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sábado, 23 de mayo de 2020

CBGB

Advertencia: "CBGB" no es un biopic sobre el nacimiento, auge y caída del famoso club neoyorquino. Ni tampoco trata a fondo el despertar del primigenio punk, que es por lo que todos lo conocemos. Esta película cuenta la vida, o una parte de ella, de su fundador y propietario, Hilly Kristal, estupendamente interpretado por el gran y ya fallecido Alan Rickman. Aclaro esto porque puede dar pie a decepciones. Tal vez esa sea la razón por la que el film arrastra tanta mala prensa. O tal vez se deba a las "libertades históricas" que se toma. No sé, en cualquier caso me sorprendía que, en general, se hablara tan mal de ella y que casi nadie supiera de su existencia. De hecho, nunca llegó a nuestras tierras. Sin embargo, y añadiendo una sorpresa más al pack, descubrir que por la red rulaba una versión con doblaje latino fue toda una alegría. Esa es la que he consumido. Pero antes de entrar en materia, dejen que me explaye con respecto a uno de los personajes secundarios que rulan por "CBGB" -la película-, rulaban por "CBGB" -el local- y que, lógicamente, tiene su parte de peso en todo esto: John Holmstrom.
Puede que muchos de ustedes conozcan a John Holmstrom por la cubierta de "Road to Ruin", el disco de "Ramones". Hay que decir que la paternidad de la misma no es totalmente suya, polémica esta que amarga un tanto al dibujante y sobre la que se pueden informar a fondo si buscan por la red. Pero tampoco vayamos a quitarle ahora méritos, también son de su paternidad -y en este caso, de verdad de la buena- la contraportada y las ilustraciones interiores de "Rocket to Russia", tercer LP de "Ramones", así como las cubiertas de otros tantos vinilos para otras tantas bandas, destacando las de "Artless" y "Murphy's Law". Aunque a mi, lo que realmente me tenía enamorado de Holmstrom, además de su estilo de dibujo tosco pero fresco y divertido, era su condición de co-fundador del mítico ¿fanzine? "Punk Magazine". Su influencia en toda la fanedición posterior es irrebatible, básicamente porque fue pionera en mezclar comics cafres con rock and roll callejero y una indiscutible devoción por toda clase de cultura basura. Andaba como loco con ella. Me fascinaba, me obsesionaba y no paraba de investigar al respecto allá donde podía.
Con la llegada de la red comencé a seguir el Facebook de John Holmstrom. Justamente ahí, tuve noticia de la existencia de la película a la que va dedicada esta reseña, "CBGB". El dibujante le daba mucha cancha y todo se prometía de fenómenos. Pasó un tiempo y me enteré que se había estrenado y estaba siendo muy mal recibida. Holmstrom hacía todo lo que podía para defenderla, pero no servía de mucho. ¿Por qué tanta dedicación? ¿nostalgia de sus años mozos? ¿un incontrolable deseo por proteger un documento audiovisual que se dedicaba a narrar el nacimiento de una movida de la que él formó parte? Pues no. Ahora que la he visto, puedo responder a la pregunta: Resulta que Holmstrom no solo aparece en la película como personaje, y con bastante presencia, es que, además, aporta un buen puñado de gráficos (y supongo que sirvió de "consultor" para mantenerse fiel a los hechos, aunque, visto lo visto, no hizo un gran trabajo). Casi podría decirse que "CBGB" da tanta importancia al local como a "Punk Magazine", porque buena parte de ella se desarrolla a base de viñetas, onomatopeyas e ilustraciones que cobran vida -o al revés-, casi casi como si estuviéramos leyendo un comic publicado en el legendario ¿fanzine?. Y, de hecho, el film arranca con la creación del mismo. Es más, se afirma que el uso de la palabra punk para identificar la movida nació en el sótano de la casa de los Holmstrom y que fue John el que lo sugirió. Y cuidao, no digo que no sea verdad porque sí lo es... en parte, al menos (se supone que fue idea de otro de los fundadores, Legs McNeil), solo que ahora comprendo la dedicación del dibujante a promocionar y, sobre todo, defender la película.
El argumento creo que ha quedado claro desde el principio, pero por si acaso lo resumiré de esta manera: Hilly Kristal es un empresario frustrado que se pirra por tener su propio local musical donde dar cancha a su querida música Country, BlueGrass y Blues (de ahí las siglas). En un último intento, se hace con un antro chunguísimo en un barrio chunguísimo y lo transforma en el "CBGB". Pronto se convierte en la meca del primer, genuino y único punk rock. Muchas de las bandas que dieron forma a este cristo, debutaron en el cochambroso local de Kristal que, a pesar de ello, seguía endeudado hasta el culo para mayor escarnio de su decepcionada hija. Al final todo se medio arregla y acaba la película, aunque no la historia del local. Siendo como es un largometraje de espíritu "indie", el interés por narrarnos las miserias de Hilly y la relación conflictiva con su retoño es una apuesta evidente. Lo que ocurre es que, siendo francos, a nadie le importa una mierda la vida del caballero. Alguien que, en el fondo, y a pesar del éxito, vivió siempre frustrado porque nunca pudo hacer lo que quería en realidad: tener un local dedicado al country, bluegrass y blues.
Lo verdaderamente interesante de la existencia del empresario, y de su sucio y apestoso antro, es que dio pistoletazo de salida a esa música revolucionaria que lo cambió todo. Y es cuando la peli se centra en ello que se torna genuinamente interesante, incluso apasionante. Vemos las primeras actuaciones de "Television", "Blondie", "Talking Heads" o los "Dead Boys". Al ser estos últimos el grupo del que Hilly Kristal fue manager, ganan un peso notable en una trama que, superada toda la parte del nacimiento del punk, desciende unos cuantos enteros, narrativamente y rítmicamente, por lo que, como consecuencia, deja de ser tan interesante y comienza a bordear el aburrimiento. Va avanzando a trompicones, con algún destello puntual, hasta que termina. Y la sensación que te deja es de que sí, no está mal. No es tan chunga como la pintan. Se deja ver perfectamente, aunque supongo que una historia como esta tendría que haber dado pie a una película mucho mejor. Elementos para ello no faltaban.
Luego están, como decía antes, las "cagadas y/o libertades históricas". Se echan de menos muchas presencias míticas. Otras aparecen brevemente. Otras únicamente son mentadas de pasada. Aunque quizás el caso más llamativo es el de "Ramones". Sí, están en la peli, no demasiado mal caracterizados, PERO no suena ni una de sus canciones famosas. Supongo que no pudieron disponer de los derechos correspondientes para utilizarlas. Todas estas trifulcas pueden molestar al purista, pero de ahí a cargarse la peli, tampoco.
Inevitablemente, ver cómo Holmstrom y McNeil conocieron a Mary Harron (futura directora de "American Psycho"). Cómo entrevistaron a Lou Reed. O cómo editaron y vendieron aquel mítico primer número de "Punk Magazine" en la barra del "CBGB", es la materia que más he gozado.
El reparto es harto curioso, destaca sobre todo Rupert Grint, el amigo pelirrojo de "Harry Potter", dando vida nada menos que a Cheetah Chrome, guitarra de los "Dead Boys".
Dirige Randall Miller, sin nada destacable en su filmografía salvo por unos cuantos capítulos de la serie "Parker Lewis nunca pierde".
En definitiva, "CBGB" es una peli regulera, visible pero sin mayores consecuencias que, sobre todo, recomiendo a aquellos devotos de la movida punkera original -y fans de "Punk Magazine"- con una mentalidad abierta y comprensiva. Los talibanes mejor que se mantengan bien lejos.

