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sábado, 19 de noviembre de 2022

LA ZONA MUERTA

Estamos ante lo que, comúnmente, denomino -de forma muy apropiada- una reseña muerta. Inútil. ¿Por qué? Porque a estas alturas no voy a descubrir a nadie "La zona muerta". Y mucho menos convencer de algo que todos sabemos de sobras: lo cojonuda que es. Entonces, ¿por qué escribir? Por darme el gusto. Para disfrutar durante el proceso, recreándome en las muchísimas virtudes de un título -de 1983- que se ha ganado a pulso la etiqueta de clásico.
"La zona muerta" está basada en una novela de Stephen King. Produjo ejecutivamente Dino de Laurentiis, en la época que el novelista era materia recurrente porque siempre funcionaba en la taquilla a la hora de recaudar dineritos. Cosa que no sorprende considerando que, por entonces, vivía en continuo estado de gracia, chorreando ideas brillantes hasta por las orejas. Para rematarlo, De Laurentiis y su equipo terminaron de reunir a una serie de talentos en torno al proyecto, todos con la inspiración en un momento álgido, comenzando por el director, David Cronenberg (que venía de parir cosas más modestas en cuanto a presupuesto. Podría decirse que este fue su primer film netamente mainstream), el guionista / adaptador Jeffrey Boam (autor posteriormente de los libretos de "Jóvenes ocultos", "El chip prodigioso", "Indiana Jones y la última cruzada" o "Arma Letal 2 y 3"), la productora Debra Hill (fresca de sus colaboraciones con John Carpenter), y, por supuesto, los actores. O los actorazos. Menudo plantel: Christopher Walken, Brooke Adams, Tom Skerritt, Herbet Lom, Anthony Zerbe, Martin Sheen, Nicholas Campbell y dos habituales de Cronenberg, Peter Dvorsky + Leslie Carlson. Yo me quedo con Walken y Lom. Ambos sensacionales. El primero llevando todo el peso de la peli con una interpretación redonda, repleta de emociones. Según vi hace poco en un documental, Cronenberg le indicó a su dire de fotografía que se centrara en el rostro del actor, ya que iba a ser este el que narraría la historia. Una muy muy trágica.
Johnny es un pizpireto profesor enamorado hasta las trancas de su prometida. Una mala noche lluviosa se estrella con el coche y queda en coma. Pasan cinco años, despierta y se encuentra que, obviamente, la vida se le ha ido a pique, especialmente su pareja, que se ha casado con otro y ha tenido un hijo. Encima, para agravarlo más, Johnny ha regresado con un poder. Si agarra la mano de una persona, puede ver su futuro o pasado. El hombre, triste y desolado, se encierra en casa. Pero no paran de molestarle para pedir ayuda. También se reencuentra con su ex, lo que añade más leña al fuego. El momento álgido vendrá cuando, casi accidentalmente (¡pobre gafe!), descubra que un fanático e histriónico aspirante a presidente logrará su cargo e iniciará la guerra nuclear. Así las cosas, decide pararle los pies, aunque sea a lo bruto.
Sensacional y rico argumento, conducido por David Cronenberg con maestría, elegancia, sobriedad, centrado en los personajes, reduciendo los efectos especiales al mínimo. No perdemos el hilo porque todo lo que vemos nos gusta. Que maravilla y que trágica. "La zona muerta" no puede evitar ser tremendamente triste, pero en el buen sentido. No quiero ni pensar cómo se vería hoy con sus excesos infográficos y demás mandangas.
Tantas posibilidades tenía el personaje de Johnny (apellidado Smith, el nombre más común pegado al apellido más común) que en 2002 se parió una serie de televisión (precedida por un piloto). Aguantó hasta 2007, así que supongo no le fue demasiado mal. La verdad es que no me llama nada. Prefiero quedarme con la película... totalmente imprescindible.

Como regalito, les cedo completa la caratula del VHS que en su día pillé a cincuenta céntimos en el sucio suelo de un mercadillo (nótese el extraño detalle de situar a Martin Sheen por encima de Christopher Walken en cuanto a protagonismo se refiere)

