La constitución Lumen Gentium, el catecismo de la iglesia católica y la liturgia no muestran especial estima de la profecía y los profetas, a diferencia de lo que ocurre en el Nuevo Testamento. Para comprender la imagen del profeta neotestamentario (bastante distinta de la del profeta del Antiguo Testamento) hay que conocer el profetismo en el ambiente griego y en el ámbito judío del siglo I, y estudiar el profetismo en la iglesia primitiva (comunidades paulinas, Lucas-Hechos, falsos profetas). Y aunque las escasas afi rmaciones del concilio, el catecismo y la liturgia sobre el profetismo coinciden en lo esencial con el mensaje bíblico, queda claro que lo profético constituye una dimensión mucho más viva, continua y confl ictiva en la iglesia primitiva que en la actual.
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