Sin lugar a dudas, los mayas del período clásico (ca. 250-900) nos dejaron algunos de los testimonios arqueológicos más ostentosos de imágenes, textos jeroglíficos y notaciones calendáricas. Estos testimonios, perdurables y en gran parte inteligibles, se encuentran virtualmente por todos lados, labrados y pintados en gran variedad de soportes materiales y a distintas escalas –desde edificios imponentes hasta finísimos huesos–. La maestría técnica e intelectual que podemos apreciar en toda esa suerte de objetos que han sobrevivido a las inclemencias del clima tropical y a las intervenciones humanas, junto a los tipos específicos de prácticas estéticas e información que conllevan, son las razones principales de que los mayas siguen causando gran admiración y asombro. Aunque la historia de esta civilización fue muy larga, las manifestaciones visuales y las inscripciones jeroglíficas provenientes de las tierras bajas centrales del intervalo ca. 600-900 son precisamente aquellas que el mundo reconoce como “típicamente mayas”.
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