lunes, 10 de agosto de 2009

ECHELON CONSPIRACY

Película videoclubera conocida también con el titulo de "The Gift" que, sin embargo, se estrenó en salas en Kazajistán y, con un despliegue de medios decente y un reparto inmejorable ( Vingh Rhames, Eduard Burns y Martin Sheen), resulta ser un entretenimiento de lo más refrescante para una calurosa noche veraniega.
Un experto en informática que está trabajando en Bangkok, recibe por correo un lujoso teléfono móvil. Viene sin remitente. Nada más conectarlo, encuentra un mensaje donde le dicen que tome un avión hasta Praga. Impulsado por la curiosidad, el informativo comienza a hacer lo que el móvil le dice. Allí recibe otro mensaje con una dirección a la que debe dirigirse; acude y resulta ser un casino. Siguiendo las demandas del móvil, apuesta y acaba ganando millones. Pronto es interceptado por un grupo de élite de la policía, quien le usa para descubrir el origen de esos mensajes. El remitente es nada menos que un programa de ordenador súper inteligente llamado Echelon.
Nunca hubiera decidido ver esta película si no fuera por uno de sus interpretes ¿Se imaginan quien? ¡ Claro! ¡!Ving Rhames!! Que en esta ocasión interpreta a un duro policía (y además bueno) dejando un poco a un lado su rol de presidiario y demostrando eficacia y carisma a prueba de balas. Por cierto, que el nombre real del tío Ving es Irving Rameses Rhames... casi mola más que el artístico.
A lo que voy es que Rhames ha sido el percutor, pero sin su presencia esta película es igualmente disfrutable. Un policiaco de acción, lo suficientemente interesante, y a la vez tontorrón, como para que desconectemos totalmente de nuestras cosas durante noventa minutos.
Por otro lado, la trayectoria de Eduard Burns me gusta bastante; de galán / autor del cine "indie", ha mutado en super estrella de videoclub, lo cual me parece mucho mejor que todo lo anterior. Y Martin Sheen... eterno malo con igual suerte que su hijos. ¡Caray! Que de peña interesante tiene esta peli.
El director de esta joyita es Greg Marks, y en su escuetísima filmografía cuenta con la infumable "11:14 Destino Fatal".
Conclusión: buena trama, buenos actores, acción, tensión.... Muy maja.

jueves, 26 de diciembre de 2013

LA BAHÍA ESMERALDA

Jess Franco siempre decía que “de vez en cuando hay que hacer una película de las otras, para que vean que sabes hacerlas”. Cuando decía “de las otras” se refería a películas convencionales con su planteamiento, nudo y desenlace. Y obviamente, a pesar de lo que muchos pudieran pensar, sabía hacerlas. Muy básicas y aburridas, como las puede hacer un negado sin talento,  pero sabía.
Personalmente, son estas películas convencionales las que menos me interesan de su filmografía, porque pelis malas, las hay a puñados, y estas ni tan siquiera son tan, tan malas como para tenerlas en cuenta. Pero como curiosidad, como siempre digo, si que funcionan.
“La Bahía Esmeralda” sería una de estas películas.
Si las películas de Franco más convencionales no fueran las que menos me interesan, la verdad que hay que reconocer que cuando más en forma estuvo el abuelo, fue en la etapa comprendida entre el cine porno y justo antes del apadrinamiento de “Subterfuge”, es decir, finales de los ochenta, que es la etapa en la que trabaja para  René Chateau y hace “los depredadores de la noche” y para Daniel Lesoeur y “Eurociné” y se saca de la manga “El hundimiento de la casa Usher”, “Operación Cocaína” o esta “La Bahía esmeralda” que como ya he dicho, serían sus películas más convencionales y las que dejarían algo de dinero en tierras extranjeras.
