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martes, 19 de octubre de 2010

Umberto Eco: Apostillas a El nombre de la rosa

Título original: Postille a "Il nome de la rosa"
Idioma original: italiano
Fecha de publicación: 1983
Valoración: muy recomendable

"Tenía ganas de envenenar a un monje." Así confiesa Umberto Eco en este libro el afán homicida que le llevó a escribir su más célebre novela: El nombre de la rosa. Es un alivio esto de que la cultura sirva para canalizar los anhelos más torcidos que nos tientan. En este caso, al menos, debió de ser un alivio para varias comunidades benedictinas del norte de Italia...

Estas y otras confesiones dan a este librito un aire como de strip-tease intelectual. Sí, ya sé que la imagen de Umberto Eco contorsionándose en torno a una barra en pelota picada no es algo precisamente atractivo, pero es que en realidad el libro tiene poco que ver con Eco-el hombre, y todo con Eco-el autor. Quiero decir que tiene el sentido común de dejar atrás todas las anécdotas personales que pudieron llevarle a la novela, o sucederle mientras la escribía, y centrarse en lo que podríamos denominar, trucos del oficio. Y esto no deja de tener su interés (incluso su morbo, si me perdonais la perversión).

Por ejemplo. Resulta que una de las cosas que estuvieron claras desde al principio fue el vínculo entre la trama de crímenes y el Apocalipsis (¿os acordáis? las siete trompetas, etc.). Bueno, pues por eso mismo necesitaba zambullir a uno de los monjes muertos en una tina de sangre (porque al toque de la segunda trompeta el mar se convertirá en sangre). ¿Cómo hacer verosímil la presencia de una tina de sangre? Fácil: la época de la matanza. Ahora bien, los cerdos se matan cuando hace frío, y Eco no podía ir más allá de noviembre, porque en diciembre del año elegido, 1327, uno de sus personajes (Michele da Cesena) se hallaba ya fuera de Italia, en Aviñón. ¿Solución? Instalar la abadía en una montaña, para que en noviembre haya ya nieve y frío suficientes como para proceder a la matanza.

Lo interesante de todo este tipo de pequeñas revelaciones es que Eco sabe unirlas con una sabia reflexión sobre la creatividad, mucho más artesanal y menos extática de lo que suele pretenderse. Son muy interesantes también sus opiniones sobre la relación entre obra y lector. Las grandes obras, dice, son aquellas que pretenden crear sus propios lectores, y no las que se conforman de antemano a los hipotéticos gustos del público. Eco aquí reflexiona con el sentido común que suele usar, pero además sobre la base de su propia experiencia. Esto convierte a una obra claramente menor e incidental en toda una lección de teoría de la literatura.

(Nota: Claramente este libro es un "libro sobre libros" (como aclara la etiqueta de abajo), porque Eco habla de cómo escribió una novela. Pero es que, si habéis pinchado en el vínculo de arriba, veréis que en su día Sonia publicó su reseña de El nombre de la rosa dentro de la serie "libros sobre libros", puesto que, en efecto, toda la trama gira en torno a un libro prohibido de Aristóteles. Así que en puridad éste del que yo hablo es un "libro sobre libros sobre libros". Todo se complica aún más si recordamos que en su novela Eco utiliza el recurso del manuscrito hallado: para llegar desde el narrador -Adso de Melk- al autor -Eco-, hay otras dos figuras interpuestas -filólogos que estudian el manuscrito-. A esos cuatro planos se añade el quinto en Apostillas, que es Eco reflexionando sobre su escritura. Yo añado con la reseña el sexto, y el séptimo con esta nota, que es en realidad una apostilla a la reseña sobre Apostillas a El nombre de la rosa.)

Todo lo de Umberto Eco en ULAD: Aquí

lunes, 27 de noviembre de 2023

Umberto Eco: Baudolino

Idioma original: italiano
Título original: Baudolino
Traducción: Helena Lozano Miralles
Año de publicación: 2000
Valoración: Muy recomendable

Debo empezar diciendo que me acerqué a esta obra que no conocía simplemente por ser de Umberto Eco; por no saber, ni siquiera conocía de su existencia. Sin embargo, había leído con anterioridad El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault y, por decirlo de una manera ilustrativa, eso me había convencido para leer todo lo que pusiera Umberto Eco en el dorso, así fueran 50 libros.

Baudolino no llega a la altura de estos dos gigantes, pero sería una injusticia compararlos; basta cualquiera las otras dos obras maestras anteriormente citados para que nuestro semiólogo italiano favorito pasara a la historia. Pero ojo, eso no significa que este no sea un buen libro; como digo, simplemente no llega a la altura de las anteriores citadas.

En Baudolino, Eco nos cuenta la historia del personaje del mismo nombre, mentiroso por excelencia, pero tanto, tanto, que en ocasiones da la vuelta entera a la realidad y lo que inventa acaba por volverse real.

Empieza Baudolino contando este su historia y sus intrépidas aventuras al bizantino Nicetas Coniates, al cual utiliza como ellos mismos dicen como pergamino para contar su biografía. Esta parte comprende casi todo el título, salvo los capítulos finales en los que, Baudolino, al terminar de relatar su historia, se da cuenta de la importancia que han tenido ciertos momentos decisivos en su vida, hace propósito de enmienda, y, como dice el capítulo final, Baudolino se va.

Ambientada a principios del S. XIII, Baudolino cuenta a Nicetas (nos cuenta a nosotros, lectores) cómo pasó de ser hijo de campesinos a ser adoptado por el mismo Federico I; este procura darle la mejor educación posible, así que lo envía a París, donde se hace Baudolino rodear de una pandilla de sabios y tunantes (impagables) que le acompañarán durante largos años.

Es grande el cariño que siente Baudolino por su padre adoptivo, y trata de hacer siempre lo mejor para él y para el reino; sucede que a veces, maquillando un poco la verdad, se consiguen mejores resultados que dejándolo todo tal y como es en realidad. Huelga decir que ni Baudolino ni sus compinches tienen un mínimo de mesura y acaban por hacer temblar los cimientos más sólidos y sagrados de la cristiandad con sus mentiras. Pero eso sí, siempre con buenos fines, sin atisbo de ironía; no buscan lo mejor para ellos, sino para el emperador.

Una parte importante de la novela es la búsqueda del Preste Juan por parte de Baudolino y sus amigos, que, creyéndolo rey y sacerdote, imaginan como el apoyo perfecto para mantener a Federico I en el trono. Es la parte más aventurera de la obra, en la que nuestros amigos corren mil aventuras y se cruzan con todo tipo de gentes y criaturas.

¿Y el tono general de la obra? Pues Eco hace gala de sus amplios – amplísimos – conocimientos en la materia para sumergirnos en un mundo mágico y absurdo del que nunca sabemos hasta qué punto es real, y hasta qué punto es obra del fecundo magín del gran mentiroso.

Se nota que Eco disfrutó escribiendo el libro: maneja totalmente el mundo en el que se desarrolla la novela, tanto mezclando personajes inventados como utilizando personajes históricos para sus protagonistas. A la vez, utiliza leyendas existentes, así como hacer inventar a sus personajes nuevas leyendas que se han colado en nuestro mundo; se cruzan con todo tipo de personajes mitológicos semihumanos y mantienen también todo tipo de relación con ellos...

¿A quién no le va a gustar un baptisterio romano del siglo I una novela en la que unos poetas se convierten en estrategas de un ejército formado por esciápodos, sátiros, blemias y panocios? Además de otras criaturas más pacíficas como Hipatias, o más irracionales, como basiliscos o quimeras. No falta de nada, oiga.

Pero como suele pasar, este tipo de libros con tantísimas referencias se disfruta más cuánto más se sepa de la historia de la época y es posible pasar por alto los numerosos chistes internos en los que gusta prodigarse Eco. A mí me ha pasado, Wikipedia me ha ayudado mucho a “completar” la lectura.

Como nota final, y haciendo referencia también a esto último, la traductora se reserva unas páginas para explicarnos algunas de las dificultades con las que se tuvo que enfrentar, y, créanme, no parece un trabajo fácil. Me da la sensación de que la forma de jugar que tiene Eco con el lenguaje, mezclando el piamontés y distintos dialectos, no es nada fácil de traducir a ningún idioma.

Resumiendo: Como dije al principio, ¿recomendable? Mucho. ¿A la altura de otras obras de Eco? No, pero, como dije, no sería justo pedirle que mantuviera ese nivel.


Todo lo de Umberto Eco reseñado en la ULAD aquí.

lunes, 22 de febrero de 2016

Umberto Eco: El péndulo de Foucault

-Idioma original: italiano
Título original: Il pendolo di Foucault
Año de publicación: 1989
Traducción:  Ricardo Pochtar (revisada por Helena Lozano)
Valoración: recomendable


Sentimiento de culpa. Tal fue el que me asaltó el pasado día 20, cuando me enteré de fallecimiento de Umberto Eco. No porque tuviera algo que ver con el mismo, claro está, sino por una razón minúscula y quizás absurda: en la reseña que firmé sobre su última novela, Número Cero, no sólo no la dejé demasiado bien... además mencionaba mi sospecha de que su edición podía deberse sobre todo a que su autor, dada su avanzada edad, no quería que se quedara en un cajón... Vale, tal vez sentirse culpable por una cosa así sea excesivo y, de hecho, mi opinión sobre esta última novela de Eco no ha cambiado, pero, en todo caso, a modo de expiación y resarcimiento, si cabe, permítanme reseñar otra novela suya que me gustó bastante más y que creo que ha sido, en general, injustamente valorada; al menos yo puedo contar con los dedos de una mano las opiniones positivas que he oído sobre la misma. Y me sobran dedos, me temo...

