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lunes, 2 de diciembre de 2019

THE GO-GO BOYS: THE INSIDE STORY OF CANNON FILMS/GOLAN-GLOBUS

De los dos documentales sobre Cannon Films que se han rodado durante esta década, el que se llevó todos los honores, e incluso, llegó a editarse en DVD en nuestro país con postmoderna carátula imitando un VHS incluida (pasto para ratas almizcleras), fue “Electric Boogaloo: La loca historia de Cannon Films” del experto en cine exploitation Mark Hartley.
Por otro lado, hordas de treintañeros de una generación después de que los films de Cannon estuvieran en los cines, reivindican la compañía como una chufla; para ellos, que vivieron esas películas ya como una cosa vintage a partir de la era de Internet, Cannon es sinónimo de cine malo y gamberro, casi como si  de un “TheAsylum” se tratase.
Sin embargo los de mi generación, anterior a esta que les digo, si que vivimos los estrenos de Cannon tal y como se los vendía en la época: Grandes estrenos de cine de primera fila. Aunque también es cierto que hay mucho mastuerzo de mi generación que abraza el concepto de productora “guay/chunga” que venden los de la generación posterior; no es cosa de edades, sino de idiotas. Ni tanto ni tan calvo, habría que calibrar estas películas desde otro punto de vista en el que no influyese ni la ignorancia ni la nostalgia.
Pero a lo que voy es que “Electric Boogaloo: La loca historia de Cannon Films”, que se toma la compañía de Golan y Globus a cachondeo, iría más destinada a esa generación de retrasados mentales incapaces de distinguir (ni disfrutar) el cine malo en condiciones, que afrontan el visionado de ese documental como si fueran Gremlins ante “Blancanieves y los siete enanitos” mientras dure la moda.
En cambio, el documental que nos ocupa, “The Go-Go Boys: The inside story of Cannon Films”, que para empezar trata con cierto respeto a sus protagonistas, Menahen Golan y Yoran Globus, se mantiene imparcial ante la calidad de las películas y mantiene un punto de vista más sereno sobre lo mismo que nos está contando el otro documental, ergo, obviamente, va más destinado a los de mi generación de rancios, amargados y llenos de manías. Entonces, mientras que “Electric Boogaloo” nos vende un circo, “The Go-Go Boys” nos vende la historia de dos emprendedores.
Digamos pues, que la intención de uno es reírse a base de artificios y la del otro documentar. Al margen de esto ¿Cuál de los dos documentales sería mejor? La verdad, no sabría decirles cual es mejor. A mí me ha gustado más “The Go-Go Boys” porque no me está tomando por un estúpido (el otro trata al espectador como retrasado mental), es más calmado y diría que está mejor dirigido. “Electric Boogalo” al final mete demasiada información a un ritmo casi imposible de seguir. Sin embargo también es muy interesante ese punto de vista y al final yo creo que ambos documentales se complementan, pero, me gana “The Go-Go Boys” que incluso logra conmoverme en el momento en que Golan y Globus se reencuentran después de años sin verse. Muy bonito. Pero también explica mucho menos sobre las películas que el otro. Así que, los dos, finalmente, son uno.
“The Go-Go Boys: The inside Story of Cannon Films”, con su estructura de cabezones parlantes e imágenes de archivo y, más centrado en Golan y Globus que en las películas, se llevó malas críticas que acusaron al film de favoritismo hacia estos dos piratas y de omitir que las películas que hacían en realidad eran una mierda. Vamos, que los críticos prefirieron el otro festival para descerebrados.
Dirige el asunto Hila Medalla, documentalista seria israelí que, naturalmente, siente simpatía ante los dos individuos que pusieron el cine israelí en el mapa y, por el camino, se follaron Hollywood.
Muy recomendable.

