Los aficionados al cine, especialmente si hablamos de puristas, deberían estarle muy agradecido al bueno y viejo vídeo. Y no me refiero a las cintas de alquiler, sino a las cámaras. Cuando apareció en el mercado, lo hizo arrastrando una etiqueta, la del malo de la película. Era la muerte del cine y cualquier cineasta, fuese de nivel que fuese, estaba "obligado" a detestarlo. Con los años y la implacable evolución de la tecnología, el vídeo se convirtió en "digital"... aunque en el fondo siga siendo vídeo. Y gracias a la implantación del llamado cine digital, los gastos a la hora de hacer un largometraje bajaron bastantes peldaños. Muchos cineastas que andaban retirados por falta de oportunidades, pudieron reactivarse de nuevo. Y lo que comenzó como una herramienta ingrata destinada únicamente a las "clases bajas" del séptimo arte, terminó perfectamente integrada entre los que habitaban la parte superior de la estratosfera cinematográfica.
Los viejos dinosaurios como Francis Ford Coppola, Brian de Palma o, ya que estamos, William Friedkin, no necesitan el cine digital para volver a trabajar. Son gente que se ha ganado el prestigio que acompaña a sus nombres y, en mayor o menor medida, seguro que podrían encontrar curros, aunque fuesen encargos. Sin embargo, a ellos el cine digital lo que les otorga es libertad. Libertad creativa. Y a día de hoy me atrevería a decir que no hay NADA en este mundo, planeta y universo, como ser libre.
Todas esas leyendas que hablan de productores inquisitivos e imposiciones de los grandes estudios deben ser ciertas. Eso podría explicar que cineastas que han demostrado disponer de tantísimo talento, llegado el ocaso de sus carreras, parecen perder completamente el norte comenzando a producir cine mediocre y sin vida. ¿Será que se hacen mayores y pierden la inspiración o que la gente del dinero que tienen detrás presiona demasiado y estropea el trabajo resultante?. Apostaría por la segunda opción, porque cuando muchos de estos creadores disponen de la amada y ansiada libertad, demuestran estar en muy buena forma. Y, como decía, solo se obtiene esa libertad cuando no hay mucha guita de por medio, pero sí ganas de hacer algo bueno. Gracias al cine digital, esto último, que parece una utopía, es bien factible. Y si no, que se lo digan a William Friedkin y su última peli, "Killer Joe".
Un pobre perdedor, atosigado por deudas con cierta mafia, convence a su padre para contratar a un asesino profesional que mate a su malvada ex-mujer y, así, cobrar un suculento seguro. El responsable de hacer el trabajo sucio se llama Joe, detective a media jornada, con tanto encanto y carisma como crueldad y mala leche. A falta de poder recibir el dinero de antemano, el asesino pide como "señal" follarse a la ingenua hermana del perdedor. Este accede muy a regañadientes. Una vez cometido el crimen, las cosas no irán como estaban planeadas. No hay dinero que cobrar y Joe no está nada contento. La familia al completo pagará por ello, a lo que hay que añadir una pequeña sorpresa muy agradecida y una secuencia de violencia semi-sexual algo cruda y que generó la inevitable "polémica", otorgando cierta popularidad extra a la película. Algo que va muy bien por el tema publicitario, pero que "Killer Joe" no necesitaba. Ni necesita, ya que se aguanta ella sola perfectamente (y, después de todo, no hay para tanto... me esperaba algo mucho peor).
William Friedkin tiene un montón de buenas películas, sobre todo en su primera etapa, "Contra el imperio de la droga", "El Exorcista", "A la caza". Luego vino la decadencia y, aún así, todavía disponía de algunos ases guardados en la manga, como "Vivir y morir en Los Ángeles", "Desbocado" y, ¿por qué no?, "Ganar de cualquier manera" o la pasable "Jade". Siguió rodando cosas bastante olvidables y alimenticias, hasta la llegada de la peli que comentamos ahora. Una auténtica pieza de "cine negro" moderno, situada en una Texas sucia, cutre y totalmente "white trash", repleta de personajes patéticos, en todos los bandos. Seca, cruda, contundente, como el mejor cine de su director, pero también muy entretenida, muy bien construida, con unos actores cojonudos (especialmente Matthew McConaughey que está brutal, y cuando habla, parece Clint Eastwood en sus mejores tiempos) y una historia que, aunque parte de elementos clásicos, no es nada previsible... especialmente en el último acto, y, todavía más, el brillante desenlace. Hay quien habla de "comedia negra", pero a mi me ha parecido perfectamente seria.
Película con P mayúscula, altamente recomendable (es aquello de "cada vez se hacen menos como estas").
Ah! y la banda sonora nos reserva un regalo a aquellos que nos consideramos fans de cierto rock and roll garajero de raíces punkeras: los "Reverend Horton Heat" sonando como adecuado fondo musical en un bareto cutre de carretera.
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domingo, 13 de enero de 2013
sábado, 20 de julio de 2019
SESIÓN DOBLE: LA CAZA + FRIEDKIN UNCUT
FRIEDKIN UNCUT : William Friedkin dispone de una carrera irregular. No todo lo que ha dirigido hasta el día de hoy es la hostia en patinete (su cacareado documental sobre un exorcismo real es del todo olvidable), pero algunos de esos títulos sí lo son. Todos los conocemos. Es un tipo con mil historias apasionantes que contar, una buena dosis de materia gris y una lengua algo descontrolada que aporta puntuales momentos de hilaridad a lo largo de este excelente documental. Uno que repasa toda su carrera (aunque se salta todos aquellos títulos que Friedkin ya suele ignorar por considerarlos malos o meros encargos sin interés) y la ilustra con algunas visitas a festivales (entre ellos, Sitges, donde se cruza con Dario Argento y se demuestran descontrolado amor mutuo). A todo ello sumen el infinito catálogo de radicales opiniones que Friedkin tiene sobre el mundo del cine y los críticos. Es muy fácil sentirte identificado con lo que suelta, echarte una risa regocijante e incluso aplaudirle con pasión.
Altamente recomendable.
martes, 17 de junio de 2025
LA NOVENA CONFIGURACIÓN
Manda cojones la desfachatez de William Peter Blatty. El muy cretino iba a los cines a reírse de “Exorcista II (El Hereje)” y la ponía de vuelta y media. Y encima tuvo la jeta de decir que "La novena configuración", su debut como director en 1980, era la verdadera secuela de “El Exorcista”. Obviamente, todo eso se lo sacó de la manga, porque lo cierto es que “La novena configuración”, basada en la novela anterior a “El Exorcista” del propio Blatty, “Twinkle, Twinkle Killer Kane!” (título con el que también se conoce a la película en algunos países), se ambienta en el mismo universo de “El exorcista” con pequeñas e imperceptibles conexiones que, a no ser que vivas obsesionado con la película de William Friedkin, tampoco localizarás. Y es tan mala que hace parecer a la secuela perpetrada por John Boorman una obra maestra. De ahí la desfachatez del escritor/director. Pero al margen de los lazos que la unen con “El Exorcista” o las posibles rabietas que en un momento dado se pudiera llevar Blatty, lo primero que me llama la atención de "La novena configuración" es que, si bien técnicamente estamos ante una película verdaderamente competente, por todo lo demás es verdaderamente chapucera y bobalicona, resuelta con un planteamiento excesivamente largo (una hora completa de metraje) y un nudo y desenlace que ocurren en un santiamén.
Y le pasa como a “The Room”, que es tan estúpida e inenarrable que, a posteriori, Blatty divulgó que en realidad se trataba de una comedia de humor negro, así como lo había sido la novela previa en la que se inspira (y que por lo que fuera escribió y reeditó dos veces). Mis cojones.
Entonces tenemos una especie de hospital psiquiátrico para soldados con problemas mentales. Lo que sucede es que las autoridades se están planteando si esos problemas mentales son reales o si los soldados se los inventan para irse (o no combatir) en la guerra de Vietnam. De este modo, llega al lugar un psiquiatra militar que los irá entrevistando para delimitar quién miente y quién no. También acabará cubriendo necesidades de los locos en torno a sus excentricidades. Al mismo tiempo, tendremos una violenta banda de moteros que la liarán parda, un impactante giro final y muchas, muchas, muchas conversaciones, eternas, sobre el bien y el mal o la existencia de dios y el diablo. Además de chistes de vodevil, violencia descarnada que no viene muy a cuento y hasta unas pequeñas dosis de surrealismo.
Viéndola, da la sensación de que Blatty, ante la imposibilidad de William Friedkin a realizar este guion, se tomó la dirección de su primera película con la finalidad de convertirse en una especie de nuevo Stanley Kubrick (toda esa secuencia del hombre en la luna ante la presencia de un cristo crucificado...), pero es obvio que el hombre no llega y, lejos de salirle una obra maestra, le sale esta patochada.
Ahora, como Blatty no quería trabajar con "Warner Brothers" porque le debían dinero, ofreció el proyecto de “La novena configuración” a "Universal" y "Columbia", que algo raro verían cuando ambas decidieron descartar la posibilidad y apostar sus dineros en otras producciones. Así que el futuro cineasta puso unos milloncejos de su bolsillo, además de convencer a "Pepsi" para añadir otro par, siempre y cuando, por motivos que tenían que ver con la burocracia y economía de la marca de refrescos, el film se rodase en Hungría.
Posteriormente, el karma castigó a Blatty, porque, para su estreno, cedió los derechos de distribución a "United Film Distribution" que, muy sabiamente, los vendió a "Warner Brothers" quienes la distribuyeron de aquella manera. Los resultados económicos fueron tan pobres durante la apertura que, finalmente, "Warner" le dijo a Blatty: “Toma chaval, aquí tienes tu película y haz con ella lo que quieras”. Así que cineasta / escritor, todavía con mucha fe, se tomó un tiempo para retocarla y pasó a formar parte del catálogo de la "New World" de Roger Corman, quien la relanzaría en 1985 con resultados similares.
El paso de los años, los distintos estrenos y ediciones videográficas, han convertido esta película en una de culto, máxime si tenemos en cuenta que, para cada movimiento de distribución hay una versión distinta. Es por eso que, a lo largo y ancho del globo, existen una ensalada de cortes de “La novena configuración” (o “Tinkle, Twinkle Killer Kane!”, lo que prefieran), por lo que es muy difícil saber a ciencia cierta cual es la que dio por buena el director —aunque probablemente ni él mismo lo supiera—. Una de ellas con un póster bastante llamativo, porque sin ningún tipo de coherencia utiliza a uno de los moteros que aparecen en una de las escenas para efectuar una especie de plagio del póster de “La naranja mecánica”, motivo este que me deja aún más claro que Blatty pretendía ser una suerte de Kubrick.
Como fuere, se trata de una de las películas más chapuceras y demenciales que he tenido la suerte de ver, además, también, una de las más aburridas, y solo por eso yo creo que ya es digna de consideración. Pero, madre de dios, que dos horas más infernales…
En el reparto tenemos auténticos pepinos completamente desatados y mal dirigidos: Stacy Keach, Robert Loggia, Jason Miller, Tom Atkins, Joe Spinell, Richard Lynch…
William Peter Blatty, que toda su vida a defendido la calidad de su película y su puesto como auténtica secuela de “El Exorcista”, diez años después aprendería a dirigir y lo pondría en práctica con “El Exorcista III” que, paradójicamente y visto lo visto, está muy bien.
Y le pasa como a “The Room”, que es tan estúpida e inenarrable que, a posteriori, Blatty divulgó que en realidad se trataba de una comedia de humor negro, así como lo había sido la novela previa en la que se inspira (y que por lo que fuera escribió y reeditó dos veces). Mis cojones.
Entonces tenemos una especie de hospital psiquiátrico para soldados con problemas mentales. Lo que sucede es que las autoridades se están planteando si esos problemas mentales son reales o si los soldados se los inventan para irse (o no combatir) en la guerra de Vietnam. De este modo, llega al lugar un psiquiatra militar que los irá entrevistando para delimitar quién miente y quién no. También acabará cubriendo necesidades de los locos en torno a sus excentricidades. Al mismo tiempo, tendremos una violenta banda de moteros que la liarán parda, un impactante giro final y muchas, muchas, muchas conversaciones, eternas, sobre el bien y el mal o la existencia de dios y el diablo. Además de chistes de vodevil, violencia descarnada que no viene muy a cuento y hasta unas pequeñas dosis de surrealismo.
Viéndola, da la sensación de que Blatty, ante la imposibilidad de William Friedkin a realizar este guion, se tomó la dirección de su primera película con la finalidad de convertirse en una especie de nuevo Stanley Kubrick (toda esa secuencia del hombre en la luna ante la presencia de un cristo crucificado...), pero es obvio que el hombre no llega y, lejos de salirle una obra maestra, le sale esta patochada.