Como es obvio, estoy hablando de El péndulo de Foucault, la siguiente novela que publicó Eco después de la mega-ultra-superexitosa El nombre de la rosa y que se esperaba con comprensible expectación. Que se convirtió en decepción para muchos lectores, parece ser... No es que la novela responda a los típicos argumento y esquema de los best-sellers, ciertamente -menos, incluso, que la anterior de Eco-: en el agitado Milán de los primeros 70, se conocen un estudiante de Filosofía y Letras, Casaubon (el nombre no es casual) y dos responsables de una bifronte editorial, Belbo y Diotallevi. Casaubon está escribiendo su tesis sobre los templarios y justamente, uno de los aspirantes a publicar en la editorial, el turbio coronel Ardenti, les habla de un supuesto plan esotérico desarrollado a lo largo de los siglos y en el que los templarios jugarían un papel central. Años después, los tres amigos se basan en esa idea para, a modo de juego -cada vez más serio-, trazar ellos una conjura similar que, de forma increíble, habría permanecido oculta, estructurando la historia secreta, teosófica y hermética de Europa durante el último milenio.

La novela funciona muy bien por lo que respecta a la invención de la trama por parte de los tres protagonistas y la dinámica entre éstos. Bastante bien la aportación de los diferentes secundarios, equívocos y peculiares, que van apareciendo alrededor de esta urdimbre. Y no tan bien en lo referente a la resolución de la novela y de la trayectoria individual de los personajes, creo yo. Además, Eco desplegó aquí buena parte de su inmenso arsenal cultural, sección hermetismo esotérico -o esoterismo hermético, no sé-; no es de extrañar que muchos lectores se sintieran abrumados (un ejemplo: el nombre de Casaubon se debe a un filólogo ginebrino del XVI que cuestionó la datación tradicional del  Corpus Hermeticum, obra de supuesta sabiduría secular, atribuida nada menos que a Hermes Trimegisto y... es todo un buen rollo, lo sé); sobre todo porque la narración, libracos y nombres arcanos aparte, no acaba de resultar redonda. Estructurada, además, a partir de las sefirot o esferas de la Cábala, lo que tampoco es moco de pavo... Aunque, en mi opinión, merece la pena leerla.

Aparte de eso, la novela no deja de ser una parodia de todo ese género histórico-esotérico, que ya existía desde hacía muchos años, aunque, precisamente a comienzos del nuevo milenio, conocería -y sufriríamos nosotros- un exitoso revival. Cabe preguntarse si tuvo alguna responsabilidad en ello esta novela de Umberto Eco (en un momento determinado, se menciona la idea de que Jesucristo se casara con María Magdalena y su descendencia diera origen a la estirpe real de Francia, la sang réal:

" _ Vale -dijo Diotallevi-, nadie te tomaría en serio.
 _Te equivocas, vendería varios cientos de miles de ejemplares, repliqué sombrío-. Esa historia existe, ya está escrita, con diferencias de detalle (...)"  ).

De igual manera, podemos preguntarnos si Eco tuvo alguna culpa en la aparición de multitud de epígonos de género histórico-detectivesco que surgieron a partir de El nombre de la rosa  (o si algún escritor la tiene, cuando ocurre algo parecido)... En todo caso, también hay que recordar que esta su primera novela fue la causa de que miles o cientos de miles de personas se acercaran a la lectura y disfrutaran -disfrutáramos- de ella; sólo por eso, ya deberíamos estarle agradecidos a su autor.


Otras obras de Umberto Eco reseñadas en Un Libro al Día: El nombre de la rosaApostillas a El nombre de la rosaEl cementerio de PragaNúmero CeroLa misteriosa llama de la reina Loana

martes, 15 de noviembre de 2011

Umberto Eco: El cementerio de Praga

Idioma original: italiano
Título original: Il cimitero di Praga
Año de publicación: 2010
Valoración: está bien

Este es uno de esos libros sobre los que se pueden hacer (y se han hecho) dos tipos de crítica: la propiamente literaria, y la ideológica. Nada más publicarse, efectivamente, provocó ataques desde diversos frentes: la Iglesia católica, a través del Osservatore Romano, la criticó por relacionar a los jesuitas con las más diversas conspiraciones, mientras que otros lectores razonaron así: "esta novela incluye numerosas opiniones antisemitas; por lo tanto, el libro y su autor son antisemitas".

Claro que quienes razonan así es que no han sabido leer el texto de Umberto Eco, o no han querido entenderlo, lo que sería aún peor. Porque, sí, el texto está plagado de afirmaciones racistas y antisemitas, de apologías de la violencia y la xenofobia; pero todas estas afirmaciones salen de la boca de personajes ridículos, esperpénticos, repugnantes. El cementerio de Praga no es antisemita: es la caricatura del antisemitismo. "Ya", dicen sus críticos, "pero es que alguna gente igual no entiende la broma y piensa que habla en serio". Pues eso será culpa suya, digo yo, y no del bueno de Umberto.

Ahora bien, pasando a la parte literaria, se podría decir de esta novela lo que Oscar Wilde dijo cuando le preguntaron si un texto le parecía inmoral: "Peor que eso: está mal escrito". El cementerio de Praga no es antisemita, pero sí es una novela floja, muy por debajo del nivel de su autor en El nombre de la rosa, por ejemplo. Mezcla de novela histórica y novela de intriga psicológica, narra el proceso (basado en hechos reales, como las películas de Antena 3) de redacción de los Protocolos de los Sabios de Sión, uno de los textos inventados más influyentes de la historia, fuente y argumento básico del antisemitismo de principios del siglo XX (y hasta nuestros días, aunque de manera más residual).

El mayor problema de la novela es que se hace repetitiva: en realidad, consiste en la reiteración con ligeras variaciones de un mismo ciclo argumental: alguien contacta al narrador/protagonista, Simonini, para que espíe a alguien o redacte un texto contra alguien; Simonini lo hace, hasta que llega un punto que decide abandonar el barco y salvar el pellejo; y vuelta a empezar. Como resultado, Simonini es un personaje grotesco, traicionero y sin escrúpulos, lo que no quiere decir que sea interesante.

En fin, El cementerio de Praga me produce una impresión semejante a El sueño del celta, aunque en menor grado (porque Umberto Eco es más imaginativo y original en esta obra que Vargas Llosa en la suya): la sensación de que el material acumulado (histórico en los dos casos) ha terminado por fagocitar a la inspiración narrativa. El resultado es una novela sorprendentemente plana, con algunos momentos de intriga y meta-literatura interesantes, pero que no pasará a la historia.

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viernes, 16 de julio de 2021

Umberto Eco: Cómo viajar con un salmón

Idioma original: italiano
Título original: Il secondo diario minimo
Año de publicación: como artículos en prensa, desde (1975) 1986. Como parte del libro Segundo diario mínimo, 1992.
Traducción: Helena Lozano Miralles
Valoración: molto facile e divertente... quiero decir, recomendable y divertido.

Tras este curioso título, encontramos un libro no menos recomendable e igualmente divertido: se trata de una recopilación de artículos que Umberto Eco escribió para la revista L'Expresso a partir de 1986 -aunque los hay fechados desde 1975; no sé si para otras publicaciones o si se trata de inéditos-, todos bajo la fórmula recurrente de "cómo hacer tal o cual cosa"; de esta forma, se diría que constituyen una especie de manual de instrucciones para ir por la vida -de hecho, uno de los artículos se titula, precisamente, Cómo seguir las instrucciones-, pese a que algunos de sus "consejos" no parezcan, a priori, de mucha utilidad para nuestra vida cotidiana: se nos explica, justamente, cómo viajar con un salmón (se entiende que muerto y, a ser posible, ahumado), cómo llegar a ser caballero de Malta o cómo salir en los medios aunque no seamos nadie... aunque esto último cada vez es más habitual.

Como se puede cualquiera imaginar, el humor, la ironía e incluso el sarcasmo es la constante en todos estos artículoso capítulos. En algún caso, sobre todo en los últimos, Eco se pone un poco más serio o mejor sería decir que en ellos predomina la reflexión sobre la ironía, reflexión que se centra en cómo la urgencia y banalidad de los medios de comunicación hacen que cualquier asunto acabe por volverse pasajero y superficial, terrreno abonado, ademá,s para las explicaciones absurdas pero fáciles de comprender: Cómo evitar caer en los complots (no quiero pensar que le hubieran parecido a don Umberto estos tiempos de terraplanistas, antivacunas o QAnon); Cómo no olvidar a los pedófilos (y quien dice pedófilos dice los okupas con que nos aterrorizaron los medios españoles el pasado verano; ya veremos qué toca éste...) o, sobre todo, Cómo sobrevivir al caos de los medios (no hace falta mayor explicación).

Cierto es que, probablemente, algunos de estos consejos sean sobre todo aplicables a profesores universitarios de semiótica o, al menos, a académicos e intelectuales en general, pues es sobre las cuitas de su quehacer sobre lo que escribe Eco: Cómo presentar un catálogo de arte, Cómo hacer un inventario, Cómo hacer una introducción, Cómo tirar los telegramas a la papelera -de premios y eventos a los que se le invita sin ser deseados-, Cómo precaverse de las viudas -de todos los herederos de la obra literaria de un escritor, en realidad-; en otros trata de los problemas que pueden asaltar a un frecuente viajero internacional como fue él mismo: para empezar, claro está, el del salmón  -ya digo que no es una metáfora de nada, sino algo literal-, Cómo comer en el avión, Cómo usar al taxista -muy útil-, cómo viajar en trenes americanos... Y también están los de una variedad que me resulta bastante enternecedora: la de los problemas con la tecnología moderna , que va desde los entonces sorprendentes artefactos, hoy diríamos que vintages, de aquellos 80 y 90 del siglo XX -Cómo comprar gadgets, Cómo usar el fax, Cómo no usar el teléfono móvil- hasta las vicisitudes habituales de los usuarios de Internet, ya en el siglo XXI: Cómo castigar a los que practican el spam, Cómo usar la red intentando acordarse de algo... Aunque más entrañables aún resultan los artículos que se refieren a los recuerdos de la infancia y juventud: Cómo comer el helado, Cómo empieza, cómo acaba.

