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miércoles, 28 de junio de 2017

Calma, que la vida lleva prisa.


El tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar (Theophrastus)



domingo, 18 de junio de 2017

Insaciable curiosidad




“Entre todas las alegrías, la absurda es la más alegre; es la alegría de los niños, de los labriegos y de los salvajes; es decir, de todos aquellos seres que están más cerca de la naturaleza que nosotros.” 


Azorin


viernes, 9 de junio de 2017

Discreta primavera


Eres tan cursi hija
que no hay por dónde cogerte.
Hasta en febrero cuando estás desnuda eres cursi,
adornada de odas y vergeles no digamos.
Primavera,
más que cantarte te han hecho la viñeta ciertos poetas sin agua;
pero a pesar de todo te defiendo,
porque haces retoñar ese geranio,
que se me seca siempre en el invierno.

Primavera (Gloria Fuertes)


viernes, 24 de marzo de 2017

UN PLACER PERDERSE



Un bello paisaje, una hermosa jornada, un libro selecto... ¿Qué necesitáis para ser felices?. El sol resplandece por dentro.

Joseph Leo Mankiewicz



Villanueva de la Serena

lunes, 29 de agosto de 2016

Stand by



La felicidad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno hace.

Paul Sartre



lunes, 15 de agosto de 2016

El Lirio

Murió la princesita y fue su muerte un sueño,

un sueño tan profundo que nunca despertó,

y su alma en el pegaso sublime del ensueño

en el azul tranquilo del cielo se quedó.

Por eso junto al lago, bajo el ciprés añoso,

eternamente el lirio su dulce aroma da;

por eso siempre triunfa su cáliz misterioso

que espera al caballero que nunca volverá

LUIS HERNÁNDEZ ALFONSO




sábado, 6 de febrero de 2016

Luz oculta



“Todos los bosques son poderosos, algunos son temibles por profundos, por misteriosos, otros por oscuros y siniestros.”

Dolores Redondo (El guardián invisible)
 


domingo, 13 de diciembre de 2015

Ausencia

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

Ausencia (José Luis Borges)



viernes, 30 de octubre de 2015

El cerro que era una montaña

                                                                 http://www.turismoextremadura.com/
Foto portada del libro

VI Encuentro de blogueros de Extremadura, en el que he tenido el honor de participar.