Ahora, como Blatty no quería trabajar con "Warner Brothers" porque le debían dinero, ofreció el proyecto de “La novena configuración” a "Universal" y "Columbia", que algo raro verían cuando ambas decidieron descartar la posibilidad y apostar sus dineros en otras producciones. Así que el futuro cineasta puso unos milloncejos de su bolsillo, además de convencer a "Pepsi" para añadir otro par, siempre y cuando, por motivos que tenían que ver con la burocracia y economía de la marca de refrescos, el film se rodase en Hungría.
Posteriormente, el karma castigó a Blatty, porque, para su estreno, cedió los derechos de distribución a "United Film Distribution" que, muy sabiamente, los vendió a "Warner Brothers" quienes la distribuyeron de aquella manera. Los resultados económicos fueron tan pobres durante la apertura que, finalmente, "Warner" le dijo a Blatty: “Toma chaval, aquí tienes tu película y haz con ella lo que quieras”. Así que cineasta / escritor, todavía con mucha fe, se tomó un tiempo para retocarla y pasó a formar parte del catálogo de la "New World" de Roger Corman, quien la relanzaría en 1985 con resultados similares.
El paso de los años, los distintos estrenos y ediciones videográficas, han convertido esta película en una de culto, máxime si tenemos en cuenta que, para cada movimiento de distribución hay una versión distinta. Es por eso que, a lo largo y ancho del globo, existen una ensalada de cortes de “La novena configuración” (o “Tinkle, Twinkle Killer Kane!”, lo que prefieran), por lo que es muy difícil saber a ciencia cierta cual es la que dio por buena el director —aunque probablemente ni él mismo lo supiera—. Una de ellas con un póster bastante llamativo, porque sin ningún tipo de coherencia utiliza a uno de los moteros que aparecen en una de las escenas para efectuar una especie de plagio del póster de “La naranja mecánica”, motivo este que me deja aún más claro que Blatty pretendía ser una suerte de Kubrick.
Como fuere, se trata de una de las películas más chapuceras y demenciales que he tenido la suerte de ver, además, también, una de las más aburridas, y solo por eso yo creo que ya es digna de consideración. Pero, madre de dios, que dos horas más infernales…
En el reparto tenemos auténticos pepinos completamente desatados y mal dirigidos: Stacy Keach, Robert Loggia, Jason Miller, Tom Atkins, Joe Spinell, Richard Lynch…
William Peter Blatty, que toda su vida a defendido la calidad de su película y su puesto como auténtica secuela de “El Exorcista”, diez años después aprendería a dirigir y lo pondría en práctica con “El Exorcista III” que, paradójicamente y visto lo visto, está muy bien.
viernes, 30 de junio de 2023
ALGO MÁS QUE COLEGAS
Francis Veber probablemente sea el director/guionista franchute con mayor proyección internacional en la historia del cine comercial. En los setenta se hizo un nombre gracias a sus comedias de acción para lucimiento de Daniel Auteuil y Pierre Richard, así como con ese mastodonte en forma de comedia homosexual que era “Vicios pequeños” y cuyo guion firma. Tanto era el éxito que sus comedias tenían en Europa que pronto los americanos se fijaron en él con la idea de remakear algunas de las más populares. Pero antes de eso, Veber se pegó el lujo de ser el primer guionista francés que vendía un guion a Hollywood para ser producido allí nada menos que por Paramount, esta “Algo más que colegas” dirigida por James Burrows, director curtido en televisión que firmaba con esta su única película para cines.
A mediados de 1982 se avecinaba una huelga de directores en Hollywood y, como plan de emergencia, previamente a eso, Paramount decidió hacer un experimento produciendo una serie de películas de corto presupuesto, entre 2 y 6 millones de dólares, con el fin de ver cómo podían funcionar estas producciones de bajo coste. Una de ellas era “Algo más que amigos” que fracasó de pleno en la taquilla. Aunque otra de ese mismo plan fue “Oficial y Caballero” que se convirtió en un hito. Según el ejecutivo de Paramount, Barry Diller, “Algo más que amigos” es un ejemplo de lo que es una película hecha deprisa y mal.
Lo curioso de todo este asunto es que el film escrito por Veber nace tras haber visto este el hoy clásico “A la caza” de William Friedkin y decidir que en esa película los homosexuales no salían muy bien parados, así que tomó ese mismo argumento y lo desarrolló a modo de buddy movie y comedia de situación. El resultado de esta vuelta de tuerca se traduce en que la opinión pública se la tomó a la tremenda obteniendo críticas tan demoledoras como las que un par de años atrás recibió la misma película de Friedkin. Fue tildada de homofóbica y acusada de mostrar en pantalla a los homosexuales de la misma manera estereotipada que los mostraba “A la caza”, o peor aún, haciendo vestir al protagonista homosexual con ropas rosas y conducir un coche del mismo color. También se decía que la película insinuaba que no se podía hacer trabajar a dos policías de distinta tendencia sexual porque el gay acabaría enamorándose del hetero.
La cosa va de un duro policía heterosexual al que se le asigna un compañero que trabaja en los archivos que, aunque está en el armario, todo el cuerpo nota que es homosexual. La idea de juntar a estos dos policías es hacerlos pasar por pareja gay y que así investiguen el asesinato de una serie de homosexuales, infiltrándose en el ambiente. Naturalmente en su día a día saltarán las chispas, máxime cuando durante la investigación el gay se enamora del hetero y acaban siendo, como reza el título castellano de la cinta, “Algo más que colegas”… Claro que la presencia de una guapa fotógrafa ayuda a que predomine lo hetero.
En un principio concebida para Clint Eastwood y Woody Allen en los papeles protagonistas (¿se lo imaginan?) —Eastwood dijo que aceptaría el papel solo si también lo hacía Allen… y Allen debió decir que él no interpretaba a ningún maricón— “Algo más que colegas” resulta una buddy movie resuelta, muy del montón, y para el lucimiento de los actores que finalmente la interpretaron, Ryan O’Neal en plena decadencia (gracias a esta película recibió una nominación al peor actor de la década de los 80 a los razzie que le arrebató el bueno de Stallone) y John Hurt (al que muchos creían gay tras una serie de papeles en los que había interpretado a homosexuales, pero era hetero y muy hetero), siendo probablemente una de las parejas con menos química de la historia del cine.
La película es ramplona y homofóbica cuando lo que pretende es dar un mensaje aperturista, lo cual la convierte en involuntariamente graciosa, pero es tan del montón y, al final, tan sosainas que, que quiere que les diga, como el revulsivo a “A la caza” que se supone es, la de Friedkin defeca desde lo alto encima de esta. Y con bien de diarrea.
Pero se deja ver una tarde tonta.
Si proceden, intenten reconocer a un jovencito Martin Kove haciendo una figuración especial homosexualista (aunque, para 1982, ya se hubiese dejado ver en títulos de peso como "La última casa a la izquierda" o "La carrera de la muerte del año 2000")
A mediados de 1982 se avecinaba una huelga de directores en Hollywood y, como plan de emergencia, previamente a eso, Paramount decidió hacer un experimento produciendo una serie de películas de corto presupuesto, entre 2 y 6 millones de dólares, con el fin de ver cómo podían funcionar estas producciones de bajo coste. Una de ellas era “Algo más que amigos” que fracasó de pleno en la taquilla. Aunque otra de ese mismo plan fue “Oficial y Caballero” que se convirtió en un hito. Según el ejecutivo de Paramount, Barry Diller, “Algo más que amigos” es un ejemplo de lo que es una película hecha deprisa y mal.
Lo curioso de todo este asunto es que el film escrito por Veber nace tras haber visto este el hoy clásico “A la caza” de William Friedkin y decidir que en esa película los homosexuales no salían muy bien parados, así que tomó ese mismo argumento y lo desarrolló a modo de buddy movie y comedia de situación. El resultado de esta vuelta de tuerca se traduce en que la opinión pública se la tomó a la tremenda obteniendo críticas tan demoledoras como las que un par de años atrás recibió la misma película de Friedkin. Fue tildada de homofóbica y acusada de mostrar en pantalla a los homosexuales de la misma manera estereotipada que los mostraba “A la caza”, o peor aún, haciendo vestir al protagonista homosexual con ropas rosas y conducir un coche del mismo color. También se decía que la película insinuaba que no se podía hacer trabajar a dos policías de distinta tendencia sexual porque el gay acabaría enamorándose del hetero.
La cosa va de un duro policía heterosexual al que se le asigna un compañero que trabaja en los archivos que, aunque está en el armario, todo el cuerpo nota que es homosexual. La idea de juntar a estos dos policías es hacerlos pasar por pareja gay y que así investiguen el asesinato de una serie de homosexuales, infiltrándose en el ambiente. Naturalmente en su día a día saltarán las chispas, máxime cuando durante la investigación el gay se enamora del hetero y acaban siendo, como reza el título castellano de la cinta, “Algo más que colegas”… Claro que la presencia de una guapa fotógrafa ayuda a que predomine lo hetero.
En un principio concebida para Clint Eastwood y Woody Allen en los papeles protagonistas (¿se lo imaginan?) —Eastwood dijo que aceptaría el papel solo si también lo hacía Allen… y Allen debió decir que él no interpretaba a ningún maricón— “Algo más que colegas” resulta una buddy movie resuelta, muy del montón, y para el lucimiento de los actores que finalmente la interpretaron, Ryan O’Neal en plena decadencia (gracias a esta película recibió una nominación al peor actor de la década de los 80 a los razzie que le arrebató el bueno de Stallone) y John Hurt (al que muchos creían gay tras una serie de papeles en los que había interpretado a homosexuales, pero era hetero y muy hetero), siendo probablemente una de las parejas con menos química de la historia del cine.
La película es ramplona y homofóbica cuando lo que pretende es dar un mensaje aperturista, lo cual la convierte en involuntariamente graciosa, pero es tan del montón y, al final, tan sosainas que, que quiere que les diga, como el revulsivo a “A la caza” que se supone es, la de Friedkin defeca desde lo alto encima de esta. Y con bien de diarrea.
Pero se deja ver una tarde tonta.
Si proceden, intenten reconocer a un jovencito Martin Kove haciendo una figuración especial homosexualista (aunque, para 1982, ya se hubiese dejado ver en títulos de peso como "La última casa a la izquierda" o "La carrera de la muerte del año 2000")
martes, 16 de septiembre de 2025
SEYTAN
No había visto yo todavía a estas alturas “Seytan”, popularmente conocida como “El Exorcista Turco” y que tuvo su momento de auge y pitorreo por parte del fandom posmoderno (que se metamorfosea y ya no habla tanto de ella) a principios de siglo, cuando gracias a Internet se filtró alguna copia y ya todo dios pudo verla. También hay que agradecer la expansión del fenómeno a Pete Tombs y su imprescindible libro “Mondo Macabro” quien, prácticamente, dijo al mundo que en los países orientales se hacía cine fantástico y los turcos en concreto eran especialmente curiosos.
Como fuere, el caso es que me ha pillado haciendo un ciclo completo de la saga de “El exorcista” y, por supuesto, ahora es el turno de sus exploits, comenzando por “Seytan”, que ha sido motivo de mofas durante lustros.
No es ningún misterio que la película es una copia plano a plano de la original de 1973, pero con matices. Incluye escenas que no vemos en la de William Friedkin pero sí estaban en la novela y el guion original de William Peter Blatty, por lo que se especula con el filtraje de dicho libreto. Por otro lado, Turquía es un país islámico, por lo que toda la parafernalia católica queda excluida en pro de una muy sutil musulmana; ahora no es “el poder de cristo” quién obliga a nuestra poseída, sino “el poder de alá”. No obstante, los equivalentes del padre "Karras" y el padre "Merrin" turcos, no son imanes -y no hablo de aquellos que se pegan a la puerta de la nevera-, sino, simplemente, dos tipos con mucho conocimiento sobre exorcismos.
Visto esto, como decía la película se dedica a recrear secuencia a secuencia “El Exorcista”, muchas veces calcando hasta los diálogos. El “Tubular Bells” suena sin parar, y la "Regan" turca, aquí llamada "Gul", es una niña que, según desde donde la iluminen, es bastante parecida a Linda Blair. Todo ello ejecutado con un presupuesto mínimo y maquillajes y efectos especiales no tan conseguidos como los de la original. De hecho, más que cualquier otro aspecto, son estos maquillajes y efectos especiales los que destaca el fandom a la hora de reírse de "Seytan", cosa que, por otro lado, es absolutamente normal.