Pero, en fin, para qué engañarnos: sé cuál es el capítulo que vais a mirar en primer lugar aquellos que os decidáis a leer este útil (!) y divertido libro: Cómo reconocer una película porno. Y no, no es cómo vosotros pensáis...

Más obras de Umberto Eco reseñadas en Un Libro Al Día: aquí

lunes, 14 de septiembre de 2015

Umberto Eco: Número Cero

Idioma: italiano
Título original: Numero Zero
Año de publicación: 2015
Traducción: Helena Lozano Miralles
Valoración: se deja leer

Última novela, hasta la fecha, del eximio escritor y popular profesor de semiología (un momento... ¿era al revés?), el piamontés Umberto Eco, en la que se dedica a satirizar sobre los medios de comunicación escritos. La historia que cuenta, quizá algo rebuscada, es la siguiente: en el año 1992 -la fecha tiene su por qué-, un tal Colonna, ghost writer o "negro" de medio pelo es contratado para escribir la crónica de la puesta en marcha de un periódico, Domani, que en realidad no es sino un instrumento de presión, merced a la edición de varios y escandalosos "números cero" -no destinados a la difusión pública-, que pretende utilizar un empresario para ser admitido en los círculos más selectos de la economía italiana. Para ello, se contrata a un grupo de periodistas también de medio pelo, que se dedican a husmear en noticias pasadas aspectos que puedan ser comprometedores para el futuro... de según quién.

Este argumento, vagamente "chestertoniano", se ve enriquecido con muchos de los "lugares comunes" de la trasologia -o conspiranoica- italiana de la segunda mitad del siglo XX: el final de Mussolini, las intrigas vaticanas, la red Gladio, los atentados neofascistas, las Brigadas Rojas, los servicios secretos (de ahí la necesidad de situar la acción de la novela en el año 92)... elementos que, si bien pueden suscitar el interés de algunos lectores (el mío, por ejemplo), creo que resbalarán sobre la atención de la la mayoría; en el caso de los compatriotas del señor Eco, por excesivo conocimiento -y hasta cansancio, supongo- de todos estos asuntos; en el caso de los lectores de otros países, por todo lo contrario. El argumento, además, recuerda demasiado al de otra novela del mismo escritor, El péndulo de Foucault (ésa que mucho empezaron, pocos acabaron y a casi nadie gustó... aunque a mí sí, reconozco también), si bien en ésta de lo que se hablaba era de una conspiración esotérica desarrollada a lo largo de varios siglos -novela bastante anterior a El código Da Vinci , hay que decirlo, y de la que, no obstante, se burla- en vez de una trama política. Pero cierta similitud está ahí.

Tampoco es que esta trama se desarrolle de la manera más adecuada, por otro lado; más bien la novela, bastante corta, da la sensación de escasez, con líneas argumentales que debían ser, en principio, las más importantes (la gestación del falso periódico), truncadas o disueltas en una serie de explicaciones teóricas sobre el periodismo y la manipulación que se suele hacer de las noticias (con triquiñuelas no sé hasta qué punto eficaces, por ingenuas y/o sutiles... el dottore Eco debería echarle un vistazo a cierta prensa española para enterarse de lo que vale un peine). Pero el conjunto resulta mal desarrollado, con cierto desequilibrio entre lo fundamental y lo anecdótico. Pido perdón de antemano por esta pequeña maldad, pero en realidad, da la sensación de ser un proyecto de novela archivado desde hace 20 años (de ahí también la época en la que se data la acción) y que, siendo ya el autor de una edad avanzada, no quería desperdiciar...

En cuanto al contenido de la novela o su intención, ya digo que resulta de una cierta ingenuidad: la idea es hacer una sátira del papel de los medios de comunicación y de la elaboración de las noticias que nos tragamos como caramelos... también una crítica al público de esos medios -es decir, a todos nosotros-, capaces de consumir esas noticias sin descanso y sin memoria, por atroces o comprometedoras que sean, pero sin preocuparnos de profundizar en ellas (y en esto Eco tiene razón). Lo que ocurre es que a este respecto la realidad supera a diario cualquier ficción: lo de Número Cero parece un juego de niños en comparación con la manipulación que sufrimos cada día... y el cinismo con que la aceptamos. Eso, por no mencionar que desde el año 92 hasta ahora los medios de comunicación y el periodismo se han visto agitados por algún que otro cambio: los personajes de la novela, evidentemente no habían oído hablar de Internet... Quizá si este libro hubiese sido publicado hace 20 años, su impacto habría sido otro, mucho mayor, pero a día de hoy, se queda en una salva con pólvora mojada. Menos mal que, por lo menos, la prosa es fácil de leer y se ventila en una tarde. O dos.

Una novelita, si no desdeñable del todo, tampoco especialmente memorable. Se deja leer e incluso puede ser recomendable para los fans del autor y para estudiantes de Ciencias de la Información... los que suelan ir a clase, quiero decir; a los que se pasen la mañana en la cafetería de la facultad, leyendo la prensa diaria -aunque sea sólo la deportiva-, no les hace falta: de manipulación informativa y prácticas torticeras ya sabrán bastante.

Otros libros de Umberto Eco reseñados en Un Libro Al Día: Aquí

jueves, 5 de diciembre de 2019

Umberto Eco: La misteriosa llama de la reina Loana

Idioma original: italiano
Título original: La misteriosa fiamma della Regina Loana
Traducción: Helena Lozano Miralles
Año de publicación: 2004
Valoración: Más bien decepcionante

Quizá sería excesivo, y puede que injusto, considerar a Umberto Eco como un autor one-hit wonder, pero parece fuera de duda que la brillantez de El nombre de la rosa poco menos que eclipsa todo lo que este caballero ha escrito después. Tampoco es de extrañar, porque aquella novela reunía tantas virtudes que era muy difícil mantener el nivel. En efecto, no lo consiguió y, primero con El péndulo de Foucault y luego con La isla del día de antes, a mí en particular me empezó a aburrir lo que parecía ser la repetición de la fórmula primigenia sin la chispa que le hizo mágica. Así que, un poco por casualidad, muchos años después de que mi entusiasmo se hubiese apagado poco a poco, decido darle otra oportunidad.

Tras ese título algo cacofónico –al menos, en castellano- se esconden casi 500 páginas que tienen algo de novela de formación, revival nostálgico, una dosis desconocida de autoficción, reflexiones en torno a la memoria y a la construcción de la personalidad. Una amalgama en principio sugestiva que se inicia cuando el protagonista, Bodoni, un librero anticuario de sesenta años, sale de un coma habiendo perdido la memoria episódica, es decir, retiene lo aprendido y los movimientos automáticos, pero se le ha borrado toda su experiencia personal. Sabe hablar y lavarse los dientes, reconoce los libros e identifica a Napoleón, pero no sabe nada de él mismo, de su familia ni de su pasado. El suyo es un despertar que recuerda un poco al de Gregorio Samsa, aunque desde luego menos aparatoso.

Alentado por su mujer, acude a la casa familiar en la montaña piamontesa buscando algo con que reconstruir su historia. Aquí hago un inciso necesario: Eco es un autor que escribe muy bien, tal vez con un punto de exceso en el adorno pero siempre preciso y ágil en la descripción. Sin embargo naufraga a menudo en el diálogo, cuando no consigue librarse de su propia erudición y satura con ella a sus personajes. De esta forma, las conversaciones del librero con su mujer son de una afectación irritante, y hay que agradecer que no se extiendan mucho más allá de los primeros capítulos.

La llegada al caserón es un encuentro abrumador con lo que parece el archivo documental de toda una vida, la suya propia hasta que a los dieciocho años se traslada a la ciudad. Cuidadosamente ordenada en cajas y estantes, aparece inmensa la memoria de papel: cientos de libros juveniles, revistas y periódicos, tebeos, cartas, fotografías, sellos, carteles. Todo lo que el abuelo guardaba con celo de bibliotecario. Como ya nos temíamos, Bodoni se sumerge obsesivamente en el descomunal material impreso buscando la llama que encienda el recuerdo perdido. Y claro, don Umberto nos lo cuenta todo, absolutamente todo. Acompañado por numerosas ilustraciones, va recorriendo imágenes y textos, canciones, aventuras y personajes desde finales de los años 30 hasta el final de la II Guerra mundial, todo bien hilado y mejor descrito, con humor y agudeza. Bodoni disfruta con el tacto de cada libro manoseado en la infancia y con la música escuchada en la casa familiar, y todo ese torrente de sensaciones acaba de construir una crónica de la Italia del fascismo y la guerra. De esta forma la terapia del amnésico es recuperar la identidad individual a través de la memoria colectiva.

Todo esto está muy bien… si no se invirtiesen en ello del orden de doscientas páginas (no exagero nada) contando cómo alguien rebusca en la arqueología familiar y nos va comentando uno a uno los tesoros que va encontrando. Es tan excesivo, tan desproporcionado, que acaba pareciendo una forma de onanismo biográfico –del protagonista, pero más probablemente del propio Eco- o, si se prefiere, una versión digna de Yo fui a E.G.B. El lector se teme que todo el libro será igual y no es fácil resistirse a la tentación de tirar la toalla.

Aunque el hilo narrativo no tiene mucho más desarrollo, no sería justo pasar por alto que el libro tiene algunos otros aspectos interesantes. Por ejemplo, cómo va tomando cuerpo el relato de esa era Mussolini y las distintas fases de la guerra vistas desde la perspectiva de un niño en un pequeño pueblo de montaña, con la cautela, pero también la naturalidad, con que las gentes asumen la etapa fascista y los cambios en la situación bélica. Y en ese mismo contexto, tenemos la narración vivaz de un episodio iniciado con la llegada de una patrulla alemana en busca de desertores cosacos, una típica historieta rural de guerra contada con maestría.

