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La tentación del escritor

La tentación del escritor

Ganadora del XXX Premio de Novela de la Universidad de Sevilla, esta novela habla de los seres queridos, de los cuidados y de la superación del dolor a través del amor. Y lo hace a través de Ruth, una mujer cuya vida queda marcada por el trauma familiar y la vocación religiosa.

En este making of Cristina Cerrada reflexiona sobre el origen de La última tentación de Eva (El Paseo).

***

Pienso que cualquiera que lleve el veneno de la escritura en sus venas me entenderá. Lo que todos los escritores tenemos en común es nuestro deseo de explorar. De comprender. Y, por qué engañarnos, de trascender. Una vez leí en un libro algo que me gustó. El libro se llama El rayo y el trueno: Pasión y oficio de escribir. Es un libro muy inteligente que analiza el proceso de la escritura desde el temprano e íntimo acto de la creación de un texto, hasta el otro más social, a veces fariseo, efímero e incluso ingrato de la publicación. Pues bien, Natalie Goldberg, su autora, decía en él que, en nuestra sociedad, laica y científica, donde las formas tradicionales de espiritualidad no gozan de demasiado crédito, la literatura ofrece la posibilidad de penetrar en nosotros mismos, de rastrear las huellas del alma y del Más Allá.

A través de la escritura, según ella, tratamos de comprender el universo. A través de ella nos enfrentamos hoy día a la Vida y a la Muerte. Al paso de la una a la otra. Al tiempo y a Dios (lo que sea que entendamos por ellos en nuestro corazón).

Si esto es cierto, si el consuelo y la explicación que nuestros padres hallaban en la religión lo encontramos los escritores en esa suerte de dioses que son las palabras, la poesía y las historias de nuestra vida, ¿cómo no intentar combinarlo?

Y ese fue el reto para mí al empezar a escribir La última tentación de Eva. Aprehender el secreto de esa liturgia. Componer una metáfora. Hablar de la espiritualidad.

Y de la duda.

"Más allá de su argumento, La última tentación... fue la búsqueda de la respuesta a una pregunta, una pregunta por la espiritualidad. La trascendencia"

Todo partió de un relato. En él, un hombre ––no una mujer–– que es miembro de un grupo de activistas políticos vive torturado por la contradicción. A veces, los métodos del grupo le parecen dudosos. Recurren a la violencia. A la manipulación. Para conseguir sus fines, no dudan en financiarse con dinero sucio. Sus fines son, para él, justos. Pero tienen un líder, un líder al que siguen ciegamente, con el que el personaje no acaba de conectar.

Cuando me propuse escribir La última tentación… pensé que necesitaba una mujer. ¿Por qué? No lo sé. Quizá porque yo lo soy. Y luego pensé que necesitaba hablar de la duda. De la verdad. Del aquí y ahora, y del más allá. Y de Dios. Y para ello necesitaba buscar dentro de mí. ¿De qué otro modo, si no, podía hacerlo? ¿Cómo no entrar en contacto con nuestro propio interior para hablar de todo eso?

Pues fue duro.

Todos nosotros estamos siempre buscando la respuesta a la pregunta de quiénes somos. Ahí es nada. Y los escritores tenemos suerte, porque en nuestra cultura, una cultura que ha destruido los dioses que consolaban a nuestros antepasados, la escritura puede llegar a ser el consuelo, el camino que nos conduzca hasta la respuesta.

A mí me sucedió. Más allá de su argumento, La última tentación… fue la búsqueda de la respuesta a una pregunta, una pregunta por la espiritualidad. La trascendencia.

Y la duda.

"Sin embargo, la escritura de una novela no es sencilla. Además de concentración, paciencia, compromiso y aislamiento, requiere humildad"

Pasé miles de horas escribiendo. Sentada delante del portátil, volcando ideas, sentimientos, visiones, fantasías de mi cabeza, recuerdos de mi niñez. La mayor parte del tiempo ––el bloqueo está siempre ahí, acechando— disfruté haciéndolo. El tiempo voló. Desaparecieron el sonido de la televisión, las discusiones con mi marido, las obras de los vecinos.

Gocé.

Sin embargo, la escritura de una novela no es sencilla. Además de concentración, paciencia, compromiso y aislamiento, requiere humildad.

Yo no sé cuántas versiones escribí de La última tentación… Más de cincuenta, seguro. Y luego, cuando cierto editor a quien envié la novela la rechazó diciendo que “el tema era interesante, pero el estilo resultaba muy naíf”… Bueno, eso fueron unas cincuenta versiones más.

Los escritores somos un poco psicópatas. Como los niños, podemos machacarnos un dedo intentando sacar una cosa de dentro de otra, y eso no hace más que espolearnos a seguir intentándolo una vez y otra vez y otra más…

Me costó escribir La última tentación… Un relojero tiene herramientas, tiene engranajes, dientes, rubíes… Yo me situé ante la novela con algunas de las herramientas, engranajes y dientes que nos proporciona nuestro oficio: palabras, ritmo, personajes, estructura, bla, bla, bla. Pero había algunas cosas a las que fue muy complicado acceder. Ideas. Ideas como religión. Iglesia. Fe. Su dimensión social. Su controversia. A veces, su poco prestigio.

"A veces, lo que queremos decir permanece tan rígidamente pegado a las palabras, tan toscamente unido a ellas, que ni magia, ni nada. Pero cuando lo conseguimos..."

De la misma manera que el relojero se enfrenta a la fuerza de la inercia y al movimiento, como escritora tuve también que enfrentarme a la fuerza y el movimiento, a la inercia y la oposición. Enfrenté la idea de lo trascendente con la de lo humano. Busqué una metáfora que contrarrestara la intensidad de ciertos conceptos ––como el de Dios–– confrontándolos con otros ––como el de drogadicción––. Pero no se trataba de reducirlo todo al mecanismo de un reloj, a unas ruedas dentadas encajando en otras. La fluidez del tiempo resbalando por la esfera, así es como se dice “reloj” en el lenguaje de la poesía.

Muchas veces estuve a punto de abandonar la escritura de La última tentación… ––no solo cuando recibí el mail de aquel editor––, cualquier escritor me entenderá. A veces, lo que queremos decir permanece tan rígidamente pegado a las palabras, tan toscamente unido a ellas, que ni magia, ni nada. Pero cuando lo conseguimos…

Cuando tras cien versiones —o más–– de La ultima tentación… logré encajar puntos de vista, tiempos verbales, diálogos, acción, cuando logré convertir la idea de una novela en una novela, en algo que otras personas leyeron y entendieron, aparte de mí… Pues eso.

Y es que, y cualquier escritor me entenderá, soy incapaz de abandonar. Menos aún cuando lo escrito no termina de gustarme. Ni siquiera cuando no les gusta a otros. Los escritores poseemos un pequeño defecto que nos hace estar siempre intentando, repitiendo curso, siempre dudando, siempre buscando. Siempre tentados. Siempre queriendo saber.

Vamos, digo yo.

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Autora: Cristina Cerrada. Título: La última tentación de Eva. Editorial: El Paseo. Venta: Todos tus libros.

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