Bien, he visto suficientes "exploits" turcos para saber de qué pie cojean y comprender el por qué de la comedia involuntaria, y las risas del respetable al respecto. Por ejemplo “3 Dev Adam” es completamente ridícula con ese "crossover" entre el Capitán América, el Santo y Spider-Man, máxime cuando vemos los disfraces que les han puesto y unas pobladas cejas asomar por los huecos para los ojos de la máscara del hombre araña. Claro, en esa historia "Spidey" es el malo de la función, por lo que lo suyo es que le asomen las cejas… ¡ y además lleva vaqueros! En fin, todo muy marciano, muy loco, muy descabellado.
Pero “Seytan” no es esa clase de película y, si obviamos los notables problemas presupuestarios, yo creo que se trata de un remake bastante “digno”. No es tan ridículo, ni marciano como el resto de películas turcas que se hicieron en la época y, por momentos, con esa "Regan" que hasta bien entrada la película no lleva apenas maquillaje, en según que momentos se pasa un poco de miedo (o eso, o que soy más caguetas de lo normal).Vamos, que no me pareció TAN mala, está más o menos bien filmada y además, pese a la copia plano a plano que es, tiene su propio ritmo que en absoluto es lento o ineficaz. Queda lejos de considerarse buena, pero tampoco es tan desastrosa como otras películas turcas.
A ver, no vengo a tirarme el rollo ni nada de esto defendiendo una película de serie ultra zeta de la que medio mundo se ha pitorreado… pero lo han hecho solo porque es un plagio evidente. Por lo que a mí respecta, si yo no hubiera visto “El Exorcista”, a mí esta me parecería una película turca legítima.
Hace ya años se descubrió que un niño pequeño había recreado plano a plano “Indiana Jones y el Templo Maldito” en su casa con una videocámara y, sin embargo, el mundo, lejos de convertir esa película casera en blanco de bromas obvias, alabaron el trabajo que el chaval había ejecutado recreando un éxito de Hollywood de manera casera. En cambio “Seytan”, en lugar de ser reivindicada por conseguir lo que ha conseguido (rehacer “El Exorcista” con un presupuesto tan bajo que todavía me pregunto como hicieron muchas cosas de las aparecen en pantalla), es tratada con condescendencia, yo creo que solamente por tratarse de una película turca.
Como fuere, el caso es que me ha pillado haciendo un ciclo completo de la saga de “El exorcista” y, por supuesto, ahora es el turno de sus exploits, comenzando por “Seytan”, que ha sido motivo de mofas durante lustros.
No es ningún misterio que la película es una copia plano a plano de la original de 1973, pero con matices. Incluye escenas que no vemos en la de William Friedkin pero sí estaban en la novela y el guion original de William Peter Blatty, por lo que se especula con el filtraje de dicho libreto. Por otro lado, Turquía es un país islámico, por lo que toda la parafernalia católica queda excluida en pro de una muy sutil musulmana; ahora no es “el poder de cristo” quién obliga a nuestra poseída, sino “el poder de alá”. No obstante, los equivalentes del padre "Karras" y el padre "Merrin" turcos, no son imanes -y no hablo de aquellos que se pegan a la puerta de la nevera-, sino, simplemente, dos tipos con mucho conocimiento sobre exorcismos.
Visto esto, como decía la película se dedica a recrear secuencia a secuencia “El Exorcista”, muchas veces calcando hasta los diálogos. El “Tubular Bells” suena sin parar, y la "Regan" turca, aquí llamada "Gul", es una niña que, según desde donde la iluminen, es bastante parecida a Linda Blair. Todo ello ejecutado con un presupuesto mínimo y maquillajes y efectos especiales no tan conseguidos como los de la original. De hecho, más que cualquier otro aspecto, son estos maquillajes y efectos especiales los que destaca el fandom a la hora de reírse de "Seytan", cosa que, por otro lado, es absolutamente normal.
Bien, he visto suficientes "exploits" turcos para saber de qué pie cojean y comprender el por qué de la comedia involuntaria, y las risas del respetable al respecto. Por ejemplo “3 Dev Adam” es completamente ridícula con ese "crossover" entre el Capitán América, el Santo y Spider-Man, máxime cuando vemos los disfraces que les han puesto y unas pobladas cejas asomar por los huecos para los ojos de la máscara del hombre araña. Claro, en esa historia "Spidey" es el malo de la función, por lo que lo suyo es que le asomen las cejas… ¡ y además lleva vaqueros! En fin, todo muy marciano, muy loco, muy descabellado.
Pero “Seytan” no es esa clase de película y, si obviamos los notables problemas presupuestarios, yo creo que se trata de un remake bastante “digno”. No es tan ridículo, ni marciano como el resto de películas turcas que se hicieron en la época y, por momentos, con esa "Regan" que hasta bien entrada la película no lleva apenas maquillaje, en según que momentos se pasa un poco de miedo (o eso, o que soy más caguetas de lo normal).Vamos, que no me pareció TAN mala, está más o menos bien filmada y además, pese a la copia plano a plano que es, tiene su propio ritmo que en absoluto es lento o ineficaz. Queda lejos de considerarse buena, pero tampoco es tan desastrosa como otras películas turcas.
A ver, no vengo a tirarme el rollo ni nada de esto defendiendo una película de serie ultra zeta de la que medio mundo se ha pitorreado… pero lo han hecho solo porque es un plagio evidente. Por lo que a mí respecta, si yo no hubiera visto “El Exorcista”, a mí esta me parecería una película turca legítima.
Hace ya años se descubrió que un niño pequeño había recreado plano a plano “Indiana Jones y el Templo Maldito” en su casa con una videocámara y, sin embargo, el mundo, lejos de convertir esa película casera en blanco de bromas obvias, alabaron el trabajo que el chaval había ejecutado recreando un éxito de Hollywood de manera casera. En cambio “Seytan”, en lugar de ser reivindicada por conseguir lo que ha conseguido (rehacer “El Exorcista” con un presupuesto tan bajo que todavía me pregunto como hicieron muchas cosas de las aparecen en pantalla), es tratada con condescendencia, yo creo que solamente por tratarse de una película turca.
(Nota de Naxo: Hombre, la de "Indy" era una cosica amateur hecha por chavales motivados por amor. "Seytan" se supone un producto legítimo efectuado por profesionales con fines meramente lucrativos. Es bastante distinto... y perdona/nen la incursión).
En definitiva: Que no está tan mal la puta peli, dentro de lo que cabe.
Por otro lado, tratándose de un producto de un país en el que el 99% de la población es musulmana (el otro 1% pertenece a otras religiones ya que se trata de un estado laico), me sorprendía, o al menos me llamaba la atención, lo moderno que era todo en la película, y no me cuadraba. Señoras luciendo cabelleras rubias, sin usar velo o con pantalones dentro de una mezquita, o individuos con aspecto europeo en contraposición a otros films turcos posteriores…o incluso actuales. No es baladí, porque lo cierto es que tanto esta, como tantas otras de la época, se rodaron en los primeros setenta, justo antes de La Revolución Islámica. Es por eso que aquellos tiempos la religión en cuestión era más laxa y permitía ciertas libertades estéticas y culturales que, a partir de los 80, ya no permitiría. Y no deja de ser al menos curioso ver musulmanes que se comportan como hippies (o casi). De hecho, de los 70 data también esa corriente cinematográfica turca similar a la sexy comedia italiana o nuestro destape...
Dirige este clásico del cine "trash" Metin Erksan, de extensa filmografía pero con ningún título, a parte de este, que les pueda sonar o les sirva para partirse el culo.
En definitiva: Que no está tan mal la puta peli, dentro de lo que cabe.
Por otro lado, tratándose de un producto de un país en el que el 99% de la población es musulmana (el otro 1% pertenece a otras religiones ya que se trata de un estado laico), me sorprendía, o al menos me llamaba la atención, lo moderno que era todo en la película, y no me cuadraba. Señoras luciendo cabelleras rubias, sin usar velo o con pantalones dentro de una mezquita, o individuos con aspecto europeo en contraposición a otros films turcos posteriores…o incluso actuales. No es baladí, porque lo cierto es que tanto esta, como tantas otras de la época, se rodaron en los primeros setenta, justo antes de La Revolución Islámica. Es por eso que aquellos tiempos la religión en cuestión era más laxa y permitía ciertas libertades estéticas y culturales que, a partir de los 80, ya no permitiría. Y no deja de ser al menos curioso ver musulmanes que se comportan como hippies (o casi). De hecho, de los 70 data también esa corriente cinematográfica turca similar a la sexy comedia italiana o nuestro destape...
Dirige este clásico del cine "trash" Metin Erksan, de extensa filmografía pero con ningún título, a parte de este, que les pueda sonar o les sirva para partirse el culo.
martes, 10 de junio de 2025
EXORCISTA II (EL HEREJE)
Posiblemente “Exorcista II (El hereje)” fue la primera película de terror que vi, siendo muy chaval y mucho antes que la primera. Es por eso que, entre unas cosas y otras, le tengo cierto “cariño”. Puede que sea la culpable de mi gusto por las películas de terror, si bien es cierto que, tras verla en formato vídeo allá por 1987, quedé traumatizado. La noche después tuve pesadillas y sentía la presencia del demonio en mi propia habitación. Vamos, que me cagué de miedo durante días, ante las risas y bromas de mis hermanos. Tal fue el canguelo que, durante muchos años, no volví a ver películas de terror. Por culpa de “Exorcista II (El Hereje) o, más concretamente, por el impacto que causaba la figura del demonio en mi psique. Imagínense ustedes si llego a ver la primera entonces.
Tras varios año sin repetir, y más o menos olvidada, decido revisarla, a ver que me parece a día de hoy. Y mi opinión no dista demasiado de la que tenía.
Es curiosa la percepción de un niño ante según que temas oscuros, pues lo cierto es que, “Exorcista II (El hereje)”, no da ni pizca de miedo, es más, hay momentos y situaciones que son verdaderamente risibles.
Y es que estamos, a pesar de la buena prensa que trae consigo su director, John Boorman, ante la mayor estupidez filmada en celuloide en los 70, una secuela tonta y atolondrada que no ocupa un lugar en el olimpo de las películas malas porque, en realidad, se encuentra en un purgatorio cultural, es decir, no es lo suficientemente buena como para que esté considerada a nivel crítico, ni tan mala como para tenerla presente en una maratón de cine chungo. Igual “mala” tampoco es la palabra que mejor la define. Quizás “Chabacana”.
Y por momentos resulta hasta autoparódica.
Han pasado algunos años desde los acontecimientos de “El Exorcista” y Regan acude a una institución en la que atienden a jóvenes con problemas mentales. Tras su posesión, dice tener tremendas pesadillas. Allí han patentado una máquina para conectar mentes. A a través de la hipnosis, y a base de bombillas, una puede ver y ¿manipular? lo que sucede en la otra (!) . Paralelamente, un exorcista que sigue las enseñanzas e investiga la muerte del padre Merryn, se persona en ese sanatorio a ver que diablos ocurre (nunca mejor dicho) con Regan.
Y sucede la de dios es Cristo. A saber; un viaje a África que no sabemos muy bien si es astral o físico, James Earl Jones disfrazado de saltamontes, Max Von Sidow metido con calzador protagonizando unos flashbacks tan innecesarios como su mera presencia en la película, una Linda Blair con enormes tetas que lo único que hace es poner cachondo al espectador, un Richard Burton en horas tan bajas, que más que interpretar a un cura, parece que interpreta a un alcohólico que se ha pasado con el tinte del pelo, una langosta usada en las transiciones que, ocasionalmente, parece sacada de un bazar chino, muchos paneles de cristal delante del objetivo para conseguir efectos psicodélicos muy de los setenta, tribus de negros llenando metraje, Pazuzu haciendo de guía turístico del padre Lamont por África y, lo más importante, cero posesiones, cero exorcismos (entre otras cosas, porque la Blair había aceptado estar en la cinta a regañadientes, siempre y cuando no tuviera que volver a pasar por el proceso de maquillaje de la primera cinta. De esta manera, tenemos a una Regan reciclada en descartes de la primera película y, cuando no, una actriz maquillada que se nota que no es la Blair…). Hay una mini-lapidación por parte de los africanos al padre Lamont, por hereje. Aunque no le pasa nada. Desde luego todo un despropósito que hace quedar mal a la primera entrega.
Sin embargo, y como viejo verde que ya empieza a ser uno, es maravilloso contemplar en pantalla los rollizos mofletes de Linda Blair y, sobre todo, sus pechos, como cántaros de miel, que recuerdan al mar y que hacen a uno sentir vivo. La Blair aquí cuenta con 18 estupendas castañas. Mala actriz como ella sola, pero deliciosa.
