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viernes, 23 de julio de 2010

August Strindberg: La señorita Julia


Título original: Fröken Julie
Idioma original: sueco
Fecha de publicación: 1888
Valoración: muy recomendable

La señorita Julia es una "tragedia naturalista" del escritor sueco August Strindberg. En un único acto que condensa un lapso de unas pocas horas, la obra nos presenta a la aristócrata que da nombre a la pieza y a Juan, el sirviente con el que mantiene relaciones sexuales durante una confusa noche de San Juan de finales del siglo XIX. A partir de ese momento, ambos personajes tendrán que decidir cómo lidiar con las consecuencias de lo que han hecho.

La obra trata, a grandes rasgos, del poder. Y de la lucha por poseerlo. Trata también de la necesidad de salirse de los límites que marca la clase social y, más aún, de buscarse a sí mismo fuera de dichos límites. Y de la crueldad de utilizar al otro para conseguirlo.

Como bien explica el propio Strindberg en el prólogo de la obra, ésta no es una obra naturalista "al uso": los personajes no están únicamente marcados por la herencia, la genética y el entorno, sino por sus propias aspiraciones, por la brumosa magia de la noche de San Juan e incluso por factores físicos como la menstruación, en el caso de la señorita Julia. Encontramos, pues, personajes de aplastante profundidad psicológica, llenos de contradicciones y absurdeces que se nos van descubriendo en el tira y afloja al que hacía referencia en el segundo párrafo.

Algunos de los diálogos son verdaderamente extraordinarios: más que crudos, bestiales. Y para muestra, un botón; éste es un monólogo de la señorita Julia después de que Juan haya matado a su pajarito.

¿Usted cree que no puedo ver la sangre? ¿Cree que soy tan débil? ¡Oh! ¡Me encantaría ver su sexo entero flotando sobre un lago como ése! Creo que podría beber de su cráneo; ¡me encantaría bañar mis pies en su pecho y comerme su corazón! Aún crees que soy débil: crees que te amo, porque el fruto de mi vientre deseaba tu semilla; te crees que quiero llevar tu linaje bajo mi corazón y por toda mi sangre; dar a luz a tus hijos y tomar tu nombre. ¡Eh, tú! ¿Cómo te llamas? Nunca antes había oído tu apellido; parece que en realidad no tienes ninguno. Yo sería la “Señora Portera” o “Madame Basura”. ¡Tú, perro que llevas mi collar! ¡Tú te crees que soy cobarde y que quiero huir! ¡No, ahora me quedo! Mi padre llega a casa… se encuentra el escritorio abierto, su dinero desaparecido… envía al sirviente a buscar a la policía… ¡y entonces lo cuento todo! ¡Todo! ¡Y le da un ataque y muere! ¡Y es el final para todos! Y entonces todo queda en silencio… en calma… descanso eterno: la dinastía del conde se ha extinguido y el linaje del sirviente continúa en un orfanato… ¡Se gana el laurel en suciedad y acaba en una prisión!

No es difícil entender por qué la obra fue un verdadero escándalo.

La lectura de La señorita Julia no os llevará más de un par de horas, y merecerá la pena: pasión, tensión dramática magistralmente dosificada y mantenida, desenlace "trágicamente naturalista"... Y, sobre todo, no dudéis de asistir si se hace algún montaje en vuestra ciudad. La última, protagonizada por la televisiva María Adánez, fue todo un éxito de crítica y público.

También de August Strindberg en ULAD: SoloAlegato de un loco

miércoles, 7 de marzo de 2018

August Strindberg: Alegato de un loco

Idioma original: francés
Título original: Le plaidoyer d'un fou
Traducción: Cristina Ridruejo Ramos
Año de publicación: 1893
Valoración: recomendable

Con este llamativo y sugerente título, Strindberg deja bien claro su propósito en esta biografía novelada. Se trata de un alegato, en propia defensa, de alguien a quién pretenden que sea tomado por loco.

