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jueves, 2 de febrero de 2012

TENEMOS LA BOMBA DE NEUTRONES

Tengo una teoría según la cual el punk posterior a la escena originaria de Nueva York, evolucionó de modo completamente equivocado gracias a los medios que, supuestamente, el mismo punk tanto despreciaba. Es decir, las revistas y las televisiones, viendo en aquella cosa tan rara y tan nueva un filón, le dedicaban reportajes sensacionalistas, especialmente interesados en exagerar los conceptos negativos (ya sabemos que la mierda vende). Los chavales idiotas que veían ese material, se lo tragaban sin pestañear, creían realmente que el punk era ESO, aplicaban lo aprendido y ala, a la calle. Y así el circulo vicioso se amplificaba, los nuevos punks eran peores que los precedentes, los medios lo registraban, volvían a aplicar su pátina de mentiras y la siguiente tanda de niñatos aún sería peor, y peor, y peor. Y así, con los años, el punk se fue deformando y perdiendo su sentido. Por ese motivo siempre he creído que la escena original, la neoyorquina, era punk de verdad, honesto y sin dogmatismo alguno, ¿por qué?, porque aquellos ni tan siquiera sabían qué era ser punk y no se esforzaban en actuar como tales.
Bien, esta teoría mía, refutada incluso por testigos de la época, explicaría fenómenos como las escenas posteriores a la de Nueva York, especialmente la de Los Angeles, quienes envidiaban lo que ocurría en la ciudad de los rascacielos y se esforzaban en competir con aquellos. De eso trata "Tenemos la bomba de neutrones", la historia de dicha escena contada por Marc Spitz y Brendan Mullen siguiendo el mismo sistema que el célebre "Por favor, mátame", el de declaraciones de los implicados (es curioso, tantos años después y hasta en cosas como esa los angelinos siguen copiando de los neoyorquinos! jajaja). Y lo que tenemos aquí es un poco lo que decía al principio. Los punks de Los Angeles ya sabían en qué -se supone que- consistía esto del punk gracias a lo que ocurrió en Nueva York y, sobre todo, a lo que ocurrió en Londres durante el 77, así pues, y coherentes con lo que suele ser Hollywood, el punk de Los Angeles era todo pose, pantomima, disfraz, actitud de pega, tópicos y, claro está, ir por el camino fácil de la subnormalidad impuesta antes que elegir la creatividad y la diversión inteligente. Eh, yo no estaba allí... pero para eso existe este libro, ¿no?, para que sepa cómo fue aquello... y según leo, el punk de Los Angeles era un cúmulo de gilipolleces con tan solo tres o cuatro cosas realmente positivas.
Estaban los "Weirdos", un grupo por el que siento especial simpatía (y con grandes canciones), las "Runnaways", "X" (con únicamente UNA canción buena), "Black Flag" (que molaban bastante hasta que entró en juego Henry Rollins), las famosos "Germs" (siempre lo pensé, pero el libro lo aclara: Darby Cash era un pobre idiota sin personalidad), los "Dickies" (curiosa su historia, no sabía que Leonard Phillips era un puto yonqui) o los "Screamers" (¡malos!). La cosa poco a poco fue evolucionando al hardcore de altos vuelos y de ahí al éxito comercial con las "Go Go´s". El libro, además de mucha pose barata, y mucha justificación no menos barata cuyo fin es demostrar lo super-punki que era cada cual, tiende a "romantificar" los aspectos más chungos, igual que hiciera "Por favor, mátame".
Con "Tenemos la bomba de neutrones" descubriremos y afirmaremos que Jack Grisham era un puto imbécil/poseur (con razón los "TSOL" nunca me acabaron de gustar), que Penelope Spheeris explotó y manipuló a los grupos de su entorno para sacar lo peor de ellos en su sensacionalista "The decline of western civilization" o que, como decía arriba, Darby Cash tenía menos personalidad que un repollo. El tocho se lee más o menos bien y tiene momentos de sumo interés, aunque las partes dedicadas a profundizar en escenas paralelas (como la rockabilly) aburren un poco bastante. A nivel personal, me mola cuando se tratan los fanzines y, por cierto, Javier Escovedo de los "Zeros" habla de un concierto que dieron en el año 95 en Barcelona, con la participación del fallecido escritor/fanzinero Claude Bessy. Bueno, este dato me hizo especialmente gracia porque ¡¡yo estuve allí!!.
Edita "Munster Books" y, en fin, puedo recomendar su lectura a curiosos y estudiosos... pero, francamente, no se si volvería a pillarme otro libro del estilo (¡sí, lo compré!), porque la verdad es que a mi todo esto de las "escenas" siempre me ha parecido una estupidez. Yo en una "escena" solo veo mafietas, grupúsculos de amigotes, dogmas y poses... y, en fin, como que a mi todo esto ya me tiene frito y dejó de interesarme y apetecerme hace mucho tiempo.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