Huelga decir que la producción se vio envuelta en problemas de toda índole desde el principio y que “Exorcista II (El Hereje)” fue una película destinada al fracaso desde el día uno de su concepción. Sin embargo, su estreno marcó un hito histórico recaudando más de 6 millones de dólares en un fin de semana. Sin embargo, se dice que en los pases que se dieron en Nueva York los espectadores se mofaban de la película. Las críticas pronto fueron demoledoras y la taquilla se desinfló progresivamente. Aún así consiguió una recaudación total de cerca de 40 millones de dólares, esquivando el predecible fracaso financiero. Por otro lado, es sabido que William Peter Blatty, escritor de la novela “El Exorcista” y guionista de la película original, fue el principal instigador de la mala fama de la secuela. Empezó a acudir a los cines para reírse de ella, contagiando al resto del público. Y es que Blatty abominó de la película hasta tal punto que, poco después, se sentó en la silla del director en “La novena configuración”, anunciando a bombo y platillo que, aunque no pertenecía oficialmente a la franquicia, el público debería considerarla la verdadera secuela de “El Exorcista” (y yo creo que caerá por aquí próximamente).
Asimismo, William Friedkin se vio insultado con la existencia de "Exorcista II (El Hereje)", a la que calificó como “la obra de un deficiente mental”, añadiendo que, efectivamente, “ese deficiente no es otro que John Boorman, un individuo que jamás debería haber tenido crédito, hasta el día que rodó esto y ya todos deberíamos llamarle escoria”.
En España tampoco se le dio excesivo bombo y al cine fueron a verla poco más de medio millón de espectadores, por lo que se la podría considerar un verdadero fracaso a consideración a la primera.
Menos mal que cuatro años después Boorman se resarció con “Excalibur” y después con “La selva esmeralda”, que si no…
Tras varios año sin repetir, y más o menos olvidada, decido revisarla, a ver que me parece a día de hoy. Y mi opinión no dista demasiado de la que tenía.
Es curiosa la percepción de un niño ante según que temas oscuros, pues lo cierto es que, “Exorcista II (El hereje)”, no da ni pizca de miedo, es más, hay momentos y situaciones que son verdaderamente risibles.
Y es que estamos, a pesar de la buena prensa que trae consigo su director, John Boorman, ante la mayor estupidez filmada en celuloide en los 70, una secuela tonta y atolondrada que no ocupa un lugar en el olimpo de las películas malas porque, en realidad, se encuentra en un purgatorio cultural, es decir, no es lo suficientemente buena como para que esté considerada a nivel crítico, ni tan mala como para tenerla presente en una maratón de cine chungo. Igual “mala” tampoco es la palabra que mejor la define. Quizás “Chabacana”.
Y por momentos resulta hasta autoparódica.
Han pasado algunos años desde los acontecimientos de “El Exorcista” y Regan acude a una institución en la que atienden a jóvenes con problemas mentales. Tras su posesión, dice tener tremendas pesadillas. Allí han patentado una máquina para conectar mentes. A a través de la hipnosis, y a base de bombillas, una puede ver y ¿manipular? lo que sucede en la otra (!) . Paralelamente, un exorcista que sigue las enseñanzas e investiga la muerte del padre Merryn, se persona en ese sanatorio a ver que diablos ocurre (nunca mejor dicho) con Regan.
Y sucede la de dios es Cristo. A saber; un viaje a África que no sabemos muy bien si es astral o físico, James Earl Jones disfrazado de saltamontes, Max Von Sidow metido con calzador protagonizando unos flashbacks tan innecesarios como su mera presencia en la película, una Linda Blair con enormes tetas que lo único que hace es poner cachondo al espectador, un Richard Burton en horas tan bajas, que más que interpretar a un cura, parece que interpreta a un alcohólico que se ha pasado con el tinte del pelo, una langosta usada en las transiciones que, ocasionalmente, parece sacada de un bazar chino, muchos paneles de cristal delante del objetivo para conseguir efectos psicodélicos muy de los setenta, tribus de negros llenando metraje, Pazuzu haciendo de guía turístico del padre Lamont por África y, lo más importante, cero posesiones, cero exorcismos (entre otras cosas, porque la Blair había aceptado estar en la cinta a regañadientes, siempre y cuando no tuviera que volver a pasar por el proceso de maquillaje de la primera cinta. De esta manera, tenemos a una Regan reciclada en descartes de la primera película y, cuando no, una actriz maquillada que se nota que no es la Blair…). Hay una mini-lapidación por parte de los africanos al padre Lamont, por hereje. Aunque no le pasa nada. Desde luego todo un despropósito que hace quedar mal a la primera entrega.
Sin embargo, y como viejo verde que ya empieza a ser uno, es maravilloso contemplar en pantalla los rollizos mofletes de Linda Blair y, sobre todo, sus pechos, como cántaros de miel, que recuerdan al mar y que hacen a uno sentir vivo. La Blair aquí cuenta con 18 estupendas castañas. Mala actriz como ella sola, pero deliciosa.
Huelga decir que la producción se vio envuelta en problemas de toda índole desde el principio y que “Exorcista II (El Hereje)” fue una película destinada al fracaso desde el día uno de su concepción. Sin embargo, su estreno marcó un hito histórico recaudando más de 6 millones de dólares en un fin de semana. Sin embargo, se dice que en los pases que se dieron en Nueva York los espectadores se mofaban de la película. Las críticas pronto fueron demoledoras y la taquilla se desinfló progresivamente. Aún así consiguió una recaudación total de cerca de 40 millones de dólares, esquivando el predecible fracaso financiero. Por otro lado, es sabido que William Peter Blatty, escritor de la novela “El Exorcista” y guionista de la película original, fue el principal instigador de la mala fama de la secuela. Empezó a acudir a los cines para reírse de ella, contagiando al resto del público. Y es que Blatty abominó de la película hasta tal punto que, poco después, se sentó en la silla del director en “La novena configuración”, anunciando a bombo y platillo que, aunque no pertenecía oficialmente a la franquicia, el público debería considerarla la verdadera secuela de “El Exorcista” (y yo creo que caerá por aquí próximamente).
Asimismo, William Friedkin se vio insultado con la existencia de "Exorcista II (El Hereje)", a la que calificó como “la obra de un deficiente mental”, añadiendo que, efectivamente, “ese deficiente no es otro que John Boorman, un individuo que jamás debería haber tenido crédito, hasta el día que rodó esto y ya todos deberíamos llamarle escoria”.
En España tampoco se le dio excesivo bombo y al cine fueron a verla poco más de medio millón de espectadores, por lo que se la podría considerar un verdadero fracaso a consideración a la primera.
Menos mal que cuatro años después Boorman se resarció con “Excalibur” y después con “La selva esmeralda”, que si no…
viernes, 11 de enero de 2008
¿MÁS MIEDO QUE EL EXORCISTA?
Sin un poco de lectura, mi aburrido ya ex-trabajo, hubiese sido mucho más insoportable de lo que era, y dado que el "Imágenes" y el "Fotogramas" juntos no llenan tantas horas, me hice socio de una biblioteca con el fin de poder leer libros sin pagar. La temática de los mismos, a poder ser, debía versar en todo aquello que me interesa, pero en especial cine, y muy concretamente el de género terrorífico. Hace unos días fui con la esperanza de encontrar algo de mi agrado, y entre aburridos repasos a personajillos petulantes de la cinematografía mundial o absurda teoría práctica, localicé exactamente el tipo de lectura amena, divertida e intranscendente que deseaba, "¡Malditas Películas!" de Miguel Ángel Prieto, dedicado a indagar en aquellos films a los que, se supone, acompaña alguna clase de maldición que ocasiona toda suerte de desgracias a sus responsables. Entre los varios títulos tratados, destaca uno por méritos propios, "El Exorcista" de William Friedkin, algo así como la madre de las pelis malditas. El caso es que dejándome sorprender por el increíble fenómeno social que supuso, recordé que recientemente un amigo me dejó una de las pocas producciones modernas de terror que todavía no había pasado por mi reproductor de dvd, "El exorcismo de Emily Rose", asegurándome que "Da más miedo que El Exorcista". Por ello, y por su propia condición, me puse a verla con toda la curiosidad del mundo.
"El exorcismo de Emily Rose" es una peli correcta, se deja ver, tiene sus escenas escalofriantes, algún logrado susto... pero ni por asomo supera al clásico con Linda Blair en miedo, y mucho menos como película. "El Exorcista" no da miedo solo por las increíbles secuencias de posesión diabólica. Lo que tiene esta peli que la ha hecho inmortal es que es inquietante desde el primer al último minuto, incluso en los momentos en los que, literalmente, no ocurre nada. De hecho, si me apuras, las escenas de mayor pavor son cuando a la Blair le hacen toda suerte de traumáticas pruebas en el hospital o la tremenda pesadilla de Jason Miller, donde con apenas nada, te eriza hasta el más insignificante vello del cuerpo.
La epopeya de Emily Rose hace gala de todos los defectos habituales del horror moderno, su look casi telefílmico, su incapacidad de crear atmósfera, el exceso pirotécnico de las secuencias más aterradoras y, como no, un abuso de efectos digitales. Que si, que la secuencia de los rostros siniestros tiene su qué, pero al mismo tiempo que me daba sustos me sentía muy decepcionado. Asustar es relativamente fácil, crear sensación de miedo no. "El Exorcista" posee entre sus miles de aciertos una fotografía tétrica y realista, una banda sonora imponente, interpretaciones más que convincentes (en realidad nada como un buen actor para causar escalofríos) y, resumiendo, maravillosos efectos especiales. Dice Friedkin que desde el principio tuvo muy claro que quería crearlos en directo durante el rodaje, no en post-producción, pues creía que así el verismo del film ganaría muchos puntos. Cuanta razón tenía, los artífices de "El exorcismo de Emily Rose" tendrían que haber tomado buena nota de ello.
"El exorcismo de Emily Rose" es una peli correcta, se deja ver, tiene sus escenas escalofriantes, algún logrado susto... pero ni por asomo supera al clásico con Linda Blair en miedo, y mucho menos como película. "El Exorcista" no da miedo solo por las increíbles secuencias de posesión diabólica. Lo que tiene esta peli que la ha hecho inmortal es que es inquietante desde el primer al último minuto, incluso en los momentos en los que, literalmente, no ocurre nada. De hecho, si me apuras, las escenas de mayor pavor son cuando a la Blair le hacen toda suerte de traumáticas pruebas en el hospital o la tremenda pesadilla de Jason Miller, donde con apenas nada, te eriza hasta el más insignificante vello del cuerpo.
La epopeya de Emily Rose hace gala de todos los defectos habituales del horror moderno, su look casi telefílmico, su incapacidad de crear atmósfera, el exceso pirotécnico de las secuencias más aterradoras y, como no, un abuso de efectos digitales. Que si, que la secuencia de los rostros siniestros tiene su qué, pero al mismo tiempo que me daba sustos me sentía muy decepcionado. Asustar es relativamente fácil, crear sensación de miedo no. "El Exorcista" posee entre sus miles de aciertos una fotografía tétrica y realista, una banda sonora imponente, interpretaciones más que convincentes (en realidad nada como un buen actor para causar escalofríos) y, resumiendo, maravillosos efectos especiales. Dice Friedkin que desde el principio tuvo muy claro que quería crearlos en directo durante el rodaje, no en post-producción, pues creía que así el verismo del film ganaría muchos puntos. Cuanta razón tenía, los artífices de "El exorcismo de Emily Rose" tendrían que haber tomado buena nota de ello.
miércoles, 1 de julio de 2015
LOS FOTOCROMOS DE "LA TUTORA"
De la película de la que renegó William Friedkin ya hablamos largo y tendido en su momento en el Podcast. Así que les dejo con los fotocromos, que esta vez no son tan bonitos como otras veces.
domingo, 11 de noviembre de 2012
RUBY
El clásico por antonomasia de Curtis Harrington, director de algunos capítulos de las famosas series “Dinastía”, “Los Colby”, “Hotel”, “Los ángeles de Charlie” o “Más allá de los límites de la realidad”, resulta ser una “explotation” de “El exorcista”, con incuestionables toques de autor y, también, incuestionables toques de inutilidad. No en balde, Harrington en sus ratos libres rueda cortos de corte experimental, aunque para ganarse la vida tenga que rodar títulos populares. Una especie de Javier Aguirre a la americana.
Pero “Ruby”, no es el típico título que expolia a saco la película de William Friedkin, no. Harrington crea una historia propia con gángsters de los años 30 metidos de por medio, un sentido homenaje a los “Drive-in” (o sea, autocines), y luego ya, en el ecuador de la película (y en plenos años 50), mete el plagio de “El exorcista”. Casi parece como si tuviera en mente una película, y por exigencias de la producción, colocara ahí la posesión con calzador. De hecho es lo que menos importa en la película.
