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lunes, 24 de abril de 2017

Octavio Paz: Apariencia desnuda

Idioma original: español
Año de publicación: 1.973
Valoración: Recomendable (aunque con un poquillo de paciencia)

Decididamente, en este blog tenemos un problema con la poesía. Octavio Paz, Nobel de Literatura en 1.990, es universalmente conocido como poeta, por encima de otros géneros que también ha cultivado. Pues bueno, las dos reseñas anteriores sobre el autor mexicano fueron ‘El laberinto de la soledad’ y ‘Traducción: literatura y literalidad’ (ver enlaces abajo) , es decir, dos ensayos. Y como a la tercera va la vencida, esta nueva reseña será también sobre un ensayo, este ‘Apariencia desnuda’ que, como indica su subtítulo, se dedica a estudiar la obra de Marcel Duchamp, artista plástico en sentido amplio.

Duchamp fue uno de los artistas más sobresalientes de las primeras décadas del siglo XX, un tipo inquieto, agitador y decidido a explorar los límites del arte. En el volcánico mundo cultural de la época, Duchamp era el perejil de todas las salsas: va picoteando por Dadá, el fauvismo, el cubismo y el surrealismo, sin terminar de pertenecer del todo a estos movimientos, de los que absorbe cosas y a los que aporta otras; se mueve en el ámbito de los marchantes y las galerías, explora la óptica mediante inventos propios, y transita entre las artes plásticas y la literatura, entre lo visual y lo verbal. Bueno, y se dedica durante años al ajedrez (donde no parece que llegara a brillar demasiado).

Octavio Paz –por lo demás, ensayista prolífico y apasionado del arte- no se anda por las ramas presentándonos la figura del creador francés: despacha cuatro generalidades en unas pocas líneas y se mete de lleno a la tarea de desentrañar unas pocas de sus obras más representativas. Como aperitivo, hace un análisis somero del ‘Desnudo bajando una escalera’, pintura de ecos cubistas en la que se intenta fijar el movimiento desde una perspectiva algo inusual, y los famosos ready-mades, objetos corrientes que se presentan sin transformación como obras artísticas, en actitud desmitificadora y en clara rebeldía contra las ideas establecidas.

Pero a donde de verdad quiere ir a parar don Octavio es a dos de las obras más singulares de Duchamp: la llamada Gran Vidrio (‘Novia desnudada por sus solteros, incluso…’, ésta de aquí al lado) y la instalación conocida como el Ensamblaje (‘Dados 1º La Cascada 2º El Gas del Alumbrado’). El análisis de Paz es pormenorizado hasta el último detalle, exhaustivo, absoluto. Ni siquiera voy a intentar reproducir o sintetizar las ideas que plantea a lo largo de unas 180 páginas (como el 90% del libro) en torno a dos únicas obras. Se puede suponer la inmensa gama de hipótesis y razonamientos que despliega el autor, siempre apoyados en fuentes históricas, mitológicas o filosóficas, no sé, desde el mito de Diana y Acteón hasta la poesía provenzal de la Edad Media, o los distintos significados de la diosa Kali.

Como me resultan más atrayentes las claves generales del arte de Duchamp que la comprensión de aspectos concretos de su obra, me parece especialmente interesante el análisis sobre la interacción entre lo plástico y lo verbal. Duchamp no representa imágenes, sino relaciones, ideas y signos; o más bien las propone. La obra se convierte así en una especie de lenguaje cifrado, siempre empapado de ironía y en el que ninguna interpretación es necesariamente correcta o errónea. Octavio Paz señala la influencia de Raymond Roussel, tanto en Marcel como en algunos otros de su círculo (Picabia, Man Ray), no sólo en su peculiar método creativo, sino también en la utilización ¿casual? ¿cínica? ¿cachonda? del lenguaje. Y, modestamente, yo añadiría que algo de las disparatadas instalaciones de ‘Impresiones de África’ o 'Locus Solus' también ronda entre las obras de Duchamp.

Partiendo de las dos cajas de apuntes y documentos que el artista francés reunió en torno a las obras indicadas, Octavio Paz despliega los amplísimos planteamientos, de alcance a veces mareante, que he señalado antes. Parece ser que el propio Duchamp llegó a leer al menos parte del trabajo de Paz, y vino a decir que de todo lo que se decía en él, no sabía absolutamente nada. Pero tampoco nos fiemos. Parece ser que esta actitud de aparente indiferencia era típica de Marcel y, aunque puede que el autor mexicano se quedase un poquillo cortado ante la afirmación, seguro que Duchamp escondía menos de lo que decía. Pero, claro, el enigma de la obra inacabada y aún no desentrañada no podía echarse a perder por un ensayo brillante.

No voy a ocultar que el libro es sumamente denso y no da respiro, ninguna concesión al lector no interesado (muy interesado) en la materia. Pero si alguna vez quieren ustedes saber cuántas cosas inteligentes se pueden decir sobre algunas de las obras plásticas más crípticas de los últimos cien años, no tienen más que echarle algo de paciencia y leerlo con calma.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Semana de literatura mexicana: Octavio Paz: El laberinto de la soledad

Idioma original: español
Año de publicación: 1950
Valoración: Muy recomendable

Qué mejor forma de terminar esta serie sobre literatura mexicana que con El laberinto de la soledad de Octavio Paz, poeta, ensayista, traductor, premio Nobel de literatura en 1990, antecesor del boom y uno de los escritores que más reflexionó sobre la propia identidad mexicana.

El laberinto de la soledad, el primer ensayo del autor, se gestó durante una estancia en Estados Unidos (como reconoce el autor en el primer capítulo) y es un análisis muy personal de la esencia y la historia mexicanas, sorprendente a veces y siempre sugerente, de algunos de los núcleos fundamentales de la "mexicanidad", como su carácter cerrado (que contrasta, creo, con la imagen que los extranjeros solemos tener de ellos); su hibridez y su gusto por las formas y las formalidades; su relación cercana y casi amorosa con la muerte o su afición a la fiesta como escape del propio yo. En esta obra se plasma la idea del origen mestizo de lo auténticamente mexicano: la mezcla de dos razas que comenzó con una violación, la de Malinche, la india violada por los colonizadores españoles: la "Chingada" de tantas expresiones típicamente mexicanas. México es, por tanto, un país dual y siempre enmascarado; imposible de abarcar y de conocer, incluso para los propios mexicanos.