miércoles, 27 de marzo de 2024

MINUTOS MUSICALES 23: ANTI-CRASS, 1ª PARTE / ARTLESS

Habrán notado, a lo largo y ancho de todas las respectivas entradas de minutos musicales,  que la formación anarco-punk "Crass" dispone de cierto peso entre mis apetencias punkistas. Bien. Sí, pero no. Steve Ignorant, Penny Rimbaud, Gee Vaucher, Phil Free, Eve Libertine, Joy De Vivre, Mick Duffield, John Loder y los demás fueron de vital importancia en cierto momento de mi existir. Aunque, entre lo radical de su perorata panfletaria (me hacían sentir culpable cada vez que disfrutaba de una "McBurger", jaleaba a "Paul Kersey" o miraba con exclusivos intereses carnales a las féminas de mi entorno) y lo "poco accesible" de sus maneras compositivas, acabé algo harto de ellos. Volcándome mucho más feliz en un punk rock despreocupado, cafre y tan aficionado como yo al lado más "ignominioso" de la cultura popular. Rara es la ocasión en la que, a día de hoy, los escucho.
Aún así, les seguí / sigo respetando. Incluso estimando. Después de todo, siempre admiré y defenderé su concepción del punk. Lo más genuino ocurrido durante los ochenta. No solo en lo político, también lo creativo y... hum, "operativo". Su dedicación al D.I.Y. y la auto gestión pura eran reverenciables. A los "Crass" o los amabas con locura, o los odiabas. Y de estos últimos los hubo, a porrillo. También se lo buscaban, chinchando sin descanso al personal. Sobre todo aquel situado en el espectro más comercialucho, teatrero y complaciente del punk. La mayoría callaban. Otros hacían lo imposible por llevarse bien (como "The Business", reyes del "Oi!", quienes incluso les dedicaron una voluntariosa versión). Los había que devolvían la pelota desde la prensa escrita (como Wattie de "Exploited"). Y, por supuesto, también están aquellos que contraatacaron usando las mismas armas: instrumentos musicales.
Los ejemplos más sonados (o los únicos que yo conozco) son dos, cuyo grado de mala uva e inteligencia varía según la banda. Mi plan original consistía en rejuntar ambos aquí, pero el rollo ha dado pa tanto que he preferido partirlo.
Ahí va la primera dosis: "Artless".

Hablar de "Artless" significa hacerlo de Mykel Board, un personaje de esos irrepetibles que llevan pululando por el underground y la contra-cultura desde tiempos inmemoriales. Y al que le mola más provocar que a un tonto una piruleta. Ya en los primeros fanzines ochenteros de un John Holmstrom post-"Punk Magazine" (especialmente la simpatiquísima "Stop! Magazine") encontrábamos anuncios del colega, promocionando su banda paródica arty-punk "Art" (compuesta por él al micro y un metrónomo como único instrumento) a base de imágenes abiertamente pornográficas. Luego, añadió un "less" a la palabra, dando vida así a un grupo que dejó cierta huella en la respectiva década.
Board era, como digo, un tocacojones nato. De ideología libertaria, bla, bla (es decir, tirando más a políticamente correcta), se planteó qué pasaría si una panda de republicanos, conservadores y derechosos se animaran a dar forma a su propia formación punk rockera. Y a la hora de componer, hiciesen como todos, defender sus causas políticas... solo que estas eran más del gusto de, digamos, un Reagan. O un Trump. Así, el resultado se convertía en veneno de cara a las audiencias punk más elementales y cuadriculadas, incapaces de pensar por cuenta propia y, más importante aún, pillar el sarcasmo de todo ello. El humor.
Y es por eso que, durante las actuaciones de "Artless", había broncas. Tanto como para que el guitarra luciera una camiseta con "Yo no escribo las letras de las canciones" estampado. Y el mismo Board terminara en más de una ocasión dentro del container sito al lado de la sala de conciertos. Aún así, el hombre estuvo un largo tiempo dedicado a su combo. Llegó a editar un LP compartido con -como no- G.G.Allin, de cuya portada -la de "Artless"- se encargó su viejo colega Holmstrom.


Bien, entre toda la ralea de temas paridos por Mykel Board y los suyos -honestamente, nada del otro jueves- destaca uno titulado "Crassdriver". Lo hilarante aquí es que la primera vez que lo escuché fue gracias a un CD-R pirata editado y vendido por una famosa tienda barcelonesa de desacomplejada ideología anarquista. Es más, ilustraban la cubierta con el -así de primeras- famoso logotipo de "Crass" y, dentro, encontrabas tanto canciones de "Artless" en su inglés nativo como otras en... ¿alemán? Bien, tenía truco. Resulta que en las germanias existía otro grupo de idéntico nombre, e ideología mucho más afín a los de la tienda. O a lo que se esperaría de un supuesto grupo punk underground. Dicho de otro modo, los responsables en ningún momento prestaron atención, ni entendieron la jugada. De lo contrario, se habrían dado cuenta que, A, eran dos combos distintos, B, el yanki gastaba una naturaleza ideológicamente opuesta a ellos, C, en concreto el tema que daba nombre al mismo CD-R, "Crassdriver", era un PALO ENORME a la famosa e intocable formación anarquista y D, el mentado logo de "Crass" en la portada hacía gala de una pequeña peculiaridad. Justo en la parte intermedia, veías un destornillador. Si traducimos la palabreja al inglés, obtenemos "screwdriver". Y, yes!, tal vez sepan que "Skrewdriver" es el nombre de la más famosa e infame banda nazi de la historia de la música. Pero cuando digo nazi, lo digo a conciencia. Sin florituras. Está claro que los del local... es decir, la tienda, no hicieron los deberes (e ignorantes hay en todos los bandos)

Así pues, en su canción, "Artless" emparentan a los nazis "Skrewdriver" con los anarquistas "Crass". De ahí la mezcla, "Crassdriver". Preguntando en un contagioso estribillo aquello de "¿no sabes que es lo mismo?", a tenor de que ambas comparten un logo, un uniforme y unas ideas cuadriculadas y dogmáticas que pobre de ti rechaces (son legendarias las historietas de los "Crass" imponiendo ciertas decisiones musicales y estéticas a las bandas que apadrinaban). Terminan la tonadilla afirmando burlonamente que los anarquistas han "dado mal nombre al punk".
Bien. Los más devotos de "Crass" se estarán tirando de los pelos. Sin embargo, y aunque hasta cierto punto Board y sus "Artless" no van escasos de razón (siempre he dicho que los "ismos" se tocan, y lo sigo pensando), es verdad que había algo de guasa en ello. No olviden que el cantante estaba más próximo a Steve Ignorant y cía en actitudes e ideas que a los supuestos republicanos con instrumentos que eran, y ya no digamos Ian Stuart, líder de los temibles "Skrewdriver". Tampoco afirmo que soltara trolas, simplemente -opino- lo exageraba, sin genuina malicia. Todo lo contrario que el caso que verán y oirán en la próxima entrada. De momento, cierro el tochete con, obviamente, "Crassdriver" de los "Artless".