Ruby es una cabaretera que anda con unos gángsters, que echaban a un pantano a sus víctimas para que se hundieran en el fondo. Uno de ellos, del cual Ruby estaba enamorada, muere en un tiroteo. Años después, como propietaria de un autocine, contrata a todos los gángsters que han salido de la cárcel para que trabajen allí. Un buen día, en la cabina de proyección, se suceden una serie de misteriosos asesinatos. En casa, Ruby no hace más que ver apariciones y la figura de su amado en plan fantasma, hasta que este acaba manifestándose, poseyendo el cuerpo de su hija fea y sordomuda. Para sacarle ese espíritu del cuerpo, su noviete contacta con un doctor especializado en lo paranormal. Las consecuencias serán trágicas, obviamente.
Es curioso como Harrington, cuela en la película planos de lo más artísticos en una película con un innegable tufo setentero y de serie B que se las promete, en el planteamiento, mucho más terrorífico de lo que en realidad es. Digamos que salvo un par de escenas en las que la niña es poseída, no da miedo en absoluto. Incluso, la niña sin ser poseída da mucho más miedo de lo fea que es la condenada.
Sin embargo, Harrington, incapaz de crear terror a pesar de los evidentes esfuerzos, si que logra dotarlo todo de un halo enrarecido y misterioso, que visualmente, da puntos a favor a la película, pareciendo finalmente más una película experimental que una de género pura y dura. Y por consecuencia, y salvo momentos muy puntuales en el autocine (dentro de una máquina de refrescos está ensartado un cadáver, y una oronda muchachita al ir a por su refresco, consigue un vaso lleno de sangre, que lógicamente, se bebe), el visionarla completa de cabo a rabo, resulta harto de aburrido, con momentos realmente insoportables. Claro que la película también tiene momentos divertidos, involuntariamente, por supuesto.
También se aprovecha de la popularidad que recibiera la actriz Piper Laurie, tras su aparición el año anterior en “Carrie”, sin embargo, y aun apareciendo su nombre como reclamo en el cartel, en él solo aparece la niña fea poseída, en un intento de intentar parecerse lo máximo posible al poster de “Carrie” precisamente. Digo yo, que el público picaría de todas, todas.
En un papel secundario, tenemos a un clásico de la serie B como es Stuart Whitman, prota de “Campeón II”, título con el que explotarían aquí en España el éxito de la lacrimógena “Campeón” y que nada tenía que ver, si no que era una peliculita titulada “Run for the Roses” o de películas como “Trampa Mortal” o “Guyana, el crimen del siglo”.
En definitiva, con algo de paciencia, al final resulta hasta curiosa y todo.
Pero “Ruby”, no es el típico título que expolia a saco la película de William Friedkin, no. Harrington crea una historia propia con gángsters de los años 30 metidos de por medio, un sentido homenaje a los “Drive-in” (o sea, autocines), y luego ya, en el ecuador de la película (y en plenos años 50), mete el plagio de “El exorcista”. Casi parece como si tuviera en mente una película, y por exigencias de la producción, colocara ahí la posesión con calzador. De hecho es lo que menos importa en la película.
Ruby es una cabaretera que anda con unos gángsters, que echaban a un pantano a sus víctimas para que se hundieran en el fondo. Uno de ellos, del cual Ruby estaba enamorada, muere en un tiroteo. Años después, como propietaria de un autocine, contrata a todos los gángsters que han salido de la cárcel para que trabajen allí. Un buen día, en la cabina de proyección, se suceden una serie de misteriosos asesinatos. En casa, Ruby no hace más que ver apariciones y la figura de su amado en plan fantasma, hasta que este acaba manifestándose, poseyendo el cuerpo de su hija fea y sordomuda. Para sacarle ese espíritu del cuerpo, su noviete contacta con un doctor especializado en lo paranormal. Las consecuencias serán trágicas, obviamente.
Es curioso como Harrington, cuela en la película planos de lo más artísticos en una película con un innegable tufo setentero y de serie B que se las promete, en el planteamiento, mucho más terrorífico de lo que en realidad es. Digamos que salvo un par de escenas en las que la niña es poseída, no da miedo en absoluto. Incluso, la niña sin ser poseída da mucho más miedo de lo fea que es la condenada.
Sin embargo, Harrington, incapaz de crear terror a pesar de los evidentes esfuerzos, si que logra dotarlo todo de un halo enrarecido y misterioso, que visualmente, da puntos a favor a la película, pareciendo finalmente más una película experimental que una de género pura y dura. Y por consecuencia, y salvo momentos muy puntuales en el autocine (dentro de una máquina de refrescos está ensartado un cadáver, y una oronda muchachita al ir a por su refresco, consigue un vaso lleno de sangre, que lógicamente, se bebe), el visionarla completa de cabo a rabo, resulta harto de aburrido, con momentos realmente insoportables. Claro que la película también tiene momentos divertidos, involuntariamente, por supuesto.
También se aprovecha de la popularidad que recibiera la actriz Piper Laurie, tras su aparición el año anterior en “Carrie”, sin embargo, y aun apareciendo su nombre como reclamo en el cartel, en él solo aparece la niña fea poseída, en un intento de intentar parecerse lo máximo posible al poster de “Carrie” precisamente. Digo yo, que el público picaría de todas, todas.
En un papel secundario, tenemos a un clásico de la serie B como es Stuart Whitman, prota de “Campeón II”, título con el que explotarían aquí en España el éxito de la lacrimógena “Campeón” y que nada tenía que ver, si no que era una peliculita titulada “Run for the Roses” o de películas como “Trampa Mortal” o “Guyana, el crimen del siglo”.
En definitiva, con algo de paciencia, al final resulta hasta curiosa y todo.
lunes, 27 de marzo de 2017
EL EXORCISTA
Y es que fue ese año, con ese nuevo montaje, cuando yo vi “El Exorcista” por primera vez en mi vida,
con 24 años. No en valde; digamos que mi
relación con la película de William Friedkin siempre fue de puro terror ¡sin haberla visto! Y es que
vi antes, siendo niño, a los 10 u 11 años “El Hereje: Exorcista II” –que ya ven
ustedes que es una mierdecilla- y que quedé aterrado. Sufrí pesadillas con el
Pazuzu de los cojones. Tan sugestionado quedé con esa puta película que
desperté a mi madre de madrugada para decirle que tenía al demonio en mi
habitación. Por eso no quise ver nunca el primer “Exorcista” y la mera presencia
de Regan me estremecía. Luego vi muchas películas de terror, fíjense… pero “El
Exorcista”, no. Y si yo quedé sugestionado por el visionado de uns secuelilla
de segunda, imagínense como quedarían de sugestionados los artífices de la
primera. Ahí es nada, el cague.
Así que aprovechando el nuevo montaje, me acerqué al cine
más cercano a verla, acompañado eso si, de otros dos neófitos de “El
Exorcista”. Pasé miedo, cumplió con mis expectativas y me gustó muchísimo.
Además fue mi propio exorcismo para con esa película, ya que no hubo cojones de
verla en la adolescencia.
Después ya me vi la versión oficial de la película, y todo
eso, pero yo me desvirgué con el montaje del director, que en pleno 2000,
efectivamente, me pareció aterrador. La película hacía alarde de una vigencia
sobrecogedora.
Compré la película en DVD y en mis estanterías reposaba
hasta que decidiera volver a verla.
Recientemente, mi pareja propuso verla ya que ella nunca la
había visto, lo cual fue una ocasión más que oportuna para dedicarle una
revisión. Y en esta ocasión, he llegado a la conclusión de que, efectivamente,
el paso de los años hace mucho daño a las películas. Pero no me refiero el paso
de los años de las películas, sino, el del espectador. Las experiencias, la
perdida de la ingenuidad, el peinar canas, consiguieron que una película que
siempre me había provocado escalofríos pasara ante mis ojos sin pena ni gloria
en el sentido terrorífico. Porque como película me pareció grandiosa, un
clásico absoluto. Quiero decir, que cuanto más mayor me hago, más pendiente
estoy de lo bien hecha que está una película que de su capacidad para dar
miedo. Y es que “El Exorcista” a estas alturas es eso, una película cojonuda,
excelentemente rodada, que cuenta una historia cojonuda, que la cuenta de una
manera soberbia y con unas intenciones geniales. Pero hemos oído ya tantas
veces el “Mira lo que ha hecho la cerda de tu hija” o el “Tu madre chupa pollas
en el infierno”, hemos visto tantas veces la terrorífica cara de Regan en
merchadising, así como en tantas partes, que a mís 40 años puedo decir, sin
despeinarme, que no sentí el más mínimo miedo viendo “El Exorcista”. Son los
daños colaterales que traen consigo el ser un clásico. No obstante tengo mis
reservas de cómo sería verla hoy por primera vez. Ya nunca lo sabré.
En cualquier caso, pedazo de película.
Y en cuanto a la versión del director, con tanta imagen
superpuesta y subliminal que ni viene a cuento ni están bien insertadas, he de
decir, que no es un montaje que me moleste lo más mínimo. Es más, quitando a lo
mejor la famosa “Escena de la Araña” –en la que Regan baja las escaleras a
cuatro patas de espaldas- queda un poco más descolgada porque está metida ahí
con calzador y no tiene una resolución, pero el desenlace con el padre Dyer charlando
con el Teniente Kinderman, o las escenas de hospital, no me parecen ni tan mal,
y en cierto modo, ayudan a seguir un poco la historia. Pero la mejor escena
añadida es la del obispo charlando con el padre Karras en el que dice que le
practicará un exorcismo a la niña, aunque lo más probable es que sea una falsa
posesión. Resulta muy esclarecedora esa escena ya que le otorga a la película
un tono ambiguo a ese respecto.
En definitiva, que magistral, que como mola “El Exorcista”,
aunque ya no me muera de miedo con ella.
martes, 28 de diciembre de 2010
EL ÚLTIMO EXORCISMO
"El último exorcismo" juega a la baza del falso documental. Un predicador ha decidido que ya no tiene fe y va a dejar su "trabajo". Se da cuenta de que la ignorancia de la gente obsesivamente creyente (sobre todo la de la América profunda, que aquí queda notablemente retratada como paleta) puede poner incluso en peligro la existencia de otros... especialmente niños que creen estar poseídos y mueren durante los supuestos excorcismos. Así pues, pone en marcha este """"documental""" para retratar a dichos individuos y demostrar, of course, que solo se trata de borreguez. Sin embargo, cuando acude a una casa a excorcisar a una chavala, resulta que esta no responde a todo el número de efectos especiales que se curra el predicador... vamos, que tiene todos los puntos para estar poseída de verdad.
A ver, el arranque de la peli está muy bien. Los actores son todos muy creíbles y naturales, especialmente Patrick Fabian en su rol de predicador engañabobos (magistral cuando cuela una receta de cocina de su madre en pleno discurso y demuestra que su audiencia está tan extasiada por su palabrería que ni se dan cuenta de ello), Ashley Bell como la chavala poseída y Louis Herthum como su sufrido padre. Todo lo que te van contando resulta de lo más divertido y está presentado de un modo muy creíble. A medida que el tema sobrenatural entra en juego, no se, diría que la peli comienza a cojear... tiene sus momentos inquietantes, pero da menos miedo de lo que yo esperaba y, sobre todo, el exorcismo ocupa una parte menor de la trama de lo que el título me hacía suponer. De verdad, yo creía que todo iba a ser como meter una cámara de vídeo (en infrarojos) durante el exorcismo de Reagan en la peli mítica de William Friedkin... y no, "El último excorcismo" no es exactamente eso. Tiran mucho del rollo de si será verdad o solo un problema psiquiátrico de la cría motivado por abusos del padre. Ya saben.
Y al final... pues bueno, digamos que todo da un leve giro que nos mete de lleno en un tipo de temática muy de los 70. Teniendo en cuenta lo fácil que hubiese resultado caer en el ridículo, hay que reconocer que el director -Daniel Stamm- se defiende bien. Sin embargo, a mi me chirrió un poco... fue como decir "Anda ya!".
Resumiendo, que si tuviera que darle nota sería un 5 o un 6 (sobre 10). Está pasable, se deja ver, pero tampoco es para echar cohetes.
Produce el Sr.Eli Roth y, como dato curioso, reseñar que sus guionistas tienen un notorio pasado en el "cine underground" (de tirón -falso o no- documental). Andrew Gurland, co-fundador del "Festival de cine underground" de Nueva York junto a -otro que tal- Todd Phillips (futuro padre de "Resacón en Las Vegas", también con su pasado como documentalista underground, suyo es "Hated" dedicado a GG Allin) y, muy especialmente, Huck Botko. Botko se hizo "famoso" por sus falsos documentales en los que se le veía regalar a sus familiares pasteles y otras delicias en las que, previamente, supuestos vagabundos se habían meado, cagado o echado su propia sangre!!!. Curioso dato.
