La educación inclusiva y el cuidado en las escuelas son temas centrales en este artículo, junto con las artes, la fenomenología y las pedagogías que enseñan a cuidar. Se considera necesario transformar las dinámicas educativas para garantizar un entorno que respete los derechos de la infancia, así como un contexto amable que genere aprendizajes constructivos. Se critica el uso de métodos disciplinarios que perpetúan el maltrato, el dolor o la humillación; prácticas que no tendrían cabida en un sistema que busque fomentar el bienestar, la inclusión y la equidad. Este trabajo destaca la importancia de ver al alumnado como personas llenas de fortalezas, evitando etiquetas que tan solo conllevan estigmatización, del mismo modo que aboga por una educación que valore la diversidad como fuente de riqueza y rasgo de identidad. Se defiende que las exigencias académicas han de ajustarse a las capacidades de la infancia y juventud, huyendo de comparaciones estériles e injustas con la productividad adulta, puesto que la finalidad de educar es crear personas capaces de vida plena. Se concluye el trabajo destacando la relevancia de crear un ambiente escolar cooperativo y reflexivo, donde el cuidado sea una prioridad y donde aprender no sea doloroso, sino una fuente de placer estético durante el proceso de desarrollo moral en contextos naturales y sociales. Esto implica no solo revisar las estructuras educativas, sino también construir el compromiso socio-comunitario con los derechos humanos en aras de una educación inclusiva que fomente el desarrollo integral de todo el estudiantado desde la equidad.
Inclusive education and care in schools are central themes in this article, aside from the teaching of care by arts, phenomenology and pedagogy. The authors address the need to transform educational dynamics to ensure an environment that respects children's rights, as well as a friendly context that generates constructive learning. The use of traditional disciplinary methods that perpetuate mistreatment, pain or humiliation is criticised; practices that should have no place in a system that seeks to promote well-being, inclusion and equity.
This work highlights the importance of seeing students as unique people, full of strengths –in contrast with practices that promote labelling students and only entails stigmatisation-, in the same way that it advocates for an education that values diversity as a source of richness and as an identity trait. It is argued that academic demands must be adjusted to the capacities of children and teenagers, avoiding sterile and unfair comparisons according to adult productivity, in order to form competent, full and prepared people for the society of tomorrow.
The work concludes by focusing on the relevance of creating a cooperative and reflective school environment, where care is a priority and where learning is not painful, but a constant source of aesthetic pleasure during moral development in social and natural contexts. This implies not only a review of educational structures, but also a socio-community commitment to human rights for the sake of an inclusive education that promotes the integral development of all students from equity.
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