Para situarnos ya de entrada, el autor se nos presenta en el prólogo, en medio de una enfermedad que le tiene postrado en la cama, en un momento donde su matrimonio está en horas muy bajas (por decirlo suavemente) y sus sentimientos se mezclan entre el odio y el enamoramiento hacia su mujer. Pero, en las circunstancias en las que se halla, sus pensamientos negativos prevalecen, le dominan, le asaltan, le atacan, pues la vida que ha tenido con su mujer hasta llegar a este punto no ha sido para nada satisfactoria. Y encima le acusa, ¡a él!, de no haberla tratado bien. ¿Cómo osa su mujer, y cómo se atreve su entorno de darle la razón? ¡Si es evidente que él es la víctima, el que lo ha sacrificado todo! O así pretende hacérnoslo creer. Con esta intención escribe el libro que nos ocupa, para que sea el lector quien saque sus propias conclusiones, aunque ya avisa de su contundencia en el prólogo: «Este libro es atroz. Lo admito sin objeciones, pues siento un punzante arrepentimiento por haberlo escrito».

Narrado en primera persona, y de modo autobiográfico, Strindberg escribe un libro en defensa propia o en defensa de su comportamiento, para justificar sus sentimientos y, más que describir su estado actual, nos cuenta cómo ha llegado hasta él. Así, el autor narra, en clave retrospectiva, la vida de una persona atormentada, incapaz de mantener una felicidad de forma sostenida a causa de una relación sentimental que va del deseo al hartazgo, del amor al odio, de los celos a la libertad (y libertinaje, en según qué momentos). El protagonista convierte a la dama soñada en alguien odioso, pues considera que le utiliza para lograr sus fines, que desea de él poco más que su dinero, y los sentimientos hacia ella a lo largo de la novela se mezclan volviéndose incluso contradictorios; amándola cuando está ausente, despreciándola cuando está presente. Así, la dicotomía es constante en la narración, la dualidad amor odio, el sometimiento y la voluntad de ser castigado, el ser superior (según el autor) comportándose como inferior, la necesidad de afecto y la independencia mostrada. Strinberg nos habla de la soledad (tema que ya trataba en «Solo»), de desconfianza, de celos, de incomprensión, de sentimientos contradictorios y volátiles, de fragilidad ante una aparente dureza, de moral y de principios, de la imagen que tiene uno de sí mismo y de la que proyecta hacia los demás.

Con innegables tintes misóginos, criticando en ocasiones a su mujer afirmando de ella que «montó en cólera, negándose a reconocer ni tan siquiera que existiera una diferencia entre los sexos» o criticando «esa manía que tienen las mujeres de hoy en día de ganarse las habichuelas ellas mismas» o también afirmando que «superior en inteligencia a la mujer, el hombre solo es feliz cuando se une a una mujer que lo iguala», el autor no rehúye la polémica ni reniega de sus ideas. Esta concepción que tiene de la mujer es algo habitual en su obra y puede estar en parte originada por el modelo de relación que tuvieron sus padres, al casarse su padre con su criada, marcando así la infancia del autor en cuanto a identificación de roles. Asimismo, es importante situar esta novela en su contexto histórico pues a finales del siglo XIX hubo un importante avance en el movimiento feminista, especialmente en el norte de Europa. El autor fue crítico con ese movimiento y no duda en atacarlo, pues cree que la mujer debe estar dispuesta y predispuesta al hombre. Strindberg claramente no encajó bien el movimiento feminista, y su pensamiento misógino es muy evidente en este libro, pues habla de la mujer en términos altamente despectivos y se pronuncia en contra del movimiento, como se puede ver cuando habla de sus consecuencias:

«Pretender destruir al hombre, reemplazarlo por la mujer retornando al matriarcado, destronar al verdadero amo de la creación, al que ha creado la civilización, generalizado los beneficios de la cultura, el generador de las grandes ideas, de las artes, de los oficios, de todo, para ensalzar a esas malas pécoras de mujeres»

