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sábado, 28 de abril de 2012

TONY LEBLANC, ESTA ES MI VIDA

Pude hacerme con este libro, paseando plácidamente por los Encantes de Barcelona. Un trapero de esos que tiene miles de cachivaches tirados por el suelo, lo vendía, con un poco de roña, todo sea dicho de paso, por la mísera cifra de dos Euros. Como para resistirse. Porque aunque no sea un fan acérrimo de Tony Leblanc, tampoco hago ascos a un buen número de sus películas, y si hay algo que me apasiona, son las biografías de la gente que se ha tirado la vida trabajando en el cine. Y si ya son autobiografías, entonces ya es la repanocha. Y me engancho como un yonki. Hay libros, que tardo meses en acabarlos, sin embargo, ESTA ES MI VIDA, por su condición de autobiografía, en dos días lo tenía leído y releído. Porque es que mola ser un cotilla ¿no?.
Esta biografía se editó hace ya trece años, escrita por un Tony Leblanc de 78. Claro, había que hacerla, no fuera que se muriese… quien le iba a decir al abuelo, con la cantidad de operaciones que ha tenido (por culpa de un terrible accidente automovilístico del que se nos darán detalles en el libro) que trece años después todavía iba a estar vivo y dando guerra. Desde luego, Leblanc es Iron Man.
Pero si míticas son sus películas, Tony Leblanc, se considera un hombre de teatro, y por eso, su biografía se centra bastante más en esta faceta suya que en la de actor (y director ocasional) de cine. Repasa su vida en el teatro, sin embargo, su filmografía la obvia en demasía. Apenas un par de anécdotas sobre los rodajes de las películas más míticas, y también sobre las que más detesta.
Por lo demás, mucho teatro, y pocas estridencias. Porque ¿Qué vida apasionante ha podido llevar un hombre que ha tenido ocho hijos?.
Ahora bien, a pesar de no hablar apenas de lo que nos interesa, que es su cine, la lectura engancha igualmente. El Señor Leblanc, tiene una escritura ágil, poética en algunos momentos, chabacana en otros, pero, va al grano, no se anda por las ramas, y nos cuenta todo, esquivando detalles sordidos y/o escabrosos en menos de 300 páginas. Y tras leerlo, nos quedamos tan contentos, oiga…
A destacar, sobretodo, por su desconocimiento para mí, su etapa como promotor de boxeo, porque el Señor Leblanc, a parte de actor fue boxeador, futbolista, empresario y promotor de boxeo, en la que nos cuenta con pelos y señales, como los estadounidenses, le quisieron contratar en un tongo para que Urtain se enfrentara a Mohamed Alí, y le venciese… Fascinante.
Así que una lectura muy amena y recomendable, y de la cual tiraron unas cuantas ediciones, así que si aún lo encuentran por ahí, no pierdan el tiempo y háganse con ella. Merece la pena.