A todo esto, remarcar que el cartel que veis aquí de "El último exorcismo" es algo engañoso.
lunes, 2 de mayo de 2016
PANTYHOSE HERO
Compartiendo cartel con Alan Tam, “Pantyhose Hero” tiene un
argumento que bien podría ser el de “A la Caza” de William Friedkin, solo que
si aquella exploraba el lado sórdido del homosexualismo, esta suaviza un poco
el tema, mostrándonos una cara amable.
Dos policías metidos de lleno en un asunto de narco tráfico,
son requeridos para llevar un caso en concreto, si es que quieren ser
ascendidos. Hay un asesino que actúa luciendo merchadising del “Batman” de Tim
Burton, y que proviene de ambientes homosexuales, así que nuestros
protagonistas se tendrán que hacer pasar por mariquitas con el fin de dar con
el asesino. Para dar el pego, serán adiestrados por una mujer, que les dará las
claves para no desentonar en ese ambiente.
Obviamente, las similitudes con “A la Caza”, se quedan
únicamente en el argumento. Lo que me llama la atención, es que si en el cine
de acción de Hong Kong la trama principal es una mera excusa para mostrarnos
las escenas de acción, en “Pantyhose hero” esto no ocurre y la premisa
principal de la película, es que la comedia funcione. Lo hace. Así mismo, no
hay tanta escena de acción como es de esperar en una película de estas características,
si bien, consciente Sammo de que está pariendo una comedia, adapta las escenas
de acción y las escenas de lucha a este género, por lo que estas son dinámicas
y divertidas, cuando no, deudoras directamente de los Cartoons.
Por otro lado, choca que en una cosa tan vodevilesca, la
sangre y violencia hagan acto de presencia de manera tan cruda –al menos
durante el primer tercio de la película- y esta cuenta con un par de
momentos genuinamente gore, muy de agradecer,
además de cierto mamoneo con una sierra mecánica, y la intención de cortarle la
cabeza con ella a un narcotraficante por parte de Sammo.
El caso es que, sin ofrecernos absolutamente nada que no nos
ofrezca cualquier película de acción Hong-Konesa –salvo todo el mariconerío,
que por momentos parece un canto al homosexualismo, e incluso, una
reivindicación, cosa rara de ver en cualquier película proveniente de Asia- si
que estamos ante una comedia terriblemente entretenida. Al máximo de hecho. Y
eso hoy en día es tan difícil de encontrar en cualquier tipo de película,
independientemente de su género, que se agradece un montón.
¡Qué cojones! Muy maja.
lunes, 25 de diciembre de 2023
EL ESPIRITISTA (EXORCISTA III)
Coproducción hispano-portuguesa a mayor gloria de un ya decadente Vicente Parra, despropósito fílmico que hace sonrojar al más avezado, “El espiritista (Exorcista III)”, con voluntad, puede llegar a ser un divertimento de medianoche más que encomiable.
Se trata de un exploit de “El Exorcista” rodado en Lisboa a mediados de los setenta con tres pesetas, cuya principal baza para hacer picar al espectador incauto —argumento semejante aparte— es el parecido que guarda su título original con el de la película de William Friedkin. Por supuesto, el público era tonto pero no tanto, y el número de espectadores que acudió a los cines fue nimio. Además, digo yo que quienes fueran a ver la película atraídos por la presencia de María Kosty, anunciada entre los protagonistas en los afiches, se cagaría en la puta madre del espiritista, porque esta no aparece por ningún sitio… (Yo supongo que, probablemente, sea debido a que el póster estaba diseñado y fabricado desde la primera claqueta de la producción y que la Kosty estuviera en un principio en el proyecto. Seguramente no llegarían a un acuerdo y para cuando ella ya no estaba, los pósteres habían sido hechos… y cambiarlos supondría un gasto extra. Pero a saber).
No contentos sus distribuidores con esta estratagema comercial, años después de su estreno, cuando la película se editó en vídeo durante los primeros años del videoclub, y aprovechando que ya se había estrenado “El Hereje (Exorcista II)”, ni cortos ni perezosos, decidieron poner en la caratula el subtítulo de “Exorcista III”, de muy mala manera y escrito con letraset, con el fin de hacerla pasar por otra secuela de “El Exorcista”. A José Frade le saldría bien aquello con “Tiburón 3”, pero esta no se a cuantos engañaría.
Al margen de toda esta chapuza, la película, como digo, tiene momentos de comedia involuntaria gracias principalmente a la interpretación de Vicente Parra —cuya voz ha sido doblada— quien, muy entregado él, nos ofrece una secuencia de posesión como pocas se han visto en una pantalla. Solo por eso, "El espiritista" merece ser consumida.
Un fotógrafo de moda, bastante pijo, tiene aptitudes de médium. De esta forma, en sus ratos libres se dedica a hacer sesiones de espiritismo para que sus adeptos contacten con sus seres queridos en el más allá. En una de estas, una beatorra va a verle para que le ponga en contacto con su difunto marido. Vicente Parra hace lo suyo y, al contactar, el muerto toma posesión del cuerpo del espiritista, convirtiendo su vida un calvario, ya que se manifiesta cuando le da la gana, le atormenta con maullidos de gato y, además, le da de hostias. El desenlace será de lo más desconcertante.
Una rareza del cine español (y portugués) que, pese al aburrimiento y al bochorno, consigue por otro lado momentos inquietantes —un extraño niño que aparece sin demasiado orden ni concierto al lado de la cama de la viuda protagonista y parece drogado, da bastante canguelo— gracias a una iluminación austera a base de alumbrar solo a los personajes haciendo que el resto del encuadre se vea negro, que consigue, al menos ambientar la historia más que dignamente. Por lo demás, un folletín melodramático que tontea con el erotismo de la era del destape, un poco antes (quizás unos meses) de que naciera la clasificación “S” y este tipo de productos tuvieran su nicho natural en los cines, que como material de derribo, de una manera u otra, por demencial o estúpida, acaba funcionando.
Vicente Parra, con su cabezón, su leve estrabismo y su boca de piñón, es el motor de la película con sus aspavientos y cabriolas, pero además, tenemos en el reparto a gente como Carmen Carrión, Antonio Mayans que aparece casi en calidad de figurante, Fabian Conde o Norma Kastel.
En cuanto a su director, Augusto Fernando, portugués del que no hay más datos que su crédito en esta cinta, jamás volvió a dar señales de vida. Ni aquí, ni en su Portugal natal.
Se trata de un exploit de “El Exorcista” rodado en Lisboa a mediados de los setenta con tres pesetas, cuya principal baza para hacer picar al espectador incauto —argumento semejante aparte— es el parecido que guarda su título original con el de la película de William Friedkin. Por supuesto, el público era tonto pero no tanto, y el número de espectadores que acudió a los cines fue nimio. Además, digo yo que quienes fueran a ver la película atraídos por la presencia de María Kosty, anunciada entre los protagonistas en los afiches, se cagaría en la puta madre del espiritista, porque esta no aparece por ningún sitio… (Yo supongo que, probablemente, sea debido a que el póster estaba diseñado y fabricado desde la primera claqueta de la producción y que la Kosty estuviera en un principio en el proyecto. Seguramente no llegarían a un acuerdo y para cuando ella ya no estaba, los pósteres habían sido hechos… y cambiarlos supondría un gasto extra. Pero a saber).
No contentos sus distribuidores con esta estratagema comercial, años después de su estreno, cuando la película se editó en vídeo durante los primeros años del videoclub, y aprovechando que ya se había estrenado “El Hereje (Exorcista II)”, ni cortos ni perezosos, decidieron poner en la caratula el subtítulo de “Exorcista III”, de muy mala manera y escrito con letraset, con el fin de hacerla pasar por otra secuela de “El Exorcista”. A José Frade le saldría bien aquello con “Tiburón 3”, pero esta no se a cuantos engañaría.
Al margen de toda esta chapuza, la película, como digo, tiene momentos de comedia involuntaria gracias principalmente a la interpretación de Vicente Parra —cuya voz ha sido doblada— quien, muy entregado él, nos ofrece una secuencia de posesión como pocas se han visto en una pantalla. Solo por eso, "El espiritista" merece ser consumida.
Un fotógrafo de moda, bastante pijo, tiene aptitudes de médium. De esta forma, en sus ratos libres se dedica a hacer sesiones de espiritismo para que sus adeptos contacten con sus seres queridos en el más allá. En una de estas, una beatorra va a verle para que le ponga en contacto con su difunto marido. Vicente Parra hace lo suyo y, al contactar, el muerto toma posesión del cuerpo del espiritista, convirtiendo su vida un calvario, ya que se manifiesta cuando le da la gana, le atormenta con maullidos de gato y, además, le da de hostias. El desenlace será de lo más desconcertante.
Una rareza del cine español (y portugués) que, pese al aburrimiento y al bochorno, consigue por otro lado momentos inquietantes —un extraño niño que aparece sin demasiado orden ni concierto al lado de la cama de la viuda protagonista y parece drogado, da bastante canguelo— gracias a una iluminación austera a base de alumbrar solo a los personajes haciendo que el resto del encuadre se vea negro, que consigue, al menos ambientar la historia más que dignamente. Por lo demás, un folletín melodramático que tontea con el erotismo de la era del destape, un poco antes (quizás unos meses) de que naciera la clasificación “S” y este tipo de productos tuvieran su nicho natural en los cines, que como material de derribo, de una manera u otra, por demencial o estúpida, acaba funcionando.
Vicente Parra, con su cabezón, su leve estrabismo y su boca de piñón, es el motor de la película con sus aspavientos y cabriolas, pero además, tenemos en el reparto a gente como Carmen Carrión, Antonio Mayans que aparece casi en calidad de figurante, Fabian Conde o Norma Kastel.
En cuanto a su director, Augusto Fernando, portugués del que no hay más datos que su crédito en esta cinta, jamás volvió a dar señales de vida. Ni aquí, ni en su Portugal natal.
sábado, 1 de enero de 2011
EXORCISMO
Por otro lado, es casi inherente al cine de Naschy el elemento “humor involuntario”, siempre hay un diálogo, una frase, una chapuza o una actitud del actor con la que te tienes que reír. Bien, pues esto no pasa en EXORCISMO. Es tremendamente sobria. Y esas han sido mis sorpresas, porque normalmente, cuando me enfrento a una peli de Naschy, se lo que me voy a encontrar, y esta vez me ha descuadrado un poco.
Una joven medio hippie, tras unas experiencias con el satanismo y las drogas, comienza a comportarse de manera extraña. Alterado, el hermano de ésta, acude a un cura Anglicano experto en lo paranormal, con el fin de aclarar un poco las cosas, y con lo que se encuentra, es con una posesión maligna. El padre de la joven, muerto años atrás, la ha poseído.
La película, se estrenó, si no a la vez que EL EXORCISTA, antes. Y Jacinto Molina decía que era un guión que el tenía escrito de tiempo atrás, pero que al saberse del éxito de la cinta de William Friedkin, el productor le dijo que se trajera ese viejo guión con el fin de hacer la película. Yo esta vez, me creo a Jacinto Molina. Salvo que hay un caso de posesión en una fémina, y el consabido exorcismo, lo cierto es que nada más tiene similitud con EL EXORCISTA, así que doy por valido lo de la escritura previa, pero lo que es innegable, aunque el guión se hubiera escrito diez años antes, es que esto es una explotación de tomo y lomo de EL EXORCISTA. Y oigan, no es una muy mala copia…
La joven poseída por su padre, y este hablando a través de los labios de la poseída, provoca ciertos escalofríos, así como las convulsiones de ésta, o la famosa secuencia del perro. En el apartado terrorífico, tiene un aprobado de largo, gracias en parte a un maquillaje a base de cortes y llagas, y unas lentillas espeluznantes, que sin lograr los resultados conseguidos con sus sosías Regan, si que llegan a acojonar. El problema es que hasta que llega la parte que nos interesa, tenemos que soportar interminables conversaciones, que aún viniendo a cuento y aclarando las cosas (es decir, que no son conversaciones del todo gratuitas con el fin de alargar metraje), aburren al aburrimiento.