En esa exploración hacia el pasado es también decisiva la búsqueda del amor adolescente, esa cosa loquísima que se edifica sobre algunos fragmentos de realidad y todo un universo de idealización. Es algo que está muy presente en el relato y que parece intentar abrirse paso entre la niebla que envuelve a Bodoni de principio a fin, como una luz que sirviese de guía para recuperar la memoria y con ella la identidad.

Como se ve –o al menos, es lo que intento- hay en el libro cosas que merecen la pena, como no podía ser de otra forma en un autor inteligente y con muy buena mano. Pero el conjunto está completamente desequilibrado, como si escribir una novela (si es que esto es una novela) no hubiera sido el objetivo inicial, o como si en el curso de su elaboración se hubiera encontrado don Umberto con un enorme material que no quiso desperdiciar. Añadido esto a algunas incongruencias, cambios de dirección y elementos poco justificables, así como cierta flojera en el dibujo de los personajes, el peso de este semi-tocho hace que me sea difícil recomendarlo, de no ser a los completistas o muy fans del en su momento insigne escritor italiano.

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jueves, 25 de febrero de 2010

Libros sobre libros: El nombre de la rosa de Umberto Eco

Título original: Il nome della rosa
Idioma original: italiano
Fecha de publicación: 1980
Valoración: muy recomendable

“Los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado”, afirma Eco en las Apostillas a “El nombre de la rosa”. Y para ejemplo, su propia obra, pues, ¿qué es este libro sino un libro que trata sobre libros?

Conocemos la historia central a través de un manuscrito de Adso de Melk, anciano monje benedictino que escribe una historia que le ocurrió cuando era muy joven y estaba bajo la tutela de Guillermo de Baskerville. Adso lo escribió en el siglo XIV; el abate Vallet encontró el manuscrito y lo copió. El autor encontró, a su vez, el libro de Vallet en 1968, y también se decide a copiarlo. Y esta es la copia que llega a nuestras manos.

Adso cuenta cómo Guillermo de Baskerville es invitado a una abadía benedictina como mediador en una disputa entre franciscanos y una delegación papal. Pero se encuentran con una serie de muertes que se están atribuyendo a la llegada del Apocalipsis, y deciden investigar por su cuenta.

Bueno, el argumento es bastante conocido por la película. Pero el libro contiene mucho más. El autor explica en las Apostillas- que se publicaron en 1985 como guía que facilitase la lectura del libro, pues contiene numerosísimas citas y frases en latín que aparecen sin traducir-, que El nombre de la rosa tiene tres o cuatro niveles de lectura. Encontramos pistas en casi todas las palabras, desde los nombres de los personajes-no podemos evitar nombrar a Jorge de Burgos como homenaje a Borges-, la forma de las muertes, la descripción de la biblioteca... Con un estilo impecable Umberto Eco nos lleva a descubrir la forma de vida monástica y los entresijos religiosos de un siglo cargado de disputas entre las diferentes órdenes y el papado. No en vano, el autor ha realizado numerosos ensayos sobre el tema.

De nuevo nos encontramos con una obra pionera en su género, de calidad, absorbente y muy, muy recomendable. Si has visto la película, léelo; si no la has visto, aún mejor, léelo antes.

Para terminar, anotar que a mí, algo que me llamó la atención, fue el que el libro protagonista, el segundo de la Poética de Aristóteles, a pesar de estar prohibido y centrar todas las iras de los villanos de la obra, aún se conserve. Es decir, se trata de una obra que no debería existir, como de hecho se cree, y está ahí: no se ha quemado, ni tirado, ni dejado para el olvido. Quizá porque siempre ha habido y habrá libros prohibidos, se haga lo que se haga con ellos; quizá como homenaje a la palabra escrita que, aún hoy, “es un arma cargada de futuro”.

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domingo, 18 de mayo de 2014

Ermanno Cavazzoni: Breviario de idiotas

Título original: Vita brevi di idioti
Idioma original: italiano
Traductora: Marina Pino
Año de publicación: 1994
Valoración: Recomendable

Ermanno Cavazzoni es un escritor, guionista (junto a Fellini, nada menos), director de cine y profesor italiano. Publicó en 1994 este Breviario de idiotas, de subtítulo harto elocuente: "Cuando la idiocia es tan perfecta que debería servir de ejemplo a los niños". Y eso es exactamente lo que nos encontramos en el libro: toda una serie de biografías de personajes, a modo de "vidas de santos", cuya aventura vital está siempre condicionada por una estupidez, o mejor dicho, idiocia (recordemos la distinción al respecto  que hacía el personaje de Belbo en El péndulo de Foucault, de Umberto Eco), a veces congénita y otras sobrevenida, pero que siempre determina un final más o menos trágico, como colofón de una existencia más o menos cómica.

Ciertamente, estás biografías (¿inventadas?) reflejan una idiotez llevada a su extremo. No obstante, y aquí está lo inquietante del libro, no resulta difícil reconocer, en uno u otro caso, y exagerados, a algún personaje de los que podemos tratar a diario o hemos conocido a lo largo de nuestra existencia; incluso a algún amigo o familiar... O, más inquietante aún, a ese ser que nos mira cada mañana desde el espejo: Cavazzonni opta por el humor para presentarnos esta colección de tipos disfuncionales, casi fenómenos de feria en algún caso, pero cuyas manías y obsesiones podrían muy bien ser sustituidas por las que, quien más o quien menos, tenemos todos. El catálogo es suficientemente colorido como para que cualquiera encuentre su "idiota favorito", así que me limitaré a enumerar una pequeña muestra, para que ustedes se hagan una idea de por dónde van los tiros:

- El marxista Raffaello Pelagatos, que creía que los Reyes Magos eran unos extraterrestres (y su antagonista, el padre Pelaperros).
- Bruno Primavera, pirómano fraudulento.
- Un superviviente  de Mauthausen que no se dio cuenta de que era un campo de concentración, porque en su pueblo se pasaba aún más hambre. 
- Rosa María Blanconegro, puta fracasada.
- El doctor Diálisis, mártir de los pies.
- Vincenzo Cusiani, escritor realista, que se dedicaba a transcribir absolutamente todos los hechos de su vida diaria, por nimios que fueran (sospecho que éste era el favorito de Cavazzonni. Además de que parece un adelanto de ciertos escritores actuales de la última hornada).

Y así unos cuantos más. El único personaje real que yo conozco (no excluyo que haya más), es el afamado Cesare Lombroso, ese "científico" que en el siglo XIX trató de establecer toda una tipología de humanos, y en especial de seres antisociales, como artistas y criminales, basándose en consideraciones estadísticas y en estudios antropométricos y, sobre todo mediciones craneales. Sus hallazgos, como no podía ser menos, tuvieron bastante eco, unos años después, en los corpus ideológicos de otros ilustres idiotas, como fueron los fascistas y los nacionalsocialistas alemanes (e incluso hoy, a menudo se echa mano de tópicos de ese tipo o de consideraciones geográficas, para sentenciar alegremente sobre las supuestas tendencias delincuenciales de alguna etnia o nacionalidad determinada).

El género al que podemos adscribir estos relatos es , sin duda, el humorismo, pero que nadie espere aquí un humor "blanco" o "naif", por más que se finja en alguna de las biografías. de hecho, el estilo varía desde la más afilada ironía hasta el sarcasmo o la metáfora evidente ( como en la historia del noble Pordiosero, que se  cubría la cara antes de salir de casa, para disimular sus arrugas, con una gruesa capa de laca, que al trascurrir el día iba cuarteándose). Otras "vidas" ya caen directamente en lo esperpéntico o, incluso en lo "felliniano" (puesto que ambos creadores trabajaron juntos); en una mezcla de lo tierno, lo repulsivo y lo patético que denota un humor más amargo que risueño y que a quien lo lee también le deja un sabor acre, para nada divertido. En otras ocasiones, no obstante, la desazón proviene de percatarnos de que las historias que nos cuenta el autor tampoco difieren mucho de las que podemos leer en los periódicos o escuchar en algún cotilleo de vecindad. Por ejemplo, no me resisto a reproducir uno de los brevísimos "suicidios con error" que aparecen en un capítulo del libro:

     "Un abogado alcohólico y reducido a la miseria se tiró, el 10 de Diciembre, de un puente. pero con él cayó también un jubilado que había intentado detenerlo. El jubilado se ahogó, mientras que el abogado fue rescatado borracho e inconsciente".

(Parece una metáfora de la crisis económica o de sus efectos. O de tantas cosas...).

En definitiva, un libro absolutamente recomendable, pero no apto para espíritus delicados. Ni tampoco para aquellos que vivan convencidos de hallarse en el mejor de los mundos o encantados de haberse conocido a sí mismos. Porque lo que Cavazzonni insinúa a lo largo de todo este breviario, es que la idiocia  absoluta no es un estado tan lejano de la "normalidad" como solemos creer. En un momento dado, todos podemos ser unos perfectos idiotas. Si es que no lo somos ya.


sábado, 22 de abril de 2023

Stéphan Lévy-Kuentz: Metafísica del aperitivo

Idioma original: francés

Título original: Métaphysique de l´apéritif

Traducción: Laura Naranjo Gutiérrez

Año de publicación: 2022

Valoración: Se deja leer

 

Tienen algo los libros escritos en segunda persona que me resulta áspero. Es un recurso arriesgado y difícil de manejar porque, veamos ¿a quién puede dirigirse el autor?

