Santiago de Compostela, España
El mismo neoestoicismo que a principios del siglo XVII sirvió −como dice Domínguez Manzano− para “la construcción de un sistema moral autónomo, justificable por sí mismo e independiente de imposiciones doctrinarias externas, pero que no dejase de ser compatible con los principales dogmas del cristianismo”, volvió a ser útil a Goya como propuesta filosófica personal y colectiva, cuando nuevamente Europa y, particularmente España, ardía nuevamente en guerra. Era entonces el momento de afirmar una vez más el derecho natural, el individualismo y la razón, −elementos consustanciales a la condición humana−, frente a la ignorante barbarie o los dogmas absolutistas imperantes. Al proponer esta solución estoica, Goya no está volviendo anacrónicamente a una moral del pasado, sino a una que tenía plena actualidad y que se convertirá en una fuente esencial para el desarrollo de la ideología liberal, que adquirirá su apogeo, a partir de las fatales consecuencias de las guerras napoleónicas. En el artículo se analizan desde la estampa 26 No se puede mirar hasta la 39 Grande Hazaña con muertos.
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