Corría primera mitad de los noventa. Ingenuamente interesado por el, en brevísimo sobreexplotado y desvirtuado, "cine independiente norteamericano", andaba muy enganchado a lecturas como la revista "Film Threat", directores del calibre de Alex Cox (que era inglés, sí, pero ya me comprenden) o Amos Poe y la siempre recurrente, cinematográficamente hablando, estética urbana y decadente transitada por perdedores errantes en busca de una oportunidad. Por eso mismo, el día que leí sobre "Profetas de la carretera" ("Roadside Prophets" 1992) en la mentada publicación, comencé a sentir tembleques. Escrita y dirigida por Abbe Wool, quien había sido pareja sentimental de Alex Cox y es co-autora del guion de la discutible "Sid & Nancy", protagonizada por John Doe (nombre real: John Nommensen Duchac, y anda que no suena bien), actor, cantante y guitarra + bajista de la seminal banda punk "angelina" "X", y, peliculeramente hablando, con toda la pinta de encajar en aquello que ansiaba consumir: Joe, motero de buen corazón, se hace amigo de otro, Dave, recién incorporado a su gris curre en una fábrica. Durante un visita al bar, este le habla de un casino maravilloso donde uno se hace rico y tiene acceso a tías estupendas, situado concretamente en el legendario Eldorado, así todo junto (lugar al que Richard Driscoll dedicó una película entera) Justo entonces, Dave muere electrocutado mientras juega a los marcianitos. A partir de ahí, Joe decide llevar sus cenizas hasta ese supuesto paraíso. Embarcarse en un viaje incierto para localizarlo. Naturalmente, ello desembocará en uno de los formatos predilectos por el cine "indie": la "road movie" de ambientación desértica, con inevitable tufo a "Easy Rider" y, sobre todo, "Paris, Texas", que en "Roadside Prophets" se ve referenciada al incluir al prota de aquella, Harry Dean Stanton, en la banda sonora.
Sin embargo, centrarse en esos datos sería quedarse muy corto. Porque hay mucho, mucho más. "Roadside Prophets" se deja ver, no diré lo contrario, pero al carecer de genuina trama -solo es una acumulación de escenas, en las que el protagonista va conociendo personajes peculiares y viviendo situaciones igualmente nada convencionales- termina siendo un poco coñazo. Esto lo sé ahora, que por fin he tenido oportunidad de verla, porque, aunque sí llegó a España, o nunca la localicé en mis vídeo-clubs (raro considerando que la distribuía MGM) o para entonces todo mi interés se había evaporado, cosa perfectamente posible.
Lo realmente divertido del visionado ha sido, pues eso, ir reconociendo nombres, caras, voces y demás. Un juego que, opino, a poco que sean ustedes unos cinéfilos medianamente curiosos, e interesados por cierta subcultura o contra-cultura a la que el film apela completamente, disfrutarán.
Pero comencemos por el principio, la directora y guionista Abbe Wool. Asumo que "Roadside Prophets" no funcionó ni medianamente, porque jamás retomó las tareas de dirección, limitándose a formar parte de los equipos técnicos en un porrón de títulos más que variados, hasta 2014. Luego desapareció.
El productor, Peter McCarthy, tampoco era manco. Debutó junto a Alex Cox en "Repo Man". Siguió con "No me grites que ya te veo" (vehículo para John Cusack y Tim Robbins en plan pareja cómica), "Voy a por ti" (la "célebre" parodia del "blaxploitation" cortesía de Keenen Ivory Wayans) y lo probó en la dirección. Suyas son "Floundering" (otra con pinta de encajar a la perfección en el molde noventero del cine "indie") o "Death & Taxes" (que puso fin a su carrera en el fatídico 2014). Aunque el ejemplo más raro lo tenemos con "Motín en el planeta prisión", neo-western futurista a mayor gloria de Michael Paré que, por una serie de conflictos varios, McCarthy se vio obligado a co-dirigir.
Justo, en esta última localizamos al director de fotografía de la reseñada, Tom Richmond, ejerciendo como tal. No sorprende que, igualmente, terminaría colaborando con Alex Cox... pero sí nos deja ojipláticos descubrir en su filmografía títulos del "calibre" de "Hard Rock Zombies", "Kill Bots" o "Amityville IV: La fuga del diablo". Un jefe.
"Roadside Prophets" pertenece al catálogo de "New Line Cinema", todavía interesados en apoyar un cine bastante más minoritario a pesar de llevar poco menos de una década petándolo gracias al fenómeno Freddy. Y si la "New Line" de los noventa andaba de por medio, también lo hacía su presidente Bob Shaye. Y quien dice Bob Shaye, dice Lin Shaye, hermana y actriz "nepotista" (hoy día popular por su recurrente rol en la saga "Insidious") que, pal caso, interpreta a una mujer sidosa casada con un hombre canceroso.
