolucionaria sincera o alguien que, llegado el momento de las purgas y ejecuciones, solo buscaba sobrevivir. Quizá una mezcla de todo lo anterior.

En cualquier caso, lo que es indudable es que Alexandra Kolontai fue un personaje histórico con un poder de atracción bestial,  una mujer "en tierra de hombres" que abrió (o trató de abrir) caminos hasta entonces vedados para ellas y que Hélène Carrère D'Encausse nos la ha acercado a través de una biografía de lo más completa y altamente recomendable.

sábado, 14 de octubre de 2023

Boris Groys: Filosofía de la cura

Idioma original: Inglés
Título original: Philosophy of Care
Año de publicación: 2022
Traducción (al catalán): David Cuscó
Valoración: Está bien

Filosofía de la cura, de Boris Groys, es un ensayo bastante asequible. Presenta una prosa sencilla y fluida; asimismo, acota pertinentemente los conceptos que introduce, e incluso los revisita con frecuencia.

Por otro lado, no resulta complicado seguir su discurso general, aunque en ocasiones haga gala de tesis poco nítidas o argumentaciones farragosas. También entorpece al hilo conductor del conjunto un marco teórico inestable; Groys, además de filósofo, es crítico de arte, y en Filosofía de la cura desplaza algo abruptamente su foco de estudio desde el individuo y la sociedad a la cultura. 

Así pues, Groys habla en estas páginas, entre otras cosas, sobre historia, política, cultura y arte. Y lo hace desde el prisma de la «civilización actual», esa cuyo «objetivo supremo» es «la protección de las vidas humanas». Porque «la función principal» de «los Estados modernos» «es cuidar del bienestar físico de sus poblaciones». Qué bien suena esto, ¿verdad? Pues ya no tanto cuando lo complementamos con esto otro: «La obligación de estar sano es la exigencia básica y universal que se impone al sujeto contemporáneo».

Groys siente cierto apego hacia la cosmovisión nietzchiana (de la cual extrae la terminología de «amos y esclavos», «voluntad de poder», «eterno retorno»...), además de las lecturas y matizaciones que de ésta se derivan («lucha de clases»...). Pese a ello, elabora una exposición propia, que salpimenta igualmente, aunque en menor medida, con otros pensadores: Platón, Debord... 

Quizá se le podrían reprochar dos cosas al ensayo. En primer lugar, que su segunda mitad pone el foco, de forma un tanto abrupta, a cuestiones más concretas, olvidándose completamente del planteamiento más generalista inicial. También que los conceptos barajados, aunque acotados, parecen no ajustarse siempre a los contextos en que el autor los aplica.

Sea como fuere, Filosofía de la cura es una obra breve pero enjundiosa, compleja pero asequible, que solamente se ve lastrada por un par de defectos. Sin duda, merece la pena leerla para ver cómo de un planteamiento incial relativamente delimitado se pueden explorar multitud de ideas.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Anthony Giddens: La política del cambio climático


Idioma original
: inglés
Título original: The politics of climate change
Traducción: Francisco Muñoz de Bustillo
Año de publicación: 2009
Valoración: Interesante

Después de leer un ensayo tan vital y optimista como En defensa de la Ilustración, de Steven Pinker, necesitaba aminorar mi estado de euforia; si hay algo en lo que todos los opinólogos del cambio climático coinciden, es que no está la situación – ni estará en un futuro próximo – para echar cohetes.

A pesar de tener ya quince años de antigüedad en el momento de mi lectura, y eso es mucho decir en este tema, el principal aliciente – para mí – de este libro respecto a otros volúmenes que podrían considerados como más o menos similares, es el enfoque político que aborda.

Partamos por el principio; el pensamiento central de la divulgación de Giddens es el que con una absoluta falta de humildad ha bautizado con su propio nombre, la paradoja de Giddens: “como los peligros que representa el calentamiento global no son tangibles […], muchos no harán nada […] al respecto”. Fenómeno del que muchos nos habríamos dado ya cuenta en su momento, pero no nos hemos molestado en bautizar.

Después de plantearnos semejante paradoja, el autor contextualiza: nos explica por encima las causas y orígenes del cambio climático, la crisis del petróleo, el uso del gas natural, etc. Se realiza una revisión somera sobre nuevas posibles fuentes de energía y sus presumibles dificultades de implantación, refiriéndose aquí tanto a las renovables como a las nucleares y termonucleares. 

Trata Giddens de abarcar múltiples visiones del tema, por lo que también da espacio a teorías escépticas pero fundamentadas (nada de negacionismo per se, sino escepticismo lógico), al movimiento verde y su historia, al famoso “desarrollo sostenible” que define como un oxímoron, e incluso a otras visiones más optimistas al estilo laissez faire, déjalo que se curará solo.

Aboga también por el liderazgo de la UE en temas medioambientales (adiós EEUU) y se lamenta de un posible Brexit todavía no producido cuando se escribió este libro.

Posteriormente entramos en lo que más he valorado de este libro; más allá de analizar causas, buscar culpables y/o escandalizar al público (lo cual, desde mi punto de vista, no está de más), Giddens hace un ejercicio de valentía y PROPONE. Es decir, plantea escenarios asumibles con hechos concretos con los cuales el cambio climático pueda neutralizarse.

Las proposiciones del autor son tanto vagas como muy concretas; en cuanto a las más vagas, son fundamentalmente de carácter político: promover la cooperación, pactar más allá de izquierda-derecha, formar a la población sobre el clima, etc. Nada nuevo. Pero veamos las más concretas: aviso de que algunas medidas que razona y argumenta Giddens no son fáciles de asumir por nosotros, occidentales del primer mundo. 

Por ejemplo, desde un punto de vista humanista, el autor aboga por que los países en vías de desarrollo puedan (justifica éticamente este razonamiento) contaminar más, siempre y cuando se den dos supuestos: a) los países más avanzados deben disminuir su nivel de contaminación desde ya y b) esta contaminación debería valer para aumentar el nivel de desarrollo de estos países en crecimiento.

Es decir, adiós protocolo de Kyoto, entre tantas otras cosas. No me digan que no es controvertido.

Otro argumento: debemos dejar de utilizar el PIB como medida de bienestar para pasar a utilizar otros índices en los que sí se vean mejor reflejados el estado medioambiental de nuestro entorno (GPI, ISEW o SSI).

Uno más, más convencional: quien contamina paga. Aquí la sorpresa sería quién y porqué paga (lean el libro).

En fin, una serie de medidas muy interesantes (y más que me dejo en el tintero) que nos harán adoptar una nueva perspectiva sobre un grave problema, lo cual generalmente es el primer paso para encontrar una solución cuando nos encontramos enquistados.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Donatella di Cesare: El complot en el poder

Idioma original: Italiano
Título original: Il complotto al potere
Año de publicación: 2021
Traducción: Francisco Amella Vela
Valoración: Recomendable (sobre todo para interesados)

Los habitualmente llamados conspiranoicos, sus escuelas de pensamiento, sus descabelladas teorías, sus inverosímiles asociaciones o su pose de librepensadores me fascinan. Pero tengo claro que no hay que ridiculizarlos; no más que al ser humano promedio, quiero decir. ¿O acaso creéis que vosotros estás libres de argumentarios falaces, sesgos cognitivos y cámaras de eco? Puede que éstos sean menos pronunciados que los de los conspiranoicos, no lo niego, pero precisamente por eso son tan peligrosos como las manías persecutorias de un pontificador del Nuevo Orden Mundial, las pajas mentales de un terraplanista o los delirios de un negacionista del cambio climático.