“La Bahía Esmeralda” se estrenó en nuestros cines, distribuida por U.I.P (en aquellos años, esta empresa estrenaba, de tapadillo, montones de películas que les pudieran dejar perdidas. Rollos fraudulentos que se traían) y recuerdo perfectamente los posters en la marquesina, o, discretamente, en alguna revista de cine, que la hacían pasar, perfectamente, por un estreno norteamericano no muy grande.
Cuenta la historia de un país de Sudamérica (aunque está rodada en Tarragona) que está a punto de entrar en una guerra civil, y mientras que el presidente intenta por todos los medios poner una solución a esta situación, el corrupto Coronel Madero, hará mil y una tropelías que llevarán al país directamente al garete.
Una peli con sus tiros, sus persecuciones, su ritmo y, como no, sus imágenes de archivo.
Dentro de la filmografía de Jess Franco, tampoco sería lo más aburrido; sin ser esto la panacea del entretenimiento, está hasta distraidilla. Sería una película digna, incluso. Pero dentro de las películas convencionales, hay miles de millones mejores que esta, que está, en muchos aspectos y para ser del tío Jess, incluso cuidada.
Pero no es ese el motivo por el que  no hay que tenerla muy en cuenta. El motivo es, que al ser una película de encargo, con un guión ajeno (lo firma Lesoeur) y que Franco se limita a rodar el material que le han ordenado, lo que trasmite la maldita película es que Jess se está aburriendo haciéndola. Es todo tan correcto, tan académico, que se echan en falta todos esos zooms y desenfoques habituales de Jess Franco, que por momentos parece que vayan a hacer acto de presencia. Y sin embargo, no se muy bien por qué, tiene ese tufillo inconfundible a lo Jess Franco, lo que la convierte en una película muy rara. E interesante para tener en la videoteca (por menos de eso, tengo pelis peores).
El reparto, como siempre que Jess trabajó para “Eurocine”, “de Campañillas”: Robert Forster, George Kennedy, Fernando Rey, Silvia Tortosa, Craig Hill, además de Mayans, Lina Romay y el propio Franco. Pero la curiosidad está en que la película cuenta con la presencia de Ramón Sheen (no confundir con Ramoncín) ahora más conocido como Ramón Estevez. Y que trabajó en más ocasiones para tío Jess. No hace falta ser muy listo para saber de quien se trata. Efectivamente, es hijo de Martin Sheen y hermano de Charlie Sheen y Emilio Estevez, que además de para Franco, también trabajó para José Antonio de la Loma en “Pasion de hombre”, y ahora mismo se dedica a producir ejecutivamente la nueva serie para lucimiento de su hermano Charlie.
“La bahía Esmeralda”, junto con “Los depredadores de la noche”, es lo más parecido que nos dio Franco a una película de verdad, y ya solo por eso, yo creo que merece la pena echarle un vistazo. Pero si el cine de Jess se limitara a esto, hace tiempo que habría dejado de interesarme.
No obstante, la ultima etapa, la del vídeo y el chocheo –en todos los sentidos-, me sigue pareciendo la mejor y la más interesante.