  • A su personaje, claro, lo cual me parece una cierta forma de abuso de superioridad porque tiene un punto acusativo ante el que nada puede hacer para defenderse. El personaje es de alguna manera propiedad del autor, como un esclavo o un muñeco articulado, es y actúa como el autor le ordena, y no parece justo que se vea zarandeado o escrutado en su intimidad
  • Al lector, lo cual es aún peor, porque el tono tiene una carga de interpelación que, salvo caso excepcional, no creo que ningún lector tenga por qué soportar ¿qué autoridad tiene el autor para reconvenirnos o juzgarnos, ni tan siquiera para dirigirse a quien ha tenido la generosidad de leer lo que alguien ha escrito?
  • Y finalmente, a él mismo. Esto es algo así como un ejercicio de narcisismo disimulado, una exhibición de ego que presupone que a los demás nos debe interesar mucho la persona misma del autor como para asistir a su propia autoevaluación. Y además en estos casos, que los hay, es difícil evitar un sesgo de petulancia.

Entonces ¿a cuál de estos tres objetos se dirige la segunda persona que emplea Stéphan Lévy-Kuentz en su libro? Pues en principio aparentemente a su personaje, un individuo anónimo que se pasea por una calle de Paris (St. Germain-des-Prés o por ahí) y se sienta en una terraza a tomar un aperitivo, que en este caso es más bien un apéro francés, como un rato antes de cenar, más que el piscolabis español de mediodía. Se sienta el hombre, pide la comanda y observa, piensa, elucubra. El objeto de sus reflexiones son a veces sus vecinos de mesa, a veces los transeúntes que circulan enfrente, ejercicios mentales que todos hemos practicado (creo) para matar el aburrimiento. Pero también se sumerge en divagaciones más o menos filosóficas en torno a asuntos diversos, en muchas ocasiones apoyadas en citas de autores conocidos o no. Por ahí aparecen por ejemplo Rousseau, Pushkin y Thoreau, cavilaciones también sobre el amor (uno de los momentos más brillantes), San Agustín o el expresionismo abstracto, ideas que van desfilando sin mucha lógica, de forma aleatoria, como en una noche de insomnio.

En todo este recorrido hay cosas más o menos interesantes, claro, pero no lo suficiente para sostener el libro, por breve que este pueda ser. La muestra de erudición del señor Lévy-Kuentz merece un reconocimiento pero, como ocurre con el uso de la segunda persona que decía antes, este tipo de exhibiciones puede ser un terreno vidrioso. El resultado puede ser brillante cuando este bagaje se pone al servicio de un relato sólido (Borges, casi siempre Umberto Eco), pero puede también terminar siendo una simple pedantería si no conduce a nada más que a rellenar páginas para asombro del lector ingenuo. Adivine usted hacia cuál de los lados de la balanza se inclina nuestro libro de hoy.

La sensación de relato fallido es inevitable, cierto, aunque no quiere decir que el libro sea enteramente desechable. Está bien escrito, tiene cierta espontaneidad, y en la profusión de citas (bien anotadas y explicadas por la traductora) siempre podemos encontrar reflexiones de algún interés. Como puede también tener cierta gracia en algunos momentos, como cuando vemos el suave progreso del alcohol sobre el protagonista, o cuando intuimos al escritor un poco perdido que asoma en su parte final, cuando Lévy-Kuentz parece que, ahí sí, se dirige a sí mismo.

Pero por lo demás tampoco me parece que aporte demasiado, ni termino de verle el sentido, parece una especie de pasatiempo, un simple ejercicio para desplegar la erudición de la que hace gala el autor, sin un objetivo preciso. Aunque en conjunto tenga sus picos de interés, no termina de ser un libro divertido, ni tiene desarrollo narrativo, ni mayor profundidad más allá de algunas reflexiones tomadas con cuentagotas. Algo que apunta posibilidades pero que se queda casi siempre en un amago.


miércoles, 27 de octubre de 2010

Breve antología de libros inexistentes

Hay libros que no existen, pero que tienen un lugar importante en la literatura; libros que nunca han sido escritos, pero sí comentados, buscados, reseñados o invocados en otros libros. Son obras ficticias, que en algunos casos se hacen pasar por reales, y en otros son claramente parte del juego narrativo; libros basados en otros libros que sí existieron, o meras invenciones de autores con un especial sentido del humor.

Probablemente el libro ficticio más citado y conocido de todos sea el Necronomicon o "(libro de las) leyes de los muertos", inventado por H. P. Lovecraft, supuestamento compuesto por un poeta loco de Yemen, traducido posteriormente al latín y encuadernado en piel humana; además de contener conjuros y fórmulas malignas, tiene la facultad de enloquecer a cualquier persona que intenta leerlo. Desde que Lovecraft lo creó y lo hizo aparecer en una de sus historias, "The Hound", en 1924, se ha convertido en un tópico de la literatura y el cine de terror.

A veces la invención de libros ficticios se integra en la creación de universos y mitologías narrativas complejas. Es el caso de los libros ficticios mencionados en el mundo de El Señor de los Anillos (por ejemplo, el Libro de los Registros o el Pergamino de los Reyes); de la Biblia Católica Naranja de la saga Dune; de la Enciclopedia Galáctica de Isaac Asimov, dentro del universo de Fundación, o de su contrapartida cómica, la Guía del autoestopista galáctico inventada por Douglas Adams (no la novela real, que sí existe, lógicamente, sino el libro mencionado constantemente en ella, del que llegan a copiarse algunos fragmentos, y que lleva la inscripción "Don't Panic!" en la portada).

Hay autores que tienen especial predilección por inventarse libros. Uno de ellos, probablemente el más grande creador de libros ficticios de todos los tiempos, es Jorge Luis Borges, a quien le gustaba comentar, glosar o reseñar libros inexistentes. Especialmente importantes, por su significación, son "El jardín de los senderos que se bifurcan" (la novela mencionada en el relato del mismo título), ese "nuevo Quijote" escrito por Pierre Menard en pleno siglo XX; o, por qué no, esa edición desconocida y escurridiza de la Enciclopedia Británica que apareceen "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius". Otro gran inventor de libros ficticios fue Rabelais, quien en su Gargantúa y Pantagruel menciona obras tan sustanciosas como el Modo cacandi, de Tartaretus, o el Ars honeste petandi in societate, de Maitre Hardouin de Graetz (que cada lector traduzca los títulos con sus pocos o muchos conocimientos de latín macarrónico).

En otros casos, el invento de una obra ficticia es algo meramente puntual. Los ejemplos de autores y libros inventados para aparecer en una sola obra son innumerables. Umberto Eco jugó con la idea del "Segundo Libro" de la Poética de Aristóteles, perdido o quizás nunca escrito, en El nombre de la rosa; la Teoría y práctica del colectivismo oligárquico del mismísimo Goldstein, ocupa un lugar prominente en 1984; en La vida nueva, de Ohran Pamuk, el grupo de personajes principales ve alterada su vida después de leer un misterioso libro; un libro asesino es también el centro de Nana, de Chuck Palahniuk; novelas como Los papeles de Aspern, de Henry James, o Posesión, de S. A Byatt, que tratan de escritores ficticios, les inventan también, como es lógico, una amplia bibliografía ficticia; mención especial merece Si una noche de invierno un viajero..., de Italo Calvino, que se compone de una sucesión de libros inventados e interrumpidos.

Quién pudiera tener entre sus manos alguno de estos libros imposibles. Y qué gran biblioteca se podría formar con todos ellos...



Más información:
-"Una selección de libros muy interesantes que nunca podrás leer... porque no existen", en el Blog de la BNE
-"Libros malditos. Bibliotecas que nunca existieron", en Muy interesante.
-"Libros inexistentes" en Dalgrev, un blog argentino
-Fictional book y List of fictional books (Wikipedia en inglés)

domingo, 26 de abril de 2009

Art Spiegelman: Maus

Idioma original: Inglés
Título original: Maus. A Survivor's Tale
Fecha de publicación: 1980-1991
Valoración: Imprescindible

Art Spiegelman comienza a publicar por entregas el primer volumen de Maus, titulado Mi padre sangra historia, en la revista Raw en 198o. La obra no se completa hasta 1991, cuando terminan las entregas del segundo volumen de la serie titulado Y allí empezaron mis problemas. A lo largo de unas 300 páginas de comic en blanco y negro, el propio escritor como protagonista nos cuenta la historia de sus padres, judíos polacos, a partir de la invasión de Polonia por el ejército nazi. Las vivencias abarcan todo el periodo de la guerra, durante el que la situación de la familia cambia en varias ocasiones hasta terminar en los campos de concentración.

Más allá del gran interés que despierta la historia de la familia, contada de forma clara, sin pelos en la lengua, y con un ritmo narrativo que atrapa sin posibilidad de escapatoria al lector, Spiegelman hace un uso del flashback, los saltos temporales y los juegos de planos narrativos que convierten la lectura del comic en un auténtico placer. El argumento, en realidad, no deja de usar la típica estructura de la confesión o relato de las experiencias, con un Art Spiegelman que entrevista a su padre, un hombre mayor, aquejado de dolencias cardiacas, nervioso, extremadamente puntilloso y ahorrador. Pero estas entrevistas -en las que se suceden los saltos temporales y espaciales entre el presente de los EEUU y la relación entre Art y su padre, y el pasado de la guerra en Europa y los campos de concentración- enganchan al lector a unas páginas en las que se relatan las vivencias de unos supervivientes, convertidos en ratones (judíos) dominados por gatos (alemanes).

Como bien dice Umberto Eco en la contraportada del libro editado por Reservoir Books: " Lo cierto es que Maus es un libro que no se puede dejar de leer, ni siquiera para ir a dormir. Cuando dos de los ratones hablan de amor, te conmueven; cuando sufren, lloras. [...] Cuando terminas Maus te da pena haber abandonado este mundo mágico..."

viernes, 31 de diciembre de 2010

Balance literario del 2010

Pues sí, ya se termina el año, y como todos los finales de año, es momento de hacer balance y propósito de enmienda; pero como nosotros andamos justos de fuerza de voluntad, nos quedamos en la primera parte, o sea, en echar la vista atrás y resumir lo que nos han dado, literariamente hablando, estos útimos 12 meses. Por supuesto, este es nuestro balance; si nos olvidamos de algo, o si no estáis de acuerdo con nosotros en algún punto, ahí tenéis los comentarios a vuestra disposición.

