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viernes, marzo 02, 2018

laura wittner. mis padres bailan jazz en el café orión y otro


Mis padres bailan jazz en el Café Orión

No es que leamos mal los signos.
Es que las cosas no son signos.
Andan solas, tan sueltas
que pueden deshacerse.
No bailar la última pieza
sino la anteúltima
y la última escucharla
llevando el ritmo con los dedos
en la mesa de vidrio
no es falso amor.
Erramos si alguna vez
creímos en esto.
***

A un dios desconocido

No sé si pasó el tiempo suficiente
pero creo que ya puedo idealizar
ese concierto de órgano en la iglesia
que nos mantuvo a los dos en silencio
descansando del calor y de la lluvia.
¿Vos qué pensabas?
¿Cerraste, como yo, los ojos?
¿Tenías, como yo, vibrante
en la lengua el gusto del café?
Yo saqué los pies de las sandalias
y los apoyé en un almohadón
fresco, forrado de cuerina.
A vos se te cayó una moneda liviana.
Hizo un minúsculo tintín y sonreímos.
El órgano nos encantó como a serpientes
y por un rato pareció desenvolver
toda una serie de impresiones religiosas
en el sentido de algo que podamos llamar
religión: algo que englobe
el amor y la bondad y conduzca
directamente a la experiencia, ese colchón
concreto que nos refugia y nos sacude.

Laura Wittner, Buenos Aires, 1967
de Lugares donde una no está, Buenos Aires, Gog y Magog, 2017

viernes, septiembre 15, 2017

laura wittner. otra ciudad

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Otra ciudad

Cuando levanto la vista veo nieve,
nieve refulgiendo desde el televisor.
Como siempre, titilan sobre el mapa
los lugares donde uno no está.
Seguro extrañaría el mercado de flores
y despertar en este piso octavo
que se abre desafiando al viento.
La verdad es que hubo un solo día de nieve
y que hay una posible segunda versión
para las cosas conocidas.
Las valijas están hechas desde siempre
y además están sobre el sofá
en posición de espera.
Ese momento dura, se sostiene,
es una manera de estar:
estar a punto de ser abandonado.
El pozo negro de las valijas hechas,
reverso del desembarco:
el deseo humano por lo incompleto
que se refleja, dicen,
en la predilección por lo pequeño,
lo breve, el fragmento.

Laura Wittner, Buenos Aires, 1967

miércoles, abril 22, 2015

laura wittner. lo luminoso que se ve de noche



Lo luminoso que se ve de noche

En las épocas míticas salía sola de noche:
salía al patiecito y pisando la maceta
trepaba hasta la medianera y me sentaba
a interrogar los cielos desde lo mas profundo
del corazón de Villa Crespo. Porque si antes
las estrellas señalaban el camino en el mar
tal vez ahora esta galaxia de neones,
resplandores de hielo, ventanucos de baño,
rayos móviles provenientes de ferias,
la cautivante sincronización
de las luces de pasillos de edificios
pudiera sugerirnos variar unos centímetros
el recorrido, a ver donde llegamos.
Un helicóptero en un cielo negro
es su luz blanca y su sonido jadeante.
No por urbana la luna es menos poderosa.
Últimamente veo desde mi balcón
algo como una grúa inmensa,
una viga infernal que, paralela al cielo,
se encaja entre edificios altos
como dispuesta a rearmar el panorama,
delimitada por dos luces fatuas:
punto rojo en un extremo, y en el otro
la extrañeza hecha luz: un rectángulo verde
fluorescente, imposible de entender: de día
parece una pantalla que proyecta
en continuado y para nadie, y de noche
refulge en el centro de su hueco
evocando desplazamientos mudos
que hablan de lo difícil que es fijar impresiones.
Refulge desde allí como un dios verde
de Philip Dick, con resabios de Lem.

Laura Wittner, Buenos Aires,1967

en Los Fuegos de Orc, Selección y Prólogo Marcelo Díaz y Patricio Foglia, 2015
imagen en PixGood

domingo, abril 07, 2013

laura wittner. luna de plástico



Luna de plástico

Estamos en un living oscuro

donde quiero todo menos lo que tengo.
Sin zapatos, en el piso, tomando vino
en vasos de cristal, ponen música fuerte
y me pregunto: ¿por qué nosotros nunca 
ponemos esta música?
La posibilidad del placer me está haciendo levitar
y la imposibilidad del placer me marea.
Voy a asomarme a la ventana a tomar aire,
pero no hay más, aquí, que la estrecha confluencia
de patios traseros y escaleras para incendio,
la ausencia de sonido mordazmente agitada
por la música mágica, una oscuridad de afueras de ciudad
apenas conocida. Así que necesito ir a la calle.
Me pongo los zapatos, salgo,
bajo la luz marrón que el piso a cuadros se chupa como esponja,
y mientras tanto pienso, pienso.
¿Por qué nosotros nunca ponemos esta música?
Me paro en la vereda congelada. No hay olores.
No puedo distinguir la ventana
de donde vengo. Un grupo de hombres en las sombras
me vuelven al temor. Ay, pero, gracias.

Laura Wittner, Buenos Aires, 1967

de La tomadora de café, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2005
imagen de Annick Bouvattier, en A Passion for Art