Más nombres curiosos: Timothy Leary, famoso defensor de las drogas alucinógenas (quien, graciosamente, se marca un discurso anti-drogas duras), David Carradine pegándose el gusto de cantarnos una canción propia (no olvidemos que darle al estribillo y las cuerdas era su otra gran pasión. Tal vez la primera), John Cusack como alocado revolucionario tuerto, Arlo Guthrie (hijo de famoso cantautor Woody Guthrie), un joven Don Cheadle, el eterno secundario Stephen Tobolowsky y Adam Horovitz, más conocido como uno de los "Beastie Boys" (bajo el nombre de Ad-Rock) Lo cierto es que co-protagoniza el film junto a John Doe en el rol de un chaval desquiciado que, básicamente, persigue al protagonista desesperado por encontrar a sus desaparecidos progenitores. Lo he relegado a este rincón por una cuestión de gustos personales: su personaje resulta de lo más cargante, irritante y agobioso. A mi juicio, uno de los aspectos más flojos del largometraje.
En un momento dado, la pareja aterriza en un pub donde un grupo "lounge" de lo más hortera ("Too Free Stooges") toca una canción romántica. Uno de sus componentes es el omnipresente Flea (de larga y lustrosa carrera musical y cinematográfica) Junto a él dos "crooners", encarnados por un par de personajes sumamente apetitosos. Dick Rude, uno de los más mejores amigos de Alex Cox, actor en sus primeras películas y co-guionista de "Directos al infierno" y Manny Chevrolet, una especie de showman / humorista de segunda. Se convirtió en habitual de la realizadora de video-clips y cortometrajes Modi, una pava surgida del punk que asistió a Penelope Spheeris en el rodaje de "The Decline of Western Civilization", "Los tachuelas" y "Hollywood Vice Squad", donde tenía un papelito junto a su padre, y actor secundario de carácter Ben Frank (pueden verlo también en "Yo soy la justicia") Esa faceta de actriz la continuó explotando para el SOV de culto "Dark Romances" y el célebre punk-film superochero "Lovedolls Superstar" de Dave Markey. Hizo buenas migas con Exene Cervenka, cantante de los mismos "X" donde pululaba John Doe (él y Exene eran pareja), pariendo a pachas el guion de "Bad Day", cortometraje rodado en super 8 a modo de western de espíritu cómico que contaba en el reparto con el mismo Doe y nada menos que Kevin Costner. Así, Modi debutaba como directora. Aunque seguidamente pasaría a centrarse en el videoclipismo, de vez en cuando volvía a las pequeñas ficciones -siempre currando bajo el nombre de su productora "Modivation"- Muchas de ellas vehículos de lucimiento para, justo, Manny Chevrolet (compartiendo plano con otro de los habituales de Modilandia, Henry Rollins) "Rosa Mi Amor" fue el que lo petó más, llevándose varios premios en sendos festivales. Tal vez alguno de ustedes recuerde el monográfico que el programa de "cultura alternativa" del segundo canal de TVE, "Metrópolis", le dedicó a la chica. Tras aquel pequeño subidón, Manny Chevrolet intentó pasarse a la política sin mucho éxito. Y Modi, viendo el aparente fin del negocio musical con la llegada de "Napster", se piró a Texas, fue mamá y abrió una tienda de temática "vintage". Dice que anda currando en una serie formato "streaming", así que no ha dejado del todo las cámaras. Curiosos, pueden visitar su página web.
Efectivamente, la reseña de "Roadside Prophets" era una excusa para hablar de ella.
Pero volvamos al film de Abbe Wool, en plan colofón.
Como ya supondrán a estas alturas, la música tiene un papel preponderante. Aparte de la presencia de los ya mentados Exene Cervenka y John Doe marcándose un par de canciones, localizamos a -inevitablemente- "Beastie Boys", Gary U.S. Bonds, "The Pogues" o "Pray for Rain" -encargándose de la fanfarria incidental-, estos dos últimos muy presentes en el cine de Alex Cox. Aunque, a mi gusto, la guinda la tenemos al final, con una copla bastante guapa canturreada por la reconocible voz rasposa de Keith Morris, vocalista de los míticos "Circle Jerks" -otros Coxistas convencidos- que, pal caso, se parapeta tras el nombre grupal de "Bug Lamp". No es el único "Jerk" que rula por la banda sonora, Zander Schloss, bajista de aquellos, también participa.
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sábado, 29 de junio de 2024
martes, 25 de noviembre de 2025
VEGAS PARTY
“Vegas Party” es un título inventado por los distribuidores españoles sin mucha razón de ser. Tampoco la tiene que a esta película se la conozca de dos modos distintos fuera de nuestras fronteras —y cualquiera es mejor que el que le pusieron aquí—. “Vegas Baby” es el título con el que se estrenó la película en salas de Reino Unido y Australia. Uno que los distribuidores americanos tenían guardado en la manga hasta que no le vieron rentabilidad a la película en su estreno europeo y, en consecuencia, decidieron que en los USA era mejor lanzarla directa a vídeo. Así, maniobraron de forma no del todo honesta, y tiraron por la borda lo de “Vegas Baby” para ponerle uno que, por lo menos, les permitiera vender muchos DVDs; “Bachelor Party Vegas”. ¿Posible intención de los distribuidores? que el público la tomara por una secuela de “Despedida de soltero”. Pero en 2006 el personal ya no era tan ingenuo como para picar con una estratagema de esa clase.