lunes, 18 de diciembre de 2023

TRES SUECAS PARA TRES RODRIGUEZ

“Tres suecas para tres Rodríguez”, producción de Rafael Vázquez Fajardo, con guion del propio productor para ser llevado a la pantalla por Pedro Lazaga, ya desde su título sería una muestra palpable de lo que en términos generales se conoce como “españolada”. Es puro cine comercial y de evasión sin mayor pretensión que la de hacer que el espectador pase por taquilla y que, ya que está, obtenga una hora y media de risas.
Así, lo que tenemos es una colección de clichés y tópicos —a saber: Benidorm, suecas, Rodríguez, destape...— que serían signos identificativos de nuestro cine de comedia durante la década de los setenta, signos que en realidad sólo vislumbraríamos en media docena de títulos a los sumo, y que no representan en absoluto toda la “españolada” producida aquellos años, pero que a nivel popular prevalecen, hasta tal punto que parece que nuestra comedia de la época solo trataba de españoles tras las suecas. Pero “Tres suecas para tres Rodríguez” es la quintaesencia de todo eso. Y, sí, va de tres españoles que se ligan a tres suecas.
Concebida al servicio de Tony Leblanc, se trata de una película decadente que, si bien no pone fin al género, sí nos muestra el descenso de calidad tanto artística como técnica de la triada formada por Leblanc, Antonio Ozores y Pedro Lazaga, que dieciséis años atrás facturaron aquella obra maestra que es “Los tramposos”, y de la que “Tres suecas para tres Rodríguez” no es ni su sombra; si aquella estaba rodada con un cuidado exquisito, esta lo está a toda prisa y dando la sensación de que lo que primaba era sacar el máximo de trabajo en cada jornada. También es cierto que Tony Leblanc, galán cómico en la pasada década, quizá en 1975 ya no contaba con el beneplácito de todo el público como años atrás, y se tradujo en taquilla con un número bastante inferior de espectadores con respecto a sus títulos más celebrados. La película sobrepasaba el medio millón de espectadores. Puede que ahora pudiéramos calificar esa cifra de exitosa, pero para los parámetros de la taquilla de 1975, era más bien poca cosa.
Del mismo modo se nos presenta a un Tony Leblanc claramente desgastado, envejecido, con peluca y cuya interpretación está bastante lejos de lo que fue capaz años atrás, interpretando su papel mecánicamente y sin emplearse a fondo. Aún así, es capaz de sacar en el espectador más de una carcajada, porque tanto Tony como la película sí que funcionan, paradójicamente, a niveles humorísticos.
Asimismo “Tres suecas para tres Rodríguez” supone un título significativo dentro de la filmografía de Leblanc por tratarse de la última en la que intervendría tras decidir retirarse de los platós por problemas de salud que acarreaba desde tiempo atrás, al margen del aparatoso accidente de tráfico sufrido en 1983, que le dejaría inválido y acabaría de apartarle del todo de los escenarios, hasta que en 1997, diecisiete años después de ponerse frente a la cámara por última vez para la película que nos ocupa, fue rescatado para la gran pantalla, no sin esfuerzo, por un obstinado Santiago Segura. Sin embargo, a partir de aquí, recuperado milagrosamente de su invalidez, retomaría una carrera como actor en roles secundarios, ya fuera en la célebre saga de Segura, ya fuera en la serie de televisión “Cuéntame como pasó”. “Tres suecas para tres Rodríguez” sería el último protagónico en su carrera y la finalización de la etapa genuina del actor, en calidad de estrella, que comprende desde bien entrados los años 40 hasta la fecha de estreno de esta película.
Por lo demás estamos ante una obra menor del cine español, un título más entre los menos destacables de la filmografía del director Pedro Lazaga y, a rasgos generales, una funcional y tontorrona comedieta veraniega a la que es absurdo pedirle más de lo que nos ofrece; mucho descerebre, humor histriónico, algo de carne femenina —algo de masculina también— y el buen hacer de veteranos de la escena como Rafael Alonso, Florinda Chico, Antonio Ozores o Laly Soldevilla entre otros, que acompañan a Tony Leblanc en lo que, por los pelos, no se convirtió en su canto de cisne.
Para echar una sobremesa sobra, alcanza y, al final, incluso celebramos.