El anterior párrafo sirve perfectamente para situar la mentalidad del autor respecto al género femenino, al que además califica en varias ocasiones con atributos y adjetivos que me niego a reproducir aquí. Así, no sé hasta qué punto uno debe creerse la realidad expresada por el autor en este alegato cuando viene descrita bajo el filtro mental de su misoginia, pues es evidente que la relación con su mujer narrada en el presente libro viene marcada profundamente por esta mentalidad, pues gran parte del odio hacia su mujer es debido a la liberación de ella misma. De esta manera, el alegato del autor no deja de ser un intento de justificar su actitud hacia su mujer, pero también de mostrar recelos hacia una sociedad que avanzaba por caminos que divergen de su mentalidad. Porque, en el fondo, de eso trata principalmente el libro, de la incomprensión de un hombre hacia su mundo, hacia sí mismo, hacia su mujer y hacia un movimiento feminista que avanza, ganando terreno al coto privado delimitado por su mentalidad, convirtiendo un libro que en un inicio se suponía un alegato, en una denuncia, una crítica y una venganza hacia las mujeres, origen de sus deseos y causa de sus males.

Ideologías aparte, la calidad de la obra es innegable, especialmente en la primera mitad del libro donde se nos presentan los personajes y el triángulo amoroso. En esta parte, la obra deslumbra, pues se establece una relación a tres bandas entre el amor, el honor y la prudencia, y se atisban trazos de la obra teatral de Strindberg donde uno fácilmente puede vislumbrar escenas propias de las grandes tragedias amorosas con amores prohibidos y declaraciones veladas, con sentimientos a flor de piel que no trascienden por la barrera que el código del honor impone, tozudamente. Esta primera mitad del libro es altamente interesante y perfectamente equilibrada en ritmo, interés y profundidad, pues en ella vemos los sentimientos en su máxima expresión: el deseo, los celos y el escenario mental donde se establecerá la acción. Lamentablemente, a medida que el libro avanza, la locura del autor (real o no) se va imponiendo en el relato y aumenta su carga de denuncia, de oscuridad, de tristeza, de aborrecimiento, de odio, de visceralidad, de hartazgo, de lamento y de incomprensión. Y en parte el autor contagia al lector de ese tedio, ese hartazgo, esa incomprensión, y en ocasiones la lectura del libro es algo monótona y no apta para ciertas sensibilidades, pues ofende a menudo. Aun así, la calidad de la prosa del autor y el amplio abanico de sentimientos plasmados en esta obra hacen de ella una recomendable lectura para constatar, no sólo la importancia de Strindberg en la literatura del siglo XIX, sino las dificultades de una parte de la sociedad en adaptarse a los cambios que se acercaban en favor de la igualdad.

También de August Strindberg en ULAD: Solo, La señorita Julia

domingo, 14 de enero de 2018

August Strindberg: Solo

Idioma original: sueco
Título original: Ensam
Traducción: Manuel Abella
Año de publicación: 1903
Valoración: recomendable

Autor profusamente controvertido y excéntrico, Strindberg se nutre de aspectos biográficos y personales que influyen y marcan la temática de su obra. Artista polifacético, también se desenvolvió en el arte de la pintura, al que se dedicaba especialmente durante sus crisis personales y a partir del cuál estableció una amistad con Edvard Munch. Su inestabilidad emocional y las manías persecutorias que padecía, junto con una mentalidad crítica respecto a la sociedad que compartió en su relación epistolar con Nietzsche, se reflejan en su producción artística, y el libro que nos ocupa es un ejemplo de ello; en él, el autor se centra en una buscada huida de la sociedad para recluirse en su propio mundo y convierte esta soledad en el elemento nuclear de su vida. El título del libro no deja lugar a dudas y resume perfectamente su tema central.