La italiana Donatella di Cesare reflexiona, en su ensayo El complot en el poder, sobre muchos temas relacionados con los «complotistas». Lo hace a través de una prosa desprejuiciadamente literaria, repleta de preguntas retóricas y salpicada por apenas un puñado de citas académicas.

Personalmente, creo que al conjunto lo lastran capítulos que se alargan más de la cuenta y ciertas redundancias. Al margen de eso, me parece una obra bastante asequible, preñada de conclusiones a tener en cuenta. 

Entre las múltiples virtudes que he encontrado a este ensayo, destacaría:

  • En ningún momento simplifica los elementos barajados. 
  • No subestima el problema político que supone el «complotismo», sobre todo para la «democracia contemporánea», ni su uso como herramienta que se niega a aceptar el «azar» y fomenta el «maniqueismo».
  • Empatiza con los «complotistas», pues sabe que se sienten «víctimas del caos presente y del futuro angustioso» y necesiran dar sentido a un mundo «ilegible» y a una «historia humana» devenida «enigmática». Asimismo, recrimina a los «anticomplotistas» la reprobación, estigmatización, patologización, ridiculización, deslegitimación y burla a las que los someten, por «ineficaz» y «contraproducente». 
  • Estructura su discurso de tal manera que es fácil seguir su tren de pensamiento, enlazar ideas y localizar argumentaciones previamente abordadas.
  • Describe con precisión los conceptos explorados. Por ejemplo, «complot», «conjura» y «conspiración», que aunque a menudo se usan a modo de sinónimos, pueden llegar a tener implicaciones radicalmente distintas.
  • Tiene pasajes impagables, como ese en que caracteriza a un «agitador» o un «presunto librepensador». Asimismo, me ha encantado su forma de evocar el «resentimiento» o «la archiescena del complot».
  • Su ironía, muy puntual y siempre respuetuosa.
  • Referencia a personajes (Trump, Le Pen...) y fenómenos (QAnon, «la gran sustitución»...) actuales.
  • Menciona a no pocas novelas (Sumisión, El desembarcoEl nombre de la rosa, entre otras).

En fin: El complot en el poder es un ensayo harto interesante. Os lo recomiendo especialmente a aquellos que sintáis fascinación por los «complotistas», a quienes os mofáis de ellos a la ligera sintiéndonos superiores o a los que pensáis que son una minoría inofensiva sin consecuencias políticas.


Otros ensayos sobre la temática conspirativa: Manifiesto conspiracionista

viernes, 31 de marzo de 2023

VV.AA.: Manifiesto conspiracionista

Idioma original:
Francés
Título original: Manifeste conspiracioniste
Traducción: Emilio Ayllón Rull / Julio Monteverde 
Año de publicación: 2022
Valoración: Curioso

Vaya por delante que me parece razonable, incluso sensato, mostrarse escéptico, cuando no abiertamente desconfiado, ante el prójimo; sobre todo si ese prójimo detenta el poder, se oculta tras una institución o justifica su proceder con una ideología. Es por ello que siempre me he sentido cercano a los conspiranoicos. No a los más trasnochados, por supuesto, pero sí a esos que exhiben unas dosis de saludable recelo y misantropía. 

Espero que el resto os mostréis, también, abiertos a las ocurrencias conspiranoicas. O que, al menos, no entorpezcáis las que tienen sentido. Recordad que «El objetivo de la retórica anticonspiracionista es asegurar a los propietarios de este mundo el monopolio de la capacidad de conspirar.» (34) ¡De modo que no os interpongáis entre aquellos que pretenden «reapropiarse del arte de conspirar» y sus, ¿nuestros?, enemigos! (290)

Los autores, varios y anónimos, del Manifiesto conspiracionista pertenecen a la rama de conspiranoicos moderados. Esos que tiran de hilos tangibles y no se montan pajas mentales esquizofrénicas. Esos que, como ellos mismos insinúan en las páginas de este libro, se adscriben en el linaje de pensadores proclives a la sospecha, como por ejemplo Foucault, Hegel, Marx, Nietzsche, Freud o Adorno, entre otros.

La forma de abordar y recibir el COVID les ha alarmado. Aunque sus denuncias se remontan a periodos anteriores, estos últimos años de pandemia son los que más rechazo les producen; años en los que, según afirman, se ha llevado a cabo una campaña de «ingeniería social» y «biocontrol» para someter a los ciudadanos, restringir sus libertades y, encima, volverlos cómplices de lo anterior. (258-259)

Los conspiranoicos del Manifiesto conspiracionista, sin andarse con rodeos, abordan las críticas obvias que uno podría formularles. Por citar una bastante previsible: sí, el mundo es complejo, pero «Un mundo tan hostil como el que se vislumbra no se hace solo. Nos han hecho (…) un mundo a nuestras espaldas. (…) El solo hecho de que haya un mundo y no varios (…) es fruto de un esfuerzo concentrado.» (23)

Admito que los conspiranoicos de Manifiesto conspiracionista no están libres de defectos. Ni ellos en tanto que conspiranoicos ni sus argumentos para serlo. A veces desprenden un tufo a excepcionalismo que tira para atrás, establecen paralelismos algo forzados o mean fuera del tiesto. Sea como fuere, vale la pena leerlos. No sólo porque sueltan reflexiones que, aunque matizables o abiertamente discutibles, son bastante curiosas. También porque la prosa con que las comunican es deliciosamente torrencial y expresiva. Más próxima, en efecto, a la de un manifiesto que a la de un ensayo propiamente dicho. A veces peca de exaltada, cae en redundancias o dilata en exceso los capítulos, pero insisto en que para mí ha sido una gozada paladearla.

Personalmente, me ha encantado el rapapolvo que se lleva la izquierda en este Manifiesto conspiracionista. Yo, que me considero un izquierdista desencantado, aprecio declaraciones tan honestas y lúcidas acerca de la izquierda como las que siguen: 

«Se ha mostrado (…) irracional a fuerza de racionalismo, oscurantista a fuerza de cientifismo, insensible a fuerza de sensiblería, mórbida por higienista, odiosa por filantrópica, contrarrevolucionaria por progresista, estúpida por creerse cultivada y maléfica a fuerza de querer estar del lado del Bien.» (35-36) «De la derecha nunca ha habido nada que esperar, excepto la perpetuación de la injusticia heredada. Pero que, en el fondo, la izquierda ha estado siempre del lado de los vencedores, limitándose a ser su mala consciencia histérica, eso solo había aparecido a la vista de todos, a lo largo de la historia, en destellos que se olvidaban rápidamente. (…) Reactiva, embrollada, peso muerto, la izquierda ha sido siempre contrarrevolucionaria de la manera más eficaz en que podía serlo: pretendiendo “apoyar al movimiento”. Siempre ausente en el momento en que hay que estar ahí, vive solo en el futuro perfecto, para producir los relatos, los conceptos, las justificaciones que explican y ratifican la derrota.» (40)


PD: A los interesados en esto de las conspiraciones, les recomiendo indagar en aquella de la que nos alertaba Thomas Ligotti en La conspiración contra la especie humana. Esa es la verdadera conspiración. También recomiendo el ensayo de Donatella di Cesare, titulado El complot en el poder.

martes, 6 de diciembre de 2022

Byung-Chul Han: Capitalismo y pulsión de muerte

Idioma original:
 Alemán
Título original: Kapitalismus und Todestrieb
Año de publicación: 2019
Traducción: Alberto Ciria
Valoración: Entre recomendable y está bien

Capitalismo y pulsión de muerte recopila catorce artículos escritos por el filósofo Byung-Chul Han. También incluye, a modo de cierre, dos entrevistas realizadas al autor.