Octavio Paz es crítico con los mexicanos y con su Revolución (recordemos que la obra fue escrita en 1950, es decir, en medio del larguísimo dominio del PRI). Critica, por ejemplo, que adopten el lenguaje y los símbolos de la democracia y la libertad, para esconder realidades que no tienen nada ni de libres ni de democráticas; se muestra también alejado de su virilidad agresiva y machista, y el papel pasivo y secundario a que reduce a las mujeres. En la comparación con los estadounidenses, siempre expansivos y confiantes en la bondad de sus ideales, los mexicanos aparecen escépticos y reservados, aunque ambas actitudes, afirma Octavio Paz, son igualmente insuficientes.

Da la impresión de que este libro, que ya fue revisitado por su autor en 1975 en forma de entrevista titulada "Vuelta a El laberinto de la soledad", necesitaría ahora, más de siglo después, una actualización profunda: el México del siglo XXI parece haber superado ya los debates sobre la "mexicanidad" y haberse perdido en otros laberintos diferentes, menos metafísicos y más pragmáticos. La voz de Octavio Paz seguro que habría tenido algo que decir al respecto.

También de Octavio Paz en UnLibroAlDíaTraducción: literatura y literalidad

sábado, 12 de mayo de 2012

Octavio Paz: Traducción: literatura y literalidad

Idioma original: español
Año de publicación: 1990
Valoración: muy recomendable

Ya nos vale: esta es la primera reseña que publicamos de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990 y, curiosamente, ni siquiera va a ser de su obra poética (sin duda, su vertiente creativa más representativa, a pesar de que su obra ensayística sea incluso más vasta que la primera).

Traducción: literatura y literalidad es un ensayo sobre la traducción de poesía no solo sagaz e intuitivo, sino también, a mi modo de ver, rompedor en muchos aspectos. Paz se atreve a desmontar algunos de los mitos y tabúes que planean sobre la traducción de poesía, pero sus afirmaciones no son osadas: están bien argumentadas, son convincentes y surgen de su propia experiencia como poeta-traductor. De hecho, en la segunda parte Octavio Paz nos presenta sus propias traducciones de poemas de Donne, Mallarmé, Apollinaire y cummings para ilustrar sus aseveraciones anteriores.

Como digo, en Traducción: literatura y literalidad encontramos declaraciones lapidarias. Siempre se ha dicho que solo los poetas pueden traducir poesía, ¿verdad? Desde luego, yo siempre lo había oído (y me revolvía internamente contra semejante afirmación). Y, por supuesto, el poeta-traductor tenía que ser de igual talla al poeta traducido. Pues bien, he aquí la opinión que Paz tiene a este respecto:

En teoría, sólo los poetas deberían traducir poesía; en la realidad, pocas veces los poetas son buenos traductores. No lo son porque casi siempre usan el poema ajeno como un punto de partida para escribir su poema. El buen traductor se mueve en una dirección contraria: su punto de llegada es un poema análogo, ya que no idéntico, al poema original. No se aparta del poema sino para seguirlo más de cerca (…). La razón de la incapacidad de muchos poetas para traducir poesía no es de orden puramente psicológico, aunque la egolatría tenga su parte, sino funcional: la traducción poética, según me propongo mostrar en seguida, es una operación análoga a la creación poética, solo que se despliega en sentido inverso (sic).

Efectivamente, Paz concibe la traducción de poesía como un acto de creación y no de mímesis. El traductor no parte del "lenguaje en movimiento, materia prima del poeta", sino del lenguaje que el poeta ha fijado en el poema. La traducción de poesía no busca, o no debería buscar, reproducir "lo mismo", sino, como expresó Paul Valéry, "reproducir con medios distintos efectos análogos".

Para mí, como traductora profana en la materia de la traducción de poesía, este ensayo ha resultado esclarecedor. Pero es muy recomendable para todo aquel que, después de leer esta reseña —tenga o no interés en la traducción— vea tambalearse los pilares de sus concepciones respecto de esta actividad que no nos es ajena a nadie.

Al fin y al cabo, seamos o no conscientes de ello normalmente, como apuntaba en una anterior reseña-reflexión sobre la traducción, todos somos lectores de traducciones.

También de Octavio Paz en UnLibroAlDíaEl laberinto de la soledad

miércoles, 26 de febrero de 2014

Elena Garro: Los recuerdos del porvenir

Idioma original: español
Año de publicación: 1963
Valoración: Muy recomendable

Elena Garro está considerada como una de las escritoras mexicanas más importantes del siglo XX; hay quien dice que es la segunda mejor escritora mexicana después de Sor Juana Inés. Sin embargo, su figura ha quedado a la sombra del que fue su marido durante veinte años, Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990. No se trata, claro, de venir ahora a quitar valor a la obra de Octavio Paz (ni sería posible) pero sí de rescatar y recomendar una novela que está a la altura de todas las escritas sobre la revolución mexicana -excepción hecha de Pedro Páramo, que es mucho más que una novela sobre la revolución mexicana.

Los recuerdos del porvenir se sitúa efectivamente durante la "revolución de los cristeros", que se desarrolló entre 1926 y 1929 a consecuencia de una legislación que prohibía, o limitaba muy duramente, la libertad de culto, al menos en público. La acción transcurre en Ixtepec, un pueblo del sur de México, ocupado por un grupo de militrares que ejercen un poder absoluto, abusivo y arbitrario sobre el conjunto de la población. Uno de ellos, el general Rosas, será el motor de la trama al enamorarse perdidamente (en la primera parte de la novela) de la bella y esquiva Julia, y al enamorar contra su voluntad (en la segunda) a la sensible e inteligente Isabel.