viernes, 12 de octubre de 2018

LAMBADA, FUEGO EN EL CUERPO

Los últimos años de la Cannon ya resultaron poco menos que un despropósito. Los Go-Go Boys se habían separado y mientras que Yoran Globus seguía al pie del cañon en Cannon intentando reponerse de los batacazos que supusieron “Superman IV” y “Masters del Universo”, Menahen Golan junto a Giancarlo Paretti se ponía a cargo de aquella compañía que duró menos que un suspiro y que se llamó 21st Century y con la que iban a filmar películas sobre los personajes de Marvel. “Spider-man” y “Capitán América” eran sus principales valedores, pero mientras que “Capitán America” si llegó a rodarse (siendo una serie B en toda regla), “Spider-Man” acabó llevando a la compañía a la bancarrota y con sus derechos expirados.
El caso es que ambos, Menahen y Yoran, tenían la mentalidad mercantilística  de cuando fueron grandes en los 80, y fijándose en las tendencias urbanas que tan buenos resultados les dio en su momento filmes como “Breakdance”, ambas compañías hacen lo propio con el baile que en ese 1990 lo peta en el mundo, la Lambada.
Sin embargo, el Break Dance era un baile perteneciente a uno de los movimientos culturales emergentes en aquellos años más importantes de todos los tiempos, el Hip-Hop. Pusieron los ojos en aquel baile callejero con el que todo el mundo se volvía loco pero que además, traía consigo algo mucho más trascendente y digno, por eso generó el interés que generó. Y aquellas películas dedicadas a este baile, funcionaron. Pero la Lambada, no era más que una moda del momento. Y proveniente del Brasil, para más inri. Era de recibo, no obstante, que en las horas más bajas de la Cannon —y en las medianías de la 21st Century— se tuviera en mente explotar otro de esos bailes surgidos de las calles en el cine. Y así, topamos con este subgénero menor que viene siendo lo qué podíamos llamar “Lambada movies”, y que tuvieron su razón de ser única y exclusivamente durante el año 1990, todas fueron un fracaso, y apenas se las recuerda a día de hoy, ni tan siquiera para mofarse de ellas.
Cuando Golam y Globus se mosquearon y separaron, era la Cannon la que tenía en mente sacar una película sobre la Lambada, esta “Lambada, fuego en el cuerpo”. Rabioso,  Golam con su 21st Century, decidió ponerse manos a la obra para rodar la contrarréplica y hacer su propia película sobre la Lambada para estrenarla al mismo tiempo y si no conseguía superar la recaudación de la película de Cannon, al menos restarle espectadores en una absurda y estúpida guerra para ver quién era más cretino. Cuando logró sacar a flote a toda prisa la producción, se escribió un guion en 10 días y se contrató a un director que trabajara rápido, esto es, Greydon Clark.
Globus desde Cannon, consciente de las artimañas de su otrora socio, tomó medidas legales para que la película rival no pudiera utilizar  la palabra“Lambada”en su título ya que este tenía los derechos de la misma para usarlo en su película. Globus ganó el litigio por lo que la película de Golam pasó a llamarse “The forbidden Dance”. Sin embargo, como por otro lado si que consiguió hacerse con los derechos de la canción “Lambada” de Keoma, canción esta que popularizó el baile en todo el globo terráqueo, se las apañó para, si no podía poner la palabra “Lambada” en el título, sí poder colarla en el póster puesto que se trataba del tema central de su película, por lo que la palabra “Lambada” aparece en ese póster dos veces, una para anunciar que el tema de Keoma aparecía en la película, y otra que acompañaría al título que quedaba con “The forbidden dance” en grande, y a continuación, en más pequeñito… “Is Lambada”. Además se autoproclamó como la película original y autentica sobre la Lambada, cuando en realidad no era más que un vulgar exploit de la de Cannon.
El 16 de Abril de 1990 se estrenaron las dos películas a la vez, y como la Lambada no interesaba más que en las discotecas y en las emisoras de radio, ambas fueron un fracaso, pero hizo un poco más de dinero la original, la de Cannon, a pesar de la agresiva campaña publicitaria que tuvo la de Golam.
En España, se estrenaron ambas también, la de Golan Globus se tituló aquí “Lambada, fuego en el cuerpo” y la de Mehahen Golam, que distribuyó aquí la Columbia, se pasó por los huevos el hecho de que no pudiera llevar en su título la palabra “Lambada” y se estrenó bajo el título “Lambada, el baile prohibido”, además de presentarse en su póster, dos eslóganes: Uno decía “La original” y el otro, una frase que me fascina como es “Si es un poco más caliente, dejará de ser baile”.  Hicieron taquillas discretas, y la de Golan se estrenó como la película oficial tan solo por tener el tema de Keoma en la banda sonora consiguiendo asimismo el estatus de ser “La de verdad”, mientras que la de Cannon se quedó en un segundo plano.  El exploit conseguiría en nuestro país 290.000 espectadores mientras que la que nos ocupa, la que podemos considerar la verdadera,  tan solo 158.000. Poco después, ambas pasarían desapercibidas. De “Lambada, el baile prohibido”, ya les hablaré otro día.
“Lambada, Fuego en el cuerpo” contaba con el principal atractivo de que su guionista y director es Joel Silberg, quien ya les diera color  y forma a “Breakdance” y “Rappin’”por lo que pudiera ser que esta “Lambada, fuego en el cuerpo” tuviera su gracia. Por otro lado, uno de los protagonistas y coreógrafo es Adolfo “Shaba Doo” Quinones, quién hiciera lo propio con aquellas películas. Tan mal actor que no sabemos si su presencia es un aliciente o una desgracia.
Y como la Lambada era un baile con un fuerte componente sexual, (el equivalente actual sería “El perreo”), no se les ocurre otra cosa que hacer una película en la que un profesor de instituto de moral intachable, lleva una doble vida; por las noches, se va a la discoteca a bailar lambada consumadamente. Conoce a una mujer a sus afinidades bailongas, y además, da clases a un grupo de chavales marginales también lambaderos. Pero la cosa se complicará cuando una de sus alumnas, que está enamorada de él, descubre que por las noches baila como un loco mientras se restriega con toda suerte de latinas.
“Lambada, fuego en el cuerpo”, considerada por los estudiosos la menos mala de las dos películas americanas sobre lambada, es en realidad un truño enorme, prácticamente insoportable y de una cursilería que roza la vergüenza ajena. Nada que ustedes no se puedan imaginar, ni nada que enturbie la, sin embargo, fascinante historia que se esconde detrás de estas películas, pero me llama poderosamente la atención, que la Lambada no aparece aquí por ningún lado. Quiero decir, sí, los protagonistas bailan lambada, pero los ritmos con los que la bailan distan mucho del éxito internacional de la Lambada de Keoma. Son ritmos discotequeros con toques latinos, pero nada que ver con la mierda de la Lambada. De hecho, estas músicas molan mucho más. Más allá de eso, poco más que decir.
Está claro que Joel Silberg, perdió toda la frescura de títulos pasados y filma aquí un pastiche sin orden ni concierto, en un film concebido única y exclusivamente para sacarle unos dólares a la moda del momento. Solo se consiguió la quiebra.
Por otro lado, mientras que en la vieja España solo éramos partícipes de los dos títulos Americanos sobre Lambada, lo cierto es que el fenómeno social que supuso este baile durante 1990 fue tal que no fueron las únicas películas que se rodaron sobre tema; Anterior a estas dos, Turquía ya rodó su propia versión del baile caliente con “Lambada”, dirigida por un tal Samim Deguer, mientras que Brasil en co-producción con Italia, quizás consecuencia de las americanas, estrenaba la película de idéntico título, “Lambada” capitaneada por el director Giandomenico Curi. Un año después, también de Brasil, y sin tener mucha más originalidad, se estrenaría el tercer “Lambada” dirigida esta vez por Fábio Barreto. Daría un brazo por ver alguna de ellas.