En el reparto, habituales de la filmografía “Naschiana” como Maria Perschy, Maria Kosty o Grace Mills y en las labores de dirección (cosa esta que en una peli de Naschy, suele ser lo de menos), el experto en comedias de humor grueso, Spaghetti Western, y todo lo que le echen Juan Bosch, culpable de joyas como ¡CARAY CON EL DIVORCIO! Con Fernando Esteso, LA DUDOSA VIRILIDAD DE CRISTOBAL, o ABRE TU FOSA, AMIGO, LLEGA SÁBATA.
martes, 4 de septiembre de 2012
THE POSSESSION (EL ORIGEN DEL MAL)
Hace tiempo que le perdí el respeto a Sam Raimi. Y no, no es por el remake de "Posesión Infernal", la cosa ya viene de bastante antes. Probablemente desde "Darkman". Siempre he pensado que a Raimi no le mola nada que se le asocie al cine de terror, pero que, por otro lado, lo acepta con resignación porque ahí es donde tiene el mayor número de fans. Por eso, se "siente obligado" a relacionarse con el género de algun modo, y por eso tiene una productora, "Ghost House Pictures", para poder lanzar films de horror sin tener que ensuciarse en exceso las manos, ya que la mayor parte de las ocasiones ejerce únicamente de productor, como en este "The Possession" (¡¡¿¿se puede elegir un título más jodidamente soso??!!!). Si a ello sumamos que, desde "El Exorcista", todas las pelis de posesiones diabólicas no solo guardan inevitable parentesco con el clásico de William Friedkin, sino que además, suelen ser siempre previsibles y, sobre todo, bastante mediocres y aburridas (la de Linda Blair dejó el listón demasiado arriba, es lo que hay), pues como que en realidad me daba bastante pereza ver esta nueva aportación al tema. Vamos, que no presagiaba nada bueno.... como mucho, un carnaval de sustos baratos y CGI a chorro. Y oiga, la he visto esta mañana en el pase de prensa y, ¡oh!, me he llevado una sorpresica, y de las buenas (igual que Sam Raimi, ya que en los USA ha pegado fuerte en la taquilla).
La historia no tiene mucho truco (se supone que está basada en un hecho real, lo que no deja de sonar muy marciano): Una niña se compra una bonita caja de madera en un mercadillo. Esta lleva en su interior una presencia diabólica. Cuando la abre, es poseída, pero lentamente. A medida que pasan los días, su comportamiento se va volviendo más inquietante y malvado, para mayor sufrimiento de sus divorciados padres. Papá será el que ponga más ahínco en arreglar el putiferio, pidiendo ayuda a un experto. Hay que añadir, como dato novedoso y curioso, que "The Possession" vendría a ser la versión judía de "El Exorcista".
A todo este repertorio de ideas y conceptos trillados, tenemos que sumar un buen puñado de aciertos. Por ejemplo, los actores están todos muy bien (¡¡Kyra Sedgwick parece la hermana gemela de Willem Dafoe!!). La niña poseída a veces se pasa, pero no demasiado. La música, aunque algo repetitiva, mola bastante. Y a mi personalmente me gusta cómo han resuelto el montaje, la mayoría de las escenas de impacto, terminan bruscamente, con un corte seco, y un silencio total... y no sé, creo sinceramente que contribuye a la inquietud general, porque ahí donde la ven, la peli se guarda algunos momentos genuinamente escalofriantes, destacando la secuencia de la profesora y la inesperada visita a la morgue. Afortunadamente, el film en general resulta razonablemente sobrio, sin abuso de sustazos ni de efectos digitales. Únicamente al final estalla la inevitable verbena, pero aún así, no molesta mucho.
El director, Ole Bornedal, es responsable de una peli (y su remake americano) que estaba bastante bien, pero podría haber estado mucho mejor, "El vigilante nocturno"/"La sombra de la noche", siempre le echaré en cara que si se hubiese centrado toda ella en un mismo escenario, y una misma noche, habría resultado terrorífica... pero no nos salgamos del camino, hablábamos de "The Possession (El origen del mal)"... pues nada, que está bastante potable y visible.
Sí, se puede ver.
La historia no tiene mucho truco (se supone que está basada en un hecho real, lo que no deja de sonar muy marciano): Una niña se compra una bonita caja de madera en un mercadillo. Esta lleva en su interior una presencia diabólica. Cuando la abre, es poseída, pero lentamente. A medida que pasan los días, su comportamiento se va volviendo más inquietante y malvado, para mayor sufrimiento de sus divorciados padres. Papá será el que ponga más ahínco en arreglar el putiferio, pidiendo ayuda a un experto. Hay que añadir, como dato novedoso y curioso, que "The Possession" vendría a ser la versión judía de "El Exorcista".
A todo este repertorio de ideas y conceptos trillados, tenemos que sumar un buen puñado de aciertos. Por ejemplo, los actores están todos muy bien (¡¡Kyra Sedgwick parece la hermana gemela de Willem Dafoe!!). La niña poseída a veces se pasa, pero no demasiado. La música, aunque algo repetitiva, mola bastante. Y a mi personalmente me gusta cómo han resuelto el montaje, la mayoría de las escenas de impacto, terminan bruscamente, con un corte seco, y un silencio total... y no sé, creo sinceramente que contribuye a la inquietud general, porque ahí donde la ven, la peli se guarda algunos momentos genuinamente escalofriantes, destacando la secuencia de la profesora y la inesperada visita a la morgue. Afortunadamente, el film en general resulta razonablemente sobrio, sin abuso de sustazos ni de efectos digitales. Únicamente al final estalla la inevitable verbena, pero aún así, no molesta mucho.
El director, Ole Bornedal, es responsable de una peli (y su remake americano) que estaba bastante bien, pero podría haber estado mucho mejor, "El vigilante nocturno"/"La sombra de la noche", siempre le echaré en cara que si se hubiese centrado toda ella en un mismo escenario, y una misma noche, habría resultado terrorífica... pero no nos salgamos del camino, hablábamos de "The Possession (El origen del mal)"... pues nada, que está bastante potable y visible.
Sí, se puede ver.
domingo, 29 de mayo de 2011
RAMPAGE
Irónicamente, estos films (entre los que se encuentran "Seed", "Tunnel Rats", "Stoic" o "Darfur") son los que buena parte del público que más ha machacado al director alemán incluso aceptan y se atreven a tildar de buenos (los hay que están convencidos de que NO los ha dirigido él).
Bien, "Rampage" (no confundir con la estupenda peli de William Friedkin) es uno de estos. La trama clama a la provocación desde el inicio, tocando un tema delicado (especialmente en USA... por algo será que su producción se reparta entre Alemania y Canada), el del chaval que, quemado con la sociedad, se arma hasta la sobaquera y la emprende a tiros contra todo el mundo que pilla por delante. La diferencia es que el prota de nuestra historia tiene, además, un plan... uno bastante bien buscado y mejor resuelto.
Naturalmente la provocación se queda a medias, porque sí, hay imágenes crudas de asesinatos (la más impactante puede que sea la de la peluquería femenina) y predecibles intentos de acabar con clichés (el poli que aparenta ser el héroe, termina muerto de un modo tirando a tonto), pero Boll no pone toda la carne en el asador... porque ¿en este pueblo, no hay niños... no hay bebés?. En su periplo criminal el prota encuentra de todo... menos infantes y mujeres preñadas, por ejemplo... no es que sea algo que disfrute viendo pero digo yo que si vas de tocagüevos, no te quedes en la puerta.
Dejando esta tonterida a un lado, la verdad es que "Rampage" no está ni tan mal. Uwe Boll la rueda usando estética de documental, con una cámara al hombro que no para de moverse. Y mola que el personaje más ridiculizado sea el del pijo guapito al que le gusta soltar interminables parrafadas anti-sistema, pero que a la hora de la verdad es el primero en ir contra ellas (peor aún, sin ser consciente) y limitar toda su acción al bla, bla. Encima, la peli no llega ni tan siquiera a la hora y diez (sin contar créditos), y eso siempre es un plus. Recomendada si no tienes nada mejor que hacer.
viernes, 19 de agosto de 2022
EL BESO
En los años 60, estando en el Congo Belga, dos hermanas son separadas por problemas de salud yéndose una de ellas con unos miembros de la familia, y la otra con su tía. Justo en el momento de la separación, una vieja loca se cruza con ellos lanzándole improperios y maledicencias a la niña en un extraño idioma, en consecuencia, la tía de esta le planta un beso en la boca pasándole así una especie de maldición vudú. Acto seguido la acción se traslada a los años 80 y, a partir de ese momento, la película se convierte en un batiburrillo de rollos familiares y traspasos de maldiciones, que servirán para mostrarnos una serie de vistosos efectos especiales artesanales y eternas conversaciones insustanciales que, más allá de esclarecernos que es lo que en realidad pasa, nos confunden de tal modo que llega un momento que no sabemos quién es quién o que demonios quiere… eso sí, se van sucediendo las muertes de corte esotérico y aguantamos hasta el final.
“El beso”, película de presupuesto medio amparada para la distribución por una major como era Tri- Star Pictures, es en realidad mala de solemnidad, un aburrimiento sin precedentes que se ve desbordado únicamente por su lioso guion y una estética de transición entre los 80 y 90 que le otorga ese tono grisáceo y aséptico (como le pasaba a todo el terror de finales de los 80) tan característico de la época. Al igual que muchos títulos de entonces abalados por los estudios, "El Beso" ejerce de otro clavo más insertado en el ataúd del cine de terror, siendo especialmente aburrida y antipática, por mucho muñequillo animatrónico que endulce la cosa al final, algún que otro destete y bastante mala baba —a una tipa le trituran la cabeza unas escaleras mecánicas, por ejemplo—.
Como la cosa va de una maldición que se van pasando de tías a sobrinas y viceversa mediante besos, algún crítico, quizás con intención de marcar paquete, osó decir que en realidad la película trataba sobre el sida. Poco más que decir al respecto.
En la parte técnica tenemos los efectos especiales de Chris Walas y el guion corre a cargo de Tom Ropelewski y Stephen Volk. Volk, por lo que se ve, es experto en este tipo de guiones y atmósferas medio raras y sosainas, ya que suyos son también los libretos de “Gothic” de Ken Russell y “La tutora” de William Friedkin. Asimismo, el director Pen Desham no ha dirigido demasiada cosa destacable a parte de “El beso”, pero posteriormente se volvió un solvente productor de cine mainstream con cosas como “Robin Hood, El príncipe de los ladrones” a sus espaldas. A parte de esto, es también un guionista de tercera, habiendo firmado títulos tan populares como “Gnomo Cop”, la anteriormente mentada de Kevin Costner y hasta la historia para el lucimiento de Bill Murray con una elefanta en “Un elefante llamado Vera” ¿Quién da más?
El reparto lo encabezan las poco aprovechadas bellezas de Joanna Pacula y Meredith Salenger.
En cuanto a “El beso”, concluir diciendo que aunque pasó por salas de cine de manera más o menos discreta, esta era una película habitual en la sección de estrenos del año 89 en los videoclubs, aunque por algún extraño motivo no sentí interés por ella, hasta que treinta y pico años después, casi por casualidad, se cruza de nuevo en mi camino y decido verla para decirle a ustedes que me ha parecido.
“El beso”, película de presupuesto medio amparada para la distribución por una major como era Tri- Star Pictures, es en realidad mala de solemnidad, un aburrimiento sin precedentes que se ve desbordado únicamente por su lioso guion y una estética de transición entre los 80 y 90 que le otorga ese tono grisáceo y aséptico (como le pasaba a todo el terror de finales de los 80) tan característico de la época. Al igual que muchos títulos de entonces abalados por los estudios, "El Beso" ejerce de otro clavo más insertado en el ataúd del cine de terror, siendo especialmente aburrida y antipática, por mucho muñequillo animatrónico que endulce la cosa al final, algún que otro destete y bastante mala baba —a una tipa le trituran la cabeza unas escaleras mecánicas, por ejemplo—.
Como la cosa va de una maldición que se van pasando de tías a sobrinas y viceversa mediante besos, algún crítico, quizás con intención de marcar paquete, osó decir que en realidad la película trataba sobre el sida. Poco más que decir al respecto.
En la parte técnica tenemos los efectos especiales de Chris Walas y el guion corre a cargo de Tom Ropelewski y Stephen Volk. Volk, por lo que se ve, es experto en este tipo de guiones y atmósferas medio raras y sosainas, ya que suyos son también los libretos de “Gothic” de Ken Russell y “La tutora” de William Friedkin. Asimismo, el director Pen Desham no ha dirigido demasiada cosa destacable a parte de “El beso”, pero posteriormente se volvió un solvente productor de cine mainstream con cosas como “Robin Hood, El príncipe de los ladrones” a sus espaldas. A parte de esto, es también un guionista de tercera, habiendo firmado títulos tan populares como “Gnomo Cop”, la anteriormente mentada de Kevin Costner y hasta la historia para el lucimiento de Bill Murray con una elefanta en “Un elefante llamado Vera” ¿Quién da más?
El reparto lo encabezan las poco aprovechadas bellezas de Joanna Pacula y Meredith Salenger.
