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sábado, 15 de septiembre de 2012

HEART OF A BOY

Resulta curioso cómo, siendo jóvenes e inexpertos, tendemos a idealizar a los astros del cine "trash" cuando leemos sobre ellos en las páginas de la prensa especializada. Luego, logramos agenciarnos una de sus películas, y el hostión que le sigue es de órdago. Efectivamente, si son estetas del "trash" más puro y genuino, por algo será. Aún recuerdo cuando tuve acceso a "The Astro Zombies", la película más famosa del infame Ted V. Mikels. Me costó un pastón llevármela a casa en DVD. Durante años había intentado imaginarme cómo sería, pero al verla, el mundo entero se hundió bajo mis pies. Menuuuuuda mieeeerda. Sin embargo, y a pesar de las innumerables decepciones (metan en este pack, variando el grado de desprecio, a Andy Milligan, Al Adamson, Ray Dennis Steckler, Doris Wishman, Santo el enmascarado de plata, Ed Wood Jr.... incluso al pizpireto Herschell Gordon Lewis), uno continúa sintiendo simpatía por esta panda de entrañables perdedores y sus monstruosidades plasmadas en imágenes. Probablemente porque somos unos románticos incurables y no queremos afrontar la cruda realidad. Únicamente eso explicaría que ayer noche me tragara casi entera (tras 53 minutos, tuve que echar mano del imprescindible "fast forward") esta bizarra película de Ted V. Mikels, fechada en el 2005, "Heart of a boy". Pero antes, hagamos un inciso.
Mikels, junto a Steckler, la Wishman, Bruno Mattei o el mismo Jess Franco, pertenece a esa ralea de sub-cineastas que, incapacitados monetariamente para seguir rodando (por aquello de que el celuloide era muy caro), no tardaron nada en subirse al carro del vídeo cuando este pegó fuerte en los 90. Dicho de otro modo, cuando en lugar de vídeo podían llamarlo digital, lo que no deja de ser una gilipollez. "Sí, actualmente trabajo en digital" sueltan todos.... ¡¡NO!!, ¡¡trabajas en vídeo!!, ¿a quién pretendes engañar?. De hecho, Ted V. Mikels, que hasta 1993 había hecho todas sus pelis en 35mm, no solo se subió al carro del vídeo, sino que lo hizo aceptando de una vez por todas la imagen que sus fans tenían de él. Cuando en las revistas se hablaba de "The Astro Zombies" o "The Corpse Grinders", todos nos imaginábamos festivales camp llenos de color, gore, humor, excesos y diversión... para luego ver las pelis y, como decía más arriba, encontrarnos insípidos rollazos cuya única contribución era hacernos bostezar. Ted V. Mikels se creería que era un cineasta respetable y que él hacía películas serias. Sin embargo, ya mayor, decidió que las secuelas tardías de esos dos títulos mentados serían todo aquello que el público esperaba de ellos en su momento y no obtuvieron, festivales gore-camp-autoparódicos y voluntariamente ridículos. Cosas como "Mark of the Astro Zombies", "The Corpse Grinders 2", "Demon Haunt", "2010 Astro Zombies: M3 - Cloned", "The Corpse Grinders 3" (en co-producción con España, nada menos) y muy especialmente "Astro Zombies: M4 - Invaders from Cyberspace" (¡hey!, búsquenme en los créditos finales, salgo por ahí y todo!!) entraban dentro de esta dinámica. Pero en realidad, con todos ellos, Mikels únicamente estaba haciendo business. Es bien sabido que a este extravagante y pintoresco caballero nunca le ha gustado demasiado todo eso del gore y la burrez-porque-sí, tal vez ese fue el motivo por el que, en pleno vendaval de cutre-pelis-chusqueras (tampoco le mola que le etiqueten de "trash"), decidió parir una peli inversalmente opuesta al producto reinante. Sin monstruos, sin truculencia, sin escotes, sin violencia, ni marcianos.... un drama con niño pa todos los públicos. Ideal para que las marujas de media América la vieran con el cleenex en la mano.
"Heart of a boy" (no hay más que ver la carátula) cuenta la historia de un mocoso la mar de cuco y encantador con problemas de corazón. Su abnegada mamá y su entrañable abuelete que tanto le quiere (el mismo Mikels) harán todo lo que esté en su mano con el fin de conseguir la notable cantidad de dineros que le piden los médicos para operarlo y evitar su muerte. Y básicamente en eso se centran los restantes 65 minutos de la peli, en ver cómo sus protas hacen y deshacen para agenciarse la guita. Tras cada logro, hay un fracaso, incluso en un momento dado, al abuelo Mikels le toca la loto, pero unos malandrines le mangan la pasta y... en fin, un cristo. Y hablando de cristo, sorprende la notable carga cristiana que arrastra "Heart of a boy", con constantes intervenciones de un cura y sus monjitas (de tétrico y mal rollero aspecto) y escenas de rezos (¡en castellano!). Casi parece una de esas pútridas pelis pro-cristianas grabadas en vídeo en la américa profunda. No hace falta decir que todo termina bien, los ladrones pagan (a base del CGI más rastrero que puedas imaginar) y el niño es operado, con resultados óptimos. Y especifico lo de "el niño", porque la peli de resultados óptimos, por aquí que te vi.
Ahora imaginaos todo esto pues, ello, en formato vídeo, con sonido de cámara (porque si había micro, que despidan al de la percha), montaje algo patoso... en fin, una auténtica peli amateur en el sentido más extremo de la palabra, parida por un señor que, hace bastantes años atrás, incluso hacía películas de verdad... o que tenían aspecto de serlo. La mayor parte del metraje, como decía arriba, no va de nada, y lo ilustran unas cuantas escenas de Ted Mikels pasándolo en grande con su querido nietecito (que cada dos por tres mira a la cámara), llevándole al parque a pasear, mostrándole trucos de magia (no olvidemos que de joven Mikels fue mago), imaginando cómo ambos visitan el interior de un castillo, etc, etc, etc... con la cámara siempre recreándose en las monadas y cuchifleces del puñetero crío. Está claro que, viejo chocho que ya era en 2005, a Mikels se le caería la fafa (sin doble sentido, hablo de auténtica "ternura otoñal").
Bien mirado, en todo este despipote hay una cosa buena: Las pelis de Mikels modernas son tan jodidamente aburridas como las antiguas, así que podemos decir aquello de "No ha perdido incapacidad alguna y está en plena forma".