En fin, así ha sido el 2010 literario que se nos está yendo:
  • En primer lugar, ha sido un año sin grandes booms comerciales: ningún Stieg Larsson, Dan Brown o J. K. Rowling en el horizonte (aparte, claro, de los Larsson, Brown y Rowling que ya conocíamos). Eso sí, 2010 nos ha dejado algunas publicaciones esperadas, que habrá que leer con atención: Némesis de Philip Roth; El sueño del celta de Vargas Llosa; El cementerio de Praga de Umberto Eco...
  • En general, 2010 ha sido un año de pobres ventas, lo que ha puesto en aprietos a más de una editorial y librería. Los editores en España le han echado la culpa a la piratería (cómo no), pero las causas son mucho más complejas, evidentemente, y tienen no poco que ver con la crisis general que afecta a todos los sectores.
  • Sí que es verdad que, como dicen los editores, este ha sido el año en el que el libro electrónico se ha convertido en una realidad en España, al menos entre el sector de la población que ya consumía asiduamente libros en papel. Eso sí, el volumen de ventas de libros electrónicos seguirá siendo ridículo en nuestro país (y en el conjunto de países de habla hispana) mientras no haya un catálogo y unos canales de distribución mínimamente aceptables.
  • Este año se conmemoraba el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, pero se ha conmemorado menos de lo que a algunos nos gustaría. Nada que ver, por ejemplo, con las celebraciones del "año Lorca". ¿Será, a lo mejor, porque Miguel Hernández fue un escritor con un compromiso político evidente y vitalicio?
  • 2010 ha sido también el año en el que el Nobel ha vuelto a reconocer a un autor en lengua española: el peruano Mario Vargas Llosa, autor, entre otras, de Conversación en la Catedral, La ciudad y los perros o La fiesta del chivo.
  • En el 2010 nos han dejado varios escritores irreemplazables, como Alan Sillitoe (autor de La soledad del corredor de fondo), J. D. Salinger, José Saramago o Miguel Delibes. En un plano más íntimo, este año está trágicamente marcado por la desaparición de Sergio Oiarzabal, grandísimo poeta bilbaíno y amigo personal de varios de los que hacemos este blog.
  • Y por terminar mirándonos un poco al ombligo, podríamos decir que este año ha sido también el de la consolidación de "Un libro al día": prácticamente hemos duplicado nuestras visitas mensuales (mças de 17.000 este último mes); estamos en facebook y twitter; hemos aumentado en número de colaboradores fijos y ocasionales, y hemos publicado exactamente 365 entradas, sin fallar un día, hasta hacer un total de 671 desde que abrimos el blog. Y tenemos intención de seguir dando guerra durante 2011.
Como siempre, gracias a todos por compartir con nosotros el 2010, y la pasión por los libros y la literatura. Esperamos que lo sigáis haciendo, también el año que viene...

domingo, 14 de mayo de 2017

Leonardo Sciascia: Los tíos de Sicilia

Idioma original: italiano
Título original: Gli zii di Sicilia
Traducción: Rossend Arqués
Año de publicación: 1.958-1.960
Valoración: Recomendable


Como se puede ver al final de esta reseña, Leonardo Sciascia es un autor al que hemos dado bastante bola en ULAD. Algo que llama la atención en él es su versatilidad, tanto dentro del propio mundo literario como en sus fronteras: es Sciascia hombre de notable erudición, experto en temas históricos desde el siglo XIX hacia atrás, donde construye algunas de sus tramas, pero tiene la habilidad de combinar y simultanear a veces estas aptitudes con narraciones que caerían en el ámbito de lo que podríamos llamar género policíaco. Algo que recuerda un poco por ejemplo a Umberto Eco.

En esta ocasión tenemos sin embargo algo diferente. ‘Los tíos de Sicilia’ es una de las primeras obras de Leonardo, diríamos una obra de juventud, formada  inicialmente por tres relatos, a los que se añadiría un cuarto en ediciones posteriores.

Se podría elucubrar acerca de quiénes son esos tíos de Sicilia (está bastante claro en los dos primeros relatos, quizá también en el tercero y mucho menos, o nada, en el último), pero me parece más oportuno ir por partes. El libro arranca con ‘La tía de América’, donde se dibuja un pueblo siciliano en los compases finales de la Segunda Guerra Mundial. Desde la perspectiva de un chaval de familia pobre tenemos un retrato de individuos anclados a la tierra para quienes la guerra es un accidente, algo cuyo valor radica en la posibilidad de hacerles salir de la pobreza. Algunos toman partido, otros se muestran indiferentes y no pocos cambian sin pudor de chaqueta esperando colocarse cerca del ganador. En lo que todos coinciden es en la fascinación por América y la expectativa de que con la victoria de los aliados algo de la supuesta opulencia del tío Sam (¿otro tío?) acabe pegándose a la reseca tierra siciliana.

En parecidos registros se mueve ‘La muerte de Stalin’, donde las esperanzas de un tal Calogero se depositan no en América, sino en el líder soviético que da título al relato. Calogero sigue con devoción su trayectoria política y durante años justifica a duras penas sus decisiones, aunque esto le lleve a duros enfrentamientos con sus vecinos y por supuesto con la Iglesia. Stalin es por tanto también ‘lu zi Peppi’, el tío Pepe, el padre del mundo ideal de justicia e igualdad que se está fraguando, una ilusión a la que agarrarse desde una polvorienta aldea del extremo sur de Europa.

Las dos historias rebosan el aire inconfundible del realismo italiano. Uno siente que está viendo una película de Alberto Sordi o de Vittorio de Sica: chicos vivaces, mujeres malhumoradas, hombres que discuten de política de forma apasionada, viejos socarrones que se limitan a jugar y charlar en la taberna, curas iracundos. Mucho humor ácido, personajes ridículos pero profundamente humanos, gente en la que la esperanza parece una broma.

‘El quarantottu’ (barullo, follón) se mantiene obviamente también en Sicilia, pero cambia el decorado a un siglo antes, durante los episodios revolucionarios de 1.848. Aquí los estamentos sociales son todavía más nítidos, y por encima de los demás emergen los personajes de un barón, enredado en un notable lío de faldas, y el obispo, celoso de los bienes de la Iglesia (o de los suyos propios, que viene a ser lo mismo). Metidos nobles, clérigos y pueblo llano en confusos acontecimientos sin un rumbo político definido, los potentados maniobran con habilidad, resueltos a conservar sus privilegios, olvidándose de sus principios en cuanto se vea la necesidad. La sátira es feroz y el relato resulta tronchante, aunque desde el punto de vista literario el argumento resulta más endeble, quizá por abarcar un periodo demasiado largo y acumular multitud de sucesos.

Como decía al principio, el último relato, ‘El antimonio’, se añadió en ediciones posteriores, y está claro que no guarda demasiada relación con los demás. En esta ocasión nos encontramos en la Guerra civil española, a donde el protagonista ha llegado integrado en las tropas enviadas por Mussolini. Una vez más, su única intención es escapar de la pobreza y, en paralelo al primer relato, buscar una oportunidad para huir a América. Sin embargo, se verá inmerso en la brutalidad de una guerra que poco a poco empieza a percibir desde enfoques diferentes a los que traía. En realidad, ‘El antimonio’ no cuenta exactamente episodios de la guerra, sino que pronto adquiere un tono ensayístico, el argumento desaparece bajo las reflexiones que el protagonista va desarrollando a partir de lo que vive en primera persona. Se diría que es la voz de Sciascia la que va descubriendo lo absurdo de la situación: es una guerra de clases, y por lo tanto nada pinta un italiano pobre luchando contra españoles pobres.

De manera que no es fácil encontrar un denominador común a las cuatro historias. Si acaso, la voluntad de retratar a esos sicilianos ‘que no se agitan, que se reconocen por dentro y sufren en silencio, pobres que nos saludan con gesto cansado, como desde la lejanía de siglos’. Esa imagen la encontramos a lo largo de todo el libro, es lo que se oculta detrás del humor dislocado, de esas esperanzas depositadas en cosas lejanas o absurdas, en mitos americanos o rusos, en la huida de esa tierra que parece retenerles como un imán. Y sin embargo, no nos transmite desánimo ni pesadumbre: los sicilianos pasan penalidades, anhelan un mundo mejor, pero no parecen haber dejado de disfrutar de la vida.

