La historia bajomedieval de Cartagena, y por extensión el transcurrir de la costa del reino de Murcia, refleja perfectamente la marginación que, en líneas generales, tuvieron los asuntos mediterráneos en las maniobras políticas de la corona de Castilla en aquellas fechas. Por esta razón, el reinado de Enrique III, y su mirada hacia el Mediterráneo (en el contexto también de afianzamiento interior y exterior de la autoridad monárquica), supone un interesante episodio a caballo entre los siglos XIV y XV. Ejemplo de esta vocación mediterránea del tercer trastámara es la presencia de dos procuradores de Cartagena en las cortes de Toledo de 1402, ya que supo- ne la incorporación de una ciudad muy periférica (sumida en una gravísima crisis demográfica) en la institución que, en un marco teórico, sustentaba el poder terrenal de la corona.
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