lunes, 21 de noviembre de 2022

LITTLE LOST SEA SERPENT

El director Donald G. Jackson, al que la afición le vino de manera temprana cuando filmaba eventos deportivos de instituto con su Bolex de 16 mm, es un realizador peculiar donde los haya, que quizás encaminó su carrera por el lado más elemental a causa de la falta de trabajo o, en un segundo término, quizás, por la de talento. Al margen de eso, detestaba las películas en las que Satán es mostrado de manera ostentosa porque era un cristiano redomado, mientras que por otro lado fue “La matanza de Texas” la película que le llevó a querer dirigir cine.
Paradójicamente y traicionando a sus creencias, debuta en el mundo del cine, precisamente, con una película de contenido satánico como era “The Demon Lover” —estrenada en nuestro país en vídeo, espantosamente editada, bajo el título de “Ceremonia Satánica”. Conoció otra edición que, erróneamente, le otorgaba la dirección a Fred Olen Ray —, mientras que el culto y seguimiento a posteriori se lo debe a un par de películas de "serie B" no muy hábiles pero simpáticas, que son “El infierno vuelve a Frogtown”, con Roddy Pipper (terminada de rodar por otro mindundi) y “Roller Blade” de la que posteriormente rodaría remake y secuelas. Estas serían sus tres películas más populares y a las que ineludiblemente se les rinde el culto merecido dentro de los parámetros de la "serie B" más desacomplejada.
Sin embargo llegados los 90, y navegando en un mar de mediocridad en el que, por abaratar costes, si quería seguir rodando debía hacerlo en vídeo costroso de la época, llega a su vida otro peculiar director, experto en artes marciales y aún más costroso que el propio Jackson, que responde al nombre de Scott Shaw y cuya escasa popularidad se la debe a títulos como “Atomic Samurai” entre otras mil mierdas que tiene en su filmografía, ya sea en calidad de productor o de director. Shaw alaba la filmografía ochentera de Jackson y le propone que se asocie con él en su pequeña productora, para que forme parte de una nueva corriente cinematográfica artística de su invención a la que llama Zen filmaking. Y Jackson se enreda con él en ese tinglado. ¿Y en qué consiste el Zen filmaking? Pues nada más y nada menos que en rodar películas con el mínimo dinero posible, en el menor espacio de tiempo y sobre la marcha, sin un guion, improvisando y construyendo la película según van grabando. Lo que viene siendo una película amateur de toda la puta vida, y además, de las malas. Insufribles. De esta manera, juntos, se lían a rodar películas amateur a cholón, expoliando, en la medida de lo posible, los éxitos pasados en celuloide del señor Donald G. Jackson, por lo que la mayoría de esa producción la componen secuelas de “Roller Blade” y, sobre todo, de “El infierno vuelve a Frogtown”, pero con una pobreza de medios —y artística— similar a cualquier película facturada en el tercer mundo. También tienen especial predilección por hacer películas de terror protagonizadas por El Chupacabra. Pero les va bien y se hartan de vender VHSs para el mercado del alquiler, por lo que en cierto modo resultan ser un antecedente para productoras como The Asylum, Tomcat Films y similares.
En una de estas, Shaw se da cuenta que el mercado infantil está caliente en los Estados Unidos, que las copias de Disney provenientes de exóticos países tercermundistas se alquilan como churros y que, en definitiva, los niños suelen ser un público agradecido. De este modo, y siempre cumpliendo los dogmas de Zen filmaking, propondrá a su socio rodar una serie de películas de corte infantil (de las que daré buena cuenta por aquí empezando con la de hoy) que cuentan como principal reclamo con el protagonismo de Joe Estevez —el tío menos famoso de Emilio Estevez y Charlie Sheen y, por ende, hermano de Martin Sheen—, que debe ser uno de los peores sobreactuadores de la historia, y de Conrad Brooks, actor clásico de la serie B/Z de los años 50 que se haría popular por salir en las películas de Ed Wood y que en plenos 90 respiraba sus últimos estertores.
Fascinado me quedé al saber sobre el Zen filmaking (aunque en su día ya tratáramos el asunto en formato audio), pero más todavía cuando supe de esta rama del movimiento pensada para los niños. Así, llego a esta infamia titulada “Little lost sea serpent”.
Cuenta la historia de una pareja de niños que, en la orilla del mar, se encuentran un bebé de serpiente marina gigante, con sus aletitas y todo. Por supuesto, se la llevarán a casa. Cerca del lugar les espían un par de periodistas que al darse cuenta de la magnificencia de lo que se han encontrado ahí, les perseguirán con la idea de hacerle fotos al bebé serpiente para publicarlas en los diarios.
En casa los críos jugarán con la serpiente, la criarán y conseguirán que sus padres, que no sabían nada, lleguen a encariñarse de un bicho que, al ser marino, necesita estar en el mar o se muere. Así que pronto decidirán regresarla a su hábitat para que esté con sus papis. Los periodistas por el camino comprenderán también que devolverla al mar es lo mejor. Así que de vuelta al mar, la mamá de la serpiente vendrá a recibirla con sus 10 metros de tamaño, mientras la serpiente pequeñita ¡habla y dice que quiere volver a casa! Y fin.
“Little lost sea serpent” ¡es el enésimo exploit de “E.T. El extraterrestre”!
Básicamente, Shaw y Jackson copian la estructura narrativa de la película de Spielberg, la adaptan a sus escasos medios y rellenan metraje a base de improvisaciones y conversaciones interminables. Todo ello rodado fatal, sin ningún cuidado y como si en realidad todo importase un bledo. Además, la pequeña serpiente, que bien podría ser semi animatrónica, es un tarugo. No se mueve, nada, un muñecajo inerte medio marionetesco, que hace que cada vez que un actor interactúe con él parezca completamente estúpido —máxime si quien interactúa con él es Joe Estevez—. Es como hacer una película con el peluche de la feria como protagonista. Pero cuando aparece la madre de la serpiente, un ser que entendemos que ha de medir más de 10 metros… mi madre… mejor buscan la peli y la ven, porque es inenarrable.
En definitiva, una película/estafa que directamente no se puede ver. Hay que ser muy valiente para enfrentarse a un visionado completo. O muy estúpido. Y yo me la he comido de cabo a rabo.
Sin embargo, me alegra haberme adentrado en el Zen filmaking de Shaw y Jackson, porque, créanme, si hay un cine pobre, chabacano, sin vida, triste, sin duda es este. Podría competir con el “Yo quiero ser torero” de Miliki y con el dúo Sacapuntas, y ganaría de largo la española. Ver para creer.
Vamos a por otra…