La novela comienza con un artificio técnico (algo artificial, hay que decirlo) que sin embargo es significativo: la historia es narrada por el propio pueblo de Ixtepec; no por el pueblo como conjunto de personas, sino por el pueblo como espacio, como comunidad histórica, como entidad colectiva. Se establece así una distancia entre el "nosotros" (los de Ixtepec) y los de fuera (los militares, incapaces de asimilarse o comprender la esencia del pueblo). Esta oposición es en cierto modo una réplica a la historia oficial de la revolución mexicana, en la que los militares revolucionarios serían, precisamente, los representantes del pueblo.

Más allá de su vertiente histórica o política, Los recuerdos del porvenir es una novela con una importante carga mítica (así lo ha reconocido la crítica de forma casi unánime), y quizás no sea casual que Elena Garro fuera autora dramática antes que novelista, ya que la novela tiene, en cada una de sus dos partes, la estructura propia de una tragedia, con sus héroes -y heroínas- atrapados por un destino que se les impone. Así, la acción transcurre en un tiempo casi inmóvil (de hecho, el tiempo se detiene en varios momentos de la novela) y los personajes femeninos clásicos o míticos (la belleza de Elena de Troya, la resuelta independencia de Antígona, la traición de la Malinche) prestan a la novela su intensidad y su universalidad.

Se ha catalogado Los recuerdos del porvenir como un antecedente del realismo mágico (porque, aunque publicada en 1963, de hecho estaba escrita desde bastante antes, a comienzos de los años 50); algo hay de ello, pero no creo que la presencia de lo sobrenatural en el texto sea ni tan relevante ni tan clara como en las obras posteriores de Rulfo o García Márquez. De hecho, los capítulos que más firmemente se quedan grabados en la memoria no tienen nada de sobrenatural: me refiero, por ejemplo, a la noche de tensa calma en la que Felipe Hurtado espera estoicamente ser ajusticiado por Rosas; o la magistral escena de la fiesta, ya en la segunda parte, en la que sus invitados son condenados, nuevamente por Rosas, a beber, comer y bailar indefinidamente hasta caer desfallecidos o muertos.

Tengo la impresión, como lector, de que esta novela son en realidad dos novelas entrelazadas: de que la primera parte podría, con algunas modificaciones, subsistir por sí sola, y sería, quizás, una novela aún más redonda. La segunda parte añade paralelismos y oposiciones interesantes, pero pierde también algo de intensidad y se dispersa en algunas tramas secundarias menos interesantes. En cualquier caso, no es posible (no será posible ya para mí, al menos) hablar de novela de la revolución mexicana sin incluir, entre sus ejemplos más señeros, esta novela.

viernes, 21 de marzo de 2025

Padres de libro: La cabeza de mi padre de Alma Delia Murillo

Idioma original: Español

Año de publicación: 2022

Valoración: Recomendable

De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 de INEGI (1), alrededor del 29 % de los hogares en México son dirigidos por una mujer. Según diversas encuestas (por ejemplo, la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (2), ENADID, o la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (3), ENOE), entre 70 % y 80 % de los hogares monoparentales en México están encabezados por mujeres. Esto significa que, dentro de los hogares monoparentales, la gran mayoría son “hogares sin padre”. Las razones son diversas: abandono de hogar, divorcio, migración laborar, muerte. Sin embargo, desde el punto de vista de un niño, tal vez eso no importe mucho, simplemente no tiene padre (en México, la expresión “no tener madre” significa ser un sinverguenza, haciendo alusión a que no tuviste quién te disciplinara adecuadamente).

En “El laberinto de la soledad”, Octavio Paz teoriza sobre los orígenes de la falta de una paternidad bien cimentada en los mexicanos, relacionándola con la historia de la Conquista y el mestizaje, lo cual genera en el mexicano una sensación de orfandad simbólica que se proyecta en la vida individual y social. Ésta es una clara exageración, pero, así como las telenovelas, este tipo de discursos les sirven a los mexicanos para revolcarse en los lodos de la ausencia de afecto paterno.

La obra magna de la literatura mexicana, Pedro Páramo, no pudo haber sido concebida sin las condiciones antes mencionadas. Así como un largo corpus de literatura de la orfandad, en general, y de la falta del padre, en particular. He aquí “La cabeza de mi padre”.

Ahora, ¿de qué trata la novela aquí reseñada? A riesgo de sonar redundante, trata de una mujer que busca a su padre. Literal y metafóricamente. Recurriendo a la autoficción, Murillo nos narra su personal viaje “rulfiano” a la caza de su padre. Nos cuenta sus motivaciones, obsesiones, frustraciones, traumas, complejos, etc., al tiempo que hace sus propias reflexiones sobre su media orfandad, tratando diversos temas relacionados, como el machismo, la violencia, el abandono, etc.

Podría parecer que ya está todo dicho al respecto y que, basándonos en las estadísticas mencionadas, es un problema tan poco excepcional que una historia más no haría ninguna diferencia. Sin embargo, este viaje se narra desde una total vulnerabilidad y honestidad, exponiendo con lujo de detalles las heridas acumuladas a lo largo de 40 años.

Lo que a veces puede descolocar un poco es la exagerada hiperbolización de la imagen del padre perdido, como si los humanos, en la mayor parte de las ocasiones, no actuáramos movidos por las más triviales motivaciones. Además, por ratos, las reflexiones que Murillo hace en diversos temas, tanto filosóficos como políticos, pueden llegar a ser un poco superficiales e ingenuas. Sin embargo, estas carencias no opacan la fuerza emocional ni la honestidad de la narración, si acaso lo hacen más humana. Una novela recomendada para sumergirse en la intimidad de una búsqueda vital.


1.  Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2020). Censo de Población y Vivienda 2020. INEGI.

2. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2018). Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018. INEGI.

3. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2021a). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). INEGI.


martes, 27 de abril de 2021

Joyce Carol Oates: Del boxeo

Idioma original: inglés

Título original: On boxing

Traducción: José Arconada

Año de publicación: 1987

Valoración: Muy interesante


Si digo que mi primer Murakami fue De qué hablo cuando hablo de correr (o sea, nada de novela), y que mi primer –y único- Octavio Paz no fue un poemario sino un ensayo sobre arte (Apariencia desnuda), sorprenderá menos que mi primer Oates haya sido un libro sobre boxeo. Por lo visto, Joyce Carol Oates, con una buena lista de títulos reseñados en este blog (ver abajo), heredó de su padre la afición por el boxeo, algo bastante infrecuente en una chica, y parece que la ha mantenido incluso más allá de la publicación de este libro (1987) porque, por lo que he visto, hay alusiones a este deporte en algunas de sus muchas novelas.