FEAST

La existencia de "Feast" se la debemos a un concurso televisivo, "Project Greenlight", un especie de "Operación Triunfo" apadrinado por Matt Damon, Ben Affleck y Wes Craven (!) cuyo fin es la promoción de nuevos talentos para estas cosas del séptimo arte, y si hasta entonces sus preferencias apuntaban a un cine más "de autor", con "Feast" dieron un giro total decantándose por un producto puramente de género. Y ya puestos, procuraron que no fuese cualquier cosa.
Es posible que esta película recuerde a "Abierto hasta el amanecer", pero seguramente ello se deba a que el pestiño de Robert Rodriguez copia, o se inspira en, las mismas pelis que "Feast" toma como base. En esencia la idea es la de siempre, personajes variopintos encerrados en un espacio limitado, son asediados por un enemigo sobrenatural. ¡Joder!, si vas a mirar, las conexiones con "El caballero del diablo" son mucho más evidentes que las que pueda tener con la cosa esa apadrinada por Quentin Tarantino (pero es que Tarantonto es Tarantonto... todo el mundo le copia, y todo el mundo olvida a cuantos saquea él impunemente).
El toque de gracia reside en cómo los guionistas (un par de confesos fans del horror) resuelven la ecuación, añadiendo algunas gotas de originalidad (las "fichas" que nos presentan a los personajes y sus posibilidades de sobrevivir), recurriendo a la cada vez más habitual "rotura" de clichés (me tienta citarlas, pero si lo hiciera os jodería el pastel, así que me morderé la lengua, por rabia que me dé) y añadiendo una generosa, muuuy generosa, ración de líquido rojo, mutilaciones y momentos de contundente asquerosismo (esa cuenca repleta de gusanos, ¡agh!). Sorprenden mucho, por su osadía, las escenas en las que sexo y gore se unen en un feliz matrimonio, presentándonos folleteo entre criaturas, alusión directa, visual y bastante salvaje a sus mismos genitales (en el 90% del cine de bichejos asesinos, rara vez se tienen en cuenta esas "cosas") o (esta si que no puedo reprimírmela) de cómo el pequeño de ellos viola oralmente a una pava y esta escupe el resultado de la eyaculación (!!!). Muy jevi. Eso si, tal desfase es tratado con amplio sentido del humor, aunque sin caer en la chirigota tipo "Braindead".
Y ya que mencionamos a los monstruos, resaltar su más que logrado y espectacular diseño, reservado para el final como supuesta sorpresa (y digo supuesta porque en el cartel sale uno en primer plano), cuya agresividad casi demoníaca queda incrementada por un logrado efecto de montaje que acelera la imagen y le da una textura gracias a la cual no perdemos detalle alguno de la masacre.
En el reparto de "Feast" (por cierto, un título acertadísimo) destacan Henry Rollins, Jason Mewes (conocido como "Jay" en el universo de Kevin Smith, y que se interpreta a si mismo) y el veterano Clu ("El regreso de los muertos vivientes") Gulager, precisamente padre del prometedor director del festín, John Gulager.
Nunca podría hablar mal de "Feast", la primera vez que la vi flipé con ella, y aún hoy, dedicándole sendos visionados, puedo afirmar que se trata de un delirio divertidísimo, super-acelerado y, muy importante, generoso en sangre, carne y vómito (verde, para más señas).

lunes, 29 de octubre de 2007

CAMINO SANGRIENTO (WRONG TURN 2)