“No muevas una montaña, por quien no mueve una piedra por ti”. José recordaba esas palabras que resonaban en su cabeza, se las había dicho su mejor amigo días antes de morir en una habitación de hospital. Era alguien que había movido montañas y recibido pedradas. La pedrada de mayor acierto, un cáncer que venía con billete de ida y sin retorno. José Llevaba varios días por Villanueva de la Serena, a partir del tercero ya se había acostumbrado a una nueva rutina, que sólo admitía leves variaciones. Se levantaba a la salida del sol y tras asearse con celeridad un breve paseo de veinte minutos, volvía a casa y desayunaba mientras veía la televisión sin interés y pensaba en el helado que tomaría en Los Valencianos, le agradaba ese lugar. Tras el helado vagaba sin rumbo, intentando organizar el caos de sus pensamientos, que vagaban mucho más libres y desenfrenados que él mismo, como si no le pertencieran. Eran esos pensamientos como los vicios de lo que habla un proverbio chino, que llegan como invitados, se quedan como huéspedes y terminan como dueños y a José nunca le habían gustado los dueños, ni ser dueño de nadie. En cuanto su vista alcanzaba el cerro de Magacela, era un imán para sus ojos, aquello para él no era un cerro o una colina, le parecía majestuoso y misterioso, como un lugar en el que sin estar, hubiera estado antes. Aquello era la montaña, pronunciada esa palabra mon-ta-ña con delicadeza, sintiéndola, recreando a la par que la dices, su imagen poderosa, de atracción, como si fuese un lugar de redención, de aura mística, el fin de algo, el principio de otro algo. Magacela no es el techo del mundo, pero José sentía cada vez más la necesida de pisar ese lugar, subir a esa cima y para un ateo como él, pensar que podía creer en algo más fuerte que su propia naturaleza, ahora que todo se derrumba.
Una noche veraniega de intenso bochorno, de esas noches largas que provocan cansancio y mal humor. José se levanta y va hacia el cuarto de baño, se refresca la cara más que lavarse. Se fija en una en una moneda de dos euros que se dejado en el lavabo, mira su reverso, es italiana, ahí aparece Francesco Petrarca. Recuerdo cuando había leído que Petrarca había subido por el puro placer y curiosidad el mont ventoux, una montaña en la provenza francesa, un 26 de Abril de 1336 en compañía de otros(lejos aún en el tiempo de ser santuario ciclista), dicen que quería disfrutar de las vistas. Para algunos ahí nació el alpinismo. José cree que lo debió hacer movido por otros motivos, pero que seguro que se los guardo para él, si era poeta, que lo era y de los buenos, seguro que sabía guardar bajo siete llaves lo que se debe guardar y poner a salvo. En la mente de José, entre la duermevela y el sopor que da el cansancio, sólo aparecieron dos nombres, Laura y Magacela, Magacela y Laura, ese cerro que era montaña, Laura, la amada de Petrarca a la que cantó. Dos oscuros objetos del deseo, y ya se sabe que para algunos la mejor manera de evitar una tentación es caer en ella. José en aquel momento era de esos.
Antes de llegar el alba. José ya pisaba tierra con sus viejas zapatillas deportivas. Caminaba con ritmo pausado, alzando la cabeza de vez en cuando hacia lo alto, y allí estaba, parecía cercana esa montaña, pero lejana e inalcanzable, como cualquier deseo. Se sentía rejuvenecer, no era ese hombre de casi medio siglo, que evitaba mirarse en los espejos. Volvía a ser por momentos ese muchacho soñador, de carácter inquieto y confiado, que creía el mundo como un gran banquete al que si bien no te invitaban, podías colarte con facilidad, craso error, las mesas están numeradas y hace falta invitación. De vez en cuando aceleraba un poco el paso, y parecía que Magacela se alejaba, era un deseo esquivo, que se deja mirar, pero al acercarte se aleja. Paró en el camino, se dejó sentar sobre una roca que parecía dispuesta para la ocasión, quemaba un poco, bebió un poco de agua fresca y miró a Magacela.Pensó en Petrarca y en su amada Laura y él recordó a Delia, la compañera con la que estuvo en octavo de E.G.B, ella ya era toda una señorita, y él un imberbe alocado unas veces y otras alicaído, y cuando estaba así, de esa manera, ella se fijaba en él y le preguntaba “Oye niño ¿Qué te pasa?, qué cara de pena, ni que se te haya muerto el gato” para algunos eso era ser una fresca, a José por entonces le agradaba que se fijará en él, aunque fuese de esa manera y hubiera en ella más burla que interés sincero, durante una tarde entera delante de un espejo ensayo caras de pena, no se le dio del todo mal, llegó a conseguir entablar algunas vacías conversaciones que le llevaron a escribir incompletos poemas de amor a los que no supo como poner fin. Echó a caminar de nuevo y recordó como Delia se casó con su mejor amigo, un bodorio por todo lo alto y luna de miel en concordancia. En el entierro de su mejor, no reconoció a nadie de los escasos asistentes. Ni falta que hacía pensó, a hacer puñetas tantos recuerdos. Miró de nuevo a Magacela, el sol de ese día venía con fuerza, se alivió bebiendo otro trago, ese día iba a ser de calor, de esos que en la comarca de La Serena hasta los lagartos van con cantimplora. Si viviera, a su mejor amigo le hubiese gustado ese paseo, siempre que podía iba a Gredos, José nunca fue con él, con ellos en verdad, no quería ver a Delia. Sin quererlo, sin poder evitarlo Delia y su mejor amigo poblaban de nuevo su cabeza, mientras tanto subía Magacela casi sin darse cuenta, sin esfuerzo aparente, movido por una fuerza que el propio José no sabe de donde vino, aquella mañana, no deambulaba, su caminar tenía un rumbo, una cima en la que aposentarse. Llegó a lo alto y vió un viejo cementerio que le dio un escalofrío, pensó que era un presagio, se tomó las pulsaciones y no notó nada raro,contempló el paisaje calmado desde allí, todo era el azul del cielo despejado y el ocre de las tierras en verano, algún olivar u otro árbol que desde allí sólo en eran manchas que su ojo apenas distinguía. Se tumbó en el suelo y cerró los ojos, pensó que estaba en el techo del mundo, lo pensó,pensó, pensó y sintió frío en un día de verano que venía serio como diría cualquiera de por allí.