Otras obras de Leonardo Sciascia en ULAD: Aquí

sábado, 8 de abril de 2017

Colaboración. Laurent Binet: La séptima función del lenguaje

Idioma original: Francés
Título original: La Septième Fonction du langage
Año de publicación: 2016
Valoración: Decepcionante

Reconozco haber alabado el puro gesto de esta novela apenas me enteré de su publicación, y no me arrepiento, quién no se maravillaría ante tamaña mescolanza de asuntos en apariencia incongruentes: la muerte “accidental” del semiólogo más famoso del siglo pasado, Roland Barthes, como leitmotiv de una trama detectivesca; un policía, el inspector Bayard, y un profesor de lingüística, Simon Herzog, (arquetípica dupla literaria: el aventurero y el cerebrito) que buscan sino la verdadera importancia de una supuesta séptima función del lenguaje esbozada secretamente por Roman Jakobson, el lingüista ruso, en algún manuscrito perdido o episodio olvidado de la historia. Bueno, hasta aquí bien, excelente, mucho dato, las referencias supuran, rebrotan causando atracciones casi involuntarias.
Y es cuando leo el primer capítulo, que a pesar de una prosa que tiende a parecerse, muy a su pesar, a la prosa de Dan Brown, logra cautivarme por sus cambios de tonalidad: apreciaciones ensayísticas que pasan luego a relatar vertiginosamente algunas escenas de acción sin notársele las costuras. Todo bien. Paso al segundo capítulo, y noto que los recursos siguen incólumes, pero, atención, ya no sé si se trata puramente de un policial, o de un desfile de personalidades históricas, o de postales intelectualoides matizadas, muy a la fuerza, con retratos a lo Easton Ellis de fiestas endemoniadamente gringas pero contextualizadas en la Francia de principios de los 80. A esta altura la verdad es que ya no tengo mucha idea de qué trata. Y no es esto lo que precisamente desvía mi atención, algo que suele ser una característica que le perdono a gran parte de los pocos experimentos narrativos que he leído, sino lo que verdaderamente me preocupa es que a esta altura, a las ya tanta y pico páginas, no sepa aún diferenciar quién es Herzog y quién es Bayard. Expresando los mismos pensamientos y gestualidades, es como si se tratara de los dos nombres de un mismo personaje.
Me doy cuenta, pues, con lamentable entusiasmo, de que el libro es una pirotecnia hábilmente conducida más que un libro propiamente tal; el autor falla en los requisitos mínimos de la coherencia de los personajes, los cuales se muestran planos —como se dice en la jerga—, iguales todos, y no sin falta, mal presentados. No creo tampoco que el poco trabajo con los personajes sea una falta intrínseca. Por ejemplo —guardando las proporciones por supuesto—  los personajes del uruguayo Juan Carlos Onetti hablan todos como Onetti, pero Onetti es Onetti, y en eso no es pecador, es su estilo. Pero Binet, ya, digámoslo, publicó una primera novela muy buena (HHhH, Seix Barral, 2011) en la que ya jugaba con aquel manido recurso del autor-personaje, y que no tuvo estos problemas de delineamiento, pues de cierta forma ya estaban todos creados: un personaje histórico como Heydrich y sus verdugos, y el otro, él mismo, Laurent Binet. Pero ahora se le fue la mano. Con qué poca pericia nos retrata a un Foucault luego de una clase repitiendo como un mono los presupuestos de la biopolítica, o a un Sollers a la mesa con Althusser y Lacan, sobreexcitado y lanzando disparates, escenas que nos recuerdan más a capítulos de Padre de familia o de Friends que a una novela con estas pretensiones; una parodia, una escenificación demasiado plástica, sin el rumor de verdad que pugna en la buena ficción, es decir, lo creíble a pesar de la mentira. Binet, pues, a mi parecer, en ésta, como narrador, fracasa con bombos y platillos.
Hay algo que si bien debería seguir aplaudiendo en esta novela (lo que a grandes rasgos, o en una fórmula sumamente sucinta, resumiría como pop + docto), pero la descomunal falla narrativa acaba por opacarlo todo. Ciertos procedimientos se pasan de tal manera por alto que todas estas reuniones intelectuales en casa de la familia Kristeva-Sollers, o estas extravagantes fiestas a las que asiste un Foucault recién rapado y con chaqueta de cuero, quedan como meras anécdotas ficticias y blandas que hacen usufructo de personajes reales. Y, lo repito, es lamentable que a medida que uno siga avanzando en la lectura no haga más que hastiarse de trucos repetidos, de estos retratos supuestamente cómicos de un Sartre en las últimas, de un eventual presidente Mitterrand, de un joven aún Umberto Eco, donde más que provocar risa (pues los personajes son reconocibles, y en eso el lector atento exige un poquito más de altura en el tratamiento, pues los concibe en toda su complejidad) te dejan descolocado. Por eso al mostrarlos meramente como la superficie, como el puro símbolo vacío: Foucault pervertido y calvo, Barthes pollerudo y gay, Althusser autista y neurótico, Lacan sucinto y grave, es que no logra conmover, y todo parece una farsa, un disfraz demasiado gesticulado. Y con ello, acarreando largamente el aburrimiento del lector, el verdadero atractivo queda menospreciado: el policial y su velocidad. Dos ruinas por pretensioso. El policial se ufana en su intermitencia, en su cruce forzoso de perfiles intelectuales; y los propios intelectuales, interactuando entre ellos como humoristas de stand up comedy, ya no nos arrancan ni una sola risa.


Firma: Ziben de Sastia

También de Laurent  Binet en ULAD: HHhH

viernes, 15 de abril de 2022

Terry Eagleton: Humor

Idioma original: inglés

Título original: Humour

Traducción: Mariano Peyrou

Año de publicación: 2019

Valoración: Está bien


Resulta llamativo cómo, puestos a buscar, podemos encontrar bastantes libros escritos en torno al humor, la risa, el chiste y cosas por el estilo. Y en general parece que se trata de textos más o menos sesudos escritos por individuos de gran peso intelectual (véase Bergson, o el mismísimo Freud). Así que no debí sorprenderme cuando en ese expositor del que alguna vez he hablado encontré este libro de título tan rotundo, escrito por un señor a quien yo había conocido hace mucho tiempo como autor de un excelente ensayo titulado Literatura y crítica marxista, nada menos. Pero claro, estos tipos con bagajes culturales tan amplios son capaces de disertar sobre casi cualquier tema, y además, casi siempre, de forma brillante y cargada de razones. De forma que tampoco debe chocar que en la amplia bibliografía de Eagleton haya unos cuantos trabajos sobre asuntos bastante diversos.

Otra cosa es que, por algún mecanismo psicológico que desconozco, cuando uno se decide a leer un libro sobre humor, espere inevitablemente encontrar algo simpático, más bien ligero aunque con el poso intelectual que se presume al autor. Una combinación de rigor y desenvoltura desde luego muy atractiva, sí, pero también difícil de lograr. No estoy muy seguro de que Eagleton la consiga del todo.

El libro tiene digamos varias líneas maestras. Por una parte, la más teórica, que entronca con la psicología, donde se exponen tres hipotéticos fundamentos del humor: como descarga emocional que nos libera momentáneamente de la presión a que nos somete nuestra posición en la sociedad; como ejercicio de superioridad por el que nos colocamos un peldaño por encima de aquello que es objeto de mofa; o como juego en el que disfrutamos de brotes de incongruencia, que son lo que desata la risa, ya se trate de situaciones reales o de ficción. Todo esto, dicho en cuatro líneas, se explica ocupando buena parte de texto, con claridad y abundancia de ejemplos más o menos hilarantes, tampoco muchos, ni demasiado festivos.

Durante otro buen puñado de páginas tenemos un amplio repaso de material histórico y literario, sembrado de citas de autores de toda época que contribuyen a una definición de lo humorístico. Un cierto ejercicio de erudición que no carece de interés aunque tampoco me parece que pueda suscitar mucho entusiasmo, y que incluye la conocida discusión sobre si Cristo reía o no, que la mayoría de los mortales descubrimos gracias a Umberto Eco. Menos atractivo resulta cuando Eagleton se adentra de lleno en el mundo de la literatura, explorando buen número de obras sobre todo de autores ingleses a los que conocemos poco a nada. Da la sensación de que nuestro profesor pierde un poco la perspectiva del libro y se sumerge en detalles que resultarán muy interesantes para él como crítico literario, pero que a los demás no solo nos deja fríos, sino que nos llega a aburrir un poquito.

El texto recobra a ratos el vigor y la gracia de un análisis fino y certero, por ejemplo cuando analiza el fenómeno del humor a lo largo de los últimos siglos y en los distintos estratos sociales, mostrando cómo no todo el mundo ríe de la misma forma y de las mismas cosas. A raíz de lo cual se detiene en la diferenciación entre el chiste y el ingenio (el ingenio inglés como categoría propia), uno de los momentos más brillantes del texto.

Con todo, un libro que quizá puede defraudar a los que busquen algo entretenido e intrascendente, y puede que también a los que esperen algo profundo y compacto del intelectual inglés. Es un trabajo sobre todo irregular, que a veces atrae y otras puede dejar desenganchado al lector, algo como escrito a ramalazos, con estilo, eso sí, pero me temo que lejos de dejar la sensación de una lectura inolvidable.


miércoles, 28 de octubre de 2015

Colaboración: El río del Edén de José María Merino

Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 2012
Valoración: recomendable

Con un argumento tan sencillo como el de un niño con síndrome de Down y su padre que transportan en una urna las cenizas de la madre al río, José María Merino construye una potente novela en la que se imbrican tradición y originalidad. Ya desde su mismo título se introduce el símbolo del río, un símbolo tan repetido que, como decía Umberto Eco, por tener tantos significados casi los ha perdido todos.

En la novela de Merino, es el río bíblico del Edén, pero también es el río primigenio en torno al cual se funda Macondo, "de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos de dinosaurio"; es el río heraclitiano del paso del tiempo, es el río manriqueño, es el río de la vida, es el río de leyenda del romancero, es el locus amoenus de las "corrientes aguas, puras, cristalinas" de Garcilaso y es el río observador indiferente al destino de los personajes como El Jarama de Ferlosio.

Merino participa de todos esos ríos para dotar de significados simbólicos al suyo, toma esas fuentes y las reformula en una historia en la que, a pesar de su envoltorio realista, no renuncia a introducir elementos fantásticos a través de las voces del padre, Daniel, y de su hijo Silvio. Merino tiene una gran habilidad para transformar un espacio real en algo mítico y mágico. Daniel cuenta a Silvio la historia de un tesoro escondido en el fondo del río y Silvio cuenta a Daniel la historia de unos extraterrestres cinematográficos y amistosos. Para Daniel, el río del Edén es el pasado y el recuerdo de su esposa. Para su hijo Silvio, es el lugar de la magia. Y las dos miradas se aúnan en complicidad.