En España, que se editó igualmente solo en vídeo, se tituló “Vegas Party”. Ni tan siquiera hubo imaginación para explotar un poco el asunto bautizándola, por ejemplo, “Despedida de soltero 3: Ahora en Las Vegas”. Por lo menos su mera existencia hubiera tenido más gracia.
Y aunque parezca una mera consecuencia de “Resacón en Las Vegas", en realidad esta película es unos años anterior, de 2006, y en todo caso sería deudora de la moda sobre películas de despedidas de soltero de la que fue víctima la década de 00, e iniciada por la estupenda “Juerga de solteros” que, a su vez, existe como consecuencia de aquella obra maestra de las “bachelor movies” como es la anteriormente mencionada "Despedida de soltero".
La cosa es sencilla: Un grupo de amigos se van a Las Vegas a celebrar la despedida de uno de ellos, y bajo cumplimiento de las normas de las mismas —que vienen a ampliar el dicho americano “lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”— la intención de estos es desfasar lo máximo posible, hasta los límites de la legalidad. Así, se convertirán en los principales sospechosos de un asesinato cometido en el rodaje de una película porno. Lo común y corriente en este tipo de películas, de no ser por un estúpido giro argumental durante los últimos cinco minutos que no se puede desvelar. Por supuesto, al final del evento se lanza un discursito enarbolando la amistad y los valores, como solo los americanos saben hacer.
Por una serie de burocracias, a pesar del despliegue y lo —más o menos— enrevesado de la trama, tan solo le concedieron al equipo 16 días para rodar la película, un tiempo más que ajustado para una producción de estas características, pero la producción salió a flote y fue terminada.
Floja. No llega a aburrir pero una vez concluso el visionado el espectador se queda con la sensación de no haber visto nada. Intrascendente. Sosa. Ver y olvidar.
Aunque en las “bachelor movies” genéricas suele haber individuos de todas las edades, en “Vegas Party” los protagonistas son jovencitos, veinteañeros, lo que permite que la película contenga situaciones propias de las “teen sex comedies” y, por tanto, el elenco esté cuajado de rostros populares del cine adolescente de la década de dos mil. Así, Kal Penn lleva la batuta adjudicándose las secuencias de calado más cómico, secundado por otros habituales, pero menos populares, como Jonathan Bennet, Donald Faison, Charlie Talbert y Aaron Hilmelstein.
En la parte adulta, Jaime Persly, musa de la comedia “teen” de aquellos años, aquí se interpreta a sí misma en una simpática colaboración en la que, igualmente, se la presenta como musa de la comedia “teen” (valgan todas las redundancias). Diminuto sería el papel que nos ofrece Vincent Pastore, al que todos hemos visto en films como “Uno de los nuestros” y el toque erótico-escatológico lo pone la inconmensurable hermana del productor Robert Shaye, Lin Shaye, haciendo de una stripper muy deudora de lo que ya hiciera con los hermanos Farrelly en “Vaya par de idiotas”.
Para Eric Bernt, guionista de los mayores bodrios que se puedan imaginar (“Los Inmortales: Juego final” entre otros), “Vegas Party” sería su única película como director.
En España, que se editó igualmente solo en vídeo, se tituló “Vegas Party”. Ni tan siquiera hubo imaginación para explotar un poco el asunto bautizándola, por ejemplo, “Despedida de soltero 3: Ahora en Las Vegas”. Por lo menos su mera existencia hubiera tenido más gracia.
Y aunque parezca una mera consecuencia de “Resacón en Las Vegas", en realidad esta película es unos años anterior, de 2006, y en todo caso sería deudora de la moda sobre películas de despedidas de soltero de la que fue víctima la década de 00, e iniciada por la estupenda “Juerga de solteros” que, a su vez, existe como consecuencia de aquella obra maestra de las “bachelor movies” como es la anteriormente mencionada "Despedida de soltero".
La cosa es sencilla: Un grupo de amigos se van a Las Vegas a celebrar la despedida de uno de ellos, y bajo cumplimiento de las normas de las mismas —que vienen a ampliar el dicho americano “lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”— la intención de estos es desfasar lo máximo posible, hasta los límites de la legalidad. Así, se convertirán en los principales sospechosos de un asesinato cometido en el rodaje de una película porno. Lo común y corriente en este tipo de películas, de no ser por un estúpido giro argumental durante los últimos cinco minutos que no se puede desvelar. Por supuesto, al final del evento se lanza un discursito enarbolando la amistad y los valores, como solo los americanos saben hacer.
Por una serie de burocracias, a pesar del despliegue y lo —más o menos— enrevesado de la trama, tan solo le concedieron al equipo 16 días para rodar la película, un tiempo más que ajustado para una producción de estas características, pero la producción salió a flote y fue terminada.
Floja. No llega a aburrir pero una vez concluso el visionado el espectador se queda con la sensación de no haber visto nada. Intrascendente. Sosa. Ver y olvidar.
Aunque en las “bachelor movies” genéricas suele haber individuos de todas las edades, en “Vegas Party” los protagonistas son jovencitos, veinteañeros, lo que permite que la película contenga situaciones propias de las “teen sex comedies” y, por tanto, el elenco esté cuajado de rostros populares del cine adolescente de la década de dos mil. Así, Kal Penn lleva la batuta adjudicándose las secuencias de calado más cómico, secundado por otros habituales, pero menos populares, como Jonathan Bennet, Donald Faison, Charlie Talbert y Aaron Hilmelstein.