Y si se lo preguntan, aunque la carrera del combo llegó a su final por ahí los noventa -con alguna puntual resurrección pillada con pinzas-, Mykel Board siguió dándole a la provocación, esta vez por escrito. Se convirtió en un polémico columnista en la insigne "Maximum Rocknroll". Publicó algunos libros (uno con portada de, nuevamente, John Holmstrom). Viajó mucho (era declarado fan de la cultura Japonesa aunque, decía, no podía sufrir su devoción por el trabajo). Y, ahí sigue, pululando en redes sociales y escribiendo en sus blogs, sin descanso. Un aplauso para el caballero.

lunes, 13 de mayo de 2024

HISTORIA DE UN JUNKIE

Nacida inicialmente como “Gringo”, cuando los piratas de Troma compraron esta película para distribuirla, decidieron darle un título más sensacionalista y a todas luces comercial: “Story of a junkie”, sin tener ni pajolera idea el señor Lloyd Kaufman del material contra cultural que tenía entre manos. Esta maravilla en forma de documental ficcionado, oda a la sordidez y la decadencia de las calles del Nueva York de los 80, cuenta con pelos y señales los avatares de un adicto a la heroína llamado John Spacely. El susodicho no es un yonki cualquiera que los productores se encontraron por ahí y al que filmaron inyectándose heroína sin remilgos, no. El personaje en cuestión fue un popular ente de la cultura underground neoyorquina, un punk que eventualmente ejercía como músico, otras veces como actor, y que en sus mejores momentos se codeaba con personalidades del estilo de Keith Richards, Willy DeVille o Joey Ramone, quizás por cuestiones más tóxicas que musicales. Incluso, cuanto tuvo autonomía para trapichear con drogas, se convirtió en el dealer particular de John Belushi. Asimismo, llegó a trabajar como editor y colaborador del célebre “Punk Magazine” a las órdenes de John Holmstrom, pero su desmesurada adicción a las drogas duras —cuyo origen es consecuencia de un trauma, tras un horroroso aborto su novia fue arrollada por un camión— envió todo atisbo de creatividad al traste. De este modo, Spacely se convierte en una leyenda callejera de alta magnitud lo suficientemente interesante como para que se decidiera hacer un retrato sobre su persona y, por supuesto, sobre el poco higiénico y repugnante hábito de inyectarse.
El título de producción, “Gringo” hace referencia al mote bajo el que Spacely era conocido en las calles. Durante mucho tiempo estuvo moviéndose como una rata en Alphabet City, lugar habitado potencialmente por latinos y negros. Spacely era de los pocos blancos que pernoctaban en aquella cloaca, hecho que se hacía aún más evidente con la querencia de este por la decoloración capilar, así que los negratas comenzaron a llamarle Gringo y, de ahí, el título primigenio.
En “Historia de un junkie”, el director Lech Kowalski se gana la confianza de Spacely y de su circulo de chusma yonkie, para introducirse con su cámara de 16 mm en lo más profundo de los bajos fondos neoyorquinos. Así, entre entrevistas a adictos y traficantes, visitas a narcosalas y reconstrucciones en ficción de algunos de los hechos que Spacely le explica, podemos hacernos una idea del infierno que supone ser un adicto a las drogas duras. Infierno que, aunque de vez en cuando se escenifique el teatrillo para darle ritmo a la película, es absolutamente real. Camellos, drogatas, narcosalas, todo estaba allí antes de que la producción llegase con los equipos filmadores.
Yonkies inyectándose, Spacely pasando el mono visto de la manera más gráfica posible, transacciones de droga y trapicheos varios se imponen en un documental del todo sensacionalista y cercano al “mondo”. Tras su visionado, el espectador queda con muy mal cuerpo.
El formato, rodando en 16 mm, de noche con iluminación natural, ayuda a incrementar la sordidez y mal rollo que desprende la película, pero ya lejos de texturas o del grano de celuloide, es que los lugares donde filma Kowalski son lo más asqueroso visto en una pantalla, amén de los individuos que pululan a lo largo del metraje, poco más que despojos humanos, o esos primeros planos de gente picándose las venas. Mención especial para algunos momentos en relación al protagonista. En una escena en la que, tras días de andar por ahí tirado, pinchándose y demás, decide asearse un poco, sus venas están ya tan agujereadas que, en un plano donde está peinándose, la cámara se mueve un poco para mostrarnos unas gotas de sangre en el brazo con el que se atusa el pelo, cuyas heridas, ya tan maltrechas, no se curan jamás. Turbador resulta también el plano en el que el yonki limpia sus botas manchadas con su propia sangre o se quita la roña de los dedos de los pies, con la carne de estos muerta, podrida, por la falta de limpieza y tras muchos días sin desprenderse del calzado.
Un documento tan aterrador como atrayente, al que además tenemos que añadir el valor de incluir algunas escenas de ficción como aquella en que un camello asesina a otro tras un problema territorial.
La filmografía del director, Lech Kowalski, se compone exclusivamente de documentales, ninguno de ellos centrado en aspectos agradables de lo que retrata. Suyo sería “D.O.A” sobre la gira norteamericana que llevaron a cabo en 1978 los "Sex Pistols" o “Born To Loose: The Last Rock-n-Roll Movie”, centrado en Johnny Thunders, miembro de los "New York Dolls" y los "Heartbreakers",  y por donde también asoma el amigo Spacely en los últimos momentos de su vida, agonizando ya terminal por culpa del SIDA. Caerá por aquí.
Muy recomendable esta "Historia de un Junkie"… siempre y cuando dispongas de un estómago de acero y no tengas la sensibilidad a flor de piel.

martes, 20 de julio de 2010

POR FAVOR, MÁTAME: LA HISTORIA ORAL DEL PUNK

La primera vez que leí este libro fue en su edición americana. Vamos, en inglés. Mi interés venía relacionado con el reciente -por entonces- contacto que había hecho con John Holmstrom, el mítico dibujante y responsable de la no menos mítica publicación "Punk Magazine". Cuando decidí hacerle una entrevista, no pude evitar preguntarle por "Por favor, mátame", libro cuya (media) paternidad se debe a Legs McNeil, viejo amigo de Holmstrom y co-creador también de la mentada "Punk Magazine". No recuerdo las palabras exactas, pero no fue una crítica demasiado buena. Acusaba al libro de centrarse demasiado en los aspectos negativos del primer y verdadero punk, en los malos rollos y, en fin, en el morbo, que a fin de cuentas es lo que vende (y McNeil nunca ha ocultado sus intenciones mercantiles).
La auténtica función de "Por favor, mátame" es la de demostrar de una vez por todas que el punk no es un invento inglés, que no nació en el 77 en Londres y que nada tiene de político. Estuvo antes, en Nueva York. De ahí fue de donde Malcom McLaren sacó todos los ingredientes con los que, ya de vuelta a su tierra natal (Inglaterra, claro), comenzó a dar forma a lo que en poco tiempo, y gracias a las marionetas de los "Sex Pistols", se convirtió en un fenómeno, una estúpida moda y, en general, un error histórico.
Los personajes que pululan por sus páginas son muchos, y más que conocidos, Iggy Pop, "New York Dolls", "Ramones", "Blondie", "Dead Boys", Richard Hell, Johnny Thunders, etc, etc... y luego la facción británica del asunto, por supuesto. Y sí, se trata de una lectura muy entretenida (construida toda ella a base de declaraciones de los implicados), de esa que engancha, aunque, como decía Holmstrom (que también tiene su hueco), abundan las rajadas por la espalda, los cuchicheos y, sobre todo, las drogas. Muchas drogas. Un montón de drogas. De hecho, sería el libro ideal para regalar en la próxima campaña contra el consumo de drogas, ya que leyéndolo te percatas no solo de lo perniciosas y estúpidas que son, sino también de que para lo único que sirven es para DESTRUIR cosas buenas... cosas tan buenas como fue aquella primera escena que se atrevió a utilizar el término punk.