sábado, 18 de enero de 2014

ANGEL DE LA VENGANZA

Por lo visto, "Angel de la venganza" / "Angel of vengeance" / "War Cat" nació siendo un proyecto del director "cult" Ray Dennis Steckler quien pidió ayuda logística a su amigo, y compañero de armas en esto del cine chusco, Ted V. Mikels. Pero tras dos únicos días de rodaje, y una bulla con los productores, el asunto pasó a manos del segundo, que finalmente terminó firmándola y enfrentándose de este modo a la que vendría a ser su casi última película real. Y digo "casi" porque luego facturó otra más ("Mission: Killfast") para, pasados algunos años -y tras un experimento en formato corto-, reaparecer convertido en videoasta (hasta ese momento había ido tirando de celuloide... roído, gastado, pero celuloide al fin y al cabo), uno consciente de su legendaria condición y dispuesto a explotarla todo cuanto fuera posible. Mikels dejó de hacer cine "camp" de modo involuntario para facturarlo calculadamente, pensando siempre en satisfacer a su público según lo que creía que este podía esperar/desear de él. Se dedicó a grabar secuelas de sus films más populares ("The astro zombies" y "The corpse grinders") y otras muestras de horror zetoso (salvo marcianas y poco afortunadas excepciones). Una lástima. Por todo ello, y a pesar de los pesares, cuesta mucho no sentir alguna clase de simpatía hacia "Angel de la venganza"... claro que también cuesta mucho sufrirla entera sin dormirse, veamos por qué...
Nadie en su in/sano juicio puede negar que Mikels y cía tuvieron una idea brillante hasta entonces extrañamente no explotada por la competencia, a pesar de lo obvia que resultaba y resulta: coger "Rambo", justo cuando reinaba en la cultura popular, y convertirlo en una tía (que semejantes bestias del cine "trash" -Steckler & Mikels- unieran fuerzas a mediados de los 80 para parir un "rip-off" femenino de "Rambo"
hubiese sido materia de sueños húmedos en mis años mozos). Ignoro cómo fue la cosa a nivel económico, pero al César lo que es del César.
Sin embargo, antes de entrar en el terreno de "Rambo", "Angel de la venganza" recuerda a otra película... o a otro subgénero. Veámoslo: Una chica de muy buen ver, morenaza, jamona y, sobre todo, pechugona (cosa esta que sí guarda en común con Sylvester Stallone, ¡chas-pun!), se larga de cabañismo a escribir un libro. En el desierto de al lado vive instalado un especie de comando paramilitar protoparanoíco que pasa las horas esperando una tercera guerra mundial, montando minibatallas con moteros, secuestrando chicas y que van más salidos que una jauría de monos. Los zánganos descubren a la prota haciendo footing y se encaprichan de ella. Tras varios encontronazos, consiguen secuestrarla y violarla en fila india. Vale, hasta aquí la cosa está clara, "La violencia del sexo", "rape & revenge" pero al estilo Ted V. Mikels, osea, muy mojigato. Y no lo digo por decir. En alguna ocasión el baranda ha llegado a comentar lo mucho que le desagradaba la incursión de imágenes reales de cirugía médica en "The undertaker and his pals" (distribuida por él), material este que finalmente extirpó. Y también tenemos el pringoso e inquietante trasfondo cristiano-baboso de "Heart of a boy". ¿Qué significa ello?, pues que todas las escenas de forcejeo carnal son "off camera", o están convenientemente cortadas a tiempo por un fundido. De hecho, no hay ni tetas (y mira que las de la prota, Jannina Poynter, camarera de profesión, pintan jugosas). En la escena del forcejeo, la chica lleva sus partes pudientes perfectamente cubiertas por una sábana. Y tampoco es que todo ese material resulte demasiado desagradable o mal rollero, algo que, a la larga, lo hace incluso más "ofensivo".
Llegados a este punto, la chica pide una oportunidad y se presta para ser perseguida y cazada. Y aquí es donde arranca el rollo "Rambo". Continúa siendo un "rape & revenge", solo que esto último no se consuma a base de cuchilladas o castraciones, sino de metralletas, granadas, bazookas, ropa color caqui y una cinta en el pelo. Nuestra prota monta trampas en las que caen todos y cada uno de sus perseguidores y se permite tímidas muestras de truculencia, como cuando clava unas ramas en los ojos de un pobre diablo o degolla gustosamente al personaje más repulsivo del clan. Aquí es donde Ted V. Mikels hace gala de esa hipocresía y doble moral tan
típica de los de su ralea. Sexo no, pero violencia sí. De hecho, y según cuenta él mismo, las secuencias más notorias en ese apartado, por su gratuitidad y pretendida sordidez, no solo fueron una imposición de los productores, sino que señala a Ray Dennis Steckler como directo responsable (lo que no coincide con los datos, según los cuales aquel únicamente dedicó un par de días a rodar con moteros). Todo este material es, además, altamente descojonable y se centra en dos asesinos psicopáticos que parecen haber sido creados únicamente para alargar metraje, ya que su aportación a la narración es mínima. A mitad de peli salen de una armería donde acaban de atracar y matar al dueño, se sientan en su coche y el más cafre exclama: "¡Estoy harto de la maldita ciudad, vamos al campo a respirar aire puro!", el otro suelta un "Seeeeh, yujuuuu!" y ponen rumbo al monte. Allí dejarán un reguero de cadáveres como muestra de su crueldad infinita. Se cargan a una inofensiva pareja de enamorados y a un par de granjeros de mediana edad. Y es este el momento más hilarante de "Angel de la venganza", cuando el más chungo del par, después de acabar con los currantes de la tierra, se detiene ante la jaula de una mamá conejo a punto de parir, esputa el siguiente discurso: "No habéis conocido a vuestro padre, y tampoco conoceréis a vuestra madre" y dispara..."off camera". La moral de cuento de hadas del realizador queda vilmente delatada.
"Angel de la venganza" es PURA Y DURA serie Z. Tosca, cutre y estática, carece de ritmo alguno, y no hay nada más aburrido que una peli de acción sin ritmo. Cuesta soportarla entera, básicamente porque es más mala que el hambre... peeeero, claro, por todo lo expuesto, chorrea encanto y, si te pilla con la actitud adecuada (o un puñado de colegas con ganas de fiesta), hasta puede disfrutarse y todo.
En cuestiones interpretativas, y por raro que parezca, destacan algunos pocos rostros. Por ejemplo, el más reconocible de todos es el de David O'Hara -felizmente aún activo hoy día-, en cuyo curriculum sobresalen por méritos própios "Hard Rock Zombies" y sendos films de.... sí, ese que no podía faltar. Y hablando del rAy de Roma, también este dirigió a Jeffrey C. Hogue, actor, productor y co-guionista de "Angel de la venganza", en un par de joyazas.
No olvidemos a Pierre Agostino y sus patillas. De este señor ya hablamos largo y tendido en otra reseña, pero lo resumiré diciendo que, además de para Mikels (y Castellari), también ha currado en infra-películas de N.G.Mount y, justamente, Ray Dennis Steckler. Y así, con esta estupenda pirueta final, cerramos el círculo y terminamos la reseña. ¡Alehop!.

PD: A la hora de elegir el material ilustrativo, he optado por dos. Un poster yankee no demasiado divulgado extraído de las páginas de mis queridas revistas franchutes y la caratula del VHS español cortesía del amigo Enorm y en la que, como ven, han cambiado el color de pelo de su protagonista. Esta es la que les dejo a continuación (cabe destacar que la ilustración de la parte trasera es un calco de la que lucía la película "The Gladiator" de Abel Ferrara)


miércoles, 10 de enero de 2024

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 29: MILLIGAN & MIKELS

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

Fue un Abril del año 89 cuando, ojeando alegre e inocentemente las páginas de la revista "Impact", me llevé un alegrón de tres pares de cojones. Mis queridos juntaletras franchutes (en especial aquel con el que más me identificaba, Marc Toullec) dedicaban su sección "Chérie B" (normalmente centrada en, como bien indica el nombre, artesanos del bajo o casi nulo presupuesto) a dos titanes que, por entonces, tenía en alta estima: Andy Milligan y Ted V. Mikels, ambos muy recurrentes en este blog. ¿Cómo no iba yo a amar con tanta pasión mis lecturas gabachas? En esos años, salvo "Fangoria", nadie tenía en consideración a semejantes individuos.
La cosa no iba solo de entrevista completa y reciente en el tiempo (a Milligan le quedaban dos escasos años de vida), además lo completaban un porrón de imágenes suculentas, destacando las del viejo y bigotudo Andy tomadas durante el rodaje de una de sus últimas demencias, "Monstrosity".
Aquellas páginas fueron un regalo para mis sentidos, y fuente de inagotable relectura, diccionario castellano-franchute en mano. Ese mismo al que deberán recurrir si les apetece empaparse a fondo con tan magno y fabuloso material. Se recomienda hacer click con el botón izquierdo del ratón sobre cada imagen, acompañado de la tecla CTRL en el teclado, para gozarlo diáfana y ampliamente.




sábado, 27 de agosto de 2011

EL ENTERRADOR Y SUS COLEGAS (THE UNDERTAKER AND HIS PALS)