Si bien algunos de los textos aquí reunidos me parecen poco logrados, recomiendo su lectura íntegra. Son, como toda la obra del pensador coreano, relativamente asequibles; ayudan a profundizar en las inquietudes y conceptos recurrentes de su pensamiento; y ofrecen reflexiones inéditas en torno a la inmigración o los refugiados. En otras palabras: valen la pena, pese a sus limitaciones.  

Ciertamente, Byung-Chul Han es más certero diagnosticando problemas que aportando soluciones. De hecho, aunque a nivel abstracto suscribo su reivindicación de los valores humanistas, la moral y la razón, esta me parece una estrategia estéril a la hora de combatir con garantías asuntos tan conflictivos como, por ejemplo, la crisis de refugiados. En asuntos de esa índole siempre predominarán los bajos instintos de la naturaleza humana, el poder del dinero, los intereses de la geopolítica y quién sabe si algún siniestro poder fáctico. 

Por otro lado, cuando Byung-Chul Han acierta lo hace a lo grande. A título personal, comparto al cien por cien su apreciación de que el peligro del capitalismo y la ideología neoliberal radica en su capacidad para seducir a las que serán sus víctimas, o en desviar cualquier tipo de crítica social hacia la problematización individual. 

Igualmente coincido con Byung-Chul Han en que la libertad, ese concepto tan fetichizado, tergiversado y sobrevalorado en la actualidad, es un arma de doble filo. Y es que, por ejemplo, «La autoexplotación es más eficaz que la explotación por otros, porque va acompañada de la sensación de libertad. El sujeto del rendimiento se somete a un imperativo libre, que él mismo se ha generado. También la sociedad de control se basa en esta diálectica de la libertad. El autodesvelamiento es más eficaz que ser desvelado por otro, porque viene acompañado de sensación de libertad.»

En resumidas cuentas: este volumen hará las delicias de aquellos que admiramos a Byung-Chul Han. Obviamente, acusa cierta tendencia a repetir ideas. Además, deja entrever que determinados postulados del autor han quedado un tanto obsoletos, o que pecan de cierta ingenuidad. Sin embargo, insisto en que Capitalismo y pulsión de muerte vale la pena.


jueves, 10 de noviembre de 2022

VV.AA.: Capitalipsis

Idioma original: Español
Año de publicación: 2022
Valoración: Está bien

Capitalipsis se abre con "Rick, cruces y serpientes". Dicho prólogo, cuya autoría desconocemos, me ha encantado. Deliberadamente panfletario, presenta a las claras las intenciones de este volumen misceláneo, así como de los materiales que lo componen.

Después tenemos dos textos de Estíbaliz Robles y Rubén Íñiguez Pérez. A modo de breves ensayos y experiencias personales, ahondan en torno al capitalismo, la religión y el trabajo. El que me ha parecido más logrado es el primero, titulado "Vicio".

A continuación encontramos siete cuentos, uno por cada pecado capital. Todos ellos se pueden enmarcar en los géneros de fantasía, ciencia ficción y terror. Abordémoslos:

  • "Banco Sábado", de José Luis Pascual. En el dedicado a la Ira vemos la venganza de un trabajador de un call center. Es breve pero intenso.
  • "Di mi nombre", de Aránzazu Ferrero. Pereza habla de un futbolista en horas bajas, mataderos y estimulantes. Alberga buenas ideas, aunque su estructura es algo reiterativa. 
  • "Ascenso al trono biónico", de Myke Babylon. Soberbia narra la historia de un rey que, viaje en el tiempo mediante, quiere recuperar su trono. Funciona a la perfección como pasatiempo repleto de acción, drama, suspense y vísceras robóticas; no obstante, hubiera preferido un mayor desmadre.
  • "Él, escritor de terror", de Elena Romea. Envidia nos enfrenta a uno de esos juntaletras anquilosados que se creen genios y desprecian a sus compañeras de profesión. Cumple en tanto que parodia sin grandes pretensiones.   
  • "Will Wird y el viaje hacia Escatón", de H. M. Crespo. En la Avaricia, formato, prosa y argumento conspiran para moldear un simpático homenaje a las space opera. Destacaría su voluntad de deconstruir esos protagonistas intergalácticos de la literatura pulp que son (aparentemente) un dechado de virtudes. 
  • "Vaya higos tiene Alpetragio", de Víctor Martín-Pozuelo. La Lujuria es una gamberrada divertida que se vale de la picaresca, la sátira y la espada y brujería para hablarnos de proezas sexuales.
  • "Mr. Dance y la casa", de Román Sanz Mouta. Gula trata de casas encantadas, riqueza obscena y corrupción. 

En resumen: Capitalipsis es una antología harto irregular. No sólo la calidad de su contenido presenta altibajos; también, o esa impresión he tenido yo, su propósito. Y es que la crítica al capitalismo prometida desde el título del libro se enfatiza o desdibuja en según qué apartado te halles. Con todo, el regusto global que dejan los textos aquí agrupados es positivo. 

martes, 9 de agosto de 2022

Reseña + Entrevista: El coste de la desigualdad, de Diego Sánchez Ancochea

Idioma: Inglés
Título original: The Cost of Inequality in Latin America
Año de publicación: 2020
Traducción: Joan Andreano Weyland
Valoración: Recomendable (especialmente para interesados)

Vivimos tiempos terribles. Quizá sueno demasiado catastrofista; dejémoslo en que vivimos tiempos con un margen de mejora inmenso. Algunos se niegan a verlo porque temen afrontar la verdad, porque les conviene o porque están abducidos por una ideología miope. Sí, es cierto que «se ha reducido la pobreza en muchos países y (...) el mundo es más rico que nunca», pero en general (repito: en general) la desigualdad se ensancha a pasos agigantados, la movilidad social se ha estancado, la meritocracia brilla por su ausencia y las oportunidades escasean.

Y todo esto tiene consecuencias nefastas: la restricción de la libertad, la vulneración de los derechos del individuo, la disminución del poder adquisitivo de las clases baja y media, el descontento social, la desconfianza en instituciones y conciudadanos, el incremento de la violencia, el creciente poder e influencia político de las élites económicas, la creación de monopolios y oligopolios, el deterioro de la democracia, la erosión de lo público, los empleos de baja calidad, la carencia de innovación, el incentivo del populismo, etc...

En El coste de la desigualdad, Diego Sánchez Ancochea aborda la problemática que supone la desigualdad. Lo hace con un talante tan serio y riguroso como abierto al activismo y al optimismo. Lo hace, también, reivindicando en el proceso el papel del Estado, la socialdemocracia, los partidos políticos progresistas, los sindicatos y la movilización activa.

Llegados a este punto, dejad que liste varias de las virtudes que he encontrado en este ensayo:

  • Emplea a América Latina a modo de «advertencia» sin por ello desestimar los aciertos de la región. 
  • Ilustra cómo la desigualdad no sólo implica un presente negativo, sino que nos sumerge en círculos viciosos de los que resultará cada vez más difícil salir en el futuro.
  • Entrega soluciones razonables y plausibles, alejadas de la retórica buenista, simplista y «revolucionaria»: redistribución del capital humano y la riqueza, impuestos a las grandes fortunas, medidas macroeconómicas, regulación financiera, políticas ambiciosas, presión desde abajo a los Estados, movimientos sociales, agendas reformistas, deriva hacia un modelo solidario y comunitario, etc...  