lunes, 13 de junio de 2022

ROCKULA

Una de las últimas películas producidas por Cannon y posiblemente la peor tratada de aquellos postremos años de producción, entre 1987 y 1988.
“Rockula”, que no pertenecía a los productos gordos que Cannon facturaba aquellos años (“ Masters del Universo”, “Superman IV”…) —se trata de una producción de millón y medio de dólares—, se rodó en 1988, justo antes de que la compañía de Menahen Golan y Yoran Globus se declarase en bancarrota, y sí ya de por sí los productos a los que habían metido pasta sufrieron los daños colaterales del estipendio Cannon, imagínense ustedes los productos pequeñitos que se salían del punto de mira comercial de los israelíes. Por este motivo, “Rockula” se estrenaría en pocos cines, de tapadillo y sin importarle a nadie en absoluto. Su vida posterior en vídeo-clubs sería ínfima y su distribución internacional mínima, por eso nunca llegaría a nuestro país en modo alguno.
En cualquier caso, esta comedia de terror musical es, igualmente, una de las películas más flojas de aquella época, motivo también por el que no se ha convertido en un producto de culto; no se la reivindica ni a hostias, porque aunque tiene todas las papeletas para un redescubrimiento por parte de los fans de la nostalgia (estética new wave, neones y luces rojas y azules a cascoporro, un protagonista con su propio fandom como es Dean Cameron — uno de los bromistas de “Juerga Tropical”, esta sí, una película de verdadero culto—, y sobre todo, la dirección de Luca Bercovici, el director de “ Ghoulies” que ejecutaba, con esta, su segunda película), no es ni la mitad de divertida de lo que se nos propone y los numeritos musicales aburren a las bestias hediondas; es mala de cojones. 
Aunque por otro lado, cuenta con una página de fans en Facebook que podríamos considerar una irreductible aldea gala (al final todo tiene su fandom). 
Un vampiro joven, de 400 años de edad, se lamenta porque todavía no ha podido perder la virginidad. Resulta que en su momento se le lanzó una maldición bajo la cual, su amada, morirá a manos de un pirata que le quita la vida a esta con una pata de jamón, justo antes de que el vampiro pueda hacer el amor con ella. Cada 20 años esta amada se reencarna y vivirá de nuevo el romance con este vampiro, pero cada 20 años vuelve a ser asesinada por un pirata en circunstancias parecidas. En esta última reencarnación, nuestro vampiro intentará por todos los medios que su amada no muera y, así, perderá de una vez por todas su maldita virginidad.
Por otro lado, este vampiro es de lo más atípico, puesto que no es partidario de morder en el cuello a humanos y se alimenta de la sangre que le donan en el hospital, además de gustarle el ajo, mantener discusiones acaloradas con su reflejo en el espejo y forma parte de un grupo musical llamado Rockula, con el que queda patente la modernidad del personaje.
El caso es que la trama se va desarrollando torpe y lentamente y, para más inri, de vez en cuando interrumpida por el numerito musical de rigor que se suele desarrollar sobre un escenario y que, más que animar la papeleta, nos sume en la más profunda de las depresiones. Además que nada de lo que cuenta es divertido o novedoso y todo el tiempo tengo la sensación de haber visto esto antes. ¡Ah! Sí, lo he visto… en “Besos de vampiro”, “El Vampiro Adolescente” y “El aprendiz de Vampiro ”. Mira que son todas malas… pues esta es la peor.
Luca Bercovici, posteriormente, no volvería a alcanzar la notoriedad que como director obtuvo con “Ghoulies” rodando un buen puñado de películas mediocres. Sin embargo, se montó su empresa de producción en Bulgaria y ahí anda, produciendo películas y series en ese extraño país…

domingo, 7 de agosto de 2011

ALADINO