sábado, 22 de mayo de 2021

SPAWN

Si hay un fenómeno que pueda catalogarse sin pestañear de "totalmente noventero" ese es "Spawn", personaje de comic creado por Todd McFarlane y publicado por la editorial "Image". No voy ahora a dármelas de experto porque, no, aunque leer comics me gusta, no llega a la devoción que despierta en mi el cine. Sin embargo, si estabas un poco situado en "fricolandia", conocías a "Spawn", te dejabas impresionar por esos barrocos dibujos del tipo sentado con la mega-capa al viento y, sobre todo, babeabas con sus curradísimas y detalladas figuras, cortesía de "McFarlane Toys", un poco antes de que lo acabara de petar -al menos para mí- con la tremenda colección "Movie Maniacs" (y, de paso, cambiara totalmente la faz del mercado de las figuritas). Tienen muestras de ello aquí y aquí. Los 90 fueron años de mucho goticismo de chichinabo. Molaba lo oscuro, lo tormentoso, lo "mal lechado". A nivel cinematográfico, y a nivel superheróico, la culpa de todo la tuvo el "Batman" de Tim Burton. Sin duda. Tendencia a la que se apuntaron otros ilustres como "Flash" (¡al que le quedaba fatal!) y "El Cuervo", mucho más adecuado. Gracias al hombre murciélago, vivíamos entonces una oleada de tipos con mallas -negras-, mucho más modesta que la actual, pero notable. Así que, entre eso y la tendencia al goticismo de la chavalada, llevar "Spawn" a la gran pantalla era lo que se dice una decisión lógica, a la que se apuntó la entonces poderosa "New Line", con producción y -supongo- supervisión de Todd McFarlane himself.
Los habitantes de infernalandia pretenden destruir la tierra, para lo que están organizando un super ejército de "Spawns". Necesitan uno que ejerza de cabecilla, así que convencen al mandamás de una agencia de asesinos para que se cepille al mejor de los suyos y lo mande a los infiernos, donde será convertido en el "Spawn" supremo. Lo logrará, sí, pero de vuelta a la tierra -y removido por el amor a su esposa.... ¡buargh!- el tipo se revotará contra sus diabólicos jefes y pasará de villano a héroe.
La popularidad "subcultural" de "Spawn" motivó que, cuando se anunció -en 1997- que se había hecho una peli e iba a estrenarse en el Festival de Sitges, todos corriéramos a verla entusiasmados. ¿Y qué pasó? Pues la decepción fue tan, tan y tan gorda, que salimos con el rabo entre las piernas y nunca jamás volvimos a hablar de ella. Así ha sido en mi caso hasta que, el otro día, pensé aquello de "¿Cómo me sentará hoy?".
Sí, "Spawn" es bastante terrible toda ella. Sin duda, lo que más impacta al verla es la bajísima, pero bajísima, calidad de sus trucajes visuales. El CGI es tercermundista. Horripilante. Hay momentos en los que incluso vemos el corte del recuadro que enmarca la luzecita verde brillante. Cierto que en los 90 el CGI todavía andaba muy virgen, pero es que hablamos de un producto "mainstream" bajo el sello "New Line". No de una serie Z tipo "The Asylum", entre otras cosas porque el cine barato de esos años no podía permitirse filigranas informáticas. Tal vez piensen que el paso del tiempo ayude a superar el shock, pero no. Especialmente porque en el clímax final estalla a lo bestia, acompañado de unos cromas desconcertantemente mal ejecutados. Demencial, en serio. Los efectos físicos, de látex y tal, están bastante mejor y corren de la mano de la mítica KNB Group que, aunque se lo curran un rato -sobre todo por la versión animatrónica de "Violator"-, no pueden evitar el efecto "Tortuga Ninja" en lo que respecta al traje/look del mismo "Spawn".
Si repasamos el reparto, encontramos a un John Leguizamo la mar de bien caracterizado al que dejaron hacer demasiado y carga bastante (salvo alguna puntilla graciosa. Y esos chistes de pedos). Tampoco convence mucho el héroe de la función, un Michael Jai White que únicamente sabe poner cara y poses de malote, sin aportar mucho más (como producto superheróico de la década, que no falte el maldito plano de "Spawn" apoltronado sobre la cruz de una catedral gotiquísima en plan vigía, acompañado de rimbombante música orquestal. Recurso cansino que llegó a durar demasiado). Una Melinda Clarke recién salida de aquella ñorda infame titulada "La lengua asesina" (precedida unos pocos años antes por "Mortal Zombie", ¡anda que seleccionabas bien tus papeles, niña!) y un Martin Sheen al que, supongo, debería avergonzar soltar todos esos discursos de villano de opereta que quiere dominar el mundo. También rula por ahí Miko Hughes, el niño de "El Cementerio viviente" y "La nueva pesadilla de Wes Craven".
Para añadir más leña noventera al fuego, tenemos una banda sonora trufada de lo que era habitual entonces, grupos de metal gótico y tecno-chunda-cool como "Orbital", "Korn", "Marilyn Manson" o "Prodigy" (alguno de ellos firma el resultón tema que acompaña a los feísimos y agotadores títulos de crédito. Mención también para los del final, muy inspirados en los de "Seven", algo bastante común entonces).
El guionista principal no es otro que Alan B. McElroy, a quien debemos títulos como "Halloween 4: El regreso de Michael Myers" o "Km.666".
El director de discordante nombre, Mark A.Z. Dippé, venía del mundo de los efectos visuales para títulos de relumbrón, lo que aún hace más incomprensible la incapacidad destilada en "Spawn". Habrá quien piense que el dinero invertido terminó destinándose a otras cosas, como cocaína y putas. O será que Dippé es un negado cuando se trata de dirigir. En cualquier caso, perdió la oportunidad brindada y acabó a la riendas de subproductos como "Frankenfish: La criatura del pantano", mucha televisión y películas de "Garfield" destinadas a mercados menores. Bien le deben de ir cuando su film más reciente sigue por esos derroteros, solo que cambiando al gato gordo naranja por el perro "Marmaduke".
"Spawn" podría ser uno de esos extrañísimos productos "mainstream" que alcanzan el renglón de lo involuntaria y puramente "trash", aunque si debo decir algo positivo de ella, por mucho que cueste, es que no es excesivamente aburrida. Tiene su ritmillo y, entre vergüenza ajena y vergüenza ajena, hasta puede verse entera sin morir en el intento.
Un anti-clásico de su década.