sábado, 28 de agosto de 2010

BREAKDOWNS

A Art Spiegelman le tenía manía sin ni tan siquiera haber leído nada de su obra. ¿Un dibujante de comics que ha ganado el Pulitzer por un tebeo dramático sobre el Holocausto?, ¿alguien que reivindica el comic como arte?, ¿que trata temas respetables?... no se... aparentemente el caballero estaba a años luz de mis intereses comiqueros, que son muy muy pocos y se reducen a Johnny Ryan, John Holmstrom, Jacovitti, Jan, Crumb (aunque fuese una influencia en el amigo Art), etc... incluso en las publicaciones comandadas por el propio Holmstrom, los lectores solían despreciar a Spiegelman por pedante.
Pero va y un día mi padre se trae de la biblioteca "Maus", el mentado comic sobre nazis y judíos. Me lo comienzo a leer y, sí, contra todo pronóstico me gusta bastante. Es ameno, instructivo y hasta toca la fibra. Coño, pienso, este Spiegelman no está ni tan mal.
Dicho buen arranque se consolida con "Breakdowns", enorme álbum de tapa dura recientemente editado en las Españas y que recopila parte de la obra del dibujante. Empujado por la curiosidad, lo pillé en la biblioteca de mi barrio y ocurrió algo que no me pasaba con un cómic desde hace lustros: Me fascinó. "Breakdowns" recopila los primeros comics serios -en intención- del dibujante, de cuando vivía en San Francisco y decidió dejar de dibujar gilipolleces acordes al cliché underground (cacas que hablan, números de pederastia, etc) para, uno, tocar temas más personales, dos, volcarse en las viñetas asumiéndolas como una forma de arte respetable. Así pues, en "Breakdowns" tenemos arrebatos autobiográficos (muy curiosa la parte dedicada a hablar de su amistad con el cineasta experimental Ken Jacobs) y luego tebeos puramente vanguardistas, en los que juega mucho con estéticas, colores y narrativas.
Imagino que estarás leyendo esto y pensando "Tío, déjate de mierdas... este comic tiene toda la pinta de ser un peñazo", sin embargo debo aclarar que yo soy el primero en odiar la pedantería artística, lo que ocurre es que en el álbum Art Spiegelman se aproxima a todo ello con un modo de dibujar muy simpático, alegre, colorista y cómico y, afortunadamente, sin perder pizca del sentido del humor, algo que agradezco.
El caso es que disfruté mucho leyéndolo, no se, me aportó diferencia, novedad, frescura, diversión y sorpresa.

miércoles, 23 de febrero de 2022

"AQUÍ VALE TODO" NÚMERO 2,5

Era finales de los 90 y todavía andaban calentitos los dos ejemplares del prozine que acabaría dando nombre y entidad a este mismo blog. La experiencia de facturarlos había sido satisfactoria. Y las ventas decentes. Así que nos pusimos manos a la obra con un número tres. Por entonces acababa de contactar con el legendario John Holmstrom, co-padre fundador de "Punk Magazine", dibujante de comics y portadista de "Ramones" (aunque ese mérito no sea del todo suyo), lo que dio pie a una macro-entrevista destinada a ser el contenido estrella del nuevo "Aquí Vale Todo". Aprovechando el Salón del Cómic de Barcelona de 1998, realicé sendas entrevistas a "gente del gremio" que por entonces tenía en mi lista de amistades (con los años uno se hizo especialmente famoso... aunque no por los motivos esperados / deseados) y el bueno de Robert Martex (que en paz descanse) y yo nos pusimos a maquetar el pifostio. Pero al poco de terminar, y con el prozine totalmente completado dentro del respectivo cd-rom, nos llegó la noticia que la "empresa editorial" cerraba trato con su distribuidora y, por ende, todos los proyectos caían. Incluido aquel "Aquí Vale Todo número 3" que tanto nos había costado facturar y en el que invertimos tantísima ilusión. Obviamente fue un disgusto. Y de los gordos. Intenté levantarlo por mi mismo, sin éxito. Reciclé parte del contenido -especialmente la entrevista con Holmstrom- en otro fanzine. Y, sí, la cosa fue bien... pero me quedó el gusanillo de un tercer "AVT". Tanto que seguí insistiendo y, tras mucho fracasar y mucha decepción, lo logré. Pero para entonces había transcurrido ya "demasiado tiempo" (¡un año!) y quise hacer algo totalmente nuevo y de contenido distinto... más influenciado por mis nuevos intereses (especialmente el "Weirdo" de Robert Crumb)
Pasaron los años. Nació el blog, se editaron más fanzines bajo el nombre de "Aquí Vale Todo" (aunque tirando de fotocopia y un contenido totalmente versado en el cine) y en 2017, coincidiendo con el veinte aniversario de "la marca", nos animamos a sacar un libro -cortesía de "Vial of Delicatessens"- donde se recopilaba todo lo publicado hasta entonces. Durante la búsqueda de material di con las páginas originales jamás aireadas de aquel infame tercer ejemplar. Me planteé reconstruirlas e incluirlas en el libro, pero desestimé la idea.
Sin embargo, hace poco me reencontré con ellas. Y, again, pensé aquello de "¿Y si?". Solo que esta vez procedí. Y lo terminé. Sí, amigos, tirando del material disponible, y los recuerdos aún vivos, he dado forma por fin al "Aquí Vale Todo" inédito que, por formato y, sobre todo, contenido, denota mucho la influencia de "Punk Magazine", menos presente en el que finalmente sería el tercero oficial. La portada se parece muchísimo a lo que en su momento ideamos Martex y yo, solo que sin su talento a mano, ha quedado menos lustrosa.
Naturalmente no tengo intención de pasar por la copistería, y muchísimo menos la imprenta, para darle forma física y ponerlo a la venta. No van por ahí los tiros. Lo he limitado al formato PDF y a una descarga gratuita destinada a los fieles de este blog. Por supuesto tengan en cuenta el año en que se hicieron todas esas entrevistas, escribieron todos esos textos y dibujaron todos esos comics. La información ha quedado totalmente desfasada. Y puede que algunas opiniones también. Pero como ejercicio entrañable, nostálgico, divertido (he disfrutado muchísimo) y, sobre todo, curioso (y completista, si tienen el mentado libro recopilatorio o, mejor, todos los prozines y fanzines de "AVT" en papel), funciona.
Dadas las circunstancias, he optado por numerarlo 2,5, ya que cae justo en medio del segundo ejemplar y el que finalmente fue el tercero.
Son 30 páginas que, espero, gocen. Disponen del enlace de descarga justo a continuación.
¡Gracias!