La Cannon , que con toda la fama (merecida) de cutre que tiene con sus películas baratas, con la tontería, tenia montado un emporio que no solo ocupaba la exhibición de las Américas, si no también la de Europa, con lo que el mercado mundial, quedaba copado. ¿Y que triunfaba en Europa a finales de los ochenta? Pues por lo que respecta a Italia, España y sobretodo Alemania, las películas de Bud Spencer y Terence Hill. Así, mientras que ese mismo año 1987, en USA la Cannon se lo montaba con MASTERS DEL UNIVERSO o YO SOY LA JUSTICIA 2, en Italia se hacían una de Bud Spencer, y dirigida por Bruno Corbucci, que hace poco había triunfado internacionalmente con la pareja cómica que nos atañe con DOS SUPER POLICIAS EN MIAMI. Pero los señores Menahen Golan y Yoran Globus, recogieron los restos de ese fenómeno social, y con su película “Spenceriana” pusieron fin, tras un fracaso, a una relación que, seguro, en un principio, intuían fructífera. Los Spencer/Hill, ya no pegaban tan duro.
Y al fracaso de ALADINO, seguramente ayudó lo extraño de la propuesta:
Un joven de Miami llama do Al Haddin (que original, por dios!!), pobre, no obstante como cualquier niño sucio del neo-realismo, se encuentra en la tienda de antigüedades donde trabaja una costrosa lámpara de aceite. Esta resulta ser la lámpara de Aladino, así que pronto aparecerá el genio para hacer realidad, sus churretosos y pobretones deseos. La amistad surge entre amo y genio, y pronto se propondrán acabar con la red organizada de mafiosos que tiene explotada a la madre de Al Haddin. De mientras, y como no puede ser de otra manera, las situaciones cómicas se suceden.
Lo primero que me ha llamado la atención tras esta revisión, tras muchos, muchos años de haberla visto por primera vez, es que se trata de una película tremendamente pobre. Si, está rodada en Miami para que parezca americana, pero todo en ella es cutre y chabacano. El primer deseo de Al Haddin, es un Rolls Royce, y cuando el genio concede el deseo, vemos un cochecillo, que si, parece un Rolls, pero es mucho mas pequeño, y no se le ve el glamour por ninguna parte.
Siendo esta una película que requiere de efectos especiales, estos, se solucionan artesanalmente a base de infames trasparencias que hacen parecer a las de SUPERMAN IV el más competente C.G.I, sosas desapariciones e infectos chromas, como en la escena en la que el genio y Al Haddin huyen del gobierno montados en una alfombra voladora. No solo notamos el chroma, si no que la alfombra, al estar en realidad en el suelo, vuela mas tiesa que una plancha de madera, y para mas inri, vemos claramente que el genio está sentado en una banqueta sobre la alfombra, la cual intentan disimular con sus ropajes. Lejos de provocar hilaridad, el tercermundismo de los f/x, da mucha pena.
Sin embargo, la producción intentó incluir elementos vendibles para forrarse… Como la saga de KARATE KID triunfaba, buscaron a un Al Haddin lo mas parecido posible a Ralf Maccio, y efectivamente, el muchacho elegido, Luca Venantini (visto en MIEDO EN LA CIUDAD DE LOS MUERTOS VIVIENTES o EL EXTERMINADOR DE LA CARRETERA) es un clónico de Ralf Maccio muy logrado… de hecho, en la época yo me creía que era el, ayudado, por supuesto, por el doblaje español, en el que se encargaron de contratar al mismo actor que dobló a Maccio. Por otro lado la relación entre el genio y Al Haddin, es muy similar a la de Daniel San y el Señor Miyagi.
Ahora, ¿En que radica el fracaso de la película? primordialmente en la dirección de Corbucci, que tras el dinamismo y velocidad de DOS SUPER POLICIAS EN MIAMI, hizo esta como sin ganas, ventilándose los planos rápidamente, como si fuera una peliculilla de mierda que le ha tocado hacer. Y, por supuesto, en que no hay más que una pelea en toda la película, y eso, en una película de Bud Spencer, es intolerable… claro que aquí ya estaba mayor el hombre.
Por lo demás, se deja ver, aunque se ha quedado tremendamente desfasada con el paso del tiempo, no así su banda sonora, cuyo tema principal, entre el Disco y la electrónica, me parece de lo más pegadizo y bailable.