Siempre que se habla del boxeo (algo a lo que he llamado deporte, pero entiendo que haya quien no trague con ello) surgen posiciones más o menos airadas, calificándolo de brutalidad, salvajada, apología del machismo, y cosas así. Creo que hoy en día hay realmente muy pocos aficionados, la mayoría entusiastas, eso sí, pero es algo que, salvo en círculos muy reducidos, parece llamado a la irrelevancia social si no a su extinción. Por eso creo que este es un libro muy oportuno, quizá no tanto para reivindicar eso que se llamó el noble arte, pero sí para encontrarle otras perspectivas más allá de tópicos y simplificaciones.

No encontraremos aquí ni una palabra de técnica boxística, algo que seguramente a casi nadie interesa ya, aunque estoy seguro que la autora conoce con detalle. Tampoco nada, o casi, en torno a la leyenda negra, o mejor diríamos la realidad negra de ese backstage siniestro que todos tenemos más o menos interiorizado: corrupción, promotores de avaricia insaciable, manejos de los bajos fondos, dopaje, tongos. A la autora no parecen interesarle estas cuestiones, que deja de lado por demasiado conocidas o voluntariamente ignoradas. Se adentra sin embargo en otros aspectos más complejos y mucho más interesantes.

Al margen de que hablemos o no de un deporte (que doña Joyce más bien parece concluir que no), lo deslinda claramente de otras disciplinas que de alguna manera recrean las emociones de los juegos infantiles. Aquí no existe esa evocación lúdica sino el reflejo de un impulso homicida primario, una forma de lucha por la supervivencia que no solo se manifiesta en los púgiles sino que se extiende al público que vocifera alentando el castigo. El boxeo es también un ritual con sus formalidades litúrgicas (el desprenderse del batín, el ring con sus doce cuerdas, los saludos, el lanzamiento de la toalla) y una recreación de la pugna por el dominio de la manada. En este sentido, es incontestable su carga sexista, por mucho que en tiempos recientes haya quien corriese a reivindicar el boxeo femenino.

Se detiene también Oates en algo bien conocido, como es la baja extracción social de los boxeadores, al menos desde principios del siglo XX. Es casi un tópico pensar en el púgil de barrio desfavorecido, un chaval (en EE.UU. casi siempre de etnias marginadas) quizá enredado en la delincuencia, con una familia desestructurada, que busca salir del pozo a la vez que descarga su ira en el cuadrilátero. Pero lo analiza la autora, como casi todo en el libro, desde una perspectiva bastante diferente y mucho más profunda: la rabia del joven castigado por la vida puede ser lo que le empuja a pelear, pero la furia es un desperdicio de energía, poco aconsejable para un buen boxeador si no se canaliza correctamente mediante la técnica y la estrategia. El boxeo viene así a ser la formulación civilizada de esa violencia latente (o no tan latente), su sometimiento a reglas y a la autoridad superior de un árbitro. No es por tanto una metáfora de la vida, como tantas veces podemos escuchar. Es algo distinto de cualquier otra actividad, que aglutina aspectos de muchas de ellas y tiene sus propios parámetros.

Pero no solo se extiende Oates en los aspectos sociológicos o antropológicos de tan singular actividad. Con numerosos testimonios de protagonistas y referencias a combates clásicos, profundiza por ejemplo en la capacidad de sufrimiento, la facultad de encajar sin ser vencido como arma fundamental para esperar el momento preciso de un ataque definitivo. Y en relación con el sufrimiento, no podía faltar una profunda reflexión en torno a la muerte como posible desenlace, no teórico, sino dramáticamente real. Cualquier aficionado al boxeo, por mucho entusiasmo que lleve consigo, tiene siempre un momento de duda al plantearse que uno de los contendientes puede perder la vida. Es lo que sitúa al boxeo siempre alrededor del límite de lo civilizado, de lo humanamente admisible, a veces ligeramente dentro y otras clamorosamente fuera, y la autora tampoco deja de cuestionarse con crudeza este dilema.

Se podrá decir que todo esto es filosofar sobre algo muy obvio, que no merece la pena darle tantas vueltas y buscarle tanto contenido a una cosa tan bestia, que esto es una animalada y que debería estar prohibido y chispún. Bien, es una opinión respetable, pero si uno no está en un planteamiento tan irreductible, tiene alguna curiosidad por lo que ocurre entre esas doce cuerdas y por cómo se puede reflexionar sobre ello con mucho sentido y expresarlo con rigor e inteligencia, el libro me parece una opción muy válida. 

Otras obras de Joyce Carol Oates en ULAD (tranquilos, ninguna sobre boxeo): aquí

martes, 6 de diciembre de 2011

Roberto Bolaño: La literatura nazi en América

Idioma original: español
Año de publicación: 1996
Valoración: recomendable

Roberto Bolaño era un gamberro, un gran bromista. Se nota en su manera de escribir, en sus novelas, en sus relatos, en sus discursos. De puro bromista, hasta hizo la broma de morirse antes de tiempo, con solo 50 años, y el truco de magia de convertirse en un clásico contemporáneo mundial en menos de diez años desde su muerte. Y esta obra, esta Literatura nazi en América, es eso: la obra de un bromista con estilo.

Se podría calificar la obra de borgiana, si no fuera porque probablemente a Borges le habría dado vergüenza que le relacionaran con esta obra. Es también prima hermana de El gabinete de un aficionado, de Perec (otro gran bromista, por cierto), porque si aquella "novela" está compuesta por una lista de cuadros apenas comentados, esta otra "novela" está formada por biografías de escritores ficticios de extrema derecha (fascistas, filonazis, racistas, antisemitas...) norte- y sudamericanos.