En la parte adulta, Jaime Persly, musa de la comedia “teen” de aquellos años, aquí se interpreta a sí misma en una simpática colaboración en la que, igualmente, se la presenta como musa de la comedia “teen” (valgan todas las redundancias). Diminuto sería el papel que nos ofrece Vincent Pastore, al que todos hemos visto en films como “Uno de los nuestros” y el toque erótico-escatológico lo pone la inconmensurable hermana del productor Robert Shaye, Lin Shaye, haciendo de una stripper muy deudora de lo que ya hiciera con los hermanos Farrelly en “Vaya par de idiotas”.
Para Eric Bernt, guionista de los mayores bodrios que se puedan imaginar (“Los Inmortales: Juego final” entre otros), “Vegas Party” sería su única película como director.
sábado, 6 de junio de 2020
SESIÓN DOBLE: THE WRETCHED (MADRE OSCURA) + DREAMKATCHER
Un jovenzuelo acude a pasar el verano a casa de su padre y, de paso, ayudarle en el negocio de alquiler de lanchas del que es dueño. La mala fortuna hará que se implique en un siniestro caso de brujería cuando una vecina sea poseída por un ente maligno que habita el bosque y al que le encanta devorar niños. Luchará contra viento y marea, y la incredulidad general, en parte motivada por la misma bruja y sus poderes, para detener a esta y evitar sus malas artes.
DREAMKATCHER: Una familia se instala a vivir en una casa en medio del campo. Una donde la difunta esposa del padre fue en el pasado asesinada a hachazos por un niño. ¡Ya son ganas!. Y claro, pasa lo que pasa, que un terrorífico ente que habita el bosque contiguo tiene intención de poseer al crío del clan para que repita la hazaña.
De entrada la trama nos invita a suponer que vamos a ver lo de siempre. Y sí, en cierto modo es exactamente así. Lo que pasa es que, al estar bien contado, haciéndolo medianamente interesante, no nos aburrimos demasiado. Incluso nos metemos en la historia, a pesar de su evidente previsibilidad. Y de este modo tan positivo terminaría la reseña si no fuese porque, llegado el clímax final, parece que sus responsables no saben cómo terminar. Lían la troca, nos cuelan escenas muy torpes y todo concluye del modo más deslucido y poco inspirado posible. Una pena. Ello no implica que, a pesar de los pesares, "Dreamkatcher" sea bastante digerible. La presencia en el reparto de Radha Mitchell y Henry Thomas contribuyen a ello. Mientras que la de Lin Shaye y Joseph Bishara aclaran las ya de por sí muy evidentes influencias. Hurgando en ambas filmografías localizamos una ralea de clarificadores títulos: saga "Insidious", saga "Expediente Warren", saga "Annabelle" y sendos refritos de estas como "El otro lado de la puerta", "Ouija: el origen del mal" o "La llorona". Más claro, el agua.
martes, 17 de septiembre de 2024
LIVING WITH CHUCKY
La de “El muñeco diabólico” es una franquicia que, con sus altibajos, a día de hoy sigue siendo más o menos rentable. O al menos lo suficiente como para que no se deje de dar por saco con el Chucky de los cojones. Así, y tras el fracaso que supuso la quinta entrega de la saga, “La semilla se Chucky”, probablemente la más excesiva y loca de cuantas películas se han rodado en torno al personaje, los estudios le dijeron a Don Mancini, ideólogo y creador del muñeco asesino, que sí quería seguir haciendo películas sobre un personaje que ya no daba dinero, debería reducir sus presupuestos hasta el punto de obtener lo justo para que las dos últimas secuelas sean concebidas directas a vídeo. Pero ahí no se terminó la cosa… pronto vinieron el remake y la serie de televisión.
Y como la franquicia de “Viernes 13” tiene su megadocumental de ¡siete horas!, “Crystal Lake Memories”, y la de “Pesadilla en Elm Street” también, “Never Sleep Again”, pues el muñeco diabólico no podía ser menos y nos llega su megadocumental de… hora y media. Bien, en principio.
Y “Living with Chuky” copia en cierto modo la estructura de aquellos, con entrevistas a miembros del equipo de la mayoría de las películas (Brad y Fiona Dourif, Don Mancini, Alex Vincent...), fans e incluso celebridades que no vienen a cuento y nos hablan de sus películas como si estas tuvieran que ver con las del universo de Chucky (como el caso de Lin Shaye, cuya presencia siempre es agradecida, pero no se que hace aquí hablando de su experiencia en “Insidous”). Pronto vemos que algo falla, porque, aunque se cuentan anécdotas interesantes y se dan datos de producción, respecto a alguna de las siete películas, “Muñeco diabólico 3” por ejemplo, no es que se pase de puntillas, es que prácticamente se las ignora. Y es que como el documental está dirigido por Kyra Elisa Gardner, la hija de Tony Gardner, marionetista y técnico de FX de la saga desde la tercera entrega, parece como si pretendiera quitarse de encima la parte formal del documental para centrarse en el impacto del personaje cuando este es, prácticamente, un miembro más de tu familia. A partir de ahí, la película se centra en lo que tanto la directora como Fiona Dourif, hija de Brad Dourif -la voz habitual de Chucky-, tengan que decir al respecto. Así, la cosa pasa a convertirse en una declaración de amor al padre, a la familia y el cómo afectó a sus vidas la existencia de Chucky.