En cuanto a “El beso”, concluir diciendo que aunque pasó por salas de cine de manera más o menos discreta, esta era una película habitual en la sección de estrenos del año 89 en los videoclubs, aunque por algún extraño motivo no sentí interés por ella, hasta que treinta y pico años después, casi por casualidad, se cruza de nuevo en mi camino y decido verla para decirle a ustedes que me ha parecido.
domingo, 30 de enero de 2011
DESBOCADO / RAMPAGE
Desgraciadamente, problemas financieros de la distribuidora condenaron a esta peli a la nada durante un largo periodo de tiempo. Primero se estrenó en Europa, y cinco años después en los USA. Claro, así pocas oportunidades tuvo de llevarse una tajada mínima del éxito que merecía. Algo especialmente frustrante para el director, que tras sus años de gloria, y una fase intermedia bastante deprimente, volvía a demostrar su gran talento para estas cosas del cine. En fin, suerte que al menos la peli está ahí, lista para disfrutar, y les aseguro que yo la gocé cual puta hace un par de noches. Encima, en su formato VHS.
Basada en el caso de un psycho-killer real, "Desbocado" cuenta la historia de un asesino muy chungo que masacra familias del modo más casual y caprichoso con el fin de beberse la sangre de las hembras. Es detenido por la policía y llevado a juicio. El abogado de la acusación es un liberal que no cree en la pena de muerte. Sin embargo, lo cruento del caso le hará cambiar de opinión y luchará hasta el fin para que el asesino pague por sus crímenes con su propia vida, a pesar de dudas morales y otros problemas.
Pues sí, "Desbocado", o "Rampage" en su tierra, es un thriller fabuloso que te mantiene en vilo durante los 101 minutos que dura. Del primero al último. Bien parido, bien interpretado, bien narrado, bien TODO. Es ese tipo de peli que entra de maravilla, y más después de haberte tragado un buen montón de ponzoñas aburridas y carentes de garra. ESTO es cine, oiga.
Supongo que no peco de lerdo si digo que, esencialmente, "Desbocado" se plantea el tema de la pena de muerte. No estoy muy seguro si Friedkin sermonea o no... yo diría que no, que provoca. Te pone sobre la mesa los hechos, y deja que tu juzgues y saques tus propias conclusiones. O eso me parece a mi. No comprendo demasiado la secuencia que cierra el film, aunque me gusta y me plantea dudas. Idem con el cambio final de opinión del abogado prota, inducido completamente -o así lo veo yo- por el abandono de la hippie de su mujer, que no acepta que su pareja se muestre en favor de la pena de muerte. En fin, no se, son tantas las lecturas que ofrece esta peli que mejor la véis y luego me llamáis para debatirlo.
A destacar la secuencia de los "3 minutos". No explico más, descubrirla es parte de la gracia.
El reparto es tan sólido como suele ser en este tipo de films. Michael "Terminator" Biehn hace un papel cojonudo como abogado repleto de dudas. Le siguen Alex McArthur como asesino y un puñado de segundones carismáticos como Art LaFleur o Grace Zabriskie (especializada en papeles de loca con mirada desviada).
Un diez. Altamente recomendable.
sábado, 20 de enero de 2024
¡TODO SOBRE MÍ!
En su autobiografía, Dario Argento perdía el entusiasmo y las ganas de narrar batallitas a medida que avanzaba la lectura. Es decir, a cada nueva película, menos tiempo le dedicaba. En la suya, William RIP Friedkin, simplemente -y muy acorde a sus radicales maneras-, se limitaba a ignorar aquellos títulos que no consideraba propios. Así, "El contrato del siglo" y "La tutora" no existían. Pues bien, lo mismo podemos aplicar a la reciente autobiografía del legendario Mel Brooks. No se salta títulos a lá Friedkin, pero sí actúa como Argento, dedicándoles menos atenciones de forma progresiva.
Es un hecho conocido y aceptado que el pequeño y enérgico judío se arrepintió muchas veces de haberse dejado llevar por el gustirrinín del éxito. Sus dos primeras obras, "Los productores" y "El misterio de las doce sillas", eran lo que él mismo califica de "comedias inteligentes". Sin embargo, que ninguna funcionara demasiado bien en taquilla le empujó a aceptar un encargo, el de una "comedia tonta" tirando a vulgar, "Sillas de montar calientes". Su monumental éxito condenó a Brooks de por vida, obligado a no salir nunca del camino que esta había trazado, centrándose en la parodia bufa de géneros cinematográficos populares. Apostando por productos menos a su gusto y más al del público, lo que se traduce en el obvio desencanto en el que se sumió su carrera como director de cine. A partir de "La última locura", Mel Brooks abordaba cada nueva empresa con menos entusiasmo y pasión que la anterior, limitándose a su rol de artesano de la comedia tonta. Y eso, como digo, se refleja en sus memorias. A la escasez de anécdotas interesantes y longitud, hay que sumar, incomprensiblemente, la reproducción de diálogos y gags extraídos de sus films. ¿No comprende que el lector interesado ya se sabe todo eso de memoria? ¿qué necesidad hay? ¿compensar la escasez de información? ¡¡coño, lo que yo quiero es chicha!! Desafortunadamente, el autor no tiene el corazón puesto en "La loca historia del mundo", "Spaceballs" o "Drácula, un muerto muy contento y feliz"... y se nota. Una pena.
Las cosas mejoran un poquito cuando llegamos a "Que asco de vida", película más en consonancia con sus dos primeras obras. Luego ya Brooks se olvida del cine, centrándose en su mayor satisfacción, el musical de Broadway inspirado en "Los productores". Este se come buena parte del tocho. Y a mi no es que me interesara demasiado, por ello terminé saltándome párrafos, especialmente aquellos en los que se limita a lamer ojetes.
Porque de culos húmedos y buenrollismo forzado los hay para matar y rematar. En la vida de Mel Brooks todo era color de rosa. Cuando se mete en algún tema pantanoso, lo pasa por encima y de puntillas. Como lo relacionado con el fallecimiento de Anne Bancroft, su esposa. Es comprensivo por el dolor que ello debe causarle, pero, siendo un momento tan determinante, se ve raro en una autobiografía. También descoloca que ni mente los finales de algunos de sus grandes colaboradores, es decir Gene Wilder, Marty Feldman o Madeline Kahn. En cambio, no tiene vergüenza alguna en dorarle la píldora a su hijo Max, presumiendo de méritos y logros que, obviamente, el chaval no hubiese conseguido de no ser "hijo de". Coño, la editorial de peso que editó su primer libro la regentaba un amigo íntimo de su puto padre... si eso no es enchufe, ya me dirán qué es.
Dejando de lado las películas propiamente dichas, el resto del tochito se centra en la vida del comediante. Sin embargo, mientras dedica líneas y líneas, a veces en exceso, a su infancia y, sobre todo, su participación en la segunda guerra mundial (tal vez por querer demostrarnos unos orígenes humildes y su sacrificio por la patria), a partir de que logra meterse en el mundo del espectáculo, el terreno personal pasa a un segundísimo plano. Tocándolo muy de vez en cuando, aleatoriamente y sin dar demasiados detalles.
Más interesante resulta la historia de Brooksfilms, la productora con la que pretendía rodar materia ajena a la comedia. Así, cual subtrama paralela, narra los pormenores de la hermosa "El hombre elefante" o "La mosca". Destaca en ese apartado la conflictiva confección de uno de sus pocos fracasos, "Guerreros del sol" (que no estaría mal revisar / reseñar). Pero, incluso esta, con los años dio beneficios. Ya les digo, en el universo de Brooks parece no haber lugar para las malas noticias y los descalabros, cuando todos sabemos que su carrera como director se fue desinflando, y mucho, con el tiempo. No me creo que hable de éxito taquillero respecto a algunas de esos últimos largometrajes. Supongo que el pequeño judío entendía el espectáculo como alegría, color, luz, positividad, siempre preocupadísimo por la audiencia. Podríamos decir que el libro está diseñado para eso, complacer al lector, no hacerle pasar demasiados malos tragos y concluir con una sonrisa. Y sí, el viaje es ameno y dinámico, solo que la sensación obtenida cuando terminas se parece mucho a dejar la mitad de la tarta sin devorar.
Tal vez "¡Casi todo sobre mí!" habría sido un título más adecuado.
Es un hecho conocido y aceptado que el pequeño y enérgico judío se arrepintió muchas veces de haberse dejado llevar por el gustirrinín del éxito. Sus dos primeras obras, "Los productores" y "El misterio de las doce sillas", eran lo que él mismo califica de "comedias inteligentes". Sin embargo, que ninguna funcionara demasiado bien en taquilla le empujó a aceptar un encargo, el de una "comedia tonta" tirando a vulgar, "Sillas de montar calientes". Su monumental éxito condenó a Brooks de por vida, obligado a no salir nunca del camino que esta había trazado, centrándose en la parodia bufa de géneros cinematográficos populares. Apostando por productos menos a su gusto y más al del público, lo que se traduce en el obvio desencanto en el que se sumió su carrera como director de cine. A partir de "La última locura", Mel Brooks abordaba cada nueva empresa con menos entusiasmo y pasión que la anterior, limitándose a su rol de artesano de la comedia tonta. Y eso, como digo, se refleja en sus memorias. A la escasez de anécdotas interesantes y longitud, hay que sumar, incomprensiblemente, la reproducción de diálogos y gags extraídos de sus films. ¿No comprende que el lector interesado ya se sabe todo eso de memoria? ¿qué necesidad hay? ¿compensar la escasez de información? ¡¡coño, lo que yo quiero es chicha!! Desafortunadamente, el autor no tiene el corazón puesto en "La loca historia del mundo", "Spaceballs" o "Drácula, un muerto muy contento y feliz"... y se nota. Una pena.
Las cosas mejoran un poquito cuando llegamos a "Que asco de vida", película más en consonancia con sus dos primeras obras. Luego ya Brooks se olvida del cine, centrándose en su mayor satisfacción, el musical de Broadway inspirado en "Los productores". Este se come buena parte del tocho. Y a mi no es que me interesara demasiado, por ello terminé saltándome párrafos, especialmente aquellos en los que se limita a lamer ojetes.
Porque de culos húmedos y buenrollismo forzado los hay para matar y rematar. En la vida de Mel Brooks todo era color de rosa. Cuando se mete en algún tema pantanoso, lo pasa por encima y de puntillas. Como lo relacionado con el fallecimiento de Anne Bancroft, su esposa. Es comprensivo por el dolor que ello debe causarle, pero, siendo un momento tan determinante, se ve raro en una autobiografía. También descoloca que ni mente los finales de algunos de sus grandes colaboradores, es decir Gene Wilder, Marty Feldman o Madeline Kahn. En cambio, no tiene vergüenza alguna en dorarle la píldora a su hijo Max, presumiendo de méritos y logros que, obviamente, el chaval no hubiese conseguido de no ser "hijo de". Coño, la editorial de peso que editó su primer libro la regentaba un amigo íntimo de su puto padre... si eso no es enchufe, ya me dirán qué es.
Dejando de lado las películas propiamente dichas, el resto del tochito se centra en la vida del comediante. Sin embargo, mientras dedica líneas y líneas, a veces en exceso, a su infancia y, sobre todo, su participación en la segunda guerra mundial (tal vez por querer demostrarnos unos orígenes humildes y su sacrificio por la patria), a partir de que logra meterse en el mundo del espectáculo, el terreno personal pasa a un segundísimo plano. Tocándolo muy de vez en cuando, aleatoriamente y sin dar demasiados detalles.
Más interesante resulta la historia de Brooksfilms, la productora con la que pretendía rodar materia ajena a la comedia. Así, cual subtrama paralela, narra los pormenores de la hermosa "El hombre elefante" o "La mosca". Destaca en ese apartado la conflictiva confección de uno de sus pocos fracasos, "Guerreros del sol" (que no estaría mal revisar / reseñar). Pero, incluso esta, con los años dio beneficios. Ya les digo, en el universo de Brooks parece no haber lugar para las malas noticias y los descalabros, cuando todos sabemos que su carrera como director se fue desinflando, y mucho, con el tiempo. No me creo que hable de éxito taquillero respecto a algunas de esos últimos largometrajes. Supongo que el pequeño judío entendía el espectáculo como alegría, color, luz, positividad, siempre preocupadísimo por la audiencia. Podríamos decir que el libro está diseñado para eso, complacer al lector, no hacerle pasar demasiados malos tragos y concluir con una sonrisa. Y sí, el viaje es ameno y dinámico, solo que la sensación obtenida cuando terminas se parece mucho a dejar la mitad de la tarta sin devorar.
Tal vez "¡Casi todo sobre mí!" habría sido un título más adecuado.
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