Seguro que, leída con calma, esta obra tiene más gracia de la que parece, porque varias de las biografías se entrecruzan, se hace referencia a las mismas publicaciones periódicas (sobre todo, a El Cuarto Reich, supuesta revista argentina) y se mezclan personajes imaginados con otros reales como Ginsberg, Cabrera Infante u Octavio Paz. Pero como buena broma, la mejor forma de leerla, diría yo, es con una sonrisa y sin preocuparse demasiado por intentar no perderse estas relaciones.

Dicho así ("biografías de escritores ficticios de extrema derecha") no parece que la cosa vaya a ser demasiado divertida. Pero lo que salva la función es la ironía de Bolaño, que se transparenta en el modo de (re)tratar a los personajes, prácticamente todos ellos fracasados, ridículos, amargados. Algunas de sus obras son igualmente ridículas (como ese autor que se dedica a hacer "refutaciones" de todos los filósofos que han pasado sobre la faz de la tierra; o aquel otro que crea planos poéticos de campos de concentración...)

Merece la pena mencionar el último capítulo de la obra (antes de unos también paródicos índices), en primer lugar porque es el que más se parece a un relato casi independiente; y también porque en él, por primera vez en la obra, el propio Bolaño aparece mencionado explícitamente como narrador y como personaje, rompiendo así, por decirlo de alguna forma, la "cuarta pared" narrativa que se había mantenido incólume hasta entonces.

En fin, una curiosidad literaria entretenida. Una broma bien llevada. Un descojono.

También de Bolaño en ULAD: Aquí

domingo, 12 de enero de 2014

Italo Calvino: Seis propuestas para el próximo milenio

Idioma original: italiano

Título original: Six Memos for the Next Millennium (traducción al italiano: Lezioni americane: Sei proposte per il prossimo millennio)

Año de redacción: 1985

Valoración: Muy recomendable

Esta ensalada de idiomas puede resultar un tanto confusa, así que empezaré por explicar cómo se gestó el texto.

En 1984, este escritor recibió, por parte de la Universidad de Harvard, el encargo de elaborar y dictar un ciclo de seis conferencias, que integrarían el contenido de la prestigiosa cátedra Charles Eliot Norton Poetry Lectures –ocupada anteriormente por mentes tan prestigiosas como T. S. Eliot, Octavio Paz o Borges– durante el curso académico siguiente. El tema, que se deja a la elección de los ponentes, apuntaba a los valores literarios que debían obtener prioridad en un futuro. En opinión del autor estos valores eran tantos como ocho –e incluso había titulado la octava conferencia–, como bien explica su esposa en el prólogo. En el verano de 1985 había escrito cinco de ellas –en su versión italiana, aunque pensaba traducirlas al inglés–, y compuesto el título en este último idioma ya desde un principio. Se llamaron Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad y Multiplicidad; la sexta hubiera sido Consistencia. Aunque no podemos estar seguros de cual hubiera sido la versión definitiva, se supone que las modificaciones habrían afectado en todo caso a la estructura y el contenido se habría mantenido prácticamente inalterable. Calvino murió de un ictus cerebral en septiembre, pocos días antes de la fecha prevista para su viaje a E.E.U.U.

Los cinco capítulos en que se divide el libro resultante se caracterizan por una gran erudición –y, consecuentemente, cierto hermetismo–, por manifestar la insaciable curiosidad que presidió la vida su autor, por la elección de un puñado de obras significativas y de párrafos en que apoyar su discurso y proceder por acumulación antes que por adición de argumentos.

También resulta ser una constante de este libro considerar el opuesto de cada uno de los rasgos mencionados como una cualidad igualmente válida. En el apartado Levedad, por ejemplo, el peso no es reprobable: 
… así como no podríamos admirar la levedad del lenguaje si no supiéramos admirar también el lenguaje dotado de peso

Pero a él personalmente esa especie de estado gaseoso, de materia flotante en la escritura, tanto en forma como en contenido, le ha liberado del tiránico peso de la historia. La mitología le sirve, en este caso, de ejemplo para expresar lo que quiere decir, pero también la etérea condición de la informática y, cómo no, Milan Kundera. Adjudica a poetas y filósofos esa levedad del pensamiento que concreta en lo móvil, lo espiritual y lo luminoso, en las imágenes flotantes y etéreas que ha proporcionado la literatura.

En el apartado de la rapidez que, según reconoce, abunda en su propia obra más que su contraria, cita fábulas y antiguas leyendas, a Galileo, a Borges, o se refiere al relato oral, textos todos que, en solo unas cuantas frases, pueden condensar toda una vida. Las tramas que van, directas como un rayo, al desenlace, son rápidas, las que admiten digresiones, como suele suceder en las novelas, constituyen ejemplos de lentitud. Las virtudes de la exactitud en literatura resultan obvias para todo el mundo. En este caso, el opuesto, salvo en poesía –ejemplificada aquí por Leopardi–, no tiene demasiado que ofrecer. Calvino clama contra la imprecisión, el lenguaje rutinario y plano, plagado de vocablos todo-terreno que parecía haberse adueñado de los textos más recientes de la época. La visibilidad es una cualidad de lo fantástico que necesita de la imaginación para materializarse. Las dos funciones de esta, ampliar nuestros conocimientos e indagar en el campo de las posibilidades, se complementan entre sí. Pero hoy día acumulamos demasiadas imágenes, y lo peor es que están fabricadas de antemano impidiéndonos la posibilidad de asociarlas libremente a no ser que empecemos a educar nuestra propia facultad de crearlas. La multiplicidad del artefacto literario sirve para reflejar la complejidad del mundo y mostrar la totalidad del saber humano estableciendo con orden y exactitud las relaciones entre los diferentes elementos según el modo que tiene cada autor de concebirlas. Esa es la aspiración de la novela que el siglo XXI debería recoger y que se propusieron explícitamente tanto Georges Perec en La vida instrucciones de uso como el propio autor en Si una noche de invierno un viajero y El castillo de los destinos cruzados.

Por supuesto, no es esta una obra que vaya a gustar a todo el mundo, pero a mí me ha parecido una delicia sumirme en ese conjunto de ideas dispersas, reflexiones, fragmentos literarios, frases cargadas de poesía, especulaciones y divagaciones que dibujan para el lector de hoy la más que definida personalidad de Italo Calvino.