Bueno, está bien que no se trate de un intento de documental al uso, pero que quieren que les diga, a mí las impresiones, miedos y anhelos de estas dos hijas de papá, me interesan de poco a nada. Y en lo referente al repaso de las películas, como les digo, se queda flojo.
Así que, en fin, poca cosa más. Igual la culpa es mía por dar por supuesto de que se trataba de uno de esos documentales tan técnicos.
Y como la franquicia de “Viernes 13” tiene su megadocumental de ¡siete horas!, “Crystal Lake Memories”, y la de “Pesadilla en Elm Street” también, “Never Sleep Again”, pues el muñeco diabólico no podía ser menos y nos llega su megadocumental de… hora y media. Bien, en principio.
Y “Living with Chuky” copia en cierto modo la estructura de aquellos, con entrevistas a miembros del equipo de la mayoría de las películas (Brad y Fiona Dourif, Don Mancini, Alex Vincent...), fans e incluso celebridades que no vienen a cuento y nos hablan de sus películas como si estas tuvieran que ver con las del universo de Chucky (como el caso de Lin Shaye, cuya presencia siempre es agradecida, pero no se que hace aquí hablando de su experiencia en “Insidous”). Pronto vemos que algo falla, porque, aunque se cuentan anécdotas interesantes y se dan datos de producción, respecto a alguna de las siete películas, “Muñeco diabólico 3” por ejemplo, no es que se pase de puntillas, es que prácticamente se las ignora. Y es que como el documental está dirigido por Kyra Elisa Gardner, la hija de Tony Gardner, marionetista y técnico de FX de la saga desde la tercera entrega, parece como si pretendiera quitarse de encima la parte formal del documental para centrarse en el impacto del personaje cuando este es, prácticamente, un miembro más de tu familia. A partir de ahí, la película se centra en lo que tanto la directora como Fiona Dourif, hija de Brad Dourif -la voz habitual de Chucky-, tengan que decir al respecto. Así, la cosa pasa a convertirse en una declaración de amor al padre, a la familia y el cómo afectó a sus vidas la existencia de Chucky.
Bueno, está bien que no se trate de un intento de documental al uso, pero que quieren que les diga, a mí las impresiones, miedos y anhelos de estas dos hijas de papá, me interesan de poco a nada. Y en lo referente al repaso de las películas, como les digo, se queda flojo.
Así que, en fin, poca cosa más. Igual la culpa es mía por dar por supuesto de que se trataba de uno de esos documentales tan técnicos.
sábado, 28 de diciembre de 2019
DEAD END: ATAJO AL INFIERNO
Recuerdo perfectamente cuando "Dead End: Atajo al infierno" se estrenó en salas. Venía de su recorrido festivalero con un "hype" que la encumbraba como una película de terror original y creativa, la nueva esperanza del género. Ansioso pasé por el vídeo-club y la alquilé. La decepción fue máxima. Me pareció malísima. Y no entendí a qué venía tanto rollo. Hace unos días la recordé por algún motivo. Y tuve uno de esos arrebatos de "A lo mejor, si la veo ahora, libre de expectativas y prejuicios, la disfruto más". Así que la busqué, la bajé y consumí.
Una familia + el novio de la hija recorren la carretera en automóvil. Se dirigen a casa de la abuela para celebrar la noche buena. En eso que el padre se duerme y están apunto de matarse... pero se libran por los pelos. A partir de tan fatídico instante, comenzarán a pasar cosas muy raras, como la aparición de una mujer vestida de blanco acarreando un bebé muerto y un coche negro que se irá llevando uno por uno a los miembros del clan, cada vez más enloquecidos.
Reitero mis pensamientos originales, "Dead End" es bastante mala. Presupongo que como consumidores de cine de género, habrán pillado a la primera de qué va el percal. Pero por si acaso hay algún lento por ahí, no entraré en detalles. Simplemente diré que el humor es su punto más flojo. Absolutamente simplón y sin ingenio ni gracia algunos. Especialmente cuando es manejado por unos personajes irritantes e insufribles, siendo el hijo adolescente el peor de todos. De verdad, hacía años que no deseaba tanto ver muerto a alguien en una película.
A todo ello sumen un sentido del delirio totalmente tontaina, creado a base de vomitar las ideas más absurdas sobre el guion de forma incoherente esperando que confundan al espectador. Le dejen mal cuerpo. Y sí, lo consiguen, pero no del modo que creen sus artífices. Se trata, simplemente, de que el resultado final es agotador por malo. Aquellos responden a los nombres de Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa, franchutes de nacimiento que, básicamente, no han hecho nada más a lo largo de sus carreras. Cosa completamente comprensible dadas las circunstancias. Tuvieron su gran oportunidad de meter un pie en el mercado yanki y la cagaron en plan estratosférico. Especialmente cuando parece que quieran complacer a la audiencia de allí, americanizando la guasa y el sentido del delirio, simplificándolo, directo para lerdos.