El arranque es muy prometedor. Una tipa de buen ver cae en las garras de un par de tipos deformes y, después de que el más joven de estos le arranque la lengua de cuajo, el otro la parte por la mitad, verticalmente, de un contundente y certero hachazo. Y todavía no han acabado de salir los créditos.
Estamos ante la tardía segunda parte de "Km 666" (estrambótico título español), película esta que se ha ido ganando mi cariño a base de visionados, puesto que la primera vez que la vi me pareció de lo más mediocre (tanto he cambiado de parecer que, actualmente, cuento en mi dvdteca con la edición especial y todo). Esta jugaba con ventaja respecto a su continuación. De entrada, fue uno de los primeros films modernos en recuperar y reivindicar la crudeza y fealdad del cine de horror de los 70 (luego llegarían Rob Zombie, "Alta Tensión", "Hostel"... incluso Tarantino) y, además, sus responsables (entre ellos el gran Stan Winston) supieron contar lo de siempre pero de un modo sutilmente distinto, o lo suficientemente bien resuelto como para evitar el aburrimiento (me viene a la cabeza el efectivo suspense de la secuencia en la que los protagonistas intentan escapar de la cabaña de los psicópatas mientras estos dormitan plácidamente). Desde entonces, y hasta "Wrong Turn 2", la fórmula ha sido requetexprimida y, a menos que adornes el resultado con mucho talento (cosa difícil si tenemos en cuenta que estas secuelas se suelen enfocar como productos menores y, por tanto, se los encargan a realizadores novatos o sin mucho que aportar) o, en su defecto, apuestes por toda suerte de excesos, siempre vistosos y resultones, únicamente obtendrás algo rancio, plano y más previsible de lo asumido.
No estamos ante un caso muy distinto al de "Las colinas tienen ojos" de Aja y su continuación "El retorno de los malditos", solo que esta segunda supo montárselo mejor, tomándose a cachondeo a si misma y dejando en la puerta cualquier atisbo de inteligencia (porque, sí, hay que saber valorarlas por lo que son y tomárselas con sentido del humor, a estas alturas pretender que cada nueva peli de terror que se estrene -y más siendo secuelas- sea una obra de arte es de tontos, ¡cojones!). A "Wrong Turn 2" no le ha salido tan bien la jugada, y salvo algunos momentos muy específicos (entre ellos, el mentado hachazo inicial) en general el resultado aburre bastante.
Tampoco es "nueva" la idea de situar la acción durante la grabación de un concurso televisivo de supervivencia, en el cual los participantes deberán pasar toda clase de pruebas en un bosque infestado de lugareños feos y cabreados. Todo ello bajo la supervisión de Henry Rollins en su mejor y más adecuado papel (últimamente el ex cantante de "Black Flag" se deja ver mucho en este tipo de cine, no olvidemos su intervención en la simpática "Feast"). De hecho, su conversión en un especie de "Rambo" improvisado está entre los aciertos de los que hablaba, a los que tenemos que añadir algunas muertes ocurrentes (el hacha clavada en la cabeza de una chica mientras huye y la cámara la sigue de frente, pegada a ella. O el brutal fenecimiento del viejo de la gasolinera, el único verdadero punto de conexión con "Wrong Turn 1"), el orden de las víctimas (no demasiado predecible) y el baño de sangre, en especial al final, cuando entra en escena una monstruosa trituradora de carne.
Sin embargo, y a pesar de lo comentado, la peli no engancha, le falta garra, le falta color (aunque no rojo!) y le falta asumir su condición de refrito/exploitation, cosa esta que, en contadas ocasiones, ayuda mucho.