Del mismo autor: Aquí

sábado, 6 de julio de 2024

José Agustín: Se está haciendo tarde (final en laguna)

Idioma original: español

Año de publicación: 1973

Valoración: recomendable

José Agustín falleció en enero de este año, un suceso muy relevante en el mundo literario mexicano. No estoy seguro hasta qué grado repercutió en el panorama hispanohablante (o mundial, si acaso), pero es innegable la importancia que tuvo en el desarrollo de las letras mexicanas, tanto en el aspecto puramente literario como en cuestiones de identidad y representación cultural. Fue influencia de jóvenes autores que encontraron en su estilo y temática una fuente de inspiración y un espejo de la realidad que vivían. José Agustín vino a romper ciertos paradigmas que existían a inicios de la segunda mitad del siglo XX, al introducir elementos de la contracultura en la literatura mexicana, abordando temas tabúes y empleando un lenguaje que resonaba con el público joven (claro, joven en ese entonces, respecto a los jóvenes de ahora, de los cuales hablaré más adelante). Mientras que escritores como Octavio Paz y Carlos Fuentes (avatares de la literatura mexicana) se destacaban por su prosa elaborada, poética y muchas veces formal, José Agustín optó por un lenguaje más coloquial y directo, un cambio radical frente a la literatura más académica y formal de ese entonces.

José Agustín se centraba en la vida cotidiana, las preocupaciones y las experiencias de la juventud. Sus novelas trataban sobre la cultura popular, la música, las drogas, la rebeldía y la vida urbana, lo cual se puede ver claramente en "De perfil", tal vez su novela más conocida (entiendo, sin embargo, que todos esos elementos se convertirían en un cliché más adelante). En la novela aquí reseñada, diría que estos elementos toman un papel aún más relevante.

La trama de "Se está haciendo tarde" es simple: dos jóvenes, un dealer y un experto en las ciencias ocultas, se la pasan bien chido entre alcohol y drogas. No hay mucha acción como tal. Para que se den una idea, podríamos comparar este libro con "En el camino" de Kerouac o "Azul casi transparente" de Murakami (supongo que cada país tiene su versión). Lo que importa aquí son los detalles que la hacen única. A mi parecer, el punto fuerte son los diálogos. La manera en la que se intercalan con las sensaciones de los personajes produce impresiones muy vívidas. Los intercambios son crudos y auténticos, reflejando la jerga y el ritmo del habla juvenil mexicana, lo cual añade una capa adicional de realismo y credibilidad a la narrativa. Aunque puede llegar a ser un poco pesado para lectores que no están familiarizados con el argot mexicano, o para jóvenes mexicanos, a los que les podría parecer una forma de hablar “de viejos”.

Además, los diálogos están impregnados de una ironía y un humor muy particular, que permiten una conexión emocional más profunda con los personajes. Estos momentos de ligereza contrastan con las situaciones más oscuras y reflexivas de la novela. Agustín también se destaca en su capacidad para capturar las emociones y estados mentales de sus personajes a través del diálogo. Las palabras dichas y no dichas, los silencios y las interrupciones, permite experimentar de manera íntima los altibajos emocionales de los protagonistas, desde la euforia hasta la desesperanza y el vacío existencial.

El subtitulo del libro, “Final en laguna”, habla precisamente de cómo acaba la novela. Mi parte preferida, lleno de quietud y nostalgia. En estas páginas finales, Agustín capta con maestría la mezcla de esperanza y desilusión propia de la juventud. Los diálogos entre los personajes en este escenario son introspectivos y reveladores, mostrando una vulnerabilidad que no habían exhibido anteriormente. Esta escena es un ejemplo perfecto del talento de Agustín.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Lo mejor del 2017, ULAD dixit

Marc Peig dice:

Juan G. B. dice:

Koldo CF dice:
  • Novela en lengua extranjera: Solenoide (Mircea Cartarescu)
  • Novela hispanoamericana: La casa grande (Álvaro Cepeda Samudio)
  • Relatos en lengua extranjera: En el corazón del corazón del país (William H. Gass)
  • Relatos hispanoamericana: Seres queridos (Vera Giaconi)
  • Ensayo en lengua extranjera: Los primeros editores (Alessandro Marzio Magno)
  • Ensayo hispanoamericana: Librerías (Jorge Carrión)
  • Relectura del año: El astillero (Juan Carlos Onetti) 
  • Decepción del año: Un hombre enamorado "de sí mismo" (KOK)
  • Mención honorífica: Los libros de relatos de escritoras latinoamericanas, como Giaconi, Enríquez o Baudoin.
  • Propósito 2018: Apuntarme al gimnasio y sacar a Marc del lado oscuro knausgardiano

Carlos Andia y sus preciadas estatuillas:
  • Mejor novela: 'La grande', de Juan José Saer. Menciones especiales para 'Abril rojo', de Santiago Roncagliolo, y 'La invención de Morel', de Adolfo Bioy Casares. Vamos, que todo queda en el Nuevo continente.
  • Mejor relectura, y mejor obra de teatro, y mejor casi todo: 'Divinas palabras', de Ramón del Valle-Inclán.
  • Mejor obra dramática (después de 'Divinas palabras'): 'Esperando a Godot' de Samuel Beckett (reseña en breve)
  • Mejor clásico (después de 'Divinas palabras'): 'Los hermanos Karamazov', de Fiódor Dostoyevski
  • Mejor libro de relatos'Historia universal de la infamia', de Jorge Luis Borges
  • Peor libro de relatos'Alevosías', de Ana Rossetti
  • Mejor libro de historia/pensamiento/política'La ciudad en la historia', de Lewis Mumford
  • Mejor libro de arte/estética'Apariencia desnuda', de Octavio Paz
  • Descubrimiento del año'Imposibles impensables', de Santi Pérez Isasi
  • Decepciones varias: para qué comentarlas (tampoco son tantas, eh?)
  • Objetivos para el 2018: 'Tristram Shandy', que voy posponiendo demasiado tiempo, y algunas cosillas de narrativa reciente que van a merecer la pena. Y a lo mejor le doy otra oportunidad a Houellebecq.