Un clásico de los “grindhouse”, que se pasó la tira de años en cartel en los cines de la famosa calle 42 de Nueva York. Dirigida por (divertido nombre...) T.L.P. Swicegood en 1966 y que no me consta haya vuelto a hacer nada después de esto, salvo algún guión por ahí suelto.
Un enterrador, junto con dos cocineros, se dedica a darle muerte a todo aquél que le toque los cojones y no le deje llevar a cabo sus lucrativos negocios. Como no saben que hacer con los cuerpos, los cocinan y sirven en un restaurante.
La película, ya sea por la época en la que se rodó, o bien por cierta influencia, es muy parecida a las del padrino del gore, Herschell Gordon Lewis, que aunque cuenta con ese color tan característico de la sangre de las películas de esos tiempos, un sadismo fuera de toda duda y una cantidad considerable de sobamiento de vísceras, cercenamientos y cuchillazos, se sitúa bastante por debajo a los delirios de Gordon Lewis, en parte por culpa de algunos gags que no vienen a cuento y un sentido del humor que suaviza totalmente lo retorcido de algunas escenas.
Además, al parecer la versión original incluía materia sanguinolenta genuina sacada de algún documental sobre cirugía. Cuando el legendario exploiter Ted V. Mikels la adquirió para hacer doblete con una película propia, quedó tan horrorizado que metió algunos tijeretazos contundentes, quedando así una versión más light que es la ya considerada oficial.
El enterrador sale poco, pero si sus “pals” (amiguitos), que son una panda de moteros, y acuchillan y desmiembran sin motivo aparente toda suerte de jovencitas en ropa interior. Unos preciosos y mal encuadrados títulos de crédito finales amenizan la fiesta, pero no estamos ante una película lo suficientemente divertida y/o brutal como para que consideremos su visionado. Es bastante coñazo. Con todo, dura una hora, así que... ustedes mismos.

martes, 16 de abril de 2013

VIOLENCIA EN 42ND STREET

Tim Kincaid no necesita presentación en este blog. Hemos reseñado algunas de sus pelis y recientemente le entrevistamos con pocos vistosos resultados. En aquella ocasión, mientras preparaba las preguntas,llegué a la parte en la que hablábamos de uno de sus títulos (no porno) más ignotos, "Riot in 42nd street". Originalmente la cuestión de marras se iniciaba con un "Esta peli es inédita en España", cosa que luego quité para, una vez publicado, acortarla al nivel de la decepcionante escueta respuesta. Suerte que lo hice, porque hubiese quedado como un ignorante. Es decir, como el ignorante que soy. Semanas después, visité la casa de nuestro viejo amigo Pajarillo y, ¿adivinan qué reposaba en el suelo encima de un puñado de cintas de vídeo?, pues sí, "Riot in 42nd street" titulada para la ocasión en su edición hispánica "Violencia en 42nd street" y distribuida sin mucho ahínco por "Five Video" (atención, pregunta: ¿por qué ese título y no "Violencia en la calle 42"?, ¿se imaginan a los típicos palurdos videocluberos de fin de semana intentando leer lo de "cuarentaydónnndddd"?. Supongo que la idea era aproximarse fonéticamente a la franquicia de moda entonces, "Pesadilla en Elm Street", si no, no me lo explico).
Cuando le pregunté por ella a Kincaid, su respuesta fue de lo más preclara y concisa: "Los productores se quedaron sin dinero a mitad de producción. Lo que existía se montó como se pudo y se estrenó en un cine de la calle 42 por unos cuantos días y únicamente por razones fiscales". Lo curioso del caso es que, vista hace menos de 24 horas, no he notado de ninguna manera su caótica gestación. Vale, no soy el más atento de los espectadores, y mucho menos cuando se trata de una ponzoña zetosa... pero, carajo, no sé, en términos generales me ha parecido como cualquier otra peli de Kincaid, solo que menos divertida al no incluir monstruos, mutantes o robots. ¿Quién sale más perjudicado ante tal afirmación, el cineasta o el espectador?, saquen conclusiones.
Un ex-convicto llega a su antiguo barrio. Concretamente al cine donde curraba y en el que mató accidentalmente a un individuo que vendía drogas en plena sesión matinal. El dueño es su padre, y por ahí pulula el hermano, un pandillero que le detesta. Decidido a emprender una nueva vida, convierte el lugar en una sala de fiestas, algo que no sienta nada bien al mafioso que dirige el antro situado justo delante. La cosa se complica tanto que, en la inauguración, los malos se presentan y arrasan con todos, incluido el padre del prota, quien decidirá tomar cartas in the asunto.
Resulta bastante evidente que la caratula daría mucho juego para una de nuestras habituales entradas dedicadas a la materia, ya que nada de lo que aparece en ella está en la peli. De hecho, el protagonista lleva bigote, sí, pero NO es negro. Está claro que "Five Video" robó la imagen de alguna otra peli y ni se molestaron en usar la acuarela correcta para cambiar el tono de piel. La moza de atrás, tan feliciana ella, tampoco sale... aunque sí hay strippers. De hecho, estas son lo más normal y moral de todo el pifostio, ya que "Violencia en 42nd street" va plagada de los habituales integrantes de cualquier lumpen que se jacte de serlo: prostitutas, drogatas, mafiosos, quinquis y/o punkis (Chris McNamee, la crestuda oficial de la época que has visto en "Mutantes en la universidad", "Street Trash" o la misma "Cazador de mutantes" de Kincaid). Incluso la gente normal, de a pie, también es de lo más ruda y mal educada. De hecho, Kincaid se deja las pestañas intentando recrear un ambiente casi apocalíptico donde todo el mundo es desagradable con el prójimo, las putas pegan a sus clientes, los patinadores se matan entre ellos y aquí suelta tacos hasta el apuntador. De lo más forzado, poco natural y, sí, descojonciable. Y es que la famosa calle 42 ya tenía fama de eso, de vertedero donde podías encontrar la peor gentuza, ya fuera en la calle como dentro de los muchos cochambrosos cines dedicados a proyectar las más perniciosas muestras de cine exploitation (y a las pruebas me remito, echa un vistazo a los carteles y marquesinas que aparecen en la peli y podrás encontrarte con títulos tan representativos como "Orgy of the she devils" de Ted V. Mikels, "The gore gore girls" de H.G.Lewis o la tercera parte de "Penitenciaria"). Luego vino no se quién y arrasó con la basura, convirtiendo el lugar en una especie de "paraíso perdido" para todo amante del cine chungo y zetoso, hoy día totalmente mitificado a base de libros, documentales y pelis que lo incluyen en sus tramas. También se le conocía como "The Duce", de ahí la canción final de "Violencia en 42nd street" titulada "Violence in the duce". Interesante, ¿verdad?.
La puñetera peli es puro Tim Kincaid en todos los sentidos. Tosca, patosa, recargada de diálogos, montaje escaso y con un regusto almidonado y altamente precario. Como es de ley, lo mejor lo tenemos en sus ingredientes desacomplejadamente exploitation, es decir, sexo y violencia. Secuencias como cuando la stripper anima a los mirones que la rodean a correrse gustosamente o los entrañables toques gore, que incluyen una jocosa decapitación y un cachivache puntiagudo atravesando un rostro. Aunque seguramente la guinda la ponga la matanza durante la inauguración del local, donde todos los comensales fenecen a balazos y con muy poco estilo (por si no queda claro, nos lo repiten a cámara lenta). Luego tenemos los elementos risibles, que también son muchos, destacando el aspecto de algunos personajes, las poco briosas peleas cuerpo a cuerpo (rodadas casi en plano secuencia, algo muy Kincaid), patéticas actuaciones musicales en la sala de fiestas y un comediante de esos de micrófono que es pa darle de tortas hasta en el DNI (y fallece durante el tiroteo, algo que nos invita a suspirar plácidamente).
"Violencia en 42nd street" es una auténtica cacota. Todas las pelis de Tim Kincaid lo son (y él lo sabe), solo que, como decía, molan más si hay algo de ciencia ficción y terror en la trama. No es el caso que nos ocupa, obvio. Aún así, con un poco de paciencia, un par de amigotes, algo que picar y ganas de reír, podría funcionar.
Y entre tanta podredumbre, un joven Jeff Fahey poniendo caras y posturitas. Quien le iba a decir en aquella época que lograría escapar de los viles tentáculos de la serie Z para, un porrón de años después, y tras unas cuantas pelis de peso, volver a dejarse atrapar y recaer en tan pantanosos terrenos. Trágico y sórdido. Claro que si le aplicamos el sentido de la sordidez de Tim Kincaid, básicamente lo acabamos convirtiendo en una comedia.

jueves, 25 de diciembre de 2014

CARPETAS CINÉFAGAS (Y OTRAS ESPECIAS)

Había en mis tiempos de escolapio una característica del todo típica que consistía en adornar tu carpeta o carpesano con imágenes representativas de tus gustos y apetencias. Podías tirar de las pegatinas que regalaban las revistas destinadas a la porción del mercado que tu representabas o demostrar algo más de personalidad y currártelas tu, a base de recortar, fotocopiar o incluso dibujar.
Yo, como buen aficionado al cine de género, con especial y orgullosa inclinación por el terror, no iba a ser menos. A lo largo de mi no demasiado extensa y sí notoriamente fracasada carrera estudiantil, lucí muchas carpetas armoniosamente decoradas, siempre acorde a cuales eran mis obsesiones en el momento. También pude disponer de algunas ya diseñadas para tal menester, aunque esas fueran las menos.
Afortunadamente tuve la buena idea de conservarlas casi todas, en parte por su aún útil función archivadora. Únicamente lamento la pérdida de una de ellas, pero que no forme hoy parte de mi colección obedece a una aplastante lógica: su tamaño. Estaba pensada para salvaguardar hojas de formato Din-A3 y, claro, acabó siendo un trasto gordo, pesado y molesto que terminé aniquilando. Sin embargo, recuerdo perfectamente qué imágenes la ilustraban. Ambas, obvio, acorde a su tamaño: La de la familia matarife de "La matanza de Texas 2", ahí posando, pero sin letra ni logo alguno, y una secuencia muy llamativa de "En los límites de la realidad", aquella que nos muestra a una moza de espaldas abriendo una puerta por la que asoma un ojo gigantesco. Recuerdo perfectamente que, en el metro y de camino al cole, la estampa de "Leatherface" y los suyos era inevitable blanco de muchas miradas, cosa que me incomodaba, sí, pero no tanto como para renegar de ella. Ni por el forro.
Por fortuna, el resto de mis carpetas escolares reposan en el armario. Y un buen día se me ocurrió que sería divertido y entrañable recuperarlas todas, fotografiarlas y desmenuzarlas aquí, en este nuestro/vuestro blog, dedicado -en parte- a rememorar cinéfagas primeras experiencias.



Cuando intentaba recordar cuál de todas las carpetas que siguen era la primera, hubo una pista que me ayudó a decidirme por una candidata. ¿Y en qué consiste esa pista?, pues en su mala ejecución. No a la hora de elegir las imágenes, ni mucho menos, si no a la hora de situarlas. Tal como quedó, una de las caras estaba boca abajo en relación a la otra. Error. Que no lo hiciese correctamente en esta ocasión es lógica muestra de mi inexperiencia (ya que no volví a cagarla igual again), ergo, esa ha de ser la primera.
¿Y qué encontramos en ella?, pues un muestrario infinito y generoso de lo más variado. Propio también del novatillo, con los gustos aún no del todo definidos. Por ejemplo, en la cara A, por así llamarla, encontramos clásicos del calibre de "La Niebla" o "Halloween 3". Uno de mis slashers favoritos, "La Quema". Un poco de la música que me gustaba entonces ("Blues Brothers", "Motorhead".... y bastante heavy, lo que me choca porque nunca me tiró mucho ese tipo de sonido, aunque supongo que me atraía más a un nivel estético, por sus habituales cubiertas a base de elementos horroríficos... como ese "Eddie" ("Iron Marisamaiden") en plan piloto de guerra. También vemos a los "Creedence" -que me molaban entonces por su participación en los soundtracks de John Landis- y ¿¿¿Pink Floyd?? que imagino sería puro relleno. Si no, no me lo explico). También nos damos de bruces con referentes a algunos "blockbusters" clásicos como "Los Cazafantasmas" y "Regreso al futuro" (cuyo vinilo gozaba mucho escuchando) y sendas cubiertas de las bonitas novelas de terror editadas por Martínez Roca (ver más abajo). Complementan el sarao dos calaveras dibujadas por el menda, siendo la más grande una imitación de la que protagonizaba la versión en comic de "El día del padre", según "Creepshow", de la mano de Bernie Wrighston. La guinda la pone Monty Python y la que entonces era mi peli favorita del grupo, "El sentido de la vida". ¡Y que no falte "Viernes 13"/Jason!, aunque sea en plan "cameo carpetil".


En la segunda cara retomamos el tema "Creepshow" -por entonces mi absoluta number one. Hoy es la number two, lo que tampoco es moco de pavo-, destacando esa curiosa ilustración promocional extraída de un "Fotogramas" de la época. Una no muy sincera declaración de amor al noveno arte a base de imágenes mangadas de "Vampus" o "Rufus", referencias a Richard Corben -mi dibujante favorito en el momento, junto a Wrighston-, a Moebius (??) y a "Torpedo", que me gustaba mucho. En lo musical nos encontramos con el "Salve" de la "Polla Records" (entonces recién comprado en formato casete), un guiño punk -en esos tiempos comenzaba a interesarme por la subcultura del imperdible- y una tímida referencia al "Thriller" de Michael Jackson. Sí, amigos, yo fui de los que se cagaron de miedo viéndolo. Destaca H.P.Lovecraft en lo literario, autor al que me acerqué a través del cine, y aunque intenté leer algunos de los libros que aparecen en la foto, nunca logré conectar con ninguno de ellos. Arriba de todo, el encabezamiento de las tiras humorísticas y macabras de Pierino extraídas de "El Papus". Era un dibujante que me gustaba y se adecuaba mucho a mis apetencias grotescas.
Lo que más me llama la atención es que gran parte de los recortes aquí expuestos, sobre todo los de música y literatura -y de escueto tamaño- están recortados de un popular catálogo que solía llegarnos a casa por correo, "Discoplay" (¡gracias Don Olid!).


Como apéndice, comentar de pasada la costumbre que tenía de incluir "caramelos" en el interior. Y pal caso, lo que aquí tenemos es la adecuada incursión de portadas de la colección súper terror de Martínez Roca, destacando las antologías de "Las mejores historias de terror" o la adaptación de "La noche de los muertos vivientes" de John Russo. El "Spy vs. Spy" de la revista "Mad", que entonces leía. El libro de H.G.Wells que inspiró una de mis pelis antiguas favoritas, "El tiempo en sus manos" y, cómo no, el mítico "Stryker" de Cirio H. Santiago.
Brutal.



Pa la siguiente carpeta decidí no matarme tanto y tiré por lo fácil. Carteles grandes, ambos extraídos de las páginas del "Fotogramas", justo cuando se estrenaban oficialmente ambas películas. El de "Viernes 13, 3ª parte", que explotaba a tope el elemento tridimensional, siempre me ha parecido precioso, uno de mis favoritos de la saga.


El otro, pues a decir verdad únicamente lo escogí por la presencia de Clint Eastwood sujetando una gran pistola, a lo "Harry Callahan" que, como verán a continuación, ha sido siempre una presencia constante en mis preferencias decorativas. Aquí no interpreta al gran "Dirty Harry", y la película resultante ni siquiera me gusta, pero pal caso, no importaba mucho.


La fricadilla la pone el breve anuncio del video-juego, por entonces aún una práctica bastante verde, inspirado en "Viernes 13". No es que lo tuviese, o lo hubiese jugado en casa de un amigo... de hecho, nunca llegué ni a verlo, pero se trataba de algo relacionado con la saga en cuestión, lo que era ya suficiente argumento para recortarlo y añadirlo.


En este caso recurrí de nuevo al tema imágenes grandes, solo que aquí tuve la decencia de utilizar algo hoy bien valorado por el aficionado medio, una fotografía promocional de "Re-Animator", de esas que solían adornar las vitrinas de los cines (vamos, lo que llaman "fotocromo"... y por cierto, ¡¡menudo es!!, ¿dejarían hoy día usar una imagen así de extrema?). En ella vemos uno de los momentos álgidos, más sangrientos, grotescos y gran guiñolescos del famoso y estupendo film de Stuart Gordon, cuando un zombie (el papá de Megan) le revienta los ojos a la cabeza del Dr.Hill, poco antes de aplastarla como un melón. No hace falta decir que me ALUCINABA ese panorama, por su exageración, su locura, su demencia y su rojo abundante. Absolutamente salvaje. Recuerdo cuando una persona adulta vio la carpeta y cínicamente me dijo: "Veo que ahora te va el romanticismo". Con todo debo abrirme a ustedes y confesarles que, por entonces, aún no había visto "Re-Animator", así que con material como ese mi imaginación volaba libre y peligrosamente.


La cara B resulta harto reveladora. Como ven, son los carteles franceses de "From Beyond/Re-Sonator", "Howard, un nuevo héroe", "El día de los muertos" y "Viernes 13, 6ª parte: Jason Vive", lo que significa que me encontraba en pleno apogeo de mis lecturas gabachas. Todo ese material salió de las páginas de "L´Ecran Fantastique" que, junto a "Mad Movies" e "Impact", conformaba mi generosa dieta de lectura cinematográfica por esos tiempos.
No hace falta decir más.



Por lo visto eso de poner un solo cartel no me satisfacía tanto, y para la ocasión -y la siguiente- decidí retomar el tema "collages", solo que aquí partiendo directamente de fotocopias. Eran los tiempos en los que había descubierto la revista "Fangoria" -la yankee, claro- y con ella el fascinante espectro oscuro y chungo del cine fantástico y de terror, su lado más "trash", algo que se refleja mucho muchísimo en esta interminable galería de rostros.
Lo normal era que los chicos adornaran sus carpetas con cantantes sexys, modelos, actrices. O en un caso pre-homosexual, jugadores de furgol. ¿¿Y qué es lo que hago yo??, colar las caras de un puñado de señores de mediana edad o más -cada uno con su respectivo nombre debajo-, casi todos hombres de negocios de escaso talento y algunos más interesados en sacar dinero del bolsillo de los posibles espectadores impresionables que de crear cine. ¿Quiénes eran estos elementos?, fácil: Al Adamson, Andy Milligan, Jesús/Jess Franco, Frank Henenlotter, Aristide Massaccesi (Joe D´Amato), David DeCoteau, Ted V. Mikels, Charles Band, David Friedman, Herschell Gordon Lewis, Lucio Fulci, Roger Corman y Fred Olen Ray (en una foto que casi está de espaldas). La créme de la créme. Junto a ellos, temas tan propios de ese tipo de movidas como el cine de caníbales o "Santo, el enmascarado de plata". Nótese ciertas manchas de rojo-granate en las esquinas de las fotos... sí queridos, era tempera, en un intento de hacer más cantoso el tono "sangriento" del invento (dulces ingenuidades).
Y por aquello de no perder las buenas costumbres: "Harry Callahan" en un ladito (con un contundente "My hero!" encima de la foto) y el Steven Seagal de "Por encima de la ley".
A esta carpeta podríamos bautizarla tranquilamente como la "trash-carpet".
Fascinante.


Si el caso anterior era algo bizarro, el de ahora roza la locura.
¡¿Fred Olen Ray, el ínclito cineasta zetoso, como motivo central de una carpeta?!. Miedo da. Pero sí, queridos, así de fan era yo entonces del director de "Alienator" (que decora ampliamente el collage), "Del espacio profundo", "Los Dreggs", "Días de horror y muerte", "Commando para matar", "El poder de las armas", "El misterio de la pirámide" y otras que no aparecen en la imagen como "Biohazard", "Alien Dead" o "Beverly Hills Vamp".
Recuerdo que, tras mirarla atentamente, un compañero de aula me dijo: "¿Te gusta la violencia, eh?". Pues sí, pero solo en la pantalla, chavalote.



En la cara B del caso que nos ocupa se recupera un poco cierta cordura. Aunque tampoco mucho.
"Blood Feast", el inevitable "Harry Callahan", su entrañable parodia televisiva "Sledge Hammer", más macarrismo con "Yo, el jurado", el cartel de "Re-Animator 2/Metamorphosis" según san Luigi Montefiori (que es una puta bazofia, pero esa ilustración me gustaba mucho... ¿será de E.Sciotti?, eso explicaría muchas cosas) y, consecuentemente acorde a la presencia de San Fred Olen Ray, un guiño a Jim Wynorski con dos de sus obras cumbre, "The Return of Swamp Thing" y, sobre todo, la inmortal "Deathstalker 2".

Posdata: La imperdonable ausencia de imágenes en ambos lados, a base de tijera bruta, obedece a alguna causa de reciclaje que, ahora mismo, no recuerdo claramente (aunque puede distinguirse el nombre de Linnea Quigley, lo que significa que la carpeta también luciría cierto erotismo barriobajero).


MENCIONES ESPECIALES:

Las dos carpetas que siguen se alejan un poco del grupo. Una por temática y otra por fabricación. Pero merecen estar aquí... entre otras cosas porque, en fin, son las que faltaban para completar el repaso… y porque me sale de los cojoncillos.


El punk rock como temática ha salido ya alguna vez, tímidamente, a lo largo de este periplo, pero realmente no se impuso hasta mediados de los años 90.
Pal caso tenemos a Jayne/Wayne County (el travesti punk del Nueva York originario que hacía poco había visto “live”). Una ilustración extraída de un número de la revista "Vibraciones" del año 77. En esa época era muy fan (y mantenía relación epistolar) con el grupo "Wat Tyler" y a falta de alguna imagen más representativa, utilicé esa del bailarín tirolés. A su lado, la pegata número uno de mi fanzine "Suburbio", y el nombre de una banda que desentonaba un poco en el conjunto (de ahí que su presencia fuese tan poco llamativa), los militantes "Crass". A su lado, un dibujo muy especial de John Holmstrom, el famoso padre de la revista "Punk Magazine" y portadista de "Ramones". En medio, y ahí luciendo a lo grande, la que era mi banda absolutamente favorita, "The Lurkers". Justamente, el tipo con el perro y la bandera es Arturo Bassick, que en aquellos tiempos lo lideraba.
Retornamos a la parte baja, extremo izquierda, y descubrimos la pegatina número dos de "Suburbio".
A su lado, el logo de los mediocres "Chelsea", "Sham 69" (y no entiendo muy bien el motivo de que estén ahí) y la divertida imagen macarra de uno de los integrantes de "Spider Babies", grupo de garaje cazurro.



Y estos, pues no necesitan presentación.
A día de hoy dudo mucho que los "Toy Dolls" fueran genuino punk. Siempre he visto a su líder, Olga, como un currante que se disfraza cuando toca y luego vuelve a la normalidad de su rutinaria existencia. Pero eso no quita que, en sus buenos tiempos, los "Toy Dolls" me ENCANTABAN y, de hecho, en cierto modo fueron los culpables de mi afición al punk rock. Así que merecían un lado entero de la carpeta para ellos solos... y más con una imagen tan ideal como la de este single de su divertida canción "James Bond lives down our street".


A esta, obviamente, lo que le tengo es mucho cariño, tratándose como se trata de merchandising oficial surgido a raíz del estreno del legendario "Superman" de Richard Donner con Christopher Reeve. Comprado en la época, se entiende. Sorprendentemente ha durado en bastante buen estado hasta nuestros días. Tengo algunos amigos completistas del personaje que han demostrado interés en hacerse con ella guita mediante, pero de momento prefiero conservarla.

lunes, 17 de junio de 2013

BIOHAZARD

"Biohazard" tiene el honor de ser la primera película rodada en 35mm (y dentro de ciertos sistemas de producción tirando a profesionales) por el inefable Fred Olen Ray, un personaje de lo más habitual en este blog. Anteriormente, se había movido en los parámetros del amateurismo y los 16mm, como bien demuestran la entrañable "Alien Dead" y la soporífera "Scalps".
Estamos a mediados de los 80, y por entonces Fred Olen Ray mola. Y molará durante años, llegando a convertirse en el absoluto rey de la serie B/Z en su tierra. Desafortunadamente, a partir de los 90 comenzaría a desinflarse y hoy por hoy, aunque no para de currar como un cabrito, lo que hace dista mucho de tener ni tan siquiera un sutil encanto (ya que la mayoría son productos de lo más desangelados destinados a la tele por cable). Y es que "Biohazard" tiene encanto. Es un truñón de órdago, desde luego, pero con cierto gracejo. Veamos por qué.
En España se la conoce con más de un título (como "Experimento secreto"), aunque mi favorito es aquel con el que la alquilé siendo adolescente, ya fascinado por su director, "Alien 3"!!. O mejor, "Alien 3 llega a la tierra", lo que hace que me pregunte si el distribuidor no tendría la intención de hacernos creer que seguía al famoso (y nada desdeñable) "Alien 2 sobre la tierra" de Ciro Ippolito. Suena descabellado pero, a estas alturas ya sabemos que en aquellos tiempos en los video-clubs de España podía pasar cualquier cosa.
La historia que nos cuenta es todo lo trillada que cabría esperar, aunque partiendo de una idea interesante muy poco explotada por su realizador. Una tipa tiene un poder mental que le permite introducirse en dimensiones paralelas, agarrar objetos y traerlos de vuelta. Guay!. Lástima que esto se reduzca a lo anecdótico y sirva de mera excusa para, una vez efectuado el experimento de marras, internarnos en terrenos más que conocidos (incluso ya para su época). La malvada criatura oculta en un sarcófago interdimensional se escapa de las manos del -escueto- ejército y comienza a matar indiscriminadamente. El prota y la chica de los poderes unirán fuerzas para cazarlo. That´s all folks!.
Todo ello rodado a lo Ray, pero un poco más chungamente, que a fin de cuentas era aún novatillo. Largos planos generales, diálogos interminables y, en su mayoría, absolutamente estúpidos (del tipo "rellenametrajes"), una ausencia total de ritmo de ninguna clase y los inevitables elementos "exploitation", aunque a nivel torpón y light. Como era de esperar, "Biohazard" acaba convertida en una auténtica comedia involuntaria con cierto tono inocente que la hace simpática (es especialmente hilarante el momento en que asistimos a un ataque del marciano y, automáticamente, sin salirnos del mismo espacio temporal durante la noche donde se desarrolla todo, vemos como otro personaje comenta ese mismo crimen, demostrando la eficacia de los servicios informativos por aquellos lares), a pesar de que Ray cuele elementos humorísticos paridos de modo expreso, algo que terminaría siendo uno de sus sellos inconfundibles. El más sonado (si exceptuamos el final, que luego comentaré) es aquel en el que el marciano hace trizas y pisotea de modo encolerizado un póster de "E.T. El extraterrestre" (por entonces aún muy reciente). Me pregunto cómo le sentaría la coña a su hijo de cinco años Christopher, que es quien se oculta dentro del disfraz del monstruo, diseñado por Kenneth J. Hall, detalle este justificado de antemano por un científico que asegura que el invasor tendrá una corta estatura. Christopher terminaría convertido en director de ponzoñas para "The Asylum", la mayoría de ellas, y siguiendo la estela paterna, sobre monstruos de dos cabezas, tres ojos y diez anos. Por su parte, Hall sumaría a sus actividades las de guionista oficial de la serie B/Z (escribiría para David DeCoteau) y director. Su primer largometraje venía auspiciado por el mismo Fred, la mítica "Engendro Satánico" (o "Evil Spawn"), sobre la que pueden leer en nuestro libro.
Fiel al que durante años fue su método de trabajo, Olen Ray se agenció decorados ajenos para rodar, destacando el laboratorio donde realizan el experimento y que, si no me falla la memoria, pertenece a Roger Corman, es más, podría ser el mismo sitio donde se rodó "Galaxia Prohibida". Resulta muy regocijante reconocer en la banda sonora algunos efectos extraídos del famoso archivo de la BBC. En España estos iban empaquetados en dos discos o cintas de cassette que cualquier artífice de cortometrajes caseros tenía en su poder. El más explotado es el del grito masculino, aunque también suena por ahí un perro rabioso que, pal caso, pone "voz" a un extraterrestre. Más datos fricazos: la cabeza cercenada que aparece al final en realidad es un préstamo de Steve Johnson, técnico de efectos especiales cuyo trabajo has podido disfrutar en montañas de títulos bien reconocibles (visita Imdb, pinfloi!) y que anduvo casado con una de las musas de Ray, Linnea Quigley. El ya fallecido cineasta zetoso Donald G. Jackson, culpable de "El infierno vuelve a Frogtwon" (también presente en nuestro libro) o la infame "The Demon Lover" (en España atribuida erróneamente al mismo Fred Olen Ray en una de sus ediciones en vhs), asiste al director y se marca junto a él un cameo como paramédico.
Pero hablar de "Biohazard" significa hacerlo de su ya legendario final. De otro modo, nos estaríamos perdiendo lo que, al fin y al cabo, es lo mejor de la película. Imaginaos el percal: Estás viendo el tenso y aterrador desenlace, en el que la chica con poderes mentales confiesa al protagonista que ella también es una extraterrestre de aviesas intenciones. Se produce el silencio, el prota mira asombrado la mutación de la moza que unas horas atrás quería follarse... de pronto su expresión cambia y, a la par que cruza la mano por su cuello simulando una degollación, exclama medio sonriente: "¡Cortad esto ya!". Suena una alegre y dicharachera canción rockandrollera estilo años 50 y comienzan a sucederse los créditos compuestos no sólo de letras, también de numerosas y curiosas tomas falsas. Así como lo leen. En ellas podemos ver errores técnicos, el método express con el que Ray dirige al reparto, risas, cómo un actor escupe sangre falsa al objetivo de la cámara, al hijo del director moviéndose torpemente dentro de su disfraz o a este mismo posando picaronamente con la actriz protagonista justo al final de un rollo. Fascinante. Naturalmente el fin de tan chocante táctica es alargar el escueto metraje de la película, que a duras penas alcanza los 80 minutos (lo que la hace más disfrutable, of course), sin embargo, también es verdad que, aunque puede que inapropiado y cutre para muchos, estas son las cositas que hicieron de Fred Olen Ray alguien "grande" y diferente. Ningún realizador de Z-movies, cuadriculado y con miedo a que su película no disimulara lo suficientemente bien su espíritu zopenco y cafre, osaría mostrar todo ese material. Tomárselo tan a cachondeo. Fred Olen Ray sí, y por eso se salía de la norma, por eso destacó y por eso me fascinaba. Estas chorradas (o los títulos de crédito del inicio de "El misterio de la pirámide") era lo que yo denominaba con afecto "el toque Ray" y lo que convirtió a "Biohazard" en algo más que un simple refrito cutre de las monster movies clásicas. Al menos para mi.
Merece la pena que dediquemos unas líneas a la mentada "alegre y dicharachera canción rockandrollera estilo años 50". Se titula "Rockabilly Rumble" y sus artífices responden al nombre de "Johnny Legend and The Skullcaps". Johnny Legend no es un cualquiera, se trata de un hombre orquesta de reconocible aspecto (es delgado, altísimo y luce una larguísima barba blanca) que si nos interesa es porque, entre muchas de sus actividades, dedicó tiempo a adorar, estudiar y promocionar las veleidades del cine "trash". O del de terror, simplemente. Le has visto como actor en "La novia de Re-Animator" o "2001 Maníacos". Durante los 80 produjo una serie de vídeos en los que se recopilaban trailers de clásicos del "trash" conocidos como "Sleazemania!". Justamente, Fred Olen Ray firmó un par. También ha sido director, su obra más famosa es "My Breakfast with Blassie", protagonizado por el mismísimo Andy Kaufman. Todo un personaje.
En el reparto de "Biohazard" aparecen algunas caras curiosas, destacando la de un acabadísimo Aldo Ray, ya en lo más bajo de su descendente carrera, o la neumática y morbosa Angelique Pettyjohn, conocida a nivel "cult" por su intervención en un capítulo de la serie original de "Star Trek" (en el que William Shatner caía rendido a sus tetas... er digo, pies) o la mítica -y filipina- "Mad doctor of blood island". Otros nombres que repetirían con el realizador son William Fair (volvimos a ver su faz de héroe de tebeo en "Del espacio profundo"), Richard Hench (este incluso estuvo en "Scalps", también en "Del espacio profundo" y en "El misterio de la pirámide", "Mob Boss" o "Prison Ship", en la que repetía Aldo Ray), aunque el más reconocible es David O´Hara, prota de la siguiente peli de Ray, la mentada "El misterio de la pirámide" que también anduvo en "El poder de las armas" o en Z-movies tan míticas como "Hard Rock Zombies" (en nuestro puto libro!!) o "Ángel de la venganza", del legendario Ted V. Mikels. Igualmente, en el apartado técnico encontramos nombres que volveremos a ver, como los de Bart y Bret Mixon (el primero había realizado los créditos animados de "Alien Dead" y ambos terminarían metidos en películas de lo más mainstream) o T.L.Lankford, director y productor que solía currar como guionista para Fred Olen Ray. En este caso no es que se luzca mucho, ya que su función en "Biohazard" es la de escribir diálogos adicionales... y visto lo visto, mejor que se hubiera dedicado a recoger flores o pasear canes meones.
Por sorprendente que suene (¡¿más?!), en 1995 Fred Olen Ray produce "Biohazard: the alien force", dirigida por Steve Latshaw, una especie de remake/secuela que, básicamente, cuenta lo mismo que la original menos por lo de la tía con poderes mentales. ¡Para una idea buena que tienen!. Aquí el bicho surge de un experimento genético... pero el resto, lo mismo. De siempre.
Buena Mierda.

sábado, 19 de agosto de 2023

THE COMIC

No han sido pocas las veces que en este blog, y otros medios, hemos lamentado la incursión de herramientas digitales en el "séptimo arte". Somos conscientes que, actuando de tal modo, parecemos un par de viejas amargadas y llenas de manías. Pero es que, por mucho que lo intentemos, y por muy abierta que tengamos la mente, los ejemplos que nos van llegando de lo que podría denominarse "cine digital" no hacen más que demostrar lo justificado de dicha tirria. Dejando a un lado todos aquellos jovenzuelos pringadillos con más ansias de autodenominarse "filmmaker" que de facturar algo mínimamente decente o interesante con su jodido móvil, lo más crispante afecta a los veteranos. Directores de cine que activaron sus respectivas carreras en tiempos de celuloide, de un coste mínimo + un empeño máximo, de cuando facturar largometrajes era un pelo, y digo un pelo, más difícil, y no se hacía con la chorra. De cuando la etiqueta "trash" o "mala pero divertida" tenía sentido porque el esfuerzo, tanto humano como creativo, obligaba a dar lo mejor de uno mismo... si lo había. Si no lo había, era ya una cuestión de ADN. Pero desde luego, nada impostado. Dicho de otro modo, los años más "gloriosos" de Ted V Mikels, Doris Wishman, Ray Dennis Steckler, Herschell Gordon Lewis, Jesús Franco o Ulli Lommel. Cineastas que, llegado cierto momento, se quedaron sin montante. Nadie quería prestarles un chavo para llevar adelante sus delirios. Y se vieron obligados al retiro (o al frenazo, caso de Franco). Hasta la nefasta aparición de las herramientas digitales, descubriendo así que, no solo podían volver a hacer películas invirtiendo cantidades irrisorias -incluso facturarlas desde su puta casa, montando con el ordenata-, además eran totalmente libres. Sin dar cuentas a nadie, a ningún productor o distribuidor. Iban a hacer literalmente lo que les diera la santísima gana, demostrando al mundo -por fin- su genialidad. ¡Ouch! fatídico día aquel. Porque muchos de ellos -¿todos?- eran en realidad unos patatas. Siempre lo fueron. Y solo la intervención de un productor que les frenaba los desmanes de ego descontrolado o, por contra, un montador profesional dispuesto a repararles sus muchas cagadas, daban como resultado películas malísimas... pero con encanto, y "algo" que las hacía medianamente digeribles. Bien, la tecnología digital lo mató. Lo destruyó. Defecó en ello.
Lo sé, lo sé, no es esta una teoría muy popular. Pero, oiga, dejémonos de monsergas. Es así. Vale ya de romanticismo barato. Vale ya de dárselas de "cool" por adorar a incapaces con una cámara. Las obras de todos estos señores eran basurilla, lo que hizo la herrumbre digital fue aumentar el pestufo.
Por supuesto estoy hablando de "películas" de naturaleza "exploitation", cuyo fin es hacernos picar a través de un póster y una trama totalmente engañosos/as. Cine comercial en el sentido más puro del término. Destinado a complacer los bajos instintos de una audiencia. Si esos caballeros querían dárselas de artistas y hacerse video-pajas, pues que tuvieran la decencia de no tomar el pelo a nadie, asumiendo su condición "experimentosa" y, por tanto, minoritaria o directamente marginal. Un poco de honestidad, porfaplis.
Y ese es, exactamente, el caso de Richard Driscoll. Británico que debutó como director en el sagrado año 1985 con una cosa rarísima titulada "The Comic". Tras un par de films más, abandonó el cine. No hizo prácticamente nada durante los 90. Retomándolo en los 2000 gracias al despuntar de las nuevas tecnologías. Entonces, se puso a producir frenéticamente auténticas vasuras, con v de vídeo, innombrables e insoportables en su negación. Absolutamente deprimentes. Como esa secuela ilegal de "Grindhouse" titulada "Grindhouse 2wo" en la que una Linnea Quigley dolorosamente patética, situada frente a un croma, horriblemente maquillada de enfermera loca y leyendo muy descaradamente sus frases de una cartulina fuera de foco, introduce historias que no hay quien salve. Cuando los productores del "Grindhouse" original se enteraron, advirtieron a Driscoll que cambiara el título o le caía una demanda, de ahí que luego existiera otra versión (o a-versión) titulada "Grindhouse Nightmares". También tenemos "Eldorado 3D", batiburrillo protagonizado por un alcohólico y muy acabado Michael Madsen (porque resulta que Driscoll es mmmmuuuuyyyy fan de Tarantino, llegando a imitarle y parodiarle obsesivamente) que llevó a su director a la cárcel por evasión de impuestos. Salió un poco antes acompañado de un tío que se vendía como productor. Malas compañías. O compañías de inexplicable origen. Nadie comprende como Driscoll ha logrado, a lo largo de su carrera digital, contar con Peter O´Toole (ya muy maltrecho, y grabado en plan plano fijo + croma), Daryl Hannah, David Carradine, Jeff Fahey, Patrick Bergin, Brigitte Nielsen, Steve Guttenberg, Bill Moseley, Caroline Munro o el genial cómico Rik Mayall. Es decir, sí se comprende porque en la mayoría de los casos son gente que estaba ya muy pocha (de hecho, Moseley vivió una experiencia semejante -o peor!!- con "Mugworth"), y sus papeles se reducen casi a cameos (o a la voz, caso de Christopher Walken, y a saber si no estaba mangada de otro sitio). Pero es que el nivel de Richard Driscoll es TAN BAJO, que incluso estos nombres desentonan. Parece mentira que disponga de películas reales en su filmografía, con cara y ojos, rodadas en celuloide, haciendo gala de cierto esforzado estilismo. Lo que lleva pariendo los últimos años es más propio de un debutante sin muchas luces, ni muchas ideas, que se limita a seguir tendencias como una oveja inculta + descarriada, desesperada por sumar el mayor número posible de "clicks" en las plataformas de rigor, y deben toda su existencia a la economía de lo digital (vamos, un Dustin Ferguson cualquiera).
"The Comic" 
ya daba pistas de lo que estaba por venir. Driscoll hace gala de una auténtica negación a la hora de contarnos una historia. De entretenernos, darle algo de ritmo y lustre a su epopeya. Viéndola no te enteras de mucho. Y de lo que te enteras, tampoco merece demasiado la pena.
Digamos que estamos en un futuro Orwelliano. Hay un cómico de "stand up" que lo peta en los locales de moda. Y luego otro que se muere de envidia. Tanta como para provocar un asesinato. El cómico aspirante se carga al cómico de éxito y le quita el puesto. Afortunadamente algo de talento tiene, por lo que el público le adora y todo comienza a coger mejor color. Aparece una chavala que termina liada con él. Se aman, tanto como para tener una hija. Sin embargo, nos hacen saber que en realidad todo es el plan de una mano oculta para que la pava manipule al protagonista una vez lo tenga bien agarrado. Solo que no procede. Y aquel es detenido por una policía de tintes fascistoides -suponemos que por el asesinato del cómico famoso-, llevado a prisión y torturado. Entonces, la mujer se da a las drogas y la mala vida. Y... er.... ¿¿qué demonios me estás contando??...
De las muchísimas batallitas hilarantes protagonizadas por Richard Driscoll, ahí va mi favorita: Fue invitado a proyectar "The Comic" en una maratón de películas de terror. Llegado su momento, el público presente comenzó a aullar tan mosqueado y con tal fuerza, que el director se vio obligado a detener la proyección y salir por patas con las latas bajo el brazo. En su lugar pusieron "Terroríficamente muertos". No me sorprende lo más mínimo, "The Comic" queda lejos de ser terror. En realidad, es una especie de thriller con ribetes "artys", o de autor, tirando a indigentes. Muy "ochens" -como dicen los modernos- en lo estético (niebla a porrillo, luces de colores...) y en "tics" tan propios de la época como ese especie de video-clip que nos cuelan en medio de la película.
Lo cierto es que muchos de estos "filmmakers" provocan antipatía. Si fuesen seres humanos humildes y sin ínfulas, podríamos incluso disfrutar de sus cagadas audiovisuales por bien intencionadas, simpáticas, apasionadas, etc (por ejemplo, H.G.Lewis. Es cierto que le podía más el vil metal que nada, pero al menos sabía lo que hacía y no se tomaba en serio a sí mismo). Desafortunadamente, la mayoría gastaban un ego que espanta. Les perdía la soberbia. Se creían grandes artistas, genios incomprendidos. Y el caso de Richard Driscoll roza lo tolerable. "The Comic" es hasta pretenciosa. Y eso, cuando el talento está al nivel del cero absoluto, no se perdona. Para muestra, un botón: al concluir el aborto, el tipo da las gracias a aquellos que le ayudaron a finiquitarlo. El tamaño de las letras de su nombre -además subrayado- en comparación a las del mensaje, lo delatan.

domingo, 1 de diciembre de 2013

STRIKER

No se muy bien por qué, pero en la época de su lanzamiento tenía la sensación de que "Striker" era un plagio tardío -italiano, of corze- de "Rambo", que llegó a los video-clubs cuando la moda de los tíos mazas contra ejércitos estaba ya algo gastada y Bruno Mattei había dado buena cuenta de ello con sus subproductos, tales como "Strike Commando" o "Doble Objetivo". Curiosamente, esta última aterrizó en nuestras estanterías gracias a "Films Cuatro", la misma distribuidora de "Striker", la diferencia es que mientras en aquella la caratula era lo más sosa imaginable, pal caso que nos ocupa fueron un poco más listos, despertando al enfermo que había/hay en mí.
Así de lejos, "Striker" (no confundir con el "Stryker" de Cirio H. Santiago, únicamente unidas por un punto en común, su condición de exploit) parece una película de lo más peculiar incluso pa las de su poco lustrosa ralea. ¿Qué hace el héroe en la portada con un tirachinas?, ¿es guasa?. ¿Y eso de "Melany Rodgers como top "Ramba""? (algo a lo que en ningún momento se hace alusión en la peli, y además, si se fijan, en la parte inferior de la caratula aparece como Melonee Rodgers). Estos detalles le conferían un aura peculiar que la hacía sumamente y equivocadamente atractiva.
Solo dos años separan al film comentado de "Rambo", entonces, ¿por qué esa sensación de producto atrasado (¿retrasado?) a su tiempo?. No me hagan mucho caso, porque cuando me la puse a ver el otro día, lo hice convencido de que era terreno virgen para mi... hasta que reconocí un plano concreto que me reveló la dolorosa verdad, ¡¡ya la había visto!!. ¿Extraño?, sí, pero no. En esos tiempos me comía estas mierdas con la misma facilidad que me encerraba en el lavabo a masturbarme. Y es que, para un fan del "trash" como ya era yo, "Striker" iba cargadita de muchos alicientes: El director oculto tras ese cantoso "Stephen M. Andrews" era nada menos que Enzo G. Castellari. Como co-guionista teníamos a otro anti-clásico, el infame Umberto Lenzi. Y en tareas de interpretación un puñado de supervivientes de la escuela italiana (John Philip Law, John Steiner y Werner Pochath) además de todo un "action hero" de tercera que terminaría convertido en icono del cine de acción videoclubero, Frank Zagarino. Hablemos de él. Su curriculum resulta envidiable. A finales de los 80, además de su papel en "Striker", trabajó para otro italiano ilustre, Giannetto De Rossi -que dejaba un rato de lado el látex pa ponerse a dirigir- en "Cy-Warrior, especial combat unit" (cuya caratula trae cola). Por cierto, es horrible. De ahí pasó al mercado yankee, donde protagonizó una ralea de productos videocluberos casi delirante, con "Terminator" siempre como fuente de expolio, por citar algunos: "Operación Cyborg" (y secuelas), "Cyborg Cop 3" o "Perdidos en el tiempo", que en inglés suena mejor, "Alien Chaser". Pero Frank Zagarino guarda un as en la manga, cuando nadie conocía aún su faz (es decir, unos pocos menos de los que la conocen ahora) compartió plató con Charles Bronson en "El guardaespaldas de la primera dama". ¡Chúpate esa!.
En el film que nos ocupa, el rubiales interpreta a un héroe con pinta de... héroe, actitud de héroe y nombre de héroe, "John Slade". Es sacado de un posible encierro por la inteligencia de los USA para que vaya a Nicaragua y libere a un periodista compatriota y amigo que ha sido secuestrado. Allí se junta con una muchacha de buen ver y rescatan al reportero Tribulete. Pero luego hay una traición por medio y vuelven a caer en manos de los malos. Entonces "Slade" se difraza de "John Matrix" y se lo pasa pipa enseñando las tetas, sudando, poniendo cara de cabreo y sacando armas de debajo de las piedras con las que exterminar al reparto de extras. Todo muy italiano ello, muy torpón, cutre, mediocremente fotografiado y extremadamente aburrido. Ya saben cómo era la acción del cine "trash" italiano, como ver una telenovela a la hora de la siesta.
En fin, decía al principio de esta reseña que la caratula de "Striker" hacía suponer que aquello era más de lo mismo, pero no exactamente igual. Sin embargo, ahora puedo afirmar que mi joven e ingenua percepción fue un espejismo. Esta peli es pura fórmula, de cabo a rabo, sin sorpresas ni estridencias. Previsible hasta lo denunciable. Un desvergonzado rip-off de la de Stallone. Vamos, que Lenzi no se lo curró ni pizca cuando se puso al teclado, porque, encima, los diálogos son realmente propios de un retarded. De tebeo malo. Y vienen cargados de ese ultra-patriotismo yankee totalmente absurdo, especialmente idiota siendo como son fetuccinis sus perpetradores. Es la interpretación gran guiñolesca de lo que un italiano cree que es un estadounidense amante de la bandera (o el desesperado deseo de complacer a esa parte de la audiencia). Obviamente, los malos son un puñado de Sandinistas comandados por un Ruso cabronísimo que odia la barras y estrellas y es puro histrionismo barriobajero.
Junto a los actores citados, encontramos toda una bizarrada, Pierre Agostino (oculto tras el alias de Peter Gold). Este señor tiene un curriculum de lo más peculiar ya que, además de repetir con Castellari en "Hammerhead", actuó para don N.G.Mount en "Operación: Las Vegas", para dos monstruos del "trash" como Ted V. Mikels y Ray Dennis Steckler en "War Cat" (conocida en España como "Ángel de la venganza", básicamente una "Rambo" con tetas) y para este último en un par de sus películas improvisadas, "Las Vegas Serial Killer" y "The Hollywood Strangler Meets the Skid Row Slasher". Más mareante resulta descubrir que Agostino también se marcó roles en films de Charles Nizet quien, a su vez, tenía papelillo en la misma "Operación: Las Vegas" de N.G.Mount... el mundillo del "trash" es un pañuelo chorreante de mucosidades.
Y como guinda, el bueno de Daniel Greene marcándose un cameo al final de la peli. Joder, si lo sé, no vengo.
Dato enfermizo: En 1991, y dentro del mercado norteamericano, Zagarino protagoniza junto a David Carradine una cosa titulada "Project Eliminator" donde interpreta a un soldado de las fuerzas especiales que responde al nombre de "John Striker Slade" (o "John Salde" a secas, según donde leas el dato) y no hay indicios de que ambos films vayan conectados más allá de la presencia del mazas... ¿¿es una segunda parte de la peli de Castellari??.... ¡¡¡RARO, RARO!!!.
"Striker" es entrañable a su manera... sin dejar de ser pura caca maloliente.