Estos días de calor, hacía vida en el patio de la casa, pasando muchas horas bajo la parra. Leía, Zafón resultó ser un grato descubrimiento este verano y tomaba café con soja helado, otro básico imprescindible.
Hace algo más de dos décadas, que Aurelia, mi madre, puso la parra en el corral. La finca donde se ubica la casa, tiene algo de desnivel, quedando el corral, mucho más bajo que el patio principal, el patinillo y la leñera. Inicialmente era un sarmiento de apenas metro y medio. Aurelia dijo: "He de comerme las uvas allí", señalando la zona del patinillo; la joven parra recién plantada debía trepar, remontar y superar unos tres metros de altura, antes de formar el "emparrado" y sostener su cosecha de racimos de uva moscatel.
Pasaron los años, y pacientemente la fue dirigiendo hacia su objetivo... podando, preparando los soportes, cubriendo con redecillas sus racimos iniciales... alguna bronca tuvimos a costa de la parra..., desde hace algún tiempo ya recoge los racimos de uvas donde ella se propuso. Para mi es admirable su tesón, el de mi madre y el de la parra, tiene don y mano para las macetas, todo aquello que planta le arraiga y crece.
La sombra de la parra de mi madre es generosa, las pámpanas y las ramas jóvenes cubren todo el patinillo y la leñera, y se ha convertido en mi sitio favorito en esta casa, este verano caluroso. Cuando no estoy bajo la parra leyendo estoy bajo el limonero dándome una ducha fría para refrescar la piel y las ideas.
Verde, sombra y agua. Con estos tres elementos el verano en la campiña jiennense es, no sólo más soportable, sino también placentero.