De esta manera, en este libro con tintes autobiográficos, de pequeño formato y corta extensión, el autor parte de una cena que tiene con sus amigos, después de largo tiempo sin verse. Este reencuentro provoca que el autor tome consciencia del paso de los años y de cómo éste afecta a la forma de comportarse de sus amigos; el paso a la madurez, alcanzada cierta edad, convierte a la gente en prudente y modifica la espontaneidad en la exposición de sus opiniones. Este aspecto, junto con la ausencia de un sitio donde puedan hablar tranquilamente sin temor a ser interrumpidos por sus parejas o alguien ajeno, y la propia decadencia de las conversaciones - pues cada vez se evita más la exposición de los pensamientos íntimos-, causan que nuestro personaje principal decida distanciarse, no únicamente de ellos sino también del resto del mundo, para pasar a vivir de forma aislada sin contacto con nadie más, a excepción de los pequeños encuentros fortuitos inevitables del día a día. La causa de querer tal aislamiento es doble: por una parte, ha perdido el interés en nadie más que en él mismo y, por otra parte, no quiere estar sometido a la opinión de los demás sobre su persona. Así, el autor lo afirma en un pasaje del libro: «prefiero la neutralidad, o llegado el caso, la enemistad, pues un amigo siempre ejerce una influencia sobre mí, y eso no lo quiero».

Así, la soledad confiere un espacio al protagonista donde toma consciencia de la importancia de la individualidad, al no tener que estar sometido a opiniones ajenas y tener que mostrarse de una manera distinta a la que le es propia. De igual manera, evita tener que tratar con gente que no le importa y por quién incluso no siente ninguna estima. La soledad se convierte en su particular compañía, y sus pensamientos ocupan su día a día, volviendo al personaje huraño y, hasta cierto punto, paranoico. En este aspecto recuerda bastante al protagonista de «Hambre», de Knut Hamsun (contemporáneo a Strindberg), por su aversión a la sociedad, su caos interior y su misantropía, sin que la locura llegue a alcanzar al protagonista con la intensidad que sí ocurría en la novela de Hamsun.

De esta manera, recluido el protagonista en su propio hogar, el paisaje ofrecido por las ventanas de su domicilio es utilizado como vehículo de reflexión, sirviendo como canal de observación de aquello que le rodea. Desde su atalaya particular observa el paso del tiempo en sintonía con las estaciones y analiza a partir de ellas los cambios en la vida, contemplando y vislumbrando las variaciones del mundo y su efecto sobre la gente. De esta manera, sus puntuales salidas son el único contacto con una sociedad que se le antoja lejana, a causa de un absoluto desinterés por ella, pues no hay en él ningún ánimo de establecer amistad con nadie, aunque la soledad de la que disfruta aislado en su domicilio es solo relativa, pues necesita el contacto de otras personas. Así, su conexión con la realidad, más allá de los propios límites que su domicilio confiere, es de tipo unidireccional: sabiéndonse envuelto de otras personas (vecinos, transeúntes, etc.) disfruta de la soledad aunque ésta no es completa; en una dualidad manifiesta, coexiste su deseo de soledad con la necesidad vital de tener la seguridad emocional de no estar completamente aislado. Esta dualidad se expone en las frecuentes alusiones a los vecinos de escalera y los encuentros con aquellos con los que se cruza en la calle, pues le brindan la posibilidad de mantenerse atado a esa realidad que le sujeta a la cordura y que, en ciertas ocasiones, tiende a peligrar a causa de sus delirios.

En resumidas cuentas, libro interesante, pues abunda en la introspección como elemento de autoconocimiento; el relato expone perfectamente la soledad buscada (y en gran parte, lograda) por el autor. La prosa fácil en esta obra y la contención del autor en controlar la narración en algún episodio donde el protagonista padece ciertos desvaríos, hace que resulte interesante pues trata sobre la soledad, tema que, en mayor o menor grado, todos podemos experimentar, ya sea de forma buscada o accidental. Aunque la obra sea algo reiterativa en la segunda mitad donde pierde cierta intensidad en el relato, y abre alguna vía que no termina de explorar, el autor sabe recomponer la historia en el último tramo, poniendo un buen punto final al inicio de todo aquello que supone la exploración de uno mismo.