lunes, 2 de enero de 2017

FIN DE AÑO MALDITO

Producida por Yoran Globus y Menahen Golan -aunque en los créditos no aparece “The Cannon Group” por ningún lado- “Fin de año maldito” se adscribiría al “Slasher” por aclamación popular, pero de “Slasher” tiene más bien poquito, por no decir nada. En realidad es un Thriller con toques de peli de Psycho Killer, que en cierto modo tiene elementos que luego veríamos en los posteriores –y verdaderos- “Slasher Movies”, pero, y aunque en algún momento el asesino luce una máscara de Stan Laurel de lo más fardona, este nos muestra su identidad casi desde el principio y en definitiva, esto está más cerca de “El Silencio de los Corderos” (por poner un ejemplo exagerado) que de “La noche de Halloween”, que filmada un par de años antes, si sería un genuino “Slasher”.
Por otro lado, ratifican mis palabras lo poco gráfica que es la película, en el sentido de que la gran mayoría de los asesinatos ocurren fuera de cámara. No hay truculencia alguna, apenas hay sangre, nada de nada.
Cuenta la historia de una presentadora de televisión que está presentando una gala de año nuevo dando paso a un mogollón de actuaciones de New Wave, mientras que por otro lado, da paso a llamadas telefónicas en directo. Así que en una de estas llama un individuo diciendo que es el mal, y que por ende, los va a matar a todos. No le dan mucha importancia al asunto hasta que, en el edificio en el que están, cada hora que pasa después de las doce, el asesino se carga al alguien.
Pues muy loca, muy colorida, montada con ritmo, pero por otra parte, un soberano coñazo que no se salva de la quema una vez hemos flipado con la estética que nos retrotrae, indefectiblemente a los años ochenta.
Puede que sea un precedente para lo que vendría después en algunos aspectos, pero por todo lo demás, una flojez bastante jodida.
Estrenada en salas en nuestro pais en su momento, apenas la vieron 80.000 espectadors, si bien, en los videoclubes, era habitual encontrársela en los estantes.
En roles protagonistas tenemos a Roz Kelly como la presentadora de televisión, cuyo rol más destacable sería el que hizo en la horripilante “Full Moon High”, Kip Niven, quien fuera Astrachan en “Harry el Fuerte” y luego se especializara en roles secundarios para películas de corte catástrofista como puedan ser “Aeropuerto 78” o “Terremoto”, o Chris Wallas al que también vimos en “No respondas al teléfono”.
El dire es Emmet Alston, director dentro del campo de terror de la ponzoña “Endemoniados” y de un par de pelis de ninjas.