Oriol Vigil dice:
    • Mejor novela: Pregúntale al polvo, de John Fante.
    • Peor novela: Lunar Park de Bret Easton Ellis.
    • Mejor novela de terror: Otra vuelta de tuerca, de Henry James.
    • Mejor novela gráfica: El paraíso perdido, de Pablo Auladell.
    • Mejor libro sobre arte: Historia de seis ideas, de Wladyslaw Tatarkiewicz.
    • Mejor antología: Entre Ciudades invisibles, de Italo Calvino y Todos los cuentos, de Cristina Fernández Cubas.
    • Mejores ensayos: Ante el dolor de los demás, de Susan Sontag, La banalidad del mal, de Hannah Arendt y Ética a Nicómaco, de Aristóteles.
    • Mejores redescubrimientos: Memorias del subsuelo, de Fiódor Dostoievski y Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol.
    • Decepciones (obra que era muy buena y se está yendo al garete): Berserk, de Kentaro Miura. ¿Por qué le ha tenido que llegar El Eclipse a este manga? ¡¿Por qué?!
    • Placer culpable: La pistola de mi hermano (Caídos del cielo), de Ray Loriga.
    • Libro tristemente necesario: Carta sobre el comercio de libros, de Denis Diderot.

      Beatriz Garza dice:
      • Libro del año: Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan
      • Tochonovela del año: no gasto de esas, gracias
      • Relectura del año: El turista accidental, de Anne Tyler
      • Decepción del año: La soledad de los números primos, de Paolo Giordano
      • Lectura abandonada a medias que pretendo retomar: Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald
      • Libro que voy a leer antes o después: Prohibido nacer, de Trevor Noah
      • Autor descubrimiento del año: Delphine de Vigan
      • Propósitos de 2018: descubrir a Siri Hustvedt (previo asesoramiento de Marc), y a Stephen King (sí, lo reconozco, my fault). Leer más novela gráfica. 

      Carlos Ciprés dice:
      • Ensayo revelador: Leer es un riesgo, de Alfonso Berardinelli
      • Descubrimiento a buenas horas: Industrias y andanzas de Alfanhuí, de Rafael Sanchez Ferlosio
      • Momentazo donostiarra: La ciudad, de Karmelo C. Iribarren
      • Lectura fascinante: Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlín
      • Otra lectura fascinante: Crui. Els portadors de la torxa, de Joan Buades
      • Novela gráfica: Pobre cabrón, de Joe Matt
      • Pequeñas decepciones: La vuelta al día, de Hipólito G. Navarro, Moby Dick, de Herman Melville, Les dones i els dies, de Gabriel Ferrater
      • Propósitos para 2018: Releer a Sciascia, de pe a pa. Acabar el año con un resumen plagado de libros reseñados. Y que ustedes lo disfruten.

      Santi dice:

      Francesc Bon opina:
      • He tenido años mejores
      • No tocar ni con un palo: Cualquier obra de todos esos autores que creen que puede escribirse un libro a base de frasecitas trascendentes enlazadas una a una con dos personajes que van pasando por ahí de vez en cuando a pasarle lametones por la cara a su CREADOR. Vosotros ya sabéis quiénes sois
      • Lo mejor de este año: El vendido de Paul Beatty
      • Accésit "lo bueno si breve dos veces bueno":  La uruguaya de Pedro Mairal
      • Destacados locales: Aunque caminen por el valle de la muerte de Álvaro Colomer
      • Propósitos de año nuevo alternativos a los gimnasios y adelgazar y no ser tan pedante: algún Gaddis de los que quiebran la muñeca, el máximo de Rodoreda que sea capaz de mantener mi criterio con algo de credibilidad
      • Abandonos sonados de los que no voy a arrepentirme: La quinta estación, de N.K. Jemisin (moraleja: lo mío no es la sci-fi), Patria, (de ya sabéis quien y no me da la gana ni poner el vínculo), y otras decenas no dignas de mención
      • Nuevas esperanzas: por favor, algún ensayo de Houellebecq o Franzen o Tom McCarthy
      • Lista de deseos: tiempo 
      Montuenga dice:

      FICCIÓN:

      NO FICCIÓN:

      viernes, 5 de mayo de 2023

      Fight Combo: La condesa sangrienta.

      Más que célebre es la historia de la condesa húngara Erzébet o Elizabeth Báthory, que a comienzos del siglo XVII se supone dio muerte, personalmente o como comandataria, a cientos de muchachas con el objeto de  satisfacer sus impulsos sádicos. aunque también de llevar a cabo prácticas en teoría rejuvenecedoras, como darse baños en la sangre de sus víctimas o rituales brujeriles. No sé si cientos, pero sin duda sí que decenas de libros se han escrito sobre ella (y también se ha realizado más de una película); los más conocidos en el ámbito hispanófono son, con seguridad, el que escribió la poeta argentina Alejandra Pizarnik y, antes que éste, el que le dio lugar, de otra poeta, la francesa Valentine Penrose, ambos con el mismo título, La condesa sangrienta y publicados, con algunos años de diferencia, en la década de los 60 del siglo XX. Veamos cuáles son las concomitancias y diferencias entre ellos:

      Idioma original: francés

      Título original: Erzsébeth Bàthory. La Comtesse sanglante

      Año de publicación: 1962

      Traducción: M. Teresa Gallego Urrutia e Isabel Reverte

      Valoración: más que recomendable

      No sé hasta qué punto este libro se considerará canónico sobre el tema, en el ámbito historiográfico, pero, como digo, al menos sí que se considera una obra literaria importante, quizá la principal que ha dado lugar la historia/leyenda de Erzébet Báthory. Y eso se debe a que, si bien parece que Valentine perose buscó y utilizó toda la bibliografía y documentación que pudo encontrar sobre la figura de la condesa Báthory, al final no compuso una biografía al uso. o; mejor dicho, sí que lo hizo, pero no se limitó a eso: este libro es también la crónica de una época y un lugar en pleno cambio, la Hungría de alrededor de 1600, que estaba evolucionando desde la ferocidad -por no decir la barbarie- de una sociedad aún feudal y guerrera (ante la amenaza turca, principalmente), hacia la implantación de un estado fuerte, centrado en la figura del emperador y más orientado a los vientos provenientes de Europa occidental. Pero, sobre todo, es una orgía para los sentidos, un derroche de suntuosidad literaria, tanto en lo que respecta a los aspectos más "ambientales", digamos -las descripciones de fiestas y banquetes, de bosques y castillos, de elementos climáticos, de paisajes urbanos, las genealogías familiares-, como de aquellos otros inevitablemente horrendos, sanguinarios, morbosos... las torturas y los asesinatos, las masacres, incluso, que dejan tras de sí cadáveres, charcos de sangre y hedor.