DESCARGAR "AQUÍ VALE TODO Nº 2,5"

miércoles, 3 de agosto de 2022

EL CASTAÑAZO / MINUTOS MUSICALES 7: HANSON BROTHERS + SLAPSHOT

A un equipo de hockey sobre hielo de glorioso pasado, pero decadente presente, las cosas comienzan a irle mejor cuando incorpora grandes dosis de violencia en sus partidos. El decepcionado entrenador deberá lidiar con las locuras de sus jugadores y su propia crisis matrimonial.
"El Castañazo" es, en su aspecto visual hiper-realista y más bien feucho, una tragicomedia setentera hasta las trancas y un título de culto para muchos. Pertenece a ese momento del tiempo en el que Hollywood perdió miedo a los tacos y comenzó a explotarlos indiscriminadamente. La misma película casi se vendía gracias al abuso de ellos, lo que contribuyó a un velado escándalo (otra que me viene a la memoria es "El último deber", donde incluso el póster lleva unos cuantos censurados mediante onomatopeyas)
Siempre he pensado que, teniendo en cuenta su origen clásico, Paul Newman supo adaptarse muy bien al cine moderno (salvo su manifiesta aversión al nacimiento del "blockbuster"). Esta película, y muchas otras que la siguieron, lo atestiguan. Tampoco el director era manco, George Roy Hill, de sobrado reconocimiento gracias a "Dos hombres y un destino", "El golpe" (ambas con Newman) o títulos tan peculiares como "El mundo según Garp" o "La chica del tambor". Su última película fue una comedia a mayor gloria de Chevy Chase, "Aventuras y desventuras de un yuppie en el campo"
Algo más curioso es el caso de la guionista, Nancy Down. Muchas de sus aportaciones figuran sin acreditar. Y otras bajo seudónimo masculino, entre ellas "Chicas en pie de guerra", del 84, una comedia para lucimiento de Kurt Russell y Goldie Hawn o, sobre todo, "Ladies and Gentlemen, the Fabulous Stains", título de culto del 82 en torno al auge y caída de una banda punk liderada por una jovencita Diane Lane (que sale en pelotas siendo menor de edad) Down no ha escrito nada más desde 1989.
Sorprende su mano en una película repleta de testosterona pero, sobre todo, mucho humor políticamente incorrecto, destacando unas buenas dosis de machismo y bastante homofobia (brutal cuando Newman le suelta a una mujer que su hijo pequeño crecerá hasta hacerse todo un maricón) A ello añadan lo que, ciertamente, la ha hecho popular: Las escenas de interminables peleas entre jugadores. Todas duelen, la sangre corre y son un rato cafres. Dentro de este apartado brillan con luz propia unos personajes que han pasado a la historia, los hermanos Hanson, interpretados por auténticos jugadores de hockey (Jeff y Steve Carlson + David Hanson)
"El Castañazo" sirve para pasar el rato, no aburre en exceso y te ríes en algunas escenas. Sin embargo, lo que siempre me ha llamado la atención de ella es lo mucho que influyó en el punk y hardcore posteriores, cosa que nos lleva a mutar esta reseña en la séptima entrega de los minutos musicales.
Probablemente el caso más llamativo sea el de "Nomeansno", banda Canadiense de reconocido y reconocible sonido propio, para nada previsible. Sus integrantes eran fans de "Ramones" y les apetecía componer canciones del mismo estilo, directas, melódicas, simples y a base de letras tontas. Pero con "Nomeansno" no podían. ¿Qué hacer? crear un grupo paralelo. De esta guisa tuvieron la idea de su vida, convertir en carne y hueso a los hermanos Hanson de "El Castañazo", darles instrumentos con los que parir canciones sobre hockey, pizza, chicas y hostias. Así, se estrenan en 1992 con el muy decente y enérgico disco "Gross Misconduct", cuya portada imita/homenajea a lo que John Holmstrom y Gus MacDonald hicieran para "Ramones" en "Road to ruin". En el interior, un montón de temas pegadizos, aunque mi favorito es "Jack Off"...


El "problema" de "Hanson Brothers" fue, en cierto modo, el mismo de "Ramones". Eran un chiste que se alargó más de lo necesario. En el caso de los Canadienses peor, porque para su segundo disco habían perdido ya toda la gracia. Y nunca más se recuperaron.
El siguiente ejemplo también es un rato descarado. "El Castañazo" en versión original se titula "Slap Shot" y ese es, justo, el nombre de la banda de la que hablaré a continuación. Los "Slapshot" son el estandarte del hardcore más... eso, hardcore. Casi sin afiliaciones punkistas. Desde Boston lanzaron varios discos de sonido acelerado y letras contundentes. Sus integrantes eran unos tipos de aspecto intimidante a los que les gustaba visitar el gimnasio e, ideológicamente, pertenecían a la hornada Straight Edge. Si su deuda con el film que nos ocupa ya canta desde buen principio, en 1996 editan "Olde Tyme Hardcore", título del monótono E.P. y la canción que lo abre, precedida justamente por el speech que Paul Newman suelta a su equipo sobre jugar hockey al viejo estilo, "old time hockey" No es mi favorita de los "Slapshot", esa ya la colé en la primera entrega de los Minutos Musicales. Pero, por lógicos motivos, echo mano de ella que tampoco está mal. Y suena así...


En cuanto a la película de George Roy Hill, puede que algunos conozcan las inesperadas secuelas tardías que esputó bastantes años después, ambas directas para el mercado del vídeo. La gracia de todas es que cuentan con los genuinos y lógicamente envejecidos hermanos Hanson como reclamo. "El castañazo 2, Rompiendo el hielo" ("Slap Shot 2: Breaking the Ice") es del 2002 y acompañan a los tres gafudos Stephen Baldwin, Gary Busey y David Hemmings. En 2008 vino "Slap Shot 3: The Junior League" cuyos mayores atractivos son -Hanson brothers aparte- el significativo papelito segundón que se marca Leslie Nielsen y una banda sonora trufada de canciones de los Hanson punkeros (y también de "D.O.A.", otra banda canadiense del ramo aficionada al hockey), incluida una versión acelerada de "Right Back Where We Started From" según Maxine Nightingale, tema bien presente en la banda sonora de "El Castañazo". Obviamente no he visto ninguna de las secuelas, ni intención tengo.
A modo anecdótico, señalar que en 2011 Seann William Scott protagoniza otra comedia sobre hockey llena de tacos y hostias, "Goon", donde inevitablemente hay un guiño a los hermanos Hanson. Tuvo secuela tardía seis años después, "Goon: Last of the Enforcers", pero ¿¿a quién cojones le importa??