sábado, 25 de octubre de 2014

AXE GIANT: THE WRATH OF PAUL BUNYAN

“Axe Giant: The wrath of Paul Bunyan” cuenta la historia de un grupo de ancianos que deciden pasar la tarde en un parque. Una vez allí, un niño con cara de rana surgido de una charca comienza a atacar a aquellos que llevan dentadura postiza y.... no, es broma, lo siento, tenía que hacerlo... en realidad la película gira en torno a un grupo de adolescentes conflictivos que, acompañados de un severo instructor y una trabajadora social, se largan una semana a una cabaña para "enderezarse". Una vez allí, uno de ellos manga el cuerno del esqueleto de un torito bravo, lo que desatará la ira de su propietario, una suerte de troll/ogro gigante y gruñón, casi un troglodita, armado con una mega-hacha que dará buena cuenta de todos ellos.
Lo que aquí tenemos es un slasher puro y duro típicamente moderno, que mezcla elementos propios de los clásicos (el monstruoso asesino se basa en auténtico folklore norteamericano -Paul Bunyan es ese leñador barbudo que moldeó la geografía del país de las barras y estrellas a base de pisotones y hachazos-, el grupo de protagonistas teenagers, la acampada, etc), con ribetes de estulta post-modernidad, como esa tendencia a la exageración -comenzando por el mismo asesino- y al gore brutal que, justamente, de tan llamativo y desacomplejado, se vuelve inofensivo y casi cómico. Cuando un slasher de los "good old days" era ultra-violento, lo hacía con resultados perturbadores. Hoy la cosa se ha convertido en total y absoluta chirigota (véanse los "Hatchet" mismos).
A todo esto, súmenle el que parlamos de una película de producción macro-pobre grabada en un vídeo muy cantoso que le confiere un look muy amateur, igual que esas famosas "backyard movies" ochenteras solo que comedidamente beneficiada por los adelantos tecnológicos. Sin embargo, y a pesar de ello, seguimos encontrando elementos que la delatan, como algunos temibles actores (sobre todo secundarios y extras) y, por encima de todo, los efectos especiales.
Estos se reparten entre látex y CGI... si es que a esto se le puede llamar CGI. Los primeros están dignos (como la caracterización del amigo Paul Bunyan), lo que tiene una explicación que luego desvelaré. El problema es que la claridad y brillantez de la imagen -digital- nos recuerda a la acción real que acompañaba aquel juego de mesa llamado "Atmosfear". Dicho de otro modo, el látex pierde su textura orgánica pa parecer goma de mascar. Los segundos, aquellos puramente digitales, son muy terribles. Tenemos animales animados, un porrón de gore chunguísimo y unos cromas que dan putos escalofríos. Las imágenes fijas retocadas parecen haber sido tratadas con el "Paint".
Todo esto no sería molesto –rima!- si la película no intentara ser más de lo que es. Si no pretendiese encajar como producto de terror standard. Le falta elemento exploitation. Sobran intentonas de facturar algo más legítimo, con personajes cargados de humanidad -que nos importan un puto carajo- y otros rollos del estilo que, pal caso, no hacen falta ni pegan. A una peli de este tipo, que presume de ultra-independencia, le pides cuanto menos algo llamativo, algo diferente. Tratándose como se trata de un slasher al uso, no puedes exigir originalidad, ni un guión rompedor, pero sí unas dosis de truculencia... por desgracia este es el único elemento en el que "Axe Giant" puede aportar “quelque chose”, y digo por desgracia porque son, pues eso, pocas, muy cutres en el peor sentido y no dejan nada satisfecho.
Para rematar la jugada intentan colarnos, ya hacia el clímax final, una subtrama "pseudo-romántica" que dote de elemento trágico al monstruo, pero es demasiado tarde. Más teniendo en cuenta que a lo largo de la peli ha sido tratada muy arbitrariamente y de refilón.
En cuanto al personal implicado, y ahí viene la solución al misterio arriba expuesto de los efectos de maquillaje, encontramos a Robert Kurtzman, antiguo miembro del famoso "KNB Group" y director de cosas como "Wishmaster", "The Rage" o "Enterrado vivo". Él produce y, obvio, le da gusto al látex.
El director se llama Gary Jones y posee un notable historial a base de "Boogeyman 3", "Ghouls", "Planet Raptor" (todo telefilms), "Crocodile 2: Death Swamp", "Mosquito" y algunos capítulos de las series "Hércules" y "Xena, la princesa guerrera". La verdad, nadie diría que tiene tanta experiencia.
Entre los guionistas encontramos a Jeff Miller, implicado en las antologías zetosas de Paul Talbot "Freakshow" y "Hellblock 13". Es también responsable de una cosa reciente de poco prometedor título, "Volcano Zombies".
En el reparto de "Axe Giant: The wrath of Paul Bunyan" únicamente destacan tres rostros. El de Joe Estevez (hermanito de Martin Sheen), un auténtico veterano en las lides de la serie Z y que, pal caso, sobreactúa -e irrita- que da gusto dando excesiva vida a un paleto de las montañas (y pa que él, haciendo un papel secundario, aparezca como prota en Imdb, imaginen cual será el nivel general). Le sigue Dan Haggerty, el famoso "Grizzly Adams" televisivo, auto-parodiándose y sufriendo una muerte salvaje que impactaría mucho si no fuera por lo povera de su CGI. Partido en dos con una sierra. Algo parecido le ocurre a la última persona del reparto a la que voy a citar, aunque sea por los motivos equivocados, Jill Evyn, el personaje de la golfa que se saca las tetas clásica de todo slasher, y que va acorde a lo miserable del conjunto. Da grima en TODOS los sentidos y no se la pondría morcillona ni a un retrasado.
"Axe Giant" es
mismamente como una de la primera época de "Asylum". Rematadamente prescindible.

