Oviedo, España
La crisis económica ha destapado la caja de los truenos contra la ciencia económica y el trabajo de los economistas. ¿Para qué sirve la economía?, ¿por qué los economistas no fueron capaces de predecirlo?, ¿cuáles son las soluciones correctas? Esta comunicación examina críticamente este estado de cosas, con tres objetivos bien claros, seguidos de una coda final. En primer término y partiendo de una lectura no dogmática de Georgescu-Roegen (1971), me propongo ofrecer una visión nueva e integradora de la labor científica (pura) de los investigadores en economía, demarcando el estatuto gnoseológico de la disciplina de una forma plural y compacta, donde caben todas las especies (escuelas) de economistas existentes en competencia en el sistema ecológico. En segundo término, se describe el trabajo de los economistas como tecnocientíficos (Hacking, 1983), un concepto bisagra indispensable para reconciliar los avances en la frontera de la investigación con los desarrollos prácticos a pie de obra que se suceden en los mercados (v.r.: tecnología subprime de gestión del riesgo), en las empresas o en el sector público. Por último, se ofrece una interpretación de lo que ha funcionado mal en esta crisis, aplicando la navaja de Occam y la arquitectura ofrecida en el apartado primero. De esta construcción derivaré algunas enseñanzas prácticas para el delicado trabajo de la enseñanza de la economía y el entrenamiento de las nuevas generaciones de economistas. Porque si hay alguna esperanza de que el mundo no se vaya al garete, es que necesitamos más ciencia económica que nunca, más Ilustración, más pensamiento ilustrado, y no menos.
The economic crisis has uncovered the Pandora box against the work of economists and economics. What is economics? Why didn�t economists see it coming? What are the right solutions? This paper examines this state of affairs, with three clear objectives, followed by a final coda. First, assuming a non-dogmatic lecture of Georgescu-Roegen (1971), I intend to provide a new and inclusive view of scientific work (pure research) in economics. I do so by delimiting the epistemological status of the discipline in a plural and compact way, making room for all species (schools) of competing economists in the ecological environment. Second, I describe the work of economists as techno-scientific (Hacking, 1983), a concept essential to reconcile hinge advances in research frontier with practical developments on site that occur in markets (ie: subprime technology of risk management), in business operations, or in the public administration. Finally, using Occam's razor and the framework featured in the first part, I offer an interpretation of what went wrong in this crisis. With this background, I will state some practical lessons for the delicate work of teaching economics and training the new generations of economists. Because if there is any hope that the world will not go to hell, we need more economics than ever, more Illustration, more enlightened thinking, not less.
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