Por no alargarme, diré que el libro de Sánchez Ancochea resulta una agradecida aportación al que, a mi juicio, es un debate clave del siglo XXI: el de la desigualdad. Los datos y argumentos que el catedrático baraja en estas páginas son bastante sólidos. Asimismo, las recetas equitativas que ofrece son siempre bienintencionadas y, aunque en ocasiones su implementación práctica cae en el idealismo, a nivel abstracto me parecen loables.

Lástima que, en un clima intelectual tan polarizado como el actual, El coste de la desigualdad pasará probablemente sin pena ni gloria. Y es que este ensayo reforzará las convicciones de aquellos que ya comulgaban previamente con la inquietud igualitaria, pero provocará indiferencia o rechazo a quienes se oponen a ella. En mi caso me ha ayudado a matizar ciertas ideas, incorporar algunas herramientas analíticas y actualizar bibliografía; no obstante, admito que me ha servido para atrincherarme todavía más en la cámara de eco en la que, de por sí, ya me muevo.


***********************


Me he permitido formular unas preguntas a Sánchez Ancochea. Aunque no todas estaban vinculadas con El coste de la desigualdad, él ha tenido a bien de contestarlas. Gracias, Diego. 

ULAD: En tu libro prácticamente nunca abordas la cuestión de la desigualdad desde una óptica filosófica. ¿A qué se debe esta omisión? ¿Recomiendas alguna obra que sí lo haga y pueda complementar tu exposición?

DSA: Es cierto que el debate filosófico (y ético) sobre la desigualdad es fundamental, pero yo no me sentía como la persona más capacitada para resumirlo dado mi formación de economista político y mi concentración en América Latina. Además, a mí me parecía útil mostrar que, con independencia de la posición filosófica y la visión sobre la naturaleza humana que tenga cada cual, hay que preocuparse por la desigualdad porque tiene un impacto muy negativo en áreas importantes como el desarrollo económico o la calidad de la democracia.

Para mí hay dos autores norteamericanos muy útiles a la hora de reflexionar sobre la filosofía de la desigualdad. Una es Elizabeth Anderson de la Universidad de Michigan, que ha insistido en la importancia de ir más allá de la desigualdad de ingreso y pensar también en la valoración tan asimétrica que hacemos de distintas profesiones y distintas contribuciones a la sociedad. Recomiendo leer su artículo "What is the point of equality?" de 1999 (aunque sea un poco largo), o echar un vistazo a un perfil de ella en el New Yorker de Diciembre de 2018. El otro es Michael Sandel, que ha escrito libros útiles en contra de la meritocracia y el libre mercado.

ULAD: En determinado momento comentas escuetamente que «Somos (...) seres éticos y, por ello mismo, deberíamos rechazar la desigualdad excesiva por ser moralmente errónea.» Suscribo al cien por cien esta premisa y aprovecho para pedirte que la desarrolles un poco.

DSA: Un argumento muy popular es que la desigualdad no debería preocuparnos porque es resultado del esfuerzo de cada cual y es necesaria para que la gente trabaje, invierta y sea creativa. Así, la desigualdad se vincula a los incentivos y se la considera un motor del crecimiento y el desarrollo.

Sin embargo, este argumento resulta poco convincente cuando nos encontramos ante niveles de desigualdad muy altos. En sociedades como la chilena donde el 1% más rico de la población recibe un 30% de todo lo que se produce en un año, los incentivos funcionan en la dirección contraria. Los ricos se dedican a proteger sus intereses y el resto de la población sabe que está jugando a un juego en el que nunca ganará.

Pero más allá de ese argumento pienso que no es fácil justificar un mundo donde el precio de un reloj sea equivalente al salario recibido por muchas personas en toda una vida. Un mundo en que alguna gente gaste en un viaje en avión privado más que lo que gastarán miles de personas en viajes durante toda una vida. Me resulta imposible creer que ese tipo de sociedad sea mejor que una que se preocupa por asegurar un buen nivel de vida para toda la población como objetivo prioritario.

ULAD: Si no recuerdo mal, cuando mencionas formas de paliar la desigualdad especificas que rehuyes las soluciones simplistas y «revolucionarias». ¿Podrías explayarte sobre qué quieres decir con este último concepto?

DSA: Estamos en un mundo donde solemos buscar respuestas novedosas y simplistas ante los graves problemas a los que nos enfrentamos. Pensamos que, por ejemplo, las nuevas tecnologías revolucionarán la forma en que vivimos y que pueden resolver todas nuestras dificultades o promovemos nuestras instituciones que nada tienen que ver con las del pasado.

Yo me pregunto, sin embargo, si lo que tenemos que hacer es mejorar lo que ya tenemos, reconociendo que sabemos las soluciones a problemas como la desigualdad desde hace mucho pero no cómo ponerlas en práctica. Así, por ejemplo, me parece que la democracia juega un papel central en la lucha contra la desigualdad, pero tiene que ser una democracia más auténtica y que se apoye en partidos políticos más sólidos y más participativos. Al final, en el libro acabo con un menú de recomendaciones poco novedoso pero, ojalá, inspirador para luchar contra la desigualdad.

ULAD: Según comentas, «cada país debería concentrarse en los elementos del menú de medidas que le resulten más urgentes en función de su trayectoria histórica y su estructura económica e institucional.» ¿Qué países ves con más potencial llamémosle equitativo, y qué países crees que, al contrario, tardarían en adoptar condiciones propicias?

DSA: A pesar de sus problemas, creo que todavía tenemos mucho que aprender de los países escandinavos. Suecia o Finlandia eran bastante desiguales y no particularmente democráticos a finales del siglo XIX (como lo muestra Thomas Piketty en su libro más reciente), pero fueron capaces de crear sociedades igualitarias y con oportunidades para todos durante el último siglo. Dentro de América Latina, Uruguay es un caso interesante y del que los vecinos pueden aprender mucho.

Me temo que, por el contrario, el resto de América Latina se encuentra con grandes dificultades para reducir la desigualdad. Esto es así porque, como trato de mostrar en mi libro, se enfrenta a círculos viciosos (tanto económicos como políticos y sociales) que son difíciles de romper. Y, por desgracia, hay otros países (como Estados Unidos) que cada vez se parecen más América Latina y van a tener muchas dificultades para hacer frente a una desigualdad desbocada.

ULAD: ¿Has leído La envidia igualitaria, de Gonzalo Fernández de la Mora? En caso afirmativo, ¿qué opinas de los planteamientos allá vertidos?

DSA: Me temo que no lo he leído por lo que, quizás, no debería decir nada. ¡Pero no me resisto a hacer un comentario! Existe un argumento muy habitual que mantiene que se promueve la igualdad por envidia y que las políticas igualitarias generan poco dinamismo económico y limitan la innovación. Estos argumentos, sin embargo, no tienen mucho apoyo en la evidencia empírica. Los países escandinavos que antes mencionaba son de los más dinámicos e innovadores del mundo. Los países latinoamericanos (los más desiguales desde hace décadas), en cambio, tienen dificultades para desarrollarse. Y la envidia tiene poco que ver con los debates éticos que mencionábamos anteriormente y con el deseo de crear sociedades centradas en la promoción de todos los seres humanos por encima de todo.

ULAD: He notado cierto optimismo en tu postura. ¿Qué nos dirías a los que en líneas generales compartimos tus inquietudes igualitarias pero sospechamos que jamás las veremos materializarse de manera satisfactoria?

DSA: ¡Yo soy de talante pesimista, así que me alegro que fuera capaz de disimularlo! Entiendo, Oriol, perfectamente tu escepticismo sobre las posibilidades de cambio. Sin embargo, es importante que esas dudas no nos lleven a la parálisis o a creer que todo va a seguir como hasta ahora. Lo cierto es que el cambio social es posible, que en la misma América Latina hay países con niveles de desigualdad bastante distintos y que sabemos lo que hay que hacer. Creo que lo importante es reconocer que el cambio será lento y sólo posible si somos capaces de ir modificando las políticas y la política de forma pragmática y progresiva pero sostenida.

ULAD: ¿Crees que tu mensaje permeará en gente que hasta ahora no lo compraba? ¿Has logrado, a lo largo de tu trayectoria, hacer que alguien cambie significativamente de parecer?

DSA: ¡Esa es una gran pregunta! Yo traté (no sé con cuánto éxito) de escribir un libro ameno pero a la vez basado en evidencia. Traté, además, de traer al debate una región que no siempre se comprende suficiente y de la que hay mucho que aprender. Ojalá eso lleve a algunos lectores y lectoras a reconsiderar sus visiones sobre la desigualdad o, por lo menos, a estar más dispuestos a hablar sobre este problema y a intercambiar ideas y conversaciones con otra gente. Si logro promover algunas conversaciones entre gente que piensa distinto ya habré logrado bastante.

miércoles, 29 de junio de 2022

Gustavo Bueno: Panfleto contra la democracia realmente existente

Idioma original: Español
Año de publicación: 1997-2008
Valoración: Interesante

Panfleto contra la democracia realmente existente es un volumen recopilatorio. Lo ha editado excelsamente Pentalfa. Reúne nueve textos del filósofo español Gustavo Bueno, escritos entre 1997 y 2008. En todos ellos se aborda, desde una perspectiva crítica, el concepto e implementación de lo que se entiende por democracia. 

A mi juicio, las virtudes de estos textos serían las siguientes: 

  • Su prosa. Pese a emplear algún tecnicismo y su tendencia verborreica, es bastante clara. 
  • Sus argumentos. Son inteligentes y están genialmente estructurados, por lo que no resulta complicado entender su desarrollo.
  • Su estimulante sentido del humor. 
  • El debate que genera. Y es que rechaza postulados de, por ejemplo, la escuela trevijanista, que tan de moda está hoy día.

En resumen: Panfleto contra la democracia realmente existente es una de las obras fundamentales de Bueno. Aunque su lectura y comprensión entrañan cierta dificultad, la recomiendo encarecidamente. Incluso sus aportaciones menos agraciadas merecen ser tomadas en consideración; especialmente por aquéllos que nos consideramos demócratas. 

Ah, el autor reflexionó sobre la democracia en más ocasiones. Su libro El fundamentalismo democrático, publicado en 2010, sería una muestra de ello.


También de Gustavo Bueno en ULAD: El mito de la Izquierda / El mito de la Derecha

domingo, 29 de mayo de 2022

Albert Noguera / Jule Goikoetxea: Estallidos


Idioma original: español

Año de publicación: 2021

Valoración: espeso

Perdonaréis, espero, que abra esta reseña con una algo obvia perorata: las opciones políticas de derechas ya disponen de la mayoría de los medios de comunicación. Por pura definición, tienen los recursos económicos para usarlos para sus fines, los resortes adecuados para elegir sus contenidos, y sería falaz exponer ejemplos de su capacidad de sesgo de la opinión pública. Nos quedaríamos sin espacio. Entonces, digamos, a las opciones de izquierdas les quedan los medios independientes, las editoriales alternativas, las redes sociales (bueno, eso se suele creer), aparte de plantarse en medio de la calle y vociferar sobre lo injusto que es todo y recibir un aluvión de aplausos, de gente que luego ya veremos si llega a votarles.

Pero todo ello no deja de resultar ingenuo y casi entrañable. Y hace unos meses le preguntaba a Jorge Herralde por las editoriales de corte militante (Capitán Swing, por ejemplo, era mencionada) y acordábamos que ese perfil resulta adecuado y hasta necesario. Eso, y las asambleas y los tenderetes donde te regalan un pin y te piden la voluntad. Pero lo primero que debería asimilar la izquierda es que no es malo (podría ser incluso un perverso símil troyano) asimilar el deje capitalista e intentar vender su mensaje aunque sea para ejercer un tímido ejercicio de proselitismo, llámese a éste captar adeptos, convencer a quienes dudan, o, triunfo absoluto, hacerse con conversos. 

Porque esa es la triste realidad de los medios: cada uno consulta los afines y los que le dicen lo que le gusta leer y así estamos reforzando convicciones. Mirad,si no, Twitter y las fake news. De ese panorama libros como este (que, aclaro, dudo si va dirigido al público general, yo lo he tomado de la mesa de novedades de mi Biblioteca Municipal) no ayudan precisamente a escapar. Sus autores son politólogos de claras convicciones ideológicas. Terror para el Estado Español: uno tiene su nombre en catalán, la otra en euskera. O sea, Abascal no va a pasearse haciendo ostentación. Cualquier oyente de ciertas emisoras o lector de ciertos periódicos, si llegara a enterarse de su mera existencia, saldría corriendo hacia el otro lado o lo usaría para prender la barbacoa. Casi desde la portada. Yo ni siquiera puedo decir que, alineado con muchos de sus planteamientos, me haya resultado estimulante. Demasiado párrafo interminable. Demasiado polisílabo encadenado y terminología inasequible, mucha mención de autores, supongo, de los círculos afines y, me temo, pocas ganas de romper la barrera. Ya que estamos, una obsesión por ampararlo todo bajo un manto teórico, una argamasa que aglutina los argumentos de siempre sobre el enorme poder de las grandes corporaciones y cómo éste se sitúa por encima del ámbito político, una clara escora hacia lo conspiranoico, algunos ejemplos ya canónicos - la Primavera Árabe, Bolivia, el procés - para acabar un poco en lo de siempre, que es el dominio del poder del rico, liberal, masculino, blanco y heterosexual, como enorme bota que aprisiona a todo lo que es diferente, que lo aprisiona todo aunque de forma desigual e intermitente para que no siempre se note. Ahí me ha parecido que el texto (en realidad, un diálogo entre los dos autores) se salta una premisa importante, que es que las fronteras entre los colectivos son muy difusas. Y que la pertenencia a los colectivos desfavorecidos no es una garantía de nada en el sentido ideológico: hay mujeres machistas, hay muchos cismas internos en el colectivo LGTBIQ, hay una división enorme incluso en cómo responder ante la opresión. No digo que el libro no contenga planteamientos válidos. Pero incluso su propio título parece un clickbait. En realidad hay muy poca concreción y todo se extiende en ámbitos teóricos que ni harán que nadie cambie su posición e incluso han conseguido que quien la comparte se aburra o se hastíe. Una lástima.

domingo, 24 de abril de 2022

Rutu Modan: Túneles

Idioma original: hebreo

Título original: Tunnels

Año de publicación: 2021

Traducción: Ayelez Nirpaz

Valoración: recomendable

Siento estropearle un mito de la infancia a alguien, quizás, pero he de deciros que Indiana Jones no encontró  el Arca de la Alianza... Porque a Indy no se le pueden poner pegas como aporreador de nazis, pero como arqueólogo dejaba bastante que desear; para empezar, no había leído el Antiguo Testamento, porque de lo contrario habría sabido que tan famoso artefacto, de existir aún, no podría estar en Egipto, pues los judíos lo construyeron como receptáculo de las Tablas de la Ley cuando huyeron de aquel país, en su éxodo hacia su Tierra Prometida. Por tanto, lo lógico es que se encontrara oculta en algún lugar del actual Israel o Palestina, dado que desapareció cuando el Templo de Salomón fue destruido por los babilonios  en el... bueno, hace la tira de años. Desde entonces se desconoce el paradero (incluso la propia supervivencia) del Arca, cuyo posible hallazgo, según los flipados "idealistas judíos, anunciaría, por si fuera poco la llegada, al fin, del Mesías, y la primacía del pueblo elegido ( o sea, ellos) sobre el resto de la Humanidad... En fin, ese tipo de cosas...

Para la protagonista de este cómic, Nili Broshy, supone, sin embargo, la posibilidad de recobrar y continuar una etapa feliz de su infancia, la que pasó con su padre, un reputado y muy intuitivo arqueólogo, excavando un túnel junto a un pueblo palestino, en busca del Arca perdi... esto, del Arca. Pero ahora su padre padece demencia senil y su hermano, también arqueólogo, pero que pretende hacer carrera en la Universidad, no está para nada dispuesto a seguirle el juego, así que Nili, siempre junto a su hijo Doctor, acaba reclutando un grupo variopinto de colaboradores, con el objeto de encontrar y proseguir el túnel que había comenzado su padre... aunque se van a encontrar con mayores dificultades que él.


En esta aventura se acabará -acabaremos- encontrando junto a arqueólogos de variado pelaje, coleccionistas de antigüedades, militares israelíes, contrabandistas palestinos e incluso miembros, o aspirantes a serlo, del ISIS... y una vaca, que se me olvidaba. Con tal mezcolanza, que remite claramente a la variedad de gentes existente hoy en día en las sociedades israelí y palestina, es inevitable considerara los túneles de los que habla el título como una metáfora del devenir de ambas comunidades, que parecen avanzar a ciegas, ajenas la una de la otra (no me refiero a los momentos de conflicto abierto, claro), pero digamos que de forma subterránea y también inevitable, no dejan de entre cruzarse y entrar en relación,  como no puede ser de otra manera  cuando se trata de seres humanos  que habitan el mismo rincón del mundo. Ahora bien, si hacemos caso a lo que explica la propia Modan en el epílogo del libro,  tampoco sería éste el principal simbolismo de la historia; lo es, en cambio, el Arca de la Alianza en sí o incluso su búsqueda y no por el mismo concepto de "alianza", en el que reside su fuerza y el de cualquier sociedad humana: la alianza entre gentes con ideas, costumbres y hasta intereses diferentes, pero con un objetivo común.

Pero que nadie se asuste por el posible simbolismo o transcendencia de la trama; ante todo, nos encontramos ante un cómic o novela gráfica muy divertido, que rebosa de ese humor costumbrista y amable que tan bien se le da a esta autora, y dibujado con una gran atención al detalle, en un estilo que podríamos considerar como una evolución de la "línea clara": sigue siendo limpio y colorido, pero algo menos que el de La propiedad, que resultaba más "hergeguiano", por decirlo así... Aquí el trazo está más suelto, más desinhibido, y los personajes muestran más expresividad,  pero sin que por ello el resultado pierda encanto y se les con menos agrado. De hecho, se trata de un libro delicioso, que no puedo por menos que recomendar.

Otros títulos de Rutu Modan reseñados en Un Libro Al Día: Jamilti y otras historias, La propiedad

jueves, 17 de febrero de 2022

Gustavo Bueno: El mito de la Izquierda / El mito de la Derecha

Idioma original: Español
Año de publicación: 2003 / 2008
Valoración: Interesante

Dos de las obras más conocidas, celebradas y polémicas de Gustavo Bueno son El mito de la izquierda (2003) y El mito de la derecha (2008). En ambos ensayos, el filósofo español prueba magistralmente que los términos «izquierda» y «derecha» se usan de forma «vaga, confusa y oscura», por lo que rara vez sirven para describir acertadamente a la realidad. 

A mi juicio, las virtudes de estos textos serían las siguientes: 

  • Su prosa. Pese a algún que otro tecnicismo, es bastante clara. 
  • Sus argumentos. Están tan bien estructurados que son relativamente fáciles de seguir. A fin de cuentas, Bueno establece primero el marco de trabajo (las herramientas que utilizará para su estudio), después procede a desarrollar sus hipótesis, continúa entonces con una demostración de las mismas y finaliza con una crítica del sujeto del estudio.
  • Su humor ocasional. Especialmente ése que asoma cada vez que Bueno habla de las izquierdas y derechas «indefinidas»

En resumen: las obras de Bueno resultan la mar de interesantes, estés o no de acuerdo con las ideas expuestas en ellas. Eso sí, advierto que su lectura y comprensión entrañan cierta dificultad. Si os animáis a abordarlas, recomiendo encarecidamente la edición de 2021 de Pentalfa, tan completa y rigurosa en su contenido como elegante en su presentación.

jueves, 6 de enero de 2022

Wolfgang Harich: ¿Comunismo sin crecimiento?

Idioma original: alemán

Título original: Kommunismus ohne Wachstum? Babeuf und der »Club of Rome«. Sechs Interviews mit Freimut Duve und Briefe an ihn (nada menos)

Año de publicación: 1975

Valoración: Recomendable (solo para interesados)


Uno ya no sabe qué hacer para colocar en estas fechas navideñas algún libro que de verdad conecte con el espíritu propio de la época. En una ocasión fue la reseña de un libro sobre los genocidios más sangrientos del pasado siglo XX, y en este final de año me ha parecido lo más adecuado un ensayo escrito por un comunista ortodoxo de la antigua República Democrática Alemana profundizando en la doctrina clásica, confrontando con las posturas de la socialdemocracia occidental y reivindicando la herencia pre-marxista de Gracchus Babeuf, en contraposición (ojo, quizá solo aparente), con las tesis de Rousseau. Como me gusta decir en estos casos, no hay problema en que usted, amigo lector, con toda la lógica interesado en otro tipo de lecturas, sienta el impulso de abandonar sin miramientos esta reseña: mañana encontrará en ULAD otro título que seguro le atraerá mucho más. Pero antes déjeme precisar un par de cosas.

He dicho ensayo, y este libro no lo es del todo. Efectivamente, Harich (filósofo y periodista de alto nivel de erudición) expone sus ideas en torno al comunismo y otros asuntos conexos que luego indicaré, pero lo hace en un formato poco usual y bastante sorprendente: el libro es una entrevista, una larga charla con Freimut Duve, destacado miembro del SPD (Partido socialdemócrata) en la Alemania Occidental de 1975. Aparte de darle dinamismo y un punto de naturalidad a temas en principio algo rocosos, la fórmula resulta rompedora en el contexto en que se gesta el libro. Recordemos: la actual Alemania estaba dividida en dos países que se miraban con recelo, uno integrado de lleno y a todos los niveles en el mundo occidental, el otro en la órbita soviética. Por medio, la frontera inexpugnable, el Telón de Acero, el muro de Berlin, impermeabilidad absoluta o casi. Por eso la experiencia dialéctica Harich-Duve, plasmada en un libro, constituye una experiencia históricamente destacable.

También he calificado a Harich como comunista ortodoxo. Él mismo reclama este título, pero no todo parece ser tan granítico. De hecho, fue defenestrado por el régimen de Berlin-Este, como tantos otros acusado de revisionismo, y en este mismo libro presenta ideas que a más de uno le habrán parecido heréticas aunque, si lo leemos con atención apreciaremos que siempre intenta imbricarlas en el marxismo pata negra. Pero claro, los tiempos no eran propicios para que nadie innovase demasiado. Y Harich lo hace, aunque desde nuestro siglo XXI nos parezca que de forma muy inofensiva y cargada además de razonamientos hoy interiorizados por la mayoría.

El núcleo del libro gira en torno a la ecología, concepto que ahora tenemos muy asumido y llena sin problema noticiarios y tertulias, pero que en 1975 (con Franco todavía vivo, para hacernos una idea) era una cosa un poquillo rara. Resulta que en esa lejanísima época el Club de Roma, una ONG de carácter científico, había publicado un informe alertando de las consecuencias del deterioro del medio ambiente, el posible agotamiento de combustibles y materias primas, y en definitiva, de los peligros de un crecimiento ilimitado, también en el aspecto demográfico. Harich suscribe en su mayor parte estas tesis y asume la preocupación por el futuro del planeta. Como buen estudioso, desgrana con cierto detalle los peligros que acechan e intenta integrar las soluciones en su ortodoxia marxista asegurando por ejemplo (y argumentando en profundidad) que cualquier solución al respecto solo sería posible en un sistema comunista. 

Pero, al margen de cierta ingenuidad que resulta fácil achacarle con medio siglo de por medio, lo que realmente me interesa es, en primer lugar, cómo Harich tiene la valentía de subirse al carro de la ecología desde el campo pro-soviético, algo que, aunque él insista en que hay científicos y pensadores de esa cuerda que comparten estas ideas, está generalmente muy mal visto desde el Kremlin. Efectivamente, el discurso ecológico, hoy día plenamente asumido por la izquierda, se ve en ese momento histórico como una preocupación pequeño-burguesa utilizada para distraer de la prioridad absoluta de la lucha de clases y, en el terreno más práctico, la guerra entre bloques. Por si fuera poco, el informe al que nos referimos fue elaborado por científicos vinculados al célebre MIT, es decir, plenamente en la órbita occidental, lo que suscita todos los recelos del mundo a los guardianes de las esencias. Pero Harich mantendría sus posiciones contra viento y marea, gracias a lo cual hoy se le considera como el padre del ecosocialismo.

Aún habrá otro motivo de discordia. La alerta del Club de Roma advertía de la inviabilidad de la escalada de crecimiento indefinido iniciada tras la Segunda Guerra mundial, y Harich se pone al frente de la tesis que creo que llama de crecimiento homeostático: hay que mantenerse en torno al crecimiento cero para no dañar más el medio ambiente ni agotar los recursos naturales, aunque ello suponga un cierto sacrificio en el nivel de vida. Algo que también podríamos definir como comunismo ascético. Esto, que nuevamente quiere entroncar con las fuentes originales del marxismo, es una nueva pedrada, y muy potente, para el sistema económico soviético y de sus satélites, así como para los teóricos clásicos, porque pone en cuestión tanto la idea troncal del crecimiento ilimitado hacia la sociedad comunista objetivo como su aplicación práctica, que puso en el núcleo del sistema a la industria pesada. Por tanto, Harich estaba tocando temas muy sensibles, y eso que ni siquiera se habrá imaginado el frenesí de descontrol, contaminación salvaje y explotación brutal de recursos que sus socios estaban ya poniendo en práctica.

Como se puede ver, hablamos de temas quizá algo ásperos, pero puedo asegurar que el formato de charla-entrevista entre dos personajes de alto nivel intelectual convierte el resultado en algo muy interesante, al menos para quien tenga alguna curiosidad sobre el pensamiento político de mediados-finales del siglo XX. Incluso nos proporciona algunos momentos cómicos, como cuando Duve pide a Harich que no se altere tanto, o cuando éste, en una carta posterior dice que ‘por lo menos en tres ocasiones estuve a punto de tirarle a la cabeza todo el manuscrito que tenemos que corregir en común y dar por definitivamente finalizado y fracasado nuestro experimento de diálogo o de entrevista’. Todo un carácter.

Y, ya lo siento, pero al margen de la distancia histórica e ideológica, se me ocurre pensar qué diferencia abismal entre la talla intelectual de estos políticos y algunos a los que veo en las noticias (más bien todos).


jueves, 16 de septiembre de 2021

Yael Tamir: El porqué del nacionalismo

Idioma original: Inglés
Título original: Why Nationalism
Año de publicación: 2019
Traducción: Daniel Esteban Sanzol   
Valoración: Recomendable (especialmente para interesados)

El porqué del nacionalismo es sumamente interesante. Aunque no comparto al cien por cien los diagnósticos expuestos en este ensayo, creo que el pensamiento de su autora, la politóloga Yael Tamir, alberga grandes intuiciones. 

Pero vamos por partes. ¿Cúal es la postura de Tamir con respecto al nacionalismo? Pues bien, ella admite que hay nacionalismos reaccionarios, xenófobos, etnocéntricos o fanáticos, pero también otros de corte liberal, moderados e inclusivos. Es decir: el nacionalismo puede ser una herramienta democrática y modernizadora. Por tanto, los partidos progresistas, socialistas, liberales y democráticos no tendrían que renunciar al enfoque nacional, cediéndoselo así a sus homólogos más extremistas.
 
Afirma Tamir que, en unos tiempos caracterizados por el hiperglobalismo, el nacionalismo mitigará las dinámicas perniciosas del primero. No sólo eso: según la politóloga, el nacionalismo llamémosle beneficioso es contagioso, de modo que además de mejorar las cosas de puertas para adentro, ejercerá su influencia positiva allende sus fronteras y percibirá a otras patrias como preciados aportes a una civilización común.     

En suma, extraigo varias ideas muy valiosas de esta obra (algunas de las cuales cojo, no obstante, con pinzas): 

  • Hay que aprovechar las virtudes del marxismo (la noción de conciencia de clase), el liberalismo o ciertos movimientos sociales, pero criticar al mismo tiempo sus contradicciones y excesos. 
  • Hay que reconocer que la formación de los Estados nación promovió conquistas democráticas importantísimas.
  • Hay que reivindicar la figura del Estado nación (cuya importancia es capital en unos tiempos amenazados por el hiperglobalismo, las crisis migratorias o el cambio climático) en la actualidad, en tanto que mayor fuente de servicios duraderos e intergeneracionales. 
  • Hay que garantizar (e incluso revalorizar) el Estado del bienestar y todo lo público.
  • Hay que trabajar para que el Estado se convierta en patria, un lugar al que nos vinculamos no en virtud de motivos instrumentales, sino debido al afecto y la fortuna, donde los individuos se sienten involucrados en una entidad continua que aviva sus dependencias y responsabilidades mutuas.
  • Hay que celebrar el nacionalismo, cuyas virtudes participativas e igualitarias son deseables, en tanto que fuerza con capacidad aglutinante y emancipadora.
  • Hay que abordar con diplomacia varias problemáticas contemporáneas: las consecuencias del neoliberalismo salvaje, el «largo periplo global» de las élites, la indignación de las masas provocada por su desamparo y la creciente desigualdad, las ínfulas separatistas de ciertas regiones... 
  • Hay que primar la igualdad, incluso cuando ésta pueda socavar en parte lo que algunos entienden por libertad. En ese sentido, hay que restar justicia a actitudes como la defensa del librecambismo o la libertad de tránsito, para sumársela a metas como la lucha contra la pobreza y la superación de las brechas sociales y económicas. 