En el reparto destacan el carismático Ray Wise y una insoportable y asesinable Lin Shaye.
Naturalmente, hoy día nadie se acuerda de "Dead End: Atajo al infierno". NADIE. La supuesta gran película que iba a cambiar el panorama del terror ha sido total y justificadamente olvidada. Y si me regodeo en ello es porque, sí, me recuerda a mucho de lo que hoy día pasa con una innumerable ristra de títulos (Ejemplos: "Babadook", "It Follows", "Hereditary", "Mandy", "Bliss", etc). Aficionados, festivales y medios de dudosa catadura, ansiosos por encontrar el nuevo clásico -y decir que ellos lo vieron primero-, se pasan el día esputando maravillas de cualquier cosa de género que se estrene, se flipan inventando palabrotas rimbombantes para decir lo cojonudas que son. Las tildan de obra maestra. Luego, pues pasa lo que pasa. Na de na. Parecen no entender que estas movidas no se dan de un día para otro. Es el tiempo el que dictamina si una película merece ser recordada como algo genuinamente innovador, fresco y estupendo.
En el caso de "Dead End" el dictamen está más que claro.
Una familia + el novio de la hija recorren la carretera en automóvil. Se dirigen a casa de la abuela para celebrar la noche buena. En eso que el padre se duerme y están apunto de matarse... pero se libran por los pelos. A partir de tan fatídico instante, comenzarán a pasar cosas muy raras, como la aparición de una mujer vestida de blanco acarreando un bebé muerto y un coche negro que se irá llevando uno por uno a los miembros del clan, cada vez más enloquecidos.
Reitero mis pensamientos originales, "Dead End" es bastante mala. Presupongo que como consumidores de cine de género, habrán pillado a la primera de qué va el percal. Pero por si acaso hay algún lento por ahí, no entraré en detalles. Simplemente diré que el humor es su punto más flojo. Absolutamente simplón y sin ingenio ni gracia algunos. Especialmente cuando es manejado por unos personajes irritantes e insufribles, siendo el hijo adolescente el peor de todos. De verdad, hacía años que no deseaba tanto ver muerto a alguien en una película.
A todo ello sumen un sentido del delirio totalmente tontaina, creado a base de vomitar las ideas más absurdas sobre el guion de forma incoherente esperando que confundan al espectador. Le dejen mal cuerpo. Y sí, lo consiguen, pero no del modo que creen sus artífices. Se trata, simplemente, de que el resultado final es agotador por malo. Aquellos responden a los nombres de Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa, franchutes de nacimiento que, básicamente, no han hecho nada más a lo largo de sus carreras. Cosa completamente comprensible dadas las circunstancias. Tuvieron su gran oportunidad de meter un pie en el mercado yanki y la cagaron en plan estratosférico. Especialmente cuando parece que quieran complacer a la audiencia de allí, americanizando la guasa y el sentido del delirio, simplificándolo, directo para lerdos.
En el reparto destacan el carismático Ray Wise y una insoportable y asesinable Lin Shaye.
Naturalmente, hoy día nadie se acuerda de "Dead End: Atajo al infierno". NADIE. La supuesta gran película que iba a cambiar el panorama del terror ha sido total y justificadamente olvidada. Y si me regodeo en ello es porque, sí, me recuerda a mucho de lo que hoy día pasa con una innumerable ristra de títulos (Ejemplos: "Babadook", "It Follows", "Hereditary", "Mandy", "Bliss", etc). Aficionados, festivales y medios de dudosa catadura, ansiosos por encontrar el nuevo clásico -y decir que ellos lo vieron primero-, se pasan el día esputando maravillas de cualquier cosa de género que se estrene, se flipan inventando palabrotas rimbombantes para decir lo cojonudas que son. Las tildan de obra maestra. Luego, pues pasa lo que pasa. Na de na. Parecen no entender que estas movidas no se dan de un día para otro. Es el tiempo el que dictamina si una película merece ser recordada como algo genuinamente innovador, fresco y estupendo.
En el caso de "Dead End" el dictamen está más que claro.
sábado, 22 de octubre de 2022
TRAICIÓN SIN LÍMITE
Hace ya días que vi esta película y mi intención quedaba lejos de reseñarla. No sé, será cosa de los calores (es decir, estoy escribiendo esto en pleno verano, aunque no tengo ni idea de cuando lo leerán ustedes) Sin embargo, fueron pasando las jornadas y no me la sacaba de la cabeza. Ni a la peli, ni a la "obligación moral" de decir alguna sandez sobre ella. ¿Por qué? pues porque, entre otros motivos, siendo un film de acción ochentero hasta las trancas, no suele aparecer en las respectivas listas confeccionadas por hipsters y críticos ignorantes, cosa muy injusta. Fíjense que sus productores son Mario Kassar y Andrew Vajna, papás de "Carolco" y responsables -tres escasos años antes- de "Rambo, acorralado parte 2". Fíjense que el director es un Walter Hill en plena forma, totalmente volcado en ese cine de acción masculino tan suyo. Y digo masculino, no "macho", etiqueta en la que cabrían "las otras", es decir, la mentada "Rambo", la maravillosa "Commando" y toda la ralea que las siguió. Esas sí han pasado a formar parte de la cultura popular, y se las revaloriza mucho, seguramente porque no dejan de ser tontunos divertimentos con fines palomiteros (dicho como algo extremadamente positivo). "Traición sin límite" es otro rollo (para empezar, cuenta con buenos actores, cosa que escasea en "las otras"). ¡Si hasta su título original molamil, "Extreme Prejudice"! Y, para rematar la jugada, John Milius entre los autores de la "story" original.