PD: Gracias a Aratz por pasármela.

martes, 21 de agosto de 2018

POPSTAR

Aunque se haya hecho un nombre en la televisión yanqui merced a su prolongado vínculo con el mítico "Saturday Night Live", así como por protagonizar la excelente sitcom policíaca "Brooklyn Nine-Nine", el cómico Andy Samberg no acaba de cuajar en el medio cinematográfico, y eso a pesar de haber contado con tres padrinos de excepción como son Judd Apatow, Adam Sandler y Lorne Michaels. Ya en 2006 Samberg tuvo la oportunidad de estelarizar su propia peli tomando precisamente como modelo a ese Adam Sandler junto al que, unos años más tarde, coprotagonizaría "Desmadre de padre". Así, en "Flipado sobre ruedas", comedia gamberro-idiótica en la línea de otras producciones de Michaels como "Superstar" o "Tommy Boy", Samberg interpretaba a un personaje típica e inequívocamente sandleriano: esto es, al eterno adolescente pusilánime que, bordeando siempre el retraso mental, se caracteriza por su nula capacidad a la hora de interactuar socialmente y que trata de compensar a base de entusiasmo su evidente falta de inteligencia y talento.
A pesar de seguir escrupulosamente un modelo que ya se había demostrado exitoso con anterioridad, y de contar además con el apoyo de cómicos de probada valía como pudieran ser Bill Hader o Danny McBride, el debut del californiano en el largometraje resulta ser un merecido fracaso, tanto a nivel crítico como de taquilla (en España en concreto tan sólo la vieron 297 espectadores), no quedando más opción para Samberg que refugiarse a partir de entonces en cometidos secundarios en comedietas indies, además de continuar con su participación semanal en el "SNL". En el veterano programa sí que llegaría a hacerse popular durante la década siguiente junto a Jarma Taccone y Akiva Schaffer, con los que empezó en el mundo del show business formando el grupo cómico-musical "The Lonely Island", escribiendo sketches para el lucimiento de estrellas del calibre de Justin Bieber, Natalie Portman o Justin Timberlake, al tiempo que conseguían con su disco de Hip Hop "Incredibad" auparse a los primeros puestos en las listas de los más vendidos.
Casi una década después de "Flipado sobre ruedas", Samberg y compañía deciden volver a probar suerte en el cine y, lógicamente, optan por trasladar a la gran pantalla esa parodia musical en la que parecían haberse especializado y con la que habían cosechado tanto éxito. Así, y recurriendo al formato del falso documental, "Popstar" nos cuenta la historia de los "Style Boyz", una boy band en continuo peligro de desintegración debido al ego de su cabeza visible, Conner4real, suerte de sosias de Justin Bieber interpretado por el propio Samberg. Bajo la producción de Judd Apatow, y cambiando esta vez a Adam Sandler por Will Ferrell como principal modelo en el que mirarse, "Popstar" recurre básicamente al mismo tipo de humor y a idéntica estructura narrativa de las magníficas "Semi-pro", "Patinazo a la gloria" o "Pasado de vueltas", protagonizadas todas ellas por personajes que, debido a su comportamiento egocéntricamente mongólico, son dejados de lado por sus compañeros para reconciliarse hacia el final de la trama siempre con el objetivo de intentar superar un reto en común, ya sea una competición automovilística o de patinaje, un partido de baloncesto o, en el caso de "Popstar", una actuación musical en una importante gala de premios. Sin embargo, y en esta ocasión, ni la película, ni Samberg - ni mucho menos los sosainas de Schaffer y Taccone - están cerca de poder compararse con la genialidad desplegada por Ferrell en los títulos antes mencionados. Así las cosas, esta "Popstar" es igual de mala - o incluso peor - que "Flipado sobre ruedas", aunque se vea beneficiada con respecto a aquella gracias a la avalancha de cameos de celebrities (un recurso de lo más habitual en las producciones de la factoría Apatow, aunque en esta ocasión esté más justificado que en otras), así como por el ritmo que consigue imprimirle a la narración el encadenado de secuencias musicales, las cuales, por desgracia, jamás llegan a estar a la altura de la brillantez del trabajo en televisión del terceto protagonista. 
Aparte de poco graciosa, "Popstar" tampoco es que sea demasiado original que digamos, ya que dentro de las propias producciones Apatow ya existía un precedente de parodia, "Dewey Cox: una vida larga y dura", enfocada más hacia el biopic musical pero con la que coincide en más de un aspecto; de hecho, tan deudora es la una de la otra que aquí también podemos encontrarnos con un gag bastante gráfico protagonizado por una polla - no tan ofensivo como el de "Carta blanca", pero casi - en el que terminará por ser uno de los momentos más inspirados del film, sino el único. De hecho "Popstar" es tan previsible que también tendremos que sufrir los consabidos chistes sobre marihuanos, las coñas metidas con calzador a costa del amiguete James Franco, así como el típico mensaje moralista y/o pro-familia inherente a toda película con el sello del sobrevaloradísimo Apatow. Al menos, y en contra de lo que suele ser habitual en las interminables producciones del autor de "Hazme reír", “Popstar” cuenta con la ventaja de no llegar a la hora y media.
Resumiendo, y aunque sea tan mala que no te ríes ni por casualidad, la peli de tan inofensiva e intrascendente está hasta entretenida: además, algunos de los cameos (de Mariah Carey a Martin Sheen, pasando por Michael Bolton o Snoop Dogg) resultan como mínimo sorprendentes. Eso sí, para ver y olvidar antes incluso de que se acaben los títulos de crédito. Y es que, aunque este subgénero haya dado en el pasado ejemplos tan memorables como "This is Spinal Tap" o "Un poderoso viento", "Popstar" no se encontraría precisamente entre ellos. Muy flojita.

