La presente comunicación plantea la hipótesis de que la verdad informativa en las sociedades occidentales modernas requiere del componente audiovisual cinematográfico en la medida que no puede superar los mecanismos de la ficción en la construcción de su discurso. O, dicho de otro modo, pese a que los textos periodísticos se sostienen en las fuentes informativas, la verdad esperada en sus dichos pone a prueba el sentido de su veracidad en la ficción que introduce irremediablemente toda representación. En la estela de la perspectiva artificialis el cine ha consolidado un modo de representación hegemónico que no sólo ha conformado la idea de que el mundo puede presentarse en imágenes, sino que, además, se rige por las leyes y las convenciones de éstas. Es por ello por lo que la divulgación científica en las sociedades occidentales contemporáneas construye su discurso según los códigos audiovisuales. Esto ocurre porque la ciencia no constituye en sí misma un relato, de modo que cuando trata de democratizar su saber y, así, legitimar la necesidad de su actividad ante los ciudadanos, se sirve de las convenciones que ha consolidado el cine hegemónico y que constituyen el enclave privilegiado para la construcción de los discursos en la contemporaneidad. De este modo, la dimensión informativa, el imaginario científico y el imaginario cinematográfico se entrecruzan e influyen hasta no poder pensarse por separado. Eso sí, lo audiovisual, propio del relato de ficción, es clave precisamente en una época donde cada saber se mide por su distancia al paradigma científico hegemónico. Y es que, por muy objetivos que se nos presenten, cuando nos aproximamos a los textos comunicativos considerándolos como actos y efectos de escritura, a través del análisis textual y crítico, la ficción, el relato y el deseo sobrevienen ineludibles.
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