Digamos que la cosa va de dos tramas destinadas a entrecruzarse. Por un lado, el rudo policía y el malvado narcotraficante con una amistad forjada en el pasado (y, encima, enamorados ambos de la misma pava). Por otro, un grupo de mercenarios manejados secretamente por el gobierno con una misión. Todo hará "pum!" y nosotros lo agradeceremos.
Es indudable que "Traición sin límite" gasta una deuda más que chillona con algunos clásicos. Puesto que yo de cinéfilo tengo poco y, en general, el cine respetado y adorado por Garcis y cía me la suda, no me atrevo a meterme en semejante jardín. Alguien mentaría la camaradería propia entre hombres de Ford o Hawks. O la polvorienta ambientación de los espagueti westerns. Pero la única detectable con seguridad para estos cansados ojos (conectados a un no menos agotado cerebro) es la de Sam Peckinpah, y especialmente "Grupo Salvaje". Tanto canta, que ya en 1987 -fecha de estreno de la reseñada- se hablaba de ello en la prensa.
Lo que a mi me interesa de verdad es que la peli que consumo sea entretenida. Vibrante. Que contenga unos diálogos punzantes, perfectamente escritos, repletos de macarradas y frases lapidarias, pero facturadas con mucha clase. Y, sobre todo, tratándose de acción, lo que pido es una ingente cantidad de disparos acompañados de contundente violencia. "Traición sin límite" tiene todo eso. Los impactos de bala son sangrantes, dejando vistosas rosquillas rojas en los cuerpos. Y los momentos de andrenalina fluyen mientras te quitan la respiración. Especialmente esa matanza final brutal, intensa como ella sola, perfectamente realizada y montada. Un diez. De cuando se hacían las cosas de modo honesto, porque era lo normal. Nada forzado ni estéticamente recargado. Si a la sopa añadimos un desenlace sencillo, contundente, sin florituras, y un repartazo por el que pululan nombres como los de Nick Nolte (impagable e implacable antihéroe gélido, serio, de rostro pétreo y formidable look vaqueril), Powers Boothe (carismático villano), Michael Ironside, Maria Conchita Alonso (en un papel casi de florero, lo que es normal en una película totalmente de hombres, sudorosos y malcarados), Rip Torn, Clancy Brown (el malo de "Los inmortales" y voz original de Eugenio H. Cangrejo), William Forshyte, los hispanos Luis Contreras (habitual en las pelis de Alex Cox) y Marco Rodriguez (el villano del supermercado en "Cobra"), + un papelillo fugaz para Lin Shaye, pues entonces digo aquello de "Compro!".
Ya no se hacen como esta.
Digamos que la cosa va de dos tramas destinadas a entrecruzarse. Por un lado, el rudo policía y el malvado narcotraficante con una amistad forjada en el pasado (y, encima, enamorados ambos de la misma pava). Por otro, un grupo de mercenarios manejados secretamente por el gobierno con una misión. Todo hará "pum!" y nosotros lo agradeceremos.
Es indudable que "Traición sin límite" gasta una deuda más que chillona con algunos clásicos. Puesto que yo de cinéfilo tengo poco y, en general, el cine respetado y adorado por Garcis y cía me la suda, no me atrevo a meterme en semejante jardín. Alguien mentaría la camaradería propia entre hombres de Ford o Hawks. O la polvorienta ambientación de los espagueti westerns. Pero la única detectable con seguridad para estos cansados ojos (conectados a un no menos agotado cerebro) es la de Sam Peckinpah, y especialmente "Grupo Salvaje". Tanto canta, que ya en 1987 -fecha de estreno de la reseñada- se hablaba de ello en la prensa.
Lo que a mi me interesa de verdad es que la peli que consumo sea entretenida. Vibrante. Que contenga unos diálogos punzantes, perfectamente escritos, repletos de macarradas y frases lapidarias, pero facturadas con mucha clase. Y, sobre todo, tratándose de acción, lo que pido es una ingente cantidad de disparos acompañados de contundente violencia. "Traición sin límite" tiene todo eso. Los impactos de bala son sangrantes, dejando vistosas rosquillas rojas en los cuerpos. Y los momentos de andrenalina fluyen mientras te quitan la respiración. Especialmente esa matanza final brutal, intensa como ella sola, perfectamente realizada y montada. Un diez. De cuando se hacían las cosas de modo honesto, porque era lo normal. Nada forzado ni estéticamente recargado. Si a la sopa añadimos un desenlace sencillo, contundente, sin florituras, y un repartazo por el que pululan nombres como los de Nick Nolte (impagable e implacable antihéroe gélido, serio, de rostro pétreo y formidable look vaqueril), Powers Boothe (carismático villano), Michael Ironside, Maria Conchita Alonso (en un papel casi de florero, lo que es normal en una película totalmente de hombres, sudorosos y malcarados), Rip Torn, Clancy Brown (el malo de "Los inmortales" y voz original de Eugenio H. Cangrejo), William Forshyte, los hispanos Luis Contreras (habitual en las pelis de Alex Cox) y Marco Rodriguez (el villano del supermercado en "Cobra"), + un papelillo fugaz para Lin Shaye, pues entonces digo aquello de "Compro!".