También de August Strindberg en ULAD: La señorita Julia, Alegato de un loco

lunes, 17 de diciembre de 2018

LO MEJOR DEL 2018, SEGÚN ULAD, MODESTIA APARTE

Juan G. B. dice: 

Oriol Vigil dice:

Koldo CF dice:
Ha sido, para mi, el año de los autores latinoamericanos. Aquí la lista:

Francesc Bon opina:
No ha sido un buen año. Mis preferencias siguen inamovibles y nadie les hace sombra y alguno ya debería. Y un desastre solo recordar leer autores españoles o estadounidenses. 
  • Mi mejor lectura del año: El viaje vertical, de Vila-Matas 
  • Novedades que salvo, y mucho: Las posesiones, de Llucia Ramis 
  • Te gustará si votaste o piensas votar a Vox: Ordesa de Manuel Vilas. (Esto es una broma muy del momento, ni siquiera comprendería que le gustara a alguien, y los que votan a Vox ni leen libros ni leen blogs literarios, seguro) 
  • Hartito de darles más oportunidades: Trueba, Amat, y otros involucrados en el socavón que se abre bajo lo que fue antes Anagrama. 
  • Propósitos de año nuevo que caerán seguro: Barth, Gaddis, Vollmann. Y ya que otros toman gustosos el relevo de la actualidad, re-lecturas a manta. 

Carlos Andia sentencia:
  • Lo mejor del año: las relecturas de Lorca (Bodas de Sangre / Yerma) y Carpentier (El siglo de las luces)
  • Narrativa: quizá Lectura insólita de 'El capital', de Raúl Guerra Garrido, porque el nivel, la verdad, no ha sido muy espectacular 
  • Descubrimientos: Antonio Di Benedetto (Zama), y la faceta literaria de Henri Michaux (Un bárbaro en Asia)
  • Reconciliación con, y por lo tanto reapertura de puertas a: Michel Houellebecq (gracias a El mapa y el territorio)
  • Ensayo: entre bastante igualdad, finalmente me decanto por Jean-Yves Jouannais (El uso de las ruinas, reseña dentro de poco) 
  • Clásico: Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne 
  • Experimento: Me acuerdo, de Georges Perec (reseña también en unos días) 
  • Decepciones: varias, moderadas, quizá la más fastidiosa, por los elogios que arrastraba, Velocidad de los jardines, de Eloy Tizón 
  • Intenciones: un hipertocho que llegará pronto, volver a Di Benedetto, quizá a Sabato, cosas interesantes... y, sí Koldo, Cartarescu también. 

Montuenga contribuye: 

Marc Peig opina:

Carlos Ciprés añade:
Y que en los próximos meses Ustedes gocen de sus lecturas. 

Beatriz Garza estima:
  • Autor descubrimiento del año: Margaret Atwood 
  • Novela(ZA) descubrimiento del año injustamente olvidada: Primera sangre de David Morrell 
  • Clásico del año: Marianela de Benito Pérez Galdós 
  • Novela (que como no podía ser de otra manera, supera a la película) del año: Tomates Verdes Fritos de Fannie Flagg 
  • Relectura provechosa del año: Las hermanas Grimes de Richard Yates 
  • Lectura LGTBI del año: La chica danesa de David Eberhoff 
  • Objetivos cumplidos del año: Lectura y reseña de novela gráfica 
  • Conceptos aprendidos del año: La diferencia entre "literatura" y "producto literario". El género del ciclo cuentístico
  • Objetivos para el año que viene: me abstengo, que luego me siento fatal. 

Santi concluye: