Mostrando las entradas para la consulta Miró ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Miró ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

miércoles, 17 de noviembre de 2021

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 2

Seguimos revisando y escaneando las páginas de la revista "Casablanca". Esta semana la cosa se ha saldado de la siguiente manera...

El desganado anuncio del rodaje del tercer "Superman". Fíjense que citan como villano de la historia a Richard Pryor que, en parte sí, pero a estas alturas todos sabemos que no del todo.


Una crítica, tirando a previsiblemente mala -aunque no sangrante- de "Historia Macabra". Destacar la siguiente curiosa frase: "Son esas cosas que no se entienden del cine comercial actual, costoso y mecánico". Para leer, tecla Ctrl + botón izquierdo del ratón.



Y, finalmente, mi escaneo favorito (extraído de un ejemplar de Febrero del 83). Una entrevista a ese cáncer para el cine patrio que fue Pilar Miró -por cruelmente irónico que suene- en la que no puede evitar vomitar la rabia que sentía (y la envidia, como dice Víctor) por Mariano Ozores y su obra. La cabrona hizo todo lo posible por eliminarlo (y, de paso, el resto de cine popular que se facturaba por acá). Y lo consiguió... pero solo por un tiempo. Al final, los productos de género recuperaron su lugar en la cinematografía patria, y aunque sean detestables en un 99%, los preferimos al tipo de mierdotes que Doña Miró pretendía imponernos como Belmondo imponía su ley, es decir, a sangre y fuego.


Griten todos al unísono: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!

viernes, 22 de enero de 2016

¡BRUJA, MÁS QUE BRUJA!

Partiendo de la base de lo interesantísimo que me parece el cine popular español de los años 60, 70 y 80, hay que tener en cuenta también que muchos de los que cultivaban este tipo de cine, ya en la era de la Ley Miró, se pasaron al bando intelectualoide, no fuera que les fuera a caer encima el yugo de la Miró encima, y si bien, no renegaron del cine que venían haciendo hasta ahora, si que supieron excusar su existencia ante el juicio al que se sometió en los noventa al cine español de consumo. Por citar un par de nombres, los más palpables y prestigiosos a posteriori, fueron José Sacristán y Fernando Fernán Gómez. El primero me interesa muy poquito. Nada de hecho. Ni cuando perseguía a las Suecas. Del segundo, otro gallo canta, ya que como autor y director, me parece una de las propuestas más interesantes de cuantas ha habido en el cine español. Porque si, al final adquirió prestigio y llegó a pedantear con cosas como “El viaje a ninguna parte” por otro lado estupenda película o con “Mi hija Hidelgart”, también es el responsable de obras maestras del cine español como por ejemplo “El Extraño viaje” que es cojonudísima –y tontea, además, con el género fantástico por mucho que digan- combinando todo esto con cosas más populares como “La Venganza de Don Mendo” o “Los Palomos”.
Pero es que además del Fernando Fernán Gómez alagado por la intelectualidad del cine español, ese que es entrevistado durante horas en el pretencioso documental de David “te odiamos a ti  y a toda tu familia” Trueba, tenemos otro Fernando Fernán Gómez que no atina y cuyas películas no gustan a nadie. Ese es el que aquí reivindico, por supuesto. De ese tipo está “Pesadilla para un Rico” tan mala (pero divertida) que es para mear y no echar gota, verla y no acabar de creerla, y que los estudiosos omiten a la hora de  hacer sus retrospectivas en honor al director, y la que nos ocupa, que los mismos plumillas de los que os hablo, no han tenido los cojones de defenestrar, ni ignorar ni pronunciarse al respecto porque de tonta y de jodidamente extraña, es muy probable que los hijos de puta no sepan ni que cojones están viendo.
Pero es muy sencillo; se trata de una comedia negra, negrísima, que también tontea ligeramente con el fantástico que además es un musical y también es una zarzuela. Además de eso, está rodada con un presupuesto tan ínfimo –los productores no se estiraban ni lo más mínimo- que podría considerarse una película de Serie Z.
Fernán Gómez leyó en su momento en la prensa, como en un pueblo de estos perdidos de la mano de dios, un individuo, con el afán de rejuntarse y pacer en el lecho de la esposa de su tío,  parte a este la cabeza en dos con un hacha. Cuando le preguntaron que como es que había hecho esto, dijo al juez que había sido alentado por la bruja local, en realidad, una señora con mucha jeta que vivía de sacarle los cuartos a la credibilidad de estos gañanes de pueblo
A Fernán Gómez le entusiasmó este asesinato tan de aquí, de la españa negra, y decidió hacer una película al respecto, pero lejos de hacer la típica crónica negra del asunto –como si haría Paul Naschy con “El Huerto del Francés”- , el caso en concreto le parece tan  divertido que decide transformarlo en una comedia. Es más, lo convierte en una Zarzuela cinematográfica. Con lo que tenemos una cosa muy rara, tomada como a chufla, en la que cada dos por tres los actores se ponen a hacer playback de Zarzuelas, interpretadas por voces enormemente distintas a las de ellos… mientras, en tono casi vodevilesco, vemos los avatares de este muchacho que quiere quedarse con la mocita que es la mujer de su tío.
No gustó a nadie, en cines la vieron unos discretos 300.000 espectadores, pero a mí esta chabacanería –porque es cutre como ella sola- me parece una película estupenda, entretenida y un claro reflejo de lo loco que estaba el cine español de la transición. Que lastimita comparado con el de ahora.
Así, tenemos vestidos con boina y haciendo de gañanes de pueblo rozando la sobreactuación, al propio Fernán Gómez, a Paco Algora, y bien moza y mostrando su par de tetas bien puestas a Emma Cohen, quien siendo radicalmente más joven que Fernando Fernán Gómez, pronto este le convertiría en su compañera sentimental hasta el día de su muerte.
Haciendo de la bruja que da título a la película, una magnífica Mary Santpere, graciosa como ella sola.
Muy curiosa la película. Para guardarla en un dvd.

lunes, 16 de agosto de 2021

EL E.T.E. Y EL OTO

No me extenderé mucho presentando la película porque ustedes ya la conocen; Se trata de una parodia de “E.T. El Extraterrestre” protagonizada por Los Hermanos Calatrava y dirigida por Manuel Esteba. Básicamente consta de una serie de recreaciones pobres y chapuceras de las escenas más célebres de la película de la que hace chufla, en un batiburrillo de imágenes sin coherencia ni continuidad que sirven para el lucimiento de la pareja de cómicos que la protagoniza, Los Calatrava, así como para el de los humoristas invitados (Goyito, Manolito Royo) que intervienen como secundarios, cuyas presencias interrumpen toscamente la narración para así poder hacer partícipe al espectador de sus respectivos estilos. Se trata, probablemente, de  una de las obras cumbre de la serie Z española y su nivel de pobreza podría hacerla competir con producciones turcas, paquistaníes o peruanas y, en tal caso, “El E.T.E y el Oto” saldría airosa. Mala y exasperarte, en pleno 2021 la película ya no despierta ni simpatía, sino todo lo contrario.
Con ese atentado al buen gusto y al celuloide que es la por otro lado entrañable “El E.T.E y el Oto”, parece que la cultura popular y los aspirantes a gacetilleros de este país se han cebado en cuanto a invenciones y rumores vertidos en torno a su producción. Es como si hubiera que propagar todos esos rumores para justificar el escribir sobre ella y que haya algo que decir, ya que lo cierto es que “El E.T.E y el Oto” es tan rematadamente mala que no hay nada que resaltar más allá de eso. Y es que, tras un reciente visionado todavía me duelen los ojos, en parte, debido a la infecta calidad de los ripeos existentes.
Entre los rumores expandidos por el fandom, las trolas del director y las de los propios Hermanos Calatrava, vamos apañados.
Uno de lo más extendidos fue que Esteba y Los Calatrava se adelantaron una semana al estreno de la de Spielberg llegando así a coincidir en la cartelera las dos películas. No hay que ser muy listo para saber que eso es una falacia. Tan solo hay que echar un ojo a la base de datos del ministerio de cultura para comprobar que “E.T. El Extraterrestre” se estrenó en nuestro país en Octubre de 1982, mientras que “El E.T.E y el Oto” lo hizo en Marzo de 1983. De hecho, cuenta Manolo Calatrava en sus memorias que la idea de realizar esta parodia surge al ver lo bien que estaba funcionando la película de Spielberg en las salas de nuestro país. Esteba y Los Calatrava fueron  a verla para quedarse con las escenas más potentes, y, ahí sí, después se dieron prisa en hacerla. El rodaje duró una semana y la postproducción otra semana más. Y en cinco meses ya estaban exhibiendo en salas con “E.T. El Extraterrestre” todavía presente en cartelera. La coincidencia de ambas películas en cines se debe exclusivamente a que la programación de la de Spielberg se prolongaba semana a semana gracias a los beneficios.
El otro rumor existente, decía que Steven Spielberg había solicitado copia a la distribuidora de “El E.T.E y el Oto” al saber de su existencia y que, al verla, desestimó el denunciar a la producción tras corroborar su mala calidad. Manolo Calatrava en el libro afirma que duda bastante que Steven Spielberg llegase a  verla porque, de lo contrario, directamente los mataba. De esta misma guisa, a Manuel Esteba en vida le gustaba alardear de que Spielberg vio la película, le telefoneó tras hacerlo y le felicitó ya que según el director judío, Esteba era el único que había captado el mensaje implícito en E.T. sobre la llegada de Jesucristo a la tierra (¿?). Todo mentira, naturalmente, aunque no existen datos que corroboren si Spielberg llegó o no a ver la película.
La idea se gesta tras un sketch que Los Calatrava ejecutan en televisión a propósito del extraterrestre. Con la película “Horror Story” diez años antes, Manuel Esteba deja dinero a deber a la pareja de humoristas, quienes no ve un duro de aquel rodaje. Con la fiebre de E.T. en nuestro país, y tras ver el sketch, Esteba contacta con los hermanos proponiéndoles hacer esta parodia para cine y, a pesar de las desavenencias y el concepto que estos tienen del director, aceptan protagonizarla a cambio de los gastos que pudiera acarrearles el rodaje y un 15% de los beneficios en taquilla. Para completar el reparto se cuenta con los propios hijos de Los Calatrava, Oscar y Curro García, además de otros cómicos invitados que intervinieron gratis.
Diez días antes del estreno, todavía no tienen el cartón de censura con la correspondiente clasificación por edades, tarea esta que desempeñaba  por aquél entonces Pilar Miró. Esta alegó que no tenía tiempo para verla y calificarla, y, pese a que el estreno estaba ya programado, la dejó aparcada y sin la calificación. No podía proyectarse. Finalmente, y tras tener que personarse en su oficina la esposa y socia de Manuel Esteba, a regañadientes, la Miró calificó la película otorgándole un “no recomendada para menores de 14 años” pese a que era completamente blanca y estaba destinada a toda clase de público, especialmente el de corta edad. Con esa calificación perdían asistencia infantil a las salas donde se proyectase.
Se estrenó en 45 salas y, según Manolo Calatrava en sus memorias, el éxito fue rotundo recaudando más de 160 millones de pesetas, de los cuales los hermanos no vieron ni un duro, porque, al ir a reclamar a la productora de Esteba el 15% que por contrato les correspondía, el director se declaró insolvente, repitiéndose lo acaecido 10 años antes con “Horror Story”. Tampoco tiene mucha veracidad la versión de Manolo Calatrava, pues consultando la hoja del Ministerio de Cultura, la película no ganó 160 millones de pesetas, sino 31 provenientes de unos discretos 211.000 espectadores que fueron a verla la semana santa de 1983, o sea que, según esto, Calatrava se pasa en 130 millones de pesetas. No obstante, y teniendo en cuenta el bajo presupuesto de la película, como fuera, resultó un negocio rentable. De todas formas, no solo Esteba no dirigiría más cine, tampoco Los Calatrava volvieron a protagonizar más películas.
En cualquier caso, y tras un reciente visionado de lo más duro, lo cierto es que “El E.T.E y el Oto” es una de nuestras producciones más vergonzosas —y vergonzantes— que, paradójicamente, se convierte en una de las series Z más populares y que, al margen de la inutilidad técnica, destaca por un humor, el de Los Calatrava, que acaba funcionando por infuncional. Algunos gags son denunciables, así como la interpretación de Paco Calatrava como E.T. que hace dudar a los espectadores extranjeros si se trata de un extraterrestre o un deficiente mental.
A modo anecdótico decir que, como se trata de una película rodada sin sonido directo y doblada posteriormente en estudio, los hijos de los Calatrava fueron doblados por actores profesionales y, aprovechando la coyuntura, para proceder con Oscar García, el equivalente español al Elliot Americano, se contrató a José Luis Mediavilla, que es el mismo actor que dobló a Henry Thomas en el E.T. original, con lo que resulta muy gracioso escuchar la reconocible voz española de Elliot interactuar, casi con los mismos diálogos que en la original, con Los Hermanos Calatrava.
Todo muy entrañable. Pero nada más que entrañable.

lunes, 25 de marzo de 2024

TEO, EL PELIRROJO

“Teo, el pelirrojo” es una ignota película del no menos ignoto director burgalés Paco Lucio. Compitió en el festival de Berlín, pero, más allá de eso, apenas tuvo vida comercial tras su discreto estreno en cines, donde la vieron poco menos de 60.000 personas. No consiguió el apoyo de las televisiones y no se emitió hasta muchos años después, ya en los 90, del mismo modo que nunca tuvo una edición oficial en vídeo.
Sin embargo, sí obtuvo apoyo de la Junta de Castilla y León y fue financiada por el Ministerio de Cultura solo en parte, cosa rara considerando que, por forma y fondo (película de tono serio y culto, ambientada en la época del desarrollismo y con un reparto de renombre), a priori, cumplía con todo lo que exigía la ley Miró a una producción.
Vista hoy puedo comprender el ninguneo esnob, porque, pese a que se trata de una película muy para ese público de los ochenta, la tosquedad y poca pericia con la que está rodada debió tirar para atrás a todos aquellos entes bienpensantes que podían decidir sobre su futuro.
La cosa va de un juez que, junto con su esposa e hijo pequeño, se va al pueblo del que es originario porque le han avisado de que el abuelo va a morir. Una vez allí, el hijo del juez, además de contactar con otros críos, se hace amigo de un cateto, Teo el pelirrojo, aspirante a policía local que es rechazado por los dirigentes por mala bestia, lanzar proclamas comunistas en la tasca y tener un pasado turbio. Pero el chaval y el bruto se llevan estupendamente y tienen conversaciones de lo más enriquecedoras. Todo se tuerce cuando el pedazo de animal saca un día la escopeta y se carga a todas aquellas personas relevantes que le han negado el pan y la sal como policía.
Por supuesto, como el chaval ha hablado de muchas cosas con el asesino, será sometido a un tercer grado por parte de su padre el juez y las autoridades del pueblo.
Como pueden ver, un argumento muy viable para lo que se estilaría en el cine español a finales de los ochenta. Sin embargo, y al margen del politiqueo que pudiera haber silenciado (o no) esta película, “Teo, el pelirrojo” es aburrida como una mala cosa, amén de tener una estructura extraña, de tres o cuatro actos, incapaz de llevar una línea narrativa coherente; los hay largos en exceso y otros —como cuando Teo el pelirrojo  se lía a tiros— suceden en un santiamén. En definitiva, y hablando en plata, se trata de una película cultureta, sí, pero bastante mala.
El reparto esta formado por actores de la talla de Álvaro de Luna “El Algarrobo”, incapaz de desencasillarse de los papeles de garrulo tras su paso por “Curro Jiménez”, Ovidi Montllor, con la parsimonia que le caracteriza, y María Luisa San José, que sobrevivió al destape para, en esta época, especializarse en dramas rurales tras “Réquiem por un campesino español”. Asimismo, tenemos a todos los hijos de Cristina Rota aquí enchufados, en una producción leonesa, siendo Juan Diego Botto el niño protagonista —y que actúa con un gracejo y una frescura que ya no tendría en “Historias del Kronen” (ahí tendría gracejo, pero en otro sentido)— y sus hermanas Nur Al Levi y María Botto, que serían dos de las niñas que pululan por el largometraje (y que, aunque recientemente visionado, ahora mismo no sitúo).
Por su lado, el director Paco Lucio, que se ganó mejor la vida como asistente, encargándose de la segunda unidad de films del mismo palo que este, como por ejemplo “El espíritu de la colmena” o “El Sur” (ambas de Víctor Erice, al que Lucio considera su maestro), tuvo oportunidad de dirigir dos películas más durante toda su carrera, ambas en los 90 y de mínima repercusión, “El aliento del diablo” y “La sombra de Caín”.

viernes, 4 de febrero de 2022

EROS HOTEL (EL HOTEL DEL AMOR)

Según se cuenta, el trasfondo de esta película durante su preproducción era político, tratando de emular las películas exploit americanas que usaban ese tipo de reivindicaciones a la hora de mostrar teta en pantalla, darle un poco de enjundia al producto, no solo peludos coños y turgentes senos. Sin embargo, “Eros Hotel”, una vez rodada, resultó ser una más de las muchas películas “S” que se exhibieron en salas acondicionadas a películas de tal categoría antes de que el porno se legalizase, una mediocridad. Por otro lado, al tratarse de una co-produccion hispano- italiana, y al no existir en Italia una categoría como esa, el erotismo de esta película se queda un tanto descafeinado en comparación con otros títulos “S” de producción eminentemente española, para amoldarse al tipo de cine erótico italiano que se llevaba entonces en el país de la pizza, un poquito más comedido.
El argumento, como no, es una tontería: Con la excusa de mostrar carne y escenas de sexo,  tres parejas de distinta nacionalidad deciden ir a pasar una temporada a un hotel en Turquía —obviamente, para abaratar costes a la producción— y así resolver allí sus diferencias sexuales. Pero una de estas parejas acude con una joven sobrina de 18 años que dice ser muy liberada, lo que acarreará la discordia sexual entre todos ellos. Por otra parte, en el hotel hay una especie de sátiro con bigote, que tirará la caña a todas las hembras que por allí pululan, llegando a mojar en alguna que otra ocasión con algunas de ellas.
Nada. Una película de folleteo vacía y sin un atisbo de reivindicación política como se preveía —gracias a dios—.
Sin embargo llama poderosamente la atención que la película entera es un vehículo para el lucimiento del palmito de la actriz Violeta Cela, secundaria habitual del cine español en la era “Ley Miró” que aparecía en “Amanece que no es poco”, “El año de las luces” y tantas otras películas de prestigio, que ganó cierta popularidad a finales de los setenta por interpretar a un personaje del programa infantil “La mansión de los Plaff”, y que aseguró a la prensa que era sobrina de Camilo José Cela. Nadie puso en duda esto hasta que, años más tarde, se descubrió todo el pastel y se supo que no era sobrina de Cela, que se lo había inventado para darse importancia, pero sí lo era del director de las películas de Joselito, Antonio del Amo. También era prima de la vedette Paloma Cela. El caso es que me llama la atención, que con una carrera ascendente en televisión durante los primeros 80 que se tradujo luego en la regularidad que ofrece el ser una actriz secundaria, combinó esa faceta televisiva de marcado carácter infantil con los protagónicos en el cine “S”, apareciendo pizpireta en lo de “La mansión de los Plaff”, a la vez que de despendolaba, más pizpireta todavía, como Dios la trajo al mundo y completamente desinhibida en películas seminales del subgénero tales como “¡Susana quiere perder… eso!”, “Suave cariño, muy suave” y, más tarde, la que nos ocupa. Cosas de la época.
Por lo demás, un producto de lo más miserable, la típica película “S” que cubre el cupo de escenas picantonas y, para rellenar, construye un par de tramas insaboras y pretendidamente cómicas que en absoluto resultan eficaces. El cine menos autoral y menos eficaz de cuanto se hizo en nuestro país tras la muerte de Franco, que únicamente sirvió para cubrir la demanda pajera de la época, o para rellenar la programación de madrugada en canales de dudosa procedencia como 8 Madrid, a partir del nuevo milenio.
En esta ocasión, al ser una co-producción y ser el reparto procedente de distintos puntos de la geografía europea, se le encomienda la tarea de dirigir a todo un artesano de la serie B/Z italiana, Sergio Bergonzelli, que comenzó con el spagueti western, se paseó por el cine erótico y la comedia bobalicona, siendo una se sus películas más célebres una que co-dirigida con Carlos Aured, ni tan siquiera le da a Bergonzelli crédito como tal ; “Apocalipsis Sexual”.
Para completistas muy completistas.

lunes, 16 de noviembre de 2020

EL VIOLADOR VIOLADO

“El violador violado”, también conocida como “El tío del saco” o con la combinación estúpida de ambos títulos —“El violador violado (El tío del saco)”— sería una genuina serie Z, y una de mis películas chungas de cabecera. Una verdadera muestra de lo fascinantemente chungo, tan chungo, que afortunadamente jamás ha generado culto alguno. Es, lo que yo llamo, un repelente de modernitos.
Y es que “El Violador Violado” es, probablemente, la peor comedia de la historia, no ya de nuestro cine, sino de la cinematografía mundial, que incapaz de inducir a la risa con su humor, en su desbarajuste reside la posible gracia de todo el asunto.
Tres tramas componen el argumento de esta película; Por un lado tenemos a dos agentes inmobiliarios que han practicado una estafa, han vendido unos apartamentos que en realidad ni se han empezado a construir. Luego tenemos a una especie de médium en cuya casa se refugian los agentes inmobiliarios cuando la cosa se pone fea y se les reclama el dinero que se han quedado de la venta de apartamentos, y lo hacen disfrazados de monjes de váyanse ustedes a saber que congregación y, en un intento de parodia a los caballeros templarios, montan ahí un pifostio incomprensible, eso sí, cargado de lo que su director cree que es desmadrada comedia. Para finalizar, tenemos a un violador que va dando buena cuenta de las jovencitas de la zona, hasta que un día una ninfómana acaba violándole a él.
Se trata de una película terriblemente aburrida y  nada graciosa, a pesar de los excelentes actores que rellenan el reparto, cuyas carencias técnicas, su nefasta factura y la pésima aplicación de cualquier medio a su alcance, la convierten en una película sórdida, grotesca y fascinante que, con toneladas de paciencia y las suficientes inquietudes cinéfilas, puede llegar a disfrutarse, eso sí, siempre como la rareza incompetente que es, y jamás como obra “cool”.
Sorprende llamativamente el hecho de que se trata de una película que “tira con lo puesto”, aquí no hay  más que una cámara de 35 mm, metros de película posiblemente caducada, y una serie de actores que representan frente a la cámara sus textos. Vamos, prácticamente una película amateur. O al menos lo parece. Además de carecer de medios (que igual esta película no requería más), la grandeza de esta película reside en lo chabacanamente que se usan: Hay desencuadres, desenfoques y, en general, se percibe una falta de ganas total por parte de todos los inmiscuidos en la película. Por no hablar del aspecto pobretón  de cada fotograma filmado: Los títulos de crédito se solucionan con cartulinas y no con el rodillo habitual. Sin disimular que son cartulinas, estas vienen decoradas, para que parezcan menos chungas, con las ilustraciones del humorista granadino Soria, cuya trayectoria estuvo limitada a dibujar viñetas para periódicos locales. Añádanle que la banda sonora se compone de una serie de tracks extraídos de “La Antología de la Zarzuela”, para así ahorrarse la composición del soundtrack, o bien, los derechos de autor. Pero lo mejor de todo es la ambientación e iluminación; se ha conseguido, de manera totalmente involuntaria, que esta desmadrada comedia  parezca un drama carcelario, o bien, una película de terror. Y da hasta miedo, con esas sombras de foco tras los actores.
No hay que dejar de decir, que el director, Juan José Porto, muy poco ducho a rasgos generales en esto de hacer cine a pesar de tener un currículum más o menos reconocible —suyas son películas como “El ultimo guateque” o “El año en que amamos a Kim Novak”— no acaba de dominar los géneros cinematográficos si le sacamos de los melodramas de corte nostálgico (que tampoco dominaba). Y lo avalan, además de esta comedia, sus escarceos con el cine de terror con esas dos películas, reivindicadas por el fandom más rancio, curiosas y extrañas pero, a todas luces, espantosas y aburridas como ellas solas, que son “Morir de miedo” o “Regreso del más allá” (1982). Está claro que no atina el hombre.
También se trata de una película para el lucimiento del florero Nadiuska, que se encargó de aumentar la líbido del espectador celtibero pre-clasificación “S”, y que, con los tiempos, ya empezaba a dar signos de decadencia. Su presencia es  anecdótica ya que a la hora de hacer memoria del visionado, ella queda a un lado; no es que no nos guste, es que nos estorba. Si no estuviera en la cinta, no pasaba nada.
Ricardo Merino, protagonista junto a Luis Lorenzo, dando vida a esos agentes inmobiliarios, da la sensación de no tomarse en serio la película en ningún momento, y haciendo un papel clónico de los que interpretaba el gran Antonio Ozores en las películas de su hermano Mariano, nos ofrece una serie de trabalenguas incomprensibles soltados en momentos en los que el personaje no quiere dar explicaciones, que lleva al espectador a preguntarse qué es lo que opinaría Don Antonio Ozores si es que llegó a ver la película. Merino tiene pinta todo el rato de estar deseando de trincar el cheque y marcharse a su puta casa. Luis Lorenzo, tiene la virtud, el don, o la mala suerte de parecer homosexual incluso cuando, esporádicamente, no lo interpreta (casi siempre interpreta a mariquitas), con lo cual su actuación nos deja fríos e inamovibles, al igual que el resto del reparto que, además de escaso, está mal avenido, con la excepción de María Vico, dando vida a Doña Otilia, cuya sobreactuación finalmente se antoja delirante y casi, casi, casi divertida.
El director Juan José Porto, fue uno de los más afectados por la Ley Miró, que si bien perjudicaba a excelentes artesanos como Mariano Ozores, me pregunto yo que no haría con inútiles como Porto al que encima le salían películas, además de malas, raras. Quizás por eso no volvería a rodar en las siguientes décadas hasta que en 2002 rodó su fallida adaptación de “El Florido Pensil”, con una excepción: Siendo como es “El violador violado” una película tan ignota, descubrimos que, curiosa e innecesariamente, en plenos años 90 (concretamente en 1993), se rodó una secuela (¡), “El tío del saco y el inspector Lobatón”, que contando con protagonismo del reparto original, más las presencias de Quique Camoiras y Adriana Vega, tiene pinta de ser mil veces peor que esta que la precede. Editada de mala manera en vídeo, esta secuela, según los datos del ministerio de cultura, la vieron más de 1000 espectadores en cines. Minucias si lo comparamos con los 40.000 largos que consiguió “El violador violado” que, a día de hoy, serían maná del cielo para cualquier comedia española actual.

martes, 26 de enero de 2010

JET MARBELLA SET

Tenía yo muchas ganas de ver esta película del gran Mariano Ozores. Una de las pocas inéditas para mi, de las ultimas que realizó y su gran fracaso, con el poco afortunado récord de haber atraído menos culos a las butacas que ninguna otra producción nacional del momento. Claro, tras pasarse cinco años rodando directamente para el vídeo club, volver a las salas y lograr semejante resultado, seguramente influyó para que, posteriormente, solo rodara una película más -"Pelotazo Nacional"- y dejara el cine.
Personalmente soy incapaz de ver algo negativo en la filmografía del maestro... hasta esta me gusta, pero sí que detecto cierta desidia a la hora de trabajar, pocas ganas de rodar en exteriores, el nivel de gags baja poderosamente y lo más curioso: se ventila la peli en pocos planos, fijos prácticamente todo el tiempo. El nivel de “enredo” también deja de ser tan brillante como lo había sido en sus títulos previos.
"Jet Marbella Set" cuenta la historia de dos traficantes de armas (Antonio Ozores y Guillermo Montesinos) que hacen negocios con un jeque árabe, y este, encaprichado con la novia del personaje de Montesinos, propone comprársela. De mientras, procuran dejarnos claro que en Marbella no hay una “Jet Set”, sino una panda de vividores que sobreviven con el lujo, fingiendo la existencia de esa misma “Jet Set”.
Pincha la peli. Por todos lados.
El problema está en que se estrenó en pleno 1991, y Ozores continúa haciendo lo que mejor sabe, y llevaba haciendo durante años, sin caer en la cuenta de que el público estaba cambiando y lo que antes era motivo de alegría y movía culos a las butacas, ahora era soez, machista y de poca calidad.
De todas formas, la Miró todavía vivía, y eso fijo que influyó en el estado anímico (y por lo tanto artístico) del director. De hecho, aún le jodieron más con su serie "El Sexólogo".
No obstante, con todo su caos, flojedad y dejadez, 
"Jet Marbella Set" se disfruta perfectamente a poco que tengamos sentido del humor. Y, al fin y al cabo, es un millón de veces mejor que "El perro del hortelano" ¿no creen?.

miércoles, 16 de marzo de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 9 - QUEJAS Y OPINIONES

Lo de hoy es absolutamente impagable. Una serie de opiniones editoriales y cartas quejosas que, entre Enero y Noviembre del 83, vieron la luz en las páginas de "Casablanca". Leerlas es tan gozoso e hilarante -aunque en algunos casos no les falte razón- como lo era revisar el correo de las revistas heavy metal de, casi casi, esa misma época.
Disfruten (ya saben, tecla Ctrl + botón izquierdo del ratón)... pero antes, no olviden pelotear a quien nos las cedió: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!

Comenzamos con una sorprendente (teniendo en cuenta quien la publica), muy inteligente, bien medida y razonada defensa del cine de efectos especiales / espectáculo. Son muy regocijantes la lista de títulos mentados o cuando el autor (cuyo nombre no aparece. Tampoco dispongo ya de las revistas para saberlo, ¡mil perdones!) habla de las "horas de cola" que ha hecho para consumir ciertos blockbusters.
Naturalmente en este blog compartimos del todo sus palabras.


Jesús Cuadrado (perfecto apellido) era un director de películas artys que se quejaba de que nadie en la industria aceptaba sus proyectos porque no eran comedias. Encima, va la intelectual "Casablanca" y machaca una de sus obras recientes. ¡¿Cómo osan?!. Ni corto ni perezoso, escribe a la revista para expresar su descontento. Algo debió ir mal en la carrera del cineasta porque no consta nada suyo en los canales habituales (la secre y cía).


Este artículo es jodidamente divertido. Lo que en principio parece un berrinche en contra de los espectadores jóvenes ruidosos y molestos de la época (impagable la lista de "gustos estéticos" en ropa y peinado), deriva a todo lo contrario. El autor agradece su existencia porque acuden en masa a ver los grandes éxitos y forman kilométricas colas. No deja de ser irónico que, por época, yo entraba dentro de ese grupo. Y, por época, hoy tengo la edad del que escribe (puede que incluso más).


Un clásico: el espectador que se queja de la mala calidad de las proyecciones y los cines.


Carta abierta a Pilar Miró, la señora que intentó destruir el cine comercial / popular español -sin conseguirlo a la larga, aunque hizo mucho daño en su momento-. Justamente, el "quejante" la acusa de ello, de que al haber borrado del mapa esa clase de películas, no ha provocado más que un vacío en las salas. Evidentemente apoyamos del todo esas palabras.

lunes, 11 de mayo de 2015

GULLIVER

Amparada en ser una adaptación libre de “Los viajes de Gulliver” de  Jonathan Swift, lo que verdaderamente ofrece esta película, es la poca vergüenza del director Alfonso Ungría. Pero la poca vergüenza se vio justamente castigada. Lástima que ese castigo que destruyera la película, fuera proveniente de las últimas  cuchilladas de la asquerosa y vil censura.
Resulta que el director Ungría, vio la película de Werner Herzog “Los enanos también empezaron pequeños” sobre una sociedad de enanos que se rebelan, y como aún no se había estrenado en España, aprovecha  la ignorancia habitual del publico de este país y se junta con Fernando Fernán Gómez para, con dos cojones, y sin reconocerlo en ningún momento, plagiar la idea y el concepto de aquella. La única manera de defenderse de esta acusación es, como ya he dicho antes, el ampararse en que adapta “Gulliver”… pero en realidad, y con unos toques castizos, nos cuenta prácticamente lo mismo que la de Herzog, sin la pericia de aquél, por supuesto y  nada de “Los viajes de Gulliver”.
Así tenemos a un delincuente que escapa de la policía y, tras un accidente, acaba en un remoto pueblo perdido y desértico, habitado por enanos. Estos le recogen y es testigo de la sociedad de la que forman parte, con sus dictaduras, jerarquías y en torno al mundo del espectáculo –tauromaquia y teatro-.
Como el hombre es más fuerte que ellos, hará que las cosas en ese pueblo se pongan de su lado y, ofreciendo casinos y todo tipo de ocio a los enanos,  pronto tomará el poder, con las consecuencias que esto pueda acarrearle.
Rodada en 1977, la película no consiguió ser estrenada hasta dos años después. La censura la dejaba completamente amputada, se cebaron con una escena en la que, en teoría, se mostraba una felación, y otras tantas en las que los enanos cometían fechorías (o no). Entre eso, y que las distribuidoras no querían estrenar un producto tan peculiar, se quedó en las latas hasta que, pasados dos años, se estrenó de tapadillo, desplazándose hasta los cines, unos 48.000 míseros espectadores.
Desde los primeros fotogramas, detectando el plagio, la película ya me resulta antipática  y, según va avanzando, me voy aburriendo, me va cayendo más gorda y me  pongo de mala hostia. Además, es el precedente de lo que poco después vendría con la dichosa Ley Miró. Encima, la versión que yo he visto, no tiene la famosa escena de la felación.
Mala no, lo siguiente. Y pedante. Y pretenciosa.
Junto a Fernán Gómez, toda la cuadrilla de enanos del cine español de los setenta y ochenta: José Jaime Espinosa (“Cristóbal Colón de oficio descubridor”, “La Momia Nacional”, “La loca historia de los tresmosqueteros”) o José Rivera “Caracolillo” (“La Biblia en pasta”) junto a actores de tamaño normal de la talla de (jejeje!) José Riesgo.
En cuanto al director Alfonso Ungría, empezó su carrera con una película de prestigio como fue “El hombre oculto”, para pasar a una boicoteada por los mismos productores y nunca estrenada, “Tirarse al monte”. Siguió con típico cine español de mierda, como “África”, donde vemos las tetillas a ElenaAnaya, “El deseo de ser piel roja” o ese panfleto donde un grupo de profesionales nos dejan claro lo comprometidos que son (jajajajajajaja!!) titulado “¡Hay Motivo!”
Que mal me cae todo este universo.

viernes, 30 de septiembre de 2022

BLUE TORNADO

Tardío (y demencial) exploit italiano de “Top Gun” (ahora que está tan de moda) facturado en los 90 con fines comerciales totalmente aviesos y realizada con la cara más dura que se pueda uno imaginar. Y es que, aunque el material de base que utiliza para su desarrollo es idéntico al de “Top Gun”, si los italianos son expertos en algo es en rizar el rizo, así que, no contentos con mangar la estética a la película de Tony Scott —la escena de créditos que nos presenta la flota de aviones es exacta—, también casi le mangan el título a otra producción de éxito de los 80, “El Trueno Azul” y, además, no se les ocurre otra cosa que aderezar el mejunje nada menos que con ¡abduciones extraterrestres!
Así, tenemos a dos pilotos de la OTAN que pasan su tiempo entre rudas conversaciones de tipos duros y juegos de cartas, cuando no, salen con sus aviones a probar una serie de maniobras. En una de estas, estando en el aire observan en lo alto de la colina una extraña luz azul que, cuando uno de estos pilotos sobrevuela sobre ella, se lo traga. El otro piloto regresará solo a la base convencido de que las luces que se han tragado vivo a su colega son de origen extraterrestre y, con toda la OTAN en contra diciendo que se trata de un fenómeno electro magnético, decidirá investigar por su cuenta, lo que le llevará a conocer a una rubia irrelevante que no sirve para otra cosa más que para que nuestro protagonista tenga un interés romántico.
En un momento dado, este piloto saldrá con un anciano en garrota a subir la montaña para llegar a la zona donde las luces alien se tragaron a su compañero,y lo hace con la ropa que lleva, sin la adecuada equipación de escalada (¡¡¡). El desenlace, que no desvelaré por supuesto, es una de las cosas más improbables, tontas, estúpidas y descabelladas que he visto yo en una película.
Lo más interesante de “Blue Tornado” es su reparto eminentemente internacional, al menos en lo que a los papeles estelares se refiere, así, tenemos a una suerte de Maverick llamado Alex interpretado por un decadente Dirk Benedict recién finalizado su periplo en “El Equipo A” al que le secunda una por otro lado en alza y exitosa Patsy Kensit, que lo mismo te hacía un blockbuster hollywoodiense, que aparecía en una película de Pilar Miró, que te salía en esto. El compañero de Alex tragado por la luz azul, no es otro que Ted McGinley, más conocido por interpretar a Stan Gable, el malo de la saga de “La revancha de los novatos”. Finalizamos el cast con la presencia de un David Warner desubicadísimo en su papel de comandante de la tropa aerea, pensando todo el rato en cuando va a cobrar su cheque y, así, regresar a su país. Vamos, un reparto de campanillas.
No menos interesante resulta que, a pesar de lo chapucero del plagio en general, no aparenta ser tan pobretón como cabía esperar y hay que decir que las tomas con aviones reales de la aviación italiana no desmerecen en absoluto de las rodadas para el original “Top Gun”, y sin llegar a la espectacularidad de aquellas —solo por un pelo— por lo menos dan el pego, salvo porque el material aéreo es excesivo y al final la película es un continuo ir y venir de Dirk Benedict para arriba y para abajo, yendo a la biblioteca a buscar libros sobre OVNIS y teniendo largas e intrascendentes conversaciones sobre el tema con sus compañeros de reparto, junto al sin sentido de secuencias de aviones que despegan, vuelan o aterrizan mientras el director de fotografía intenta copiar los tonos de luz sepiaceos que hicieron distinguir la película protagonizada por Tom Cruise. Sin embargo, y contra cualquier pronóstico previamente estipulado, la película no se hace aburrida en exceso. Es más, diría que incluso está entretenidilla, ya sea por su primera mitad que es más que digna, ya sea porque luego la cosa se desmelena, se va volviendo bizarra y perezosa y, ya sí, entran en juego los consabidos momentos de comedia involuntaria. Pero ¡ojo! No está mal dirigida del todo.
El responsable es un pequeño aspirante a lo que viene siendo el típico artesano italiano, Antonio Bido, que por aquello de internacionalizar el producto firmó esta película bajo el seudónimo de Tony B. Dobb (que suena parecido a Tony Scott) y cuya filmografía no es del todo destacable, aunque en los setenta rodó sendos giallos que pueden ser más o menos recordados por los aficionados al género: “El gato con los ojos de jade” y “Sombra sangrienta”. En cualquier caso, tampoco serían de los giallos más célebres (o celebrados).
La verdad es que dar con “Blue Tornado” ha sido dar con una pequeña joya del despropósito, una estafa con más cara que espalda y una absoluta candidata a la categoría “malas pero divertidas”. Me resulta incomprensible como esta película no es más célebre o posee más culto —y es que se la reivindica poco—. Desde luego tiene todos los ingredientes para que estuviera al lado de los grandes títulos exploit italianos de la época, como “Contaminación: Alien invade la tierra” o el “Terminator 2” de Bruno Mattei por citar algunos. Y la única explicación que encuentro es que esta película no es popular por tratarse de un film de los 90 que expoliaba una película que quizás hoy esté de gran actualidad gracias a su secuela, pero que en 1991, año de producción de esta cinta, ya estaba pasada de moda y, la verdad, es que le importaba un bledo a la plebe. Un poco lo mismo que le sucede a nuestra “Alas rotas”. O váyanse ustedes a saber.

martes, 18 de junio de 2024

SUMMERS EL REBELDE

Manuel Summers, director que venero y del que he pasado buena cuenta por aquí, consigue, por fin, una reivindicación dentro del mundo académico que siempre le había negado el pan y la sal, más por cuestiones políticas que artísticas. Por todos es sabido que el padre de Summers era un gobernador del régimen franquista y que el propio director no comulgaba del todo con la izquierda. Con todo eso, sin embargo, la derecha se le echó encima, siendo una de las víctimas más perjudicadas por la censura de la época, ya que esta le consideraba un hombre peligroso al no tener un filtro político contrario con el que lanzar mensajes en las películas. En resumidas cuentas, se le cogió manía por todas partes a nivel político. Así, Summers se abrazó al cine comercial hasta el final de sus días, luchó en contra de la crítica que desde sus inicios le había defenestrado, y se alió a los productores más conservadores en su cruzada contra los cineastas progresistas que se beneficiaban de las ventajas de la nueva ley Miró. Summers fue un auténtico outsider.
Por otro lado, el historiador y  Doctor Cum Laude en Comunicación Audiovisual Miguel Olid (debe ser primo mío), cuenta todo esto que he resumido yo en unas líneas en un documental que si bien a su paso por los distintos festivales llegaba a una duración estándar de 82 minutos, en su emisión por la televisión pública queda reducido a 58: “Summers, el rebelde”.
Lo mejor de todo es que Olid, comienza con su relato afirmando que en un principio el cine de Summers no era el que más le interesase —de hecho no le gustaba— y que es un acto de justicia poética el realizar un documental sobre el que probablemente es uno de nuestros mejores cineastas. El resultado tras 8 años de investigación, es esta estupenda película que, aunque avanza de manera común con la fórmula de cabezotes parlantes y mucho y buen material de archivo, no se conforma con el chupapollismo propio de este tipo de documentales, y a los comentarios positivos por parte de la familia (David Summers, Guillermo Summers, Beatriz Galbó…) o amigos (Garci, Tote Trenas…) se suman los de las voces discordantes, contemporáneas o provenientes del material de archivo, que vienen a decir poco menos que Summers hacía unas películas que o bien eran mierda, o eran flojas, o eras procaces, soeces, controvertidas…
Asimismo, podemos ver montones de entrevistas de la televisión pública en las que Summers decía lo que pensaba sin pelos en la lengua, con perlas de actitud tales como: “A mí ningún crítico puede decirme que mi película es mala mientras esta se tire nueve meses y medio en cartelera”.
Por lo demás, un repaso lógico a la carrera del director, sin llegar a profundizar en según que aspectos (la incursión en Estados Unidos de Summers, materializada en la película “Ángeles Gordos” después de pasar sus películas de adolescentes por productos exploit en cines del Deuce neoyorquino, sigue siendo una de las cuestiones que más en el aire queda siempre que se habla o escribe sobre el director sevillano), en un documental que significa, por fin, la reivindicación de uno de los mejores directores de cine españoles, cuya figura se vio ninguneada y vilipendiada por cuestiones meramente políticas, aun siendo vox populi que su obra (ya fuera en la etapa más autoral, en la más populachera, e incluso trayendo de Europa la cámara oculta para estrenar ese formato en cines y que toda España se lo comiera con agrado), estaba muy por encima de la del resto de sus coetáneos y merecía, no solo su estudio, sino también su divulgación y reivindicación. Y el documental de Miguel Olid, junto con el estupendo pack con sus mejores películas en Blu Ray que recientemente ha editado "A Contracorriente films", lo hacen… aunque sea en una época en la que, quizás, a nadie le importe el cine de Summers. O importe desde el esnobismo.

viernes, 2 de abril de 2021

¡ESTO ES UN ATRACO!

Después de la Ley Miró, Mariano Ozores se vio obligado, visto que ya no podía estrenar en salas, y bajo producción de Carlos Cascales, fundador del mítico sello de distribución videográfica Olympi, a rodar sus películas con presupuestos ínfimos -aunque  seguía rodando en 35 mm, al contrario que otras muchas películas del sello que se rodaban en primigenio vídeo de la más baja estofa-, que luego serían explotadas en vídeo directamente para alquiler.
El negocio resultó rentable pero, también frustrante para Mariano Ozores que, si bien sabía el número de cintas vendidas en los videoclubes, no sabía el número de personas que alquilarían esos vídeos. A día de hoy, se calcula que el número de personas que alquilaron aquellas películas supera sustancialmente al número de espectadores que acudieron a las salas a ver las últimas películas de su etapa anterior en cine.
Así, de esta incierta etapa salieron películas que, ignorándose su condición de película videoclubera, se han convertido en clásicos menores de la filmografía de Mariano Ozores. Sirvan como ejemplo  “Los Obsexos”, “Capullio de Alhelí”, “Veneno que tú me dieras” o “Esto sí se hace”.
La lista de películas que Mariano Ozores escribió y dirigió para el mercado del vídeo ente los años 1986 y 1989 es encomiable. Además gozaron de gran éxito puesto que fueron justo los años en los que tanto Antonio Ozores como Juanito Navarro,  protagonistas de casi todas estas cintas, triunfaban, y a base de bien, haciendo numeritos humorísticos en el “Un, dos, tres, responda otra vez”, con lo que aprovecharon en las películas todos los chascarrillos y coletillas de los que hacían gala en el concurso televisivo.
De todas aquellas películas, entre las cuales las hay mejores y peores, destaca esta “¡Esto es un atraco!” que funcionó tan maravillosamente bien en su explotación en vídeo, que se decidió, un año después de su lanzamiento, tirar copias en 35 mm. para hacerle un reestreno en salas de cine, con lo cual, se trataría de la primera película de la historia del cine español que gozaría de una carrera comercial en vídeo, para después disfrutar de vida comercial en cine. Obviamente, el invento no era muy inteligente; estrenar la película cuando ya la habían visto en casa todos los fans del clan Ozores, no fue como se esperaba en un principio. No llegó a congregar más de 26.000 espectadores en los cines, pero ya es más de lo que se podía esperar.
La película es la mejor de cuantas Ozores rodó para el videoclub, si bien es cierto que aun aprovechando al máximo ese presupuesto bajo mínimos del que disponían, no sería, ni de lejos, una de sus mejores películas, pero sí  la más importante de aquella época.
La trama es interesante: Alguien convoca a cinco desahuciados para que, previamente entrenados, perpetren un atraco en el que sustraerán millones de pesetas en forma de lingotes de oro pertenecientes a algún potentado con tanto capital, que no lo echará de menos, lo que supondrá una solución total a sus problemas. Ataviados con trajes de bombero son adiestrados y, el día de autos, van viendo que todo se les está poniendo en bandeja cuando en un principio parecía una difícil misión. Pronto descubrirán que se trata de una jugarreta del potentado con el que nuestros cinco protagonistas tienen deudas pendientes.
Una película cómica que con tres pesetas que costó, acaba resuelta con eficacia, imaginación y mucho oficio, pero cierto es que en todo momento detectamos por todas partes esa falta de medios, echando de menos una producción mucho más holgada, ya que la película, la trama  y la historia lo pedían a gritos. “¡Esto es un atraco!” es una de esas películas cuyo bajo presupuesto, aún  bien capeado, le perjudica en lugar de beneficiarle.
Por otro lado, en cierto modo, las películas para vídeo de Ozores resultan ser muy libres, en el sentido de que a Ozores, por ejemplo, le gustaba la interacción de los personajes con el público, así que la película comienza con Antonio Ozores dirigiéndose a cámara y presentándonos un poco la película y el elenco protagonista.
Si la piratería en plenos ochenta era una minucia comparado con la que sufrimos antes de las plataformas digitales, Antonio Ozores aprovecha, dada su nueva etapa videoclubera y libre, para hacer que el protagonista principal sea propietario de un videoclub y, en medio del guion y sin venir demasiado a cuento, condene la piratería videográfica cuando su empleada le recrimina tener pocos títulos en las estanterías a causa de negarse a alquilar vídeos piratas. “Si no puedo mantener mi negocio de forma decente, cierro el establecimiento” o algo parecido sale muy claramente de la boca de Antonio Ozores en relación a este asunto. No deja de ser curioso, y hasta único, estas formas de romper la cuarta pared o introducir soflamas y/o ideas personales en el guion.
Básicamente la película se sustenta por un grupo de actores en estado de gracia, esquivando el bajo presupuesto feroz que les asola; Así, Antonio Ozores interpretando a Antonio Ozores está especialmente gracioso, enorme Fernando Conde, el tercer miembro (ex-miembro por aquél entonces) de Martes y 13, que haciendo un alarde de mimetismo absoluto, por momentos su interpretación recuerda a las del gran Andrés Pajares cuando trabajaba para Mariano Ozores, ya sea por inspiración o por instrucciones del señor director. Flavia Zarzo, hija del estupendo Manolo Zarzo, aprueba con suficiente una de las pocas intervenciones que hizo en el cine, mientras que Fedra Lorente, Ángel  de Andrés y Juanito Navarro ejecutan sus papeles al nivel  que se puede esperar de ellos. Por otro lado, para finalizar, decir que la película contiene algunas gotitas de destape, un destape que ya en 1987 estaba muerto, pero del que Ozores todavía parecía no querer desprenderse, quedando, esta vez sí, muy desfasado y rancio. Por lo demás, Ozores le echó ganas a la peliculita.
Hale, ya terminó la chapa de hoy.

viernes, 1 de agosto de 2014

EL PLACER DE MATAR

Hay una época muy curiosa en el cine español, que es la que comprende de entre 1985 hasta 1990. Unos años de transición entre lo que conocíamos como industria, el verdadero cine español, y la mierda forjada a base de subvenciones que impuso Pilar Miró y que conocemos hoy.
Durante esos años, hay una serie de películas perpretadas por futuras putas del sistema cinematográfico actual que, a medio camino entre lo que sería el cine español en adelante y los géneros que se venían cultivando decadas atrás, resultan ser una puta mierda infame e infecta, que a día de hoy, es evidente que han quedado mas relegadas al ostracismo, incluso, que las películas de Ozores y compañía, a las que, a rasgos generales, se las recuerda con cariño.
Uno de los ejemplos más claros sería este “El placer de Matar” dirigido por Félix Rotaeta, actor secundario reciclado en mal director, que habiendo escrito una novela titulada “Las Pistolas”, decide debutar en el largo con esta pedazo de mierda.
Protagonizada por Antonio Banderas, la película cuenta la historia de un profesor y un camello que contratados por un individuo para que se carguen a alguien, descubren que el hecho de matar, como afición, es lo que les gusta, así que juntos, como los que se ponen a intercambiar cromos, deciden, en adelante, compartir su afición secuestrando a jovencitas del lumpen, atándolas a un árbol y a grito de “!plato¡” les disparan a bocajarro. Los disparos, no obstante, parecen de perdigón.
A priori el argumento suena bien ¿verdad? Como yo lo cuento resulta de lo más atractivo. Pero si ven la película comprobarán que el argumento, prácticamente, tienen que intuirlo, porque la película está tan mal rodada, tan mal montada y, sobretodo, tan mal explicada, que uno no se entera de mucho. Esto que denuncio, por otro lado, es motivo más que suficiente para que la cosa me caiga medio simpática. Menudo truño más gordo… de hecho, según vamos viendo la película, a pesar de la acción que hay en ella –al loro con la masacre final con Banderas y el co-protagonista, Mathieu Carriére, disparando a todo lo que se mueve en los bajos de Gran Vía, donde estaba sita en los ochenta “Madrid Cómics” (de hecho aparece la tienda), que resulta, por excesiva, ridícula- y el montón de cosas que pasan, resulta que estamos viendo una película donde, en realidad, no ocurre nada, y donde todo es lineal, no hay en la película ni subidas ni bajadas. Plana. Como si miramos un cuadro. No pasa nada.
Que fuera una puta mierda, no fue óbice para que en el festival de cine de Murcia de ese año, arramblara con los premios, llevándose, incluso el de “Mejor Opera prima”.
En definitiva: una película que parece escrita por un retrasado mental y al final resulta que  no, que son cuatro retardados los que idearon los diálogos y situaciones de esta porquería, Angel Facio, Mario Gas, Domingo Sánchez y el propio Rotaeta… ¡cuatro guionistas para una película en la que los protagonistas parecen autistas! Que poca vergüenza… porque, para colmo, aunque la película podamos adscribirla al género de “Thriller”, esto tiene unas pretensiones de convertirse en película de prestigio que tira para atrás. Por suerte, pasó totalmente inadvertida con poco más de noventa mil espectadores del año 88. Una puta mierda, vaya…
En la producción Antonio Lloréns de Lauren Films, que echaba a la producción menos dinero que al cepillo en misa, y si en casi todas sus producciones eso era algo más que palpable, en las que produjo a Juan Piquer Simón y en esta, parece que, directamente, les diera al equipo un chupachups, y que rodaran con eso.
Hay que recordar que Banderas, aunque le dieran por el culo de forma convincente en las primeras pelis de Almodóvar, no aprendió a actuar hasta que se fue a los USA, por lo tanto aquí, está que da verdadera pena. Soso todo el tiempo, a excepción de una estúpida escena en la que está borracho y cuya actuación hace dudar si efectivamente está beodo o es que interpreta a un joven con problemas mentales.
Junto a él en el reparto, la estúpida de Victoria Abril que, aparte de mala actriz, está ahí para enseñar sus carnes secas y sus tetillas de cabra, como excusa para que el personaje de Banderas pegue algún polvo, Mario Gas, todavía sin el prestigio que creyó ganarse en los 90, con un bigote postizo y una pinta tan ridícula que parece que estemos viendo un sketch de “La hora Chanante”, Vicky Peña, la voz de Tiffany en  el doblaje de “La novia de chucky” y que en esta película está caracterizada de tal forma que recuerda a “La Maña” y Mathiew Carriére, actor Alemán, que sigo sin saber que aportaba a su papel que no pudiera hacer otro actor de aquí…
Rotaeta, unos años más tarde, rodó la típica película Española que detesto, de lleno en el sistema de subvenciones y que es “Chatarra” a mayor gloria de Carmen Maura.
Y dos años después, las espichó.

viernes, 8 de agosto de 2014

LA CAMPANA DEL INFIERNO

Un individuo es dado de alta en el psiquiátrico y de ahí marcha a casa de su tía. Una vez allí, se dedicará a hacerles la vida imposible tanto a su tía como a sus primas, paseando por sus caras su vanidad, su soberbia y su maldad, haciendo bromitas pesadas (el muchacho trabaja el látex y en su dominio de los maquillajes basa sus bromas macabras) o, directamente, torturándoles ¿Por qué? Solo su  director, que entre peli y peli se follaba a la Pilar Miró, lo sabía.
Mucho se ha hablado de esta película y de su fama de maldita (Iker Jiménez, de hecho, le dedicó todo un monográfico especulando sobre si la película estaba maldita por culpa de la providencia o por culpa del mismo diablo). Resulta que el director de la película, Ricardo Guerín Hill -que tras ver la película compruebo que gustaba de colocar la cámara en sitios, cuanto menos, peligrosos- buscando un plano en lo alto del campanario donde está sita la campana que da título a la película, al saltar de un extremo a otro del mismo, tuvo la mala suerte de tropezar y precipitarse al vacío. Durante la caída, por no caer sobre una valla de afilados pinchos, hizo una maniobra que le llevó a estrellarse contra el asfalto muriendo en el acto. Obviamente, se trató de un infortunio, no de una mala jugada del maligno. Que la película sea extraña y claramente malrollera, es otro cantar. Eso si, la muerte del director, sirvió para que la película se convirtiera inmediatamente en un éxito de culto, al menos en el extranjero, donde goza de cientos de cuidadas ediciones en dvd, mientras que en España apenas congregó 600.000 paupérrimos espectadores del año 73 en los cines, y se editó en vídeo de mala manera.
Muerto Guerín, tomo las riendas de la dirección Juan Antonio Bardem.
Siendo justos, valorar la copia final de “La campana del infierno” sería dar palos de ciego, puesto que, si, las imágenes que rodó Guerín están ahí, pero el montaje definitivo no deja de ser la visión de Bardem, que tuvo que intuir lo que Guerín quería para la película, diciendo los más cercanos al director original , que solo este tenía una idea de lo que quería contar en esa película, y que lo llevaba en un secretismo tal, que el resultado de lo que hoy conocemos es posible que no llegue ni a aproximarse a lo que podría haber sido.
En cualquier caso, el puto fandom la endiosa solo porque su director tuvo un accidente. Efectivamente, la película  es todo un ejercicio de estilo, esos montones de planos complicadísimos, esa estética como nunca se había visto en una película española, ese sexo que pasó la censura estando Franco vivo… si, innova. Es más, Guerín probablemente, es un gran esteta, y no dudo que fuese, incluso, un gran director, pero el montaje del que hace gala la película, lo que finalmente se nos muestra y cuenta, es un coñazo. De los buenos además. Una de cal y otra de arena. Pero los idiotas del fandom tildan a esta película de obra maestra, basándose en que su director murió durante su confección. Bueno, si así son felices…
En definitiva, que la película, obviamente, es un desbarajuste por lo obvio, que visualmente es potentísima, pero en definitiva, es un coñazo que hay que cogerlo con pinzas.
Ahora ¿Curiosa? Un rato. Y moderna y arriesgada… pero si el director no pudo acabarla, que lo haga otro suele ser un error. Lo fue con “Lagrimas negras” de Ricardo Franco y que acabo Ricardo Bauluz, lo fue con “The Revenge of the Alligator Ladies” de Jess Franco y que terminó Antonio Mayans y, lógicamente, lo es “La campana del infierno”.
Luego está el factor mito: Se ha oído tanto hablar de la película, se ha leído y se especula tanto, que siempre uno espera ver algo fuera de lo común. Pero tenemos ya las retinas quemadas.
Aunque insisto, lo que da gusto es el sentido estético de  Guerín. Esos planos imposibles que le costaron la vida. Solo por eso…

viernes, 12 de abril de 2013

BARCELONA CONNECTION

Miguel Iglesias Bonns, de dilatada carrera y que dirigió algunas películas de Paul Naschy, se despide del cine casi entrando en los noventa, con la ley Miró ya en ciernes, atreviéndose con un thriller basado en la novela homónima de Andreu Martín.
Las mafias internacionales comienzan a instalarse en  la ciudad de Barcelona, y un policía comienza a investigar para intentar impedir que esto ocurra.
Así de simple es la trama de la película. En realidad un ir y venir por parte del protagonista, que pregunta, vuelve a preguntar y compra jaco para confidentes yonkies, mientras las subtramas se van resolviendo ellas solitas.
Alguna persecución de coches más o menos aceptable y poco más.
Lo bueno de la película, es que se atreve con un género puro y duro en unos tiempos en los que ya se había instaurado el tipo de cine de los Carlos Sauras, Jose Luises Cuerdas, Vicentes Arandas y demás, que acabaron asesinando el cine español, y ya solo por eso, se merece mi respeto.
Sin embargo la película es lo que es; un pequeño bodriete con un argumento y una trama de lo más endeble que no se sostiene por ningún lado porque no hay una historia (ni buena, ni mala) que contar.
Las maneras de dirigir de Iglesias Bonns, a estas alturas están trasnochadas y le dan a la película apariencia de película chunga, y pese a que de ritmo anda la cosa bien, incluso con momentos trepidantes, al final, mientras la vemos, nos preguntamos que cojones estamos viendo y por qué nos aburrimos tanto con tanto camelleo, poli duro, juez corrupto y persecución, cuando todo esto debería ser, a priori, harto vibrante.
En el reparto, actores de la escuela Catalana de toda la vida como Alfred Lucheti, Jordi Torras o Sergi Mateu, junto con Fernando Guillén, Joaquín Kremel y una jovencísima Maribel Verdú, que, como siempre, nos muestra sus redondos pechos y rosados pezones… pero todavía no iba de diva...

miércoles, 22 de febrero de 2012

DESDE QUE AMANECE, APETECE

La película española que más veces he visto de las rodadas en el periodo de tiempo comprendido entre 2000 y 2012, es esta. Le tengo un especial cariño. Cine español, popular y sin pretensiones, y una rara avis dentro del panorama actual de comedia. Una facturada a la vieja usanza, como se hacían las comedias en los años setenta y ochenta, y prescindiendo en su reparto de niños de papá que se creen -y hacen creer al estúpido público- que son , además de unos grandes actores, unos grandes cómicos. Y cito en concreto a Alberto San Juan y Ernesto Alterio.
En "Desde que amanece, apetece", sin embargo, sí hay grandes actores y grandes cómicos. No ya por Gabino Diego, sobrevalorado a más no poder en ambas funciones desempeñadas, si no por, y en concreto, Arturo Fernández, interpretando a Arturo Fernández, en una película donde hace lo que le sale de los mismísimos cojones. Porque puede, porque es Arturo Fernández.
Sin ánimo de ser un homenaje a aquel cine, al menos veladamente, cuenta la manida y desfasada historia de un paleto de pueblo que va a una gran ciudad a prosperar. Allí se reúne con su tío, quien le ayudará en tan ardua tarea, pensando el paleto que se trata de un gran empresario, pero no; se trata de un chulo de tres al cuarto que representa a un grupo de “Boys” más de tres al cuarto todavía. Se complican las cosas, y este acaba creando una agencia de gigolós, en la que el paleto, con sus gritos guturales de pastor de vacas, logra seducir a un inmenso número de señoras y señoritas, haciendo de oro a su tío y proporcionando un sin fin de situaciones delirantes.
En definitiva, una comedia de destape realizada en la tan cercana pasada década. Y lo más curioso es que yo creo que ni los propios artífices de la cinta eran conscientes de que lo estaban haciendo…
El director, Antonio del Real, está especializado en comedia. Siempre se adaptó a su tiempo, del tipo que tanto gusta al treintañero intelectual, con las tan noventeras como horrorosas "Los hombres siempre mienten" o "Cha-Cha-Cha" Aunque venía de hacer cosas con más entidad como "Café Coca y Puro", "Buscando a Perico" y, sobretodo "Y del seguro... ¡líbranos señor! películas post Almodóvar, y en parte consecuencia de este, en las que los chistes de drogas son el telón de fondo. En ese sentido, resultó rompedor.
Sin embargo, a medida que va avanzando su carrera, su cine se vuelve más cazurro ("Trileros" es una buena muestra de ello) o directamente soez (la que nos ocupa). Y yo me pregunto… ¿Es esto un acto terrorista, una protesta, una reivindicación, o es que le sale este tipo de comedia de forma natural? En cualquiera de los casos, yo me alegro de que así sea. De hecho, nadie más ha tenido cojones para hacer una comedia a la vieja usanza, y… fracasar en el intento. "Desde que amanece, apetece" no la vio en el cine nadie más que yo, su fan número uno. Y no le echemos la culpa a la poca publicidad que pudo tener; echémosela al HORRIPILANTE póster, y al DOLOROSO título.
Así, lo que da gusto es ver a Arturo Fernández interpretando, ya con una edad avanzada, a un tal Lorenzo “El pollas”. Más que nada, porque este hombre no se deja dirigir, o eso parece, ya que su actuación entera es un muestrario de improvisaciones aderezadas con chascarrillos suyos, muy bien soltados.
Las pocas críticas que recibió la película fueron criminales. Leí por ahí lo siguiente: “El argumento es infumable, y el elenco de actores no hacen sino lastrar más un proyecto que debería haber muerto antes de nacer”. Bien, pues yo rompo una lanza a favor de "Desde que amanece, apetece", y digo que los actores están todos muy bien (excepto Gabino Diego), el argumento está gracioso y es una pena que no se hagan hoy en día más películas así. No entiendo ese odio hacia el tipo de cine más nuestro, más divertido, honesto y popular. Como si entretener al espectador más sencillo fuera pecado.
En cuanto a destetes, tenemos por ahí a Kira Miró, posiblemente la peor actriz, no ya de España, si no del mundo, que, sin embargo, cuando muestra su pubis en el que vemos claramente unas ingles brasileñas, y sus repugnantes tetas operadas, al menos a mí, para hacerme una pajilla, me sirvió.
Y es que hasta en el enseñar carne de manera gratuita es genuina "Desde que amanece, apetece".
Para los que añoran un cine más cazurro.

lunes, 6 de febrero de 2017

SLAM

Resulta muy curioso que dos géneros tan opuestos como son los “Slasher” y las “Sex Comedies” linea “Screwball”, vayan sin embargo tan cogidos de la mano.
Obviamente, son los dos subgéneros que se explotaron en los ochenta con identicas finalidades comerciales, que son atraer a las plateas al público potencial de estas; los adolescentes, con lo que tan extremos como son, tienen bastantes similitudes estéticas y formales, cuando no, llegan directamente a fusionarse en películas como por ejemplo “La Quema” cuyo metraje contiene un porcentaje más que alto de “Camp Comedies”, o “Killer Party” que, directamente, es una “Screwball Comedie” con un desenlace terrorífico.
Pero sobretodo, son dos subgéneros que tuvieron su auge en la misma época. Nunca han dejado de rodarse, pero en esencia, son géneros pertenecientes a una época concreta.
Por eso, no deja de parecerme curioso el fenómeno ocurrido con ambos géneros en España, muy a destiempo; A principios de la pasada década la de 2000, en España, sin saber muy bien a cuento de qué, y en consecuencia al éxito cosechado por el  “Neo-Slasher” con “Scream” a la cabeza, comenzaron a producirse “Slashers” patrios como “Schooll Killer” o “Tuno Negro” como máximos exponentes, mientras que, al mismo tiempo, una productora como “Morena Films”, con tan poca personalidad que asusta, creó un sello llamado “Happy Hour”, bajo el cual produciría “Screwballs” españolas, género este que no se había estilado demasiado en nuestro país. Se pueden contar con los dedos de la mano los “Screwballs” producidos  hasta 2001, “El Rollo de Septiembre” de Mariano Ozores en 1985, y poco más. Pero claro, “American Pie” se había convertido en una especie de fenómenos social, el género vivía una nueva etapa tan fructífera que aún se siguen produciendo títulos, y “Morena Films” quiso subirse al carro, ajenos ellos de la urticaria que provoca el cine español en general al público adolescente al que iban destinadas estas película. Así,  llegaron tan solo a producir tres títulos en 5  años, el primero de ellos “Gente Pez” dirigida por Jorge Iglesias y según un guión del dibujante de cómics Mauro Entrialgo, que resultó un pequéño éxito. Este éxito propició que se pusiera en marcha una nueva película del subgénero, que es la que nos ocupa “Slam” que funcionó un poquito peor, pero funcionó y la que hizo darse cuenta a “Morena Films” que el género no era del todo rentable y con la que paralizó la producción de “Screwballs”, “Fin de curso” que no fue a verla ni Dios.
Todo esto, mientras se estrenaban “Slashers” Españoles como “Más de 1000 Cámaras velan por su seguridad”, “El Arte de Morir” y tantas otras. Con lo que los dos subgéneros van cogiditos de la mano, hasta en España. Y de manera genuina, porque los realizadores no fueron conscientes en ningún momento de esto que cuento.
Y dejando al lado estos paralelismos y la curiosidad, pasamos a “Slam”.
“Slam”, es una película que yo no entiendo como en pleno 2003, año en el que se estrenó, no saltó la liebre por el contenido, por un lado zopenco y de una gratuitidad sexual honestísima –en un momento de orgía, uno de los personajes, en pleno éxtasis, dice “Tengo más rabo que la Pantera Rosa”- , y por otro, extremadamente machista. Es tan machista la puta película, que hasta YO puedo ofenderme en un momento dado. De hecho, estoy seguro que si esta película viniera de las américas, se hubiera protestado de lo lindo, pero como es una película española… pues no pasa nada. Estará rodado con otra intencionalidad, supongo. O es que el público es completamente idiota, opción por la que me decanto. En cualquier caso, lo ideal es que no se proteste nunca, jamás, por el contenido de una película de ficción.
Como fuere, “Slam” gana por goleada en lo que a descerebre, gamberrismo y destetes se refiere, a sus coetáneas Americanas, si bien el guión es lamentable y la dirección tan solo correctita. Únicamente, un buen ritmo en la narración, y un entretenimiento funcional –que gags pocos y malos- hacen que la película tenga un aprobado raspado. Por lo demás, la película es una curiosidad por su pertenencia al subgénero del que ahora hablamos, pero clichés, estereotipos y formalismos, como siempre, están mal entendidos por parte de sus artífices. Digamos que el director, Miguel Martí,  no tiene ni puta idea del género que está tratando. Tiene un par de nociones, pero no lo conoce. Bastante que le salga medio entretenida. Y lo mismo ocurría con otra película de 2004  de similares características, “XXL” de Julio Sánchez Valdés.
“Slam” tomo como protagonista a uno de los actores del culebrón para jóvenes “Al Salir de Clase”, Ivan Hermés, que tan pronto tuvieron tirón mediático, lo perdieron, y se marcan un “Screwball” en el que un periodista veinteañero que escribe para una revista musical de moda ve su puesto de trabajo peligrar cuando le anuncian que solo uno de los redactores conservará el puesto, por lo que decide irse al festival de música “Cactus Féstival” en Andalucía, e intentar entrevistar a la mega estrella del Rock “Slam”, famoso por no conceder entrevistas. Para ello, emprenderá un viaje por carretera junto a su amigo Argentino, en la furgoneta de su padre pollero, que recrea precisamente un pollo con su decoración, y su primo, un Cumbayá aspirante a seminarista. Pero su rival en la revista, que también quiere conservar el puesto, se adelantará al festival para ponerle las cosas difíciles a nuestro protagonista. Mientras, se follarán a tantas guarrillas como les sea posible, por el camino –Lo de guarrillas no lo digo yo, es el trato que, alegremente, se le da a las mujeres en esta película. ¡Ojo! que yo no lo condeno, ¿eh?- .
La película contiene, aparte de escenas directamente plagiadas (quizás inspiradas) de otras películas yankies (una mamada en la que sus artífices acaban enganchados por sus respectivos piercings como en “La cosa más dulce”, un corrida a destiempo como en “Algo pasa con Mary”…) un arsenal de corridas, enculadas, humor homófobo, humor racista, incluso, tetas y más tetas, escatología de todos los colores, drogas, sexo a puñados… vamos que de eso no le falta nada, y aún así, no llega a ser el desmadre que pretende ser, pero se deja ver sin mayor problema.
Como curiosidad, decir que aunque las escenas del festival de música transcurren el un festival ficticio de Andalucía,  estas se rodaron, en parte, en un  verdadero festival  como el FIB de Benicassim y, en parte, en un mega-plató que se construyó en las instalaciones colindantes al complejo de de exhibición cinematográfica Kinepolis, sito en Madrid, dónde se rodaron escenas –un concierto de Amaral- para las que se contó con cerca de 5000 extras.
En el reparto, junto a Iván Hermés, tenemos al Argentino Tomás Fonzi, por aquél entonces popular por su papel en “Una Noche con Sabrina Love”, La Colombiana Juana Acosta, con menos prestigio del que goza ahora (¿renegará  hoy día de esta peli dónde le vemos las tetas y el culo con el único fin de apaliar los bajos instintos del espectador pajillero y adolescente?), el humorista Kimbo, Kira Miró en uno de sus primeros –y únicos- papeles para el cine, o Luke Donovan, reputado músico de la escena indie española, proveniente de Nueva Zelanda, que demostró tener una potente vis cómica en “Gente Pez”, y aquí repitió, no volviendo a trabajar en el cine en su vida.
Por su parte, el director Miguel Martí, que debuto en el largo con “Slam”, rodaría después  la siguiente película de “Happy Hour”, “Fin de curso”, después la popular “Sexy Killer” y en la actualidad, anda haciendo cortometrajes.
En realidad, calidad e intenciones aparte, mola que existan películas como “Slam” dentro del cine español contemporaneo.