No renuncia tampoco Merino a tratar uno de los grandes temas de la literatura fantástica, tan presente en su obra literaria: el tema del doble, de esos dos danieles que habitan en el interior del protagonista, que lo humanizan y provocan desde la antipatía a la comprensión, del Daniel que rememora su pasión amorosa por Tere y del Daniel que se arrepiente del daño causado. El protagonista realiza al remontar el río con su hijo el viaje más hermoso, que es, en definitiva, el del perdón a sí mismo, el de la aceptación de uno mismo y de los otros, el de la constatación de que en la mochila que se lleva después de una cierta andadura vital, caben las buenas acciones pero también el daño que a veces podemos llegar a hacer a quienes más queremos.

Antes he hecho referencia a El Jarama. Lo que en la novela de Ferlosio es contar lo que pasa en un tiempo y un espacio concretos, se convierte en la novela de Merino en un pasar del pasado al presente y ese día de excursión al río de Daniel y su hijo se alarga y multiplica en la memoria del lector a través de los instantes rememorados en la mente de Daniel en un monólogo en segunda persona. Se recuerda el flechazo inicial de Daniel con su esposa Tere, la separación, la ruptura, el reencuentro, la reconciliación, la paternidad vivida desde la decepción inicial del padre hasta el reconocimiento y el arrepentimiento con la muerte de Tere, la aceptación de sí mismo a través del hijo y de una memoria en la que no se escamotea ni lo bueno ni lo malo, ni los daños causados ni el amor dado y recibido.

Porque, en definitiva, ese es el gran tema de El río del Edén: el tema del amor en sus variantes de amor erótico, de amor materno y de amor filial. Para Daniel, durante esa excursión al río, se produce una epifanía: la revelación de que ha sido capaz de aceptar a su hijo, que es capaz de quererlo y de volver a amar a su esposa muerta a través del niño, que es capaz de aceptarse a sí mismo con todos los errores cometidos y con toda su escandalosa e imperfecta humanidad.

Finalmente, a Daniel le queda el río del Edén, donde va a depositar las cenizas de su esposa, y a los lectores nos queda el texto, ese fluir de palabras que se escurren entre los dedos, ese monólogo en segunda persona que atrapa y seduce y nos lleva entre los vericuetos de una historia de amor, celos, desengaño, traición y arrepentimiento.

Firmado: Federico Escudero

También de José María Merino en ULAD: Cuentos del Barrio del Refugio

viernes, 26 de febrero de 2010

Libros sobre libros: Teoría de la novela

Título completo: Teoría de la novela. Antología de textos del siglo XX
Editor: Enric Sullà
Fecha de publicación: 1996
Valoración: Recomendable

Enric Sullà nos ofrece una muy completa antología de textos sobre crítica literaria y, en concreto, sobre la teoría de la novela a lo largo del siglo XX. En las páginas de este libro, se recogen fragmentos de algunos de los textos más importantes que se han escrito sobre la materia. Sullà escoge textos de diversas corrientes entre las que destacan el formalismo, el estructuralismo, la semiótica, etc., a las que suma las aportaciones de escritores como Umberto Eco, Proust, Ayala o Goytisolo.

La selección de textos cubre, en buena medida, tanto las distintas corrientes críticas como los "textos, conceptos, métodos y problemas" que "resultan significativos" para alcanzar una mejor comprensión del objeto de estudio, en este caso, la novela. Además, tal y como manifiesta el propio editor, "he procurado incorporar un número razonable de autores y escritores del ámbito hispánico; si las (tan útiles) antologías norteamericanas privilegian sin ambages a los autores de lengua inglesa, no veo yo por qué no podía incluir a T. Albadalejo, C. Bobes, J. Mª Pozuelo y D. Villanueva." Otro punto interesante de esta antología es que Enric Sullà trata de construir una especie de diálogo entre los textos seleccionados y otros que quedan fuera de la selección, con el objetivo de lograr una mayor riqueza y variedad.

Seguramente faltan algunas referencias importantes para el tema de la novela. En cualquier caso, esta antología es interesante porque permite a cualquier profano en la materia acercarse a la teoría de la novela y comprender mejor algunos de los conceptos y teorías que en ella se manejan. Sin lugar a dudas, será un acercamiento superficial pero muy interesante como primer contacto.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Marguerite Yourcenar: Opus Nigrum

Idioma original
: francés
Título original: L'oeuvre au noir
Traducción: Emma Calatayud
Año de publicación: 1974
Valoración: Muy recomendable alto

Uf, cómo empezar con esto. Pues directo al grano: como diría Delibes, la sombra del ciprés es alargada, y si tienes la capacidad de haber escrito Memorias de Adriano, lo siento mucho compañera, pero a partir de ahí toda tu obra se medirá por ese rasero; no haber puesto el listón tan alto. Y no es para nada una mala novela, todo lo contrario; para muestra, un precioso símil sacado directamente de la primera página: “la paz […] comenzaba ya a deshilacharse como un traje usado durante mucho tiempo”

Quizá esta reseña hubiera sido distinta si no hubiera leído antes el opus magnum de Yourcenar, pero es que si no existiesen las Memorias quizá yo nunca hubiese leído este libro - la novela histórica no es precisamente mi género favorito -. Además, en mi caso, he leído hace poco Baudolino, de Umberto Eco, una novela con la que se podrían establecer fácilmente paralelismos: los dos son libros protagonizados por personajes medievales inventados ex profeso – cuya historia nos es narrada desde la cuna al cadalso - que recorren la Europa de su época, y, para rematarlo, ambas novelas pasan por ser parte “menor” de la obra de sus autores. Así que la cosa va de comparaciones.

Opus Nigrum trata sobre la vida de Zenón, un polímata – médico, filósofo, teólogo, escritor, alquimista, astrólogo, domina varias lenguas... - del siglo XVI que Yourcenar usa como pretexto para desplegar una enorme erudición y unos vastísimos conocimientos históricos. El protagonista, amalgama de Da Vinci, Servet, Paracelso, Erasmo, Brahe... nace como hijo bastardo en el seno de una familia acaudalada y dedica su vida a recorrer Europa practicando la medicina.

Zenón es el vehículo ideal para que Yourcenar nos muestre las distintas realidades de la Edad Media del siglo XVI: como médico de pasado adinerado, atiende a reyes y reinas y tiene acceso a sus cortes; como personaje huraño y desencantado, actúa de buen samaritano y se dedica a ser el médico de los pobres, gracias a lo cual conocemos las historias de la gente de a pie. Sus conocimientos científicos nos hablan del progreso y del estado de varias ciencias de la época; su habilidad mecánica nos muestra un breve episodio de protoludismo y lo que hoy en día llamaríamos movimiento sindical y conciencia de clase.
Por otro lado, en cuanto a su personalidad, es partidario de un humanismo nihilista (así lo llamaría yo actualmente) que pone de relieve las contradicciones y luchas internas del cristianismo de la época, así como las suyas propias. En un buen conocedor de la naturaleza humana, y su trato con distinto personal eclesiástico – también de distinta clase y rango: frailes, novicios, obispos -, el intercambio de ideas, es de lo mejor de la novela.

Sin embargo, y aquí viene el pero, la comparación inevitable, no se ve una evolución en el personaje: en el primer capítulo de la novela ya hace gala de su carácter y sus convicciones, y estas nunca cambian, ni vacilan ni muestran fisura alguna a lo largo de toda la novela, desde adolescente hasta anciano, a pesar de todas las experiencias vividas. Es un personaje bastante plano con el que, a pesar de ser objetivamente una buena persona en un mundo lleno de bestias, cuesta empatizar. Carece de la profundidad psicológica que Yourcenar se reservó para Adriano; esta novela es más de sucesos que de personajes - existe una ausencia casi total de secundarios, que solo existen a través de la interacción con Zenón (valga la rima) - donde el verdadero protagonismo no recae en el ser humano, sino en la historia de Europa. Esto es algo que me costó bastantes páginas comprender, quizá mis expectativas tiraban más hacia otro lado.

Bien es cierto que lo mejor de la novela son los largos intercambios que Zenón y sus respectivos contertulios, dispuestos expresamente para ese papel, mantienen: su primo, el prior, su antiguo maestro... es en estos diálogos donde sale a relucir lo mejor del libro, donde Zenón nos habla de su mundo interno, su visión cosmogónica y su filosofía vital, y donde su interpelado funciona como representante de otra teoría, dependiendo del tema a tratar, ya sea vital, humana o teológica. No maneja Zenón la charla banal, no me gustaría coincidir con él en el ascensor. 

Lo que sí me hubiera gustado que estos personajes se desarrollasen más y tuviesen su propia historia, no fuesen solo la consecuencia de la concepción solipsista de la obra. Habría enriquecido el mosaico total.

Cabe decir que, al menos en mi edición, el libro cuenta con una parte final, desligada ya de la narración, en la que la autora nos habla sobre la concepción de la novela y su historia. Por mi parte, agradezco mucho estos anexos que nos hablan sobre la creación literaria y dan explicaciones sobre el contexto histórico, así que punto a favor. Me ayudan a disfrutar más la novela.

No les quiero destripar más de lo necesario sobre este apéndice, pero déjenme mencionar que, según la propia Yourcenar, Memorias de Adriano y Opus Nigrum partían en principio de un origen común, así que hacer una comparación entre las dos quizá no fuera tan mala idea.

En estas hojas finales Yourcenar también nos cuenta que “los temas bosquianos y breughelianos de desorden y horror en el mundo abundan en la obra”: como aficionado a ambos pintores, no puedo estar más de acuerdo.

Una novela, a pesar de todo, muy buena, de la que en unos años tocará relectura, para entonces ya sin ánimo de comparación.

Todos los libros de Marguerite Yourcenar reseñados en la ULAD: Memorias de Adriano