Se analizaron las actitudes públicas hacia el tratamiento psiquiátrico y la medicación psicotrópica en un estudio llevado a cabo en Ginebra en una muestra representativa de 324 personas de edades comprendidas entre los 20 y los 75 años. Confrontado con la descripción de situaciones desviadas que pueden encontrarse en la vida diaria, el público considera en primer lugar el recurso a un psiquiatra, cuyo rol en relación con la conducta desviada aparece así muy importante. También se concibe la ayuda por parte de un médico, de un confidente o de un psicólogo. La medicación se menciona rara vez. La preferencia por un cierto tipo de intervención arraiga en las actitudes y en las representaciones más generales de los sujetos entrevistados y está con frecuencia relacionada con sus características sociales y culturales. El recurso a un psiquiatra está vinculado a la conducta socialmente visible y que puede perturbar. Por contraste, la posible gravedad de los signos de retraimiento, que sin duda alguna preocuparía a los psiquiatras, está subestimada por el público. Dos categorías de sujetos, que presentan características muy diferentes en sus atributos sociales y culturales y en sus actitudes y representaciones, consideran pertinente el recurso frecuente a la ayuda psiquiátrica. Si bien el recurso a un médico resulta bastante inespecífico, elegir confiar en un confidente parece reflejar la confianza en si mismo engendrada por el estatus social más elevado, la integración social y un cierto conocimiento del campo. Las personas que consideran la ayuda psicológica no expresan actitudes socialmente restrictivas hacia los enfermos mentales. En la etiología de los trastornos psiquiátricos identifican en particular el peso de los factores vinculados a la socialización (ausencia de afecto por parte de los padres) y excluyen otros factores, sean biológicos, psicosociales o sobrenaturales.
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