jueves, 25 de diciembre de 2014

CARPETAS CINÉFAGAS (Y OTRAS ESPECIAS)

Había en mis tiempos de escolapio una característica del todo típica que consistía en adornar tu carpeta o carpesano con imágenes representativas de tus gustos y apetencias. Podías tirar de las pegatinas que regalaban las revistas destinadas a la porción del mercado que tu representabas o demostrar algo más de personalidad y currártelas tu, a base de recortar, fotocopiar o incluso dibujar.
Yo, como buen aficionado al cine de género, con especial y orgullosa inclinación por el terror, no iba a ser menos. A lo largo de mi no demasiado extensa y sí notoriamente fracasada carrera estudiantil, lucí muchas carpetas armoniosamente decoradas, siempre acorde a cuales eran mis obsesiones en el momento. También pude disponer de algunas ya diseñadas para tal menester, aunque esas fueran las menos.
Afortunadamente tuve la buena idea de conservarlas casi todas, en parte por su aún útil función archivadora. Únicamente lamento la pérdida de una de ellas, pero que no forme hoy parte de mi colección obedece a una aplastante lógica: su tamaño. Estaba pensada para salvaguardar hojas de formato Din-A3 y, claro, acabó siendo un trasto gordo, pesado y molesto que terminé aniquilando. Sin embargo, recuerdo perfectamente qué imágenes la ilustraban. Ambas, obvio, acorde a su tamaño: La de la familia matarife de "La matanza de Texas 2", ahí posando, pero sin letra ni logo alguno, y una secuencia muy llamativa de "En los límites de la realidad", aquella que nos muestra a una moza de espaldas abriendo una puerta por la que asoma un ojo gigantesco. Recuerdo perfectamente que, en el metro y de camino al cole, la estampa de "Leatherface" y los suyos era inevitable blanco de muchas miradas, cosa que me incomodaba, sí, pero no tanto como para renegar de ella. Ni por el forro.
Por fortuna, el resto de mis carpetas escolares reposan en el armario. Y un buen día se me ocurrió que sería divertido y entrañable recuperarlas todas, fotografiarlas y desmenuzarlas aquí, en este nuestro/vuestro blog, dedicado -en parte- a rememorar cinéfagas primeras experiencias.



Cuando intentaba recordar cuál de todas las carpetas que siguen era la primera, hubo una pista que me ayudó a decidirme por una candidata. ¿Y en qué consiste esa pista?, pues en su mala ejecución. No a la hora de elegir las imágenes, ni mucho menos, si no a la hora de situarlas. Tal como quedó, una de las caras estaba boca abajo en relación a la otra. Error. Que no lo hiciese correctamente en esta ocasión es lógica muestra de mi inexperiencia (ya que no volví a cagarla igual again), ergo, esa ha de ser la primera.
¿Y qué encontramos en ella?, pues un muestrario infinito y generoso de lo más variado. Propio también del novatillo, con los gustos aún no del todo definidos. Por ejemplo, en la cara A, por así llamarla, encontramos clásicos del calibre de "La Niebla" o "Halloween 3". Uno de mis slashers favoritos, "La Quema". Un poco de la música que me gustaba entonces ("Blues Brothers", "Motorhead".... y bastante heavy, lo que me choca porque nunca me tiró mucho ese tipo de sonido, aunque supongo que me atraía más a un nivel estético, por sus habituales cubiertas a base de elementos horroríficos... como ese "Eddie" ("Iron Marisamaiden") en plan piloto de guerra. También vemos a los "Creedence" -que me molaban entonces por su participación en los soundtracks de John Landis- y ¿¿¿Pink Floyd?? que imagino sería puro relleno. Si no, no me lo explico). También nos damos de bruces con referentes a algunos "blockbusters" clásicos como "Los Cazafantasmas" y "Regreso al futuro" (cuyo vinilo gozaba mucho escuchando) y sendas cubiertas de las bonitas novelas de terror editadas por Martínez Roca (ver más abajo). Complementan el sarao dos calaveras dibujadas por el menda, siendo la más grande una imitación de la que protagonizaba la versión en comic de "El día del padre", según "Creepshow", de la mano de Bernie Wrighston. La guinda la pone Monty Python y la que entonces era mi peli favorita del grupo, "El sentido de la vida". ¡Y que no falte "Viernes 13"/Jason!, aunque sea en plan "cameo carpetil".


En la segunda cara retomamos el tema "Creepshow" -por entonces mi absoluta number one. Hoy es la number two, lo que tampoco es moco de pavo-, destacando esa curiosa ilustración promocional extraída de un "Fotogramas" de la época. Una no muy sincera declaración de amor al noveno arte a base de imágenes mangadas de "Vampus" o "Rufus", referencias a Richard Corben -mi dibujante favorito en el momento, junto a Wrighston-, a Moebius (??) y a "Torpedo", que me gustaba mucho. En lo musical nos encontramos con el "Salve" de la "Polla Records" (entonces recién comprado en formato casete), un guiño punk -en esos tiempos comenzaba a interesarme por la subcultura del imperdible- y una tímida referencia al "Thriller" de Michael Jackson. Sí, amigos, yo fui de los que se cagaron de miedo viéndolo. Destaca H.P.Lovecraft en lo literario, autor al que me acerqué a través del cine, y aunque intenté leer algunos de los libros que aparecen en la foto, nunca logré conectar con ninguno de ellos. Arriba de todo, el encabezamiento de las tiras humorísticas y macabras de Pierino extraídas de "El Papus". Era un dibujante que me gustaba y se adecuaba mucho a mis apetencias grotescas.
Lo que más me llama la atención es que gran parte de los recortes aquí expuestos, sobre todo los de música y literatura -y de escueto tamaño- están recortados de un popular catálogo que solía llegarnos a casa por correo, "Discoplay" (¡gracias Don Olid!).


Como apéndice, comentar de pasada la costumbre que tenía de incluir "caramelos" en el interior. Y pal caso, lo que aquí tenemos es la adecuada incursión de portadas de la colección súper terror de Martínez Roca, destacando las antologías de "Las mejores historias de terror" o la adaptación de "La noche de los muertos vivientes" de John Russo. El "Spy vs. Spy" de la revista "Mad", que entonces leía. El libro de H.G.Wells que inspiró una de mis pelis antiguas favoritas, "El tiempo en sus manos" y, cómo no, el mítico "Stryker" de Cirio H. Santiago.
Brutal.



Pa la siguiente carpeta decidí no matarme tanto y tiré por lo fácil. Carteles grandes, ambos extraídos de las páginas del "Fotogramas", justo cuando se estrenaban oficialmente ambas películas. El de "Viernes 13, 3ª parte", que explotaba a tope el elemento tridimensional, siempre me ha parecido precioso, uno de mis favoritos de la saga.


El otro, pues a decir verdad únicamente lo escogí por la presencia de Clint Eastwood sujetando una gran pistola, a lo "Harry Callahan" que, como verán a continuación, ha sido siempre una presencia constante en mis preferencias decorativas. Aquí no interpreta al gran "Dirty Harry", y la película resultante ni siquiera me gusta, pero pal caso, no importaba mucho.