lunes, 7 de marzo de 2016

PASIÓN DE HOMBRE

Tras la fiebre –o moda- del cine quinqui, y aunque en los noventa retomaría su obsesión por “El Vaquilla” con la infame “Tres días delibertad”,  José Antonio de la Loma retoma sus faenas de cineasta, a veces, afín a los géneros, pero perdiendo todo el “punch” que con las pelis de macarras pudiera tener. Ya venía tiempo atrás, desde “Escuadrón”, haciendo estas peliculitas de presupuestos casi ínfimos pero con repartos internacionales para ver si podían colar en el extranjero, y si bien el,  por aquél entonces emergente “Nuevo cine español” no comulgaba con las pelis de tiros que de la Loma venía cultivando, en esta ocasión, en 1988, decide marcarse un dramón de tres pares de cojones que, una vez visto, bien podría entrar en la categoría de “Malas pero divertidas”, porque vaya puñetera chorrada.
En ella, una actriz debe ir a Londres a cumplir con un contrato, así que decide llevar a su hijo a vivir con su abuelo, un pintor bohemio con el que al principio choca un tanto, pero que luego poco a poco le introducirá en esa bohemia. Y cuando más se quieren nieto y abuelo, llega la actriz para llevarse al primero.
La película, distribuida en su momento por el magnate Manuel Salvador, estrenada en los USA con el título de “A Man of Passion” y firmada allí por de la Loma como J. Anthony Loma,  se lanzó a las salas con una campaña promocional que incluía el lanzamiento simultaneo en librerías de la novela “Pasión de hombre: Mi abuelo y yo” escrita por el propio de la Loma y que editaría Planeta; pues aún así, la fueron a ver a las salas tan solo 53.000 espectadores del año 89. Y eso que en el reparto tenía a Anthony Quinn como absoluto protagonista –y que en los ochenta trabajaba en españa con bastante frecuencia, ya que eran momentos de, más o menos, decadencia- secundado por la ex-chica Bond, Maud Adams, Elisabeth Ashley y Ray Walston, amén de tener al hermanísimo de Charlie y Emilio e hijo de Martin, Ramón Sheen (que menudo carretón se gastaba habiendo rodado a las órdenes de de la Loma o de Jess Franco en “La Bahia Esmeralda”-. Pero es que era una película muy cutre y chabacana, no solo la historia no interesa un carajo, sino que tendemos a confundirnos en todo momento, porque, tal y como es mostrada la relación entre Anthony Quinn y su hija, parece que vamos a adentrarnos en una espiral de incesto con abrazos demasiado afectivos y besos en la boca, para luego no tener la historia nada que ver con eso, tan solo que está todo tan mal mostrado, que parece que vaya a haber incesto; nada más lejos de la realidad.
Por otro lado, el niño protagonista, R.J. Williams, es de un  repelente que tira de espaldas, por lo que cada vez que aparece en plano, el espectador reza para que ese niño se vaya con su madre.
Muy mala, pero es una cosa curiosa que solo por eso hay que ver. Aunque la puta peli no arranque nunca y lo que pase en ella es como si no pasara.