Si hubiera que elegir una palabra para resumir la séptima edición del Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER), que se desarrolla hasta este domingo en la ciudad de Paraná, la que mejor cumpliría esa función sería “intenso”. No solo porque describe a la perfección el interés que generaron sus proyecciones y actividades paralelas, que de manera inevitable se extendieron en un sin fin de charlas posteriores.
También fue intenso el calor que acompañó al festival de punta a punta, aunque al caer el sol el río siempre se encargó de traer algo de alivio en forma de brisa. Igual de intensa se espera que sea la lluvia, que amenazó desde el primer día, pero que parece haber esperado hasta el último para hacer su entrada triunfal, sin arruinarle la fiesta a nadie.
El FICER nació con esa intensidad como mandato. Solo eso explica que en solo siete años este festival haya pasado de cero a cien, para convertirse en uno de los puntos más fuertes y esperados en el calendario cinéfilo nacional. Un proyecto concebido y motorizado por un grupo de cineastas entrerrianos, que en estos siete años también impulsó la creación de una ley del cine y una cinemateca provinciales. La primera fue promulgada en 2024, la segunda se inauguró este año, apenas una semana antes del comienzo del festival.
Se trata de gestas que debieron afrontar las dificultades adicionales que provocaron la alternancia de distintas fuerzas políticas al frente del gobierno de Entre Ríos y el calamitoso estado de situación del Instituto Nacional del Cine, que desde hace dos años ha sido tomado como rehén por el presidente Javier Milei y sus amanuenses. Un crecimiento saludable que de ninguna manera se condice con la situación general del país.
FICER, razones de un éxito
Nada de eso sería posible sin un sustento artístico legítimo, que en el caso del FICER se sostiene en dos columnas fundamentales. Una de ellas es una generación brillante de cineastas, de la que forman parte, entre otros nombres destacados, Celina Murga y Nicolás Herzog, directores artísticos de las primeras ediciones de este festival; Maximiliano Schonfeld, presidente del Instituto Autárquico Audiovisual de Entre Ríos (IAAER); o Eduardo Crespo, actual director artistico del festival.
Incluso se puede sumar a esa lista al santafecino Iván Fund, ganador del Oso de Plata en la última edición del Festival de Berlín con su trabajo más reciente, El mensaje (película de apertura del 7° FICER), cuya carrera como cineasta está íntimamente ligada a Entre Ríos. Todos ellos son responsables de estos logros que, dadas las circunstancias, se parecen bastante a un milagro, pero en realidad son producto de la pasión y la ética aplicadas al trabajo.
La otra pata de ese éxito es la programación artística, que logra equilibrar una calidad cinematográfica inobjetable con la necesaria labor de impulsar una industria provincial, que recién se encuentra en sus primeras etapas de gestación. Ambos objetivos quedan claramente expuestos a través de sus dos secciones competitivas, una de largometrajes nacionales, la otra de cortos entrerrianos.
La primera funciona como una confirmación de un cine argentino potente incluso en tiempos de cólera, plural en términos estéticos y narrativos, y bastante federal. Aunque ese sigue siendo el punto débil de una industria que hasta hace muy poco se pensó y administró desde Buenos Aires y de espaldas al resto del país. Justamente, la creación de entes como el IAAER y festivales como el FICER son iniciativas que busca romper la lógica de ese centralismo histórico.
La sección de cortos locales, en cambio, expone el citado carácter embrionario del cine entrerriano, imponiendo la saludable certeza de que hay mucho trabajo por hacer. Bienvenido sea el desafío.
Esta séptima edición no solo dio muestras de crecimiento en el marco artístico, sino también en términos estructurales. Sumó un día más a su calendario e incorporó nuevas sedes para sus proyecciones, todas ellas gratuitas, lo que obligó a que muchos espactadores se quedaran sin ver las películas debido al alto nivel de interés que generaron las convocatorias. Un hecho que no hace más que confirmar el exito del festival en la formación de los espectdores y de un público propio.
Pero sobre todo, este año se amplió la importancia del Forum, el espacio de mercado e industria del festival, al que se le otorgó una autonomía en el manejo de sus actividades. El FICER Forum estuvo a cargo de Herzog y su agenda tuvo como principal objetivo fomentar la producción de cine en la región.
Por sus mesas de conversación, rondas de negocios, conferencias y sesiones de pitching pasaron casi tres decenas de proyectos en diversas instacncas de producción, en busca de acercarse cada vez más a su etapa de desarrollo final. Sus espacios aportaron un plus de vitalidad, potenciando el alcance de un festival que definitivamente se perfila como un espacio fundamental en la reconstrucción que demandará el cine argentino luego de la catástrofe.