      Como ya he mencionado, Penrose estructuró este libro como una biografía de la condesa, pero también a modo de crónica familiar, tanto de los perturbados Báthory como de los respetados Nàdasdy, la familia de su esposo. Y de la situación política del Imperio Germánico (del que Hungría no formaba parte, pero Austria, sí) en la época de los Habsburgo. pero sobre todo, el libro es un estudio sobre la locura sádica y narcisista, así como de la abyección humana, pues la condesa no perpetraba sola sus crímenes, sino que necesitaba la ayuda de sus siniestras sirvientas -Dorkó, Jó Ilona, Kata Beniezsky, Fitzkó-, la complicidad de muchas personas que cooperaban en la tarea de conseguirle víctimas y el silencio, ya fuera cómplice o cobarde, de muchas otras que sabían o sospechaban los que ocurría en su castillo de Cjelthe, o en otras de sus residencias, incluso en la propia Viena.  Porque, además, La condesa sangrienta, no sé si de forma intencionada por su autora, aunque cabe pensar que sí, tiene una lectura política: la condesa y sus secuaces no se cebaban con las hijas de la nobleza húngara, aunque hubieran podido hacerlo, sino con una infinidad de chicas campesinas que sus propios padres ponían a su servicio; así lo hacían, en primer lugar, para evitarse  problemas evidentes, pero también porque la condesa Báthory consideraba que tal era su privilegio, al pertenecer ella a una de las principales familias del país... y, ciertamente, como tal estaba protegida por los poderosos, incluso cuando se destapó todo el pastel y hubo que imponerle algún castigo. este privilegio de clase también era evidente en el caso de Gilles de Rais, el asesino en serie (o incluso de masas) con quien más se puede comparar a la Báthory -de hecho, Valentine Penrose le dedica un capítulo entero de su libro-, perteneciente, a su vez, a la más alta nobleza francesa del siglo XV.

      Aunque lo más destacable de este La condesa sangrienta, aparte del obvio impacto gore que guardan sus páginas, es la recreación  de todo un mundo cerrado, malsano, aunque fascinante, que denota la desconexión con la realidad de alguien que se siente libre de llevar hasta el límite sus fantasías e impulsos más sádicos y homicidas... (por entendernos y para quien la haya leído, la novela malrrollera por excelencia, La chica de al lado, sería una versión doméstica de esta gran producción hollywoodiense en tecnicolor). Una recreación de un mundo tan endógeno que llega a poseer cierto carácter onírico, lo que no es de extrañar habiendo sido Valentine Penrose, antes que nada, una poeta del movimiento, aunque el tono literario del libro recuerde más al simbolismo decimonónico. En cualquier caso, os aseguro que es una lectura que no puede dejar indiferente a nadie.


      Idioma original:
      español
      Año de publicación: 1966
      Valoración: también recomendable

      Pocos años más tarde que el libro de Penrose y, son duda, entusiasmada por éste, la poeta Argentina Alejandra Pizarnik publicó su propia versión -comenzada, al parecer a modo de reseña-, que puede considerarse casi como un resumen del libro anterior o incluso, más aún, una condensación (o, en este caso, "condesación"... vale, perdón, ya lo dejo) al estilo Reader's Digest. Claro que en absoluto su intención era hacer más "digerible" la historia; bien al contrario, Pizarnik se centra casi en exclusiva -también su libro es considerablemente más corto- en ciertos aspectos que más le interesan: su deriva sádica y truculenta más que en el color local o de la época. Como ella misma explica: "La perversión sexual y la demencia de la condesa Báthory son tan evidentes que Valentine  Penrose se desentiende de ellas, para concentrarse exclusivamente en la belleza morbosa del personaje." Y adjunta una cita de Jean-Paul Sartre, que podrían firmar muchos psycho-killers: "El criminal no hace la belleza: él mismo es la auténtica belleza."

      También cita, para que no se diga, a René Daumal, Gombrowicz, Rimbaud, Baudelaire, Milose, Octavio Paz, Antonin Artaud, Pierre-Jean Jouvé y diversas elegías del cancionero. Y, por supuesto, al marqués de Sade, que no puede faltar en toda esta salsa:
      "Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa Báthory alcanzó, más allá de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible."

      No conozco lo suficiente la obra de Pizarnik como para explicar cómo encaja  en ella su "condesa sangrienta" (si a alguien le interesa mucho saberlo, parece que César Aira tiene publicado un ensayo sobre esta escritora. Según él, por lo visto, Pizarnik no quiso seguir por este camino, que para ella quedaba agotado con este libro). Sin duda, su impronta poética ve reflejada en la belleza que consigue sacar de esa pesadilla splatterpunk que suponen los crímenes de la condesa y compañía, algo que se ve reforzado por las magníficas ilustraciones, entre góticas y simbolista, de Santiago Caruso para esta edición de Libros del Zorro Rojo (no es la única ocasión, por cierto, que este ilustrador argentino ha puesto imágenes a la obra de su compatriota). El libro, cierto es, no tiene la riqueza descriptiva ni la ambientación de que hace gala el de Valentine Penrose, pero gana en síntesis y en un esteticismo más depurado, así como en una mirada más "filosófica" (si se quiere decir así) sobre la atracción del abismo que conlleva asomarse a la figura de la condesa Báthory y a sus perturbados crímenes. Ambos libros, en cualquier caso, resultan recomendables, aunque quizá no muy digeribles para según que estómagos, yo aviso...