La fricadilla la pone el breve anuncio del video-juego, por entonces aún una práctica bastante verde, inspirado en "Viernes 13". No es que lo tuviese, o lo hubiese jugado en casa de un amigo... de hecho, nunca llegué ni a verlo, pero se trataba de algo relacionado con la saga en cuestión, lo que era ya suficiente argumento para recortarlo y añadirlo.


En este caso recurrí de nuevo al tema imágenes grandes, solo que aquí tuve la decencia de utilizar algo hoy bien valorado por el aficionado medio, una fotografía promocional de "Re-Animator", de esas que solían adornar las vitrinas de los cines (vamos, lo que llaman "fotocromo"... y por cierto, ¡¡menudo es!!, ¿dejarían hoy día usar una imagen así de extrema?). En ella vemos uno de los momentos álgidos, más sangrientos, grotescos y gran guiñolescos del famoso y estupendo film de Stuart Gordon, cuando un zombie (el papá de Megan) le revienta los ojos a la cabeza del Dr.Hill, poco antes de aplastarla como un melón. No hace falta decir que me ALUCINABA ese panorama, por su exageración, su locura, su demencia y su rojo abundante. Absolutamente salvaje. Recuerdo cuando una persona adulta vio la carpeta y cínicamente me dijo: "Veo que ahora te va el romanticismo". Con todo debo abrirme a ustedes y confesarles que, por entonces, aún no había visto "Re-Animator", así que con material como ese mi imaginación volaba libre y peligrosamente.


La cara B resulta harto reveladora. Como ven, son los carteles franceses de "From Beyond/Re-Sonator", "Howard, un nuevo héroe", "El día de los muertos" y "Viernes 13, 6ª parte: Jason Vive", lo que significa que me encontraba en pleno apogeo de mis lecturas gabachas. Todo ese material salió de las páginas de "L´Ecran Fantastique" que, junto a "Mad Movies" e "Impact", conformaba mi generosa dieta de lectura cinematográfica por esos tiempos.
No hace falta decir más.



Por lo visto eso de poner un solo cartel no me satisfacía tanto, y para la ocasión -y la siguiente- decidí retomar el tema "collages", solo que aquí partiendo directamente de fotocopias. Eran los tiempos en los que había descubierto la revista "Fangoria" -la yankee, claro- y con ella el fascinante espectro oscuro y chungo del cine fantástico y de terror, su lado más "trash", algo que se refleja mucho muchísimo en esta interminable galería de rostros.
Lo normal era que los chicos adornaran sus carpetas con cantantes sexys, modelos, actrices. O en un caso pre-homosexual, jugadores de furgol. ¿¿Y qué es lo que hago yo??, colar las caras de un puñado de señores de mediana edad o más -cada uno con su respectivo nombre debajo-, casi todos hombres de negocios de escaso talento y algunos más interesados en sacar dinero del bolsillo de los posibles espectadores impresionables que de crear cine. ¿Quiénes eran estos elementos?, fácil: Al Adamson, Andy Milligan, Jesús/Jess Franco, Frank Henenlotter, Aristide Massaccesi (Joe D´Amato), David DeCoteau, Ted V. Mikels, Charles Band, David Friedman, Herschell Gordon Lewis, Lucio Fulci, Roger Corman y Fred Olen Ray (en una foto que casi está de espaldas). La créme de la créme. Junto a ellos, temas tan propios de ese tipo de movidas como el cine de caníbales o "Santo, el enmascarado de plata". Nótese ciertas manchas de rojo-granate en las esquinas de las fotos... sí queridos, era tempera, en un intento de hacer más cantoso el tono "sangriento" del invento (dulces ingenuidades).
Y por aquello de no perder las buenas costumbres: "Harry Callahan" en un ladito (con un contundente "My hero!" encima de la foto) y el Steven Seagal de "Por encima de la ley".
A esta carpeta podríamos bautizarla tranquilamente como la "trash-carpet".
Fascinante.


Si el caso anterior era algo bizarro, el de ahora roza la locura.
¡¿Fred Olen Ray, el ínclito cineasta zetoso, como motivo central de una carpeta?!. Miedo da. Pero sí, queridos, así de fan era yo entonces del director de "Alienator" (que decora ampliamente el collage), "Del espacio profundo", "Los Dreggs", "Días de horror y muerte", "Commando para matar", "El poder de las armas", "El misterio de la pirámide" y otras que no aparecen en la imagen como "Biohazard", "Alien Dead" o "Beverly Hills Vamp".
Recuerdo que, tras mirarla atentamente, un compañero de aula me dijo: "¿Te gusta la violencia, eh?". Pues sí, pero solo en la pantalla, chavalote.



En la cara B del caso que nos ocupa se recupera un poco cierta cordura. Aunque tampoco mucho.
"Blood Feast", el inevitable "Harry Callahan", su entrañable parodia televisiva "Sledge Hammer", más macarrismo con "Yo, el jurado", el cartel de "Re-Animator 2/Metamorphosis" según san Luigi Montefiori (que es una puta bazofia, pero esa ilustración me gustaba mucho... ¿será de E.Sciotti?, eso explicaría muchas cosas) y, consecuentemente acorde a la presencia de San Fred Olen Ray, un guiño a Jim Wynorski con dos de sus obras cumbre, "The Return of Swamp Thing" y, sobre todo, la inmortal "Deathstalker 2".

Posdata: La imperdonable ausencia de imágenes en ambos lados, a base de tijera bruta, obedece a alguna causa de reciclaje que, ahora mismo, no recuerdo claramente (aunque puede distinguirse el nombre de Linnea Quigley, lo que significa que la carpeta también luciría cierto erotismo barriobajero).


MENCIONES ESPECIALES:

Las dos carpetas que siguen se alejan un poco del grupo. Una por temática y otra por fabricación. Pero merecen estar aquí... entre otras cosas porque, en fin, son las que faltaban para completar el repaso… y porque me sale de los cojoncillos.


El punk rock como temática ha salido ya alguna vez, tímidamente, a lo largo de este periplo, pero realmente no se impuso hasta mediados de los años 90.
Pal caso tenemos a Jayne/Wayne County (el travesti punk del Nueva York originario que hacía poco había visto “live”). Una ilustración extraída de un número de la revista "Vibraciones" del año 77. En esa época era muy fan (y mantenía relación epistolar) con el grupo "Wat Tyler" y a falta de alguna imagen más representativa, utilicé esa del bailarín tirolés. A su lado, la pegata número uno de mi fanzine "Suburbio", y el nombre de una banda que desentonaba un poco en el conjunto (de ahí que su presencia fuese tan poco llamativa), los militantes "Crass". A su lado, un dibujo muy especial de John Holmstrom, el famoso padre de la revista "Punk Magazine" y portadista de "Ramones". En medio, y ahí luciendo a lo grande, la que era mi banda absolutamente favorita, "The Lurkers". Justamente, el tipo con el perro y la bandera es Arturo Bassick, que en aquellos tiempos lo lideraba.
Retornamos a la parte baja, extremo izquierda, y descubrimos la pegatina número dos de "Suburbio".
A su lado, el logo de los mediocres "Chelsea", "Sham 69" (y no entiendo muy bien el motivo de que estén ahí) y la divertida imagen macarra de uno de los integrantes de "Spider Babies", grupo de garaje cazurro.