sábado, 29 de junio de 2024

PROFETAS DE LA CARRETERA

Corría primera mitad de los noventa. Ingenuamente interesado por el, en brevísimo sobreexplotado y desvirtuado, "cine independiente norteamericano", andaba muy enganchado a lecturas como la revista "Film Threat", directores del calibre de Alex Cox (que era inglés, sí, pero ya me comprenden) o Amos Poe y la siempre recurrente, cinematográficamente hablando, estética urbana y decadente transitada por perdedores errantes en busca de una oportunidad. Por eso mismo, el día que leí sobre "Profetas de la carretera" ("Roadside Prophets" 1992) en la mentada publicación, comencé a sentir tembleques. Escrita y dirigida por Abbe Wool, quien había sido pareja sentimental de Alex Cox y es co-autora del guion de la discutible "Sid & Nancy", protagonizada por John Doe (nombre real: John Nommensen Duchac, y anda que no suena bien), actor, cantante y guitarra + bajista de la seminal banda punk "angelina" "X", y, peliculeramente hablando, con toda la pinta de encajar en aquello que ansiaba consumir: Joe, motero de buen corazón, se hace amigo de otro, Dave, recién incorporado a su gris curre en una fábrica. Durante un visita al bar, este le habla de un casino maravilloso donde uno se hace rico y tiene acceso a tías estupendas, situado concretamente en el legendario Eldorado, así todo junto (lugar al que Richard Driscoll dedicó una película entera) Justo entonces, Dave muere electrocutado mientras juega a los marcianitos. A partir de ahí, Joe decide llevar sus cenizas hasta ese supuesto paraíso. Embarcarse en un viaje incierto para localizarlo. Naturalmente, ello desembocará en uno de los formatos predilectos por el cine "indie": la "road movie" de ambientación desértica, con inevitable tufo a "Easy Rider" y, sobre todo, "Paris, Texas", que en "Roadside Prophets" se ve referenciada al incluir al prota de aquella, Harry Dean Stanton, en la banda sonora.
Sin embargo, centrarse en esos datos sería quedarse muy corto. Porque hay mucho, mucho más. "Roadside Prophets" se deja ver, no diré lo contrario, pero al carecer de genuina trama -solo es una acumulación de escenas, en las que el protagonista va conociendo personajes peculiares y viviendo situaciones igualmente nada convencionales- termina siendo un poco coñazo. Esto lo sé ahora, que por fin he tenido oportunidad de verla, porque, aunque sí llegó a España, o nunca la localicé en mis vídeo-clubs (raro considerando que la distribuía MGM) o para entonces todo mi interés se había evaporado, cosa perfectamente posible.
Lo realmente divertido del visionado ha sido, pues eso, ir reconociendo nombres, caras, voces y demás. Un juego que, opino, a poco que sean ustedes unos cinéfilos medianamente curiosos, e interesados por cierta subcultura o contra-cultura a la que el film apela completamente, disfrutarán.
Pero comencemos por el principio, la directora y guionista Abbe Wool. Asumo que "Roadside Prophets" no funcionó ni medianamente, porque jamás retomó las tareas de dirección, limitándose a formar parte de los equipos técnicos en un porrón de títulos más que variados, hasta 2014. Luego desapareció.
El productor, Peter McCarthy, tampoco era manco. Debutó junto a Alex Cox en "Repo Man". Siguió con "No me grites que ya te veo" (vehículo para John Cusack y Tim Robbins en plan pareja cómica), "Voy a por ti" (la "célebre" parodia del "blaxploitation" cortesía de Keenen Ivory Wayans) y lo probó en la dirección. Suyas son "Floundering" (otra con pinta de encajar a la perfección en el molde noventero del cine "indie") o "Death & Taxes" (que puso fin a su carrera en el fatídico 2014). Aunque el ejemplo más raro lo tenemos con "Motín en el planeta prisión", neo-western futurista a mayor gloria de Michael Paré que, por una serie de conflictos varios, McCarthy se vio obligado a co-dirigir.
Justo, en esta última localizamos al director de fotografía de la reseñada, Tom Richmond, ejerciendo como tal. No sorprende que, igualmente, terminaría colaborando con Alex Cox... pero sí nos deja ojipláticos descubrir en su filmografía títulos del "calibre" de "Hard Rock Zombies", "Kill Bots" o "Amityville IV: La fuga del diablo". Un jefe.