viernes, 13 de noviembre de 2020

EL TIGRE DE CHAMBERÍ

Otro clásico absoluto de nuestra comedia que, curiosamente, mientras hoy día está asumido que nos enfrentamos a una obra de indudable valor dentro de la comedia española, en su momento quedó ninguneada y considerada menor. No obstante, a nivel popular es una de las películas más recordadas de sus dos intérpretes principales, Tony Leblanc y José Luis Ozores, y uno de los máximos exponentes de la comedia española de corte deportivo, aunque bebe —por no decir que, casi, plagia— de muchas fuentes: Sus referentes más directos serían las películas norteamericanas “El asombro de Brooklyn”, comedia para total lucimiento del actor Dany Kaye y con la que comparte premisa argumental, o “La vía láctea”, con Harold Lloyd, cuya interpretación, además, le sirve a José Luis Ozores como modelo a la hora de ejecutar sus coreografías cuando está dentro del ring.
Cuenta la historia de un don nadie, Miguel (José Luis Ozores), que, inducido a la pequeña estafa por su amigo Manolo (Tony Leblanc), comete pequeñas fechorías, como usar una silla de ruedas con el fin de dar pena al portero del campo de fútbol y que este le deje pasa al estadio, o seducir a las criadas más feas del guateque pues, según Manolo, “Son las que pagan las meriendas”. En una de esas visitas al campo de fútbol, Miguel tiene un pequeño altercado con un espectador y le propina un puñetazo, noqueándole por obra del azar divino, ya que Miguel no es un hombre ni agresivo ni violento. Resulta que el noqueado es nada menos que Molina (Emilio Orozco) campeón de España de boxeo —y boxeador en la vida real— lo que desencadena que su amigo Manolo, en compañía de otro sin vergüenza que además es entrenador de púgiles, líen a Miguel para que boxee profesionalmente, siempre con la premisa de que es el hombre que noqueó a Molina. Para ello, contarán con el dinero de un hostelero que cree, a pies juntillas, que Miguel es un boxeador estupendo. Todo lo contrario. El amor que Miguel siente por la hija de este complicará más aún las cosas.
Tintes melodramáticos con final feliz, gags efectivos, ritmo cinematográfico absolutamente medido y eficaz y, sobre todo, magníficas interpretaciones e inmejorable y artesanal dirección. José Luis Ozores, uno de nuestros mejores cómicos y cabeza visible de ese maravilloso clan de artistas que es el de la familia Ozores, está inmenso, componiendo un rol que, verborrea atómica mediante —y aunque se repetiría, prácticamente, durante toda su carrera— debe mucho a los clásicos americanos del cine mudo, paradójicamente, dándole a su Miguel unos toques de Charlie Chaplin, otros de Buster Keaton, también, como no, de Dany Kaye, pero, sobre todo, mucho de sí mismo, es decir, que gestos, expresiones y frases son 100% José Luis Ozores. Tony Leblanc, y como rigen los cánones de la comedia española de los años 50, da vida a un caradura de buen corazón, papel en el que se especializaría, y en esta ocasión, resulta tan memorable como José Luis Ozores, viéndose, eso sí, ambos eclipsados por Antonio Garisa, eterno secundario, que, con maestría, da una lección de comicidad, interpretando al entrenador de Miguel, soltándose, como el que no quiere la cosa, unos "speechs" que valen su peso en oro. El protagonismo femenino recae en Hélène Rémy, actriz francesa de inconmensurable belleza, cuya posterior carrera se desarrollaría, sobre todo, en Italia, en producciones de "serie B" como pueda ser “El vampiro y la bailarina” Les secundan Julia Caba Alba y José Marco Davó.
El libreto de la película recae en las plumas de Vicente Coello —suyos son los guiones de otros clásicos como “Vente a ligar al Oeste” de Pedro Lazaga, o, ese vehículo comercial para Teresa Rabal que es “Loca por el circo”—y Vicente Escribá, quien firma, quizás para que en caso de que la película llegara a ser acusada de plagio, su nombre no se viera involucrado, bajo el seudónimo de Antonio Vies, y de cuya autoría son guiones antológicos como, por ejemplo, el de “Los ladrones somos gente horada” que comparte dirección por parte de Pedro Luis Ramírez con el film reseñado. Genial cineasta Almeriense cuya carrera está cuajada de clásicos perennes y, sin embargo, su filmografía es más bien escueta. Suyas son “Recluta con niño” “El Gafe” o “Crimen para recién casados”. Acabó su carrera filmando "exploitations" de “Le llamaban Trinidad” a las órdenes de Ignacio Iquino, como por ejemplo “Ninguno de los tres se llamaba Trinidad”.
Obra maestra del cine español.