Ya no se hacen como esta.
martes, 6 de diciembre de 2011
CHILLERAMA
La historia se centra en el mentado auto-cine, donde se reúnen los personajes principales para una última noche de pelis chungas antes del cierre. Iremos viéndolas en formato corto a lo largo del excesivo metraje. Son las que siguen:
"Wadzilla": Este tiene la suerte de ser el primero del pack, por lo que las salidas visuales graciosas que luego se repetirán hasta la saciedad aquí aún resultan algo sorprendentes y funcionan. En su contra tiene que de parodias de las monster movies de los años 50 explotando sus efectos especiales cutres y sus personajes cuadriculados se han hecho a miles y millares. Es más de lo mismo. A ratos simpático, a ratos incluso patético. Un tio toma una medicina para dar más vidilla a su esperma, con la mala suerte de que los espermatozoides le salen enormes. Uno de ellos huye, y se convierte en un monstruo gigante que lo devora todo (fabricado por los hermanos Chiodo, padres de los "Critters"). Se parece mucho a "El hombre langosta" (en lo de exagerar la cutrez de sus trucajes, a base de evidentes maquetones, muñecos e hilos sujetando juguetes) pero, sobre todo, al "Rectuma" de Mark Pirro... muy superior, by the way. Dirige (y protagoniza) Adam Rifkin, responsable de "Cero en conducta", de una peli de culto en USA titulada "The Dark Backward" y es el tio que sustituyó a Scott Spiegel y el clan Raimi en "The Nutt House".
"I was a teenage werebear": Parodia de "I was a teenage werewolf", de las pelis de amor adolescente de los años 50, los musicales y las "beach movies". Tim Sullivan, director de los dos "2001 Maniacs" (el segundo de los cuales era abominable), despliega su limitado saber hacer para parir el corto más largo y menos divertido de todos. Al "déjà vu" general se le suma un humor muy chorra y elemental y el "gay"ismo del director, que esta vez se desata por completo narrando la epopeya de un chaval -vestido en plan James Dean- que descubre que le molan más los músculos que las tetas y que se obsesiona con el "bad boy" del barrio que resultará ser un "werebear" (en lugar de "hombres lobo" tenemos "hombres oso"... ese es el mejor gag de todos). Cutre, pesada y tonta. Y no lo digo por su tirón homo, para nada, lo digo porque... bueno, porque es así.
"The diary of Anna Frankenstein": Adam Green, padre de los dos "Hatchet", era quien prometía más diversión y gore, y debo decir que, salvo el título, la cosa decepciona bastante. Hitler crea un monstruo de Frankenstein con pinta de judío quien, obvio, se volverá contra él. De todos los segmentos, este es el más "spoof" con algun acertado gag de metacine (para cazar a Hitler, el monstruo busca donde esta el final del decorado y sale), pero en general es muy limitado y previsible y, siguiendo el orden establecido, muy tonto, demasiado incluso para mi. El histrionismo de los actores y el alemán hablado (y que tiene toda la pinta de ser inventado) terminan rayando un poco.
"Deathication": Esto más que un corto es un trailer y es el que apuesta por la mayor dosis de mal gusto, a base de chistes de caca. La parodia apunta hacia el cine setentero y el italiano, y se prolonga incluso a los créditos finales.
Todo ello entrelazado por la historia que se desarrolla en el auto-cine, con amores adolescentes (buuuuh!!), muchos guiños (sobre todo a base de frases famosas sacadas de pelis míticas de los 80, citas directas a "Robocop" y "Spaceballs", mención a Simon Pegg, etc) y, cómo no, ¡zombies!... que sí, que son zombies que se masturban y mueren con un tiro en los cojones, pero son los putos zombies que el mercado demanda. Es la parte más standard del pack y se la debemos a Joe Lynch, dire de "Km. 666 II: Camino sangriento".
El reparto tiene algunas agradables sorpresas como Ray Wise, Eric Roberts, Kane Hodder (haciendo del monstruo judío), Lin Shaye o Ron Jeremy. Los cuatro directores se marcan un simpático cameo justo antes de los créditos.
Al final, lo que uno obtiene de "Chillerama" es la sensación de chiste privado, de peli casera para regocijo de quienes la han hecho y sus colegas (que trabajan en la prensa especializada y se encargarán de darle el "estatus" que no merece), pero de difícil degustación para el resto de los mortales. Eso por un lado está muy bien, pero por otro no mola si, como yo, no conectas con este mega-chiste. Lo peor es que hace muy poca gracia y todo el rato tienes la sensación de que sus responsables creen haber inventado la panacea sin darse cuenta de que otros ya lo pensaron antes y lo hicieron bastante mejor.
Loables intenciones, parcos resultados. Finalmente lo mejor de toda esta empresa es el puto póster, ¿que no?.
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