Rodéate de tus lados

“Quiero hacer música para el espacio, para los planetas.
Quiero cumplir una misión para el cosmos”.
—Luis Alberto Spinetta

Ya desde esta primera novela los protagonistas, cuatro chavales entre los once y los dieciséis años, se topan constantemente con una máxima que habrán de descifrar: «Rodéate de tus lados». Y eso es precisamente lo que harán, cada uno a su manera, durante toda la aventura que van a vivir. Tratarán de buscar esos «lados» sin comprender muy bien a qué se refiere esta críptica imposición, que además les llega con una exigencia colosal, la de ser héroes sin pretenderlo, elegidos para llevar a cabo una gesta titánica: salvar el mundo de su destrucción.

El destino del universo queda depositado en estas páginas en manos de cuatro adolescentes.

La idea germen de esta historia la desarrollé durante un viaje por Europa, en el verano de 2001, junto al que por entonces era mi novio, Rafael Campos Blanco. Al regresar me puse a escribir, con el propósito de mostrarle semanalmente lo que avanzaba a modo de obligación porque, como ya sabemos, para escribir hay que sentarse a escribir… Rafael murió en 2002 y solo pude enseñarle hasta el capítulo cinco. La vida se volvió irreal. Nada tenía sentido. Abandoné el proyecto.

Durante los quince años siguientes escribí teatro, relatos, poesía… pero nada que tuviera que ver con Los cuatro elementos. Sin embargo, nunca dejé de pensar en estas novelas, ya estaban dentro de mí. Las construía mentalmente, creaba la arquitectura de cada libro, imaginaba por dónde iban a transitar sus protagonistas, qué iban a aprender, qué sacrificios tendrían que hacer, cuál iba a ser su evolución. No dejé de documentarme leyendo ensayos, biografías, viendo documentales…

Con el paso de los años la trama creció, los temas que iba a abarcar eran cada vez más profundos y complejos, los personajes que los acompañarían ganaban peso y personalidad. Y fue en 2017 cuando, tras quedarme sin trabajo, mi pareja de entonces, José Pascual Abellán, me alentó a retomar la escritura de la saga. Su insistencia parecía casi una súplica, por mi propio bien. Y lo cierto es que me ayudó muchísimo.

Durante los siguientes siete años escribí los cuatro libros: El dodecaedro del zodíaco, Los cuatro de Dendera, La cuarta dimensión y El primer elemento. Mi método se fue fraguando a golpe de horas. Inicialmente escribía en papel todas las ideas, trasladaba mi croquis mental al cuaderno, detallando la progresión de cada libro, de cada capítulo. Mi mente dictaba a mis manos, que rellenaron cuadernos y libretas con todo el desarrollo argumental. Lo siguiente fue escribir en el ordenador «Capítulo 6», y el resto vino solo.

Los cuatro elementos es una narración que toma como base la historia, la cultura y la mitología mesopotámicas, es decir, la cuna de las civilizaciones, el origen de lo que somos actualmente.

Ya desde la primera novela la trama lleva a los jóvenes protagonistas a un viaje alucinante a través del tiempo y el espacio, transitando la historia universal y los eventos mitológicos que han marcado y definido el mundo que habitamos en la actualidad. Un viaje hacia el origen desde el presente; un encuentro con el pasado para entender lo que somos ahora, de qué manera nos ha afectado, y tratar así de adivinar hacia dónde iremos en el futuro.

Por esa vocación de universalidad esta saga aborda muy diferentes temas: las enfermedades raras, el mito de Er, la arqueoastronomía, las relaciones familiares, los secretos entre generaciones, el cambio climático, la necesidad de recuperar la historia, el poder destructivo de las sectas, el teatro, la diversidad sexual y familiar, las grandes teogonías, la existencia de los dioses, los cuidados paliativos, las pérdidas, el poder de la literatura, el racismo, la homofobia, los genocidios, las guerras, los derechos civiles, el origen mismo del universo… la muerte.

Todo esto a través de los ojos de un grupo de intrépidos chicos y chicas: Clara, su hermano Raúl, la prima de ambos, Victoria, el mejor amigo de esta, Phillipe, y la gata Silvia. Cuatro adolescentes que descubrirán que ser héroe hoy es no tener miedo a sentirse vulnerables, a mostrarse rotos, que el valor está en enfrentar juntos lo que haya de llegar, y que la fortaleza no reside en tener poder o riqueza, sino en saber pedir ayuda. En definitiva, aprenderán a rodearse de sus lados.

La saga Los cuatro elementos nació inspirada en mis lecturas juveniles (Los cinco, Los tres investigadores, Los Hollister…), pero su narración va evolucionando desde lo que parece una pequeña aventura en la que desentrañar un misterio hasta planteamientos ontológicos que pretenden llevar a quien se adentre en ellos a preguntarse qué es el ser, cuál es la naturaleza de la existencia y si hay otras realidades.

¿He estado escribiendo mi propia historia? ¿He buscado en esta narración mis lados perdidos en los recovecos de mis recuerdos, entre los que se truncó mi trama personal?

A veces uno escribe y no se da cuenta hasta que ha terminado, o hasta que lo ha leído otra persona, de los mensajes ocultos que habitan en sus propias palabras.

Estos cuatro libros van de lo pequeño, de lo local, a lo universal. Y quizá ese sea el objetivo de todo escritor: hacernos eternos en cada lector que nos escoge.

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Autor: Nacho Hevia. Título: El dodecaedro del zodíaco. (Libro 1 de 4 de la saga Los cuatro elementos). Editorial: Durii. Venta: web de la editorial.