"Roadside Prophets" pertenece al catálogo de "New Line Cinema", todavía interesados en apoyar un cine bastante más minoritario a pesar de llevar poco menos de una década petándolo gracias al fenómeno Freddy. Y si la "New Line" de los noventa andaba de por medio, también lo hacía su presidente Bob Shaye. Y quien dice Bob Shaye, dice Lin Shaye, hermana y actriz "nepotista" (hoy día popular por su recurrente rol en la saga "Insidious") que, pal caso, interpreta a una mujer sidosa casada con un hombre canceroso.
Más nombres curiosos: Timothy Leary, famoso defensor de las drogas alucinógenas (quien, graciosamente, se marca un discurso anti-drogas duras), David Carradine pegándose el gusto de cantarnos una canción propia (no olvidemos que darle al estribillo y las cuerdas era su otra gran pasión. Tal vez la primera), John Cusack como alocado revolucionario tuerto, Arlo Guthrie (hijo de famoso cantautor Woody Guthrie), un joven Don Cheadle, el eterno secundario Stephen Tobolowsky y Adam Horovitz, más conocido como uno de los "Beastie Boys" (bajo el nombre de Ad-Rock) Lo cierto es que co-protagoniza el film junto a John Doe en el rol de un chaval desquiciado que, básicamente, persigue al protagonista desesperado por encontrar a sus desaparecidos progenitores. Lo he relegado a este rincón por una cuestión de gustos personales: su personaje resulta de lo más cargante, irritante y agobioso. A mi juicio, uno de los aspectos más flojos del largometraje.
En un momento dado, la pareja aterriza en un pub donde un grupo "lounge" de lo más hortera ("Too Free Stooges") toca una canción romántica. Uno de sus componentes es el omnipresente Flea (de larga y lustrosa carrera musical y cinematográfica) Junto a él dos "crooners", encarnados por un par de personajes sumamente apetitosos. Dick Rude, uno de los más mejores amigos de Alex Cox, actor en sus primeras películas y co-guionista de "Directos al infierno" y Manny Chevrolet, una especie de showman / humorista de segunda. Se convirtió en habitual de la realizadora de video-clips y cortometrajes Modi, una pava surgida del punk que asistió a Penelope Spheeris en el rodaje de "The Decline of Western Civilization", "Los tachuelas" y "Hollywood Vice Squad", donde tenía un papelito junto a su padre, y actor secundario de carácter Ben Frank (pueden verlo también en "Yo soy la justicia") Esa faceta de actriz la continuó explotando para el SOV de culto "Dark Romances" y el célebre punk-film superochero "Lovedolls Superstar" de Dave Markey. Hizo buenas migas con Exene Cervenka, cantante de los mismos "X" donde pululaba John Doe (él y Exene eran pareja), pariendo a pachas el guion de "Bad Day", cortometraje rodado en super 8 a modo de western de espíritu cómico que contaba en el reparto con el mismo Doe y nada menos que Kevin Costner. Así, Modi debutaba como directora. Aunque seguidamente pasaría a centrarse en el videoclipismo, de vez en cuando volvía a las pequeñas ficciones -siempre currando bajo el nombre de su productora "Modivation"- Muchas de ellas vehículos de lucimiento para, justo, Manny Chevrolet (compartiendo plano con otro de los habituales de Modilandia, Henry Rollins) "Rosa Mi Amor" fue el que lo petó más, llevándose varios premios en sendos festivales. Tal vez alguno de ustedes recuerde el monográfico que el programa de "cultura alternativa" del segundo canal de TVE, "Metrópolis", le dedicó a la chica. Tras aquel pequeño subidón, Manny Chevrolet intentó pasarse a la política sin mucho éxito. Y Modi, viendo el aparente fin del negocio musical con la llegada de "Napster", se piró a Texas, fue mamá y abrió una tienda de temática "vintage". Dice que anda currando en una serie formato "streaming", así que no ha dejado del todo las cámaras. Curiosos, pueden visitar su página web.
Efectivamente, la reseña de "Roadside Prophets" era una excusa para hablar de ella.
Pero volvamos al film de Abbe Wool, en plan colofón.
Como ya supondrán a estas alturas, la música tiene un papel preponderante. Aparte de la presencia de los ya mentados Exene Cervenka y John Doe marcándose un par de canciones, localizamos a -inevitablemente- "Beastie Boys", Gary U.S. Bonds, "The Pogues" o "Pray for Rain" -encargándose de la fanfarria incidental-, estos dos últimos muy presentes en el cine de Alex Cox. Aunque, a mi gusto, la guinda la tenemos al final, con una copla bastante guapa canturreada por la reconocible voz rasposa de Keith Morris, vocalista de los míticos "Circle Jerks" -otros Coxistas convencidos- que, pal caso, se parapeta tras el nombre grupal de "Bug Lamp". No es el único "Jerk" que rula por la banda sonora, Zander Schloss, bajista de aquellos, también participa.