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¿Quién enseña a quién?

¿Quién enseña a quién?

Un lunes cualquiera, en un colegio cualquiera, una inundación lo cambia todo. No es la típica inundación de novela infantil donde los charcos dan risa. Aquí, el agua arrasa un centro donde niñas y niños aprendían a su manera. Con sus tiempos, sus formas, sus mapas. La respuesta institucional es tan rápida como predecible: traslado urgente al colegio de los “normales”. La solución suena lógica, pero en el fondo es una grieta más en una estructura que nunca fue neutral.

La muy catastrófica visita al zoo, de Joël Dicker (2025), parte de esa escena cotidiana para hablar de lo que casi nunca se dice en voz alta: cómo tratamos a quienes no encajan del todo en lo que entendemos por escuela, por infancia, por ciudadanía. Lo hace con humor, con ternura, sin renunciar a la crítica ni a la inteligencia. Un cuento ilustrado que parece liviano, pero carga preguntas de las que pesan: ¿quién decide cómo debe aprender alguien? ¿Quién define qué es lo normal? ¿Qué pasa cuando los niños hacen más preguntas de las que los adultos pueden o quieren responder?

Como escribe Dicker (2025):

[…] le explicamos al jefe que Yoshi no habla nunca.

—¿Porque no quiere o porque no puede? —preguntó él.

No estábamos seguros. Entonces el jefe de bomberos añadió:

—Porque querer es poder.

—Somos niños especiales —le informé.

—Ah… (p. 34)

La narradora se llama Joséphine. Habla desde el centro de la historia y desde los márgenes del sistema. Es lúcida, algo sarcástica y absolutamente libre. Junto a sus compañeros empieza a sospechar que la inundación no fue un accidente. Y entonces se lanzan a investigar. No desde el drama, sino desde la intuición de que algo no cuadra. Porque detrás del agua hay una decisión. Y detrás de la decisión, una idea de mundo.

"La escuela, que debería ser lugar de acogida, se muestra aquí como reflejo de nuestras contradicciones. A veces protege. A veces impone"

Lo hermoso del libro es que no hace de estos niños personajes ejemplares ni víctimas modélicas. Son personas pequeñas que piensan, que se equivocan, que se organizan. Que hacen lo que cualquier comunidad democrática debería hacer cuando algo no funciona: hacerse preguntas, buscar causas, confrontar a quienes mandan. Dicker no escribe una fábula de buenos y malos, sino una historia donde la política aparece en lo cotidiano, sin necesidad de grandes discursos. Como dice Rita Laura Segato, “la violencia también es simbólica: sucede cuando se niega a alguien el derecho a significar, a decir yo soy” (Segato, 2003).

La escuela, que debería ser lugar de acogida, se muestra aquí como reflejo de nuestras contradicciones. A veces protege. A veces impone. A veces, simplemente, repite lo que ya no debería repetirse. Como explica Nerea Barjola, “los mecanismos de exclusión no siempre se construyen con normas escritas: basta una mirada, un gesto”, una etiqueta (Barjola, 2018). El grupo de niños que protagoniza esta historia no acepta esas reglas. O al menos, las señala. Las pone en duda. Y al hacerlo, nos ofrece una lección sobre participación, igualdad, ciudadanía.

Dicker juega todo el tiempo con lo simbólico. El título, aparentemente disparatado, es una pista. La visita al zoo no es un premio, sino una pregunta: ¿quién mira a quién?, ¿quién está dentro de la jaula?, ¿qué estamos enseñando cuando enseñamos? Como señala Luc Boltanski, “frente al sufrimiento ajeno tenemos tres opciones: emocionarnos desde la distancia, actuar o mirar hacia otro lado” (Boltanski, 2004). Este libro elige la segunda, pero lo hace con colores, con dibujos, con chistes. No subestima a nadie. Sabe que la inteligencia no siempre se mide en exámenes.

"Por eso La muy catastrófica visita al zoo no es solo una historia para niños. Es una historia sobre la infancia como sujeto político"

Por eso La muy catastrófica visita al zoo no es solo una historia para niños. Es una historia sobre la infancia como sujeto político. Sobre lo que pasa cuando dejamos de escuchar a quienes no encajan en la media. Sobre la educación como espacio de convivencia o de exclusión. Sobre la democracia entendida como ejercicio cotidiano, no como palabra vacía. Joséphine y los suyos quieren entender, pero también quieren participar. Y eso, aunque no lo digan así, es una forma de resistencia.

El propio Dicker (2025) lo resume mejor que nadie al decir que escribió este libro para «jóvenes y viejos, que se leen un libro a la semana o un libro al año, de todos los orígenes, de todos los credos, de todas las ideologías y de todas las opiniones… para reconciliar a las personas entre sí, permitiendo que se conozcan, que se reencuentren» (p. 220).

“¿Qué chorrada es esa de la democracia? […] ¿Qué diablos les está metiendo en la mollera a nuestros chavales?” (Dicker, 2025, p. 113)

Como recuerda Susan Sontag, “mostrar el dolor sin contexto lo convierte en espectáculo. Contarlo con respeto, con humor, con profundidad, es una forma de memoria” (Sontag, 2013). Dicker opta por la segunda. Y en ese gesto —aparentemente sencillo— hay algo valiente. Porque al final, este libro no ofrece una respuesta. Ofrece una pregunta. Y si nos incomoda, es porque probablemente apunta a donde debe.

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Barjola, N. (2018). Microfísica sexista del poder: El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual. Virus Editorial.

Boltanski, L. (2004). Distant Suffering: Morality, Media and Politics. Cambridge University Press.

Dicker, J. (2025). La muy catastrófica visita al zoo. Alfaguara.

Segato, R. L. (2003). Las estructuras elementales de la violencia: Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Universidad Nacional de Quilmes.

Sontag, S. (2013). Regarding the Pain of Others. Picador.

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Miren
9 ddís hace

Muy buen análisis para la reflexión.