Llegados a este punto, me gustaría remarcar que el contenido de El porqué del nacionalismo no me parece intachable. Sin ser yo sospechoso de comulgar con la ideología liberal, creo que es a través de ella desde donde se podría criticar con mayor provecho el discurso de Tamir. Por no hablar de que otra pega a formular al discurso de la autora sería la siguiente: ¿acaso refugiarse en el tribalismo (sea éste excluyente o no, beneficioso o no) no ha sido lo que siempre se ha hecho en tiempos difíciles? ¿De veras eso da resultados positivos? 

sábado, 8 de mayo de 2021

Gonzalo Fernández de la Mora: La envidia igualitaria

Idioma original: Español
Año de publicación: 1984
Valoración: Interesante


Gonzalo Fernández de la Mora (1924-2002) es uno de esos intelectuales españoles cuyo pensamiento resulta algo antipático para el público general. A fin de cuentas, el proyecto cultural y político por el que abogaba, de claro sesgo conservador, se distancia de las democracias liberales. Las cuales, a su juicio, están repletas de fracasos y limitaciones, tanto en la práctica como en la teoría. Y ya se sabe que, hoy día, cuestionar a la democracia, sea de forma legítima o no, sale caro. 

En unos tiempos tan radicalizados como los que vivimos, a muchos les gustaría que un servidor, un joven de sensibilidad izquierdista, dijera que Gonzalo Fernández de la Mora (GFM en adelante) es un facha cuyo discurso ha quedado completamente desfasado y no tiene nada aprovechable. Por desgracia para ellos, eso sería faltar a la verdad. 

De hecho, debo admitir que ahora que las conozco (que las conozco sin distorsiones académicas o mediáticas), las ideas de GFM me suscitan bastante respeto. Con esto no quiero decir que coincidamos al cien por cien; nada más lejos de la realidad. Pero el autor, igual que yo, rechazaba tajantemente la partitocracia de nuestro país y se negaba a conformarse con la Constitución del 78. Ya me gustaría que gente de mi propia cuerda opinara así. 

También me parecen correctas, e incluso preclaras, gran parte de las reflexiones desplegadas en las 260 páginas de La envidia igualitaria. GFM arremete en este ensayo contra la envidia (sentimiento universal al que todos somos proclives) y el igualitarismo (doctrina política y social que, según él, nace de la envidia). 

De las muchas virtudes que le he encontrado a esta obra, destacaría las siguientes: 

  • Está redactada con amenidad pero, al mismo tiempo, derrocha erudición. 
  • Casi medio siglo después sigue vigente. En determinados pasajes, incluso, devino profética.
  • Intenta alejarse, mal que bien, de la ideología. Para ello, se apoya en razonamientos lógicos y datos.
  • Se muestra rotunda al desplegar sus tesis sin caer jamás en el dogmatismo.
  • Delimita con suma precisión los conceptos abordados y los afianza a través de toda clase de fuentes y citas.  
  • Su estructura gradual y escalonada ayuda a que las ideas tratadas calen perfectamente. 
  • Ilustra sus nociones más abstractas mediante ejemplos, metáforas o paralelismos históricos.
  • No se conforma con problematizar la envidia y el igualitarismo, sino que ofrece alternativas y soluciones constructivas.
  • En ocasiones logró que mis convicciones democráticas e igualitarias se tambalearan un poquito. Y creedme cuando os digo que esto tiene mucho mérito.

¿Qué pegas le pondría? 

  • Su manera de exponer la información es tan exhaustiva que puede antojarse algo repetitiva. 
  • Parte de premisas cuanto menos cuestionables. Si te adhieres, como es mi caso, a escuelas filosóficas vinculadas con el pesimismo, la supervivencia y el perfeccionamiento de la especie no te parecen, ni de lejos, imperativos morales, ni tienes la impresión de que el ser humano esté motivado por instinto de realización alguno. Tampoco me convencen ni su claudicación biologicista ni sus alabanzas a la especialización vocacional. 
  • Sus conclusiones no tienen el mismo rigor que sus diagnósticos, aunque hay que admitir que, dentro de lo que cabe, surgen gracias a un proceso de deducción. 
  • Critica al comunismo por depender de hombres genéricos pero su paradigma hace precisamente eso, depender de un molde de hombre determinado (de una minoría egregia y una masa satisfecha con el "statu quo").
  • Suelta unos cuantos comentarios lamentables. Por ejemplo, que la homosexualidad es una deficiencia funcional hereditaria, que hay poblaciones mentalmente inferiores (refiriéndose a los negros) o que «lo que la mujer superior admira más en el varón es el talento».
  • Tiene tics castizos involuntariamente cómicos. Por ejemplo, traducir los nombres de personajes históricos (Renato Descartes, Manuel Kant, Federico Nietzsche...).

Listemos ahora varios desacuerdos que tengo con GFM. No haré mucho hincapié en ellos, empero, ya que mis limitadas capacidades culturales y retóricas no me permitirían rebatirlos de forma convincente. Algunos de estos desacuerdos, de hecho, los tengo sólo intuitivamente.

  • Acelerar la Historia no tiene por qué ser positivo. La Modernidad colapsó, precisamente, por esa confianza ciega en el progreso y, aunque éste nos ha garantizado un gran confort, hay que sopesar si merece la pena perseguirlo en la actualidad, especialmente en determinados sectores.
  • El modelo norteamericano no me parece, ni de lejos, deseable, si bien admito que tiene sus puntos fuertes.
  • La emulación es beneficiosa sólo dependiendo del contexto. Y para nada la considero la actitud que solventará todos los contratiempos de la Humanidad y empujará a la especie hacia cotas insospechadas. 
  • El instinto de realización del individuo no es intrínseco a nuestra naturaleza. Para colmo, es un arma de doble filo, algo de lo que hay desconfiar. Y es muy fácil de instrumentalizar, por cierto.
  • Los "self made man" no son tal. Alguien que dota a la genética de una importancia capital debería saberlo.
  • Si el liberalismo excusa la desigualdad alegando que se pueden dar casos de movilidad social bajo su paraguas, GFM asume que ésta no sólo es inevitable, sino que es deseable. Es decir, GFM no sólo justifica la desigualdad, como los liberales, sino que la legitima y propugna la perpetuación de la misma. Lo cual es, a mi entender, algo escalofriante, por más que su desigualdad ideal, al basarse casi exclusivamente en la meritocracia, sea más justa que la de la actualidad. 
  • La meritocracia defendida por GFM sigue presentando problemas, igual que lo hace la de hoy día. Pero bueno, el autor los asume hasta cierto punto.  

En fin: pese a las discrepancias de fondo que tengamos con La envidia igualitaria, y aunque ciertas declaraciones de su autor puedan atragantársenos un poco, recomiendo la lectura de esta obra. Especialmente a muchos tuiteros: a aquéllos cuyo único argumento ante la crítica de alguien relevante (Felipe VI, Amancio Ortega, Florentino Pérez, Pablo Motos...) es que le tienes envidia, cuando en realidad lo que te mueve es la indignación, y a aquéllos que defienden el igualitarismo y la justicia social hasta sus últimas consecuencias, sin tener en cuenta sus ramificaciones menos fotogénicas.