Texto: Pedro Maximiliano Cascos

La ruta que yo he propuesto para el libro, es la que va desde Villanueva de la Serena (Badajoz), hasta Magacela.
Duración: 2 horas Ruta senderista de fácil realización entre Villanueva de la Serena y Magacela. Se trata de es un camino característico por terrenos de siembra con impresionantes vistas desde la lejanía del castillo de Magacela. Cada año y coincidiendo con la luna llena del mes de agosto, se organiza una conocida marcha nocturna que recorre esta bonita ruta. Transporte Público (Inicio): Estación de Autobúses - Renfe




lunes, 12 de octubre de 2015

Oveja perdida


        Las ovejas son como un pedazo de almohada con un perro dentro, y ese tener tanta lana por todas partes es lo que produce a las ovejas tanto sueño y tanto aburrimiento. Pero en verano llega un hombre con unas tijeras y le quita a la oveja la almohada que tiene por encima y se la lleva a su casa. Entonces solo se ve el perro y hace feísimo.

Miguel Mihura

jueves, 1 de octubre de 2015

El bosque encantado




"Me interné en los bosques porque quería vivir intensamente; quería ‘sacarle el jugo’ a la vida. Desterrar todo lo que no fuese vida, para así, no descubrir en el instante de mi muerte que no había vivido”.

El club de los poetas muertos




miércoles, 8 de julio de 2015

¿Qué esconden los bosques?


«El bosque siempre le producía un secreto orgullo de pertenencia, aunque su grandiosidad también le provocaba temor y vértigo. Sabía que lo amaba, pero el suyo era un amor reverente y casto que alimentaba en silencio y en la distancia.»

El guardian invisible (Dolores Redondo)


viernes, 26 de junio de 2015

Tocata y fuga de primavera (Serie movimiento)

Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.

Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.

He sido.

Luis Cernuda


martes, 12 de mayo de 2015

El atardecer de la vida

Sobre las cumbres

hay paz,

en las copas de los árboles

apenas puedes

percibir un aliento,

los pajarillos han enmudecido en el bosque.

Espera, pronto

descansarás tú también.

Goethe


sábado, 11 de abril de 2015

Atardecer

Siento mi corazón en la dulzura
fundirse como ceras:
son un óleo tardo
y no un vino mis venas,
y siento que mi vida se va huyendo
callada y dulce como la gacela.

 Atardecer (Gabriela Mistral-Atardecer)




jueves, 19 de febrero de 2015

Tarde violenta y dorada


SI NO EXISTIERA LA MUERTE
José Cercas

Si no existiera la muerte; “le dije”
el corazón de la primera amapola
sería rojo, todavía.
El viento suave del otero,
alimentaría, para siempre,
el vientre de la caverna.
Hombres y mujeres, verían florecer,
el ritmo, silente, del tiempo.
Si no existiera la muerte; “me dijo”
no existiría la vida.



viernes, 13 de febrero de 2015

La tarde se muere


La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.

Allá, sobre los montes,
quedan algunas brasas.

Y ese árbol roto en el camino blanco
hace llorar de lástima.

¡Dos ramas en el tronco herido, y una
hoja marchita y negra en cada rama!

¿Lloras?... Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda.

Antonio Machado






domingo, 1 de febrero de 2015

Vida de una flor


Por la verde ronda de hojas ya se asoma
Con temor infantil, y apenas mirar osa;
Siente las ondas de luz que la cobijan,
Y el azul incomprensible del cielo y del verano.
Luz, viento y mariposas la cortejan; abre,
Con la primera sonrisa, su ansioso corazón
Hacia la vida, y aprende a entregarse,
Como todo ser joven, a los sueños.

Mas ahora ríe toda, arden sus colores
Y en su cáliz asoma ya el dorado polen;
Aprende a sentir el calor del mediodía
Y, agotada, se inclina al lecho de hojas por la tarde.

Hermann Hesse




jueves, 22 de enero de 2015

Contra el muro


Entre los escombros, me sublevo
entre la noche oscura soy lucero
entre la tormenta. pájaro de eterno vuelo
nazco cuando muero, resurrección espero.

Texto: Pedro Maximiano Cascos

Sublevación

Contra el muro