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domingo, 19 de marzo de 2023

Lola Tórtola: De Perséfone

 Sí comí,

y era dulce y roja y fresca.

Sí comí, Deméter madre,

donde espumoso el mar.


Aún sangra entre los labios

el grano de la granada y es

ahora el tinte que mancha

el suelo de esta casa.


Desde entonces

como una hoja de sílice la tierra nos corta,

brutal y verano en que el solo caza.


De entre las rocas llegó un dios

y yo comí de su boca.


Lola Tórtola 

en Los dioses destruidos.

Colección Adonáis. Rialp.



https://twitter.com/i/status/1637023191628492800


martes, 23 de agosto de 2022

Nuria Ortega Riba: El árbol.

 UNA va arrastrando los pies

intentando esquivar la soledad

con un té hirviendo en la mano

y se para otra vez en este árbol

a escribir las mismas cosas

de otro modo diferente.


Engañar a los días no es tan fácil,

piensa una.

Pero qué otra cosa puedo hacer

sino pararme otra vez en este árbol.




Nuria Ortega Riba

en Las infancias sonoras.

Rialp. Premio Adonáis 2021.

Andrés María García Cuevas: Luces urbanas

A Adela


DESDE nuestra azotea la ciudad

se ve tan reducida como un mapa:

con un dedo delante de nosotros

tapamos una calle, un edificio;

con una mano, un vecindario entero.

Tendidos en el borde, la caída

de mas de quince pisos nos parece

un aljibe de luz donde, cansados,

dejamos nuestros brazos suspendidos

después de señalar luces urbanas.

Se aleja una ambulancia y su sirena

es la mejor metáfora posible

para esta noche nuestra,

cada vez más distinta y más distante.




Andrés María García Cuevas

en Las ciudades.

Rialp. Adonáis.

lunes, 31 de agosto de 2020

Marcela Duque: Cherry Blossoms

 OH, tienes que ver los cerezos, me de decían.

Los cerezos, ya los verás;

no has visto cosa igual, los cerezos,.

Y los cerezos llegaron por sorpresa,

un día, de la noche a la mañana,

y no rosados -más asombro-sino blancos,

(los del campus, al menos, me refiero)

blanco-canon, blanco deslumbrador,

que nunca había visto, no, jamás,

porque ya no hay bataneros en la tierra

ni quien pueda blanquear nada de ese modo.

Es un blanco, lo sabe quien lo ha visto,

que solo puede haber nacido de una mano.

Ah, el cerezo, esto no me lo advirtieron,

el árbol de la luz transfigurada.



Marcela Duque

en Bello es el riesgo.

Premio Adonáis 2018.

Ediciones Rialp.

lunes, 6 de julio de 2020

María Elena Higueruelo:Cosecha el día

DICHOSO aquel que en la edad última
torne a las cenizas luminosas del origen
y halle entre las pavesas una rosa.

                                Esta rosa: ¿acaso existe
o no es más que la sombra de un espectro?
Dichoso aquel que en la rosaleda encuentre
el modelo de lo que un día fue materia.

¿Dónde? ¿Dónde están aquella esa
esta rosa cuyo brillo
ya se huele tras el borde
de la noche incandescente?
El lugar ideal es la memoria
que de estas tres rosas hiciera un ramo.

Dichoso aquel que no vivió
cada día como el último:
en el último día, como Booz,
cogerá las rosas sin ser virgen.

Cosecha el día: siembra el sol
que en el horizonte florezca
y riegue la rosaleda en un destello.
Cuando pasado y futuro se fundan
en el instante -afilado hilo de luz-
brotará la flor que descierra
la puerta de los días eternos.


María Elena Higueruelo
en Los días enternos.
Adonais, Ediciones Rialp.

domingo, 15 de septiembre de 2019

José Alcaraz: Tengo un epitafio

TENGO un epitafio:

Así está bien. 

Lo cuido,
crece como hierba.

Lleva una lluvia dentro
y viento
con risas de niño.

Juega a mi alrededor.

Es extraño.

No sé.

Lo más alegre
que he escrito triste.


José Alcaraz
en El mar en las cenizas.
Rialp. Accésit premio Adonais.

viernes, 13 de febrero de 2015

Constantino Molina Monteagudo: El corazón del mármol

El rapto de Proserpina, G. Bernini






















ESTE trozo de mármol que ahora observo
descansaba en el sueño soterrado
de unas colinas próximas a Roma.

Ya entonces, muchos siglos
antes de que naciera su escultor,
en la entraña del monte,
Plutón y Proserpina se enzarzaban
en su lucha insistente.

Las manos de su autor
no eran de hueso y carne todavía,
y el corazón del mármol ya tomaba
la forma de los cuerpos.
Ya los dedos se hincaban en el muslo
y ondulaba el cabello en movimiento.

Fue al pasar cientos de años
cuando alguien acabó por escuchar
el corazón del mármol:
allí donde la piedra se hace carne
y, al contrario, la carne se hace piedra.

Y fue entonces así
que un pequeño cincel siguió el dictado
latente de la roca,
que vieron luz los miembros y los gestos
ya para siempre eternos de aquel mito
y que el pulso dinámico del tiempo,
mientras todo seguía siendo bello y cruel,
se llevaba de nuevo las manos de Bernini
hacia el polvo infinito de la nada.



















Constantito Molina Monteagudo
en Las ramas del azar.
Rialp. Premio Adonáis 2014.