Y estos, pues no necesitan presentación.
A día de hoy dudo mucho que los "Toy Dolls" fueran genuino punk. Siempre he visto a su líder, Olga, como un currante que se disfraza cuando toca y luego vuelve a la normalidad de su rutinaria existencia. Pero eso no quita que, en sus buenos tiempos, los "Toy Dolls" me ENCANTABAN y, de hecho, en cierto modo fueron los culpables de mi afición al punk rock. Así que merecían un lado entero de la carpeta para ellos solos... y más con una imagen tan ideal como la de este single de su divertida canción "James Bond lives down our street".


A esta, obviamente, lo que le tengo es mucho cariño, tratándose como se trata de merchandising oficial surgido a raíz del estreno del legendario "Superman" de Richard Donner con Christopher Reeve. Comprado en la época, se entiende. Sorprendentemente ha durado en bastante buen estado hasta nuestros días. Tengo algunos amigos completistas del personaje que han demostrado interés en hacerse con ella guita mediante, pero de momento prefiero conservarla.

jueves, 20 de diciembre de 2018

D.O.A.

La diferencia vende. Los anuncios -especialmente los de coches- se pasan el día dándonos la murga con lo guay que es ser diferente de los demás. Y en los realitys de la televisión vemos auténticos esperpentos obsesionados con "no ser como el resto" a base de vestimentas y peinados ridículos o poses vergonzantes que no ocultan su verdadera condición. Muchos olvidan que la diferencia no está en el disfraz que luzcas, está dentro de uno. Lo eres o no lo eres. Punto. Y eso no tiene nada que ver con hacerse el extravagante. Total, después de todo formar parte de la normalidad tampoco es tan malo. Y es este un drama que, sobre todo, cala en la juventud, siempre tan perdida y confusa, buscando donde encajar y destacar. Parece un mal muy de los tiempos tecnológicos que vivimos, pero la verdad es que ha sido así desde que el hombre es hombre. Y el documental del que hablaré a continuación lo atestigua.
Su director, Lech Kowalski, seguramente es el único documentalista que guarda una genuina sensibilidad punk, por llamarla de alguna manera. Algunos de sus trabajos lo demuestran: "Hey! Is Dee Dee Home?" (sobre Dee Dee Ramone), "The Boot Factory" (sobre una fábrica de botas comandada por punks), "Born to Lose: The Last Rock and Roll Movie" (sobre Johnny Thunders) e "Historia de un junkie", docuficción explotada de forma equivocada -para variar- por Troma y que llegó a nuestro país vídeo mediante.
A finales de los 70, Kowalski estaba fascinado con aquella explosión de color, actitudes provocativas y rock and roll crudo a la que llamaban punk. Y quería inmortalizarla. Así que pilló varias cámaras de 16mm y, con el apadrinamiento de la revista para porreros "High Times", decidió seguir al grupo estrella del "movimiento" durante un tour por Estados Unidos -y que sería el de su despedida-, los "Sex Pistols". No solo filmaría a estos en acción, también a sus fans. Una puntual visita al supuesto origen del fenómeno -Londres- pondría la guinda. Lástima que, por lo visto, en esos tiempos el estadounidense Kowalski no considerara el hecho histórico de que el gen del punk se había originado en su propia tierra. Los ingleses simplemente lo habían adoptado, hecho más grande, más llamativo, pero también menos honesto, puro y genuino. Para cuando se rodó "D.O.A." (nada que ver con el legendario combo Canadiense), el punk era ya una moda totalmente impuesta a la que cualquier jovencito se apuntaba. ¿Por qué?, porque era lo "cool", era lo que había que hacer si pretendías personificar la ansiada y deseada diferencia de la que hablaba antes, aunque la compartieras con miles de chavales igual de ¿diferentes? que tu. Todos luciendo la misma estética, haciendo la misma música y soltando las mismas proclamas. Si has visto tantos documentales sobre punk como yo, te sabrás los tópicos recurrentes de memoria: La fanfarria pseudo profunda que esputan los intelectuales, la verborrea fácilmente ofendida de adultos, el lloriqueo de los jóvenes sin trabajo, sin rumbo y mucho tiempo libre y una interminable ristra de bandas mediocres encabezonadas en imitar a los "Sex Pistols". Porque aquello del "hazlo tú mismo" o "cualquiera puede, no necesitas ser un virtuoso" está muy guay, pero solo un rato. Al final las bandas que suenan como mierda son, eso, mierda. Y en "D.O.A." hay unas cuantas de ellas, destacando sin duda ese terrible grupo de melenudos caóticos luciendo un imperdible gigantesco o aquel otro con el cantante disfrazado de monja. Eso era el punk para los ignorantes que se habían subido al carro esperando alguna clase de beneficio: Hacer el payaso y escandalizar ingenua y patéticamente.
Y es que no hay documento visual sobre el punk que no desperdicie película contando las vivencias de un "punk cualquiera", un chavalillo que pasea por descampados, gasta una actitud apática, dice que no hay futuro y se sabe de carrerilla y sin pestañear el manual del buen punki. Tal y como yo lo veo, esos tipos solo son poseurs, hypsters del momento, peña que se apuntaba a la tendencia porque era la que más ruido hacía y salía en los medios sensacionalistas. Superada la moda, desaparecen sin dejar rastro.
Si algo abunda en "D.O.A." es pose. Muuuucha pose. Raro es el chaval que no se sitúa frente a las cámaras de Kowalski para poner la mueca de rigor, lucir el disfraz, escupir, insultar e ir de chungo, todos siguiendo a rajatabla los dogmas de esa nueva tendencia en la que encajar a cualquier precio. Incluso sacrificando dignidad y personalidad. Un auténtico festival de patetismo cuyo cenit lo pone el caricato de Sid Vicious, el monito de feria oficial del punk que protagoniza junto a su pareja Nancy las imágenes que han dado algo de inmortalidad a "D.O.A.", aquellas en las que les vemos pasados de rosca, totalmente ciegos e incapaces de -en el caso del bajista- articular palabra sin quedarse sopa.
En el aspecto positivo destacar las puntuales actuaciones de "X-Ray Spex", "Generation X", "Dead Boys", unos curiosos "Sham 69" y que los "Sex Pistols" suenan más crudos e intensos que nunca (no es una banda que me guste especialmente, pero debo reconocer que aquí molan más de lo habitual). Inevitablemente, los 16mm, la cámara tambaleante que no para quieta y el tufo "retro" de todo ello le otorga un encanto extra a "D.O.A.". Lech Kowalski logra aproximarnos al punk como moda insustancial más que ningún otro documento, consigue que formemos parte de ello, lo entendamos, y también que nos demos cuenta del poco sentido que tuvo una vez superado su auge. El punk murió cuando le tocaba morir y ahí tendría que haberse quedado. Todo lo que vino después es y ha sido un chiste alargado y mal contado. Divertido, sí. Disfrutable, también. Pero lejos del verdadero espíritu con el que nació.
Como dato final, comentar que la tipografía de los créditos se la debemos a un "viejo conocido", John Holmstrom, co-fundador de la mítica "Punk Magazine".